martes, noviembre 07, 2006

Long Goodbye (parte 2 de 3): Saldos, retazos y tatuajes

Ink I: En el salón de tatuajes hay un gran televisor con un buen sistema de sonido en el cual están pasando el concierto de Live 8 que cuidadosamente esquivé en su momento. Pero ahora me cuelgo viéndolo porque, aunque el tatuador es un tipo simpático, la verdad no tengo ningún deseo de distraer a alguien que está grabándome la piel en forma permanente. Mejor que se concentre el hombre. Además están pasando a Elton John cantando 'The Bitch is Back' y eso nunca es realmente malo por más gordo y bobo que esté el viejo maraca. Es una sesión larga, así que cuando John termina veo desfilar a una larga sucesión de artistas mediocres diciendo sus ensayadísmos discursos demagógicos. Hasta el condenado de Bill Gates aparece en escena y no se va cubierto de gargajos. Y eso es lógico, porque con todo lo feo que es lo que aparece sobre los escenarios, nada es tan desesperanzador como las filmaciones que hacen del público: una multitud indistinta de robots vestidos exactamente igual, con el mismo corte prolijo de pelo, la misma remera blanca, la misma sonrisa. Un público de decenas de miles de personas entre las que no ves a uno distraído, a uno que parezca drogado, a uno mal vestido, a uno enojado; nada, ahí están todos los votantes de Blair, de Chirac, de Bush... las Live8jugend en plan video 'Radio Ga-Ga'. Encima del escenario el imbécil de Will Smith hace que el público chasquée sus dedos cada tres segundos para que tomen consciencia de que cada vez que lo hacen se muere de hambre algún negrito más chico y feo que Smith. Clac.. "oh John, son muchos..." Clac "...negritos, ¡qué rápido se mueren!" Clac "perdón me fui de... " Clac "...ritmo, ¿cuándo sube Pink Floyd?" Clac.

Pero está bien, así me distraigo de la sangre en el brazo. Y por lo menos Will Smith no cantó.

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Casi cierro el blog sin atender por última vez a mi gremio favorito: el de la publicidad. Pero la verdad es que en los ultimos meses ningun corto me había ofendido o extrañado como para motivarme a escribir (aunque la parábola latinoamericanista de BANDES y los sobrecitos con "miedos" al viento me hincharon bastante). Pero justo para las últimas semanas una sucesión de tonterías y/o cosas atroces me recordaron cuánto me irrita el aparato motivacional del consumo y su "creatividad".

En primer lugar destaco una extranjera: la publicidad de crema anti-celulitis de Nivea. Sí, es esa; un grupo de chicas de piernas largas en hot pants bailan por la calle y se despiden de algo invisible (suponemos que de la celulitis) con significativa alegría, hasta que, en pleno climax de felicidad, una de ellas brinca en el aire y queda fija, inmortalizada en el frasco de dicha crema. Mi objeción es meramente técnica y de casting: la chica elegida tiene piernas muy largas, es muy bonita y está muy contenta de decirle adiós a las adiposidades, pero la chica elegida: a) no tiene más de 20 años b) no pesa más de cincuenta kilos aunque es notoriamente alta y c) carece completamente de culo, de hecho sus largas piernas le llegan directamente a la espina dorsal. Entonces; ¿como carajo va a tener celulitis? ¿por qué no contratarla para un aviso de champú contra la calvicie o de controles de próstata? ¿estamos mutando?

El segundo aviso problemático es, cuando no, uno contra el tabaquismo. En él se hacen una serie de preguntas de imposible respuesta que asocian a un lugar o una actividad con su elemento más distintivo, ej: "¿Te imaginás el tango sin Gardel?" No, se supone que debemos responder (aunque yo sí me lo imagino bastante bien, ya que la época gardeliana es la que menos me importa del tango, reconociendo que sí sería imposible imaginar a los discutidores de pelotudeces tangueras sin el zorzal criollo), y, luego de varias de esas preguntas, nos encajan un "¿Te imaginás a vos sin tu salud? Nosotros no..." y te recuerdan los mil y un males que el tabaquismo trae consigo. Ok, no voy a discutir sobre los males del cigarrillo ya que es innegable que esos cilindrillos maléficos son los culpables hasta del agujero de la capa de ozono, los brotes neofascistas y la tristeza de los sauces, pero me hace mucho ruido la pregunta y su formulación; "¿Te imaginás a vos sin tu salud?" Bueno, sí, de hecho he tenido una buena cantidad de enfermedades que me han dejado más o menos postrado temporariamente, y me puedo imaginar perfectamente: ahí, en la cama, más o menos jodido, con mala cara pero feliz por no ir a trabajar. Qué linda imagen, pucha digo. Pero supongo que los señores publicitarios me exigen sacarme más salud para dar rienda libre a mi imaginación. De hecho, me exigen que me imagine sin salud, sin nada de la misma, y la única forma de no tener nada de salud es estar muerto. Bueno, me imaginé sin nada de salud, definitivamente muerto. En un cajón relleno con las colillas de los cigarrillos que me fumé cuando fumaba, con un raro look gótico, rodeado de mujeres hermosas que no pueden parar de llorar y músicos con visible expresión de alivio. Bárbaro, ya me imaginé. Ahora, ¿cómo mierda introduzco esa triste imagen en el sintagma propuesto por el aviso?, quiero decir, ¿cuál es el sintagma? ¿músicos fiambres? ¿posibilidades sin desarrollar? ¿imaginaciones morbosas? ¿asociaciones libres de publicistas aburridos...? La verdad el aviso parece pagado por alguna tabacalera que quiere quedar bien sin que se entienda un joraca y, por supuesto, sin asustar a nadie.

