sábado, julio 24, 2004

Mirando canciones (XII): Dicks Hate the Police

Hace algunos días veo en la televisión una escena notable; en un partido de fútbol en la pacífica y tolerante Suiza, un manifestante aprovecha las cámaras –ese ojo subjetivo que se hace el imparcial pero sólo apunta hacia un lado- para saltar a la cancha con un cartel pacifista. Los policías de seguridad empiezan a correr al atrevido que cae en el área, cerca de una de las tribunas populares que, como los suizos son civilizados, no tienen alambrado. Entonces tres policías enormes le saltan encima, lo inmovilizan y le comienzan a pegar potentes golpes cortitos de palo en la cabeza. Cuando están dedicados a esta forma policíaca de recreación, de la nada aparece volando un hincha de fútbol que le encaja una soberbia patada voladora en la cabeza al cana que estaba más contento en su divertimento represivo, y de pronto donde había tres grandotes uniformados pegándole a un gordito pacifista, hay tres grandotes uniformados tratando de salir de alguna forma de una cancha en la que todo el mundo decidió que estaban haciendo una hijadeputez y que había que equilibrar las cosas. Se fueron para el hospital. Lo pasaron en todos los noticiarios y todos los comentaristas hicieron comentarios de “qué barbaridad, qué salvajismo”, aunque alguno reconoció que la paliza dada a los representantes de la ley había estado bastante justificada. A mí me pareció un espectáculo edificante. Me hubiera gustado verla con mi sobrino y decirle “eso es lo que pasa, o lo que tendría que pasar, cuando la gente ve un abuso y le cree a sus ojos”.

"Dicks Hate the Police": Toda la gente de mi generación, generación de adolescencia grunge, conoce esta canción en la fantástica versión de Mudhoney, que supera ampliamente a la original, pero prefiero usar la versión original de la letra para hablar de un grupo tal vez más interesante que Mudhoney: los fabulosos Dicks, banda fundacional del hardcore texano, cuyo primer simple rezaba lo siguiente:

Mommy, mommy, mommy / Look at your son
You might have loved me / But now I got a gun
You better stay out of my way
I think I've had a bad day
I've had a bad day
I've had a bad day

Daddy, daddy, daddy / Proud of your son
He got him a good job / Killing niggers and Mexicans
I'll tell you one thing, it's true
You can't find justice, it'll find you
It'll find you
It'll find you

People tell policemen / They've met their match
They’re fighting in desert sands / The Dicks will catch
Dicks hates policemen, and it's true
You can't find justice, it'll find you
It'll find you
It'll find you
It'll find you

Mommy, mommy / Look at your son
Maybe you once loved me / But now I’ve got a gun
You better stay out of my way
I've had a bad day
I've had a bad day
Mommy, I've had a bad day
Mommy, I've had a bad day
Mommy


The Dicks, denominación que puede justificarse como el plural de un nombre propio, como The Ramones, pero que esencialmente quiere decir “Las Pijas”, fueron una prueba más de que Texas, además de ser cuna de fascistas todopoderosos, también es el estado del que provienen las bandas y artistas más radicales de E.E.U.U. Si no recuerden simplemente los nombres de Roky Erickson, Daniel Johnston, Scratch Acid, Stick-Men with Ray Guns, Butthole Surfers, Big Boys… y una larga lista de pirados de inédita agresividad, que sugiere que el ácido tejano debe ser muy bueno. The Dicks fueron la banda iniciática del hardcore tejano, aunque esencialmente eran más bien una banda de punk con una postura muy política, y que era liderada por uno de los frontman más colosales del hardcore: Gary Floyd.



