miércoles, abril 07, 2004
I heard you scream like a japanese baby
Unos post atrás, al escribir sobre metal noruego, irresponsablemente prometí escribir sobre noise japonés, promesa que me ha sido recordada cíclicamente por varios commentators y de la que espero liberarme con este desproporcionado post. Si bien conocía alguna cosa como los Boredoms, Merzbow, la pionera Yoko Ono o Pizzicato Five desde hacía años, sólo recientemente se despertó mi pasión actual por la música japonesa, que hace que de cada seis temas que me bajo del sslk, cuatro sean japoneses. La culpa la tienen a medias el guitarrista JS (que al igual que Caseros es capaz de besar a un nipón por la calle por el simple hecho de serlo) que me pasó un explosivo material de Keiji Haino, y por otro lado al californiano grupo Deerhoof, quienes además de tener una cantante oriental, importaron muchos de los descubrimientos arreglísticos del ruido del sol naciente, mezclandolos con pop de una forma que tal vez sólo OOIOO haya logrado en el mismo Japón. El interés por Haino y Deerhoof me llevó a la banda japonesa de moda en ese entonces, Acid Mothers Temple, y entonces sí ya fue amor y pasión desatada. Tenía que pasar porque desde que leí El marino que cayó de la gracia del mar de Yukio Mishima y vi La Balada de Narayama de Shoei Imamura estoy convencido (al fin y al cabo uno es oriental) de que los japoneses son todos übermensch y que nosotros los occidentales somos una banda de forajidos terrajas. ¿Qué tendría de sorprendente el que su música fuera igual de exquisita e infecciosa?
No es una enfermedad muy original, alcanza ver cualquier página y/o revista relacionada con la música experimental o de simple pop cutting edge, y los nombres japoneses saltan como sapitos luego de una lluvia de verano. La página de Julian Cope, que además de hacer una que otra canción es el mejor crítico de música de la web, da cuenta también de la admiración del druida por esta escena musical y es una buena fuente de comentarios al respecto. Pero este moda, como todas las modas legítimas, va más allá del hype y tiene una simple relación con el sano deslumbramiento ante una escena vigorosa y llena de una pasión que cada vez es más rara en occidente.
Y es ahí donde me tranqué y el motivo por el cual demoré más de un mes en escribir esto; en el descubrimiento de la ignorancia que uno tiene con respecto a una cultura musical entera y que opera bajo otras reglas de promoción y relación. Una cosa son, por más que uno no conozca ningún noruego, los blackmetaleros noruegos que, con sus extremismos, se meten en la tradición del rock occidental y su marco referencial, otra cosa son estos hijos de puta nipones con los que cada línea que se escribe uno tiene la sensación de estar diciendo cualquier disparate, principalmente a causa de la casi inevitable ignorancia del contexto y el background de dicha música, pero también por el conflicto con la fascinante forma de pensar oriental. Cuando alguien como el propio Mokoto Kawabata advierte a un entrevistador que la concepción que se tiene en occidente sobre la música japonesa es muy idealizada, tal vez más que la que ellos tienen de la música occidental, dan ganas de matarlo, porque uno sabe que Kawabata sabe de lo que está hablando y uno apenas intuye. Por de pronto soy consciente de que mucha de la música aquí nombrada no es percibida por sus autores (ni por su público posiblmente) como “noise” en el sentido más bien neoyorquino que se le suele dar a esta etiqueta. Algunos como Otomo Yoshihide, Merzbow o Yamatsuka Eye, bondadosamente sí se han hecho cargo del rótulo, simplificando las cosas. Personalmente preferiría hablar de música free o psicodélica, ya que el término “noise” me parece, si bien muy reivindicable, algo despectivo, sobre todo cuando uno se encuentra con la belleza sobrenatural de algunas composiciones, pero bueno, eso nos pasa desde la primera vez que tratamos de hacer escuchar a los Sonic Youth a alguna novia poco impresionable.
Paso a detallar algunas conclusiones (o más bien suposiciones) a las que llegué mientras leía/escuchaba sobre el asunto.
a) Al igual que el jazz de los 50-60 son una escena super-endogámica, lo que hace que los discos en colaboración sean frecuentes y que en los discos individuales suelan aparecer músicos de otras bandas, sin contar además las decenas de proyectos que aparecen de vez en cuando bajo otros nombres. Si uno quiere hacer un diagrama de las relaciones y cruces entre músicos de las principales bandas, el resultado parece un mandala.
b) A excepción de algunos freaks deliberadamente autistas como los Rezilles Denudes, los grupos y artistas noise japoneses son prolíficos como ratones, Otomo Yoshihide, por ejemplo, tiene seis discos editados en el 2002, por no hablar de la caja de 50 discos de Merzbow, probablemente orientada hacia el Guiness. Si eso lo sumamos la característica anterior, comprobamos que la capacidad de producción de los artistas noise japoneses es como una caricatura de la famosa capacidad de producción de sus fábricas, y en algunos casos ofreciendo una serie de variantes que serían asombrosas para cualquier músico occidental (a excepción de Jim O’Rourke, claro). Esto no necesariamente entraña calidad en todas las mismas, pero por lo menos muestra una gran intrepidez.
c) Esta falta de miedo a la cantidad también vale para la duración de los temas, a excepción de los primeros Boredoms y de algunas piezas de Ruins, los temas de noise japonés suelen ser largos para los parámetros occidentales, teniendo una media de 6 a 8 minutos y llegando a piezas de 30 minutos o más (la hipnótica “La novia” de Acid Mothers Temple, marca 40 minutos con 40 segundos).
d) La generalmente difícil relación entre electrónica e instrumentación tradicional que suele darse en occidente es tema superado en Japón, donde sus principales músicos se mueven con total comodidad entre ambos planos sin dar significado idiosincrásico a ninguno.
e) No hay una característica predominante en relación al idioma; hay bandas que cantan en japonés, bandas que cantan en inglés, bandas que a veces cantan en inglés, a veces en japonés, bandas que cantan en idiomas que ellos inventan… Ese parece ser un dilema que les chupa un huevo amarillo, por otra parte el predomino instrumental en las composiciones es claro, cantan poco y de ese poco mucho lo aullan más allá de cualquier idioma. Las letras, al menos las escritas en inglés, son totalmente irrelevantes. (Según lo poco que sé de japonés, el tono y la expresividad de la palabra tiene una importancia semántica mucho mayor que en los idiomas occidentales, hasta el punto de que la misma palabra puede tener significados radicalmente diferentes según la entoncación con la que se la profiere. Esto explicaría el por qué cada vez que vemos una película japonesa nos da la impresión de que a veces se ponen a gritar irracionalmente, y esto también pone en duda nuestra percepción de lo que es un grito en una canción japonesa).
f) Al menos por lo que vi en sus declaraciones, los tipos no tienen la menor angustia por el hecho de estar influenciados por occidente. En general suelen nombrar como principales influencias a artistas de rock más o menos normales y desmarcarse de la tradición de improvisación musical japonesa. Lo cual es lógico, porque como decía Borges, en El Corán no hay camellos, es decir, los tipos tienen tan poca inseguridad con respecto a lo personal de su música que no les temen a la influencia extranjera y no se preocupan por poner instrumentos japoneses en todos sus discos. Me explico: creo que no hay un Santaolalla japonés, lo cual podría explicar la salud y la vitalidad de su música.
g) Es imposible diferenciar claramente, más allá de algún caso extremo como Merzbow o Hanatarash, qué es estrictamente noise, qué es avant-garde y que es simple psicodelia. Si uno lo piensa pasa lo mismo en occidente (¿no es Sonic Youth una banda psicodelica? ¿no es la psicodelia dura de los sesenta un proto-noise? ¿a qué carajo le decís noise y a qué no?), la diferencia es que los japoneses no parecen ni siquiera plantearse el problema.
h) Por los motivos que enumeraba en la introducción, también es muy relativo el que mucha de la música japonesa sea percibida por sus autores, incluso por el público local, como “noise” o vanguardia. Es sabido, por ejemplo, que al tomar contacto con la música clásica occidental, un maestro clásico japonés del siglo XIX se refirió a ella como “una sucesión interminable de marchas”.
i) Aunque parezca paradójico el silencio tiene mucho espacio en el ruido japonés; al igual que en su concepción plástica, el fondo tiene en esta cultura musical tanta importancia como los elementos destacados, por lo que –si bien hay bandas de notable densidad como High Rise o Les Rallizes Dénudes (de hecho las de sonido más “occidental”)- son habituales los espacios vacíos dentro del noise japonés y la cuidadosa disposición ambiental de los sonidos. Aube y Otomo Yoshihide han llevado esto hasta el paroxismo, obligando a que uno se pare a ver si no le pasó algo al equipo, dando una pincelada aquí y una allá con exquisito talento. Pero incluso en las bandas de concepción musical más “normal” la mezcla de grabación suele ser insólita para nuestros parámetros, privilegiando volúmenes y timbres en forma extravagante y haciendo que las composiciones verticales en un solo acorde sean bastante frecuentes. La versión que hacen los Acid Mothers Temple del In C de Terry Riley (una larga composición en el acorde de Do), podría ser un chiste snob en manos de un occidental, en manos de ellos es un cover lógico.
