martes, marzo 08, 2005
Una de cal y una de arena
En relación al último post me quedé rumiando una cosa; la misma edición del El País en la que salió la nota a la que hacía referencia incluía, gracias a un soberbio error de coordinación editorial, dos entrevistas a No te va a Gustar, una en el suplemento Sábado Show y otra en la sección de espectáculos, como adelanto del concierto presentación de su nuevo disco. En una de ellas, no recuerdo en cual de las dos, les preguntaban justamente acerca de su negativa a participar en el comercial de Nevada, a lo que respondían que lo habían conversado y que habían decidido que no, que no aceptaron porque estaba mal etc. etc.
Pero lo que me llamó la atención fue el monumental paraguas que abrían en relación a las bandas que sí habían aceptado, diciendo que bueno, que ellos no juzgaban a los otros, que había distintas formas de ver las cosas, que pin que pun y lo de más allá. Rockeros de lo más educados.
Y yo sé que soy un mala leche y que este es un medio chico en el que te cruzás con todo el mundo y que la buena onda la la la la... pero me termina hinchando los huevos esa permanente política que ya no es de no-agresión entre las distintas bandas, sino de no-crítica, no-opinión, no-nada. Es decir, en público, porque en privado es habitual escuchar a los músicos soltar el equivalente verbal de muñequitos de vudú llenos de alfileres con respecto a sus colegas. Pero ante los medios son todos una gran cofradía de amigos y colegas que bailan de la mano sobre las dunas de Valizas.
No es que esté diciendo que lo ideal sería que formaran pandillas y se dieran cadenazos en la puerta de W Lounge, sino que se dejaran de joder con tanta diplomacia: a nadie le gusta todo lo que hacen todas las otras bandas y nadie está totalmente carente de opinión sobre sus actitudes éticas. Pero más allá de la ética hay también cuestiones estéticas, y ambas cosas se definen tanto por lo que afirman como por lo que niegan, por donde marcan la línea divisoria entre este lado y aquel. Preferiría, sinceramente, un puterío público digno de vedettes menopaúsicas en Intrusos antes que esa hermandad viscosa en la que está todo bien, todo es regio, todos son colegas y todos son grandes artistas, aunque después la banda grande acapare la prueba de sonido de la banda no tan grande, cada uno haga valer el supuesto peso de su popularidad para conseguir ventajas en los conciertos colectivos y todos los bomberos se pisen mutuamente la manguera. En una buena, claro.
Pero denme un poco de sangre, especie de hippies decoradores de tuqueras y fabricantes de atrapasueños; sangre arriba y abajo del escenario. Adentro y afuera de la representación. El barro está en todas partes, ahora peléen encima.
Casi en la esquina opuesta, veo el otro día en el irregular programa de medianoche Planta Baja una entrevista al legendario cantante de murga Washington "Canario" Luna, confirmando que el tipo es una especie de Ricardo Espalter muguero, en el sentido que su personalidad al ser entrevistado es de una negatividad inimaginable al apreciar su arte. En una larga entrevista, algo saboteada por esa puta costumbre que tienen los programas jóvenes de editar todo en fragmentos cortos, convirtiendo una conversación en una especie de video-clip, el Canario habló con asombrosa sinceridad sobre un montón de temas, sin sacarle nunca el culo a la jeringa. Así afirmó que no le gusta cantar y que lo hace por la guita, que el carnaval actual le pateaba el hígado y que la gente de teatro no tendría que estar nunca en el jurado, y que le chupaban un huevo los músicos uruguayos, de los cuales solo rescataba a El Sabalero, otra figura particularmente insular en la música uruguaya. Sobre Jaime Roos, con quién tuvo una amarga pelea por un asunto de derechos de autor, se negó a hablar diciendo que no lo conocía. Es decir, lo mandó a la mierda.
Me pareció triste pero más sano que esa especie de amor empastelado que se declaran los músicos de rock exitosos. Me hizo acordar a lo que me gustaba de Pappo.
