viernes, noviembre 26, 2004

Eine kleine nachtmusik

En el curioso libro La Empresa de vivir de Tomás Abraham, encuentro esta inquietante cita de La decisión de Sofía de William Styron:

Mientras Sofía los miraba desconcertada, advirtió por primera vez que lo que estaba tocando la banda que daba la bienvenida a los prisioneros – desafinando y con una total desorganización, pero excitando sin embargo sus nervios con un ritmo pomposo y eróticamente lastimero, como ya lo había hecho cuando ella se hallaba todavía dentro del vagón –era el tango argentino ‘La cumparsita

La escena describe la llegada de la protagonista de la novela al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, donde le harán elegir –gracias a que es una polaca católica, con los judíos no había tantas contemplaciones- con cual de sus hijos, una niña y un niño, quería quedarse, mientras que el otro iría camino a las “duchas”.

Abraham corrige al novelista y señala correctamente que dicho tango, el más famoso de los tangos, no es argentino sino que fue compuesto por el uruguayo Gerardo Matos Rodríguez en 1917. También señala que el detalle musical no pertenece a la imaginación del autor sino que efectivamente la pieza era frecuentemente ejecutada por la orquesta del campo de concentración para recibir a los recién llegados.



Recuerdo la tonta polémica cuando hace un par de olimpíadas la delegación argentina eligió la composición como la distintiva de su país, ofendiendo a los vigilantes de paternidades. Se habló mucho sobre esta composición y su historia, sin embargo no escuché ninguna mención a este dato siniestro.

Tengo esta imagen visual y sonora en la cabeza y no puedo imaginarme una melodía más adecuada para la escena. Una melodía connotada más allá de la imaginación más salvaje y oscura.

domingo, noviembre 21, 2004

Partido hasta mancharse (Benito mira el exitoso mainstream)

Un enésimo informe sobre el “milagro” del recital de Pilsen Rock en Durazno, el mayor recital de rock de la historia de Uruguay, y sus 75.000 personas, en el que Carmelo Vidalín el intendente de dicha ciudad se declara “hincha” de dos grupos que son habitualmente definidos como punk por la prensa (Graffolitas, Trotsky Vengarán), me deja ligeramente inquieto en relación a todo ese evento que no presencié. No voy a caer en el snobismo de criticar el gusto y la alegría de los asistentes a dicha fiesta, al fin y al cabo no soy un adolescente del interior –grupo etario que componía la mayoría del público- sino más bien hacer algunas observaciones con respecto a este suceso que es ejemplar, tal vez no de lo que tiene que ser un recital multitudinario sino de lo que quieren que sea un recital multitudinario los poderes que la casi totalidad de las bandas presentes en el mismo dicen criticar. Algunas observaciones:

• El criterio de selección de las bandas a participar en dicho recital está basado en el siguiente orden jerárquico: a) Pertenecer al managment de Claudio Picerno b) Haber tenido la exposición mediática (televisiva) que otorga el haber participado en alguno de los concursos anuales de rock y c) Ser legítimamente populares. Hubo ausencias notorias entre los que cumplían el requisito “c” y presencias sorprendentes gracias a cumplir alguno de los dos primeros requisitos.

• El recital le dejó a la ciudad de Durazno más de 500.000 dólares limpios, que para una ciudad de ese tamaño es como sacarse la grande. Sin embargo dentro de un gasto de inversión similar a la cifra de ganancias netas no se quiso invertir lo que sale una equipación sonora a la altura de las cicunstancias, llegando al absurdo surrealista de que las bandas del escenario B eran amplificadas por las cajas colocadas en el escenario A, dando la extrañísima sensación de estar viendo al frente una banda que suena detrás de uno. Vidalín, forzado a hacer una autocrítica en televisión, sin embargo sólo atinó a confesar que no todos los puestos de comida habían estado dispuestos en lugares inteligentes, por lo que no se había vendido tanto como se podría.

• Hay bandas y bandas, y hay bandas A y bandas B, y algunos duermen en colchones A o en colchones B, y algunas bandas hacen prueba de sonido y a otras apenas les muestran donde enchufar, porque en un evento programado desde hace un año al parecer no encontraron tiempo para programar todas las pruebas de sonido y… bueno, mejor lean la crónica de Iván en el blog de La Teja Pride. Claro que uno piensa que Durazno tendría que haber vaciado su mejor hotel y haber puesto al personal entero del legendario quilombo El Cubo al servicio de hasta el más mísero de los plomos que ayudaron a llevar baldes de guita a la ciudad, pero eso es otro asunto.

• El recital era presentado como un evento de música uruguaya y dedicado en exclusividad a la música uruguaya. Sin embargo si uno toca en una ignotísima banda alemana (Die Artze) pero que tuvo la suerte de ser amigota de los headliners de la fecha principal (La Vela Puerca), se le da un lugar de lujo, tocando inmediatamente antes de dicha banda. Y en el escenario A, claro.

• El evento fue utilizado en forma descarada como plataforma electoral del ya mencionado Vidalín, sin que nadie siquiera ironizara al respecto entre los “festejen, uruguayos festejen” que soltaron casi todos los intérpretes que subieron al escenario.

• Una banda muy popular comenzó su recital interpretando el himno nacional uruguayo. No, no fue interpretado a la Hendrix: reverencia y de pie, muchachos, vamo' arriba la celeste.

• Hay mucha guita en algunas vueltas del rock nacional, hay mucha hambre de prenderse de la teta, de vivir de eso como principal trabajo, y se nota.



