jueves, marzo 04, 2004
Say you love Satan
El acceso musical ilimitado que suponen los sistemas de intercambio de mp3 me ha permitido darme algunos placeres culposos y acceder a géneros intrigantes que nunca habría tenido ni tiempo ni dinero ni contactos como para conocerlos. Retomar, por ejemplo, mi romance adolescente con el metal, conociendo bandas y vertientes que van mucho más allá de los admisible por el buen gusto y la vanguardia (Sabbath, Zeppelín, el sludge en general, el doom experimental, Dillinger Escape Plan) y poder disfrutar de la brutalidad del death metal de Florida o la majestuosidad del metal noruego. En el caso del metal noruego, sé que mi interés no es único ya que desde hace algún tiempo han empezado a aparecer notas sobre el mismo o sobre artistas provenientes del mismo en revistas y publicaciones online que otrora no hubieran tocado un disco de metal ni con un palo, descubriéndolo en realidad una década después de su apogeo. Lo cual es bastante lógico también, porque el black metal noruego es una música difícil, sumamente antipática en su imaginario e ideología y muy poco (nada) cool. Es decir, es un gusto adquirido que anteriormente nadie se hubiera tomado el trabajo de adquirir.
Todo amante de G.G. Allin, Sid Vicious y el rock como forma de abuso que trasciende la mera imagen performática para volverse peligrosamente real conoce ya la tétrica historia de Mayhem, Varg Vikernes, Faust, Dissection y demás anormales escandinavos que, entre que quemaban una iglesia, se iban a hacer rituales al bosque o mataban a alguien, hacían discos de portadas impresentables y se pintaban la cara como Kiss. Pero si uno trasciende el interés morboso por lo anecdótico (y pasa de lado los antipáticos aspectos ideológicos de estos dementes ultra-nacionalistas) va a encontrarse con Música con mayúscula, en ocasiones algo infantil, en ocasiones desagradable, pero siempre radical, creativa, técnicamente sorprendente y extrema en todos sus aspectos. Una música que no sirve para escuchar de fondo de nada, no sirve para garchar, no sirve para andar en auto, no sirve para quedar cool con tus amigos, ni para ambientar nada que no sea una misa negra; en fin, música que exige dedicación auditiva completa mientras se la escucha o pasarle de largo santiguándose disimuladamente.
Me permito hacer una lista orientada para melómanos (no metaleros de raza) intrigados por estos salvajes y que no sepan por dónde empezar (o si hay que empezar). Dejo afuera por coherencia a las bandas de black no-noruegas (en general apestan, especialmente Cradle of Filth, pero por desgracia me quedan fuera los notables psicópatas suecos de Dissection, los maravillosos ponjas de Sigh y los floridenses Goatwhore), me quedan afuera por motivos de espacio bandas también interesantes como Old Man's Child, Burzum, Arcturus, Borknagar, Dødheimsgard y las bandas más identificadas con el death metal, género que para algunos es el mismo (posiblemente las mayores diferencias sean más de actitud que musicales). Es música interesante, intensa y de diversos grados de satanismo y malevolencia, que trataré de aclarar por las dudas, por si alguien se la toma muy en serio y termina bailando en una misa negra, pintado de corpse paint, desnudo y cubierto de svásticas pintadas con sangre que con suerte sea de cabra…, bueno, no es culpa mía. Yo te avisé.
Immortal – Damned in Black (2000): Ver una foto de Inmortal puede disuadir de bajar (ni hablemos de comprar) uno de sus discos, pero si uno supera la imagen de este trío, una especie de Manowar con las caras pintadas por Gene Simmons, se encuentra con una de las bandas más sólidas de la escena. Damned in Black forma junto a At the Heart of Winter (1999) y Sons of Northern Darkness (2002) la trilogía final y lo más logrado de Immortal, considerados junto a Darkthrone como los mayores puristas del género. Es discutible porque los Immortal son tan rápidos que están al borde del death o incluso del hardcore (ni se les ocurra mencionar a un blackmetalero que dije esto). Canciones sobre batallas en el ártico y tormentas de nieve, cero Satán y mucho fatalismo, un montón de talento.