El último ejemplo proviene de una agencia de seguros, y opera sobre esa costumbre tan humana de estar permanentemente insatisfechos con nuestro momento vital. Así el reclame habla de cuando andamos en triciclo y soñamos con andar en bicicleta, del deseo de tener 18 para poder conducir un auto (diferencias entre las personas; mi mayor deseo de tener 18 años no era para poder matarme en un sucio auto sino poder ver cualquier película con tranquilidad), el deseo de una mujer y luego de una hija con esa mujer... y entonces las cosas se complican y el lírico redactor anota, mientras en pantalla una mujer joven vestida como mayor de lo que es mira desde una reposera a unos jovencitos que franelean mientras el voiceover dice: "Y después de pasar los treinta, por unos segundos quisiste volver a los veinte". Ay, joven creativo de lírica pluma; uno ha estado en tu puesto y sabe que una de las leyes sagradas de la publicidad es no escribir nada que inquiete al cliente potencial, pero... ¿unos segundos? ¿cuántos? ¿unos 780.00 por año? Muñeco; la juventud y para ser exacto la dorada década de los veinte es el más preciado de los bienes en la sociedad actual y, por lo general, la década de la plenitud física. No hay persona mayor de los treinta -y supongo que después debe empeorar- que no tenga el deseo más o menos permanente de ser más joven, por lo menos en lo físico. Claro que salvo casos patológicos, como esas viejas operadas cada vez más frecuentes, es un deseo integrado en nuestro subconsciente -como el de matar gente- que no nos desvela ni nos impide la felicidad su incompletud. Pero, "¿unos segundos?"... Andá a felar camellos, vos y tu generación de mercaderes de deseos.

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Ink II: No a todo el mundo le gustan los tatuajes, sin embargo es un hecho el que todo tatuado reciente encuentra las excusas más curiosas para exhibir lo que acaba de imprimirse en el cuerpo, es una ley. También es una ley, o por lo menos uno de los tantos corolarios de Murphy, que sin importar lo poco receptivo que uno sea habitualmente al contacto físico, a cada conocido que te encuentres cuando estás recién tatuado se le ocurra agarrarte violentamente y/o golpearte en el punto exacto del tatuaje.

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Los blogs tienen una notoria prensa favorable -al menos de la boca para afuera- y es lógico que así sea; al fin y al cabo suelen ser muestras de trabajo gratis y desinteresado, que funcionan como una suerte de para-periodismo en momentos en que el grado de desconfianza hacia la media establecida es alto y bla bla bla.... (no voy a explicar lo que es un blog como si esto fuera un suplemento juvenil de un diario achanchado). A punto de abandonar uno de ellos bastante popular me resulta fácil ver sus atractivos, especialmente para los lectores y ocasionales comentadores, y su posible necesidad como alternativa y vigía.

Sin embargo yo no tengo una visión muy idílica de los blogs; en EE.UU. una buena cantidad de los mismos se han vuelto una suerte de aparato para-estatal de difamación en contra de los liberals, siendo financiados por cajas paralelas -o desvergonzadamente oficiales- del Partido Republicano. Pero más allá de estas siniestras intencionalidades pagas, el formato del blog también puede utilizarse para perseguir, acosar e insultar desde las tinieblas, desde los datos incomprobables, desde el rumor, la amenaza implícita y el sobre-entendido. En realidad hay muchos ejemplos locales de blogs utilizados con saña en contra de personas más bien impotentes ante lo que no se puede considerar de otra forma que de abuso. No tiene gracia.

