domingo, noviembre 21, 2004

Partido hasta mancharse (Benito mira el exitoso mainstream)

Un enésimo informe sobre el “milagro” del recital de Pilsen Rock en Durazno, el mayor recital de rock de la historia de Uruguay, y sus 75.000 personas, en el que Carmelo Vidalín el intendente de dicha ciudad se declara “hincha” de dos grupos que son habitualmente definidos como punk por la prensa (Graffolitas, Trotsky Vengarán), me deja ligeramente inquieto en relación a todo ese evento que no presencié. No voy a caer en el snobismo de criticar el gusto y la alegría de los asistentes a dicha fiesta, al fin y al cabo no soy un adolescente del interior –grupo etario que componía la mayoría del público- sino más bien hacer algunas observaciones con respecto a este suceso que es ejemplar, tal vez no de lo que tiene que ser un recital multitudinario sino de lo que quieren que sea un recital multitudinario los poderes que la casi totalidad de las bandas presentes en el mismo dicen criticar. Algunas observaciones:

• El criterio de selección de las bandas a participar en dicho recital está basado en el siguiente orden jerárquico: a) Pertenecer al managment de Claudio Picerno b) Haber tenido la exposición mediática (televisiva) que otorga el haber participado en alguno de los concursos anuales de rock y c) Ser legítimamente populares. Hubo ausencias notorias entre los que cumplían el requisito “c” y presencias sorprendentes gracias a cumplir alguno de los dos primeros requisitos.

• El recital le dejó a la ciudad de Durazno más de 500.000 dólares limpios, que para una ciudad de ese tamaño es como sacarse la grande. Sin embargo dentro de un gasto de inversión similar a la cifra de ganancias netas no se quiso invertir lo que sale una equipación sonora a la altura de las cicunstancias, llegando al absurdo surrealista de que las bandas del escenario B eran amplificadas por las cajas colocadas en el escenario A, dando la extrañísima sensación de estar viendo al frente una banda que suena detrás de uno. Vidalín, forzado a hacer una autocrítica en televisión, sin embargo sólo atinó a confesar que no todos los puestos de comida habían estado dispuestos en lugares inteligentes, por lo que no se había vendido tanto como se podría.

• Hay bandas y bandas, y hay bandas A y bandas B, y algunos duermen en colchones A o en colchones B, y algunas bandas hacen prueba de sonido y a otras apenas les muestran donde enchufar, porque en un evento programado desde hace un año al parecer no encontraron tiempo para programar todas las pruebas de sonido y… bueno, mejor lean la crónica de Iván en el blog de La Teja Pride. Claro que uno piensa que Durazno tendría que haber vaciado su mejor hotel y haber puesto al personal entero del legendario quilombo El Cubo al servicio de hasta el más mísero de los plomos que ayudaron a llevar baldes de guita a la ciudad, pero eso es otro asunto.

• El recital era presentado como un evento de música uruguaya y dedicado en exclusividad a la música uruguaya. Sin embargo si uno toca en una ignotísima banda alemana (Die Artze) pero que tuvo la suerte de ser amigota de los headliners de la fecha principal (La Vela Puerca), se le da un lugar de lujo, tocando inmediatamente antes de dicha banda. Y en el escenario A, claro.

• El evento fue utilizado en forma descarada como plataforma electoral del ya mencionado Vidalín, sin que nadie siquiera ironizara al respecto entre los “festejen, uruguayos festejen” que soltaron casi todos los intérpretes que subieron al escenario.

• Una banda muy popular comenzó su recital interpretando el himno nacional uruguayo. No, no fue interpretado a la Hendrix: reverencia y de pie, muchachos, vamo' arriba la celeste.

• Hay mucha guita en algunas vueltas del rock nacional, hay mucha hambre de prenderse de la teta, de vivir de eso como principal trabajo, y se nota.



(Hace algunos años me mandaron a cubrir el Festival de Folklore de Durazno a causa de que Soledad Pastorutti, en pleno “fenómeno Soledad” se iba a presentar allí. Fue una experiencia realmente maravillosa, independientemente a esto, que reunió a varias decenas de miles de personas sin que se hiciera la décima parte de bulla al respecto. Dejando de la lado a la chica de Arequito, asistí a la presentación de varios artistas de folklore nacionales que hicieron sus recitales en uno de los ambientes de mayor atención y buena onda que yo haya presenciado. Me pareció algo muy auténtico, muy de verdad. Es una hermosa ciudad.)