Dimmu Borgir – Enthrone Darkness Triumphant (1997): Tal vez sean los más accesibles del black metal noruego, aunque para esto han caminado por las fronteras de la herejía genérica y el simple mal gusto, siendo teatrales hasta lo gracioso. Este disco es su apoteosis en cuanto a grandilocuencia y poder, sonando por momentos como un Faith No More en el que se hubiera prohibido el hip-hop o un Marilyn Manson desindustrializado. Hay Satán como para hacer a Ozzy Osbourne tomarse un litro de agua bendita y por lo menos una gran canción: "A Succubus in Rapture".
Mayhem - De Mysteriis Dom Sathanas (1994): El grupo fundacional del metal noruego dejó muy poca obra grabada y poco de ésta es rescatable. Pero éste, su principal disco, hace justicia a la fama del grupo, debida más bien a los desastres que sus integrantes hicieron con sus vidas personales. Una colección de riffs oscuros y brutales sobre los que alguien gruñe, masculla y nunca canta. Hay un momento notable en “Funeral Fog” en el que el cantante se queda escupiendo la palabra “fog” con torpeza noruega hasta que suena como “fuck”. El viejo de los cuernos está desde el título, pero el tono es más que nada nihilista.
Ulver – Bergttat (2001): Estos son más raros que un esquimal futbolista; vestidos generalmente de traje y corbata (negros, obviamente), los Ulver son unos herejes totales que van del puro black metal a los experimentos electrónicos (el dogma noruego ya no es tan firme como en los noventa) y especialmente mucho folklore acústico escandinavo. Bergttat es más tradicional que sus obras posteriores y es un disco conceptual en el que se pasa de lo acústico, cantado como un elfo que brinca por la hierba, al black brutal, cantado como un troll que se agarro un huevo con el cierre. Satanismo muy intelectual, a la Emperor, y bastante solapado.
Satyricon – Némesis Divina (1997) – Podría haber elegido cualquiera de sus discos anteriores de este solista/trío, Dark Medieval Times (1994) o Shadowthrone (1995), pero éste es el mejor grabado. Satyricon está en algún lugar entre Emperor y Dimmu Borgir, pero de alguna forma tiene un perfil más rockero, lo que lo hace más accesible (es de las bandas de BM con mayor proyección comercial) y tiene en su favor el haber hecho, en el Alpha Motherfuckers, un cover del "I Got Erection" de Turbonegro que deja anémica a la original y que es el único contacto -que yo conozca, obvio- entre el black metal y el punk noruegos. Némesis Divina está imposiblemente bien tocado y contiene la épica “Mother North”. A pesar del nombre el satanismo está más bien como decoración rebelde.
Enslaved – Monumension (2001) – Otros a los que la facha los mataba (en las primeras fotos aparecen vestidos como vikingos recién salidos de 13 Guerreros) y después maduraron como sus discos. Éste es el penúltimo antes de la disolución de la banda y combina brutalidad y folklore al igual que Ulver, pero yendo más a los extremos y generando climas sorprendentes, llegando incluso a utilizar reverb en algunas guitarras (efecto reservado en el black metal para los vocales endemoniados) y a grabar alguna canción tradicional. Nada de diablos pero vikingos hasta en la sopa.
