lunes, octubre 31, 2005

Victorias pírricas

(Me piden que escriba un post sobre la Fiesta X, pero no tengo nada que escribir al respecto, más allá de que hacía mucho frío y que -a diferencia de otros años- no me encontré con casi nadie conocido, no me emborraché y no me divertí. Me cuesta divertirme en un mega-espectáculo de rock donde tocan 100 bandas y ninguna de ellas es Santacruz, Hablan por la Espalda, Pompas, Danteinferno o Guachass. Sin embargo retomo y termino algo que había empezado a escribir hace unas semanas con respecto a otro festival similar y aún mayor. Supongo que las mismas consideraciones se aplican a ambos eventos).

No recuerdo que un evento haya tenido alguna vez tanta unanimidad en el elogio como la reciente edición del Festival de Rock de Durazno o, mejor dicho, Pilsen Rock. Ayudado por un clima benéfico, el fin de semana largo y un cierto efecto de bola de nieve, el recital llevó más de 100.000 espectadores, convirtiéndose en el mayor recital de rock de la historia del país. La cobertura mediática fue intensísima, participando de la misma inclusive locutores tan alejados de la cultura rock como Orlando Pettinati, y las opiniones críticas sobre el festival fueron eufóricas -como prueba la curiosa crítica del mismo que apareció en Montevideo.com y que no encontró absolutamente nada malo en ninguno de los shows a pesar de la variedad de los mismos y la longitud de la jornada. Esto es normal, porque para toda la cobertura mediática todo fue magnífico.

Sin dudas que Pilsen Rock 2005 tuvo muchas cosas positivas a destacar. Empezando por la razonablemente equitativa selección de bandas, que flexibilizó la omnipotencia del manager y organizador Claudio Picerno -que en otras ediciones había ignorado o mandado al muere a cualquier banda que él no representara-, convirtiéndo al evento, más allá de algún capricho o misterio (¿Rendher es una banda popular o con trayectoria?), en una muestra bastante representativa de las bandas más convocantes del rock nacional. Eso es bueno. Inclusive hubo dos o tres bandas de calidad. Eso es bueno. También en lo infraestructural y organizativo parece haber sido, a la luz de los acontecimientos, fluído y funcional. Eso es bueno. Pero más allá de la música en sí es evidente que Pilsen Rock es vivido como una aventura de independencia por miles y miles de jóvenes y adolescentes que atraviesan el país desde distintos puntos cardinales para confluir en la ciudad. Eso es bueno. Para muchos miles de chicos y chicas un evento de estas características va a convertirse en una fuente inagotable de anécdotas sobre excesos, milagros y circunstancias inverosímiles. Eso es bueno. El recital es también uno de los pocos puntos de encuentro entre dos universos que suelen darse la espalda, los de la capital y el interior, encuentro particularmente beneficioso para los montevideanos, que suelen ser unos pelotudos ignorantes en relación al resto del país. Eso es bueno. Y, por sobre todo, el que se pueda hacer algo tan volático como un recital de más de 100.000 personas sin que, a pesar de la lamentable futbolización de la música, haya incidentes mayores entre ellos, tal vez signifique que el público de rock uruguayo haya aprendido a divertirse y escuchar música sin matarse y sin tratar de arruinar el asunto de todas las formas posibles. Eso es bueno. Es más, diría que es muy bueno.

Entonces, ¿por qué todo me parece una garcha?

Bueno, puede ser porque soy un negative creep, o un prematuro viejo de mierda, pero hay muchas otras cosas que me incomodan de el megaevento y su celebración. Soy muy poco romántico en relación al rock, para mí es básicamente música amplificada eléctricamente que tuvo una serie de significados contraculturales en tiempos y culturas que no viví. Sin embargo me tocó ser un adolescente en los excitantes tiempos de la restauración democrática, y en aquella época mucho de lo más enérgico y disidente de la cultura joven se expresaba mediante el rock y su entorno. Los grupos de los 80s eran ingenuos, amateur y uniformemente malos, pero tan osados y contestatarios que, a pesar de haber sustituído en forma radical (e interesada por parte de muchos difusores) al combativo canto popular, a nadie se le ocurría tratarlos de blandos o inofensivos. Recuerdo comentarle a un amigo porteño que en Uruguay parecía que todo en el rock estaba corrido un lugar para la izquierda, porque las bandas pop uruguayas eran en verdad bandas de rock, las de rock eran bandas punk y las bandas punk estaban dementes.

