miércoles, junio 16, 2004

"Oh Danny Boy, the pipes, the pipes are calling..."

En los bellos y bohemios tiempos en los que existía el legendario bar Periplo, mi amigo R.V. descubrió entre la población de bebedores que lo atestaban a un irlandés taciturno y solitario, al que veíamos tomando cantidades sorprendentes de whisky todos los fines de semana. Un día en el que estábamos particularmente sociables (borrachos) trabamos conversación con el hombre –que parecía una mezcla entre W.C. Fields y un leprechaun-, conversando sobre los Pogues, el IRA y temas similares de gran interés. El hombre intentaba conversar en un castellano que desconocía y que el pedo perpetuo que llevaba deformaba aún más; al preguntarle qué carajo estaba haciendo en un bar perdido del remoto Uruguay dijo algo así como: “Todos los bares tienen que tener un irlandés, y a mí me tocó éste”, luego, al borde la afasia alcohólica dijo en absoluto cocoliche: “Nosotros… los irish… in football (cara de desagrado) muy malo, muy malo… fighting… (cara de resignación) muy malo, muy malo. But drinking…. (cara de Bono llevando una bandera) Irish is número uno, number one…”

Toda esta introducción viene a cuento del legendario amor por la bebida de los nativos de Eire (suelo evitar esos lugares ridículos que son los conchetos irish pubs rioplatenses), que los tiene –como aseveraba el local irish drunk que mencionaba- como primeros en todos los estudios de consumo de alcohol per cápita en el mundo, seguidos de cerca por los finlandeses y los rusos, pero primeros lejos y sin la excusa del frío ártico que pueden aducir los otros. Obviamente esta tradición se refleja en su arte (especialmente si el artista se llama Shane), en sus costumbres, en su lenguaje y, obviamente, en sus brindis y su lírica dedicada a la exaltación de la bebida.



Entre las perlas de la Modern Drunk Magazine (donde obviamente se repiten los nombres de ascendencia irlandesa), encuentro una breve pero interesante página sobre la historia de los toasts (brindis) que ignora previsiblemente toda la florida gama de brindis mediterráneos pero enumera algunos ejemplos, entre los cuales inevitablemente se hallan varios brindis irlandeses. Los brindis irlandeses suelen empezar (o al menos incluirla) con la gallarda expresión “May your…” (o "may the...") seguida de lo específico de la bienaventuranza que se desea. Un hermoso ejemplo conocido por todos los after-punks es el bellísimo e intraducible “May the road rise with you”, que John Lydon incluyó – usufructuando su herencia cultural de irlandés de segunda generación- en “Rise”, y que es parte de una bienaventuranza más larga. (Vero: tu la recuerdas entera, apelo a tu memoria anglosajona para que me la copies en un comment o un mail).

Éste es tal vez el más famoso de todos (con justicia):

"May those that love us, love us & for those that don't love us, may God turn their hearts; & if he can't turn their hearts may he turn their ankles; So we may know them by their limping."

Pero bueno (doy más vueltas que un perro para cagar), todo esto es una vulgar excusa para reproducir un par de esos brindis irlandeses de la MDM que me hacen feliz y que sólo considero inferiores al nacionalista “Suomelle!!!” (“A la salud de Finlandia”). El primero es tan conocido como sabio y pertenece a ese escritor increíble que era Jonathan Swift:

May you live all the days of your life.”

El otro es de algún irlandés anónimo y me emociona mientras lo transcribo y suena en mi Winamp el “Am Mhaighdean Mhara" de los Chieftains:

Here’s to cheating, stealing, fighting, and drinking.
If you cheat, may you cheat death.
If you steal, may you steal a woman’s heart.
If you fight, may you fight for a brother.
And if you drink, may you drink with me
.”





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