martes, marzo 28, 2006

Ley y ejemplo (parte uno y dos)

El arrogante y más bien antipático Esteban Silva acaba de ser condenado a 9 meses de prisión, en suspenso, por ahora. La terrible falta que tal vez deba pagar con casi un año de su vida: haber dicho que no habría que pagar impuestos, en protesta por la disposición que impide fumar en ámbitos comerciales cerrados, aunque estos sean privados, y que -como ha sido demostrado- ha menguado notoriamente la asistencia a dichos ámbitos.

Uruguay tiene una legislación un tanto curiosa con respecto a la libertad de palabra, una legislación que no sólo permite enjuciar, y hasta encarcelar, a quién escriba y/o diga algo que otro considere lesivo para su honor, aunque sea cierto. Esa misma legislación prohibe a rajatabla el proponer, sugerir o simplemente plantear la opción de no pagar los impuestos. Se pueden no pagarlos, como Botnia, por ejemplo, pero no se puede decir que no hay que hacerlo. Es una ley única en los estados democráticos del mundo, pero los uruguayos somos diferentes.

La ristra de artículos que le aplicaron a Silva era notablemente larga, lo que prueba el arsenal punitivo del código penal para quienes desafíen la voracidad impositiva del Estado. Seguramente muchos uruguayos se deben haber alegrado, molestos por la soberbia del dueño del restaurant Aranjuez, que había apostado con sus abogados que no iba a ser condenado y que al salir afirmó con tranquilidad (contestando con una seguridad casi admirable) que en su local se iba a seguir fumando. Muchos uruguayos se deben de haber alegrado y haber comentado que se lo merece, sin detenerse a reflexionar acerca de que un hombre puede ir a la cárcel casi un año por haber dicho lo que habría que hacer ante una medida estatal que considera injusta.

Pero hay que dársela a todos los bocones y a los uruguayos que no desafían a la ley, así nosotros, los uruguayos de bien, podemos seguir caminando libres por la calle. Caminar por la calle de los uruguayos que nunca diríamos que no hay que pagar impuestos, y nunca cometeríamos delitos de sedición en la Ciudad Vieja. Caminar por la calle silbando junto a la gente honesta, caminando junto a Bordaberry, a Bensión, a Pajarito Silveira, a Batlle, a Gregorio Álvarez, a Salomon Noachas, al Charleta, a Juan Carlos Blanco, al que mató al peón Báez, a Julio Luis Sanguinetti, a Victor Della Valle, a Gavazzo.

***
Pero ya sabemos que ley y justicia no son sinónimos, y lo mismo que hay leyes injustas, también hay ajusticiamientos fuera de la ley. En estos días me llama la atención un escandalete de la farándula argentina (seguro que F.Huidobro tiene razón y es mi interés en la superficialidad porteña lo que me ha llevado a comprender la posición argentina en lo de las papeleras) y es uno, cuando no, generado por Diego A. Maradona.

Resulta que el Diez, acosado y enfurecido por la amplificación que Intrusos estaba haciéndole a las protestas de Nazarena Vélez, quién aseguraba que Maradona la estaba cortejando en forma insistente a pesar de su rechazo, dejándolo no muy bien parado y revelando un fracaso de un hombre al que no le gusta perder a nada. Maradona montó en cólera y decidió -en lugar de aprender que no conviene hacerse el galante con una turra que convierte cada uno de sus trastornos digestivos en una noticia nacional- ir directo al responsable de esta intromisión en su vida privada y obsequiarlo con una de sus ingeniosas definiciones. Así que se bautizó a Jorge Rial como "huevo duro", ¿el motivo?, que Rial no puede tener hijos y sus hijas son adoptadas.

La mierda... ni el vasco que le rompió la pierna le entró en su vida tan duro a alguien como Maradona a Rial, ni tan fuera de tiempo. Exceptuando una increíblemente idiota declaración que el Diego hizo sobre un futbolista suicidado, tratándolo de "cobarde", esta es la cosa más infame que el tipo, que no se caracteriza por su mesura, haya dicho en su vida. Tan feo estuvo que hasta el propio Rial tuvo respuesta lenta y cuidadosa ante semejante balinazo. De hecho la afectuosa relación con sus hijas adoptadas y lo franco que ha sido siempre al respecto deben ser las únicas facetas simpáticas de Rial, y además el acto de la adopción, que es la asombrosa capacidad de conceder amor a niños que no nos van a eternizar genéticamente, es tal vez la última cosa por la que puede atacar a un hombre. O para tratarlo de poco hombre, que es lo connotado en la feísima broma de Maradona.

De hecho el conductor de Intrusos decidió al parecer y tras comprobar el daño que las declaraciones maradonianas habían hecho en su casa, decidió demandar al astro futbolístico. Y es fácil creer que no se trata de una denuncia histérica sino que su familia realmente fue afectada en lo anímico por esto. No hay que ser muy genio para imaginarse que para dos niñas chicas una cosa es saber que son adoptadas y otra cosa es que el hombre más famoso y popular de la Argentina vocifere a los cuatro vientos dicha adopción como prueba de la escasa virilidad de su padre legal. Fue un acto de una crueldad y abuso de poder inauditos, y que deberían convertir a Maradona en un paria. Si no fuera por la naturaleza de su víctima.

Porque es justamente Rial el principal promotor público de esta suerte de incisiones canallas en la vida privada de los personajes públicos. Fue Rial el que decidió, cuando los payasos mediáticos que viven de ventilar su intimidad empezaron a perder rating, el meterse en plan topo en la vida de famosos y semi-famosos, en ocasiones con el permiso a medias que son las "reglas del juego" pero en ocasiones como si fueran los boqueteros del Banco Río de la intimidad mínima. Fue Rial el que inauguró salas nuevas en el palacio de la crueldad televisiva, convirtiendo a la caja boba en un aparato de chantaje desde el que se maltrataba a todo el que no seguía el juego o que simplemente era débil. Fue Rial el que presentó al más puro sadismo como periodismo de interés, logrando picos de crueldad inauditos como la trampa tendida al ganador del primer Gran Hermano, exhibiendo grabaciones de su trato con un travesti y aniquilándolo como figura pública. O la sórdida explotación que hizo de la progresiva locura depresiva de la ex mujer de Pipo Cipolatti y su trágico fin. O la brutal indecencia de la publicación de mails robados al también suicida Juan Castro y, ante la comprensible reacción de desagrado de todo el mundo, la crucifixión pública a la que se sometió al ex psiquiátra del conductor... Digo, nombro apenas algunos de sus grandes éxitos y de sus acciones más dañinas, pero en cualquier programa de Intrusos hay tres o cuatro acciones de puro sadismo y crueldad, por parte de Rial o de su repulsivo socio, Luis Ventura.

