lunes, marzo 14, 2005

Mis discos de verano

El saboteado ciclo de las estaciones sigue, a pesar de todo, su camino, y el repelente verano comienza a desaparecer al fin, siendo sustituido por el meditativo otoño, la más bonita de las estaciones. No voy a discutir sobre las virtudes del verano, sólo puedo decir que, a menos de que esté ligeramente drogado en un impactante balneario de Rocha en el que las chicas son tan atractivas como accesibles, el verano es un asquete. Y punto.

Pero aún en la menos simpática de las estaciones se puede escuchar buena música, así que selecciono una vez más diez discos que descubrí o re-escuché durante estos últimos tres meses y que me ayudaron a pasar con garbo tan repelentes y húmedos meses. Son todas obras excepcionalmente excepcionales y posiblemente la mejor selección que yo haya hecho, lo que quiere decir que, o estoy mejorando mi gusto o tuve mucha suerte con los downloads. Sorpresivamente no hay ningún disco de los Melvins. Seamos honestos: hizo demasiado calor para escuchar al Buzzo.


Muslimgauze – Vote Hezbollah: Definitivamente Bryn Jones, alias Muslimgauze, ha sido el artista que escuché más los últimos tres meses. Descubrir a este finado personaje que editó más de cien discos en vida y dejó material inédito como para batir cualquier record del Guiness fue lo mejor, musicalmente hablando, que me pasó en el verano. La de Muslimgauze debe ser la música instrumental más política y más reconocible del mundo: loops de cintas y discretos teclados sobre percusión arábica y eventuales voces orientales hablando, y un carisma climático inconfundible. Hay discos de Muslimgauze más rítmicos, discos más ambient, discos ruidistas pero todos suenan a Muslimgauze, uno de los proyectos más coherentes y personales de las últimas décadas. Jones no era ni árabe, ni musulmán, ni había viajado nunca al cercano oriente; se enamoró de una cultura y le dedicó más de cien discos. De entre los más de cuarenta discos que me bajé de este artista (y que estoy lejos de haberlos terminado de escuchar) elijo el Vote Hezbollah porque resume bien las características de la obra de Jones y porque su título es de lo más adecuado con las noticias de estos días.


Jesu – Jesu: Esto debe ser lo que pasa cuando los metaleros toman ectasy, algo que tengo sospechas que estuvo haciendo Justin K. Broadrick, el cerebro detrás de Godflesh, que en esta, su nueva banda, suena exactamente como si su maligna mente hubiera mezclado el sonido de su anterior proyecto con un disco de Slowdive. El disco debut de Jesu es una especie de híbrido entre el ‘Streetcleaner’ y el ‘Loveless’, y la verdad mata. Ya los Dead Meadow habían estado experimentando con una mezcla de rock stoner y cuelgue shoegazer, pero lo de Jesu va por un lado aún más deliberadamente monótono y agresivo. Es un placer escucharlo con auriculares y descubrir textura tras textura tras textura, formando un entramado de riqueza musical detrás de su evidente poder.


George Carlin – You Are All Diseased: Esto no es un disco de música sino de stand-up comedy, pero George Carlin es tan virtuoso en este arte y su delivery es tan perfecto que es bastante más musical que mucha porquería que anda por allí. Carlin es un viejo veterano de la comedia y una leyenda en los países de habla inglesa, con los años el tipo se ha ido poniendo cada vez más irritable, político y malhumorado, y en este disco de 1999 está, lisa y llanamente, furioso. Y más gracioso que mirar a un perro cuando uno está de ácido. Es posible que Carlin no sea tan poético como Bill Hicks, tan ofensivo como Doug Stanhope o tan hilarante como Richard Pryor, pero es un comediante todo-terreno y el más completo que yo haya escuchado. Su monólogo final de You Are All Diseased, una perfecta perorata anti-religiosa llamada ‘There is no God’, brilla con un racionalismo iluminista que haría a Karol Wojtila llamar a un dealer y un par de putas. Carlin siempre tiene razón y siempre está enojado.


Henry Rollins – Hot Metal Machine: Nunca me interesó mucho la carrera solista de Rollins, motivo por el cual me había salteado hasta el día de hoy éste, su primer disco musical (hay alguno hablado anterior) solista. Sin embargo se trata de un disco mucho mejor y más contundente que sus obras más conocidas como The End of Silence o Weight, e inclusive mucho más regular que los discos tardíos de Black Flag. La versión, traspuesta a guitarras, del ‘Ghost Rider’ de Suicide vale todo este disco (también está el ‘Ex Lion Tamer’ de Wire, lo que prueba una vez más el gusto impecable de Rollins), que combina bien la faceta melodramática y torturada de Rollins con su lado más humorístico y rockero.


Earth – Earth 2: Se supone que este disco es fundacional del ambient metal o ultra doom o como mierda se le vaya a decir a esa música morosa que ralentiza los riffs de Black Sabbath hasta convertirlos en un murmullo siniestro. Demasiado colgados como para que, salvo algunos drogones, les dieran pelota (a pesar de que eran de Seattle y amigos de Cobain en el momento en que eso era un pasaje a la fama) hoy en día son una banda de culto para los amantes de los amplis Sunn y los cuelgues interminables. Este disco no está superado y nunca una guitarra pesada estuvo tan cerca de un auténtico ronroneo, ni un riff pesado de un mantra hindú.


