domingo, junio 27, 2004
Qué jugador... (1)
Voy a hacer algo inédito en la historia de este blog: elogiar una característica, o un gesto, de alguien de la derecha. Hay que reconocer que Lacalle tiene una disciplina de lenguaje asombroso; no solo se bancó el que (con motivos muy justificados) Ramírez lo enchastrara como corrupto en las anteriores internas blancas sin despeinarse el jopo, sino que su jopo permaneció enhiesto en una nueva derrota.
Hoy, valupuleado por Larrañaga, quebrado y casi negado de saludos, se la bancó con similar elegancia y sin apartarse medio renglón de su discurso de "unidad", a pesar de que Larrañaga le prestó la misma atención que le prestaría a un insecto que le trepara la cola de su caballo blanco. Igual el discurso de Lacalle, apenas interrumpido por un blanco (mental) fue de esos ejemplos de retórica perfecta que suele exhibir el bribón. No me aleccionen con lo que hay atrás y con lo que el tipo hizo porque ya lo sé, y me alegra su derrota (aunque por lógicos motivos leninistas no me parece una buena noticia), pero igual me remito a reconocer un gesto de anacrónica elegancia en un vencido.
Hoy, valupuleado por Larrañaga, quebrado y casi negado de saludos, se la bancó con similar elegancia y sin apartarse medio renglón de su discurso de "unidad", a pesar de que Larrañaga le prestó la misma atención que le prestaría a un insecto que le trepara la cola de su caballo blanco. Igual el discurso de Lacalle, apenas interrumpido por un blanco (mental) fue de esos ejemplos de retórica perfecta que suele exhibir el bribón. No me aleccionen con lo que hay atrás y con lo que el tipo hizo porque ya lo sé, y me alegra su derrota (aunque por lógicos motivos leninistas no me parece una buena noticia), pero igual me remito a reconocer un gesto de anacrónica elegancia en un vencido.
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