Y esta vez se encontró con un kamikaze verbal como es Maradona enojado y pasado de rosca, quién decidió embadurnarlo con la más apestosa mierda que se le ocurriera y, siendo Maradona un tipo hábil para acuñar fórmulas pegajosas (debería haber sido publicitario), va a ser mierda que Rial va a llevar encima por mucho tiempo. Sobre todo teniendo en cuenta de los miles o millones de gansos dispuestos a hacer de campana de cada pedo que el Diez se tira. No es justo, no es "justicia poética", ni siquiera prosa, pero hay algo atractivamente irónico en el que un tipo de facetas múltiples como Rial, que ha pasado de periodista de investigación aguda a crucificador de estrellitas y a chantajista televisivo sin grandes problemas, haya quedado tal vez inmortalizado por una maldad de otro hombre también experto en el herir con la lengua, con una lengua más tosca pero muchísimo más vigorosa e influyente. Tal vez ahora sepa lo jodido que es ser reducido a una sóla particularidad de nuestras vidas, a dos palabras despiadadas.

sábado, marzo 25, 2006

Nobleza obliga

Hace un par de post le rompíamos un merecido palo en el lomo de Leonardo Haberkorn, quién había publicado un editorial oscurantista y arrogante en el que metía a todos los fumadores y a todos los defensores de hacer con la salud y el espacio propio lo que se le cante en la misma bolsa. Hoy en cambio firma en el Qué Pasa una muy buena nota que cumple el justo trabajo de pasarle factura a un fenómeno mediático reciente: el aluvión de declaraciones del peor presidente democrático que haya tenido el Uruguay: Jorge Batlle.

Lo que hizo L.H. es muy sencillo pero a nadie había tenido la paciencia o el espacio para hacerlo: recopiló las declaraciones de Batlle en las últimas semanas y contrapuso algunas de las más ofensivas con sus propias acciones cuando era presidente. Es una nota redonda; amena, amarga e irritante, como todo lo relacionado con la política "divertida" del ex mandatario. Y tiene implícito el "callate" que la sociedad uruguaya entera tendría que hacerle a J.B. cada vez que abre su maligna boca, aunque tal vez se quede corto en ahondar en el simple hecho de que Batlle y Bensión deberían estar presos a causa de los contratos ilegales que firmaron con la banca extranjera.

Pero disiento con el final; L.H. cita en su editorial del mismo número un afortunado titular de Voces del Frente que colocaba la frase "Se busca oposición" debajo de una foto del desvanecido Alejandro Atchugarry, el más notorio caído de las purgas de la gerontocracia del Partido Colorado, y culmina su nota señalando que cada vez que el Partido Colorado tendría que sacarle el micrófono a Batlle porque cada vez que habla la gente tiende a ver con ojos comprensivos a Tabaré Vázquez, y no le arrima ningún simpatizante al partido de Rivera.

Bueno, eso es un problema del Partido Colorado, agrupación política que para mí es el equivalente a una camorra doméstica y cuyo fin no sólo me trae sin cuidado sino que deseo fervorosamente, pero L.H. sobre-estima la capacidad del pueblo uruguayo de recordar y discernir, y sub-estima el ego y el fanatismo ideológico de Jorge Batlle, un hombre que antes que colorado, uruguayo o batllista es jorgebatllista, y cuyo odio por algunos países y concepciones económicas es muy superior a su capacidad para diferenciar entre lo bueno y lo malo en términos nacionales. Después de su caída, cada vez que habla Batlle no hace más que enterrarse más en lo personal, pero es uno de esos personajes a los que la gente puede repudiar y sin embargo escucha. No importa la pelotudez que esté defendiendo, Batlle siempre va bien armado a sus entrevistas. Puede mentir como chorro en comisaría, pero nunca va a quedar en el aire y siempre va a tener un hecho -que puede ser totalmente falso pero siempre es verosímil- que corrobore su exposición. Y sabe lo que a la gente le gusta escuchar: de la misma forma que explotó el "que no se vayan los muchachos" para vender las reservas de oro del Banco Central (y los muchachos batieron todos los récords de emigración en su gobierno), de la misma forma que se hizo fuerte en el que no se iban a poner nuevos impuestos en su gobierno, a la inversa de en un gobierno de T.V., de esa misma forma ahora decidió hacerse fuerte en el anti-argentinismo visceral del vulgo uruguayo. Y a palabras dulces, oídos golosos. El tipo entrega la mercadería de la forma más grosera y xenófoba posible, y a la gente le gusta. Porque recordemos que Jorge Batlle "canta la justa".

Así que es totalmente cierto que el trabajo sucio que estuvo haciendo no sirve para realzar su para siempre caída imágen, y posiblemente no mine demasiado la popularidad de T.V., pero es sumamente efectivo en su objetivo último: el destruír la relación de Uruguay con el Mercosur y proponer al mismo como estado cipayo de EE.UU. Dicho así parece una paranoia izquierdista de algún semanario fotocopiado, pero es la dura realidad. Batlle es un bombardero suicida al que no le molesta el atarse veinte kilos de TNT verbal y lanzarse contra la sede del Mercosur de cabeza. Partamos de una cosa; se puede pensar lo que se quiera con respecto al diferendo de las papeleras y el lado sobre el que cae la razón, pero si hay algo innegable es que hay un hombre que no puede hablar en un diferendo entre Uruguay y Argentina. Ese hombre es, obviamente, Jorge Batlle, autor del mayor bochorno diplomático, y la mayor ofensa a un país vecino, del que se tenga memoria en estas latitudes. ¿Qué deberían pensar los argentinos viendo como se le da micrófono -y se repiten conceptos- de este hombre que los trató públicamente de ladrones "del primero al último"? Porque además no es un loco suelto: es un ex presidente del país. ¿Cómo es posible que no se lo llame a silencio, aunque sea por un mínimo de decoro?

La respuesta es sencilla: porque el discurso de Batlle, el sicario suicida, es útil para muchos intereses. Que no son los de los uruguayos, como ya quedó más que demostrado durante su patético gobierno. Así que el que ese hombre siga hablando y diciendo con respecto a un diferendo internacional no es un problema del Partido Colorado, es un problema de Uruguay entero, porque aún retirado sigue hablando como el hombre que los uruguayos eligieron para que los representara.