"Mirá quién habla", puede estar pensando alguien teniendo en cuenta la virulencia de algunos posts subidos a este blog, pero hay diferencias. Dejemos de lado la esfera política en la que ofender a los protagonistas de la misma es casi un deber; al fin y al cabo si alguien tiene el derecho de decidir sobre nuestros úteros o nuestros pulmones, uno tiene también el derecho de decir que a ese gran decididor se lo volteó un perro o alguna otra infamia, aunque más no sea como pequeña venganza. Pero donde ha habido más ofendidos respondones es en el campo de las artes, específicamente en el de la música. Coincido en que en FYT se le ha pegado violentamente de vez en cuando a figuras como el sensible Jorge Drexler, Hereford, La Vela Puerca, NTVG, Dani Umpi, Dobermann y La Trampa, etc. Supongo que no me va a creer nadie, pero en ninguno de estos casos hubo una animosidad personal hacia estos músicos. Me explico; no conozco, o conozco muy superficialmente, a esta gente, que tiene muy distintos vicios y virtudes, pero todos tienen algo en común: son el mainstream, la fachada, el signo musical uruguayo de estos tiempos. Son la música uruguaya en un tiempo desesperante para mí, un melómano al que no le gusta nada de la música popular de su tiempo. Posiblemente muchos de los trabajos que he despreciado o subestimado hayan sido hechos con espíritu, dedicación y honestidad, tal vez soy yo el que no ha podido apreciarlo.

No siempre fue así; me ha tocado vivir tiempos en los que Alfredo Zitarrosa, Jaime Roos y El Cuarteto de Nos fueron, alternativamente, los artistas uruguayos más populares y difundidos gracias a su música exquisita. ¿Será que me agarró un viejazo un poco prematuro? Puede ser, pero hasta que me muestren una canción de los artistas populares actuales que pueda competir con 'Milonga de ojos dorados', 'Quince abriles' o 'El guardián del zoo', prefieron pensar que es mera degradación del gusto. Degradación que, en mi opinión, tiene mucho que ver con la impunidad olímpica en términos críticos de la que los artistas actuales gozan y que se ha vuelto un tema central en este blog. La crítica, además de servir de contralor, también tiene una función constructiva para los artistas que sepan bajarse de su ego para leer terceras opiniones, pero la gente encargada de hacerla en los medios públicos decidió abdicar de esa posibilidad para sumarse a la fiesta y "no tirar para atrás", limitándose a festejar números de entradas y discos vendidos como si eso tuviera una auténtica relación con la calidad del producto (y siendo intensamente hipócritas, porque durante el auge de la cumbia, esa música de plancha, las ventas nunca parecieron ser argumento suficiente para respetar a un músico).

No creo haber ganado nada peleándome con el mainstream musical uruguayo, y estoy seguro de haber perdido bastante ("todo vuelve" es la frase favorita de los uruguayos modernos, y no están hablando de karma precisamente), pero me pareció que ante el silencio -mitad cobardía, mitad tolerancia imbécil- había que decir que el emperador estaba en pelotas. Y cogíendose a un niño, además. Sin embargo me da la impresión, quiero creer, que el triunfalismo acrítico comienza lentamente a revertirse. Por de pronto me sorprendo a leer una reseña del Pilsen Rock en Búsqueda en la que el cronista finalmente puede escribir lo que se sabe desde hace años: que el cantante de una de estas bandas es totalmente nulo como showman (si uno no es una catorceañera en plena explosión hormonal). Dentro de poco inclusive se llegue a hablar sinceramente acerca de sus habilidades de canto. No va a cambiar nada a corto plazo para ninguno de estos artistas exitosos, pero tal vez en los próximos años sea más habitual que, al menos uno de cada cinco de sus escuchas potenciales, sea capaz de dudar acerca de la infalibilidad de sus ídolos -aunque llenen estadios olímpicos de brazos en alto- , de confiar en la voz interna que le dice que no sólo de hamburguesas vive el hombre y de pedir algo más al verse enfrentado con un nuevo producto mediocre. Y, terror de los terrores, si no es satisfecho buscar en otra parte, en otra banda. Puede ser que algún día los escuchas de música vuelvan a recordar que una banda -o incluso un solista- es entre otras cosas una microempresa que el financia, no una causa bendita.

Yo creo de corazón que la promoción de cualquier estética implica el hacer espacio sacando a codazos a otras. Hay algo hasta justiciero -y totalmente lícito- en el intentar destruir con buenos argumentos la credibilidad de cualquier propuesta adoradaPero invito a alguno de los que decidieron grabar el contenido entero del blog y que tenga espíritu de mono matemático a comparar entre la cantidad de posts "positivos", orientados a difundir obras creativas y artistas -especialmente uruguayos- que considero valiosos, y los posts "negativos", orientados a, digamos, destruir a lo Atila. El número de los primeros es ampliamente superior, sin embargo estoy seguro de que se recordará más la función corrosiva. Y es una lástima.

Todo en este blog no ha sido más que una apasionada y tal vez exagerada declaración de amor por el uso del criterio, la facultad interpretativa y la elocuencia como forma de esgrima. Y, por sobre todas las cosas, de amor a la música, a la buena música. Si no se entendió así, entonces no se entendió nada. Y posiblemente yo sea el único culpable.