j) La conexión idiosincrásica con el krautrock y la música experimental alemana (¿un resabio del Eje?) es evidente, y quienes estén familiarizados con la misma no se van a sentir tan asombrados por los extensos desarrollos y la concepción de cuelgue (que le debe también mucho al trance) de estas bandas.
k) Para provenir de una sociedad supuestamente muy machista y opresiva con respecto a las mujeres, la participación de las mismas en este tipo de grupos es superior a la de cualquier otro género y además en funciones que van mucho más allá de lo decorativo. Yoshimi P-We, Yasuko Onuki o la cantante Phew (New Jazz Ensemble) son parte esencial del sonido de sus bandas, recordando constantemente la importancia artística que Yoko Ono ya tenía en esta cultura antes de conocer al peludo de Liverpool.
l) Por último lo más importante: se puede caer en la pelotudez solapadamente racista de concebir al noise japonés como una sarta de orientales hiper-excitados que se divierten haciendo barullo por el simple hecho de hacerlo y parecer extremos. Es innegable que en algún caso esto puede ser cierto, algo que de cierta forma sugerido en el sentido del humor de muchas de estas bandas, muy auto conscientes de su dificultad rayana en lo absurdo, pero en general atrás de esta violencia sónica hay una tradición seria de improvisación musical, de hambre experimental y, sobre todo, una filosofía profundamente espiritual que sin demasiada imaginación emparento con el budismo zen. El zen, más que una religión es una filosofía espiritual que no voy a tratar de explicar para no insultar a los lectores cultos y porque además no se puede explicar, pero que tiene esos elementos de gratuidad multidireccional y juego que son habituales en el noise japonés, con quien comparte además la característica típicamente oriental de que lo horrible y lo bello, lo gracioso y lo serio, lo relajado y lo estridente, no son mutuamente excluyentes. Uno escucha al Absolutly Freak Out de Acid Mothers Temple y en seguida se da cuenta de que por encima de las guiñadas verbales al rock de Zappa, por encima de las señales tal vez algo forzadas de excentricidad y orientalidad, por encima del esnobismo con el que uno mismo se sienta a escucharlos hay algo, algo indefinible y que pasa por una concepción de la belleza a como la definía André Breton en Nadja: convulsiva o inexistente. Y que detrás de esa concepción hay otra cosa, de carácter espiritual, sobre la que no voy a escribir a causa de un razonable miedo al ridículo.
Pasemos a un muestrario de los principales grupos del estilo, no son todos los que están ni están todos los que son. No me hago responsable por la grafía occidental de los nombres mencionados y no respondo preguntas sobre Los Tintoreros.
(Merzbow, enemigo de los perros)
Merzbow: El hombre llamado ruido infernal, el caminante de los límites, la venganza japonesa por lo de Hiroshima… Cuento una anécdota; hace ya un buen tiempo, conociéndolo sólo de nombre un día se me ocurre bajar un tema de Audiogalaxy para saber qué coño era Merzbow. Sin saber tampoco qué elegir de la carpeta del tipo, elegí un tema llamado “Pulse Demon” (la palabra “demon” siempre me puede). Cuando ya había bajado un 10 % del tema se me ocurre picarlo para ver de qué se trata, sin reparar que el volumen de los parlantecitos del PC estaba bastante alto. El chirrido que salió de los mismos hizo que mi perro, el legendario y valiente J.C.B., saliera corriendo cual si hubiera sido atizado en las verijas, y yo quedé más de un día con un oído tapado y puteando su nombre en varios idiomas.
A lo que voy es: Merzbow, nombre artístico de Mazami Akita, fanático del rock progresivo y el bondage, es un hombre que experimenta con las frecuencias más nefastas pasándolas por todo tipo de pedales de distorsión, sin desarrollo melódico ni ritmo, sólo como un muestrario tímbrico de la capacidad de la electrónica de imitar la voz de Satanás. No es Metal Machine Music (que parece ambient por comparación) es algo totalmente inescuchable bajo otro concepto que no sea el interés morboso por acercarse a una música que no puede oírse. Merzbow ni siquiera genera clima propiamente dicho, solo un caos infernal en el que capas y capas de infierno se sobreponen en busca del límite de tolerancia del oyente. Tal vez la única excusa para escucharlo es justamente la búsqueda de ese límite, pero también puede ser interesante para los exploradores de timbres inusuales y valientes en general.
El hecho de que sea insoportable no quita el hecho de que es un notable artista conceptual y que es genial el que exista y que haya sacado más de cincuenta discos, pero es más saludable leer sobre él que escucharlo, y de hecho la mayor parte de los que hacen name-dropping con él es lo que hacen. Vale la pena señalar que además de poner a prueba el más valiente espíritu avant-garde, Merzbow sirve también para hacer chistes pesados y enemistarse con el medio ambiente (estoy convencido de que algunos de sus discos pueden matar a una planta).
Recomendado: Si realmente no se puede vivir sin escuchar a Merzbow, tal vez lo mejor sea acercarse por los costados, por sus trabajos con Boris, K.K. Null o Keiji Haino. Del material solista 1930 es considerada su mejor obra (no sé bajo que concepto de comparación) y de lo poco que he escuchado me pareció lo más variado y (suspiro resignado) atractivo.
Les Rallizes Dénudes (Hadaka No Rallizes): De haber nacido en cualquier país de occidente los Rallizes Denudes serían una de las mayores leyendas malditas del rock. Existentes desde los años sesenta, son un grupo de ultra-radicales sonoros y políticos, comandados por el guitarrorista Mizutani Takashi, que han hecho del misterio y la independencia un culto intransigente. No tienen (prácticamente) grabaciones de estudio y se disolvieron en 1996 dejando atrás apenas un puñado de grabaciones semi-piratas o totalmente piratas. Dejaron también un leyenda asombrosa, llena de relaciones con grupos guerrilleros, conciertos asesinos y un desprecio a la publicidad y el marketing que hace parecer a Ian McKaye un émulo de Janet Jackson. A pesar de las grabaciones funestas, el sonido de Les Rezilles Dénudes es algo así como lo que los Spacemen 3 realizaron quince años después, pero elevado a la enésima potencia. Melodías velvetianas que se estiran por más de quince minutos, sobre las que Takashi canta en japonés con voz pasada de eco, y que le sirven de excusa para los solos de guitarra más demenciales que se hayan escuchado desde que J Mascis perdió la erección musical. Les Razilles… son, tal vez junto a Zeni Geva, la banda de noise japonés que más similitudes tiene con sus equivalentes occidentales, lo cual los hacen recomendables sin más vueltas que la prevención acerca de lo extensos de sus temas y lo difícil de su producción sonora. Recomendado: El de más fácil localización es el Live ’77, y por lo que sé todos son bastante similares, difiriendo apenas en calidad de sonido.
Aube: De alguna forma es algo así como el doble bondadoso de Merzbow. Al igual que éste trabaja con sonido, no melodía; ondas sinoidales (sine waves), secuencias de frecuencias aisladas y sonidos ambientes tratados y/o deconstruídos. Pero el interés tímbrico de Aube nunca se transmuta en agresión hacia el escucha, sino que trata de generar paisajes sonoros puros sin líneas melódicas o rítmicas. En ocasiones al borde de lo new age, lo de Aube es ruido puro más que música, pero es un ruido gentil, un muestrario sonoro pacífico y reflexivo. También hay que tener paciencia zen para disfrutarlo y los tímpanos en buen estado, ya que las sine waves pueden ser relajantes para algunos pero absolutamente insoportables para oídos muy sensibles (si quieren jugar al compositor japonés excentrico, acá hay un lindo site de sine waves). Recomendado: Cada disco de Aube difiere en la fuente de sonido de donde saca sus samples deconstruídos, Pages from a Book tiene el atractivo fetichista de que dicha fuente es una Biblia rasgándose. Las diferencias entre los otros discos son sólo perceptibles para gente mucho más sutil que yo, y tal vez para algunos animales.
(Zeni Geva, feos y enojados)
Zeni Geva: El lado mala leche del noise japonés, no por nada son una de las bandas favoritas de Steve Albini. El guitarrista K.K. Null, que también hace discos solistas o acompañado del degenerado de Merzbow, es un virtuoso orientado hacia el ruido siniestro, pero Zeni Geva en general es casi una banda de rock, o de post-core para ser más exacto, inclusive con un poco de puro metal industrial. Null canta muy enojado, lo cual es raro, porque las vocalizaciones en el noise japonés suelen ser alaridos, pero rara vez son furiosos o angustiados. Recomendado: Son todos bastante parecidos, suele haber un consenso de que Freedom Bondage es el mejor, pero es muy atractivo el disco en vivo All Right You Little Bastards!, que funciona como una recopilación y en el que Albini colabora con su guitarra y con un tema inédito, el siniestro “Kettle Lake”.
