jueves, marzo 18, 2004
Mirando canciones (III) - Yo soy quién espía los juegos de los niños
(volvemos a la música pero seguimos con España)
“Es increíble, no hay una puta rima”, me dice con asombro el pelado guitarrista J.S. al escuchar “Yo soy quien espía los juegos de los niños” del también calvo Jorge Martínez, alma mater, compositor asturiano y figura relevante de Ilegales, cuya letra transcribo a continuación.
"Nuevas parejas se estrenan esta noche / entre las sábanas de pensiones baratas / diez mil obreros en paro / esperan en la plataforma / de suicidio colectivo / yo soy quien espía los juegos de los niños / si te despistas estaré en tu bolsillo / yo soy quien espía los juegos de los...
Muchachos duros ingresan en la mafia / papá revolver protege a sus hijos / los estudiantes se suicidan / disparando contra la policía. / Los maestros se quejan por los cristales rotos / en todas partes hay gente idiota / yo soy quien espía los juegos de los...
Madamme Claude se abanica / con sus acciones devaluadas al 40 por cien / nuevos cantantes hacen el ridículo / en viejos festivales como Eurovisión. / Yo soy quien espía los juegos de los niños / si te despistas estaré en tu bolsillo / yo soy quien espía los juegos de los..."
Es rigurosamente cierto y hasta parece a propósito; a excepción de los dos primeros versos del estribillo no hay una puta rima, ni consonante ni asonante, ni una rítmica interior precisa, ni nada, y sin embargo suena, tal vez por pura suerte pero suena. Algo que puede decirse de toda la obra de Ilegales en los ochenta. La canción contiene todas las virtudes de una buena canción de Ilegales; musicalmente es sub-Clash, o New Wave atorrante, e inclusive tiene un dejo del infame M. Knopfler en el sonido de la Fender (esas cosas pasaban en los ochentas) pero, y me repito, funciona, y especialmente por lo que corresponde a la voz, que al igual que en Kortatu, hace la diferencia y deja a la banda parada en un lugar que resiste la simple evocación nostálgica.
Jorge Martínez era evidentemente alguien muy insular dentro de la España del destape, en parte por ser asturiano y en parte por la dificultad de meterlo en alguno de los estantes de la época. Demasiado agresivo y negativo para filtrarse en la movida madrileña, demasiado apolítico (o políticamente dudoso) para entrar en el Rock Radikal Vasco, demasiado falto de glamour para colarse con los rockers barceloneses, demasiado pelado y demasiado hecho mierda en general. Pero tenía tres armas letales; un talento considerable para la elaboración de melodías, una voz aguda y sufrida para entonarlas y una capacidad envidiable para armar letras con retazos de ideas.
“Yo soy…” es un ejemplo perfecto; la yuxtaposición de imágenes parece echada al azar y próxima al non-sense, pero al mismo tiempo tiene una homogeneidad notable, acumulando referencias sociales violentas e imágenes de sexo y revuelta sumadas al desencanto que es la marca de fábrica del autor. La España del destape es vista a través de la bruma melancólica de alguien prematuramente desencantado, pero a la vez excitado, por la atmósfera de auto-destructividad libertaria que predominó por un breve tiempo feliz en la Madre Patria. Todas las canciones de Ilegales en sus primeros discos no hacen otra cosa que repetir lo mismo con mayor o menor cantidad de violencia, nihilismo, transgresión y humor negro. Las letras de J. M. pueden parecer una especie de caricatura rockera, pero generalmente (en sus primeros discos) cada vez que va a pisar el palito tiene una salida inesperada que arroja nueva luz sobre el asunto. Sólo así puede salir más o menos sano y salvo de algo tan irresponsable e impresentable como “Heil Hitler”, canción provocativa (e imposible de editar hoy en día) que pasa de la violencia gratuita y racista a la reflexión melancólica en media estrofa.
En el collage de “Yo soy…” la aparentemente descolgada estrofa que se refiere a los “nuevos cantantes” es autorreferente. El disco que contiene esta canción fue pagado gracias a un premio ganado por Ilegales en el mismísimo festival de Eurovisión. Revisando las letras del sitio oficial descubro que dicen “los NUESTROS se quejan por los cristales rotos”, la escucho y dice “los MAESTROS…”. Me gusta más.
¿Era Martínez el gran letrista de su generación? Es difícil decirlo; Kiko Veneno es evidentemente más articulado y cuidado en su lírica, Sábino Mendez más romántico y narrativo, Fermín Mugurza más combativo y contundente. Pero ninguno es más desesperado y peligroso. Ni la primavera alfonsinista ni la explosión del rock montevideano de los ochenta tuvieron un bardo así. Posiblemente nadie quería ensuciarse las manos.