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Ink III: Hoy en día hasta Emanuel Ortega tiene tatuajes, pero no siempre fue así, en realidad es un fenómeno mucho más reciente de lo que se supone. Yo viví los tiempos en que el tatuaje delataba inevitablemente algunas vacaciones carcelarias o extranjería, y en los que veíamos a Henry Rollins -mucho menos tatuado que fabricantes de canciones para adolescentes como los de Blink 182 o AFI- y nos parecía ver a alguien que estaba muy mal, a un loco.

Uno de los primeros tatuajes que vi en una persona que no era ni un loco ni un tumbero fue en el omóplato de la novia del hermano de un amigo mío. Era una chica de Arquitectura, varios años mayor que yo, y una mujer de belleza legendaria y oscura sobre la que se tejían todo tipo de historias perturbadoras pero se sabía muy poco. Un día en el que la vimos pasar y sorprendentemente pudimos levantar la vista de su culo descubrimos que tenía un águila tatuada en la espalda, casi sobre el hombro izquierdo, un tatuaje más bien pequeño y discreto para los estandars de hoy. Pero a mí y al resto de mis amigos nos chocó ¿por qué una mujer se sometería a lo que imaginábamos como una operación dolorosísima, para dibujarse un pájaro indeleble en la espalda? y, sobre todo, ¿por qué justamente una chica tan excepcionalmente atractiva, que naturalmente hacía que los autos chocaran en las esquinas de Avenida Brasil y que nosotros, pendejos cachondos, veíamos como encarnación de la mujer inalcanzable? ¿qué podía aportarle? Pero éramos demasiado jóvenes como para entender el poder de la belleza como individuación. O para entender por qué no dejábamos de mirar esa águila.

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Ya que los nombrábamos, Drexler (acompañado por Supervielle) y NTVG amenizaron a los presidentes, vicepresidentes y cuatro de copas varios que vinieron a la Cumbre Iberoaméricana. Supongo que fue todo un gesto de buena onda entre países hermanos el tener a Emiliano Brancciari pontificando sobre la unidad latinoaméricana en nombre del arte uruguayo, ya que el hombre es argentino, dato que quiero creer que los organizadores tenían clarito. Pero más allá de voluntades figurettis e imprecisiones geográficas, me gustaría saber -en serio- qué se les pasa por la cabeza a esta gente cuando tocan frente a presidentes, a receptáculos humanos de poder y maldad superiores a los de la mayoría de los mortales, pero que además ni siquiera fueron a ver el espectáculo, sino que simplemente están cumpliendo obligaciones protocolares, y obviamente lo que pase sobre el escenario les importa una mierda.

Me doy cuenta también de la domesticación de los abanderados musicales, pensemos, ¿qué organizador demente hubiera invitado a tocar en el Solís a, pongamos, Daniel Viglietti? o ¿qué artista no soñaría con una oportunidad así para hacer un notable y legendario bardo cantándole un par de frescas a dos o tres de los canallas de campeonato presentes? En el mundo Drexler estos riesgos no existen -el hombre, tal vez seguidor de alguna religión oriental, sigue convencido de que cantar a capella con voz temblorosa es un gran acto de rebeldía-, en el mundo Drexler nadie se va a salir del guión, ni a hacerle una pedorreta a los poderes. En el mundo de los artistas de la Cumbre los recitales terminan con el himno nacional y el público cantando a voz en cuello.

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Escucho un programa periodístico de radio, No toquen nada, donde pasan, muy adecuadamente en relación a la Cumbre Iberoamericana, la versión de Leo Maslíah del clásico 'La Muralla' de Quilapayún. Apenas termina, el conductor está leyendo mails de los escuchas y lee uno en el cual alguien le protesta por haber pasado al "sabelotodo intelectual de Maslíah". Un reflejo inmediato, digamos.

Ahora, la versión de Maslíah es -salvo algún chiste un poco tonto- muy graciosa y, en el contexto de visitas internacionales y de rotundas medidas de seguridad que han cercado de "murallas" a Montevideo, una elección muy adecuada para pasar en un programa esencialmente de noticias durante estos días y una canción razonablemente corta. Además nadie puede decir que se esté pasando por un período de saturación de Maslíah, al contrario, para ser un músico de la importancia que tiene más bien habría que decir que parece estar vetado en los medios radiales. No es así y en verdad su ausencia tiene que ver más bien con el hecho de que sus últimos trabajos están enfocados en las áreas más "difíciles" de su obra (dejando un poco de lado su faceta más bufonesca), y con el que Maslíah esté de perfil más bajo de lo común y con el mal gusto que distingue a estos años.