Aquella época se caracterízaba también, por parte del público, por una extrema desconfianza de los que estaban sobre el escenario, desconfianza que a menudo se expresaba en forma de violento rechazo, algo muy feo para los que tuvieron que vivirlo. Esto terminó alimentando una espiral autodestructiva en cuanto a las carreras de las bandas que culminó con la disolución de la mayoría o su radical transformación. Y terminó vaciando los escenarios ya que nadie tiene ganas de ser juzgado por una especie de tribunal popular espontáneo cuando uno lo único que quiere es tocar la guitarrita bien fuerte.

Veinte años después tanto las bandas como el público y los organizadores de eventos parecen haber aprendido las lecciones de fracaso de la generación anterior, y el rock uruguayo está floreciente, popular hasta lo ridículo, profesional, pacífico e insoportablemente inocuo. ¿Para qué tocar para minorías de reventados hiper-críticos cuando se puede tocar para multitudes de emocionados entusiastas? No tiene sentido seguir pensando en la disidencia estética cuando se puede ir al mínimo común denominador y hacer explotar todo eso. Y así se ha hecho, y eso es lo que se tiene.

¿Y qué es lo que se tiene? Un mega-festival que reúne a 150.000 personas en una ciudad que se dedica a explotarlas económicamente con singular saña, organizado por una multinacional brasileña de la cerveza -que acalambra al público con publicidad de su producto pero luego no lo vende dentro del predio del festival- en compañía de un intendente conservador que utiliza el recital como plataforma política y sale disfrazado de rockero al escenario sin que lo putéen o le tiren una mísera monedita. Un intendente que al otro día de su exitoso festival anunciaba que iba a hacer todo lo posible para instalar una papelera a orillas del Río Negro, río al que le parece que su nombre no es todo lo literal que puede ser. Y un montón de bandas de las cuales al menos cinco o seis reúnen por sí solas mucha más gente que la que reunían los más exitosos conciertos colectivos de los 80s. Bandas con managers, bandas que saben hacer batir palmas a una multitud y alejarse del microfono para que ellos canten, bandas que reposan sin reventarse en un backstage para el que sortean entradas para que los mortales vengan a confirmar que siguen siendo unos pibes macanudos y humildes.

Y un público brillante cuyos exponentes entrevistados parecían todos una mezcla de hincha de fútbol y el rockero Paolo, todos yendo a ver a La Trampa F.C. o a La Trotsky F.C. o La Vela F.C. en la forma más devocional y acrítica posible. Y cantando "los cumbieros son todos putos", que parece haber sido el cantico guerrero de las multitudes. No que legalizen el porro ni que paren la construcción de papeleras ni que despenalizen el aborto, no... "los cumbieros son todos putos". Genial. No se puede reunir más estupidez, clasismo y homofobia en una sola frase.

(Al parecer este estribillo que se escuchó durante todo el Festival fue en algún momento cantado y comandado desde el escenario por los chicos de Snake, quienes al parecer piensan que salir vestidos de esqueleto a cantar canciones de Red Hot Chilli Peppers es lo más masculino que hay. Y uno no puede evitar pensar que, más allá del simple hecho de que hoy en día la cumbia es posiblemente una música más peligrosa y molesta que la del 95% de los grupos de rock presentes en Durazno, si a una camioneta llena de cumbieros planchas del Inter, colocados de lata y en ánimo de pelea, se le hubiera ocurrido aproximarse al escenario, es seguro que no solo los Snake sino también la mayoría de los 150.000 espectadores hubieran salido corriendo aterrados).

En cierta forma el éxito del rock me hace pensar en el triunfo de las izquierdas latinoamericanas, un triunfo que llega a costa del sacrificio de todo lo que lo que era propio de las mismas y lo hacía deseable. El año pasado No te va a Gustar, a estas alturas la banda más popular de Uruguay, había incluído en su show el himno nacional, como saludo de festejo del éxito del festival y de Tabaré Vázquez. Este año repitió el himno, pero como no era bastante le agregó también una versión de la patriótica canción "A don José" y un popurrí de temas de otras bandas presentes en el festival. No se puede ser más demagógico, hasta parece una caricatura de la demagogia de estadio, pero para la gente y la prensa fue el punto más alto del evento. En esos momentos una persona del público que había viajado para ver a las bandas, una chica de veinte años accidentada la noche anterior por un estúpido descuido de un conductor, entraba en una agonía de la que ya no saldría, muriendo un par de semanas después. Ni su accidente ni su muerte fueron noticia ni fueron mencionadas en ninguna parte, ni siquiera como nota curiosa. No había lugar para ninguna nubecita oscura en el cielo radiante de la fiesta del rock. "Oriental en la vida / y en la muerte también", cantaban los de No te va a Gustar, acompañados de un mar de gargantas. Bueno, eso es el rock.