Keiji Haino: Samurai übercool de cerquillo y lentes oscuros, Haino es un dios oriental de la guitarra, el equivalente kamikaze de Steve Vai, con la notable diferencia de que tal vez no sepa tocar la guitarra. Me explico; Haino es un virtuoso en el manejo del ruido que se puede sacar de una guitarra, no en su ejecución técnica (aunque es bastante evidente que también lo es en este aspecto). Capaz de editar tantos discos como Robert Pollard abotonado con Andrés Calamaro y una bolsa de frula, Haino hasta ahora no ha hecho algo que uno pueda considerar una “canción”. Sus grabaciones son largas o larguísimas sesiones de timbres de guitarra, manejo de los pedales y los harmónicos, y modulaciones de acoples, entre los que cada tanto grita como si fuera un hooligan de sumo; es decir, Haino es un maestro de lo para-guitarrístico y el sueño realizado de quienes solo disfrutan de los puentes en las canciones de Sonic Youth. Músico versátil también se ha pasado a la percusión en alguno de sus discos. A pesar de rondar lo no-musical los resultados generalmente son climáticos, apasionados y sugerentes, y, lo que no es menos importante, son presentados con una actitud super-convincente (Keiji Haino tiene el carisma asesino de un Jimi Hendrix a punto de subirse a un avión Zero) y una presencia escénica que cuentan como electrizante, ya que el juego escénico es en el caso de Haino (al igual que en los Boredoms) una parte esencial de la interacción de su música, motivo por el cual gran parte de sus grabaciones son realizadas en vivo. Con treinta años de feedback sobre sus espaldas, Haino es una estrella del underground mundial a pesar de lo difícil de su música y de lo extravagante de su porfiado cerquillo. Figuretti avant-garde ha hecho discos con prácticamente todos los músicos japoneses extraños (menos con los Rezilles Denudes, al parecer porque Mizutani Takashi le mejicaneó una novia) y con varios experimentadores occidentales como Tony Conrad, Gunther Mueller y Derek Bailey. Recomendado: Mi favorito, de lo que escuché, es Challenge to Fate, que reúne bastante bien todas las virtudes de Haino, si les interesa más su vertiente percusiva el disco es Tenshi No Gjinka.
(Keiji Haino dándole al look)
Fushitsusha: Trío apocalíptico donde se dio a conocer Keiji Haino y su furibunda guitarra. Las grabaciones de Fushitsusha son realizadas en vivo y consisten en prolongadas composiciones espontáneas en los que la base trata de enmarcar el viaje de Haino mientras este demuele una guitarra y ocasionalmente su garganta. Recomendado: Withdrawe this sable Disclosure ere Devot’d los muestra inspiradísimos, sonando como una tormenta que arrecia o se calma siguiendo patrones que parecen inspirados por el ambiente, música en estado puro.
Guitar Wolf: Se puede argumentar con razón que estilísticamente son una banda de rock de garage y no de noise. Las bolas no lo son; apenas escuchás 3 temas del Jet Generation y de su infame mezcla y te das cuenta que la palabra “noise” (o para ser más exacto “barullo”) les queda como un guante. Me han hablado maravillas de su directo en Buenos Aires. Recomendado: el ya mencionado Jet Generation; son tan graciosos cuando gritan los “uan-tu-tli-fol…”
Boredoms: Hay que dejarse de joder con Merzbow y dar al shogun lo que es del shogun; el amo del noise japonés es Yamatsuka Eye (o eYe), espíritu libre al que le gusta aullar como si una ardilla dientuda se le hubiera prendido con saña del muñeco, y que presta su aullido con alegría al mundo occidental, berreando con igual entusiasmo en discos de John Zorn, Sonic Youth o cualquiera que aguante. Los Boredoms son su proyecto más conocido y su nombre se ha vuelto sinónimo de ruido infame. Un amigo me comentaba que a principios de los noventa en un concierto de Sonic Youth y otros grupos noise pasaban el primero de los Boredoms como fondo entre las bandas, y que ese público se tapaba los oídos y decía “esto es demasiado”. En verdad no es tan así, o al menos después de diez años no parecen tan así, los Boredoms son quilomberos, pero su quilombo es notablemente ordenado, variado y tiene un gran sentido del humor, además de presentar siempre un increíble catálogo de inesperadas ideas sonoras. Su periplo ha sido similar (tal vez más radical aún) al que llevó a los Sonic Youth desde Confusion is Sex hasta Washing Machine, o sea, una estetización progresiva y un cierto serenamiento que no implica una domesticación sino una evolución hacia otros colores estético-emotivos. De hecho Vision Creation Newsun (2003) es una obra instrumental, predominantemente electrónica y sin (mayores) sobresaltos, pero al mismo tiempo es tan original que hizo decir del mismo al entusiasta Julian Cope: “Otros músicos pueden ahora afanar esta obra maestra (seguro que lo van a hacer) y la humanidad va a elevarse gracias a ello. Nada menos.” Por motivos que no podría explicar jamás Yamatsuka Eye se cambió su nombre a “Yamantaka” y luego a “Yamataka”. Que haga lo que quiera, que el Señor del Ruido le cuide las cuerdas vocales y la curiosidad y que una legión de geishas le bese el pito. Se lo merece. Recomendado: Julian Cope dice que Vision Creation Newsun, J.S. recomienda sus primeros trabajos. Yo, salomónico, opto por su obra maestra del medio, Super Æ, que combina asombrosamente el ruidaje inicial con la búsqueda estética casi mística de su último trabajo.
(Yamatsuka, Yamantaka o Yamataka eYe en acción)
Hanatarash: La banda anterior a los Boredoms de Yamatsuka Eye es sí algo así como la idea que se tiene desde afuera de los Boredoms, es decir, una manga de japoneses que hacen un barullo insoportable y sin sentido. Más allá de que se pueden ver algunos bosquejos de lo que después sería desarrollado con más talento en los Boredoms, la verdad es que los Hanatarash son bastante inescuchables y repetitivos, y pasarán a la historia apenas como parte del currículum de Eye, quién en sus performances con esta banda solía lastimarse al estilo Iggy Pop, supongo que para poder berrear más fuerte. Recomendado: Si hay verdadero interés se puede recomendar el Hanatarash 1 (también conocido como The Hanatarashi Vynil Lp) cuya particularidad es que las ocho canciones que lo componen tienen la palabra “pija” (cock) en el nombre.
Hijokaidan: Similares a los anteriores, son algo así como el hijo enfermo de Merzbow y los Guitar Wolf, es decir, un bochinche desaforado sin mucha dirección pero con (eventuales) guitarras. Obviamente le deben mucho a Fushitsusha pero son intensos hasta el límite de lo soportable y solo son recomendables para gente que considera el cassette de Sonic Death como demasiado pop. Recomendado: el único que escuché es Unlimited Edition, pero por lo que sé es lo mejor (…) de estos monos, que han hecho performances legendarias en la Knitting Factory de NYC. Tiene una versión de “Purple Haze” que pondría a Hendrix blanco como una papa. Y no de admiración, precisamente.
Otomo Yoshihide / Ground Zero / New Jazz Ensemble / Cathode: Yoshihide es el equivalente nipón de Jim O’Rourke (de quien es ferviente admirador) en cuanto a que es un músico que se mueve con igual comodidad por el jazz, la improvisación, la canción de corte “normal”, la instrumentación tradicional y la electrónica. Músico de formación académica se dio a conocer sobre todo con su grupo Ground Zero, dedicado a la cuidadosa deconstrucción de la música de otros. Si bien se ha destacado por su uso de bandejas, samplers y sine waves, Yoshihide puede prestar su guitarra a proyectos más normales y editar media docena de discos en un año sin que ninguno se parezca entre sí. Recomendado: la música de Yoshihide es tan diversa, novedosa y excitante en cualquiera de sus facetas que es difícil elegir un trabajo en particular de este libertario capaz de samplear comerciales, discursos de Reagan y películas de artes marciales e intercalar todo en una ópera maoísta. Puesto contra la pared me inclino por Dreams, un disco absolutamente encantador de baladas jazzeras que no parecen baladas jazzeras, que de pronto se convierten en un huracán de free jazz que no es free jazz, y de pronto se convierten en un sueño y de pronto no sé con qué compararlo ni cómo sacarlo de mi equipo de audio.
(Yasuko, Melt Banana)
Melt Banana: Cerca del hardcore de los ochentas, los Melt Banana parecen por momentos acelerados artificialmente en su anfetamínica velocidad. Esta velocidad, sumada a su simplicidad melódica y a curiosas intervenciones electrónicas, los hacen parecer una versión un poco más rápida y näive de Atari Teenage Riot, pero aderezado con la creatividad absurda de los Boredoms. La cantante, Yasuko Onuki, es según mi amigo P.P. que los vio en vivo, es el sueño realizado de los adeptos al hentai y los manga eróticos. Recomendado: los discos de Melt Banana sorprenden pero cansan, con todo su última obra Cell-Scapes es considerablemente más variada.
Boris: Una banda que elige su nombre en honor a un tema de los Melvins es, evidentemente, una banda interesante. Representantes máximos del sludge metal en Japón, los Boris son uno de esos grupos ultra-doom, al estilo Khanate, que pueden colgarse quince minutos en un riff que parece Black Sabbath a 22 r.p.m. y acoplarlo todo el tiempo. En sus grabaciones propias son de sonido más occidental y previsible que los otros aquí presentes, pero han hecho discos en colaboración con Merzbow y con Keiji Haino. Recomendado: el monstruoso Amplifier Worship, aunque más no sea por el título. Acaban de sacar un disco muy stoner, Heavy Rocks, que no tiene nada de noise pero que es excelente.