Maslíah es un músico bastante minoritario y culto, por lo que dentro de la perversa lógica de mercado es bastante previsible el que sea poco popular, de hecho no me parece mal -como podría- el que a alguien le parezca directamente muy malo o inescuchable lo que hace. A mí me pasa lo mismo con el 90% de la música uruguaya, especialmente la más difundida. Pero el escucha del programa de Rosenberg se molestó -no, en verdad salió corriendo porque el mail llegó un par de minutos después de que la canción terminara- en sentarse en el PC, abrir el correo, pensar algo "ingenioso", buscar la dirección del programa y enviar el mensaje, sólo porque se había pasado una canción de un artista que no le gusta y que no pasan casi nunca, ni allí ni en ningún programa. Y su argumentación despreciativa era tratar al tipo de "sabelotodo" e "intelectual", en cierta forma en sintonía con un comment reciente en este blog, en el que se lo trataba también de multiopinador cuando en realidad Maslíah es un tipo muy tímido y bastante complicado de entrevistar, como puede haber comprobado cualquiera que haya tenido interés en hacerlo.

Puede parecer una cosa muy menor, pero a mí me aterra/indigna el que haya imbéciles de semejante calibre, capaces de hacer toda una serie de operaciones volitivas para contarle al mundo en forma anónima su desagrado sobre el trabajo de alguien que evidentemente no puede apreciar (en el sentido de entender y disfrutar) y que tiene tal complejo de inferioridad cultural que no puede esperar dos minutos para insultar a alguien que además es un músico, no un opinator, por ser un "sabelotodo"....

Bueno "sabelonada", seas quien seas que derivas por el mundo con tu mal olor a ignorancia a cuestas; a mí, escucha del programa de Rosenberg, me importa un sorete tu repelente opinión y te pediría que en el futuro te guardaras tus prejuicios de minusválido cultural y tu envidia del pene interpretativo, y que no usaras un medio -los mensajes instantáneos- para apestar el eter con reivindicaciones de la muerte cerebral. Felicito al Sueco Leiva por haber elegido tan bien una canción en un momento tan exacto y lamento que haya pedazos de mierda como vos escuchando el programa en busca de una oportunidad para hacer público tu mal gusto y tus disfunciones culturales como si fueran una virtud, especie de primate deglutidor de pelotillas, macaco incapaz de recordar un cántico de hinchada sin la letra, cretino sommelier de esperma, incubador de parásitos patones, emperador de la halitosis y el sarro, tocador exclusivo de culos en transportes públicos, bobo de la barra y pobre tipo.., que te quede claro una cosa: diga lo que diga Maslíah, cante lo que cante, coincidamos o no coincidamos en que es una pelotudez o una genialidad, siempre va a ser interesante o, como mínimo, digno de escuchar. Es decir: exactamente lo contrario que tu patética misiva de infradotado que cree que cualquier cosa que aparentemente lo supere en lo cultural (es decir: cualquier cosa) es un acto de arrogancia intelectual. No lo es, idiota, así que sentate y escuchá: capaz que aprendés como aproximarte a la especie humana otra vez.

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Ink IV: Hace ya demasiados años fui a un luau, una de esas monstruosas fiestas nocturnas que los brasileros hacen sin demasiadas excusas, en una playa de Arraial D'Ajuda. Estaba con una pareja de compatriotas bebiendo capeta, letal trago nordestino que mezcla vodka con leche condensada, canela y polvo de guaraná, y que tiene un efecto similar al de un licuado de anfetaminas y alcohol rectificado. Pero la noche había sido demasiado larga, incluso con capeta, y en algún momento la chica y yo nos fuimos a dormir, dejando a su pareja -un personaje, digamos, impulsivo- ligeramente ebrio y rondando las tienditas donde hacían tatuajes. Cuando llegué a la posada empezaba a clarear y las nubes nocturnas de mosquitos habían desaparecido, así que decidí echarme en una de las hamacas paraguayas que colgaban de poste a poste del teche frente a los cuartos, escuchando el Harvest Moon de Neil Young.

Un par de horas después me despierta alguien que grita y veo aparecer al flaco que habíamos dejado en la playa, que viene tambaleándose y eufórico por el camino de tierra que llevaba a la posada. Se me acerca y con enorme orgullo me dice "mirá lo que me hice". Se levanta la manga de la remera y me muestra un fresquísimo tatuaje de una enorme pantera que le ocupa casi todo el brazo, con una gran cabeza de ojos saltones en el hombro y un cuerpo que se estiraba hasta que la cola pasaba varios centímetros abajo del codo. Me quedo bastante sorprendido y con serias dudas acerca de si hicimos bien en dejarlo solo en la fiesta.

"¿Te gusta?", me pregunta, con un entusiasmo que no espera más que confirmaciones. Yo miro a ese enorme gato permanente y le digo: "Ehhh... ¡qué grande que es...!", y lavándome las manos agrego, "¿a vos te gusta?". El tipo vuelve a mirar su tatuaje, estudiandolo con falsa dignidad de ebrio y me dice: "bueno..., igual me va a gustar", y se va para su cuarto, dejandome admirado ante tan tremenda respuesta.

