martes, enero 18, 2005

Me sigue gustando el número tres

En Entrada Libre, programa medio infame que dan los domingos en Canal 10, veo un amable "debate" entre los directores de teatro Hugo Blandamuro y Jorge Denevi, responsables ambos de cosas que prefiero no recordar. Sin embargo rescato dos momentos de sinceridad interesantes; en un momento Denevi le pregunta Blandamuro si su pasaje al mundo del carnaval, pasaje bastante habitual entre la gente de teatro, había sido por dinero o por amor a esta fiesta popular que, hipertrofiada por su carácter comercial, ha pasado de ser una parranda de tres días a una cuidadosa puesta en escena teatral que dura cuarenta días. Blandamuro le contestó que sí, que el pasarse al carnaval, había sido en un principio por dinero, lo cual -si no fuera porque ya estamos acostumbrados a que el dinero sea una excusa válida para cualquier cosa- sería una afirmación bastante sorprendente. Al menos en relación a lo que uno supondría que es el carnaval y la festividad espontánea y popular del dios Momo. Sí, me estoy haciendo el gil.

Pero más interesante aún fue una observación de Denevi, responsable de algunos programas cómicos televisivos que no menciono por respeto al lector. Ante una pregunta del moderador acerca de si había notado mucha diferencia entre su trabajo como director/guionista de programas humorísticos durante la dictadura y luego en democracia, Denevi contestó (estoy citando de memoria y tal vez lo mejore, aunque creo ser fiel a lo esencial de la declaración): "sí, había mucha diferencia; en la dictadura uno sabía que había cosas que no podían decirse y que apenas se podían sugerir y uno hacía las cosas así, con una guiñada, en cambio en democracia los políticos civiles eran todos amigos de los directores de los canales, así que había cosas que no se podían decir, ni se podían sugerir, ni nada, porque te estabas metiendo con los amigos de los jefes y no les gustaba nada". Repito, interesante.... ahora, nombres nunca, ¿no?

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Cuando el empresario de espectáculos Daniel Grinbank dijo que lo de República Cromañon era, para el mundo del rock, como un 9/11 hizo una observación bastante lúcida y al igual que con los atentados a las torres, los efectos de la tragedia siguen dejando efectos tóxicos y extendiéndose en formas inesperadas, dando pie a conductas represivas unilaterales y sirviéndo de excusa para cualquier cosa. Luego de la payasada de hacer pagar a justos por pecadores suspendiendo actividades musicales totalmente ajenas a las conductas y lugares riesgosos, sucede esta historia que sería graciosa si no fuera por algunas cosas que implica. Como suele hacer cada vez que se empeda/endurece al destartalado SayNoMore se le ocurrió salir de su niebla tóxica de José Ignacio para aproximarse hasta "Punta Rock", un mini-festival en el que La Garcha de Rolando, los Ratones Paralímpicos y no sé quién más tocaba para la beautiful-monada. Como es su costumbre, a Charly, se le ocurrió que quería subirse al escenario para hacer el ganso un rato; aunque la nota de Página 12 a la que le hice el link no lo consigna, al parecer los Ratones se brotaron y declararon que si el fool of the hill oficial del Río de la Plata se subía al escenario, ellos no lo hacían. Como resultado, los organizadores del evento decidieron interceptar al desdentado rocker e impedirle su breve apoteósis; la excusa argucida no fue que los Ratones estaban fastidiosos ni nada por el estilo, sino que la infraestructura de seguridad del festival -un recital en la playa de Piedras del Chileno para unas 10.000 personas- no iba a soportar el ingreso de una figura del fuste de García y le dijeron “No nos metas un Cromañón en Punta del Este”.

Más allá de chistes que se podrían hacer con la frase, más allá de conjeturas acerca de si una hecatombe de chetos sería algo realmente malo y más allá de que posiblemente le hicieron un favor al público, me parece que esta prohibición ridícula es un buen ejemplo de que lo de Cromañon va a servir como comodín para reprimir cualquier actividad masiva o notoria que por algún motivo moleste a alguien, sea a los Ratones Ultraparanoicos, al intendente de Punta del Este o a Patti. Puede ser educativo para los que pedían "seguridad" indiscriminadamente en lugar de fijarse en las causas y efectos reales; cuidado con lo que deseen porque sus deseos pueden cumplirse.

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En Pitchfork leo la noticia, tal vez más simbólica que otra cosa, de que Guided By Voices -en rigor desde hace bastante tiempo un nombre para la carrera solista de Robert Pollard- se disolvió definitivamente. La nota al respecto, mucho mejor que la media de la denostada pero ineludible Pitchfork, repasaba las características alcohólicas de un show tipo de GBV (algo que ya no vamos a ver, sigmur) y demuestra una tristeza por parte de su cronista con la que, por unos segundo, me resultó extraño sentir tanta empatía. GBV era un gusto sutil, a pesar de tener al mejor compositor y melodista desde, yo qué sé, ¿Ray Davies?, no era una banda de originalidad rutilante, no era una bandera de un movimiento -ni siquiera del low-fi- y sus epígonos seguro son menor número, o menos evidentes, que los de otras bandas totem del indie como Pavement, Pixies, Sonic Youth, Pussy Galore o Dinosaur Jr. Además fueron en cierta forma, aunque estuvieran formados y componiendo desde el año del mono, una banda tardía para el indie norteamericano de fines de los ochenta, principios de los noventa. Recuerdo que cuando aparecieron no parecían tener la estatura mítica de las bandas arriba mencionadas, eran más bien unos veteranos borrachines haciendo una cantidad enorme de canciones grabadas como el orto y no mucho más... aunque, puta, ¿por qué eran tan perfectas esas canciones? ¿por qué a uno le pegaba en la garganta aquello de "On the Tundra" o las misteriosas "Deeds of Fertile Jim"? ¿O cuántas canciones indie tenían la potencia de "Motor Away", o la alegría emotiva de "Glad Girls"? En fin, basta de preguntas retóricas y de tratar de explicar lo que todos saben.

Hacía tiempo que no le daba mucha pelota a los GBV, pero me gustaba pensar que era como un bar que iba a estar abierto cuando se me ocurriera volver, pero destaco unas declaraciones de Pollard recogidas en la nota y que me parecen fascinantes. En primer lugar el belicoso epígrafe del señor de la cerveza: "If the guy next to you ever bought a Counting Crows album, punch him in the face!". En segundo lugar el mortivo dado para la separación: ""That's it; you can't be the Rolling Stones" y por último su arrogante conclusión: "You've gotta quit while you're relatively handsome...We are the kings of indie rock. When we quit, indie rock will die."

Puta, ahora me doy cuenta de que es cierto.





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