Masonna: Artista (?) similar a Merzbow e igualmente infumable. Maso Yamazaki se diferencia en que utiliza voces (Merzbow es poco adepto a las voces) procesadas hasta lo inhumano y que la textura general es aún más densa que las de su obvia inspiración. Recomendado: Frequency LSD, por el nombre, nada más, si esquivan a este hinchapelotas desaforado, mejor.
(La legendaria Yoshimi P-We, sin robots rosados)
OOIOO: Expresamente dejé de lado el nombre de Yoshimi P-We al hablar de los Boredoms porque me parecía que merecía su destaque particular. La baterista/percusionista de los Boredoms es una figura tan distintiva y carismática que inclusive llega a opacar eventualmente a la de su fulgurante compañero de banda (el ubicuo Eye), consiguiendo que toda la escena indie yanqui estuviera atrás de ella, buscando su participación tanto como música (Free Kitten) o como figura carismática (el disco Yoshimi Battles the Pink Robots, de los Flaming Lips), y a juzgar por la preponderancia rítmica de los últimos trabajos de los Boredoms también está haciendo sentir su peso en estos beatles del ruido infame. OOIOO es el principal de sus proyectos individuales (todos los proyectos individuales de los Boredoms ocuparían el mismo espacio de este post) y consiste en una banda de cuatro mujeres intentando sonar lo más extraño que se pueda todo el tiempo y al mismo tiempo ser pop y encantadoras (los fans de Deerhoof pueden imaginarse de qué se trata). Lo logran todo el tiempo y en cualquiera de sus canciones hay bastantes ideas como para darle de comer a cualquier grupo inglés de vanguardia por dos años. OOIOO es más agradable y apacible que los Boredoms, pero se les nota la familiaridad y la intrepidez. No son noise, pero a quién carajo le importa, son de la familia. Recomendado: El primero, Feather Float, una joyita psicodélica, delirante y exótica de pop extraterrestre.
Vajra: Otro experimento endogámico que en esta ocasión convierte en extraños compañeros de cama a Keij Haino y al piradísimo bluesman japonés Kan Mikami. Mikami es una especie de mezcla oriental entre Syd Barrett y James Brown, lo cual no quiere decir que este bueno, pero es muy curioso. Vajra combina ambos viajes orientales de forma curiosa, por un lado Mikami acompaña su canto tocando la guitarra con la simplicidad de un Calvin Johnson en un día haragán, por el otro Haino hace lo que hace Haino, pero por contraste parece aún más salvaje y excéntrico. Excelente, diría Mr. Burns, indeciso si frotarse las manos o taparse los oídos. Recomendado: No escuché todos y parece que hay diferencias notables entre ellos, pero el Cat Last (Mandala Cat) es el único en inglés, lo que facilita un poco las cosas.
High Rise: representación sonora de Godzilla dándose una vuelta por Tokio. Los High Rise son, en el fondo, muy en el fondo, una banda de rock clásica cuyas grabaciones suenan como una versión exagerada del Kick Out the Jams de MC5 o el primero de Blue Cheer, pero al mismo tiempo la distancia entre ellos y estas bandas es más o menos como la que hay entre Jesus & Mary Chain y los Beach Boys. Un sonido gigantesco, abigarrado, saturado hasta lo indecible, lleno de eco, dinosáurico, que recicla riffs y estructuras occidentales y que ha sido a su vez reciclado por grupos occidentales actuales como Dead Meadow y que sorprende más aún cuando se comprueba que vienen sonando así desde mediados de los ochenta. Más rock que noise, pero brutal como para mandar a un fan de Manowar a comprar tapones de oído. Recomendado: Hay una recopilación llamada Destination que resume bien lo mejor de la banda, pero en mi opinión lo mejor es tirarse al agua y arrancar por el Live, que extrañamente debe ser su trabajo más prolijo.
Mainliner: más que una banda independiente es una versión de High Rise en la que Asahito Nanjo, bajista y cantante de dicho grupo junta fuerzas con el bestial Mokoto Kawabata (el dios de la guitarra de Acid Mothers Temple) versionando ideas de High Rise junto a composiciones nuevas pero de similar estructura. Lógicamente suena muy parecido a High Rise pero en ocasiones es aún más violento, colgado y monstruoso, lo cual es como decir que se es más peludo que un yak. De cualquier forma con una venda en los ojos ni ellos mismos pueden diferenciar un disco de Mainliner de uno de High Rise. Recomendado: el EP Kamikaze reúne tres temas invencibles, tal vez mejores aún que la media de High Rise.
(Yoshida / Sasaki)
Ruins: es bastante absurdo considerar “noise” a dos virtuosos de sus instrumentos como Tatsusha Yoshida (batería, voz) e Hisashi Sasaki (bajo de seis cuerdas, voz), pero el escándalo que meten en sus inclasificables discos y su radicalidad progresiva fuerzan a meterlos aunque más no sea como compañeros de ruta. Los Ruins hacen discos inclasificables, carismáticamente embalados con portadas de ruinas y rocas, en los que se dedican a probar dinámicas y tiempos imposibles, adornándolos con voces tratadas (que cantan en un idioma que no existe) y experimentos de sonido varios. Son mucho más reconocibles como “música” que Hijokaidan o Fushitsusha, pero también son barderos a más no poder y Yoshida está convencido de estar poseído por algo. Cabe acotar que son la fuente de inspiración obvia de los ascendentes Lighting Bolt, que básicamente han reproducido el sonido de Ruins acentuando sus elementos roqueros. Recomendado: Hyderomastgroningem, siempre y cuando se pueda tipear el nombre sin errores en el sslk.
Música Transonic: Un auténtico dream team del noise japonés: Mokoto Kawabata (Acid Mothers Temple) en guitarra, Asahito Nanjo (High Rise) en bajo y Tatsusha Yoshida (Ruins) en batería. El resultado se parece por momentos a cualquiera de estas tres bandas, pero también genera algo nuevo y el placer permanente de estar escuchando gente que toca mejor que cualquier otro. ¿Si es noise? Bueno, el disco editado bajo el engañapichanga nombre de Orthodox Jazz es el ruido más aterrador e insoportable producido por un trío clásico que yo haya escuchado nunca, los otros discos son más bien largas jams de rock psicodélico, a lo que uno está más acostumbrado pero que también es ruido, la puta que lo parió. Recomendado: Alkimya Uptight, donde el choque entre los virtuosismos de Kawabata, Yoshida y Nanjo hace recordar a Cream pasado de ácido y wah-wah, revelándonos de paso que a uno en el fondo le gusta Cream.
MC Hellshit & DJ Carhouse: ¿Quiénes son? Yamatsuka Eye y Otomo Yoshihide. ¿Qué hacen? Un quilombo bárbaro, ¿qué van a hacer? Los dos popes del ruido se juntan en plan cuasi-hip-hop (Yoshihide en turntable, eYe en micrófono) y hacen algo bastante inclasificable pero muy divertido que consiste en que Yamatsuka hace todo tipo de ruidos con su voz mientras Otomo hace un scratch (o no) sobre el disco más disparatado que pueda imaginarse. El resultado es genial o una cagada, posiblemente ambas cosas en el yinganyesco mundo de la vanguardia japonesa. Recomendado: El Live, que yo sepa es el único, pero teniendo en cuenta su simple factura podrían hacer doce mientras yo escribo esto.
Knead: El inevitable Keiji Haino en compañía de los Ruins, podría ser EL supergrupo del noise japonés, pero le dejamos ese honor a la unión de Keiji Haino con Música Transonic. En Knead el resultado es extraño y atractivo, porque cuando Haino entra en un formato de grupo, este generalmente trata de hacerle un marco sonoro a sus vuelos, pero Yoshida y Sasaki son demasiado voluptuosos para bancársela y pican con virtuosismo progresivo a su alrededor. Si se quiere, incluso, recuerda más al grupo de Yoshida que a los cien mil proyectos de Haino. Recomendado: Knead, el homónimo debut de este experimento.
(Mokoto Kawabata & cía: Let it trip)
Acid Mothers Temple & The Melting Paraíso U.F.O.: Last but not least, el templo sonoro de Mokoto Kawabata, guitarrista salvaje fanático de Hendrix, la música medieval, el trance, el krautrock y Stockhausen, que formó una comuna artística que produce discos como si fueran chorizos y que son la mejor combinación de electrónica y virtuosismo rock que yo conozca. Los temas de estos neo-hippies son eternos trances en los que sobre bases hipnóticas de percusión y ocasionales voces, Kawabata se lanza en los trips de guitarra más salvajes que se hayan escuchado desde los mayores viajes de ácido de Jerry García. Si bien es más tradicional que un Keiji Haino, hay que escuchar a Kawabata para creerlo y en lo posible difundirlo para que la gente deje de creer que tocar la guitarra en forma virtuosa es algo similar a lo que hace Eric Clapton hoy en día. M.Kawabata y los suyos no parecen nunca buscar la agresión sonora sino que ésta se les va de las manos por la emoción y el exceso de drogas alucinógenas. El tema drogas no es menor, porque la audición cualquier disco de los AMT produce unas curiosas ganitas de meterse adentro un cáctus de peyote como mínimo y salir a bailar en pelotas por las laderas del Monte Fukijama, pero son tan enroscados que se pueden disfrutar sin estar experienced. Recomendados: Creo que La novia, no este… mejor Absolutly Freak Out, no… el In C… Bueno, más fácil es recomendar por dónde NO empezar: no empiecen por el Electric Heavyland, que le hace honor a su gracioso nombre y es una exageración solipsista de la guitarra de Kawabata que se vuelve agotadora, el resto es glorioso.