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Vi por tercera vez Fear & Loathing in Las Vegas de Terry Gilliam, y finalmente me convence de que es una gran película y una gran adaptación. Puede ser que sean las drogas alucinógenas que conocí/consumí desde su estreno hasta ahora, pero me parece que mi mala impresión inicial se debía más que nada al rechazo que se suele sentir hacia todas las obras artísticas que de alguna forma relacionamos muy directamente con algún tiempo pasado de nuestras vidas. En este caso era doble: Gilliam era mi director favorito durante mi adolescencia y Thompson uno de mis escritores favoritos de mis primeros años adultos. Con el tiempo he descubierto que uno tiende a asociar estimulos tan fechados en la historia propia con la estupidez e inmadurez de esos mismos años, pero que generalmente en algún momento uno se da cuenta de que entonces ya teníamos bastante buen gusto y que esos artistas siguen siendo igual de buenos. Siempre pasa; un día agarramos ese disco de AC/DC o The Damned que recordamos como una boludez y nos damos cuenta de que es mejor que cualquier mierda contemporánea que estemos escuchando. Es inevitable, son cosas que nos quedaron grabadas para siempre en la psiquis no porque tuviéramos un mal gusto terrible cuando éramos más jóvenes sino por lo contrario, porque ya sabíamos instintivamente de qué se trataba: los chicos tienen, o tenían, muy buen gusto.

Días después veo la mucho menos conocida 'Where the Buffalo Roam' (Art Linson, 1980), en la que Bill Murray y Peter Boyle toman los roles de Hunter S. Thompson y su abogado en un rejunte de historias del periodista gonzo -incluso alguna historia menor del 'Fear & Loathing..."- en una película de pulso extraño, con música de Neil Young, más concentrada en los aspectos extravagantemente payasescos de la personalidad de Thompson y su attorney. Sin embargo y aunque inferior a la película de Gilliam, es bastante buena y uno se queda asombrado con respecto a lo distintiva (y contagiosa) que debe haber sido la personalidad de Thompson, porque Murray lo interpreta con exactamente los mismos tics excéntricos que Johnny Depp en la película posterior. De hecho deben ser tics muy pegajosos, ya que al parecer Murray se llevó varios de vuelta para las filmaciones de Saturday Night Live, donde fue puteado por todo el elenco a causa de su notorio cambio.

Pero esto es lo superficial, porque leo a Thompson y vuelvo a quedar prendado de su furibundo mensaje libertario y de su estilo inigualable, pero mientras pienso en cómo evocar su personalidad y prosa heroica, me acuerdo que Frank Kelly Rich, el valiente borrachín que creó la Modern Drunkard Magazine, escribió una maravillosa elegía, de la que me permito reproducir algunos párrafos emocionados en los que además se nombra un tigre, y que me exhimen del trabajo sobre mármol verbal:

Nowadays the main rule is Play It Safe. Not only should you look before you leap, you should think very seriously about attending a Leapers Anonymous meeting and discussing the possibility that you have a leaping problem. We’re all told at one point to tone it down, to start behaving responsibly and settle into that grey lockstep toward the prison of death. Nearly everyone eventually bows to that pressure, which is what made Hunter such a rare creature. He never backed down, he never sold out the ideals of his youth; instead of toning it down he cranked it up.

He loped along like a crazy tiger and I think we all understood that that was how he was going to go out — at full stride in a sudden spasm of violence. We knew death wasn't going to finally catch up with him in a nursing home where he’d crawled to die.

People liked to say, and I was one of them, that Hunter had lost a step toward the end, that his tidal wave of talent had crested and broke decades before and was now quickly receding.

Which may be true, though it hardly matters. His ideals were already firmly planted in the firmament of society. The lighthouse still stands and the light still burns bright.

Long live the king


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Shakira es la mujer menos atractiva del Planeta Tierra, definitivamente. No hay nada menos atractivo que un bufón que se toma en serio lo que hace, y eso es lo que hace la colombiana: hace de caricatura latina para los no-latinos y se toma en serio, y está en todas, todas, todas, todas partes. Y me la trae asombrosamente floja, a pesar de haber tapizado el mundo con su boca connotando fellatios (¿o alguien es tan pelotudo para creer que lo de "fijación oral" viene por el lado de la expresión o los chocolates?), digo, es asombrosamente no-sexy. Cuando surgió era una especie de versión latina y degradada de Alanis Morrisette, algo así como lo que Maná es a Police, que por lo menos metía ganchos en sus canciones, pero ahora ni eso. Y está conquistando el mundo con su modelo perfecto de lo que debe ser la subalternidad latina. Es terrible. Pero además me la trae flojísima, por lo menos Paulina Rubio cumplía, Shakira no. Las caderas no mienten, pero Shakira sí, todos los que venden a Shakira mienten, están vendiendo un auto que no funciona.

Y ya que hablamos de mercadería en mal estado, ¿soy solo yo el que piensa que Paris Hilton, además de ser una conchuda de campeonato y tonta como un palo, es más fea que un poco higienizado culo de mandril? ¿Qué mierda le está pasando a la líbido mundial?

