viernes, julio 16, 2004

La espiral descendente

En Montevideo comenzó a emitirse una inquietante publicidad anti-drogas, que parte del frecuente argumento de que las drogas livianas son un camino que conduce a las drogas duras. Un argumento que tiene un pie en la realidad, casi nadie empieza consumiendo morfina o crack -aunque sí alcohol, que es una droga dura-, pero que tiene la misma lógica nerd que decir que aprender a caminar es el primer paso para estrellarse con un auto en la rambla. Una óptica estadística que siempre toma en cuento el porcentaje, seguramente enorme, de consumidores de drogas aparentemente siniestras que comenzaron fumando marihuana, pero que nunca he visto contabilizar el porcentaje, que aventuro también enorme, de personas que comenzaron fumando marihuana y nunca tuvieron ni siquiera la más puta intención de darse un pico. En fín, pero supongamos que la teoría de la escalera tiene razón... 


 
Ahora, a lo que iba es a la dinámica misma de la publicidad: En pantalla aparece un porro que se multiplica mientras una voz femenina repite ominosamente "porro, porro, porro, porro..." (me hace acordar a algunos amigos míos). De pronto empiezan a aparecer intercaladas con las imágenes de los porros unas latas de refresco dobladas (las latas que se usan para fumar pasta base) y la voz empieza a intercalar a su vez la palabra "lata", convirtiéndo el mantra en "porro, lata, porro, lata, lata, porro, lata, lata, lata..." mientras la pantalla se cubre de latas. A continuación aparece una primera raya de frula y la cantinela se convierte en "lata, merca, lata, merca, merca, merca..." Por último sobre una pantalla ya cubierta de saques que tientan mi actual sobriedad aparece una jeringa y el cántico cambia, obviamente, a "merca, pico, merca, pico, pico, pico, pico..." Entonces hay un fundido en negro y una voz femenina juvenil hace la preocupante pregunta "Una vez que le dijiste que sí al porro... ¿Cómo podés asegurar que le vas a decir que no a lo demás?" Y sentencia, rebelde: "Tomá control de tus decisiones. No dejes que te controlen".
 
Dejemos de lado el análisis comunicativo y/o los logros y defectos de esta publicidad, me extraña el orden del consumo. No voy a entrar en el detalle, que es discutible, acerca de la mayor o menor toxicidad y peligro del inyectarse cocaína líquida en relación al de fumar pasta base, pero lo que sí discuto y me peleo es que haya un camino ascendente en el cual se va de la pasta base a la cocaína. Es ilógico y no tiene el más puto sentido.
 
Me explico: en términos de efecto es como decir que un alcohólico hace un camino descendente de profundización de su alcoholismo que lo lleva del tequila  a la cerveza. No es así, a no ser que fuera justamente una especie de desintoxicación. Quiero decir; si el ciudadano Víctor o el ciudadano Toto dejan de fumar pasta base y se dedican a jalar frula, bueno, supongo que su familia lo festeja porque indicaría el pasaje a una sustancia de considerable menor toxicidad, de efecto más prolongado y de mayor status social. Lo cual es otro punto: la brecha social y de status entre el consumo de pasta base y de cocaína no es considerado en absoluto en ese orden caprichoso, conozco consumidores de merca que se han pasado a la pasta, pero el pasaje ha sido en busca de mayor intensidad de pegue y menor inversión económica, y ha sido como rodar por la escalera.
 
Entonces me pregunto: ¿qué estaba pensando el publicista (y sus asesores técnicos) que elaboraron este orden? Me atrevo a suponer que imaginaron una pirámide en relación a las drogas ilegales que más se consumen, es decir: la más popular (la marihuana), la que la sigue (la pasta base), etc., y supusieron que estos números reflejaban la intensificación adictiva, cuando en verdad estaban contando vacas y gallinas como si fuera el mismo bicho. El efecto obvio es que hasta el más iletrado de los planchas debe reírse como loco al ver el reclame y decir, desde atrás de su nube de humo latero, "uy, voy a tener que parar con la pasta porque si no voy a caer en las garras de... la merca".
 
Otra teoría que tengo es que los creativos de la agencia tuvieron un ataque de cola de paja y para disimular sus malas costumbres recreativas decidieron hacer una pelotudez que les permita decir luego "ah, lo que pasa es que yo de drogas no sé nada, ¡nada, ni un poquito!!!".





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