Van Morrison – It’s Too Late to Stop Now: Antes que nada una confesión: la legendaria versión de ‘Cyprus Avenue’ que cierra este no menos legendario disco en vivo me parece una garcha, una porquería en la que la ilustración de la letra, teatralizada mediante los instrumentos, impresiona pero le saca todo el feeling a una de las más estremecedoras canciones de la historia del rock. Pero el resto del disco compensa el error y prueba de que el irlandés tiene sangre negra en las venas y que está poseído por cien espíritus en trance. Cómo canta ese hijo de puta… ‘Listen to the Lion’, eso, listen to the lion.


Bezerra da Silva – Focus, o essencial de Bezerra da Silva: A Bezerra hay que escucharlo en recopilaciones como la presente –en mi opinión la definitiva- y aún así puede ser un poco repetitivo para quienes tengan un poco de prejuicio hacia el samba o pagode. Rústico y a mil kilómetros de la educada e intelectualizada música brasileña que los rioplatenses apreciamos, el viejo malandra de los morros de Río me sigue divirtiendo muchísimo. Hacía una década lo escuchábamos con mis amigos por su temática tóxica (lo mismo que a los inigualables Tigres del Norte), pero ahora lo que más me atrae es el tono, el sabio fraseo de Bezerra mientras da consejos sobre como malandrear con la expertise digna de un Viejo Vizcacha carioca, haciendo absolutamente suyas las canciones que le componen. Pueden decirme, equivocadamente en mi opinión, que es meramente el equivalente brasuca de la cumbia villera, pero cada vez que escucho ‘Defunto Caguete’ en la que Bezerra narra la curiosa experiencia de ir a presentar sus respetos al funeral de un supuesto malandra, sólo para descubrir que dicho malandra era semejante buchón y que el velorio está lleno de tiras, me quedo contento todo el día.


King Crimson – Red: Tal vez por ser el más convencionalmente rockero, o por su producción algo turbia, o más probablemente porque lo escuché por primera vez en una época en la que estaba tristemente confundido y en contra de todo lo que pareciera progresivo, siempre había considerado al Red como el disco menor de la inmortal trilogía compuesta por el presente, el Starless and Bible Black y el Lark’s Tongues in Aspic. No estoy seguro de sí tenía razón o no, pero al ser el que tenía menos escuchado es, inevitablemente, el que más escucho en los últimos tiempos. A treinta años de distancia, Fripp sigue dando clases de cómo ser experimental y sanguíneo a la vez, y la beatleana ‘Fallen Angel’ es la mejor canción que John Wetton haya cantado nunca.


Shinjuku Thief – The Witch Hammer: Me estoy haciendo definitivamente adepto a eso que los críticos modernos pum-para-arriba llaman “dark ambient”, en mi opinión la rama más interesante de la música electrónica, la más emotiva y la auténtica heredera del término acuñado por Eno. Estos australianos se dedican a hacer bandas de sonido de películas que no existen, trabajando texturas sonoras que mezclan voces y timbres anacrónicos con sonidos de gélido artificio para crear unos sugestivos paisajes sonoros. Todos los discos de Shinjuku Thief son distintos, pero su trilogía de las brujas -inspirada en el Malleus Maleficarum de Kramer y Sprenger, siniestro libro que funcionó como manual para la Inquisición- tiene una emotividad y grandeza única. Es lógico que las películas para las que ellos componen nunca lleguen a existir, porque su música es tan visual que las hace irrelevantes.


Otomo Yoshihide’s New Jazz Quintet – Tails Out: Si alguien se merece el calificativo de “genio” en la música contemporánea, el japonés Otomo Yoshihide es mi candidato. Yo pensaba que nada podía superar su disco Dreams y el muy hijo de puta saca este Tails Out que, aunque no tiene el inverosímil dueto de voces de Phew y Jun Togawa, es aún más impactante en lo músical. Yoshihide, virtuoso tanto de la guitarra como de las bandejas de discos, combina free-jazz con ambient, sine waves, onkyo jazz, rock, cool y virtualmente cualquier cosa con la naturalidad que un ebrio combina bebidas, formando un todo variadísimo y a la vez totalmente coherente. El tipo se da el lujo de hacer en un mismo disco covers de Charlie Haden, de James "Blood" Ulmer, de Charles Mingus y de los Beatles. Y todo suena a Yoshihide, aunque su papel es más bien el de una eminencia gris, dándole el mayor destaque a sus saxofonistas y a Sachinko M., hechicera de las sine waves. Realmente no tengo más que elogios hiperbólicos para este disco. Los jazzeros neoyorquinos que deambulan por la Knitting Factory sueñan con hacer un disco así, Yoshihide ya ha hecho varios, rompiéndoles el culo con la osadía de un Toyota que deja atrás a un desvencijado Chevrolet. Dije “genio” al principio y digo “genio” al final.

Y ahora digo "adiós verano, venga el amable frío"
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