(Hace algunos años me mandaron a cubrir el Festival de Folklore de Durazno a causa de que Soledad Pastorutti, en pleno “fenómeno Soledad” se iba a presentar allí. Fue una experiencia realmente maravillosa, independientemente a esto, que reunió a varias decenas de miles de personas sin que se hiciera la décima parte de bulla al respecto. Dejando de la lado a la chica de Arequito, asistí a la presentación de varios artistas de folklore nacionales que hicieron sus recitales en uno de los ambientes de mayor atención y buena onda que yo haya presenciado. Me pareció algo muy auténtico, muy de verdad. Es una hermosa ciudad.)

Prácticamente ninguno de los artistas que respeto y ninguno de los artistas que realmente me gustan, algunos de ellos cien veces más legítimamente populares que alguna de las bandas presentes, tocó ni fue invitado a Pilsen Rock. Me da pena cuando pienso que, por ejemplo, The Supersónicos, con más de diez años de carrera y con un show casi perfecto se ve relegado ante alguna banda cuyo único mérito consiste en haber sido mencionada en un concurso auspiciado por Pepsi.

Pero al mismo tiempo pienso que está bien, porque Supersónicos no es una banda auspiciada por Pepsi, ni una banda que componga sus estribillos pensando en lo fáciles que le va a resultar al público cantarlos revoleando sus remeras (de hecho, la banda de Sayago ni siquiera compone estribillos), ni que escriba versos tipo: “ Si no estás bien / Mi voz te puede rescatar / Y al abusivo también puede voltear”. Quiero decir; estamos hablando de sistemas de disfrute y criterio radicalmente diferentes; la prensa que cubrió el evento y escribió acríticamente con respecto al mismo (si llevás 75.000 personas quiere decir que todo estuvo bueno) señaló que las bandas que más éxito habían tenido habían sido Once Tiros y Trotsky Vengarán. Es decir…

(Hace poco leía en la estricta biografía de Clash de Marcus Gray, Last Gang in Town, los problemas que tenían estos londinenses para mantener su por momentos dudosa credibilidad y los eventuales sacrificios que hicieron al respecto. Veo en Pilsen Rock a furibundas bandas de discurso anti-corporativo tocar para sponsor multinacionales, promocionarlos, ayudar la campaña política de un intendente conservador, hacer demagogia a diestra y siniestra y ninguno de ellos –ni su público- se plantea la posibilidad siquiera de un conflicto entre discurso y praxis. Porque yo te sigo a todas partes, es un sentimiento y si puedo cantar como en el estadio me da todo igual).

Es decir que no importa; la palabra “rock” es tan polisémica y enorme que ha podido incluir en sí prácticamente cualquier cosa interpretada por jóvenes con guitarras eléctricas, pero últimamente su versión local, el “rock uruguayo”, se ha caracterizado también por excluir deliberadamente a cualquier artista que efectivamente opere con intenciones artísticas no especulativas (y ahí meto hasta a Fernando Cabrera, que al parecer no es “rock” para estos criterios pilsenescos). Pero a veces una exclusión es también una distinción. Recuerdo a Henry Rollins ofenderse con un entrevistador que le preguntó si no se sentía “alienado”, a lo que el musculoso respondió que no, que “alienado” era un término que significaba sentirse excluido y que para sentirse excluido hay que querer pertenecer, y que a él le importaba tres carajos pertenecer a algo tan repulsivo como el mundo del que provenía la mirada que podía considerarlo un “alienado”.

It's all so sickening and we're so satisfied

El mismo fin de semana de Pilsen Rock, cinco bandas montevideanas (a saber, Guachass, Danteinferno, Culpables, LHM y Santa Cruz) se presentaron en dos conciertos modestos y abarrotados de gente. El set que hizo en BJ Santa Cruz, por poner un ejemplo de una banda que casualmente no pasó las pre-selecciones de Pepsi Bandplugged, hubiera humillado –a nivel de actitud y música- a cualquiera de las bandas de hard-rock que se presentaron en Durazno hasta el punto que los integrantes de dichas bandas habrían vendido sus guitarras para comprar pasta base y consolarse. Pero eso era una posibilidad irrelevante, estamos hablando de distintos mundos y distintas leyes, y nadie lamentó no estar en otro mundo ese fin de semana. Estas bandas no le gustan a los intendentes, está bueno no gustarle a los intendentes, está bueno no ser un buen escaparate para Pilsen o para Pepsi, está bueno estar en otro lugar... ¿Quién quiere hacer rock...? Rock on, rock on....

viernes, noviembre 19, 2004

Super Woman needs a super drink

Leyendo el nuevo número de la mejor revista online de la web, la sabia y siempre admirable Modern Drunkard Magazine, mi alegría se volvió elefantiásica al descubrir en ella un reportaje a la mayor leyenda secreta del punk rock femenino: la artista conocida como Niagara.

Nunca entendí el por qué esta leyenda under ha sido generalmente ninguneada, inclusive en los tiempos en que las riot grrls rescataban a cada mujer que se hubiera subido a un escenario en plan de arrasar. Antigua modelo, astróloga y musa punk de Detroit, Niagara fue la cantante de Destroy All Monsters, banda noise que se convirtió en una aplanadora de killer rock gracias al ingreso a la misma de Ron Asheton, afortunado guitarrista que estaba saliendo con la chica en cuestión y con el que grabaron una serie de simples y ep’s demoledores que incluían temas tan geniales como “Bored”, "You're gonna die" o “November 22, 1963”, una oda a los sesos de Kennedy de temática muy similar a la de “Bullet” de los Misfits. En estas grabaciones se puede comprobar que Asheton había quedado muy impresionado por su ex compañero y némesis James Williamson, a quién trata de imitar sus excesos todo el tiempo (equivocado, en mi opinión, ya que Asheton siempre me pareció un guitarrista más sólido y de mejor gusto). Pero entre estas descargas eléctricas brillaba también la voz exasperadamente apática de Niagara, un antecedente directo del estilo vocal de Kim Gordon (no es casualidad que Thurston Moore re-editara a la banda en su sello Ecstatic Peace), cantando historias de aburrimiento, muerte y autodestrucción con una intensidad asombrosamente sensual.



