lunes, abril 19, 2004

Mirando canciones (VII): Last Night on Earth

Antes que nada aclaro un temor; los Mekons, banda porfiadamente desconocida, tienen como particularidad el ser tal vez la banda más adorada por los buenos críticos de rock y una por la que la gente se esmera en escribir bien, por lo que al meterme con una canción de ellos me meto en una tradición que tiene precedentes en uno de los más famosos escritos de Lester Bangs y algunos de los capítulos más incisivos del Lipstick Traces de Greil Marcus. Yo, uruguayo, me remito a decir mis impresiones sobre una canción que me resulta particularmente emotiva dentro de una obra enorme y llena de canciones emotivas y geniales.

En el año 2000, cuando editaron Journey to the End of the Night, titulado en honor al más famoso libro del genial Louis Ferdinand Céline (también homenajeado en “End of the Night” de los Doors), los Mekons eran, junto a The Fall, la banda más persistente del mundo, algo que habla sobre la inagotable energía producida en el genial período posterior a la explosión punk. Pero mientras Mark E. Smith es en cierta forma el símbolo del artista insular y cínico, los Mekons son una banda gregaria, idealista y con el corazón a flor de piel. De hecho son más una comuna artística que una banda, y es difícil identificar voces e individualidades en ella. Para el 2000 habían pasado por mil cambios de personal y mil cambios estilísticos, inventando al pasar un par de géneros, inspirando la primer canción de Will Oldham (“For the Mekons et al”) y fracasando magníficamente en casi todas sus empresas. Sintiéndose un poco culpables por el tono impersonal de su disco anterior (Me), decidieron hacer una obra más confesional y emotiva, y se sacaron un disco que, si existiera alguna lógica entre la proporción de las ventas y la accesibilidad de la música, tendría que haber vendido más que el Thriller, por la sencilla razón de que está lleno de ganchos y melodías memorables. Pero al mundo musical no le interesan los cuarentones socialistas recalcitrantes, y además estaba el fenómeno del revival del rock de garage. No les debe de haber importado, ya deben de estar acostumbrados, estos malditos hippies.

Last Night on Earth” es una elegía y, al igual que las elegías de la canción comprometida sudamericana, es también una canción de guerra. Dedicada a una amiga de la banda, la escritora Kathy Acker, fallecida por un cáncer de mama unos años antes, la letra es tan engañosamente simple como su música.

"life is a debt that must someday be paid / born where we were born / has left us helpless and self-obsessed
last night on earth, don't pick up that pen / we're so ill-equipped to deal with all / the pressure risk and stress
they can't hurt you now. / It doesn't matter what they say / you can still feel anger across the grave / but it was fun anyway

it was her job, to see through all that shit / she did it by herself in some tough tough places
but the system is sick. The robber barons roam / collecting their debts and filling up death row
you can't live alone / they can't hurt you now
it doesn't mater what they say / you can still feel anger across the grave
but it was fun anyway

it was her job, to see through all that shit / she’d go walking out in some very cool places
but the system is sick. The robber barons roam
buying up the land beneath your feet / putting kids in the ground
you can't live alone
last night on earth
they can't hurt you now
last night on earth
"

Si uno la describe verbalmente, la música de “Last Night on Earth” puede parecer un delito: es esencialmente un reggae atorrante tocado con insólita dureza en acordes mayores, cantado por Jon Langsford (no el mejor de los cantantes de los Mekons) y apoyado incongruentemente por el (magnífico) violín country de Suzy Honeyman. Pero al igual que es famoso abejorro que fue estudiado por no sé cuantos expertos en aerodinámica que llegaron a la conclusión de que era imposible que dicho animalito volara, mientras el bicho flotaba ignorante en el aire, “Last Night on Earth” mientras dura nos hace invulnerables a su sencilla factura, más digna de una banda sudamericana de los ochenta que de los poderosos Mekons. Uno la escucha y le importa un carajo la obviedad de los tonos y la ejecución, porque uno está demasiado ocupado emocionándose.

La letra es un racconto de temas clásicos de la lírica de izquierda, la enfermedad del sistema, los barones ladrones, la propiedad de la tierra, el “ellos” y el “nosotros”, y en el medio una heroica figura femenina que es evocada con dolor y alegría simultáneos, y la noche que el título del disco evocaba. La noche de los Mekons es una noche borracha, sentimental, nostálgica y combativa, una noche en la que los cuarentones se comportan como adolescentes enamorados de la rebeldía, una noche en la que uno se atreve y dice algo idealista sin que lo hagan sentir un imbécil a continuación. La última noche en la Tierra.



Cuando la voz femenina de fondo sube todo una octava y puntea la melodía con increíble fuerza repitiendo el “Last Night on Earth” de pronto uno se da cuenta de que no sabe a qué se refiere ese verso. ¿A la última noche de Kathy Acker? ¿a la última noche que todos vamos a vivir en algún momento? ¿o simplemente a una noche abstracta que tiene la extraña capacidad de volverse bandera? No importa en realidad mientras funcione a nivel emotivo como funciona.

Pero hay otra frase, tal vez más importante, que se repite insistentemente a lo largo del tema:

You can’t live alone

Los Mekons grabaron este disco separados físicamente, con parte de la banda viviendo de un lado del Atlántico y parte de la banda del otro. Un hecho extraño para una banda de corte comunitario que con su énfasis en lo sentimental y su inagotable orientación al socialismo parece surgida más de los idealistas años sesenta que del áspero y negativo alter-punk británico.

You can’t live alone

En una de las páginas que habla sobre los Mekons se lee en el encabezado de la misma “Blair is Evil”, ese es el principal mensaje que tienen los Mekons para que a uno le quede claro ya desde el Google donde están parados, y que Blair es “evil”, por supuesto.

You can’t live alone

Todas las canciones sentimentales de los Mekons tienen una confesionalidad y una sinceridad que parece digna de Gordon Gano o Morrisey. “Where Were You”, “Millionaire”, “Fear and Whiskey” (todas canciones que merecerían un post aparte) son escritas desde la soledad pero en una banda en la que la soledad parece estar prohibida, una banda que celebra la vida en forma permanente de semi-orgía ebria y donde las autorías y los roles son difusos, pero que en ocasiones adopta un tono absolutamente individual para expresar su peor miedo, justamente el miedo a la soledad.

You can’t live alone

Es una afirmación que no acepta respuestas, el tono es el mismo que se utiliza para decir “la tierra es redonda” o “algún día todos vamos a morir”. Dentro del total de la letra el verso puede parecer hasta descolgado, pero al escucharlo -al sentirlo- uno se da cuenta de que es el verso que funciona como la columna vertebral que re-significa la sucesión de slogans y evocaciones elegíacas del resto del tema. Es la conclusión que quieren poner en boca de Kathy Acker o del difunto que se evoque: la certeza de que no sólo la muerte es la negación de la vida, sino que hay formas de vida en las que la humanidad está ausente. Extrañamente asordinado, es el slogan más radical y revolucionario que hayan escrito los Mekons.

You can’t live alone

Porque es verdad, no se puede.





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