lunes, marzo 22, 2004

Dos razones (más) para odiar a los publicistas y a algunos modistos

Veo, tardíamente supongo, el famoso anuncio comercial de Pepsi en el que participan Beyoncé, Pink, Britney Spears y Enrique Iglesias, cantando "We Will Rock You". Me asombro ante nada de tres cosas: a) lo caro que es b) lo largo que es y c) lo berreta que es. Evidentemente Pepsi tenía un buen rubro de publicidad este año y el sobrino de uno de sus principales accionistas estaba estudiando publicidad o algo así.

No voy a describir lo que todos vieron pero que mal que cantan las tres gansas hiper-promocionadas, hasta Axl Rose había salido más o menos airoso con su versión mal afinada del tontísimo pero agradable tema de Queen, pero estas tres imbéciles se quejan como si hubieran pisado caca de chien, con todos los melismas al pedo que se puedan hacer sobre una vocal y con menos sex appeal que Mirtha Legrand en tanga. Un horror horrible y horripilante.

Me imagino que me pueden contestar "sí, pero éstas estan para darles". Bueno, todo el mundo está para darle si se piensa como un chimpancé que se comió un refuerzo de viagra, pero teniendo en cuenta que mi posibilidad real de conocer bíblicamente a cualquiera de estas gritonas señoritas es igual e idéntica a a cero, me importa un carajo. Hasta mi líbido platónico necesita algo más que tres malas cantantes vestidas como Espartaco haciendo el ridículo en un comercial nefasto e idiota, que para peor estimula la noble fantasía de que Enrique Iglesias es sodomizado y devorado por un león, cosa que sabemos que no ha sucedido.

Salgo de mal humor y me cruzo con una de las chicas más lindas que he visto en los últimos tiempos. Sí, exactamente como estás pensando pero mucho mejor, una criatura angelical de las que te hacen desear haber estudiado otra cosa. Pero el efecto se desvanece porque la mal aconsejada señorita luce la prenda de ropa más fea, antiestética y destructora del deseo que conozco: una maxi-falda hasta el tobillo de jean azul. Qué cosa más horrible, por dios. Me daban ganas de pararla y decirle "señorita, disculpeme pero usted está comprando ropa en el negocio de un gay particularmente misógino. Puedo excusarla porque tal vez sea una táctica, ya que usted es tan bonita, para ahuyentar a los buitres que suelen atestar esta ciudad, pero es un crimen visual y no tiene derecho. Sea patriota".

Obviamente no le digo nada y la chica desaparece, totalmente ignorante de la ofensa que acaba de infligirle a mi conato de romanticismo autista. Y yo vuelvo y escribo esta melancólica pelotudez.





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