Y eso es todo amigos, no me pagan por esto. Como decía Robin Zander; “Sayonara, buenas noches, bye, bye”, me cansé.
No es una enfermedad muy original, alcanza ver cualquier página y/o revista relacionada con la música experimental o de simple pop cutting edge, y los nombres japoneses saltan como sapitos luego de una lluvia de verano. La página de Julian Cope, que además de hacer una que otra canción es el mejor crítico de música de la web, da cuenta también de la admiración del druida por esta escena musical y es una buena fuente de comentarios al respecto. Pero este moda, como todas las modas legítimas, va más allá del hype y tiene una simple relación con el sano deslumbramiento ante una escena vigorosa y llena de una pasión que cada vez es más rara en occidente.
Y es ahí donde me tranqué y el motivo por el cual demoré más de un mes en escribir esto; en el descubrimiento de la ignorancia que uno tiene con respecto a una cultura musical entera y que opera bajo otras reglas de promoción y relación. Una cosa son, por más que uno no conozca ningún noruego, los blackmetaleros noruegos que, con sus extremismos, se meten en la tradición del rock occidental y su marco referencial, otra cosa son estos hijos de puta nipones con los que cada línea que se escribe uno tiene la sensación de estar diciendo cualquier disparate, principalmente a causa de la casi inevitable ignorancia del contexto y el background de dicha música, pero también por el conflicto con la fascinante forma de pensar oriental. Cuando alguien como el propio Mokoto Kawabata advierte a un entrevistador que la concepción que se tiene en occidente sobre la música japonesa es muy idealizada, tal vez más que la que ellos tienen de la música occidental, dan ganas de matarlo, porque uno sabe que Kawabata sabe de lo que está hablando y uno apenas intuye. Por de pronto soy consciente de que mucha de la música aquí nombrada no es percibida por sus autores (ni por su público posiblmente) como “noise” en el sentido más bien neoyorquino que se le suele dar a esta etiqueta. Algunos como Otomo Yoshihide, Merzbow o Yamatsuka Eye, bondadosamente sí se han hecho cargo del rótulo, simplificando las cosas. Personalmente preferiría hablar de música free o psicodélica, ya que el término “noise” me parece, si bien muy reivindicable, algo despectivo, sobre todo cuando uno se encuentra con la belleza sobrenatural de algunas composiciones, pero bueno, eso nos pasa desde la primera vez que tratamos de hacer escuchar a los Sonic Youth a alguna novia poco impresionable.
Paso a detallar algunas conclusiones (o más bien suposiciones) a las que llegué mientras leía/escuchaba sobre el asunto.
a) Al igual que el jazz de los 50-60 son una escena super-endogámica, lo que hace que los discos en colaboración sean frecuentes y que en los discos individuales suelan aparecer músicos de otras bandas, sin contar además las decenas de proyectos que aparecen de vez en cuando bajo otros nombres. Si uno quiere hacer un diagrama de las relaciones y cruces entre músicos de las principales bandas, el resultado parece un mandala.
b) A excepción de algunos freaks deliberadamente autistas como los Rezilles Denudes, los grupos y artistas noise japoneses son prolíficos como ratones, Otomo Yoshihide, por ejemplo, tiene seis discos editados en el 2002, por no hablar de la caja de 50 discos de Merzbow, probablemente orientada hacia el Guiness. Si eso lo sumamos la característica anterior, comprobamos que la capacidad de producción de los artistas noise japoneses es como una caricatura de la famosa capacidad de producción de sus fábricas, y en algunos casos ofreciendo una serie de variantes que serían asombrosas para cualquier músico occidental (a excepción de Jim O’Rourke, claro). Esto no necesariamente entraña calidad en todas las mismas, pero por lo menos muestra una gran intrepidez.
c) Esta falta de miedo a la cantidad también vale para la duración de los temas, a excepción de los primeros Boredoms y de algunas piezas de Ruins, los temas de noise japonés suelen ser largos para los parámetros occidentales, teniendo una media de 6 a 8 minutos y llegando a piezas de 30 minutos o más (la hipnótica “La novia” de Acid Mothers Temple, marca 40 minutos con 40 segundos).
d) La generalmente difícil relación entre electrónica e instrumentación tradicional que suele darse en occidente es tema superado en Japón, donde sus principales músicos se mueven con total comodidad entre ambos planos sin dar significado idiosincrásico a ninguno.
e) No hay una característica predominante en relación al idioma; hay bandas que cantan en japonés, bandas que cantan en inglés, bandas que a veces cantan en inglés, a veces en japonés, bandas que cantan en idiomas que ellos inventan… Ese parece ser un dilema que les chupa un huevo amarillo, por otra parte el predomino instrumental en las composiciones es claro, cantan poco y de ese poco mucho lo aullan más allá de cualquier idioma. Las letras, al menos las escritas en inglés, son totalmente irrelevantes. (Según lo poco que sé de japonés, el tono y la expresividad de la palabra tiene una importancia semántica mucho mayor que en los idiomas occidentales, hasta el punto de que la misma palabra puede tener significados radicalmente diferentes según la entoncación con la que se la profiere. Esto explicaría el por qué cada vez que vemos una película japonesa nos da la impresión de que a veces se ponen a gritar irracionalmente, y esto también pone en duda nuestra percepción de lo que es un grito en una canción japonesa).
f) Al menos por lo que vi en sus declaraciones, los tipos no tienen la menor angustia por el hecho de estar influenciados por occidente. En general suelen nombrar como principales influencias a artistas de rock más o menos normales y desmarcarse de la tradición de improvisación musical japonesa. Lo cual es lógico, porque como decía Borges, en El Corán no hay camellos, es decir, los tipos tienen tan poca inseguridad con respecto a lo personal de su música que no les temen a la influencia extranjera y no se preocupan por poner instrumentos japoneses en todos sus discos. Me explico: creo que no hay un Santaolalla japonés, lo cual podría explicar la salud y la vitalidad de su música.
g) Es imposible diferenciar claramente, más allá de algún caso extremo como Merzbow o Hanatarash, qué es estrictamente noise, qué es avant-garde y que es simple psicodelia. Si uno lo piensa pasa lo mismo en occidente (¿no es Sonic Youth una banda psicodelica? ¿no es la psicodelia dura de los sesenta un proto-noise? ¿a qué carajo le decís noise y a qué no?), la diferencia es que los japoneses no parecen ni siquiera plantearse el problema.
h) Por los motivos que enumeraba en la introducción, también es muy relativo el que mucha de la música japonesa sea percibida por sus autores, incluso por el público local, como “noise” o vanguardia. Es sabido, por ejemplo, que al tomar contacto con la música clásica occidental, un maestro clásico japonés del siglo XIX se refirió a ella como “una sucesión interminable de marchas”.
i) Aunque parezca paradójico el silencio tiene mucho espacio en el ruido japonés; al igual que en su concepción plástica, el fondo tiene en esta cultura musical tanta importancia como los elementos destacados, por lo que –si bien hay bandas de notable densidad como High Rise o Les Rallizes Dénudes (de hecho las de sonido más “occidental”)- son habituales los espacios vacíos dentro del noise japonés y la cuidadosa disposición ambiental de los sonidos. Aube y Otomo Yoshihide han llevado esto hasta el paroxismo, obligando a que uno se pare a ver si no le pasó algo al equipo, dando una pincelada aquí y una allá con exquisito talento. Pero incluso en las bandas de concepción musical más “normal” la mezcla de grabación suele ser insólita para nuestros parámetros, privilegiando volúmenes y timbres en forma extravagante y haciendo que las composiciones verticales en un solo acorde sean bastante frecuentes. La versión que hacen los Acid Mothers Temple del In C de Terry Riley (una larga composición en el acorde de Do), podría ser un chiste snob en manos de un occidental, en manos de ellos es un cover lógico.
j) La conexión idiosincrásica con el krautrock y la música experimental alemana (¿un resabio del Eje?) es evidente, y quienes estén familiarizados con la misma no se van a sentir tan asombrados por los extensos desarrollos y la concepción de cuelgue (que le debe también mucho al trance) de estas bandas.
k) Para provenir de una sociedad supuestamente muy machista y opresiva con respecto a las mujeres, la participación de las mismas en este tipo de grupos es superior a la de cualquier otro género y además en funciones que van mucho más allá de lo decorativo. Yoshimi P-We, Yasuko Onuki o la cantante Phew (New Jazz Ensemble) son parte esencial del sonido de sus bandas, recordando constantemente la importancia artística que Yoko Ono ya tenía en esta cultura antes de conocer al peludo de Liverpool.
