viernes, enero 14, 2005

Mis discos de primavera

Como me desagradan las listas de fin de año, me había escamoteado mi lista de discos de estación, que en esta ocasión son los de primavera, pero pasada ya la urgencia evaluadora que altera a la gente en diciembre, presento una vez más los diez discos que escuché más durante la estación de las flores y las erecciones inesperadas. Extrañamente, teniendo en cuenta mi tendencia cada vez más regresiva, hay dos discos editados este año –lo cual para mí es mucho- pero se compensa con la presencia repetida de cierta banda fea y oscura que me hace muy feliz. Ya sé que no es una colección precisamente muy florida, ni primaveral, ni trendy pero… ¿qué me ven? ¿cara de hippie patasucia…? Vayan a fumarse una cáscara de banana seca y dejenme escuchar lo que se me cante...


Melvins & Lustmord – Pigs of the Roman Empire: Se ha hecho moda últimamente tratar a los Melvins como un respetable artefacto del pasado –tal vez la más radical y genuina de las bandas surgidas de los alrededores de Seattle a principios de los noventa- que por desgracia se ha vuelto totalmente autoindulgente y por ende innecesario. Verga merecen esas opiniones: los Melvins nunca dejaron de evolucionar y si quieren decirle “autoindulgencia” al cagarse olímpicamente en la opinión de críticos, público y colegas exitosos y dedicarse solo a hacer las formas de rock más extremas, inclasificables y bien tocadas, entonces bienvenida sea la autoindulgencia de Buzz Osborne y cía. La verdad es que los Melvins provienen, aunque no tengan un carajo que ver, de una escena – el grunge- que aún no ha sido reivindicada por la rueda kármica de lo cool, y a la mentalidad crítica que se deshace en elogios ante cada garcha firmada por Timbaland o los productores de soretes de moda no le entra en la cabeza el que unos cuarentones puedan estar rockeando no solo más fuerte y mejor que cualquier garagero de peluquería, sino que sigan a la vanguardia, lo cual parecería violar alguna ley natural. Esta banda “autoindulgente”, lo cual si el término no me engaña significaría un ombliguismo absoluto, se ha caracterizado en sus últimos tiempos por ser asombrosamente expansiva y colaborar con un sinnúmero de excelentes músicos –generalmente fuera de moda- con el objetivo de seguir en la elaboración de su enorme y continuada sinfonía de bellísima fealdad y gigantesco poder. En los últimos tiempos han trabajado con David Yow, Hank Williams III, Mike Patton, Foetus, Tool y otros varios. Este año sacaron un disco con el imprescindible Jello Biafra y otro con el oscuro pope del ambient dark Lustmord. Si en el disco con Biafra predominaba (lógicamente) la personalidad y verba del ex DK, en el Pigs of the Roman Empire la relación es más simbiótica, con Lustmord enmarcando de siniestros colchones sonoros la violencia ralentizada de los Melvins. El primer tema, en rigor una intro, es una perfecta muestra de lo fértil de este casamiento, construyéndose a partir de negrísimos drones que van subiendo de intensidad más y más hasta que son cortados por la batería de Dale Crover, quién prueba que si el dictamen de Joe Strummer de que una banda de rock es tan buena como su baterista, entonces los Melvins son la mejor banda de rock del mundo. Voy a volver a hablar de los Melvins antes de que este post concluya.


Captain Beefheart & Frank Zappa – Bongo Fury: Siempre le escapé a este disco por la prejuiciosa sospecha de que Zappa debía arruinar el trabajo del Captain. Hoy en día estoy reconciliado nuevamente con Zappa gracias a mi renacida fascinación con su trabajo instrumental y particularmente con su talento en la guitarra –para mí el bigotudo era uno de los mejores guitarristas de la historia del rock, muy superior a gente más reconocida como Hendrix, Clapton o su discípulo Steve Vai, a quién Zappa –vaya uno a saber por qué- consideraba mejor violero. Esta reconciliación me permite disfrutar particularmente de este disco en vivo en el cual Zappa no sólo no interfiere con el talento infinito del Captain, sino que le otorga el marco de una banda distinta a la Magic Band, una banda más jazzera (de las mejores que ha tenido Zappa) y posiblemente más virtuosa, y que calza a la perfección con los monólogos surrealistas de Don Van Vliet, personaje que tendría que tener una estatua en cada plaza.