Y, parafraseando a algún filósofo juvenil de la vecina orilla, el rock es una mierda, chicos.

lunes, octubre 24, 2005

Britney Jugend

(Este post se lo debo a mvc, quién sabedor de mi gusto por las cosas morbosas me mandó la información al respecto, aunque al parecer el descubridor había sido yo quese, lo que me deja tercerizado como divulgador de las maravillas del pop adolescente contemporáneo).

Linx & Lamb Gaede son dos gemelas estadounidenses de 13 años que forman el dúo Prussian Blue. Son lindas, simpáticas y musicalmente talentosas. Tocan guitarra y violín, cantan como angeles, les encanta Avril Lavigne y AC/DC, componen encantadoras canciones folk en las que armonizan con delicadeza sus voces adolescentes, aman a su familia y a los suyos, sueñan con ser las nuevas gemelas Olsen. Tal vez lo logren, tal vez no, porque además de todo esto son tambien uno de los más populares representantes musicales del nacionalismo blanco yanqui. Es decir, Linx y Lamb Gaede son los rostros más carismáticos y familiares del neo-nazismo actual.

A primera vista parece un concepto de provocación perfecto, algo que hubiera sido pergreñado por las venenosas mentes de la gente de Unpop, pero no, esto no un ejercicio de transgresión a la Boyd Rice (que debe ser fan del dúo), ni una fascinación enfermiza en cierta imaginería como Death In June. No, Prussian Blue es the real thing.

Educadas en su casa por su madre April, una militante del grupo de ultra-derecha racista National Vanguard, y por su abuelo, quién al parecer tiene una esvástica como su marca de ganado, las gemelas Gaede suelen hablar fluidamente sobre "la mitología del holocausto judío" y el orgullo racial de su procedencia germánica. También suelen tocar en actos políticos y hacer delicadas versiones de temas de bandas como Skrewdriver y RaHoWa.

Al principio uno se asombra, pero después lo piensa un poco y se asombra de que no haya sucedido antes. Uno mira las fotos y le dan ganas de sonreir ante la alegría que irradian y el descaro con el que exhiben sus aparatos de dientes. Luego uno se fija en el detalle de las remeras y siente algo parecido al vértigo.

Los dejo con la letra de una de sus frágiles melodías, llamada 'Aryan Man Awake'.

When the man who plows the fields is driven from his lands. When the carpenter must give away what he's built with his own hands. When a mother's only children belong to her no more. And black masked men with guns come bashing down the doors. Where freedom exists for only those with darker skin. Where lies and propaganda will never let you win. Where symbols of your heritage are held with such contempt, and benefits of country 'cept tax are you exempt .

Aryan man awake, How much more will you take, Turn that fear to hate, Aryan man awake.

Can you see how they lie to warp your daughter's minds? Can you let your sons be trodden down or held behind? Can you apologize for things you did not do, and leave this battle that we fight to the proud and the few? What will it take for you to waken to the truth? What will it take for you to remember your own youth? What will you give up to help this worthy Cause, and strike with force and fury, without a single pause?

What will it take for you to remember your own folk? What will it take for you to break that heavy yoke? Why do you still cast your eyes downward to the ground? Worry lest what you say have prejudicial sound. Who will stand beside us when the war begins? Who will run and hide their heads and wait to see who wins? Who will face the end and watch a Valkyrie ride forth To join the gods and fallen stormtroopers of the North?

viernes, octubre 21, 2005

Mis discos de invierno

Estuve intentando escribir un post sobre el infinito asco que me produce el fiscal Moller y su alegría por haber conseguido cerrar una de las escasas fisuras en la férrea impunidad de los milicos uruguayos, pero realmente no pude, me superó el desagrado humano que me produce el vivir en un país donde la justicia es un chiste. Entonces me di cuenta de que no había hecho mi habitual lista de los discos que más había escuchado la estación pasada y me dije "para qué escribir sobre la mierda en este día tan soleado, escribamos sobre cosas que me gustaron y me gustan". Y estos son los discos a los que le presté más atención el trimestre pasado. Me noto un poco más conservador y rockero que de costumbre, debe haber sido el frío.