Gordo, puto y comunista, a Floyd solo le faltaba ser negro para ser el arquetipo de la pesadilla americana. Famoso por los shows en vivo, en los que un Floyd en ocasiones trasvestido y cubierto por una bandera de Rusia solía arrojar condones llenos de mayonesa a la audiencia mientras hacía referencias ultra-explícitas a su vida (homo)sexual, Floyd también era un vocalista vigoroso, con una de esas voces graves de gordo blusero que son más bien inusuales en el hardcore. Una voz similar a la de P.W. Long, de Mule, por la que Henry Rollins hubiera vendido el alma y que era la principal característica distintiva de unas canciones algo toscas pero con inesperados ganchos melódicos. The Dicks y Floyd nunca llegaron a ser primeras figuras del hardcore de los ochenta, pero la impresión que dejaron fue profunda y duradera. De hecho, además del famoso cover de Mudhoney también fueron versionados por Jesus Lizard (“Wheelchair Epidemic”) y los Butthole Surfers compusieron un tema en su honor llamado “Gary Floyd”. Pero tal vez la banda que recogió el legado de los Dicks en forma más notoria sea la más notable banda del punk actual, Turbonegro. No sólo no hay que ser muy brillante para notar las similitudes entre las historias de homosexualidad obesa berreadas por Floyd con las de los noruegos, sino que el título de su “Turbonegro Hates the Kids” es un homenaje evidente a la canción de la que motivó este post.

“Dicks Hate the Police” fue su primer simple y es, además de una declaración de principios, tal vez su mejor tema. Aunque no llega a los dos minutos el tema tiene un desarrollo perfecto y suficiente en el cual los versos se suceden sin solos ni puentes propiamente dichos. No hay lugar para la menor redundancia ya que incluso la estrofa que se repite es cantada con una diferencia de intensidad tal que mal puede decirse que signifique lo mismo. La urgencia del “Mommy, Mommy” de la cuarta estrofa es tal que hace recordar incluso al “Mother” de John Lennon y es una de las señales más ricas de esta canción política pero ambigua, en la que el resentimiento hacia los poderes familiares se mezcla con la furia contra los poderes estatales con naturalidad. Es decir, no se trata de una canción de protesta tal y como la entendía el folk (o algunas bandas punk), que se apoyaban en un hecho concreto para denunciarlo, sino que el odio que la canción reivindica es casi existencial. Es “la policía” la odiada, no “los policías”, y ese tono casi filosófico y lleno de lecturas contradictorias tiene su momento más brillante en el asombroso y amenazante segundo estribillo: “You can’t find justice, it’ll find you” . Lo único concreto es de donde viene ese odio, ya que los Dicks firman la canción desde el nombre y vuelven a subrayarlo en la autorreferente tercer estrofa. ¿Cuántas bandas debutan así?, ¿qué banda saldría a la cancha con un tema así hoy en día? y, sobre todo, ¿por qué estas preguntas son retóricas?



La grabación es mala y la ejecución del tema es como mínimo rudimentaria, sin embargo una sola oída alcanza para que al menos su inigualable comienzo (“Mommy, mommy, mommy, look at your son / you might have loved me / but now I got a gun”) quede registrado en la memoria en forma definitiva. Los Mudhoney descubrieron que debajo de esa aspereza había una bestia de canción y la dejaron suelta en ese huracán de versión que grabaron para el Superfuzz, Big Muff, corriendo el riesgo de que dicha bestia se devorara por comparación el resto del disco, cosa que hubiera ocurrido si no hubieran incluido en el mismo el mayor de sus clásicos, “Touch Me I’m Sick”. Hasta el día de hoy el tema es obligatorio en cada recital de Mudhoney, quienes sabiamente cambian en la tercera estrofa el enunciado del odio sustituyéndolo en forma obvia por “Mudhoney hates the police”.

Hay un dos dobles sentidos obvios en ese definitivo nombre con el que bautizaron al tema. Uno bastante estúpido que es el de recordar que es una canción de 1980, lanzada justo en medio de una guerra underground que asolaba su ciudad natal de Austin entre “punks hardcore” y “new wave”, lo que permitiría pensar en la canción como una declaración de aversión a la banda de Sting, que reinaba insoportable por aquellos días (me niego a considerar esta lectura, pero tenía que mencionarla). El otro, más interesante, es considerar lo que pensaría un escucha que no supiera el nombre de la banda ni la autorreferente construcción del nombre, e interpretara literalmente lo de “Dicks hate the police”, es decir, “las pijas odian a la policía”. Y tal vez sea eso: las pijas odian a la policía, porque la naturaleza odia a la policía… Y las conchas odian a la policía, los culos, las bocas, los pezones, los muslos, los ombligos, los huevos, las lenguas, las manos, los dedos, los ojos… Los cuerpos doloridos, los cuerpos excitados, los cuerpos en movimiento, los cuerpos que no responden a la orden de “quieto”, los cuerpos que cortan el aire en el soberbio ballet de una patada justa y perfecta.





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