Hoy en día las canciones de Ilegales quedan como recuerdos de lo que no fue, de un proyecto cultural destructivo y creador que desapareció bajo la bonanza cultural de los noventa (o de su promesa en el Río de la Plata). Martínez e Ilegales siguen sacando discos, que presumo por lo poco que conozco de tan poco interés como los discos recientes de Loquillo o Siniestro Total, y sacándose fotos impresentables.
Prefiero recordarlo en su gloria de “Yo soy quien espía…” y recoger algunos fragmentos al azar de otras canciones, representativos de la capacidad de este dinamitero asturiano.
No me acaricies el pelo, / que tengo poco, / y ninguno de tonto.
(No me acaricies el pelo)
Es un sábado lleno de chicas pegajosas / como caramelos podridos / Soy un borracho, / Soy un borracho
(Caramelos podridos)
Niños sin escuela de ayer, jugadores de billar. / No les mires en los ojos, porque van desesperados. / ¿Qué les empujará? / No viven solo esperan. / Están agotados de esperar.
(Agotados de esperar el fin)
Quiero ser millonario, / para olvidarme de los amigos. / Llenar mi piscina de champán rosa, / coleccionar chicas con cicatrices. / Bañarme desnudo en las fuentes públicas, / ir personalmente a pagar las multas. / Iré tan deprisa que, se te cortará la digestión.
(Quiero ser millonario)
Hablando con las fieras del Zoo, sólo yo hablo ellas suelen mirar. / A veces me quedo quieto en mis zapatos. / Cuando era un crío, vaya una mierda. / Lo conseguisteis, me jodisteis bien. / La zancadilla, nada más nacer. / Destruye, destruye, destruye,
(Destruye)
Una ola de carne en la playa, / una mancha de sangre en la cara. / Tu padre tuvo ocho hijos, / y los ocho crecieron torcidos. / En la calle hay coches ardiendo, / los parados se están divirtiendo. / El norte está lleno de frío, / y siempre llueve en domingo. / La policía está en peligro, / y siempre hay detenidos.
(El norte está lleno de frío)
Me cago en la leche que mamaron, / los cabrones que me denunciaron, / están todos amargados, / sus mujeres huelen a pescado.
(Hago mucho ruido)
Me gusta la pasta... me gusta la pasta. / Desperdicié mi juventud / deshaciendo tu cama. / Nos odiamos hace años / y aún vamos de la mano / sin remedio, sin remedio.
(Sin remedio)
Vives en la casa del misterio, / cayendo con las sombras sobre ti, / cierras los ojos y ya te has hecho daño, / si tu te vas con quien voy a jugar, no sé.
(La casa del misterio)
“Es increíble, no hay una puta rima”, me dice con asombro el pelado guitarrista J.S. al escuchar “Yo soy quien espía los juegos de los niños” del también calvo Jorge Martínez, alma mater, compositor asturiano y figura relevante de Ilegales, cuya letra transcribo a continuación.
"Nuevas parejas se estrenan esta noche / entre las sábanas de pensiones baratas / diez mil obreros en paro / esperan en la plataforma / de suicidio colectivo / yo soy quien espía los juegos de los niños / si te despistas estaré en tu bolsillo / yo soy quien espía los juegos de los...
Muchachos duros ingresan en la mafia / papá revolver protege a sus hijos / los estudiantes se suicidan / disparando contra la policía. / Los maestros se quejan por los cristales rotos / en todas partes hay gente idiota / yo soy quien espía los juegos de los...
Madamme Claude se abanica / con sus acciones devaluadas al 40 por cien / nuevos cantantes hacen el ridículo / en viejos festivales como Eurovisión. / Yo soy quien espía los juegos de los niños / si te despistas estaré en tu bolsillo / yo soy quien espía los juegos de los..."
Es rigurosamente cierto y hasta parece a propósito; a excepción de los dos primeros versos del estribillo no hay una puta rima, ni consonante ni asonante, ni una rítmica interior precisa, ni nada, y sin embargo suena, tal vez por pura suerte pero suena. Algo que puede decirse de toda la obra de Ilegales en los ochenta. La canción contiene todas las virtudes de una buena canción de Ilegales; musicalmente es sub-Clash, o New Wave atorrante, e inclusive tiene un dejo del infame M. Knopfler en el sonido de la Fender (esas cosas pasaban en los ochentas) pero, y me repito, funciona, y especialmente por lo que corresponde a la voz, que al igual que en Kortatu, hace la diferencia y deja a la banda parada en un lugar que resiste la simple evocación nostálgica.
Jorge Martínez era evidentemente alguien muy insular dentro de la España del destape, en parte por ser asturiano y en parte por la dificultad de meterlo en alguno de los estantes de la época. Demasiado agresivo y negativo para filtrarse en la movida madrileña, demasiado apolítico (o políticamente dudoso) para entrar en el Rock Radikal Vasco, demasiado falto de glamour para colarse con los rockers barceloneses, demasiado pelado y demasiado hecho mierda en general. Pero tenía tres armas letales; un talento considerable para la elaboración de melodías, una voz aguda y sufrida para entonarlas y una capacidad envidiable para armar letras con retazos de ideas.