Boris – Akuma No Uta: Los nativos del mundo flotante y los representantes de Sony sabrán que carajo quiere decir “akuma no uta”, pero cualquier melomanillo puede darse cuenta del chiste de la tapa, que cita simultáneamente al Bryter Layter y a Jimmy Page. Sin embargo no hay ni rastros de Led Zeppelin ni de Nick Drake en este disco arrollador al que la trillada clasificación de “disco de transición” le viene como anillo al dedo. De hecho es el disco en el que los amos del ambient-metal japonés, caracterizados por un sonido que parecía Melvins pasado a menos revoluciones y sin vocales, comenzaron su camino hacia el rock stoner brillante pero más bien conservador de Heavy Rocks. En este disco hay piezas densísimas y largas como la 'Intro' –que situada, como lo indica su nombre, al principio del disco, engaña con su fantástico clima de drones, acordes gigantes y sonidos lejanos haciendo pensar en una obra más parecida a las anteriores- o la larga 'Anno Ona No Onryou' (a diferencia de otros discos de Boris, todas las letras de este disco están en japonés, lo cual es absolutamente intrascendente, como puede comprobar cualquiera que haya escuchado algo de ellos), pero abundan piezas cortas y salvajes que hacen pensar más bien en grabaciones piratas de los Stooges que nos habíamos perdido.


Alice Donut – Mule: Eran en cierta forma la respuesta neoyorquina a Jane’s Addiction, más punk y más pop a la vez, y sigue siendo un misterio el porque nunca llegaron a nada con el potencial asombroso que tenían, tal vez fue una cuestión de timing. Posiblemente Pure Acid Park, su último disco sea más variado, pero Mule es considerado generalmente como el disco definitivo de Alice Donut y yo estoy de acuerdo. Feroz y sarcástico, contiene el climax de la carrera de la banda en la estupenda balada folk ‘Tiny Ugly World’, en la que un yuppie le suplica a su pareja que se mate en un accidente de auto para darle publicidad y sentido trágico a su vida. Una canción sobre el fin del mundo cotidiano con una melodía tan seductora y emotiva que hace que ya va siendo hora de que la re-descubran.


Robert Rich & Lustmord – Stalker: Con este disco tuve la experiencia ambient perfecta: escuchándolo de noche en mi cuarto hubo un momento en que no podía diferenciar los sonidos que salían del equipo de música de los que se filtraban de la calle por la ventana. Concebido en honor de una de la películas más climáticas de la historia, Stalker reúne a dos potencias en un ejercicio de sutilezas, combinando en forma inmejorable las discretas variaciones de tono de Lustmord con los detalles ruidistas de Robert Rich para crear un paisaje sonoro sereno y extremadamente abierto en el que virtualmente cualquier sonido puede integrarse y colaborar con su hechizo.


Pere Ubu – St. Arkansas: No solo sigue vivo, David Thomas sigue pateando culos desde la oscuridad, en cualquier ámbito, en cualquier estilo. Es realmente emocionante que tras treinta años de fracaso –de fracaso en los términos que el capitalismo y show business ha definido- alguien pueda seguir haciendo canciones tan mágicas, emotivas e incorruptibles. Cierra además con la larga ‘Dark’, una arrebatadora meditación sobre conducir y escuchar la radio en la noche y hacia ninguna parte. La mejor canción de Pere Ubu en muchos años, es decir, la mejor canción en general en muchos años.



The Residents – Demons Dance Alone: Un caso similar al de Pere Ubu en cuanto a heroísmo, vitalidad e independencia. Es tan difícil describir este disco de los cabeza de globo ocular como cualquiera de los que han hecho en los últimos treinta años y sólo puede compararse con otros discos de la banda. Y cabe decir que, estando inspirado al parecer en los Estados Unidos posteriores al 9-11, debe ser el disco más sentimental y pop de la carrera de los Residents, lo cual no evita que parezca hecho en un universo paralelo dónde la música es otra cosa, menos sucia que en este. La edición doble deluxe incluye también los demos de los temas y la comparación es fascinante.