Que les quede claro a los que todavía piensan que fue inteligente el no haber sacado a esa lacra a patadas de la Casa de Gobierno en el 2002.

viernes, marzo 24, 2006

¡Benito hay uno sólo! ¡perros!

Mirando, Bendita TV, el nuevo programa de re-ciclaje de bloopers, momentos extraños, curiosidades y demás detritus de la TV local, un producto muy similar a PNP, pero que como no se parecía lo suficiente trajeron al propio Gastón Portal para limar diferencias, me encuentro con una singular casualidad en esta ciudad pequeña en la que las casualidades no existen.

Como los lectores atentos de este blog sabrán, su redactor habitual no se llama "benito", como firma, sino que el mismo es simplemente un nick (mi nombre real es adolfo) elegido no en honor de ningun benito humano sino en homenaje al perro Benito (o para ser exacto Juan Carlos Benito), una bestia legendaria, nominalmente de la raza de los labradores, que acecha en los paseos del Parque Rodó, asombrando a sus habitantes con su tamaño, carácter y dimensiones, y haciendolos hablar de él con el respeto reverente que los escoceses reservan al acuático y misterioso Nessie.

Ahora bien, resulta que en uno de los ¿gags? que preceden a los fragmentos televisivos que los conductores de Bendita TV reproducen y comentan, Gustavo Escanlar, personaje al que hemos criticado duramente varias veces y a quién algunos lectores extranjeros sorprendentemente han identificado con el redactor de este blog, sacó de debajo de la mesa un daschund, es decir, un perro salchicha, una de esas tristes caricaturas de perro que los alemanes inventaron en uno de sus períodos de crueldad germánica. Y acto seguido lo presenta como "Benito". Es decir, como el perro "Benito".

Ah no, a mí que no me jodan: "Benito" no es "Sultán", "Rocky", "Lobo" ni ninguno de esos nombres que se le ponen a los canes habitualmente; es un nombre de perro bastante extraño, elegido en circunstancias bastante particulares (una campaña del infame político colorado Benito Stern para intendente de Punta del Este) por quién en ese entonces era un niño de seis años (mi sobrino, quién sigue pensando que lo de "Benito" fue una muy buena idea). Quiero decir, perro Benito hay uno sólo, y en ciertos barrios es más conocido que el difunto y ridículo Jazmín, fama que se ha hecho a fuerza de dientes, estampa y carácter. No está bien entonces que se lo agarre para la chacota y se presente como "benito" a un pseudo-can que se parece más bien a su miembro viril en estado de flacidez (y tiene más o menos las mismas dimensiones).

Para que no haya más confusiones, presento una foto que ilustra el semblante del verdadero y único Benito. La persona que sostiene su macrocefálica cabeza no es un pequeño niño sino un hombre de cien kilos, así que es fácil imaginarse -si no pueden hagan un cálculo geométrico de relaciones de la foto- el aterrador tamaño real de Benito, el inconmensurable.

Así que respeto, malditas criaturas televisivas; no incluí una foto en la que el animal exhibiera su dentadura porque tal vez haya gente impresionable mirando este blog -señalo al pasar que un endurecido integrante de los Buenos Muchachos casi se desmaya al ver los destrozos ocasionados en un brazo (humano) por el colmillar de Benito en un momento de excesivo entusiasmo-, y porque el temperamento justo del bruto amarillo lo lleva a que no la exhiba demasiado. Pero no se confíen, ya ha mordido y desgraciado a rottweilers, huskys, ovejeros y dueños, y posiblemente no tenga ningún problema en hacerlo con antipatrióticos refriteros de programas argentinos. Se sabe que Benito, el perro, es generoso, manso y afectuoso (hasta poder ser considerado un plomazo) para con los rockeros under que le soplan humo de cannabis en la cara y con las muchachas bonitas que visitan a su dueño, pero su filantropía no va mucho más allá. Y ese daschund atrevido y usurpador le vendría bien para rellenarse una pequeña carie que le afea una muela.

sábado, marzo 18, 2006

Mundo pistola

Como habrán notado los lectores del blog, tengo la costumbre de trillar arriba y abajo los diarios online en busca de diversas opiniones y acercamientos a los temas del momento, costumbre que supongo que comparto con todos los lectores curiosos. Así uno coteja informaciones y enfoques y se encuentra con el espectáculo salvaje de la manipulación y la muerte de la libertad de prensa en los grandes medios como CNN, que en momentos en que EE.UU. lanzaba su ofensiva más salvaje en Irak desde el principio de la guerra, decidió hacer una cobertura global sobre la misma, yendo a sus orígenes e ilustrándola con una foto de la apertura de una tumba colectiva de víctimas de Saddam Hussein... en el año 2003. Impresionante, tenés a la aviación norteamericana lanzando los mayores ataques desde el día de la invasión e ilustrás con una foto de unas víctimas de Saddam. Si CNN hubiera cubierto la Segunda Guerra Mundial seguramente habría ilustrado la invasión de Rusia por parte de Hitler con una foto de Horst Wessel, aquel muchacho de la Hitlerjugend que los comunistas mataron antes de la guerra.

Pero ese es el absurdo de la manipulación, hay también otro absurdo, el de las noticias directamente ridículas. Noticias en ocasiones trágicas pero que por las propias características la gracia se sobrepone a la tragedia. Como una amiga que me contó la terrible historia de un peluquero de una ciudad del interior, el clásico homosexual notorio y admitido por la comunidad, que murió atragantado por un pancho. No felando a un tal Pancho sino comiendo una salchicha, un frankfurter, que se le atoró en la garganta por irla comiendo mientras manejaba su moto. El hombre era muy querido, pero esa no es forma de morirse si uno quiere que dicha muerte sea tomada en serio.

Y la semana pasada fue pródiga en esta clase de noticias. Los premios se los llevaron para mí una preocupante nota proveniente del norte de Argentina, que consignaba que un hombre que se hallaba cruzando un campo vecino fue corrido por un feroz dogo que le salió al paso. El hombre corrió y corrió y decidió treparse a un árbol para escaparse del can. Cuando se subió se encontró con una pantera negra encaramada a la copa del árbol. Me hizo tanta gracia que no terminé de leer la noticia y nunca supe cómo zafó el tipo de su día sin suerte.