Como si todo esto fuera poco, Niagara desarrolló una notoria carrera como pintora, demostrando un estilo que recupera en parte el legado pop de Andy Warhol y Roy Lichtenstein (la nota de la MDM está ilustrada con varias de sus pinturas) mezclándolos con mucho rock’n’roll y actitud. Y está tan buena que duele mirarla.

Pero no fue por todas estas virtudes que los borrachos de MDM la entrevistaron, sino por otro destaque social tal vez menos evidente desde el punto de vista artístico: a la mujer le gusta beber cataratas de alcohol y es una defensora aguerrida de la dieta Lemmy. Reproduzco el último párrafo de la entrevista, de notable inteligencia, honestidad y lucidez, en la que la chica va directo al punto:



MDM: Niagara, why must we drink?

N: We must to drink to stay happy. We must, we must, we must. I believe there are drugs and a drink for every occasion. Just to put up with what’s going on. I’ve found out there pretty much isn't anybody that doesn’t get high on something. A lot of people won’t admit it, because it’s not chic. It’s not politically correct. You think everyone has straightened up, but everybody is doing just as much as ever, they just lie about it if they're in the public eye. Or they're awfully truthful like me. Life would be totally unbearable without it because there is so much horrible stuff going on, you have to try to stay a little bit to the side of that. If you start thinking of all the dead things in the street, of all the idiot people, and that everyone’s an asshole, you start realizing the truth. Then you realize you have to get away from the reality of the truth. Otherwise you would lead a horrible life. So don’t feel guilty about drinking or getting high because you might as well make the most of a short life. It's a short life and that’s already a bummer. See now? I need a drink. It’s short, damnit.



Nena, Montevideo te espera con los bares abiertos.

(tal vez algún fan de Miranda se pregunte el por qué de fotos tan grandes para tan poco texto, me excuso de explicaciones)

lunes, noviembre 15, 2004

Vamo' a ponerno' de acuerdo

En la última edición de El País Cultural, se publica una entrevista de Nelson Díaz al novelista Fernando Butazzoni en la que este habla sobre Alabanza de los reinos imaginarios, un ensayo de su autoría sobre Isidore Ducasse, el divino Conde de Lautrémont. Debajo de la entrevista se encuentra una reseña de dicho ensayo escrita por Oscar Brando, en la cual Brando plantea algunas diferencias con el contenido del mismo.

Pero las diferencias no sólo están en el criterio de Brando y se filtran en toda la doble página. Mientras Butazzoni afirma con certeza "No hay una sólo foto fiable de él" (la que todos conocemos, la hallada por Jacques Lèfrere bien puede ser de Juan Carlos Petela), pero la columna de Brando está ilustrada con dicha foto y, cómo si fuera poco, con la aclaración "Única foto conocida de Isadore (sic) Ducasse". Epa, pero el señor de bigotes de arriba (Butazzoni) decía que no había fotos... Bueno, tal vez el señor de abajo, que no está muy conforme con el de bigotes, tenga la posta y el tipo de la foto sea nomás el Conde.



O tal vez estén hablando de personas distintas: la reseña de Brando afirma en su primer párrafo: "Ducasse se ausenta firmando con asteriscos el primero de los Cantos (1868) o se recrea inventando un bilingüismo creador: el Conde de Lautrémont. Si Ducasse está en Francia, el Otro (l'autre) sigue viviendo en (à) Mont(evideo."

Bárbaro, pero al señor de bigotes de arriba le preguntaban "¿Y qué pensás de ese juego de palabras, especie de anagrama, que algunos ven en que Lautrémont significaría 'el otro quedó en Montevideo'". A lo que Buttazoni responde lapidario "Para decirlo con dos palabras: una boludez".

No, onda no hay; podrían haberlos separado dos páginas al menos, o dejarlos leerse mutuamente. Está bien que la nota se llamaba "El enigma Lautrémont", pero no exageremos.

jueves, noviembre 11, 2004

10 cosas cool del auténtico heavy metal

Hace poco en una fiesta de heavy metal -de auténtico heavy metal, ese metal nacido en los setentas, crecido y muerto en los ochentas- en Amok, conversábamos con otro músico geronte de metalera adolescencia acerca de cómo el heavy no era cool. A pesar de los sucesivos revivals y reivindicaciones que han rescatado a cada pequeño pedazo de mierda musical para reciclarla y convertirla en la cosa más cool del universo, en esa especie de círculo vicioso que se ha convertido el posmodernismo cotidiano, el heavy metal seguía sin ser cool. Digamos, existía y existe un consumo irónico del metal (podríamos discutir acá si existe un consumo no-irónico de algo hoy en día), cosa que prueba la deliberada ridiculez (The Darkness) de sus únicos exponentes realmente populares, pero que solo es capaz de ser aceptado por la intelligentzia cool con ese distanciamiento irónico que no lo entiende la esencia del heavy de la misma forma que los primeros posmodernos no entendían la esencia del kitsch o que los músicos electrónicos no entienden un carajo del tango o el folklore.
Pero conviniendo que es difícil asumir algo del heavy como cool, palabra que connota desapasionamiento, buen gusto y experiencia vital, tres aspectos en el que un arte de características adolescentes y naif como el metal no se destaca, siempre hay un poco de ying en cada yang y me permito anotar diez características übercool del metal. No hago trampa y no incluyo a esas nuevas bandas de metal experimental (Isis, Dillinger Escape Plan, Lighting Bolt) que están en boga, porque comparten sustancia pero no espíritu (Isis tiene más en común con Slowdive que con Anthrax), ni el metal político, ni el stoner (que en muchos aspectos es el verdadero heredero del heavy, pero debajo de tanto humo de porro es difícil darse cuenta), ni los experimentos que utilizan elementos de metal al servicio de otra concepción musical, ni a los poderosos Melvins, que serían en verdad una banda de über metal. No, solamente 10 cosas o personas relacionadas a la estirpe de los hijos de Satán que babean sangre, agitan melenas infladas a spray y, eventualmente, son cool.