Murder City Devils – Thelema: Qué banda y qué desapercibida que pasó. Posiblemente la más rockera de las bandas punk contemporáneas, los Murder City Devils sonaban como debería sonar una banda de garage en la actualidad. Un sonido que recuerda por momentos a unos Fuzztones actualizados sobre los que estuviera berreando un predicador exasperado. Spencer Moody es uno de los mejores gritadores del punk y recuerda por momentos a Dennis Lyxzén de Refused, pero con la diferencia de que es mucho más expresivo y melodioso que el sueco. El EP Thelema fue la última grabación de los MCD y, junto al disco In Name and Blood, su pico creativo, dejándolo a uno pensando cómo mierda puede separarse una banda después de semejante disco. A pesar del nombre ocultista, es una breve colección de canciones de rock directas y emotivas que combinan la brutalidad del cantante y las guitarras con soberbias melodías de órgano. Cierra con ‘364 days’, una pieza sorprendente sobre San Nicolás que suena como si los Pogues hubieran echado a McGowan y puesto en su lugar a un político furioso.

Genesis – Seconds Out: Si uno lo piensa este disco tendría que haber sido una porquería; registro en vivo de la última gira de Genesis con Steve Hackett, el Seconds Out presentaba el escasamente atractivo Wind & Wuthering e intentaba demostrar que Phil Collins podía encarar los viejos clásicos que cantaba Peter Gabriel. Misteriosamente es exitoso en semejante objetivo y más: no sólo Collins canta a la maravilla y en forma casi indistinguible los temas de Gabriel, sino que inclusive lo supera en feeling y afinación en temas como ‘Carpet Crawl’ y el final de ‘The Musical Box’ mientras la banda levanta vuelo con un empaste muy superior al de sus algo mecánicos discos de estudio. Y como si fuera poco tiene a ‘Supper’s Ready’ íntegra, canción en la que me gusta meterme como en una piscina, como un libro.


Cromagnon – Orgasm: Debe ser uno de los discos más misteriosos y extraños de la historia de… (iba a escribir “del rock” pero sería abusar de la flexibilidad del término) la música de las últimas décadas, y llegué a él por una entusiasta recomendación hecha en un reportaje por William Bennett, el infame lider de Whitehouse. Publicado en 1969 por el hiper-extraño sello neoyorquino ESP, Orgasm es obra de un par de compositores comerciales profesionales que decidieron, junto a una comuna de pirados, dar rienda suelta a la experimentación más desaforada. Hay desde temas que parecen black metal con gaitas (25 años antes de que existiera el black metal), ruidismo que parece sacado de lo más extremo de Throbbing Gristle, drones exasperantes, gritos animales y un montón de sorpresas asombrosamente coherentes entre sí. El nombre de la banda está pleno de resonancias siniestras en estas latitudes, lo cual no hace más que agregar significados a un disco rebosante de ellos.


Turbonegro – Ass Cobra: La edición del lamentable Party Animals, un disco tan malo que hace falta escucharlo para creerlo, me dejó pensando en si era posible que la banda hubiera caído tanto o que simplemente era que se me había pasado el deslumbramiento que me produjo hace algunos años. Como consecuencia estuve escuchando nuevamente este disco y confirmando que sigue tan enérgico, venenoso y peligroso como cuando salió. Otras épocas, en las que Hank Von Helvete gruñía como si fuera el hijo leather de Lemmy y Danzig, y Euroboy estaba controlado en sus excesos terrajas con la seis cuerdas. Una ráfaga de gloria que resulta difícil de creer que pudiera degenerar en tan poco tiempo.


Low – Things We Lost In The Fire: El ascenso de Low, hace ya unos cuantos años, coincidió tanto con un desinterés por mi parte (y por parte del mundo) en la escena indie norteamericana y una escucha superficial por mi parte me hizo descartarlos como otra banda tristona perdida en algún lugar entre Catpower y los Pixies. Gran error que he corregido en los últimos tiempos, en los que me deslumbré con la banda. Este es el gran disco de Low, cosa que puede adivinarse desde el magnífico título y por el hecho de que esté Steve Albini detrás de la consola, haciendo uno de los mejores trabajos de su carrera, además. Pero la estrella son las canciones, cuya lentitud y poder desolado no se confunde nunca con la depresión. No, este es un disco sobre maravillas emotivas y sobre el entumecimiento de los reflejos que produce el asimilar tanta belleza.

lunes, octubre 17, 2005

Speak of the Devil

Habrá que ver qué tal le va a Alan Moore con la próxima adaptación de su ultrapolítico comic V de Vendetta, pero hasta ahora debe estar bastante calentito (a menos que le hayan pagado lo bastante como para enfriarlo). Su cuidadosa y culta serie La liga de los caballeros extraordinarios se convirtió en un adefesio con personajes radicalmente diferentes y sin nada de la transgresora malignidad original, y ahora una de sus mejores creaciones, tal vez el mayor anti-héroe del comic, el hechicero John Constantine, el protagonista de Hellblazer -la más longeva y carismática de las series de Vertigo- se convirtió en... bueno, ahora voy a detallar en qué se convirtió.