l) Por último lo más importante: se puede caer en la pelotudez solapadamente racista de concebir al noise japonés como una sarta de orientales hiper-excitados que se divierten haciendo barullo por el simple hecho de hacerlo y parecer extremos. Es innegable que en algún caso esto puede ser cierto, algo que de cierta forma sugerido en el sentido del humor de muchas de estas bandas, muy auto conscientes de su dificultad rayana en lo absurdo, pero en general atrás de esta violencia sónica hay una tradición seria de improvisación musical, de hambre experimental y, sobre todo, una filosofía profundamente espiritual que sin demasiada imaginación emparento con el budismo zen. El zen, más que una religión es una filosofía espiritual que no voy a tratar de explicar para no insultar a los lectores cultos y porque además no se puede explicar, pero que tiene esos elementos de gratuidad multidireccional y juego que son habituales en el noise japonés, con quien comparte además la característica típicamente oriental de que lo horrible y lo bello, lo gracioso y lo serio, lo relajado y lo estridente, no son mutuamente excluyentes. Uno escucha al Absolutly Freak Out de Acid Mothers Temple y en seguida se da cuenta de que por encima de las guiñadas verbales al rock de Zappa, por encima de las señales tal vez algo forzadas de excentricidad y orientalidad, por encima del esnobismo con el que uno mismo se sienta a escucharlos hay algo, algo indefinible y que pasa por una concepción de la belleza a como la definía André Breton en Nadja: convulsiva o inexistente. Y que detrás de esa concepción hay otra cosa, de carácter espiritual, sobre la que no voy a escribir a causa de un razonable miedo al ridículo.
Pasemos a un muestrario de los principales grupos del estilo, no son todos los que están ni están todos los que son. No me hago responsable por la grafía occidental de los nombres mencionados y no respondo preguntas sobre Los Tintoreros.
(Merzbow, enemigo de los perros)
Merzbow: El hombre llamado ruido infernal, el caminante de los límites, la venganza japonesa por lo de Hiroshima… Cuento una anécdota; hace ya un buen tiempo, conociéndolo sólo de nombre un día se me ocurre bajar un tema de Audiogalaxy para saber qué coño era Merzbow. Sin saber tampoco qué elegir de la carpeta del tipo, elegí un tema llamado “Pulse Demon” (la palabra “demon” siempre me puede). Cuando ya había bajado un 10 % del tema se me ocurre picarlo para ver de qué se trata, sin reparar que el volumen de los parlantecitos del PC estaba bastante alto. El chirrido que salió de los mismos hizo que mi perro, el legendario y valiente J.C.B., saliera corriendo cual si hubiera sido atizado en las verijas, y yo quedé más de un día con un oído tapado y puteando su nombre en varios idiomas.
A lo que voy es: Merzbow, nombre artístico de Mazami Akita, fanático del rock progresivo y el bondage, es un hombre que experimenta con las frecuencias más nefastas pasándolas por todo tipo de pedales de distorsión, sin desarrollo melódico ni ritmo, sólo como un muestrario tímbrico de la capacidad de la electrónica de imitar la voz de Satanás. No es Metal Machine Music (que parece ambient por comparación) es algo totalmente inescuchable bajo otro concepto que no sea el interés morboso por acercarse a una música que no puede oírse. Merzbow ni siquiera genera clima propiamente dicho, solo un caos infernal en el que capas y capas de infierno se sobreponen en busca del límite de tolerancia del oyente. Tal vez la única excusa para escucharlo es justamente la búsqueda de ese límite, pero también puede ser interesante para los exploradores de timbres inusuales y valientes en general.
El hecho de que sea insoportable no quita el hecho de que es un notable artista conceptual y que es genial el que exista y que haya sacado más de cincuenta discos, pero es más saludable leer sobre él que escucharlo, y de hecho la mayor parte de los que hacen name-dropping con él es lo que hacen. Vale la pena señalar que además de poner a prueba el más valiente espíritu avant-garde, Merzbow sirve también para hacer chistes pesados y enemistarse con el medio ambiente (estoy convencido de que algunos de sus discos pueden matar a una planta).
Recomendado: Si realmente no se puede vivir sin escuchar a Merzbow, tal vez lo mejor sea acercarse por los costados, por sus trabajos con Boris, K.K. Null o Keiji Haino. Del material solista 1930 es considerada su mejor obra (no sé bajo que concepto de comparación) y de lo poco que he escuchado me pareció lo más variado y (suspiro resignado) atractivo.
Les Rallizes Dénudes (Hadaka No Rallizes): De haber nacido en cualquier país de occidente los Rallizes Denudes serían una de las mayores leyendas malditas del rock. Existentes desde los años sesenta, son un grupo de ultra-radicales sonoros y políticos, comandados por el guitarrorista Mizutani Takashi, que han hecho del misterio y la independencia un culto intransigente. No tienen (prácticamente) grabaciones de estudio y se disolvieron en 1996 dejando atrás apenas un puñado de grabaciones semi-piratas o totalmente piratas. Dejaron también un leyenda asombrosa, llena de relaciones con grupos guerrilleros, conciertos asesinos y un desprecio a la publicidad y el marketing que hace parecer a Ian McKaye un émulo de Janet Jackson. A pesar de las grabaciones funestas, el sonido de Les Rezilles Dénudes es algo así como lo que los Spacemen 3 realizaron quince años después, pero elevado a la enésima potencia. Melodías velvetianas que se estiran por más de quince minutos, sobre las que Takashi canta en japonés con voz pasada de eco, y que le sirven de excusa para los solos de guitarra más demenciales que se hayan escuchado desde que J Mascis perdió la erección musical. Les Razilles… son, tal vez junto a Zeni Geva, la banda de noise japonés que más similitudes tiene con sus equivalentes occidentales, lo cual los hacen recomendables sin más vueltas que la prevención acerca de lo extensos de sus temas y lo difícil de su producción sonora. Recomendado: El de más fácil localización es el Live ’77, y por lo que sé todos son bastante similares, difiriendo apenas en calidad de sonido.
Aube: De alguna forma es algo así como el doble bondadoso de Merzbow. Al igual que éste trabaja con sonido, no melodía; ondas sinoidales (sine waves), secuencias de frecuencias aisladas y sonidos ambientes tratados y/o deconstruídos. Pero el interés tímbrico de Aube nunca se transmuta en agresión hacia el escucha, sino que trata de generar paisajes sonoros puros sin líneas melódicas o rítmicas. En ocasiones al borde de lo new age, lo de Aube es ruido puro más que música, pero es un ruido gentil, un muestrario sonoro pacífico y reflexivo. También hay que tener paciencia zen para disfrutarlo y los tímpanos en buen estado, ya que las sine waves pueden ser relajantes para algunos pero absolutamente insoportables para oídos muy sensibles (si quieren jugar al compositor japonés excentrico, acá hay un lindo site de sine waves). Recomendado: Cada disco de Aube difiere en la fuente de sonido de donde saca sus samples deconstruídos, Pages from a Book tiene el atractivo fetichista de que dicha fuente es una Biblia rasgándose. Las diferencias entre los otros discos son sólo perceptibles para gente mucho más sutil que yo, y tal vez para algunos animales.
(Zeni Geva, feos y enojados)
Zeni Geva: El lado mala leche del noise japonés, no por nada son una de las bandas favoritas de Steve Albini. El guitarrista K.K. Null, que también hace discos solistas o acompañado del degenerado de Merzbow, es un virtuoso orientado hacia el ruido siniestro, pero Zeni Geva en general es casi una banda de rock, o de post-core para ser más exacto, inclusive con un poco de puro metal industrial. Null canta muy enojado, lo cual es raro, porque las vocalizaciones en el noise japonés suelen ser alaridos, pero rara vez son furiosos o angustiados. Recomendado: Son todos bastante parecidos, suele haber un consenso de que Freedom Bondage es el mejor, pero es muy atractivo el disco en vivo All Right You Little Bastards!, que funciona como una recopilación y en el que Albini colabora con su guitarra y con un tema inédito, el siniestro “Kettle Lake”.
Keiji Haino: Samurai übercool de cerquillo y lentes oscuros, Haino es un dios oriental de la guitarra, el equivalente kamikaze de Steve Vai, con la notable diferencia de que tal vez no sepa tocar la guitarra. Me explico; Haino es un virtuoso en el manejo del ruido que se puede sacar de una guitarra, no en su ejecución técnica (aunque es bastante evidente que también lo es en este aspecto). Capaz de editar tantos discos como Robert Pollard abotonado con Andrés Calamaro y una bolsa de frula, Haino hasta ahora no ha hecho algo que uno pueda considerar una “canción”. Sus grabaciones son largas o larguísimas sesiones de timbres de guitarra, manejo de los pedales y los harmónicos, y modulaciones de acoples, entre los que cada tanto grita como si fuera un hooligan de sumo; es decir, Haino es un maestro de lo para-guitarrístico y el sueño realizado de quienes solo disfrutan de los puentes en las canciones de Sonic Youth. Músico versátil también se ha pasado a la percusión en alguno de sus discos. A pesar de rondar lo no-musical los resultados generalmente son climáticos, apasionados y sugerentes, y, lo que no es menos importante, son presentados con una actitud super-convincente (Keiji Haino tiene el carisma asesino de un Jimi Hendrix a punto de subirse a un avión Zero) y una presencia escénica que cuentan como electrizante, ya que el juego escénico es en el caso de Haino (al igual que en los Boredoms) una parte esencial de la interacción de su música, motivo por el cual gran parte de sus grabaciones son realizadas en vivo. Con treinta años de feedback sobre sus espaldas, Haino es una estrella del underground mundial a pesar de lo difícil de su música y de lo extravagante de su porfiado cerquillo. Figuretti avant-garde ha hecho discos con prácticamente todos los músicos japoneses extraños (menos con los Rezilles Denudes, al parecer porque Mizutani Takashi le mejicaneó una novia) y con varios experimentadores occidentales como Tony Conrad, Gunther Mueller y Derek Bailey. Recomendado: Mi favorito, de lo que escuché, es Challenge to Fate, que reúne bastante bien todas las virtudes de Haino, si les interesa más su vertiente percusiva el disco es Tenshi No Gjinka.