Hacer cuernitos con los dedos: Un gesto simple y significante que sirve como señal de aprobación, saludo, invocación arcana, etc. y que está al alcance de la mano de cualquiera. Algunos ignorantes lo consideran signo de debilidad mental y lo desprecian, pobre gente que seguramente utiliza esos mismos dedos para hurgarse los recovecos de su anatomía. En todo caso es algo fácil, que connota maravillosamente y no es una agresión evidente como el dedo medio en alto. El significado varía, cuando este escriba lo hace puede significar que le gusta la banda que está escuchando o que está sumamente borracho. Para otros es una señal de la gran hermandad satanista o un comentario sobre las parejas de los músicos.

La técnica musical perfecta: Digan lo que digan los músicos de sampler y mouse, tocar bien siempre va ser cool y Pappo tenía razón. Un buen músico heavy no solo tiene que tocar bien, sino que además tiene que ser el mejor en su instrumento (aunque a partir de los últimos ochenta esto, ay, empezó a cambiar por las malas influencias de los punkis), lo cual ha producido que el heavy sea un semillero de virtuosos y dioses instrumentales que generalmente tienen una formación clásica (es sabido que a los heavies les gusta al música culta tradicional) superior a la de otros rockers. Es cierto que siendo un género más bien conservador y de gusto cuestionable, toda esta habilidad suele desperdiciarse, pero hay que ver que cuando John Zorn y demás titanes de la Knitting Factory necesitan de músicos realmente buenos van a buscarlos a Slayer o a Napalm Death, no a alguna olvidada formación de tipos cool con lentes que en su momento fueron lo más.

Porn Stars: Por más que los Manic Street Preachers se hayan hecho los cambas grabando con Tracey Lords, a las porn stars le gustan los heavies –con quien comparten esa extraña mezcla de glamour medio berreta, poderío físico e incomprensión mutua del mundo exterior-. El Heavy es un mundo de fantasías masculinas y necesita mujeres de fantasía que parezcan salidas de una tapa de Metal Hurlant o de un cuadro de Frank Frazetta. Y no, Suzanne Vega no sirve para eso, hay que pensar de Nikki Dial para arriba. Las pornstars son cool y los que no piensan así son mujeres o wannabe-mujeres.

Logos: todos sabemos que un gran porcentaje de la popularidad del heavy metal clásico se debe a los distintivos logos de las bandas. Logos ideales para garabatear en las contratapas de cuadernos, en las mochilas, en las paredes de los baños del liceo…. Puta, que placer cuando uno aprendía a dominar un logo y podía reproducirlo por doquier. Había desde los de cero complejidad (AC/DC, Kiss), los de complejidad media (Iron Maiden, Metallica), los de complejidad alta (Judas Priest, Carcass) y los tardíos de complejidad imposible (los logos de black metal, parecidos a laberintos rúnicos o árboles congelados, y los de death metal, similares a dibujos realizados a jeringa roja contra una pared), que posiblemente hayan sido parte de la decadencia del género. El logo era importante y marcaba territorio como un perro que hubiera tomado diuréticos, la banda no importaba mucho; yo aprendí a dominar el logo de Samson y de Raven sin haber escuchado nunca las bandas (sigo sin haberlas escuchado). Y el dominar logos es cool, si no pregúntenle a los publicitarios.

Malcolm Young: Parece que hubiera hecho un trato demoníaco con el hermano, tipo: “bueno, vos vas a ser la estrella y el que todos van a conocer, pero a cambio de eso vas a tener que hacer de payaso y yo no voy a hacer ninguna idiotez, nunca”. Malcolm Young es el guitarra rítimica más cool de la historia, no se mueve de su baldosa pero irradia tensión y energía todo el tiempo, toca con guitarras Gretsch –la guitarra menos heavy del mundo- sin que nadie se de cuenta, tiene un corte de pelo perfecto tapándole los ojos, hace los coros más secos y agretas del mundo y toca esos riffs concisos y contundentes con un control que ningun nü metalero ayudado por todos los compresores del mundo podría soñar. Como si fuera poco en las entrevistas parece un tipazo y se sabe que es el líder oculto de AC/DC. La palabra cool le queda chica.

El Diablo: Bueno, generalmente Satán es cool, por lo menos se viste bien y escucha buena música, no siempre heavy metal. Por desgracia no puede decirse lo mismo sobre el satanismo, que suele ser cosa de losers terminales.

Heavy Metal Umlaut: El umlaut o diéresis, es un recurso ortográfico que modifica el sonido de las vocales sobre las que reposa, excepto en el caso del heavy metal umalut, que no modifica un carajo y se limita a germanizar y dignificar el nombre. Un buen umlaut sobre cualquier nombre de banda (o nombre propio) le da la autoridad de un general prusiano. Por ejemplo, una cosa es benito y otra muy distinta bënito o bënitö. Y como dicen en Spinal Tap, el umlaut tiene personalidad, tiene ojos, vos mirás al umlaut y el umlaut te mira.

