miércoles, noviembre 03, 2004

Eve of Bush (¿mirando canciones?)

En comments recientes un par de amigos abusaban de mi gentileza pidiéndole cosas a un Fuck You, Tiger que odia complacer pedidos. El turco me decía que esperaba un post sobre las elecciones yanquis, a mi respuesta de que prefería escribir sobre canciones, ghetta me pedía que escribiera sobre “Eve of Destruction” de Barry McGuire. Mirando con tristeza y fatalismo los ya irreversibles resultados de la votación norteamericana, decido matar dos pájaros de un tiro.

“Eve of Destruction” no es realmente de las canciones clásicas de los sesentas más conocidas en estas latitudes. De hecho, clásicos similares como “For what’s worth”, “Something in the Air” o “Suicide is painless” han sido bastante más escuchadas y son –relativamente- más populares entre los pescadores locales de perlas de antaño. Pero “Eve of Destruction” fue en los países angloparlantes un éxito inesperado y un clásico comparable, como canción de protesta, al “Blowing in the wind” de Dylan, o lo que fue en el sur el “A desalambrar” de Viglietti. La canción fue compuesta por el tibio folksinger californiano P.F. Sloan y ha conocido versiones de los Byrds, de los Turtles, del propio Sloan, de The Pretty Things, de Hot Tuna … inclusive de Jan & Dean, de los Dickies, de D.O.A. y de Johnny Thunders. Sin embargo la versión, la que anula las demás hasta el punto de que puede considerarse casi un tema de la autoría del intérprete, es la de Barry McGuire, nombre que parece indisolublemente ligado a la canción.

En Mal Elemento Hernán recuerda un dato que ha sido repetido muchas veces últimamente y que sin embargo a casi nadie le parece lo aterrador que es: el incondicional apoyo del gabinete de Bush a Israel no se explica solo en términos estratégicos, militares, económicos y religiosos, sino también por aspectos religiosos milenaristas. La ultraderecha cristiana que ha infiltrado y radicalizado un partido Republicano que ya era bastante radical antes de esto, cree, con fundamentalismo absoluto, en el Apocalipsis de San Juan que anuncia la Segunda Llegada de Jesús. Y la batalla del Armagedón necesita la existencia de un Israel localizado donde está Israel y en conflicto con su demoníaco entorno. Las señales están allí para estos hombres, hay que cuidar de que sigan allí y que se orienten hacia esta batalla inexorable y definitiva.

Hay otras cosas aterradoras; una reciente encuesta comentaba con alegría de que una mayoría de un 55% de los nuevos votantes de entre 18 y 29 años se inclinaban para apoyar a Kerry en estas elecciones. Yo me cago en el vaso medio lleno; el que un 40% de los jóvenes que están en la edad de oro, en esa edad en la que las hormonas aún corren desbocadas, el input cultural e informativo está en su pico y la rebeldía aún no ha sido abatida por la primer madurez, que 4 de cada 6 tipos de esa edad apoyen a alguien que recomienda la abstinencia sexual como prevención del Sida, que se ha pasado por el culo todas las políticas ambientales tanto del mundo como de los gobiernos anteriores de su país, que reniega de la teoría de Darwin y que está decidido a perseguir a todos lo que connote libertad y/o diferencia me parece, evocando a Allende, algo profundamente anti-natural. Como si cinco de cada seis jóvenes norteamericanos estuviera naciendo con un candado en sus genitales, un biblia de motel en lugar de corazón y un fétido culo donde debería estar su cabeza.

Esos son los hijos de los que en los años sesenta cantaban cosas así.

The Eastern world it is explodin', violence flarin' and bullets loadin',
You're old enough to kill, but not for votin',
You don't believe in war, but's what's that gun you're totin'?
And even the Jordan River has bodies floatin'
But you tell me, over and over and over again my friend,
Ah, you don't believe we're on the Eve of Destruction.

Don't you understand what I'm tryin' to say? Can't you feel the fear that I'm feelin' today?
If the button is pushed there's no running away,
There'll be no one to save with the world in a grave.
Take a look around you boy, it's bound to scare you boy,
But you tell me, over and over and over again my friend,
Ah, you don't believe we're on the Eve of Destruction.

My blood's so mad feels like coagulatin', I'm sittin' here just contemplatin'
You can't twist the truth it knows no regulation, and a handful of Senators don't pass legislation.
Marches alone can't bring integration, when human respect is disintegratin'.
This whole crazy world is just too frustratin'.
But you tell me, over and over and over again my friend,
Ah, you don't believe we're on the Eve of Destruction.

Think of all the hate there is in Red China, then take a look around to Selma, Alabama!
You may leave here for four days in space, But when you return, it's the same old place.
The pounding drums, the pride and disgrace, you can bury your dead, but don't leave a trace,
Hate your next door neighbor, but don't forget to say grace.
But you tell me, over and over and over again my friend.
Ah, you don't believe we're on the Eve of Destruction.