Y sigo un poco; por primera vez que yo recuerde concuerdo completamente con Rodrigo Fresán en su apreciación sobre Scarlett Johanson y la acalambrante saturación a las que nos han sometido los medios con su agradable pero no sobrenatural figura. Perros de espectáculos: dejen de proponer la belleza en un sólo envase de moda, la mujer única que resume a todas las demás es algo bárbaro si uno es un joven enamorado, no un método de difusión de un inquieto agente de prensa.

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Hay dos clases de profesionales que me admiración por encima de todas las demás y a las que nunca me hubiera atrevido porque son propias de los ubermensch, de los hombres superiores. Estas son la de músico de jazz y la de comediante, refiriéndome, por supuesto, a los grandes exponentes de ambos trabajos, que han coexistido en los mismos escenarios durante décadas.

Me bajé un extraño documental llamado The Aristocrats (Paul Provenza, 2005) y que consiste exclusivamente en varias decenas de comediantes de primera (George Carlin, Lewis Black, Eric Idle, Eddie Izzard y muchos más) contando el mismo chiste, una grosería bastante libre y no especialmente cómica, en distintas versiones, y opinando sobre el mismo además, y me doy cuenta de que no hay una mejor prueba de la conexión entre el humor y la música que este documental. Uno sabe el final del chiste, uno sabe las variaciones de obscenidad que pueden hacerse al respecto, pero cada uno de los presentes -al menos los realmente talentosos- se las arreglan para darle su toque personal, y ese toque está casi siempre en la voz, no en la cara, del comediante. Es casi siempre una cuestión de fraseo, de tempo, de valoración de los silencios, de volumen... los tipos están cantando una canción popular, no contando un chiste, e improvisan sobre la misma como músicos de jazz, como gente que conoce la línea que divide a los profesionales de los voluntariosos, a los artistas de los que no lo son. En mi perfecta dictadura onírica ataría al 80% de los cómicos uruguayos a una silla y los obligaría, como a Alex en La Naranja Mecánica, a ver The Aristocrats 20 veces seguidas. No sé si serviría de algo, pero por lo menos dejarían las pantallas libres durante 40 horas.

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Ink V: Veo unas fotos del gran concierto de cantautores metrosexuales que reunió en Montevideo a Kevin Johansen con Paulinho Moska. Ambos lucen musculosas que dejan ver sus hombros, bíceps y tatuajes. Moska tiene un corte de pelo impresentable, pero sus tatuajes son discretos y más o menos pasables (parecen una mezcla de ideograma kanji y abstracción tribal). Johansen tiene un buen corte de pelo pero lo que lleva tatuado en el hombro es... una pipa. No cualquier pipa, sino una reproducción de la pipa de René Magritte, la del famoso "Ceci n'est pas une pipe" que tanto ha dado que hablar a los teóricos de la vanguardia. Incluso debajo del tatuaje tiene también tatuada una frase manuscrita que lo pequeño de la foto no me deja leer, pero que supongo que es -justamente- el Ceci n'est pas une pipe del que hablábamos.

Kevin, Kevin, Kevin, Kevin... yo sé que no debe ser nada fácil ser ingenioso, moderno e intertextual 24 horas por día (yo a las 8 horas empiezo a eructar y las citas me salen cruzadas), pero te puedo asegurar que hay cosas que no hay que tatuarse, porque no quedan bien, más allá de la tradición cultural que se esté evocando y que a uno le guste probar que leyó algún libro de Taschen sobre pintura surrealista. Quiero decir; o.k., Magritte era un gran pintor y un buen dibujante, y de pronto se puede rescatar alguno de sus dibujos para convertirlo en tatuaje. De pronto alguno de sus personajes de saco y bombín... de pronto ese pájaro hecho de cielo... de pronto aquella legendaria y enorme rosa.... pero la pipa no, Kevin. Si a uno le gusta el surrealismo hay un montón de dibujitos evocadores que se puede grabar uno en el cuerpo (si hubiera probado con el Europa después de la lluvia de Max Ernst se hubiera ganado todos mis respetos), pero una pipa -más allá de lo que diga la frasesita de abajo- sigue siendo una pipa, algo que queda bien en la boca, no en un brazo. Es como tatuarse un plato de mondongo. Hay mil y una cosa que uno puede tatuarse, pero no queda todo bien y la imaginería ornamental propia de los tatuajes (está bien que uno piense un poquito en el significado, pero el valor del tatuaje es sobre todo ornamental) es más bien juvenil y primitiva: símbolos rituales, tanáticos, animales o meramente decorativos que representan una concepción de belleza ligada al dolor, a lo definitivo y a lo tribal (aunque el tatuaje no lo sea). No a un comentario de vernisage de un ganso que piensa que una cumbiera intelectual es un oxímoron divertidísimo. Cada uno es libre de tatuarse lo que se le cante, pero en términos de clase la pipa de Magritte tiene tanta onda como un retrato de Federico Klemm con una bandera en el orto.