Constantine, película que vi con mi habitual retraso este fin de semana, es una película menor pero razonablemente entretenida y con unos cuantos monstruos coloridos de los que me justifcan dedicar dos horas a ver lo que sea, y no me voy a quejar al respecto. Pero el asunto es, ¿cuánto hay que cambiar algo para que deje de considerarse una adaptación, o siquiera una lejana inspiración?

Prácticamente ninguna de las versiones cinematográficas de un comic se ha molestado mucho, o nada, por respetar sus fuentes. Tal vez sea por el poco respeto que merecen aún hoy en día los comics en la cultura occidental, tal vez sea porque los guionistas y adaptadores tienen que justificar sus salarios, o tal vez sea por mera imbecilidad que olvida que los lectores de comic son criaturas bastante fetichistas y obsesivas para las que la fidelidad a una fantasía es esencial. Sea cual sea el motivo está claro que para Hollywood el comic es un material extremadamente maleable.

¿Pero qué ego demente llega a la conclusión de que uno de los mejores y más populares personajes de la escudería Vertigo no es lo bastante atractivo o comprensible como para que sea necesario re-hacerlo hasta que no quede ninguno de los rasgos distintivos del mismo? ¿Para qué tomar además el argumento de Dangerous Habits, una de las mejores historias de Hellblazer y la joya de la corona de Garth Ennis, y desvirtuarla en lo esencial? Es, salvando las distancias, como comprar un Picasso cubista y luego contratar a un dibujante para que esas mujeres raras se parezcan más a las de Frank Frazetta... Evidentemente es cosa de gente de marketing.

Para ejemplificar hago una lista somera de las diferencias entre Constantine the movie y Constantine the comic:

* John Constantine fue modelado, por decisión expresa de sus autores, a imagen y semejanza de Sting, lo cual tiene una relación directa con su supuesto pasado de cantante punk. Es decir un rubio de pelo corto e irregular, más bien bajo y bastante reo, permanentemente enfundado en un impermeable tan distintivo que ha sido centro de algunas historias. El Constantine de la película es Keanu Reeves, es decir, un morocho de ojos orientales alto, delgado y elegante, que viste un traje negro idéntico al que Reeves utilizó en Johnny Mnemonic. Si en el casting se iban a cagar tan olímpicamente en el physique du rol, hubieran elegido a Morgan Freeman, que era igual de parecido y es mejor actor.

* John Constantine es inglés, orgulloso de ser inglés, lleno de tics británicos y con un linaje que tal vez se remonte al Rey Arturo. En la película no se habla sobre su origen, pero vive en Los Angeles, tiene acento yanqui y parece más bien un descendiente de inmigrantes tailandeses.

* Los variados guionistas de Hellblazer han tenido -al menos hasta hace poco ya que ultimamente Constantine parece sospechosamente joven- el buen tino de hacer envejecer a su personaje, que actualmente andaría por los cincuenta y pico años. El Constantine de la película, firmemente enclavado en nuestro tiempo, no llega a los cuarenta ni a palos. También luce unos tatuajes místicos que en el comic brillan por su ausencia.

* John Constantine tiene características personales muy marcadas que lo hacen un excelente ejemplo de anti-héroe: es una máquina de meter en líos -frecuentemente fatales- a sus amigos, es mujeriego y bastante libertino, tiene un gran sentido del humor sarcástico y amargo, es un gran bebedor, es definitivamente de izquierda o por lo menos adversario de los conservadores, suele defraudar a la gente que confía en él, es vengativo y se le puede considerar un auténtico hijo de puta. Ninguna de estas características están presentes en el cinematográfico, que es más bien una heroica y actualizada versión de un personaje chandleriano. De hecho casi todos los comportamientos de este Constantine entran en colisión con los de su supuesta inspiración.

* Habil en las trampas y los sortilegios, Constantine es casi nulo en términos de violencia física, pero el Constantine de Reeves arrasa una sala llena de demonios al mejor estilo Blade.

* La biografía de Constantine es radicalemente diferente en su versión cinematográfica, que incluye un intento de suicidio que lo habría condenado al infierno en caso de morir (el Constantine del comic tiene ganado su pasaje al infierno por motivos bastante más contundentes).