Darkthrone – Transilvanian Hunger (1994) – Una de las cerezas de la torta, los Darkthrone son los más puristas de los puristas del BM noruego (siempre afines a escribir “True Norwegian Black Metal” en gótico sobre las contratapas de sus discos), pero a la vez se diferencian en tono de todo el resto, privilegiando siempre la negrura sobre la energía. En este disco en particular predominan los tempos lentos y las guitarras tocadas con un extraño vibrato que por momentos los hace recordar a los Dim Stars de “The Night is Coming On” o los Sonic Youth de “Theresa’s Sound World”, y la voz parece la de un Michael Gira de los primeros Swans que hubiera sido poseído por la legión de demonios que salió de Linda Blair en El Exorcista. Al igual que Emperor o Satyricon, los discos de Darkthrone son homogéneos al borde la repetición, pero son muy diferentes entre sí, y siempre suenan al borde del low-fi. De su legendaria trilogía clásica (Under a Funeral Moon (1991), A Blaze in the Northern Sky (1993)…), Transilvanian Hunger es el más oscuro y melódico y en el que, a pesar de las arrogantes y racistas expresiones con las que su lider Fenriz acompañó su lanzamiento (Fenriz es un personaje muy particular que suele irse al bosque durante días a meditar sobre la muerte, pero que a la vez tiene un extraño y negrísimo sentido del humor), predomina una depresión profunda y una raro clima casi shoegazer. ¿Satanismo? Por supuesto, pero menos del que parece.
Emperor – Scattered Ashes: A Decade of Emperial Wrath (2003): Last but not least, los reyes del black metal. Cualquiera de sus cuatro discos (seis si contamos el primer EP y el Live) es un clásico del género y tiene sus particulares virtudes. Por ello supongo que debe ser recomendable empezar con esta adecuada doble recopilación (con el primer disco, el segundo es un rejunte de rarezas sólo para puristas) que, aunque todos los discos son homogéneos y conceptuales, funciona como un buen paneo de la gloria tenebrosa de Emperor. Como si estuvieran totalmente condicionados por el nombre, los Emperor sonaban siempre majestuosos y con un poder inédito para cualquier banda. Wagnerianos, Spectorianos, capaces de meter todas las notas posibles entre dos compases y hacer tantas capas de sonido que recordarían a My Bloody Valentine (qué nombre para un grupo doom) si MBV tomara pastelas fabricadas por Belcebú. Una banda fundacional que define el género y, como todos los artistas originales, lo supera. Su lider Ihsahn es un satanista de la escuela de Anton La Vey y su malignidad corre sinuosa en todos los discos, aunque predominan las figuras de rebelión prometeica antes que las provocaciones demoníacas a lo Deicide. Genios y figuras.
Bien, ya es demasiado largo. Cómo estoy para la World Music la próxima vez escribiré sobre noise japonés. Por último nombro como curiosidad no-noruega al bizarro dúo black metalero sueco Abruptum, que cantan letanías rituales en latín sobre fondos de sintetizador y guitarra heavy, y que supuestamente grabaron sus discos en sesiones de tortura mutua en las que el lider, un enano llamado IT (“too evil to have a name”), grita como descosido. Me fui al carajo vieja.
Todo amante de G.G. Allin, Sid Vicious y el rock como forma de abuso que trasciende la mera imagen performática para volverse peligrosamente real conoce ya la tétrica historia de Mayhem, Varg Vikernes, Faust, Dissection y demás anormales escandinavos que, entre que quemaban una iglesia, se iban a hacer rituales al bosque o mataban a alguien, hacían discos de portadas impresentables y se pintaban la cara como Kiss. Pero si uno trasciende el interés morboso por lo anecdótico (y pasa de lado los antipáticos aspectos ideológicos de estos dementes ultra-nacionalistas) va a encontrarse con Música con mayúscula, en ocasiones algo infantil, en ocasiones desagradable, pero siempre radical, creativa, técnicamente sorprendente y extrema en todos sus aspectos. Una música que no sirve para escuchar de fondo de nada, no sirve para garchar, no sirve para andar en auto, no sirve para quedar cool con tus amigos, ni para ambientar nada que no sea una misa negra; en fin, música que exige dedicación auditiva completa mientras se la escucha o pasarle de largo santiguándose disimuladamente.