La mierda; ¿esta es la generación que viene a reemplazar a Caetano Veloso y a Fernando Cabrera? ¿quién es el encargado del control de calidad?

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Me quedé sin escribir un largo post que pensé durante mucho tiempo. Iba a ser sobre lo que yo me acostumbré a llamar "la mafia de la amistad" y que no es otra cosa que el tradicional "amiguismo" uruguayo adaptado a las nuevas generaciones mediáticas y transformado de una pequeña falta en un gran valor.

Pero me agotó y, sinceramente, no tuve ganas de ponerme en contra a toda una sinergía de difusores, músicos, graciosos profesionales, figurettis, publicistas, periodistas, comunicadores audiovisuales y escritores treintañeros. A toda la sinergía que goza de los privilegios de atención que produce el ser integrante de un grupo que no sólo no siente un poco de pudor al privilegiar la obra de sus amigos, sino que además reivindica esta discrecionalidad como si fuera algo bueno, como si fuera algo que los hombres de bien hacen por sus amigos.

No, eso lo hacen los corruptos, pero además los corruptos egocéntricos, porque el considerar que la propia amistad es aval de la bonomía o el talento de cualquier persona implica el considerar que uno mismo es tan valioso que solo tiene por amigos a los grandes hombres.

Yo prefiero y rescato lo diametralmente opuesto: hace varios años un director con el que yo tenía una notable mala relación a priori (producto de algunos prejuicios clásicos del benito más joven) decidió, a pesar de esta antipatía, dedicar tiempo, espacio y trabajo a un proyecto en el que yo estaba directamente involucrado. Me sorprendió genuinamente porque esta capacidad de separar lo meramente subjetivo de lo que se percibe como importante más allá de afinidades es, no es solo rara sino imposible de encontrar en este medio. Pero esa independencia de criterios y conveniencias es algo propio de gente insular y capaz de ver por fuera de su propia endogamia mediocre, algo que la obra posterior de esa persona confirmaría ampliamente años después.

Pero hoy vivimos en el hoy, donde se cuidan las espaldas y donde parece totalmente razonable el formar parte de grupos en los que se intercambian cortinas musicales por difusiones masivas y donde la frase "es un amigo" presupone un valor que deberíamos compartir los que no somos amigos de esas personas, ni vamos a serlo yendo por estos caminos misántropos.

Hubiera sido un post interesante, lleno de nombres y ejemplos, pero no lo voy a escribir. No tengo ganas de meterme en líos, y además tendría que nombrar a algunos amigos.

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Vi por segunda vez -la primera fue hace mucho tiempo- Las noches de Cabiria y estudio con cuidado a Giulietta Masina. No me extraña que a pesar de todas sus historias con actrices voluptuosas, Fellini siempre volviera con ella; esa mujer era mágica.

Su actuación en Las noches de Cabiria ha sido votada muchas veces como la mejor actuación femenina de todos los tiempos. Es una cosa difícil de afirmar, pero al mismo tiempo es dificil pensar en un ejemplo mejor. Seguramente para las escuelas actuales de actuación lo de la Masina está demasiado actuado pero, como en el realismo social de Mike Leigh (no sé por qué no paro de pensar en Leigh durante toda la película de Fellini), esto no la vuelve más irreal sino lo contrario. Masina no habla y no explica: canta y conjura.

Cuando se despide de Wanda y se marcha en el ómnibus detengo la película y me quedo sin ver el final. No tengo ganas de ver como Victor engaña a esa buena mujer. En cambio vuelvo al principio, la escucho berrear los diálogos reos que le escribió Pier Paolo Pasolini, admiro sus cejas luciferinas y su espiritu angelical y la observo bailar mambo en la calle otra vez.

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Ink VI: Me miro el tatuaje nuevo por centésima vez en el día. Me daría algo de vergüenza si no fuera porque sé que todos los recientes tatuados hacen exactamente lo mismo. Después me pongo a pensar en algunas decisiones y promesas que ligué con dicho tatuaje; yo creo que cada vez que uno hace algo decisivo o permanente en su vida, tiene que aprovechar esto para que le sirva de recordatorio, de ayudamemoria, de los planes y expectativas de uno en ese momento.

Un nuevo trabajo, una nueva pareja, una nueva casa, un nuevo tatuaje, cualquier cosa que tenga una evidencia perpetua sirve como mojón para verificar el temple de nuestros sueños, simplemente porque es un punto fijo en el calendario o en nuestro cuerpo o en nuestras vidas. Una nueva señal de partida hacia nuevas formas de ser uno mismo. Una forma de dejar evidencia material de los buenos consejos que nos damos y que nunca cumplimos.

Bien, sé lo que me está diciendo y recordando este tatuaje y voy a tratar de honrar el compromiso. Como si no supiera que los otros tatuajes también tenían que recordarme algo que ahora no encuentro en ningún lugar de mi memoria.

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