martes, setiembre 21, 2004
La belleza será convulsiva, etc. etc.
Acabo de ver Imagine the Sound (1981), el documental del canadiense Ron Mann (Grass) sobre Cecil Taylor, Bill Dixon, Archie Shepp y Paul Bley, el cuarteto central del colectivo Jazz Composers Guide y la espina vertebral del free jazz en general. Es difícil describir la emoción no sólo de escuchar a estos músicos de una radicalidad que hace parecer tecno-pop a la más abstrusa no wave, sino de verlos en performances inhumanamente intensas que hace falta visualizar para entender. Escuchar a Cecil Taylor es algo sublime, pero ver a ese hombre pequeño, sentado con un sudado y sucio equipo de jogging en una sala blanca frente a un piano extraordinariamente caro y tocando como si estuviera poseído por setenta demonios abotonados con el fantasma de Rachaminoff, es una experiencia y una prueba irrecusable de una espiritualidad musical imposible de falsificar. Luego, escuchar a Bill Dixon y la espacialidad de su free jazz minimalista y asordinado es, sin lugar a la más puta duda, lo más asombroso que he escuchado en lo que va del año.
Cuando Ron Mann los filma, no eran ningunos jovencitos rebeldes y todos pasaban los cincuenta, pero si uno se tapa los ojos y los escucha hablar sobre independencia musical en este documental, piensa que está escuchando a una nueva ola de radicales que a venido a barrer en forma definitiva a la basura del éter. Escuchándolos tocar se siente lo mismo, solo que las sílabas son sustituídas por notas; de hecho esto es intercambiable, ya que en un par de momentos asombrosos Cecil Taylor recita un poema surrealista y Archie Shepp uno en honor a Malcom X y ambos recitados son música pura, una música furiosa que quiere incendiar al mundo.
Repito; cuando Mann los filmó ya hacía veinte años que habían declarado esa guerra, esa revolución; ahora hace ya cuarenta. Pero estos sonidos, estos artistas, al igual que ciertas ideas políticas a las que se les quiere erradicar en base a su supuesta antiguedad, apenas se expresan en libertad y en estado puro, demuestran que no son negociables, no son cooptables y que siguen tan vivos e inaceptables como en 1961 o 1968. La mayor prueba la vi en la cantidad de gente que abandonó la sala de cine al segundo ataque de Taylor a su piano, de tanto escuchar sucedáneos a la gente le cuesta escuchar música en estado puro. Está bien, lo contrario me hubiera inquietado más.
P.D: El subtitulado al castellano del video posiblemente fue hecho por un fan de Metallica al cual los nombres propios del jazz le resultan arcanos, y que considera que cualquier verdura que se escriba va a dar igual, total no los conoce nadie... Así los nombres de La Monte Young, Coleman Hawkins, Eric Dolphy, Don Cherry y demás nombrados por Dixon & cía. aparecieron tan deformados que si uno no prestaba atención a la voz del entrevistado terminaba sintiéndose un ignorante al no reconocer ninguno de los múiscos citados. Pero entre las deformaciones hubo algunas realmente encantadoras; es así que para el subtitulador Ornette Coleman se convirtió en Hornet Coleman, y (mi favorita) Albert Ayler en Albert Eviler. Puede ser que el fan de Metallica no estuviera tan errado.
Cuando Ron Mann los filma, no eran ningunos jovencitos rebeldes y todos pasaban los cincuenta, pero si uno se tapa los ojos y los escucha hablar sobre independencia musical en este documental, piensa que está escuchando a una nueva ola de radicales que a venido a barrer en forma definitiva a la basura del éter. Escuchándolos tocar se siente lo mismo, solo que las sílabas son sustituídas por notas; de hecho esto es intercambiable, ya que en un par de momentos asombrosos Cecil Taylor recita un poema surrealista y Archie Shepp uno en honor a Malcom X y ambos recitados son música pura, una música furiosa que quiere incendiar al mundo.
Repito; cuando Mann los filmó ya hacía veinte años que habían declarado esa guerra, esa revolución; ahora hace ya cuarenta. Pero estos sonidos, estos artistas, al igual que ciertas ideas políticas a las que se les quiere erradicar en base a su supuesta antiguedad, apenas se expresan en libertad y en estado puro, demuestran que no son negociables, no son cooptables y que siguen tan vivos e inaceptables como en 1961 o 1968. La mayor prueba la vi en la cantidad de gente que abandonó la sala de cine al segundo ataque de Taylor a su piano, de tanto escuchar sucedáneos a la gente le cuesta escuchar música en estado puro. Está bien, lo contrario me hubiera inquietado más.
P.D: El subtitulado al castellano del video posiblemente fue hecho por un fan de Metallica al cual los nombres propios del jazz le resultan arcanos, y que considera que cualquier verdura que se escriba va a dar igual, total no los conoce nadie... Así los nombres de La Monte Young, Coleman Hawkins, Eric Dolphy, Don Cherry y demás nombrados por Dixon & cía. aparecieron tan deformados que si uno no prestaba atención a la voz del entrevistado terminaba sintiéndose un ignorante al no reconocer ninguno de los múiscos citados. Pero entre las deformaciones hubo algunas realmente encantadoras; es así que para el subtitulador Ornette Coleman se convirtió en Hornet Coleman, y (mi favorita) Albert Ayler en Albert Eviler. Puede ser que el fan de Metallica no estuviera tan errado.
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