Me permito hacer una lista orientada para melómanos (no metaleros de raza) intrigados por estos salvajes y que no sepan por dónde empezar (o si hay que empezar). Dejo afuera por coherencia a las bandas de black no-noruegas (en general apestan, especialmente Cradle of Filth, pero por desgracia me quedan fuera los notables psicópatas suecos de Dissection, los maravillosos ponjas de Sigh y los floridenses Goatwhore), me quedan afuera por motivos de espacio bandas también interesantes como Old Man's Child, Burzum, Arcturus, Borknagar, Dødheimsgard y las bandas más identificadas con el death metal, género que para algunos es el mismo (posiblemente las mayores diferencias sean más de actitud que musicales). Es música interesante, intensa y de diversos grados de satanismo y malevolencia, que trataré de aclarar por las dudas, por si alguien se la toma muy en serio y termina bailando en una misa negra, pintado de corpse paint, desnudo y cubierto de svásticas pintadas con sangre que con suerte sea de cabra…, bueno, no es culpa mía. Yo te avisé.
Immortal – Damned in Black (2000): Ver una foto de Inmortal puede disuadir de bajar (ni hablemos de comprar) uno de sus discos, pero si uno supera la imagen de este trío, una especie de Manowar con las caras pintadas por Gene Simmons, se encuentra con una de las bandas más sólidas de la escena. Damned in Black forma junto a At the Heart of Winter (1999) y Sons of Northern Darkness (2002) la trilogía final y lo más logrado de Immortal, considerados junto a Darkthrone como los mayores puristas del género. Es discutible porque los Immortal son tan rápidos que están al borde del death o incluso del hardcore (ni se les ocurra mencionar a un blackmetalero que dije esto). Canciones sobre batallas en el ártico y tormentas de nieve, cero Satán y mucho fatalismo, un montón de talento.
Dimmu Borgir – Enthrone Darkness Triumphant (1997): Tal vez sean los más accesibles del black metal noruego, aunque para esto han caminado por las fronteras de la herejía genérica y el simple mal gusto, siendo teatrales hasta lo gracioso. Este disco es su apoteosis en cuanto a grandilocuencia y poder, sonando por momentos como un Faith No More en el que se hubiera prohibido el hip-hop o un Marilyn Manson desindustrializado. Hay Satán como para hacer a Ozzy Osbourne tomarse un litro de agua bendita y por lo menos una gran canción: "A Succubus in Rapture".
Mayhem - De Mysteriis Dom Sathanas (1994): El grupo fundacional del metal noruego dejó muy poca obra grabada y poco de ésta es rescatable. Pero éste, su principal disco, hace justicia a la fama del grupo, debida más bien a los desastres que sus integrantes hicieron con sus vidas personales. Una colección de riffs oscuros y brutales sobre los que alguien gruñe, masculla y nunca canta. Hay un momento notable en “Funeral Fog” en el que el cantante se queda escupiendo la palabra “fog” con torpeza noruega hasta que suena como “fuck”. El viejo de los cuernos está desde el título, pero el tono es más que nada nihilista.
Ulver – Bergttat (2001): Estos son más raros que un esquimal futbolista; vestidos generalmente de traje y corbata (negros, obviamente), los Ulver son unos herejes totales que van del puro black metal a los experimentos electrónicos (el dogma noruego ya no es tan firme como en los noventa) y especialmente mucho folklore acústico escandinavo. Bergttat es más tradicional que sus obras posteriores y es un disco conceptual en el que se pasa de lo acústico, cantado como un elfo que brinca por la hierba, al black brutal, cantado como un troll que se agarro un huevo con el cierre. Satanismo muy intelectual, a la Emperor, y bastante solapado.
Satyricon – Némesis Divina (1997) – Podría haber elegido cualquiera de sus discos anteriores de este solista/trío, Dark Medieval Times (1994) o Shadowthrone (1995), pero éste es el mejor grabado. Satyricon está en algún lugar entre Emperor y Dimmu Borgir, pero de alguna forma tiene un perfil más rockero, lo que lo hace más accesible (es de las bandas de BM con mayor proyección comercial) y tiene en su favor el haber hecho, en el Alpha Motherfuckers, un cover del "I Got Erection" de Turbonegro que deja anémica a la original y que es el único contacto -que yo conozca, obvio- entre el black metal y el punk noruegos. Némesis Divina está imposiblemente bien tocado y contiene la épica “Mother North”. A pesar del nombre el satanismo está más bien como decoración rebelde.