“Yo soy…” es un ejemplo perfecto; la yuxtaposición de imágenes parece echada al azar y próxima al non-sense, pero al mismo tiempo tiene una homogeneidad notable, acumulando referencias sociales violentas e imágenes de sexo y revuelta sumadas al desencanto que es la marca de fábrica del autor. La España del destape es vista a través de la bruma melancólica de alguien prematuramente desencantado, pero a la vez excitado, por la atmósfera de auto-destructividad libertaria que predominó por un breve tiempo feliz en la Madre Patria. Todas las canciones de Ilegales en sus primeros discos no hacen otra cosa que repetir lo mismo con mayor o menor cantidad de violencia, nihilismo, transgresión y humor negro. Las letras de J. M. pueden parecer una especie de caricatura rockera, pero generalmente (en sus primeros discos) cada vez que va a pisar el palito tiene una salida inesperada que arroja nueva luz sobre el asunto. Sólo así puede salir más o menos sano y salvo de algo tan irresponsable e impresentable como “Heil Hitler”, canción provocativa (e imposible de editar hoy en día) que pasa de la violencia gratuita y racista a la reflexión melancólica en media estrofa.
En el collage de “Yo soy…” la aparentemente descolgada estrofa que se refiere a los “nuevos cantantes” es autorreferente. El disco que contiene esta canción fue pagado gracias a un premio ganado por Ilegales en el mismísimo festival de Eurovisión. Revisando las letras del sitio oficial descubro que dicen “los NUESTROS se quejan por los cristales rotos”, la escucho y dice “los MAESTROS…”. Me gusta más.
¿Era Martínez el gran letrista de su generación? Es difícil decirlo; Kiko Veneno es evidentemente más articulado y cuidado en su lírica, Sábino Mendez más romántico y narrativo, Fermín Mugurza más combativo y contundente. Pero ninguno es más desesperado y peligroso. Ni la primavera alfonsinista ni la explosión del rock montevideano de los ochenta tuvieron un bardo así. Posiblemente nadie quería ensuciarse las manos.
Hoy en día las canciones de Ilegales quedan como recuerdos de lo que no fue, de un proyecto cultural destructivo y creador que desapareció bajo la bonanza cultural de los noventa (o de su promesa en el Río de la Plata). Martínez e Ilegales siguen sacando discos, que presumo por lo poco que conozco de tan poco interés como los discos recientes de Loquillo o Siniestro Total, y sacándose fotos impresentables.
Prefiero recordarlo en su gloria de “Yo soy quien espía…” y recoger algunos fragmentos al azar de otras canciones, representativos de la capacidad de este dinamitero asturiano.
No me acaricies el pelo, / que tengo poco, / y ninguno de tonto.
(No me acaricies el pelo)
Es un sábado lleno de chicas pegajosas / como caramelos podridos / Soy un borracho, / Soy un borracho
(Caramelos podridos)
Niños sin escuela de ayer, jugadores de billar. / No les mires en los ojos, porque van desesperados. / ¿Qué les empujará? / No viven solo esperan. / Están agotados de esperar.
(Agotados de esperar el fin)
Quiero ser millonario, / para olvidarme de los amigos. / Llenar mi piscina de champán rosa, / coleccionar chicas con cicatrices. / Bañarme desnudo en las fuentes públicas, / ir personalmente a pagar las multas. / Iré tan deprisa que, se te cortará la digestión.
(Quiero ser millonario)
Hablando con las fieras del Zoo, sólo yo hablo ellas suelen mirar. / A veces me quedo quieto en mis zapatos. / Cuando era un crío, vaya una mierda. / Lo conseguisteis, me jodisteis bien. / La zancadilla, nada más nacer. / Destruye, destruye, destruye,
(Destruye)
Una ola de carne en la playa, / una mancha de sangre en la cara. / Tu padre tuvo ocho hijos, / y los ocho crecieron torcidos. / En la calle hay coches ardiendo, / los parados se están divirtiendo. / El norte está lleno de frío, / y siempre llueve en domingo. / La policía está en peligro, / y siempre hay detenidos.
(El norte está lleno de frío)
Me cago en la leche que mamaron, / los cabrones que me denunciaron, / están todos amargados, / sus mujeres huelen a pescado.
(Hago mucho ruido)
Me gusta la pasta... me gusta la pasta. / Desperdicié mi juventud / deshaciendo tu cama. / Nos odiamos hace años / y aún vamos de la mano / sin remedio, sin remedio.
(Sin remedio)
Vives en la casa del misterio, / cayendo con las sombras sobre ti, / cierras los ojos y ya te has hecho daño, / si tu te vas con quien voy a jugar, no sé.
(La casa del misterio)
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