Otra, que ha sido bastante reproducida por varios medios fue que a Miss Sorda EE.UU. la atropelló un tren. A la chica, una atractiva rubia de facciones hiperyanquis, se la llevó puesta un tren a pesar de los gritos de advertencia de los transeúntes y el sílbido de la locomotora, que no escuchó por motivos obvios. Sí, es triste, pero el titular "Miss Sorda muere atropellada por un tren" me alegró la mañana.

Pero en realidad todos los premios del absurdo se los llevó una noticia sobre la que tengo prohibido reírme, al igual que todos los uruguayos, y es la muerte de siete uruguayos (y la mutilación de un par mas) atropellados como la sorda por un tren en la localidad rionegrense de Young. Solo que a diferencia del tren que ultimó a la sorda este tren no estaba en funcionamiento ni fue encendido, sino que estaba usando como motor a otras decenas de uruguayos que estaban cinchando del mismo para una prueba de solidaridad televisiva.

No voy a opinar sobre la prueba en sí y lo que implica porque sigmur se ha encargado de decir todo lo que pienso al respecto en un post espléndidamente claro, pero si uno consigue -a mí que soy un hijo de puta esteticista no me cuesta demasiado, pero para algunas personas buenas tal vez sea difícil- abstraerse de lo espantoso del caso el asunto es como mínimo delirante: setenta tipos empujan un tren y el tren atropella a una decena. A mí que me perdonen pero es como el remate de un chiste de gallegos que nadie sabe cómo contar.

domingo, marzo 12, 2006

Sobre parecidos y diferencias

Uno de los mayores distintivos del suplemento Qué Pasa, publicado todos los sábados por el diario El País, son los editoriales de su director Leonardo Haberkorn, caracterizados por su ajustada prosa y su casi violenta franqueza para hablar de las taras congénitas de los uruguayos. La voluntad de los mismos de cuestionar desde el sentido común cosas que los habitantes de este país suelen dar -o damos- como incuestionables los hacen una lectura bastante atractiva y efectiva en su rol de representar el ala progresista o moderna del reaccionario y avejentado diario que publica dicho suplemento. Por de pronto ha hecho muy legibles y frecuentemente compartibles dichos editoriales, a veces hasta contradictorios con la filosofía del diario que los publica.

Pero en el último número a Haberkorn se le va la moto, le salta el espíritu feo y se las arregla para poner toda su batería lógica al servicio de un prejuicio y de la explotación del mismo: el prejuicio hacia los fumadores y la casi criminalización actual de dicho vicio o costumbre. Bajo el título de "Cabezas con humo", L.H. arremete no sólo contra los fumadores sino también contra los que cuestionan al decretazo presidencial que volvió ilegal el fumar en casi todos los lugares de Montevideo. A estos los amontona y califica de "todólogos" que "lloriquean", para terminar definiéndolos como "cabezas llenas de humo". ¿Cuál es el principal argumento de Haberkorn en contra de dichos defensores? El hombre al que él -y algunos medios- eligieron como "líder" de los fumadores, el más bien impresentable Esteban Silva. ¿Y por donde se lo ataca preferentemente a Silva? Por su aspecto, convenientemente ilustrado con una foto. Alto periodismo, sin dudas. Para eso no valía la pena tanto puterío y pelea con Gustavo Escanlar.

Como se sabe, Silva, propietario del restaurante Aranjuez, ha decidido no acatar el decreto presidencial y se ha declarado en rebeldía permitiendo que sus clientes -y él mismo, que es al parecer un fumador empedernido- piten libremente en su establecimiento. Haberkorn, antes de presentarlo en forma prontuaria, lo introduce como "el nuevo líder de los defensores a ultranza" y luego lo califica para el cargo de la siguiente forma: "Sin duda, Silva es el líder perfecto de los defensores de la industria del tabaco". Yo supongo que cualquier fumador o defensor del derecho a fumar sin ser discriminado tiene que coincidir con que la verdad es que tener a Silva -un ex-convicto por estafa que anda siempre calzado, que ha mandado cartas de apoyo a los hermanos Peirano y que a todas luces parece más motivado por un anti-izquierdismo cerril que por un espíritu libertario- de portavoz es más bien una calamidad. Pero el asunto es que no es el portavoz de nadie, no hay ningún movimiento estructurado a su alrededor y nadie más que Haberkorn lo llama líder de nada. En realidad considerarlo un líder de los fumadores por su voluntaria exposición y espacio mediático es como tomar a Sergio Gorzy como el líder de la comunidad judía uruguaya, es decir, es como mínimo exagerado, pero es útil cuando se tiene que justificar algo tan incómodo de justificar como una medida represiva unilateral. O una discriminación.

Pero aún así se le complica a Haberkorn para descalificar en la persona de Silva a todos los que no están de acuerdo con que Uruguay haya dado un paso de gigante al promover el maltrato hacia el 40% de sus habitantes. Así que se limita a reproducir una poco afortunada comparación hecha por Silva con respecto a que hasta la dictadura dejaba fumar y luego ignora cualquier argumento que Silva o cualquier otro disidente pueda sostener y va a lo que le importa: el aspecto de Silva y su actitud física. "A estos razonamientos brillantes (la comparación con la dictadura), el líder de la resistencia protabaco uruguaya le agrega un toque patoteril. Con cara de vivo, mostrando sus anillos y cadenas de oro, Silva posa para las fotos largando humo y mirando de pesado a las cámaras. Los clientes de su restaraurante se sacan fotos estrechándole la mano. Los diarios las publican." Este texto está, justamente, encima de una foto a dos columnas de Silva en la que, justamente, aparece fumando, mirando la cámara y con visibles cadenas de oro colgándole del cuello. A su lado otro tipo, vestido de negro, sonríe con un cigarrillo encendido en la mano. El pie de foto reza: "LIDER. Esteban Silva y uno de sus seguidores". Y si a alguno no le quedó claro después de describir la campaña de Silva a favor de los Peirano -algo bastante ridículo pero totalmente ajeno al tema en cuestión-, Haberkorn sentencia con singular desprecio: "Cada causa tiene los líderes que se merece".

A la pelota, qué frase lapidaria... de hecho es tan lapidaria que da miedo discutir su veracidad. Así que no lo voy a hacer, por varios motivos. El primero de ellos es que yo no creo que se haya generado una causa -lo cual es bastante inquietante ante un atropello tan evidente a las libertades privadas- y prueba tanto el daño que hizo el monopolio frenteamplista de las protestas, haciendo que hoy en día sea muy difícil estructurar protestas que vayan en contra de las propuestas gubernamentales, como la culpabilidad hoy en día asumida por los fumadores, que como los indios de algunos países latinoamericanos tienen tan interiorizado lo inferior de su naturaleza ante los ojos de los demás que son incapaces de defender sus derechos más elementales.