Alice Cooper – From the Inside: Tuve este disco hace unos quince años, en una regia edición de vinilo con una tapa que se abría para mostrar la sala de un hospital psiquiátrico en la cual a su vez había una puertita que al abrirla mostraba al Cooper sonriendo maléficamente en un cuarto acolchado. Estrictamente es un disco malo, que apenas remonta el papelón del anterior Lace & Whisky, parte del período más decadente y alcoholizado del cantante, período en el cual sin embargo, y a diferencia de los discos de su renacer heavy de fines de los ochentas, se pueden aún rastrear algunas perlas entre la mugre. From the Inside está inspirado en las experiencias de Cooper en sus internaciones a causa de su notorio alcoholismo, y está compuesto a medias con Bernie Taupin, el partenaire compositivo y letrista de Elton John. Si bien es un disco irregular, excesivamente teatral y, a pesar de su conceptualismo, bastante fuera de foco, tiene algunas piezas geniales de heavy-glam histriónico y algún gran éxito como la balada “How You Gonna See Me Now”, una canción nada excepcional pero sentida que aún es pieza frecuente en las FM montevideanas, preferentemente en horarios nocturnos. Pero las joyas son dos de los temas que abren el disco, el ciclotímico “The Quiet Room”, que alterna candidez y ferocidad como si fuera el abuelo de Frank Black y en el que describe con desolación el estar enchalecado en una habitación donde “i just can’t get these damn wrists to bleed”, y el soberbio “From the Inside” y su prodigioso estribillo, que tiene un arreglo de voces que todavía no termino de entender pero que funciona de maravillas.

Melvins – Leech: Segunda entrada de los Melvins en mi Top Ten primaveral, en este caso se trata de un pirata semi-oficial o algo así, que reúne algunos de los innumerables temas que los Melvins dejaron dispersos en simples y recopilaciones durante sus períodos de hiper-actividad. Hay algunas piezas originales perdidas que están dentro de los mejor de la banda como el tema “Instant Larry”, compuesto para la banda de sonido de una perdida película de terror (la brillante Demon Knight)o el aptamente titulado "Anal Satan", pero el principal atractivo del Leech es que recopila muchas de las brillantes versiones realizadas por los Melvins, banda que se caracteriza por romperle violentamente el culo a las bandas que versionea. En este disco repasan dos temas de sus ídolos Flipper (“Love Canal” y “Way of the World”), uno de MC5 (“Rocket Reducer #62”), uno de Mudhoney –que posiblemente, teniendo en cuenta su poderío en cámara lenta, estuviera inspirado en la música de King Buzzo y cía- (“Sweet Young Thing Ain’t Sweet No More”), uno de Pussy Galore (“Adolescent Wet Dream”) y uno de Kiss (“God of Thunder”). Pero las palmas y aplausos se los llevan otras dos versiones. Por un lado su desopilante cover de “Venus in Furs”, que comienza fiel a la original de Velvet hasta que Buzz la empieza a cantar y al llegar a la tercer palabra (“leather”) estalla en un sostenido aullido heavy y la banda cae en un prolongado caos noise del cual ya no vuelve: un chiste perfecto y una perfecta demostración de poderío sónico. Por otro lado está su definitiva interpretación del genial “Lexicon Devil” de los Germs; aunque son muy parecidas después de escuchar esta lectura es imposible volver a la original, ya que en manos de los Melvins el tema alcanza su potencia máxima; no se puede tocar el tema con mayor ferocidad, simplemente no se puede.