(Keiji Haino dándole al look)
Fushitsusha: Trío apocalíptico donde se dio a conocer Keiji Haino y su furibunda guitarra. Las grabaciones de Fushitsusha son realizadas en vivo y consisten en prolongadas composiciones espontáneas en los que la base trata de enmarcar el viaje de Haino mientras este demuele una guitarra y ocasionalmente su garganta. Recomendado: Withdrawe this sable Disclosure ere Devot’d los muestra inspiradísimos, sonando como una tormenta que arrecia o se calma siguiendo patrones que parecen inspirados por el ambiente, música en estado puro.
Guitar Wolf: Se puede argumentar con razón que estilísticamente son una banda de rock de garage y no de noise. Las bolas no lo son; apenas escuchás 3 temas del Jet Generation y de su infame mezcla y te das cuenta que la palabra “noise” (o para ser más exacto “barullo”) les queda como un guante. Me han hablado maravillas de su directo en Buenos Aires. Recomendado: el ya mencionado Jet Generation; son tan graciosos cuando gritan los “uan-tu-tli-fol…”
Boredoms: Hay que dejarse de joder con Merzbow y dar al shogun lo que es del shogun; el amo del noise japonés es Yamatsuka Eye (o eYe), espíritu libre al que le gusta aullar como si una ardilla dientuda se le hubiera prendido con saña del muñeco, y que presta su aullido con alegría al mundo occidental, berreando con igual entusiasmo en discos de John Zorn, Sonic Youth o cualquiera que aguante. Los Boredoms son su proyecto más conocido y su nombre se ha vuelto sinónimo de ruido infame. Un amigo me comentaba que a principios de los noventa en un concierto de Sonic Youth y otros grupos noise pasaban el primero de los Boredoms como fondo entre las bandas, y que ese público se tapaba los oídos y decía “esto es demasiado”. En verdad no es tan así, o al menos después de diez años no parecen tan así, los Boredoms son quilomberos, pero su quilombo es notablemente ordenado, variado y tiene un gran sentido del humor, además de presentar siempre un increíble catálogo de inesperadas ideas sonoras. Su periplo ha sido similar (tal vez más radical aún) al que llevó a los Sonic Youth desde Confusion is Sex hasta Washing Machine, o sea, una estetización progresiva y un cierto serenamiento que no implica una domesticación sino una evolución hacia otros colores estético-emotivos. De hecho Vision Creation Newsun (2003) es una obra instrumental, predominantemente electrónica y sin (mayores) sobresaltos, pero al mismo tiempo es tan original que hizo decir del mismo al entusiasta Julian Cope: “Otros músicos pueden ahora afanar esta obra maestra (seguro que lo van a hacer) y la humanidad va a elevarse gracias a ello. Nada menos.” Por motivos que no podría explicar jamás Yamatsuka Eye se cambió su nombre a “Yamantaka” y luego a “Yamataka”. Que haga lo que quiera, que el Señor del Ruido le cuide las cuerdas vocales y la curiosidad y que una legión de geishas le bese el pito. Se lo merece. Recomendado: Julian Cope dice que Vision Creation Newsun, J.S. recomienda sus primeros trabajos. Yo, salomónico, opto por su obra maestra del medio, Super Æ, que combina asombrosamente el ruidaje inicial con la búsqueda estética casi mística de su último trabajo.
(Yamatsuka, Yamantaka o Yamataka eYe en acción)
Hanatarash: La banda anterior a los Boredoms de Yamatsuka Eye es sí algo así como la idea que se tiene desde afuera de los Boredoms, es decir, una manga de japoneses que hacen un barullo insoportable y sin sentido. Más allá de que se pueden ver algunos bosquejos de lo que después sería desarrollado con más talento en los Boredoms, la verdad es que los Hanatarash son bastante inescuchables y repetitivos, y pasarán a la historia apenas como parte del currículum de Eye, quién en sus performances con esta banda solía lastimarse al estilo Iggy Pop, supongo que para poder berrear más fuerte. Recomendado: Si hay verdadero interés se puede recomendar el Hanatarash 1 (también conocido como The Hanatarashi Vynil Lp) cuya particularidad es que las ocho canciones que lo componen tienen la palabra “pija” (cock) en el nombre.
Hijokaidan: Similares a los anteriores, son algo así como el hijo enfermo de Merzbow y los Guitar Wolf, es decir, un bochinche desaforado sin mucha dirección pero con (eventuales) guitarras. Obviamente le deben mucho a Fushitsusha pero son intensos hasta el límite de lo soportable y solo son recomendables para gente que considera el cassette de Sonic Death como demasiado pop. Recomendado: el único que escuché es Unlimited Edition, pero por lo que sé es lo mejor (…) de estos monos, que han hecho performances legendarias en la Knitting Factory de NYC. Tiene una versión de “Purple Haze” que pondría a Hendrix blanco como una papa. Y no de admiración, precisamente.
Otomo Yoshihide / Ground Zero / New Jazz Ensemble / Cathode: Yoshihide es el equivalente nipón de Jim O’Rourke (de quien es ferviente admirador) en cuanto a que es un músico que se mueve con igual comodidad por el jazz, la improvisación, la canción de corte “normal”, la instrumentación tradicional y la electrónica. Músico de formación académica se dio a conocer sobre todo con su grupo Ground Zero, dedicado a la cuidadosa deconstrucción de la música de otros. Si bien se ha destacado por su uso de bandejas, samplers y sine waves, Yoshihide puede prestar su guitarra a proyectos más normales y editar media docena de discos en un año sin que ninguno se parezca entre sí. Recomendado: la música de Yoshihide es tan diversa, novedosa y excitante en cualquiera de sus facetas que es difícil elegir un trabajo en particular de este libertario capaz de samplear comerciales, discursos de Reagan y películas de artes marciales e intercalar todo en una ópera maoísta. Puesto contra la pared me inclino por Dreams, un disco absolutamente encantador de baladas jazzeras que no parecen baladas jazzeras, que de pronto se convierten en un huracán de free jazz que no es free jazz, y de pronto se convierten en un sueño y de pronto no sé con qué compararlo ni cómo sacarlo de mi equipo de audio.
(Yasuko, Melt Banana)
Melt Banana: Cerca del hardcore de los ochentas, los Melt Banana parecen por momentos acelerados artificialmente en su anfetamínica velocidad. Esta velocidad, sumada a su simplicidad melódica y a curiosas intervenciones electrónicas, los hacen parecer una versión un poco más rápida y näive de Atari Teenage Riot, pero aderezado con la creatividad absurda de los Boredoms. La cantante, Yasuko Onuki, es según mi amigo P.P. que los vio en vivo, es el sueño realizado de los adeptos al hentai y los manga eróticos. Recomendado: los discos de Melt Banana sorprenden pero cansan, con todo su última obra Cell-Scapes es considerablemente más variada.
Boris: Una banda que elige su nombre en honor a un tema de los Melvins es, evidentemente, una banda interesante. Representantes máximos del sludge metal en Japón, los Boris son uno de esos grupos ultra-doom, al estilo Khanate, que pueden colgarse quince minutos en un riff que parece Black Sabbath a 22 r.p.m. y acoplarlo todo el tiempo. En sus grabaciones propias son de sonido más occidental y previsible que los otros aquí presentes, pero han hecho discos en colaboración con Merzbow y con Keiji Haino. Recomendado: el monstruoso Amplifier Worship, aunque más no sea por el título. Acaban de sacar un disco muy stoner, Heavy Rocks, que no tiene nada de noise pero que es excelente.
Masonna: Artista (?) similar a Merzbow e igualmente infumable. Maso Yamazaki se diferencia en que utiliza voces (Merzbow es poco adepto a las voces) procesadas hasta lo inhumano y que la textura general es aún más densa que las de su obvia inspiración. Recomendado: Frequency LSD, por el nombre, nada más, si esquivan a este hinchapelotas desaforado, mejor.