Pero después está el asunto del liderazgo, sobre el que Haberkorn machaca una y otra vez. Mal puede haber un lider de una causa inexistente, y la atención ganada por Silva radica más en su ruidosa desobediencia civil que en los motivos que la originaron, pero de tener que elegir los fumadores un campeón que los defienda -o un líder, para dejar contento a Haberkorn- es evidente que el más vocal y articulado de los defensores del tabaco ha sido el periodista Lincoln Maiztegui Casas, quién ha asistido de mottu propio a cuanto debate sobre el tema ha habido, humillando sin mayor esfuerzo a varios contrincantes médicos que le opusieron. También podríamos recurrir a la blogger Ghetta, quién ha entrado y salido de la cárcel del tabaco las bastantes veces como para conocer bien las bondades y males del mismo, y que sin embargo parece temerle más al autoritarismo que al cáncer. Pero claro, es mucho más fácil identificar a los fumadores con un terraja con pinta de facho (digámoslo de una vez y no gastemos tanta tinta en rodeos eufemísticos como describir las cadenitas, los amigos y la mirada de pesado) que con alguien como Líncoln o como Ghetta. Digo, es más fácil porque evita, entre otras cosas, tener que discutir con alguien como Líncoln o como Ghetta.

Haberkorn en cambio decide adjudicarme a mí, un cabeza llena de humo que no fuma desde hace siete años, el sometimiento al liderazgo de una persona con la que sólo coincido en una cosa y por muy distintos motivos. Yo en cambio, voy a evitar la grosería de suponer a los directores de El País -viejos paladines de las dictaduras, el anti-sindicalismo y las roscas corporativas mediáticas- los "líderes" de Haberkorn, aunque su poder de decisión sobre la vida del director del Qué Pasa sea infinitamente superior a la que Silva tiene sobre mí o sobre cualquiera de las personas que conozco y que piensan como yo respecto a este tema. Pero no está bien que alguien que no piensa como nosotros, y que de hecho es nuestro detractor, todavía se arrogue el elegirnos y definirnos un líder.

El fin de semana pasado estuve en uno de los escasos boliches en los que tocan bandas, un lugar que no se caracteriza por su ventilación. Y a decir verdad que la ausencia de humo era para mí, que cada vez que tocábamos allí la ropa me quedaba con olor a cenicero, una novedad bienvenida. Lo cual me hizo pensar en que la normativa tenía su sentido en un lugar cerrado al que se va no a fumar sino a ver un espectáculo musical, de la misma forma en que tiene sentido que exista la prohibición de fumar en los cines. Pero luego fui hasta un pub cuya atmósfera también solía contener una cantidad insana de humo, encontrándome con el mismo aire limpio. Sin embargo en este caso no me resultó tan estimulante la diferencia. ¿Por qué? Porque nadie me había obligado a ir allí y era originalmente un centro en el cual la gente se reunía a beber, a fumar y a conversar, sin mayores atractivos más que ello y una agradable ambientación. La excusa "uf, no puedo ver una banda sin tener que fumarme el humo de los fumadores" no corría, no había allí actividad principal más allá de la de fumar, beber e interrelacionarse. Y si alguien me soplaba el humo en la cara en una forma particularmente insoportable, me quedaban tres recursos que los legisladores de costumbres y los periodistas arrogantes parecen ignorar: uno era pedirle de buena manera que no lo hiciera y que no me tire el humo en la cara. Otro pedírselo de mala manera y el último, horror de horrores para los no-fumadores, era salir. En cualquiera de los dos primeros casos sería una conversación entre dos adultos que viven en la misma ciudad y que no necesita ningún poder fáctico estatal de por medio.

Porque el asunto es que no todo es legislable, yo estoy de acuerdo con la gran mayoría de las medidas anti-tabaco. Lamento haber sido parte de una generación en la que se fumaba, por ejemplo, en ámbitos universitarios, en clases cerradas de poca o nula ventilación. Lo lamento por mala educación, no por el daño ficticio que le pueda haber hecho a mis eventuales compañeros de clase, ya que si uno le creyera a las histéricas campañas anti-tabaco, el soplar humo cerca de un no-fumador sería algo similar a soplarle anthrax en la cara. Pero en mi disculpa para mi mala educación puedo ofrecer la cobardía o la excesiva modestia de mis compañeros no-fumadores, si cualquiera de ellos me hubiera planteado su molestia por el humo yo no habría fumado en clase, porque contrariamente a lo que dicen los cruzados de la salud, el fumar es algo controlable y los fumadores no lo hacen para enemistarse con el resto de los humanos dañándoles la salud, sino que lo hacen porque les resulta placentero. Una sociedad en la que el diálogo razonable entre ciudadanos es imposible y se debe recurrir a la coacción legal para todo lo que nos molesta es una sociedad de cobardes y de histéricos. Y además de cipayos culturales, porque a nadie se le escapa el que el anti-tabaquismo es una moda mundial, como el I-Pod pero con la diferencia de que jode a más gente.

El asunto es que uno sólo punto negativo puede desnaturalizar la más justa de las legislaciones, algo que los políticos saben bien por lo que suelen enterrar sus medidas más jodidas dentro de varios puntos. Y este es un caso claro, ¿está bien prohibir fumar a los menores? sí, claro, ¿está bien prohibir fumar en centros de salud y enseñanza? también, deberían haberlo hecho antes, ¿está bien prohibir fumar en las oficinas públicas y en los ámbitos laborales? bueno, sí, en los casos en que por el número de empleados sea difícil el llegar a un arreglo civilizado, y en los sitios en que se atienda al público también, ¿está bien el prohibir a grosso modo el fumar en determinados edificios públicos sin contar con los espacios abiertos o bien ventilados donde los fumadores pudieran pitar en sus ratos libres sin incordiar a nadie? ahí ya está más jodido, pero convengamos en que es difícil ajustar una legislación a una definición de espacio bien ventilado, ¿está bien prohibir el fumar en centros nocturnos privados y de asistencia totalmente voluntaria? no, ni en pedo, el pacto tóxico en un espacio de estas características es entre el dueño y sus clientes. Y el Estado y demás metiches que se metan la nariz y la opinión en el orto.