Motos: Los heavies no se caracterizan por nadar en guita generalmente, pero sueñan con motos (iron horse!) y como son guachos esforzados de vez en cuando consiguen una, que podés estar seguro de que va a tener mil veces más onda que la tuya, triste paseador de Vespas con anorak.

El sentido del humor boludo, punzante e incorrectísimo: seamos sinceros, hay un humor a lo Beavis, a lo Wayne, a lo Clerks, a lo Spinal Tap, a lo School of Rock, que solamente combina con el heavy metal, y que es totalmente autorreferente y con una dosis de autocrítica que es rara de encontrar en el punk, e imposible de ver en la electrónica, por ejemplo. Un sentido del humor capaz de ver la ridiculez de tocar air-guitar o hacer headbanging y sin embargo disfrutar del hacerlo, cagándose en dicha ridiculez. Ojo, este sentido del humor es para iniciados y para gente de que cualquier forma disfruta de las música y los rituales, no incluye ese consumo irónico del que hablaba en la introducción y deja afuera a los no iniciados. Está bien, no es lo mismo reírte con ellos que reírte de ellos y la diferencia puede ser un perfecto y justo cadenazo.

Lemmy: digámoslo así; al lado de Lemmy Kilmister, Bobby Gillespie es una señora borracha y Brian Molko un maricón de murga. Señores: si se va a ser un rock’n’roller drogón con clase hay que fijarse en el señor de los motocas. Los breves minutos en que aparece sobre las colinas de Hollywood en The Decline of the Western Civilization lo confirman como el Humphrey Bogart de estos tiempos, feo como Tom Waits, sereno como Robert Mitchum e ingenioso como Ray Davies. Toda la clase en exhibición permanente con este camba, lo de “No Class” debe haber sido un chiste como lo del “Macho Man” de Village People.

Me quedan afuera los mostros escénicos, la emotividad permanente (no existe un "emo-metal" porque sería una redundancia), los air-instruments, la buena calidad de los heavies como futbolistas, los fuegos artificiales y las guitarras Flying V, todas cosas maravillosas pero de dudosas cualidades cool. Este post contiene también todo lo que encontré de cool en el nü metal y es lo siguiente:



... ah, qué tarde se me hizo, en fin... Hail Satan....

domingo, noviembre 07, 2004

Otra mirada a la nueva edad media (no fui al Personal Fest)

Sin que haya pasado una semana desde la re-elección de George Bush Jr., una escuela de Wyoming ya entró en conflicto con sus profesores ya que la dirección pretende enseñar el creacionsimo como su versión oficial del origen del mundo, lo cual le plantea una que otra dificultad a los profesores de historia y ciencias, quienes tienen que ver como compatibilizan todo lo que enseñan con la bonita fábula del génesis bíblico.

Un joven de 25 años se suicidó, al enterarse de los resultados de las elecciones, en el Ground Zero, es decir, en el lugar donde estaban las torres gemelas. No es de extrañarse, en Manhattan, distrito que fue efectivamente atacado por Al-Qaeda y en el que viven la mayoría de los parientes de sus víctimas, la votación le había dado un 81% a favor de Kerry.

Gustavo me manda una serie de informaciones interesantes recogidas en blogs y páginas alternativas norteamericanas, que muestran la desesperación de los que van a tener que vivir cuatro años más bajo la conducción de este imbécil fundamentalista. Entre el material se destaca este mapita, bastante explícito acerca de los sentimientos de los habitantes de las grandes ciudades y centros culturales con respecto a sus más numerosos compatriotas.



Esta idea es bastante conocida para los montevideanos, ciudad en la que la históricamente la izquierda siempre triunfó con sus candidatos y sus reclamos, sólo para ser derrotada por el receloso interior. Hasta éste año.

Y siguiendo con el paralelismo repito algo que le comentaba a sigmur en otra página; algunos demócratas se preguntan cómo es posible que hayan perdido, buscando en las aristas más impopulares de su discurso en la vasta población inculta del interior de U.S.A., y lamentándose pragmáticamente de no haber adecuado más su discurso a esa realidad. En realidad, el discurso ya lo habían adecuado hasta el punto de que rechazaron a su mejor candidato, el enérgico Howard Dean, porque era demasiado zurdo y demasiado opositor a la guerra. Pero el problema es que lo que queda de progresismo en U.S.A. perdió la iniciativa y la energía hace casi treinta años. En Sudamérica se está acostumbrado a asociar las palabras "activismo" y "militancia" con organizaciones de izquierda, pero en Estados Unidos son los cristianos de derecha los que han hecho el trabajo de hormiga durante las últimas décadas, ganando las bases y forzando a discutir su agenda hasta el punto de que los temas en debate estaban todos dentro de su campo, forzando a los liberales a apenas atinar a pedir una reducción de daños. Inclusive la derecha cristiana llegó a utilizar medios terroristas habitualmente, atentando contra clínicas abortivas y edificios gubernamentales sin que eso alarmara a la intelligentzia liberal, que discutió durante veinte años acerca de si el uso de determinados pronombres era sexista o no. Bueno, uno les diría "jódanse" si no fuera que se tiene que joder con ellos.