The Fiery Furnaces – Blueberry Boat: Tengo que reconocer que soy tan reaccionario que cuando Ezek me pasó este disco, colado dentro de un compilado de electrónica, no le presté mucha atención, convencido de que era otro bluff neoyorquino, otro dúo similar a los Moldy Peaches, copiándole a los Frogs sin mucho talento, es decir, otros giles del East Village que se creen mucho más vivos que los demás; como las guionistas de Sex & the City. Nada que ver, la verdad es que los Furnaces son de verdad y aunque tienen textos elaborados le prestan más atención a la música, llena de cambios, arreglos inesperados y melodías perfectas. Han sido comparados por críticos entusiastas con Os Mutantes y otros vanguardistas pop de los sesenta; algo de eso (y mucho de psicodelia inglesa) hay. Como la mayoría de las bandas que me gustan, los Furnaces no le tienen miedo al minutero y sus articuladas canciones pop suelen extenderse bastante más allá de la frontera de los tres minutos, sin embargo mi canción favorita de este disco es la más breve: “Catamaran Man”, que evoca en melodía, letra y clima al maravilloso "Banana Boat" de Serge Gainsbourg sin permitir, extrañamente, ninguna acusación de plagio.


Bruce Cockburn – Stealing Fire: Otro disco que volvió de mi pasado; Cockburn es bastante ignorado en estas latitudes, pero en su momento supo ser uno de los principales songwriter de Canadá. Hace muchos años y tras haber escuchado elogios enormes de su disco Dancing on the Dragon’s Jaws (que recién escuché por primera vez este año) me topé con el Stealing Fire, un disco de composiciones de corte bastante pop y con una producción muy ochentona que lo hacía y lo hace por momentos indigesto. Pero había algunas canciones geniales como la que lo abría, “Lovers in a Dangerous Time” (“got to kick out the darkess till it bleeds daylight”) y, especialmente, el lado B del disco en el cual el socialista Cockburn (qué apellido doloroso) repasaba un viaje realizado a la Nicaragua aún sandinista conformando una serie de canciones interrelacionadas que hablaban sobre carreteras polvorientas y muchachos sonriendo con fusiles Kalashnikov. En este lado está la magnífica balada latina “Nicaragua”, que hace imposible que a uno no se le erice la piel al escuchar al canadiense cantar en castellano “Sandino vive en la lucha por la paz” y la aún más fascinante “If I had a Rocket Launcher” que tiene su circunstancia particular; inspirada en el clásico folk “If I had a Hammer”, la canción relata un cambio de actitud poderoso en Cockburn, un pacifista de izquierda creyente en la no-violencia, quien al presenciar de primera mano las monstruosidades de la Contra nicaragüense y los cadáveres de niños ametrallados con balas de Washington termina escribiendo: “If I had a Rocket Launcher / Some son of a bitch will die”.


Kaoru Abe, Motoharu Yoshizawa, Toshinori Kondo, Derek Bailey – Aida’s Call:
Un documento histórico del concierto que reunió en 1978 a tres leyendas del free jazz japonés con el demencial guitarrista británico Derek Bailey, un hombre que dudo que haya tocado un acorde normal alguna vez, realizando tres piezas en vivo sin batería. Si bien está presentado como una gran jam de virtuosos dementes, está claro que la estrella es el saxofonista Kaoru Abe, muerto por sobredósis el mismo año en que se grabó este disco. Abe dejó una obra más bien escueta, pero suficiente como para convertirlo en un músico de culto y en el equivalente oriental de Albert Ayler, con cuyo estilo tiene muchos puntos en común, sobre todo por la capacidad asombrosa de sacar los sonidos más espantosos y apasionados que se puedan obtener de un saxo. Personalmente tengo que admitir que Abe me parece inclusive superior a Ayler, que es uno de mis ídolos, y que su sonido -parecido al bramar de una fiera enferma de tristeza- es absolutamente único, como lo prueba este disco mal grabado pero repleto de música convulsiva e indómita.