Una pregunta que ni Haberkorn ni ninguno de los policías de la salud me ha sabido contestar es que si el humo de los fumadores le resulta tan desagradable, letal y terrible a los no-fumadores, ¿por qué estos se desviven por ir a lugares que justamente se encuentran, o se encontraban, repletos de estos uruguayos sucios y malos, y que estaban planteados desde un principio como sitios en los cuales ir a relajarse ingiriendo substancias relajantes, es decir, alcohol y tabaco? ¿por qué no aparecieron como hongos los bares para no-fumadores y se llenaron de guita? Al fin y al cabo los no-fumadores son mayoría y están de moda... Si el problema es la salud de los trabajadores que están obligados a coexistir con los asquerosos fumadores a cambio de dinero, ¿por qué no promover una prima de salud, un plus económico que obligara a los pubs donde se fume a pagar doble sueldo? Y si no se quiere se tranforma al pub en un pub para no-fumadores y presto, acabado el problema. ¿Por qué no optar por una propuesta que considere los dos lados de la violencia y que no convierta a nadie en un paria?

La respuesta es simple: porque a la gente le gusta oprimir, a la gente le gusta intervenir en la vida de los demás para que los demás combinen mejor con su concepto de decoración social, porque a la gente le gusta el amparo de la ley para sacar afuera un poco de violencia represiva, porque a la gente le gusta derivar sus decisiones y sus interacciones a los poderes fácticos de la ley, porque a la gente no le gusta la libertad, porque a la gente si se les da una ley que autorice el apalear a, pongamos, los epilépticos, recorrerían las salas de los hospitales a la búsqueda de alguna víctima del mal menor o mayor para cagarlo a palazos. Es así, que le vamos a hacer, y los que facilitan instrumentos legales son un perfecto ejemplo de gente.

Los que sueñan con una sociedad futura en la que nadie fume, nadie haga nada que sea perceptible por los demás y nadie se muera podrían hacer mejores cosas que amargarle la vida a los cientos de miles de fumadores que asumen su conducta semi-autodestructiva con la misma paz que todos asumimos nuestras conductas más o menos dañinas, molestando y ensuciando el medio ambiente mucho menos que, pongamos, una camioneta o una planta de celulosa. Podrían, por ejemplo, dedicar un poco de tiempo educativo a desglamorizar el cigarrillo mediante la simple educación, sin mentiras descaradas y con los datos objetivos, sin trampearlos incluyendo a todos los enfermos de cáncer de pulmón y a todos los aquejados por enfermedades cardíacas como víctimas de sus cigarrillos. O de los cigarrillos del vecino de enfrente. Podrían, como hago yo las pocas veces que me parece pertinente sugerirle a alguien qué hacer con su vida, hablarles de los placeres que se pierden por el cigarrillo, el placer del olor, el placer del gusto, el placer del aire entrando y saliendo libremente de los pulmones tras un saludable trote por la rambla. Y ya que están educando, aprovechen también para educar sobre algo bastante más incontrovertible que el daño que producen los cigarrillos, y que es el simple hecho de que todos, tarde o temprano, nos vamos a morir. Que Vázquez, Haberkorn, Maiztegui, Benito, todos los alumnos de todas las clases y todos los gurús de la new age nos vamos a morir, y que no nos vamos a morir -a menos que optemos por un rápido y decidido suicidio- en el momento y la forma en que querramos, sino que vamos a morir un poco antes o un poco después, tal vez gracias o por culpa de nuestras conductas, tal vez por simple azar. Que la dignidad y nobleza de nuestra muerte no va a depender ni de los cigarrillos ni de los decretos que los regulen. Y que, al contrario de lo que todo el mundo parece tomar como nuevo dogma, la muerte no es la enemiga de la humanidad, sino tal vez todo lo contrario. Y la familiaridad con la misma, algo que no excluye ni el dolor ni el respeto, una jeringa a la que no hay que rehuirle el culo.

Tal vez Haberkorn se haya contagiado del espíritu milenarista de otro escriba estrella de El País, el literato colorado devenido en pensador neoliberal Carlos Maggi, quién desde su página semanal (los domingos esta vez) ha propulsado una decidida y fervorosa campaña en contra del tabaco y su industria. Una campaña entusiasta hasta el punto de volverse casi su tema definitivo y único. Ultimamente Maggi sin embargo ha introducido otro tema en casi la misma proporción: la defensa a ultranza de las plantas de celulosa sobre el Río Uruguay y la negación de la más mínima posibilidad de daño al medio ambiente a causa de las mismas. Es un postulado interesante, a primera vista parece una contradicción, después, si se lo piensa un poco, la contradicción desaparece y lo que queda es un viejo conocido de los nacidos en el S.XX: el viejo y querido positivismo científico, el consolador amigo que nos dice que nadie se va a morir nunca y que cuando aquí se acabe el espacio nos vamos a las estrellas.

Curiosamente Maggi es uno de los intelectuales uruguayos que surgieron con ímpetu ligeramente parasitario a la sombra del escritor Juan Carlos Onetti, un fumador tan compulsivo que debe su primera gran novela, El Pozo, a una noche de desesperación en la que por un decreto de Perón se quedó sin cigarrillos que lo calmaran y/o excitaran (los enemigos del tabaco nunca se han preocupado por investigar el misterio de la única planta que es tranquilizante y estimulante a la vez pero que permite que el propio cerebro regule el efecto que el cuerpo necesita). Como todos sabemos, Onetti, angustiado, escribió el libro -o buena parte del mismo- para distraerse de la ansiedad provocada por la falta de nicotina. Luego siguió fumando como descosido, y fumando escribió El Astillero, que a mí me gusta mucho más. Y fumando siguió, años y años, hasta el punto de que para ilustrar esta nota no me resultó difícil encontrar una foto del hombre fumando y sí me hubiera costado lo contrario. Y fumando estuvo, parado, sentado, en la cama de la que no quiso levantarse sus últimos años, hasta que un día se murió. Ni un día antes ni un día después.

Bueno, yo cuando lo veo no veo a una bestia ni a un ignorante. Ni a alguien al que considere que hay que echar de un bar. No sé por qué no me imagino a Maggi exigiéndole que apague el pucho y que si no lo hace llama a la ley.

martes, marzo 07, 2006

El crimen paga

Hace algunos días ví la tramposísima película El exorcismo de Emily Rose, en cierta forma una de las mayores avanzadas del cine cristiano después de La Pasión de Cristo de Mel Gibson, una escena me resulta inquietante, al menos si uno va a aceptar la premisa propuesta por la película. Recordemos una cosa fundamental: la película está basada en un caso real, el de la chica alemana Anneliese Michel, muerta tras un complicado exorcismo y cuya historia al parecer los alemanes también pretenden contar cinematográficamente con mayor fidelidad a los hechos. Como los estadounidenses no pueden entender películas en las que les pasan cosas a extranjeros y menos si estas están ubicadas hace tiempo (el caso Michel ocurrió en los años setenta), Scott Derrickson llevó la historia a Estados Unidos y a la actualidad, pero muchos de los hechos fueron respetados.