La letra de Sloan padece del simplismo didáctico de muchas de las canciones de protesta de la época, de una rima durísma y tiene ese irritante tono de “uy, que mundo tan loco” que parece digno de Miguel Cantilo y su cadena de genomas que llega hasta Sebastián Teysera. La música es una secuencia más que básica de acordes mayores de do, re y la, tiene la armónica más rudimentaria que se haya escuchado antes de Andrés Ciro y tanto los arreglos como la melodía tienen más olor a Dylan que las famosas botas de cuero español del Zimmerman. Podría adjudicarse entonces el éxito y persistencia de esta canción a motivos puntualmente históricos, pero hay algo que la vuelve excepcional y es la interpretación de McGuire. A excepción de Dylan y su famosa voz de papel de lija, los intérpretes folk de la época optaban por el tono dramático a lo Joan Báez o por la gentil armonización de Peter, Paul & Mary, que luego se teñiría de marihuana y somnolencia hippie. Pero McGuire canta con una extraña furia punk diez años adelantada. No dice ni sugiere, escupe rabioso cada verso hasta que las trilladas palabras de Sloan se resignifican de urgencia y exasperación, cantando en el tono de quién realmente está hablando con un sordo voluntario.

En el Chicago de los días de la caída de Bagdad asistí a una discusión entre un cineasta argentino y un rico productor norteamericano con respecto a la figura del presidente republicano. El argentino, algo bebido, argumentaba rudimentariamente sobre el fascismo y la peligrosidad de George Bush Jr. El norteamericano ni siquiera se molestaba en argumentar en contra, tan solo repetía “yeah, but he make us feel safe”. Debe haberlo dicho tres o cuatro veces como mínimo. En su momento me pareció una argumentación patética, pero después me di cuenta de que contenía toda las excusas necesarias para alguien como él, o para muchos de los que llenan las plazas de Blumberg, y que aunque no lo remarcara, el énfasis de la frase estaba en el pronombre “us”.

“Eve of Destruction” vendió más que cualquier tema de Bob Dylan y fue irradiado muchísimo más que “Masters of War”, en el que se inspiraba claramente, pero su autor y su intérprete siempre fueron mirados un poco como subidos al carro por la vieja guardia del folk combativo de los sesenta, tal vez por su rusticidad y oportunismo pero seguramente más que nada por su éxito. Fue el último gran éxito de McGuire, quien, tal vez imitando el proceso que toda su nación haría en las próximas décadas, pasó de la canción de protesta al canto religioso. “Eve of Destruction” apareció como ambientación sonora de varias películas sobre los sesenta y recientemente empezó a gozar –al igual que muchas canciones militantes- de una cierta segunda vida entre los manifestantes anti-guerra. El McGuire que la cantaba en 1965 con esos ojos achinados que parecen ser producto del incendio de una plantación de cannabis y con esa voz que hubieran envidiado varios punks ingleses del 77, tal vez pensaba aún en el gran susto atómico de la crisis de los misiles cubanos (desatada por el extrañado gran demócrata John Fitzgerald Kennedy, quién propulsó las purgas de McCarthy, la invasión de la Bahía de Cochinos y la intervención en Vietnam), las vísperas de destrucción que el tema sugiere ahora es tal vez otra cosa, más bíblica y orwelliana a la vez.

En el resultado de estas elecciones yanquis influyeron cosas insólitas que tal vez fueron decisivas, como el voto de los cada vez más gusanos latinos de Florida, o la brutal –y brillantemente explotada- reacción homofóbica que produjo el capricho de los homosexuales de exigir el derecho al matrimonio, es decir a un rito creado por la moralidad que siempre los excluyó. Este residuo de las sobregiradas “guerras de la identidad” hizo, por ejemplo, perder el voto negro en muchas de las localidades esenciales. Porque sí, ese chico Bush tal vez sea un racista… ¡but sure he’s no bitch, dog!



Durante la campaña de las elecciones uruguayas, inclusive el pseudo-progresista suplemento Qué Pasa puso de ejemplo a la campaña norteamericana, que era un ejemplo de seriedad, que tenía debates, que los candidatos permitían el uso de su imagen. Los bombardeos pagados con impuestos de gente democrática que vota democráticamente para que niños de otros países sean mutilados con balas envenenadas con uranio se retomaron sobre Fallujah horas después del resultado electoral, celebrando que todo un hombre volvía a ser el presidente del Imperio. En el Village Voice titulan una nota “the dream is lost”, como si John Kerry hubiera sido el sueño de algo. O tal vez estén avisorando algo que suponemos en momentos de optimismo, al ver como esta bestia evangélica destruye una a una todas los espejitos de colores que los gobiernos de estas latitudes corrían a comprar. Y estamos en vísperas de algo, no sé de qué, pero de algún tipo de despertar brutal.





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