Cows – Plowed EP: Siguiendo con el tema, para mí punk & jazz es un cóctel insuperable (solo comparable a punk & psicodelia y a punk & música culta contemporánea), pero a pesar de que desde los tiempos en que los MC5 hacían covers de Pharoah Sanders y Miles Davis iba a los conciertos de los Stooges (o cuando el occiso Robert Quine copiaba en la guitarra riffs de Albert Ayler) ha existido, no siempre esa conexión ha sido evidente y menos aún continuada. Pero inclusive en los casos nombrados antes el mayor punto de contacto ha sido la angulosidad de algunas estructuras y el caos sonoro de los puentes o el color de algunos instrumentos, dejando de lado el elemento esencial del jazz, el swing, que pocas veces ha llegado al punk. Claro, hay excepciones notables como los Jesus Lizard y los Cows, dos bandas tan enérgicas como swingueras y, en mi modesta opinión, insuperables. Desconocía este EP de los Cows, que encontré revolviendo la carpeta del sslk de un exquisito, y que fue publicado originalmente en el 92, es decir, en la mejor época de los dirigidos por Shannon Selberg. Son cuatro temas y son cuatro piñazos que conforman tal vez la obra más redonda de la banda. Incluye el increíble “In the mouth”, en el que Shannon canta sobre diversos escándalos a hacerse en la boca de alguien sobre un ritmo endemoniado y una trompeta absurda. Jamón del medio.


Grateful Dead – Workingman’s Dead: En una entrevista de hace unos años, Ira Kaplan se quejaba de que compararan tanto a Yo La Tengo con Velvet Underground obviando la enorme influencia que le significaba un grupo casi antitético con el de Lou Reed como Grateful Dead. Tiene razón, en este disco, que al igual que otros en esta lista recapturé en estos meses después de haber pasado una década sin escucharlos, el grado de intimismo de la pequeña pero hermosa voz de Jerry García no desentonaría en ningún disco de Yo La Tengo, lo mismo que su elocuente guitarra. El Workingman’s Dead los encuentra disfrazados de vaqueros country y ofreciendo una homogénea colección de canciones que no desentonarían en un disco de los Flying Burrito Brothers. Si bien no contiene ninguno de los temas más representativos de los Dead (“Friend of the Devil”, “Help on the Way”, “St. Stephen”), está su clásico “Uncle John’s Band”, que detrás de sus delicadas perfectas armonías vocales californianas y su carácter guitarrero esconde unos complejos cambios de tiempo bastante difíciles de dominar para cualquier émulo fogonero. Las drogas, mascaron de proa de la banda, están ausentes de la música pero no de las letras, que tienen más alusiones a los tóxicos que un informe de la DEA. Siempre me ha admirado la lucidez del comienzo de la balada drogadísima y lechona “High Times” que reza: “You told me goodbye / how was I to know / You didn’t mean goodbye / you just mean / ‘Don’t let me go’ / I was having a high time / living the good life”. Vamos, el tipo tiene razón: está recontra-colocado y viviendo la buena vida del explorador de sensaciones psíquicas y esta pelotuda le hace psicología invertida y todavía espera que el desconado y feliz hippie se de cuenta. No hay derecho.

Melvins – WMPG Radio: "¿Cómo otro disco más de los Melvins? Qué hinchahuevos, y para peor otro pirata…" Bueno, muñecos esta no es la lista democrática y balanceadamente cool que queda bárbara al lado del arbolito de navidad, sino realmente la de los discos que escuché más los últimos tres meses. Y sí, escuché más a los Melvins que a la banda coqueta de turno y estoy mirando a la novia de Dárgelos ¿y qué?.. Por otra parte, este disco podría considerarse más un disco de comedia que uno de música; se trata de la grabación de un largo programa de radio en Portland en el que los anormales de Aberdeen presentan algunos temas de su disco The Bootlicker y, esencialmente, se dedican a hablar con el conductor y a dar una lección ejemplar de ese maravilloso sentido del humor heavy del que los supuestamente más inteligentes punks nunca pudieron desarrollar un equivalente digno. Incluye algunos temas tocados en forma impecable, el collage psicodélico de frases relacionadas a los Beatles, “Paul is dead”, y muchos chistes y anécdotas de mala leche, contadas por los Melvins con una velocidad mental que muchos humoristas envidiarían, destacándose una vitriólica perorata sobre sus experiencias en el Ozzfest llamada explícitamente “Ozzy is an idiot”. Ah, me gustan los Melvins, está dicho…

PD: Son más de 15.000 caracteres Garza, no me rompas los huevos por un tiempo.





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