Esta, la segunda película en poco tiempo sobre exorcismos "reales" (la otra es la infame y televisiva Possessed, recreación del único caso documentado de exorcismo en Estados Unidos, el caso de un chico de Maryland en el cual se basó William Peter Bleatty para escribir El Exorcista) es un equivalente en el campo de lo demoníaco de la discusión actual en Estados Unidos entre creacionistas y darwinianos, discusión que pretende poner en pie de igualdad a la Teoría de la Evolución y a los siete días creativos de Jehováh. Lo que propone El exorcismo de Emily Rose es, mediante un juicio de final dividido, plantear la igualdad de posibilidades entre que la chica estuviera poseída por una patota de demonios y la que sufriera de epilepsia psicótica, como sostuvieron los médicos que la trataron (lo cual tal vez sea una discusión inútil, tal vez la epilepsia sea un demonio llamado de forma distinta, lo mismo que la glosolalia no deja de ser el "hablar en lenguas"). Pero bueno, el asunto es que la película arranca ilustrando en flashbacks -se parte de que la chica ya está muerta y que se trata de averiguar los motivos de su fallecimiento- lo que, en un principio parece una terrible posesión, pero luego es ilustrada a lo Rashomon como un simple ataque epiléptico. Esto es al principio, a la mitad la película tira la chancleta, se acerca al cine de terror y privilegia abiertamente la mirada religiosa, es decir, la que sostiene que la pobre desgraciada tenía demonios encima como mi perro tiene pulgas.

Una de las escenas que la película ilustra sin contraparte científica es la del exorcismo propiamente dicho de la chica, que se pone a hablar en lenguas (latín, arameo, el repertorio clásico del diablo, que al parecer nunca oyó hablar del vesre o el lunfardo) y enumera los demonios que dice tener en su interior. Ellos son Lucifer, Cain, Judas Iscariote, Nerón y Hitler, lo cual fue tomado textualmente de los testimonios del caso Michel, obviando a un sexto demonio que era un cura satánico holandés del siglo XVI, Fleischmann, que posiblemente fuera muy oscuro para los espectadores norteamericanos. La enumeración tiene su sentido en el caso de la Michel y es una prueba tanto de la profunda y estricta educación católica y políglota de la familia de la chica bávara (algo también dejado de lado por esta película deshonesta) como de la culpabilidad que los jóvenes alemanes sentían y posiblemente sienten en relación a la historia de su país en el siglo XX y la demonización del Tercer Reich y sus figuras emblemáticas. Pero lo interesante es que dejando de lado al lucero del alba, Lucifer, y a las controvertidas figuras bíblicas de Cain y Judas, los demás espíritus que la chica mencionaba como huéspedes indeseados de su cuerpo eran criminales humanos y que tuvieron un fin humano. A lo que voy es, según la teoría católica más dogmática y tradicional, casi todos estamos destinados al horno de allá abajo (no sé tú, pero lo que es yo...) donde en relación a nuestros pecados se nos asignará un distinto castigo. Dante ha descripto, por ejemplo, los tormentos de Judas Iscariote y creo -perdonen pero hace tiempo que no le pongo las manos encima a la Divina Comedia- que también el fraticida Caín tiene su lugar. Otra gente ha especulado con el destino infernal de los grandes criminales humanos, por ejemplo la película Little Nicky representa a Hitler como un condenado a ser sodomizado con frutos de ananá sin pelar por toda la eternidad. Nerón parece estar destinado, para expíar el haber usado a algunos cristianos como antorcha, a quemar CDs y DVD eternamente. Y bueno, ese sería el destino para estos villanos según el dogma cristiano.

Entonces, ¿qué hacen en la Tierra poseyendo a jovencitas y haciéndole la vida imposible a unos curas? ¿no significa esto una especie de ascenso o upgrade de estos criminales humanos? Convengamos en que todos los habitantes del infierno, desde Lucifer hasta el chorro que se cayó de un balcón, están condenados al terrible castigo de no poder verle la cara a Dios (literalmente) por toda la eternidad. Pero una vez que uno se hizo a esa idea, ¿no es mejor andar suelto por Alemania y metíendose en el cuerpo de veinteañeras en lugar de que le metan ananás pinchudos en el culo? ¿ese es el castigo que le dieron allá abajo al pintor austríaco? ¿nada más?

Por eso, a los que sostienen que el caso de la Michel es un buen ejemplo de lo inexplicable y de "comprobadas" posesiones demoníacas, peligroso me parece el usar estos casos como prueba irrefutable de la presencia del maligno, a más de un buen entendedor le puede parecer un buen negocio el genocidio.

miércoles, marzo 01, 2006

New Helsinki

Como se sabe el gobierno argentino ha hecho una propuesta oficial al uruguayo, pidiéndole que suspenda las obras en la planta de Botnia durante 90 días para hacer un estudio sobre el impacto ambiental de la misma. Aparentemente esto sería una concesión del gobierno uruguayo a la presión de la vecina orila, pero a buen entendedor es claramente una claudicación del gobierno argentino. Disfrazada de pedido simple de cumplir y una mano tendida para alcanzar un acuerdo que permita terminar con este asunto sin que ninguno de los gobiernos salga particularmente humillado. Es decir "dennos 90 días para hacer dos o tres análisis cosméticos y desactivar los cortes de ruta, y luego todo sigue abrazo va, abrazo viene, como siempre..."

Aunque en este momento (1 de marzo, 20.00 hs.) el gobierno uruguayo no ha contestado oficialmente, pero extraoficialmente el Ministro de Vivienda y Medio Ambiente, Mariano "Pangloss" Arana, ha deslizado que el mismo se negaría a la solicitud de su vecino. El argumento no es condicional ("no vamos a detener las obras si no se levantan los cortes de ruta") ni de principios nacionalistas ("no vamos a detener las obras porque somos muy machos y no nos prepotea nadie") ni por motivos fácticos ("no vamos a detener las obras porque se nos pudren los eucaliptus o los obreros se nos resfrían por las lluvias de marzo"). El motivo aducido por Arana es que el país "no tiene la instrumentación legal para hacerlo". Ah, es por eso...

