jueves, marzo 03, 2005

Breve addenda al post anterior

Estuve revisando la prensa extranjera con respecto a lo que hablaba en el post anterior. El gesto rebelde del tarareo de Drexler fue destacado por la prensa española, donde es un artista conocido, y por la argentina, es decir, en los lugares donde había circulado la protesta escrita explícita del cantante. En la casa de la bestia, en Estados Unidos, nadie hizo la menor mención, a pesar de que el premio a mejor canción es un premio importante. Se habló de la caricaturesca interpretación de Antonio Banderas, de la exageración inexpresiva de Beyoncé, del exceso de prudencia de los vestuaristas, de la falta de la prometida dinámica del espectáculo, de la falta de huevos y gracia de Chris Rock y de qué carajo estaban haciendo ahí los figurones de Jay Z o Puff Daddy. De la indignación drexleriana, nada.

¿Por qué ese ninguneo? ¿otra muestra más de la furiosa discriminación de la cultura yanqui? ¿presiones de los poderosos productores para acallar la protesta de la sangre latina? ¿la maldición de Malinche...?

Bueno, no, el motivo -que me lo señalaba Silvio en uno de los comments al post anterior- es bastante más pueril, y es que, sencillamente, nadie se dio cuenta de que el tipo estaba protestando. "What... this guy was upset...? Was he singing a protest song...? Is he dangerous..?" . No señor, se dio cuenta Robert Redford porque le avisaron, el resto dijo "pero esa canción ya la cantó el otro español, el de pelo largo..." y punto.

Los yanquis tienen, chocolate por la noticia, muchas características muy negativas y muchas virtudes, dentro de estas últimas no está la sutileza, pero sí la cultura de la protesta notoria. Es decir; para esta gente sencilla y literal si vos estás en desacuerdo con un premio y su ceremonia -particularmente al señor Oscar, al cual han dejado plantado muchas veces en forma ostensible-, no vas. O, como el señor M. Moore, vas y aprovechás la situación para hacer explícito tu malestar, aprovechando el tiempo que se te concede en pantalla. El resto es la venganza del chinito.

Repito que no es que me parezca mal que el hombre haya ido a la ceremonia. Tal vez de estar en su lugar habría hecho lo mismo y hubiese sido mucho menos elegante (posiblemente me la habría pasado gritando "¡Allá está Uma Thurman! ¡Allá está Cameron Díaz...! ¡Un saludo para el Parque Rodó....!" y grasadas similares, pero es especular sobre una posibilidad nula así que no voy a ponerme en ridículo haciéndolo), me parece regio que haya ido y se haya llevado la estatuita. Mi problema no es Drexler, sino la percepción de los orgullosos medios locales como un gesto de rebeldía y valor de algo tan tímido e inofensivo. Pero bueno, estamos en un país donde Trotsky Vengaran se considera punk rock.

(sigo sin ver el colectivo de artistas felices cantando sobre el plan de emergencia de Tabaré, pero me cabe imaginar que una canción adecuada sería 'Bienvenidos al tren')
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