Las reacciones mundiales fueron de la hipocresía que se podía esperar en el ámbito de los protocolos diplomáticos, aunque algunas (Francia, Japón, Rusia) superaron ampliamente el límite de lo digno, demostrando la repulsiva alegría de los serviles. Todos festejaron como triunfo de la democracia un acto ritual que justamente si de algo está vaciado es de democracia. Pero sí fue sorprendente la reacción de medios como el definitivamente entregado El País de Madrid, que reprimió verbalmente a Zapatero por sus lógicas actitudes al asumir, recomendándole re-componer las relaciones con Estados Unidos y bajar los decibeles como le correspondería a un líder sensato. En mi opinión Zapatero ha hecho apenas lo mínimo esperable de un líder sensato y de un socialista. Al contrario de un medio de mierda como El País, que se dice de izquierda y publica los editoriales anti-populistas de Julio María Sanguinetti.

Cuando uno está listo para descartar definitivamente a todos los estadounidenses, desde Karl Rove a Lou Reed, como imbéciles terminales y peligrosos, siempre sale alguno que despierta nuestra admiración y empatía. Así, en Daily Kos, uno de sus colaboradores, un tal patricks, firma un aguerrido artículo llamado "The War Begins Today" en el cual manda a cagar la habitual teoría conciliatoria de los demócratas, teoría que esconde su culposa afinidad y que reza que una vez perdida la elección hay que alinearse detrás del ganador y mantener la unidad. Patricks se niega y escribe:

"Unite? Never. We fight Bush & his thugs until hell freezes over.

And then we fight on the ice."


Ahora volvamos a hablar de música.

miércoles, noviembre 03, 2004

Eve of Bush (¿mirando canciones?)

En comments recientes un par de amigos abusaban de mi gentileza pidiéndole cosas a un Fuck You, Tiger que odia complacer pedidos. El turco me decía que esperaba un post sobre las elecciones yanquis, a mi respuesta de que prefería escribir sobre canciones, ghetta me pedía que escribiera sobre “Eve of Destruction” de Barry McGuire. Mirando con tristeza y fatalismo los ya irreversibles resultados de la votación norteamericana, decido matar dos pájaros de un tiro.

“Eve of Destruction” no es realmente de las canciones clásicas de los sesentas más conocidas en estas latitudes. De hecho, clásicos similares como “For what’s worth”, “Something in the Air” o “Suicide is painless” han sido bastante más escuchadas y son –relativamente- más populares entre los pescadores locales de perlas de antaño. Pero “Eve of Destruction” fue en los países angloparlantes un éxito inesperado y un clásico comparable, como canción de protesta, al “Blowing in the wind” de Dylan, o lo que fue en el sur el “A desalambrar” de Viglietti. La canción fue compuesta por el tibio folksinger californiano P.F. Sloan y ha conocido versiones de los Byrds, de los Turtles, del propio Sloan, de The Pretty Things, de Hot Tuna … inclusive de Jan & Dean, de los Dickies, de D.O.A. y de Johnny Thunders. Sin embargo la versión, la que anula las demás hasta el punto de que puede considerarse casi un tema de la autoría del intérprete, es la de Barry McGuire, nombre que parece indisolublemente ligado a la canción.

En Mal Elemento Hernán recuerda un dato que ha sido repetido muchas veces últimamente y que sin embargo a casi nadie le parece lo aterrador que es: el incondicional apoyo del gabinete de Bush a Israel no se explica solo en términos estratégicos, militares, económicos y religiosos, sino también por aspectos religiosos milenaristas. La ultraderecha cristiana que ha infiltrado y radicalizado un partido Republicano que ya era bastante radical antes de esto, cree, con fundamentalismo absoluto, en el Apocalipsis de San Juan que anuncia la Segunda Llegada de Jesús. Y la batalla del Armagedón necesita la existencia de un Israel localizado donde está Israel y en conflicto con su demoníaco entorno. Las señales están allí para estos hombres, hay que cuidar de que sigan allí y que se orienten hacia esta batalla inexorable y definitiva.

Hay otras cosas aterradoras; una reciente encuesta comentaba con alegría de que una mayoría de un 55% de los nuevos votantes de entre 18 y 29 años se inclinaban para apoyar a Kerry en estas elecciones. Yo me cago en el vaso medio lleno; el que un 40% de los jóvenes que están en la edad de oro, en esa edad en la que las hormonas aún corren desbocadas, el input cultural e informativo está en su pico y la rebeldía aún no ha sido abatida por la primer madurez, que 4 de cada 6 tipos de esa edad apoyen a alguien que recomienda la abstinencia sexual como prevención del Sida, que se ha pasado por el culo todas las políticas ambientales tanto del mundo como de los gobiernos anteriores de su país, que reniega de la teoría de Darwin y que está decidido a perseguir a todos lo que connote libertad y/o diferencia me parece, evocando a Allende, algo profundamente anti-natural. Como si cinco de cada seis jóvenes norteamericanos estuviera naciendo con un candado en sus genitales, un biblia de motel en lugar de corazón y un fétido culo donde debería estar su cabeza.

Esos son los hijos de los que en los años sesenta cantaban cosas así.

The Eastern world it is explodin', violence flarin' and bullets loadin',
You're old enough to kill, but not for votin',
You don't believe in war, but's what's that gun you're totin'?
And even the Jordan River has bodies floatin'
But you tell me, over and over and over again my friend,
Ah, you don't believe we're on the Eve of Destruction.

Don't you understand what I'm tryin' to say? Can't you feel the fear that I'm feelin' today?
If the button is pushed there's no running away,
There'll be no one to save with the world in a grave.
Take a look around you boy, it's bound to scare you boy,
But you tell me, over and over and over again my friend,
Ah, you don't believe we're on the Eve of Destruction.