Prácticamente ninguno de los artistas que respeto y ninguno de los artistas que realmente me gustan, algunos de ellos cien veces más legítimamente populares que alguna de las bandas presentes, tocó ni fue invitado a Pilsen Rock. Me da pena cuando pienso que, por ejemplo, The Supersónicos, con más de diez años de carrera y con un show casi perfecto se ve relegado ante alguna banda cuyo único mérito consiste en haber sido mencionada en un concurso auspiciado por Pepsi.

Pero al mismo tiempo pienso que está bien, porque Supersónicos no es una banda auspiciada por Pepsi, ni una banda que componga sus estribillos pensando en lo fáciles que le va a resultar al público cantarlos revoleando sus remeras (de hecho, la banda de Sayago ni siquiera compone estribillos), ni que escriba versos tipo: “ Si no estás bien / Mi voz te puede rescatar / Y al abusivo también puede voltear”. Quiero decir; estamos hablando de sistemas de disfrute y criterio radicalmente diferentes; la prensa que cubrió el evento y escribió acríticamente con respecto al mismo (si llevás 75.000 personas quiere decir que todo estuvo bueno) señaló que las bandas que más éxito habían tenido habían sido Once Tiros y Trotsky Vengarán. Es decir…

(Hace poco leía en la estricta biografía de Clash de Marcus Gray, Last Gang in Town, los problemas que tenían estos londinenses para mantener su por momentos dudosa credibilidad y los eventuales sacrificios que hicieron al respecto. Veo en Pilsen Rock a furibundas bandas de discurso anti-corporativo tocar para sponsor multinacionales, promocionarlos, ayudar la campaña política de un intendente conservador, hacer demagogia a diestra y siniestra y ninguno de ellos –ni su público- se plantea la posibilidad siquiera de un conflicto entre discurso y praxis. Porque yo te sigo a todas partes, es un sentimiento y si puedo cantar como en el estadio me da todo igual).

Es decir que no importa; la palabra “rock” es tan polisémica y enorme que ha podido incluir en sí prácticamente cualquier cosa interpretada por jóvenes con guitarras eléctricas, pero últimamente su versión local, el “rock uruguayo”, se ha caracterizado también por excluir deliberadamente a cualquier artista que efectivamente opere con intenciones artísticas no especulativas (y ahí meto hasta a Fernando Cabrera, que al parecer no es “rock” para estos criterios pilsenescos). Pero a veces una exclusión es también una distinción. Recuerdo a Henry Rollins ofenderse con un entrevistador que le preguntó si no se sentía “alienado”, a lo que el musculoso respondió que no, que “alienado” era un término que significaba sentirse excluido y que para sentirse excluido hay que querer pertenecer, y que a él le importaba tres carajos pertenecer a algo tan repulsivo como el mundo del que provenía la mirada que podía considerarlo un “alienado”.

It's all so sickening and we're so satisfied

El mismo fin de semana de Pilsen Rock, cinco bandas montevideanas (a saber, Guachass, Danteinferno, Culpables, LHM y Santa Cruz) se presentaron en dos conciertos modestos y abarrotados de gente. El set que hizo en BJ Santa Cruz, por poner un ejemplo de una banda que casualmente no pasó las pre-selecciones de Pepsi Bandplugged, hubiera humillado –a nivel de actitud y música- a cualquiera de las bandas de hard-rock que se presentaron en Durazno hasta el punto que los integrantes de dichas bandas habrían vendido sus guitarras para comprar pasta base y consolarse. Pero eso era una posibilidad irrelevante, estamos hablando de distintos mundos y distintas leyes, y nadie lamentó no estar en otro mundo ese fin de semana. Estas bandas no le gustan a los intendentes, está bueno no gustarle a los intendentes, está bueno no ser un buen escaparate para Pilsen o para Pepsi, está bueno estar en otro lugar... ¿Quién quiere hacer rock...? Rock on, rock on....





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