Ahora, algunas preguntas que ya no tienen que ver con si las plantas contaminan, con si los entrerrianos tienen razón o no ni nada de esos temas sobre los que hemos discutido abundantemente. El asunto es: acá hay un diferendo internacional serio que está causando prejuicios serios y muy concretos a la economía de Uruguay. Ante una situación así, ¿Uruguay carece siquiera de la capacidad de suspender temporalmente las obras de una empresa extranjera? ¿los intereses de una empresa extranjera tienen privilegio legal por sobre, pongamos, las empresas de transporte en ómnibus nacionales, que se están fundiendo a la velocidad de la luz por el alargamiento de sus rutas? Quiero decir, ya ni siquiera estoy pidiendo o diciendo que lo hagan sino que me pasmo ante las excusas para no hacerlo... ¿quién puede creer que si, por ejemplo, los más apocalípticos de los ambientalistas tenían razón y el río se empieza a morir, que Uruguay va a detener las fábricas si no puede siquiera ahora demorar tres putos meses la construcción de las mismas? Yo pregunto, ya sabemos que se les regaló una zona franca, lo que implica que no pagan impuestos y hacen lo que se les cante con sus empleados pero, ¿se les regaló además el terriotorio para que hagan una mini-república independiente? ¿la little Helsinki de Fray Bentos donde el gobierno nacional carece del más mínimo poder? ¿esta suerte de mega-terriotorio de embajada es lo que se entiende como seguridad jurídica? ¿no es más bien el "vale todo" jurídico? Hemos visto contratos firmados por la dupla del apocalípsis Bensión, Batlle que hacían caducar las posibilidades de reclamo de la justicia uruguaya (supuestamente un poder independiente) ante la extorsión de los banqueros extranjeros, pero al menos estos estaban fuera del país. Quiero decir ¿qué CARAJO se firmó en favor de las fábricas de celulosa y en qué CARAJO estaba pensando el que lo firmó?, y, para los perros que ladran en nazionalismo; regalar parte del territorio nacional, ¿cómo se justifica en términos de soberanía?

Mientras termino de escribir esto el vicepresidente de la R.O.U., nada menos, ofrece una respuesta más oficial. Según Rodolfo Nin Novoa, la propuesta de Argentina no es algo a considerar o a lo que ofrecer reparos sino que simplemente es una "impertinencia". Genial, es lo más inteligente que se le puede decir a alguien del temperamento volátil de Kirchner y que se siente acreedor del triunfo de Nin y Vázquez en la primera vuelta y gracias a quién disfrutan de la mayoría en las cámaras... qué huevos Nin, qué defensa de los intereses de Uruguay...

Bien, un mensaje a los transportistas, a los que tienen trabajo, negocios o familia del otro lado del río y a todos los que van a ser triturados económicamente por el corte de rutas y el más que probable corte de relaciones económicas y políticas con Argentina: que no los engañen, como están planteadas las cosas ustedes no van a ser sacrificados por el futuro de Uruguay ni por el bien de la mayoría ni por la prepotencia argentina, ni siquiera por el monstruoso ego de Vázquez-Novoa. Ustedes van a ser destrozados para proteger los intereses de una empresa escandinava, nada más. Reclamen su estatua en Helsinki o en Kotka, al lado de la de los héroes de la guerra ruso-finesa de 1939. Se la merecen.

En el horno

El leer los titulares de los diarios sin comprarlos es uno de los ejercicios de información preferidos de los uruguayos en los tiempos de la mafia Espert, lo cual es evidentemente un método muy incompleto pero que obliga entre otras cosas a agudizar la capacidad semiótica del curioso pelagatos.

Hoy miro los tres titulares principales de La República:

1) Entrevista a Tabaré Vázquez: "No rechazo el ALCA, quiero discutirlo sobre otras bases"

2) En el marco de la polémica, hoy se pone en marcha la prohibición de fumar en espacios cerrados, públicos o privados

3) Otra ocupación: ayer le tocó a la fábrica de secadores de pelo Medeltop; desde la empresa se considera una medida desproporcionada


Y de pronto veo un triángulo, no menos maléfico que el de las Bermudas y de seguro más evidente, entre las tres notas. En primer lugar llama la atención la existencia misma de la nota de tapa, Vázquez es reconocidamente reacio a las entrevistas téte a téte y no guionadas, pero esta se presenta como tal, que yo sepa la única o una de las únicas concedidas a medios de prensa uruguayos desde que asumió, y concedida en una fecha clave: al cumplir un año de su administración. ¿A quién se la concede? A un medio compañero como corresponde... pero no, evidentemente no se trata de eso porque hace casi una década que, tras una rabieta producida por algunas críticas, Vázquez no le da entrevistas al más prestigioso medio de izquierda, Brecha, silencio apenas interrumpido en las elecciones, cuando contestó una entrevista por escrito. No, Vázquez habla por el medio oficial no-oficial, el diario de Federico Fasano, porque aparentemente a Vázquez -presidente de izquierda- no lo ofenden las persecuciones sindicales o los chantajes, así que la nota se le concede a un enemigo declarado de los trabajadores. Cosa que además está probada en el tercer titular, redactado como si fuera el dedo índice en alto de un puño burlón. "Otra ocupación..." "ayer le tocó...", ¡qué fastidio Federico, la verdad! ¡qué malos que son los trabajadores sindicados! ¡Uno se calienta tanto que lo pone en portada -aunque sea una nota laboral menor- y además dejamos hablar a los que lo merecen! Es decir: "desde la empresa se considera una medida desproporcionada". Tomá.

¿Pero, aunque el diario sea plural, no será un poco tendencioso (tendencioso a la derecha) este titular menor, ya que la nota de tapa es justamente a Tabaré "Tiemblanraíces" Vázquez? Bueno, no tanto, fíjense bien en cuál es la frase destaque del reportaje -que leí en la edición digital y es bastante extenso-: "No rechazo el ALCA, quiero discutirlo sobre otras bases". Quid pro quo, el mensaje llegó a casa.

¿Y el segundo titular? Ah, esa es la velita de la torta de cumpleaños y donde Federico el grande prueba que no es un obsecuente cualquiera sino uno calificado. Fijénse, ahí está el adjetivo plural: la medida de prohibir fumar en ámbitos privados a los que el Estado jamás fue invitado para que Uruguay pase al primer mundo es calificada como "polémica".

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