My blood's so mad feels like coagulatin', I'm sittin' here just contemplatin'
You can't twist the truth it knows no regulation, and a handful of Senators don't pass legislation.
Marches alone can't bring integration, when human respect is disintegratin'.
This whole crazy world is just too frustratin'.
But you tell me, over and over and over again my friend,
Ah, you don't believe we're on the Eve of Destruction.

Think of all the hate there is in Red China, then take a look around to Selma, Alabama!
You may leave here for four days in space, But when you return, it's the same old place.
The pounding drums, the pride and disgrace, you can bury your dead, but don't leave a trace,
Hate your next door neighbor, but don't forget to say grace.
But you tell me, over and over and over again my friend.
Ah, you don't believe we're on the Eve of Destruction.




La letra de Sloan padece del simplismo didáctico de muchas de las canciones de protesta de la época, de una rima durísma y tiene ese irritante tono de “uy, que mundo tan loco” que parece digno de Miguel Cantilo y su cadena de genomas que llega hasta Sebastián Teysera. La música es una secuencia más que básica de acordes mayores de do, re y la, tiene la armónica más rudimentaria que se haya escuchado antes de Andrés Ciro y tanto los arreglos como la melodía tienen más olor a Dylan que las famosas botas de cuero español del Zimmerman. Podría adjudicarse entonces el éxito y persistencia de esta canción a motivos puntualmente históricos, pero hay algo que la vuelve excepcional y es la interpretación de McGuire. A excepción de Dylan y su famosa voz de papel de lija, los intérpretes folk de la época optaban por el tono dramático a lo Joan Báez o por la gentil armonización de Peter, Paul & Mary, que luego se teñiría de marihuana y somnolencia hippie. Pero McGuire canta con una extraña furia punk diez años adelantada. No dice ni sugiere, escupe rabioso cada verso hasta que las trilladas palabras de Sloan se resignifican de urgencia y exasperación, cantando en el tono de quién realmente está hablando con un sordo voluntario.

En el Chicago de los días de la caída de Bagdad asistí a una discusión entre un cineasta argentino y un rico productor norteamericano con respecto a la figura del presidente republicano. El argentino, algo bebido, argumentaba rudimentariamente sobre el fascismo y la peligrosidad de George Bush Jr. El norteamericano ni siquiera se molestaba en argumentar en contra, tan solo repetía “yeah, but he make us feel safe”. Debe haberlo dicho tres o cuatro veces como mínimo. En su momento me pareció una argumentación patética, pero después me di cuenta de que contenía toda las excusas necesarias para alguien como él, o para muchos de los que llenan las plazas de Blumberg, y que aunque no lo remarcara, el énfasis de la frase estaba en el pronombre “us”.

“Eve of Destruction” vendió más que cualquier tema de Bob Dylan y fue irradiado muchísimo más que “Masters of War”, en el que se inspiraba claramente, pero su autor y su intérprete siempre fueron mirados un poco como subidos al carro por la vieja guardia del folk combativo de los sesenta, tal vez por su rusticidad y oportunismo pero seguramente más que nada por su éxito. Fue el último gran éxito de McGuire, quien, tal vez imitando el proceso que toda su nación haría en las próximas décadas, pasó de la canción de protesta al canto religioso. “Eve of Destruction” apareció como ambientación sonora de varias películas sobre los sesenta y recientemente empezó a gozar –al igual que muchas canciones militantes- de una cierta segunda vida entre los manifestantes anti-guerra. El McGuire que la cantaba en 1965 con esos ojos achinados que parecen ser producto del incendio de una plantación de cannabis y con esa voz que hubieran envidiado varios punks ingleses del 77, tal vez pensaba aún en el gran susto atómico de la crisis de los misiles cubanos (desatada por el extrañado gran demócrata John Fitzgerald Kennedy, quién propulsó las purgas de McCarthy, la invasión de la Bahía de Cochinos y la intervención en Vietnam), las vísperas de destrucción que el tema sugiere ahora es tal vez otra cosa, más bíblica y orwelliana a la vez.

En el resultado de estas elecciones yanquis influyeron cosas insólitas que tal vez fueron decisivas, como el voto de los cada vez más gusanos latinos de Florida, o la brutal –y brillantemente explotada- reacción homofóbica que produjo el capricho de los homosexuales de exigir el derecho al matrimonio, es decir a un rito creado por la moralidad que siempre los excluyó. Este residuo de las sobregiradas “guerras de la identidad” hizo, por ejemplo, perder el voto negro en muchas de las localidades esenciales. Porque sí, ese chico Bush tal vez sea un racista… ¡but sure he’s no bitch, dog!



Durante la campaña de las elecciones uruguayas, inclusive el pseudo-progresista suplemento Qué Pasa puso de ejemplo a la campaña norteamericana, que era un ejemplo de seriedad, que tenía debates, que los candidatos permitían el uso de su imagen. Los bombardeos pagados con impuestos de gente democrática que vota democráticamente para que niños de otros países sean mutilados con balas envenenadas con uranio se retomaron sobre Fallujah horas después del resultado electoral, celebrando que todo un hombre volvía a ser el presidente del Imperio. En el Village Voice titulan una nota “the dream is lost”, como si John Kerry hubiera sido el sueño de algo. O tal vez estén avisorando algo que suponemos en momentos de optimismo, al ver como esta bestia evangélica destruye una a una todas los espejitos de colores que los gobiernos de estas latitudes corrían a comprar. Y estamos en vísperas de algo, no sé de qué, pero de algún tipo de despertar brutal.