* Chas, el gran amigo taxista de Constantine, pasa de ser un working-class hero bastante simplón pero bueno para los puños, de la misma edad del hechicero, a ser un juvenil e intelectual aprendiz de mago, reconocible solo por el nombre y la profesión. Como si fuera poco la película rompe el tabú que convertía a Chas en el único personaje secundario de Hellblazer que parecía intocable, matándolo a la primera de cambio, algo que ninguno de los guionistas del comic se había atrevido a hacer ya que hubiera sido una crueldad matar a un personaje tan carismático. El de la película no es una gran pérdida.

* Papa Midnite deja de ser el amo secreto del bajo mundo de Nueva York y se convirtió en un cabaretero de Los Angeles, lo cual no es la tal diferencia. Pero sí lo es el hecho de que Papa Midnite representa en el comic a las deidades del vudú y la religiosidad africana. En la película es un intermediario que hace gala de su supuesta imparcialidad entre el cielo y el infierno. No es lo mismo.

* Satan: reconozcamos que la figura del ángel caído es bastante proteica y admite muchas representaciones. Sin embargo no deja de ser notable que la representación física del viejo sea exactamente opuesta a la de la serie Dangerous Habits; en esta aparecía como un musculoso latino de largos cabellos ataviado con un taparrabos y remotamente parecido a la representación habitual de Jesús, en la película es un rubio gordito (Peter Stormare) vestido de blanco. Lo cual, tengo que reconocer, es un hallazgo. Pero hay un notorio error de guión relacionado con su personaje, que en algún momento le hace un favor a Constantine sin haber exigido nada a cambio, lo cual, como sabemos todos los que hemos tratado con el Lucero del Alba, no es muy verosímil.

* Hay varios personajes accesorios sin equivalente en el comic, supuestos amigos de Constantine, lo cual es un desperdicio porque la serie abunda en auténticos personajes de ese tipo.

* Last but not least. Tal vez la mayor traición al comic en el que está basado y signo de los tiempos: una de las cosas más notables de Dangerous Habits es cómo, apenas es curado del cáncer pulmonar que está por matarlo, John Constantine prende un cigarrillo. Esa imagen es impensable en Hollywood, por lo cual es convenientemente sustituída por un chicle o caramelo. Hay que joderse.

Entiendo que esta enumeración me ha dejado en una posición similar a la del coleccionista de comics de los Simpsons cuando discute acerca de cierta incongruencia en la saga de algún personaje ficiticio, pero convengamos en que no se trata de diferencias superficiales sino que tienen que ver con la esencia misma del personaje. Insisto, Constantine no es una mala película de fantasía, y encontrársela en el cable una noche al pedo puede ser una bendición, pero el asunto está en la vieja pregunta: ¿Cuántos integrantes de The Who tienen que morirse para que The Who deje de ser The Who? ¿Cuánto podés alterar a un personaje antes de que deje de ser ese personaje? Una cosa es que a Peter Parker lo pique una araña mutada genéticamente en lugar de una araña radioactiva, otra cosa es que un desencantado y sotreta ex punk cockney se convierta en un cruzado norteamericano. ¿No hubiera sido mejor ponerle de nombre, qué se yo, Pocho Fuckdevil, y dejar al pobre de John Constantine quieto a la espera de una adaptación más fiel? Y, sobre todo, ¿quién es el condenado agente que convenció a Keanu Reeves de que puede hacer papeles de duro?

martes, octubre 11, 2005

Sangre fría y coagulada (una rata)

Truman Capote fue uno de mis escritores favoritos durante mi adolescencia, fundamentalmente por Música para camaleones, un libro magnífico al que descubrí de pedo en una librería de usado (como todo lo que leía en aquella época) y que -además de darle nombre a un ignoto (pero algún día legendario) disco de Reverb- contenía una serie de retratos espléndidamente escritos, incluyendo uno grosero y descarnado de Marylin Monroe y otro del satánico Bobby Beausoleil. También contenía, en un auto-reportaje, su famosa afirmación: "soy homosexual, soy alcohólico, soy drogadicto, soy un genio". Enumeración a la que podría haber agregado "soy una rata".

Leí todo o casi todo Capote durante aquellos años, sorprendiéndome simultáneamente por su calidad narrativa y por su casi congénita falta de originalidad (algo compartido con su némesis Norman Mailer). Entonces me llamó la atención el escándalo que desató Capote con su inconcluso Plegarias Respondidas, libro que motivó su expulsión de varios círculos sociales al haber revelado la intimidad de amigos y allegados de la alta sociedad neoyorquina. Pero bueno, a uno le gusta Capote y todos sabemos que esos millonarios son unos culorrotos, así que uno se ponía del lado del intrépido escritor en su tarea de exponerlos. También se podía decir que el retrato de Marylin era un poco demasiado íntimo para venir de alguien que había presumido ser su amigo, pero el arte es el arte y Marylin estaba muerta.