Enslaved – Monumension (2001) – Otros a los que la facha los mataba (en las primeras fotos aparecen vestidos como vikingos recién salidos de 13 Guerreros) y después maduraron como sus discos. Éste es el penúltimo antes de la disolución de la banda y combina brutalidad y folklore al igual que Ulver, pero yendo más a los extremos y generando climas sorprendentes, llegando incluso a utilizar reverb en algunas guitarras (efecto reservado en el black metal para los vocales endemoniados) y a grabar alguna canción tradicional. Nada de diablos pero vikingos hasta en la sopa.
Darkthrone – Transilvanian Hunger (1994) – Una de las cerezas de la torta, los Darkthrone son los más puristas de los puristas del BM noruego (siempre afines a escribir “True Norwegian Black Metal” en gótico sobre las contratapas de sus discos), pero a la vez se diferencian en tono de todo el resto, privilegiando siempre la negrura sobre la energía. En este disco en particular predominan los tempos lentos y las guitarras tocadas con un extraño vibrato que por momentos los hace recordar a los Dim Stars de “The Night is Coming On” o los Sonic Youth de “Theresa’s Sound World”, y la voz parece la de un Michael Gira de los primeros Swans que hubiera sido poseído por la legión de demonios que salió de Linda Blair en El Exorcista. Al igual que Emperor o Satyricon, los discos de Darkthrone son homogéneos al borde la repetición, pero son muy diferentes entre sí, y siempre suenan al borde del low-fi. De su legendaria trilogía clásica (Under a Funeral Moon (1991), A Blaze in the Northern Sky (1993)…), Transilvanian Hunger es el más oscuro y melódico y en el que, a pesar de las arrogantes y racistas expresiones con las que su lider Fenriz acompañó su lanzamiento (Fenriz es un personaje muy particular que suele irse al bosque durante días a meditar sobre la muerte, pero que a la vez tiene un extraño y negrísimo sentido del humor), predomina una depresión profunda y una raro clima casi shoegazer. ¿Satanismo? Por supuesto, pero menos del que parece.
Emperor – Scattered Ashes: A Decade of Emperial Wrath (2003): Last but not least, los reyes del black metal. Cualquiera de sus cuatro discos (seis si contamos el primer EP y el Live) es un clásico del género y tiene sus particulares virtudes. Por ello supongo que debe ser recomendable empezar con esta adecuada doble recopilación (con el primer disco, el segundo es un rejunte de rarezas sólo para puristas) que, aunque todos los discos son homogéneos y conceptuales, funciona como un buen paneo de la gloria tenebrosa de Emperor. Como si estuvieran totalmente condicionados por el nombre, los Emperor sonaban siempre majestuosos y con un poder inédito para cualquier banda. Wagnerianos, Spectorianos, capaces de meter todas las notas posibles entre dos compases y hacer tantas capas de sonido que recordarían a My Bloody Valentine (qué nombre para un grupo doom) si MBV tomara pastelas fabricadas por Belcebú. Una banda fundacional que define el género y, como todos los artistas originales, lo supera. Su lider Ihsahn es un satanista de la escuela de Anton La Vey y su malignidad corre sinuosa en todos los discos, aunque predominan las figuras de rebelión prometeica antes que las provocaciones demoníacas a lo Deicide. Genios y figuras.
Bien, ya es demasiado largo. Cómo estoy para la World Music la próxima vez escribiré sobre noise japonés. Por último nombro como curiosidad no-noruega al bizarro dúo black metalero sueco Abruptum, que cantan letanías rituales en latín sobre fondos de sintetizador y guitarra heavy, y que supuestamente grabaron sus discos en sesiones de tortura mutua en las que el lider, un enano llamado IT (“too evil to have a name”), grita como descosido. Me fui al carajo vieja.
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