lunes, noviembre 01, 2004

Estos años mirando el río de la Historia

En la semana santa de 1987 estábamos con mi amigo el Pocho en Buenos Aires cuando Aldo Rico y sus carasucias se amotinaron. Salimos del hotel donde nos estábamos quedando un mediodía y el microcentro parecía el Londres de Exterminio. Entramos en una pizzería de Lavalle y el mozo nos dijo que al parecer había un golpe. Una disquería había sacado unos parlantes a la vereda y pasaba en loop la dramática música de La República Perdida. Mientras comíamos el viento alborotaba la alfombra de panfletos y volantes haciéndolos bailar en el aire y dando la impresión de que estaba pasando una manifestación invisible.
Terminamos de almorzar y nos fuimos en un taxi conducido por un bigotudo aterrado hasta la casa de una chica que habíamos conocido en Uruguay, y de la que yo ya estaba enamorado aunque no me daba cuenta. Cabildo estaba tan desierta y fantasmal como el microcentro y cuando llegamos a la casa de la chica, que era militante del PI, ella nos abrió la puerta nerviosa y a punto de ponerse a llorar. Nos dijo que su amiga, que había tenido un breve affair propio de adolescentes con el Pocho, no iba a venir porque estaban decidiendo con sus padres -un extraño caso de comunistas argentinos- si empezaban a preparar las cosas para rajar del país, ya que el golpe parecía inminente.
La radio y la televisión esparcían rumores contradictorios y nadie sabía exactamente qué estaba pasando. Decidimos al final poner un canal de películas, tomar vino, fumar porro y experimentar un poco con un spray anestésico que tenía una interesante composición generosa en éter. A las dos horas estábamos todos borrachos, colocadísimos y llorando viendo como los australianos eran masacrados al final de Gallípoli. Entonces llegó la otra chica, la hija de los comunistas, nos puso al día con los acontecimientos y nos dijo que todo se había arreglado. No era así, pero no lo supimos hasta mucho tiempo después. Nunca volví a sentir tantas cosas tan intensas al mismo tiempo como aquel día.

En abril de 1989 yo estaba sentado en una mesa del bar Valerio con algunos amigos y conocidos, entre los que se contaba el hijo de un político asesinado por la dictadura. En el televisor colgado en la pared los datos eran inobjetables: el voto verde, que proponía derogar la ley conocida como “ley de impunidad” y que declaraba el fin de cualquier intención de enjuiciar a los militares por los crímenes cometidos durante su gobierno de facto, había sido derrotado por un márgen estrechísimo. El pueblo soberano había decidido que prefería la seguridad a la justicia aunque ello significara obviar los crímenes más espantosos de la historia del país.
La calle estaba silenciosa, los vencedores no se animaban a festejar algo tan vergonzoso. Yo trataba de no cruzar mi mirada con el hijo del asesinado y todo era una porquería. Demoré más de diez años en reponerme de aquel silencio asqueroso.

En octubre de 1989 fuimos al acto final de FA en Tres Cruces con la sensación de que si se ganaba la intendencia de Montevideo se nos iba a ir un poco el mal gusto de la boca. Fuimos bebiendo y fumando bajo la lluvia que empezaba y paraba, amagando un chaparrón que recién se desató cuando ya estábamos frente al estrado y sin la menor protección. Federico se sentó sobre su mochila olvidándose de que por motivos extrañísimos había guardado un enorme huevo de ñandú dentro de la misma. La mochila chorreaba lo que parecían litros de yema amarilla, todos estábamos empapados y a la guapísima C.Q. la lluvia le había vuelto transparente su camisa (qué hermosas tetas que tenía esa chica en aquella época, ojalá aún las conserve, ojalá algún día nos reencontremos por casualidad) pero no le importaba. No escuchamos ni una palabra de lo que decía Tabaré. No nos importaba, yo me estaba engripando y estaba todo bien.

Ayer estaba en el balcón de un octavo piso sobre la calle Colonia cuando Bottinelli confirmó el ajustado triunfo. Brindamos con más alivio que euforia y llamé a mi amigo el Pocho, a quién no veo casi nunca y que estaba celebrando con su mujer y su nuevo círculo de amigos. Me dijo que por primera vez se sentía orgulloso de ser uruguayo. Entiendo bien lo que quería decir, escuché cosas similares en boca de muchos, lo vi en muchas caras.
Bajamos para ir a 18 y tras caminar algunas cuadras estremecedoras encontrándome con gente que parecía estar saliendo de mi tunel del tiempo personal, en un momento me adelanté un poco y me perdí, en forma definitiva, del grupo de amigos con los que iba. Fui al bar donde supuestamente íbamos a encontrarnos si nos perdíamos y estaba cerrado. Ya no nos encontramos en el resto de la noche. Di vueltas, gasté guita y me fui a casa algo decepcionado; yo festejo gente, no puedo festejar cifras. Es una pena no poder atar algo tan importante a un recuerdo más emotivo. Tal vez el tiempo entrevere los datos y me regale un final feliz.

Hace un rato vi en el noticiero a los uruguayos residentes en Argentina que volvían a Buenos Aires tras haber votado. Ya se sabe que el escueto márgen de votos que le dio el triunfo al FA en la primera vuelta puede adjudicarse con exactitud a esos 20.000 o 30.000 tipos que se la jugaron a venir a votar al país que de una forma u otra los expulsó. Las cámaras los muestran cansados y profundamente felices. Al partir los ómnibus, desde los muros que rodean a la plataforma de embarque de Tres Cruces una buena cantidad de gente aplaudía a estos uruguayos que vinieron a hacer lo que había que hacer. Ahora hay que dejar que la realidad ruede y que empezar a fantasear con otra cosa.

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