Pero ya más difícil -y caso clásico de discusión en las clases de Ciencias de la Comunicación- era el caso de 'El duque en sus dominios', el retrato que Capote hizo del caprichoso, soberbio e íntegro Marlon Brando. La anécdota es conocida: Capote se hizo amigote (drinking buddy) de Brando -quién ya cultivaba un celoso cerco sobre su intimidad-, se emborracharon juntos y después de que Brando en pedo le hiciera una serie de confesiones sobre su vida privada, Capote lo convirtió en un relato que lógicamente enfureció a Brando y que hizo a muchas personas preguntarse si el delicado autor de Desayuno en Tiffany's no sería una rata.

Bueno, el misterio parece resolverse (para quienes tenían dudas, para mí el affair Brando calificaba a Capote como una rata indudable, tal vez talentosa pero rata al fin), esta nota cuenta que en la película Capote, de próximo estreno y protagonizada por el brillante Philip Seymour Hoffman (que a juzgar por las fotos y habiéndolo visto en otras películas parece haber nacido para el papel) , se revela un secreto de Capote que yo desconocía pero que encuentro totalmente verosímil: Capote habría negociado los tiempos de las ejecuciones de Smith y Hickock, los reos cuya historia el escritor narró en su mejor y más importante obra A sangre fría, para poder cerrar en forma dramática y a tiempo su novela.

Y uno que se queja de Rial y de los camarógrafos que no sueltan la cámara para ir a ayudar cuando filman un accidente....

martes, octubre 04, 2005

Addenda al post anterior: final feliz


"Será cabrito!".

(comment dejado en un foro sobre K.V.)

Alertado en los comments anteriores de que había salido recién un nuevo disco de Kiko Veneno, me lo bajé para ver que está haciendo después de tanta protesta.

Y valió la pena, porque El hombre invisible es el disco más sanguíneo y vital de Veneno en diez años. Si en sus últimos discos sonaba algo falto de foco y entusiasmo, ahora rejuvenecido por el cambio de compañía el tipo se manda un disco enérgico hasta por demás (por momentos parece estar buscando el flamenco-indie).

Algo desparejo como casi toda su obra, en el disco hay varias guiñadas a sus problemas contractuales como la breve 'Liberación' o el tema que le da nombre al disco, que alude en forma bastante transparente al ninguneo sufrido. Da la impresión de que el hombre, haciendo un poco de aikido mediático, ha convertido a su difícil divorcio de RCA-BMG en una herramienta publicitaria, lo cual no está mal.

Hay alguna cosa tremebunda como los excesos de rock mencionados arriba (sí, ya sé que es raro que sea yo el que lo critique por esto), alguna modernidad exagerada que hace recordar a sus más bien penosos discos de la época de la movida y participaciones dudosas como la del cabrón dubitativo de Jarabe de Palo o el ubicuo Jorge Drexler, que gracias a su tímidez aún no encontré qué carajo hace en este disco pero supongo que no debe ser nada bueno. Pero lo que hay son unas cuantas buenas canciones, en las que hace cosas tan peligrosas para el buen gusto como citar al Lennon de 'Baby you're a rich man' ('Hoy no') o desbocarse en un estribillo distorsionado con una rara progresión de semitonos ('El hombre invisible'). Pero lo mejor, por supuesto, son las muestras clásicas de esas canciones domésticas, de engañosa simplicidad, que consisten el verdadero núcleo de su trabajo. Canciones como 'Nos estamos mudando', 'No cuesta dinero' o la excelente 'Belonguis', título misterioso de una canción de la que no puedo evitar reproducir su estribillo, que es Veneno puro:

Solo te pido por favor, llévatelo todo
no me dejes tus personal bilonguis
y recibos de compasión
No me metas en la maleta trocitos de corazón
ni alitas de cucaracha seca
en los bolsillos del pantalón

Se lo ve joven al Kiko a los 53. De cualquier forma vale la pena advertir que no es un disco tan rotundo como Echate un cantecito, ni mucho menos como el inigualable Está muy bien eso del cariño, pero vale aunque no tenga algo como 'La casa cuartel'. Al fin y al cabo casi ningún disco tiene algo que te erice como aquella canción.

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