miércoles, julio 21, 2004

No en mi nombre

Hace algunos días una noticia pasó casi inadvertida en la prensa, en ella se contaba que Julio María Sanguinetti, el ex presidente intelectual, declaraba que el Foro -es decir el Partido Colorado- se oponía totalmente a la presencia de cualquier representante diplomático palestino en Uruguay. El motivo que esgrimía era sólido: no había forma de controlar si dicho representante no era un temible terrorista. Dijo que apoyaban la creación de un estado palestino independiente pero no que hubiera una representación diplomática de su gobierno, lo cual puede sonar paradójico pero está en sintonía con la política exterior uruguaya, que suele apoyar a Israel en todas sus políticas y reservar sus iras para Cuba, que cometió el pecado de hacer una serie de envíos de vacunas gratis a nuestro país justo cuando éste tenía que congraciarse con Estados Unidos, o Venezuela, bestia negra de Sanguinetti, que suele preocuparse por la temible dictadura populista de Chávez en notorios artículos escritos para la prensa europea, que siempre necesita a un intelectual como Sanguinetti para que le explique la realidad latinoamericana.

Hace casi exactamente un año atrás el representante de Palestina en Argentina fue invitado a ofrecer una conferencia sobre la realidad de su país en el Centro de Estudios Emilio Frugoni (PS). La conferencia fue interrumpida y boicoteada por un grupo de estudiantes judíos que decidieron que esa campana no debía ser escuchada. La intervención de los estudiantes fue notoriamente dirigida por el embajador de Israel, un acto de injerencia inédito por parte de un diplomático y que del tipo que generalmente merecen una expulsión inmediata del diplomático y el pedido de explicaciones al gobierno. No para el gobierno uruguayo de Jorge Batlle, que por un día pareció olvidar su tradicional obsesión por la tolerancia y la diversidad de discursos.



Hoy la ONU votó una moción de condena que exige a Israel el acatamiento del dictámen del Tribunal Internacional y el desmantelamiento del muro que alegremente están edificando en territorio palestino y el resultado fue de una unanimidad poco frecuente: 150 países votaron por la afirmativa, 6 por la negativa (contando a Estados Unidos y a Israel) y 10 se abstuvieron. Curiosamente Uruguay, el bastión de los derechos humanos, fue uno de los países que decidieron abstenerse, sumando su voto al de orgullosas potencias independientes como Nauru, El Salvador, Tonga y Uganda.

Ah, no tengo ganas de seguir escribiendo.





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