(La legendaria Yoshimi P-We, sin robots rosados)
OOIOO: Expresamente dejé de lado el nombre de Yoshimi P-We al hablar de los Boredoms porque me parecía que merecía su destaque particular. La baterista/percusionista de los Boredoms es una figura tan distintiva y carismática que inclusive llega a opacar eventualmente a la de su fulgurante compañero de banda (el ubicuo Eye), consiguiendo que toda la escena indie yanqui estuviera atrás de ella, buscando su participación tanto como música (Free Kitten) o como figura carismática (el disco Yoshimi Battles the Pink Robots, de los Flaming Lips), y a juzgar por la preponderancia rítmica de los últimos trabajos de los Boredoms también está haciendo sentir su peso en estos beatles del ruido infame. OOIOO es el principal de sus proyectos individuales (todos los proyectos individuales de los Boredoms ocuparían el mismo espacio de este post) y consiste en una banda de cuatro mujeres intentando sonar lo más extraño que se pueda todo el tiempo y al mismo tiempo ser pop y encantadoras (los fans de Deerhoof pueden imaginarse de qué se trata). Lo logran todo el tiempo y en cualquiera de sus canciones hay bastantes ideas como para darle de comer a cualquier grupo inglés de vanguardia por dos años. OOIOO es más agradable y apacible que los Boredoms, pero se les nota la familiaridad y la intrepidez. No son noise, pero a quién carajo le importa, son de la familia. Recomendado: El primero, Feather Float, una joyita psicodélica, delirante y exótica de pop extraterrestre.
Vajra: Otro experimento endogámico que en esta ocasión convierte en extraños compañeros de cama a Keij Haino y al piradísimo bluesman japonés Kan Mikami. Mikami es una especie de mezcla oriental entre Syd Barrett y James Brown, lo cual no quiere decir que este bueno, pero es muy curioso. Vajra combina ambos viajes orientales de forma curiosa, por un lado Mikami acompaña su canto tocando la guitarra con la simplicidad de un Calvin Johnson en un día haragán, por el otro Haino hace lo que hace Haino, pero por contraste parece aún más salvaje y excéntrico. Excelente, diría Mr. Burns, indeciso si frotarse las manos o taparse los oídos. Recomendado: No escuché todos y parece que hay diferencias notables entre ellos, pero el Cat Last (Mandala Cat) es el único en inglés, lo que facilita un poco las cosas.
High Rise: representación sonora de Godzilla dándose una vuelta por Tokio. Los High Rise son, en el fondo, muy en el fondo, una banda de rock clásica cuyas grabaciones suenan como una versión exagerada del Kick Out the Jams de MC5 o el primero de Blue Cheer, pero al mismo tiempo la distancia entre ellos y estas bandas es más o menos como la que hay entre Jesus & Mary Chain y los Beach Boys. Un sonido gigantesco, abigarrado, saturado hasta lo indecible, lleno de eco, dinosáurico, que recicla riffs y estructuras occidentales y que ha sido a su vez reciclado por grupos occidentales actuales como Dead Meadow y que sorprende más aún cuando se comprueba que vienen sonando así desde mediados de los ochenta. Más rock que noise, pero brutal como para mandar a un fan de Manowar a comprar tapones de oído. Recomendado: Hay una recopilación llamada Destination que resume bien lo mejor de la banda, pero en mi opinión lo mejor es tirarse al agua y arrancar por el Live, que extrañamente debe ser su trabajo más prolijo.
Mainliner: más que una banda independiente es una versión de High Rise en la que Asahito Nanjo, bajista y cantante de dicho grupo junta fuerzas con el bestial Mokoto Kawabata (el dios de la guitarra de Acid Mothers Temple) versionando ideas de High Rise junto a composiciones nuevas pero de similar estructura. Lógicamente suena muy parecido a High Rise pero en ocasiones es aún más violento, colgado y monstruoso, lo cual es como decir que se es más peludo que un yak. De cualquier forma con una venda en los ojos ni ellos mismos pueden diferenciar un disco de Mainliner de uno de High Rise. Recomendado: el EP Kamikaze reúne tres temas invencibles, tal vez mejores aún que la media de High Rise.
(Yoshida / Sasaki)
Ruins: es bastante absurdo considerar “noise” a dos virtuosos de sus instrumentos como Tatsusha Yoshida (batería, voz) e Hisashi Sasaki (bajo de seis cuerdas, voz), pero el escándalo que meten en sus inclasificables discos y su radicalidad progresiva fuerzan a meterlos aunque más no sea como compañeros de ruta. Los Ruins hacen discos inclasificables, carismáticamente embalados con portadas de ruinas y rocas, en los que se dedican a probar dinámicas y tiempos imposibles, adornándolos con voces tratadas (que cantan en un idioma que no existe) y experimentos de sonido varios. Son mucho más reconocibles como “música” que Hijokaidan o Fushitsusha, pero también son barderos a más no poder y Yoshida está convencido de estar poseído por algo. Cabe acotar que son la fuente de inspiración obvia de los ascendentes Lighting Bolt, que básicamente han reproducido el sonido de Ruins acentuando sus elementos roqueros. Recomendado: Hyderomastgroningem, siempre y cuando se pueda tipear el nombre sin errores en el sslk.
Música Transonic: Un auténtico dream team del noise japonés: Mokoto Kawabata (Acid Mothers Temple) en guitarra, Asahito Nanjo (High Rise) en bajo y Tatsusha Yoshida (Ruins) en batería. El resultado se parece por momentos a cualquiera de estas tres bandas, pero también genera algo nuevo y el placer permanente de estar escuchando gente que toca mejor que cualquier otro. ¿Si es noise? Bueno, el disco editado bajo el engañapichanga nombre de Orthodox Jazz es el ruido más aterrador e insoportable producido por un trío clásico que yo haya escuchado nunca, los otros discos son más bien largas jams de rock psicodélico, a lo que uno está más acostumbrado pero que también es ruido, la puta que lo parió. Recomendado: Alkimya Uptight, donde el choque entre los virtuosismos de Kawabata, Yoshida y Nanjo hace recordar a Cream pasado de ácido y wah-wah, revelándonos de paso que a uno en el fondo le gusta Cream.
MC Hellshit & DJ Carhouse: ¿Quiénes son? Yamatsuka Eye y Otomo Yoshihide. ¿Qué hacen? Un quilombo bárbaro, ¿qué van a hacer? Los dos popes del ruido se juntan en plan cuasi-hip-hop (Yoshihide en turntable, eYe en micrófono) y hacen algo bastante inclasificable pero muy divertido que consiste en que Yamatsuka hace todo tipo de ruidos con su voz mientras Otomo hace un scratch (o no) sobre el disco más disparatado que pueda imaginarse. El resultado es genial o una cagada, posiblemente ambas cosas en el yinganyesco mundo de la vanguardia japonesa. Recomendado: El Live, que yo sepa es el único, pero teniendo en cuenta su simple factura podrían hacer doce mientras yo escribo esto.
Knead: El inevitable Keiji Haino en compañía de los Ruins, podría ser EL supergrupo del noise japonés, pero le dejamos ese honor a la unión de Keiji Haino con Música Transonic. En Knead el resultado es extraño y atractivo, porque cuando Haino entra en un formato de grupo, este generalmente trata de hacerle un marco sonoro a sus vuelos, pero Yoshida y Sasaki son demasiado voluptuosos para bancársela y pican con virtuosismo progresivo a su alrededor. Si se quiere, incluso, recuerda más al grupo de Yoshida que a los cien mil proyectos de Haino. Recomendado: Knead, el homónimo debut de este experimento.
(Mokoto Kawabata & cía: Let it trip)
Acid Mothers Temple & The Melting Paraíso U.F.O.: Last but not least, el templo sonoro de Mokoto Kawabata, guitarrista salvaje fanático de Hendrix, la música medieval, el trance, el krautrock y Stockhausen, que formó una comuna artística que produce discos como si fueran chorizos y que son la mejor combinación de electrónica y virtuosismo rock que yo conozca. Los temas de estos neo-hippies son eternos trances en los que sobre bases hipnóticas de percusión y ocasionales voces, Kawabata se lanza en los trips de guitarra más salvajes que se hayan escuchado desde los mayores viajes de ácido de Jerry García. Si bien es más tradicional que un Keiji Haino, hay que escuchar a Kawabata para creerlo y en lo posible difundirlo para que la gente deje de creer que tocar la guitarra en forma virtuosa es algo similar a lo que hace Eric Clapton hoy en día. M.Kawabata y los suyos no parecen nunca buscar la agresión sonora sino que ésta se les va de las manos por la emoción y el exceso de drogas alucinógenas. El tema drogas no es menor, porque la audición cualquier disco de los AMT produce unas curiosas ganitas de meterse adentro un cáctus de peyote como mínimo y salir a bailar en pelotas por las laderas del Monte Fukijama, pero son tan enroscados que se pueden disfrutar sin estar experienced. Recomendados: Creo que La novia, no este… mejor Absolutly Freak Out, no… el In C… Bueno, más fácil es recomendar por dónde NO empezar: no empiecen por el Electric Heavyland, que le hace honor a su gracioso nombre y es una exageración solipsista de la guitarra de Kawabata que se vuelve agotadora, el resto es glorioso.
Y eso es todo amigos, no me pagan por esto. Como decía Robin Zander; “Sayonara, buenas noches, bye, bye”, me cansé.
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