jueves, junio 24, 2004

Bebedores orientales

En uno de los comments del post sobre los irlandeses, chica vudú hace uso de un principio budista para cuestionar mi supuesta apología de las bebidas alcohólicas. Sin meterme en el tema de debate y reflexión propuesto -supongo que imaginarán mi posición (horizontal, y con hielo en el mate)- me quedo pensando en la errónea concepción que se tiene en occidente acerca de ver a los orientales (tanto de lejano como de medio) como criaturas filosóficas mucho más próximas al ascetismo que los occidentales. Dejando de lado a esas bestias sedientas que son los irlandeses, los finlandeses y los bloggers, en general no es así, tal y como puede haber confirmado cualquier persona que haya observado el comportamiento de un grupo de turistas orientales en una noche de sábado. El cristianismo ha hecho del vino una bebida sacramental, pero ha combatido el hedonismo y el éxtasis en todas sus formas con el fervor de cruzados. Mientras tanto las culturas orientales han sido más tolerantes con los espacios de placer, al menos hasta que el fundamentalismo islámico se centrara en algunos aspectos puntuales de El Corán que prohiben la ingesta de alcoholes (lo que lleva a los nobles musulmanes a fumar hash como chimeneas). Pero en el lejano oriente ni siquiera ese tipo de prohibiciones religiosas existen, por lo cual los pueblos del este beben, y cómo.

De hecho los dos mayores bardos del alcohol no son occidentales. Sí, me puedan pelar a un montón de líricos bebedores occidentales que van desde los religiosos goliardos que compusieron el Carmina Burana ("In Taberna quando sumus non curamus quid sit humus" o "Cuando estamos en la taberna / no pensamos en cuando seamos polvo") hasta Malcom Lowry, a quien su médico mexicano recetaba tequila para que al menos dejara de tomar mezcal, pero nadie (si descontamos al bueno de François Villon, suerte de McGowan medioeval) ha elevado la exaltación del alcohol al grado de las figuras improbables de Omar Khayam (o Khayyam), astrólogo sufi del siglo XI, y Li Po (o Li Taibo), poeta cortesano de la Dinastía Tang (siglo VIII) que Ezra Pound tradujo y difundió para alegría del Oeste.

Supongo que muchos de ustedes los conocen y estan puteando mi obviedad, pero yo, siempre didáctico cuando se trata de esparcir el credo tabernario ("derramar el vino", podríamos decirle), me permito reproducir algunos pequeños textos que funcionan como buen ejemplo de la lírica beoda de estos sabios orientales y que pueden orientar al joven dipsómano hacia su más que disfrutable lectura.

Los primeros son del Rubaiyat (aquí hay una versión completa en español) de Khayam, libro clásico que obviamente es mucho más que una simple recopilación de versos a la ebriedad. Es un texto canónico, equivalente a, no sé, un Cantar de los Cantares más secular, pero que por motivos fáciles de imaginar no es precisamente promocionado en el mundo islámico.



44

El vino es color de rosa. Quizás no sea la sangre de la vid, sino la sangre de las rosas. Tal vez la copa en que bebes no sino azur congelado. Quizás la noche no es sino el párpado del día.

45

¡Todos los reinos de la tierra por un vaso de vino! ¡Toda la ciencia de los hombres por la fragancia del mosto fermentado! ¡Todas las canciones de amor por el grato murmullo del vino que llena nuestras copas!

48

Los hombres leen alguna vez el Corán, que es la sabiduría suprema, ¿más quién se deleita con sus enseñanzas? En el borde de cada copa hay una máxima profunda que todos debemos saborear.

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Bebo vino como las raíces del saúz la clara linfa del torrente. "No hay más Dios que Alá -dices- sólo Él lo sabe todo". Entonces, al crearme, no ignoraba que tendría que beber. Si no lo hiciera así, fallaría la sabiduría de Alá.

56

Escondo mi tristeza, como los pájaros heridos que se ocultan para dormir. ¡Vino! Escuchad mis bromas. ¡Vino, música, y tu indiferencia para mi tristeza, amada mía!




De Li Po transcribo el poema "El Vino", de la traducción que Roberto Donoso hace de la versión en inglés de Arthur Waley, presente junto a otras maravillas en el librillo Los Poetas de la Dinastía Tang (selección) de la Biblioteca Básica Universal, que pueden encontrar por todo Tristán Narvaja al precio de un chicle.

Si al cielo no le gustase el vino,
no habría en el cielo estrellas que lo evocan.
Si a la tierra no le gustase el vino,
no habría en la tierra fuentes que guardan su sabor.
Puesto que al cielo y a la tierra les gusta el vino,
amarlo no debe avergonzarnos.
Se dice que el candor iguala a la sabiduría,
se dice que son iguales el sabio y el rústico.
¿Para qué buscar entonces a los espíritus inmortales?
Después de tres copas descubrimos la virtud total,
después de un litro, retornamos a la amable naturaleza
Más ¡ay!, la perfección que alcanzamos ebrios,
desaparece a nuestro despertar.


Y este es el fin del tercer boletín de la cruzada Bloomsday (o Doomsday). El titular del blog niega rotundamente las versiones existentes de que el site estuviera siendo auspiciado silenciosamente por una bodega extranjera y un pub local (los bastardos no aceptaron el canje).





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