Y por supuesto hablaron mucho, mucho sobre alcohol ("ah, yo para tomar una no sirvo"), elemento indisoluble de la personalidad pública del Canario, y entre una reflexión etílica y otra, se dio el siguiente diálogo que no puedo evitar reproducir. Citando de memoria, así que perdonen si hay algún error irrelevante:
Entrevistador: Y cuando se va del bar... ¿se va caminando solo?
Canario: Sí, claro que me voy caminando solo.
Entrevistador: Y... ¿va caminando derecho?
Canario: Bueno... a veces hay un poco de viento... Y nunca falta algún pícaro que te grita "No hagas moñas que estamos perdiendo".
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Pero lo que me llamó la atención fue el monumental paraguas que abrían en relación a las bandas que sí habían aceptado, diciendo que bueno, que ellos no juzgaban a los otros, que había distintas formas de ver las cosas, que pin que pun y lo de más allá. Rockeros de lo más educados.
Y yo sé que soy un mala leche y que este es un medio chico en el que te cruzás con todo el mundo y que la buena onda la la la la... pero me termina hinchando los huevos esa permanente política que ya no es de no-agresión entre las distintas bandas, sino de no-crítica, no-opinión, no-nada. Es decir, en público, porque en privado es habitual escuchar a los músicos soltar el equivalente verbal de muñequitos de vudú llenos de alfileres con respecto a sus colegas. Pero ante los medios son todos una gran cofradía de amigos y colegas que bailan de la mano sobre las dunas de Valizas.
No es que esté diciendo que lo ideal sería que formaran pandillas y se dieran cadenazos en la puerta de W Lounge, sino que se dejaran de joder con tanta diplomacia: a nadie le gusta todo lo que hacen todas las otras bandas y nadie está totalmente carente de opinión sobre sus actitudes éticas. Pero más allá de la ética hay también cuestiones estéticas, y ambas cosas se definen tanto por lo que afirman como por lo que niegan, por donde marcan la línea divisoria entre este lado y aquel. Preferiría, sinceramente, un puterío público digno de vedettes menopaúsicas en Intrusos antes que esa hermandad viscosa en la que está todo bien, todo es regio, todos son colegas y todos son grandes artistas, aunque después la banda grande acapare la prueba de sonido de la banda no tan grande, cada uno haga valer el supuesto peso de su popularidad para conseguir ventajas en los conciertos colectivos y todos los bomberos se pisen mutuamente la manguera. En una buena, claro.
Pero denme un poco de sangre, especie de hippies decoradores de tuqueras y fabricantes de atrapasueños; sangre arriba y abajo del escenario. Adentro y afuera de la representación. El barro está en todas partes, ahora peléen encima.
Casi en la esquina opuesta, veo el otro día en el irregular programa de medianoche Planta Baja una entrevista al legendario cantante de murga Washington "Canario" Luna, confirmando que el tipo es una especie de Ricardo Espalter muguero, en el sentido que su personalidad al ser entrevistado es de una negatividad inimaginable al apreciar su arte. En una larga entrevista, algo saboteada por esa puta costumbre que tienen los programas jóvenes de editar todo en fragmentos cortos, convirtiendo una conversación en una especie de video-clip, el Canario habló con asombrosa sinceridad sobre un montón de temas, sin sacarle nunca el culo a la jeringa. Así afirmó que no le gusta cantar y que lo hace por la guita, que el carnaval actual le pateaba el hígado y que la gente de teatro no tendría que estar nunca en el jurado, y que le chupaban un huevo los músicos uruguayos, de los cuales solo rescataba a El Sabalero, otra figura particularmente insular en la música uruguaya. Sobre Jaime Roos, con quién tuvo una amarga pelea por un asunto de derechos de autor, se negó a hablar diciendo que no lo conocía. Es decir, lo mandó a la mierda.
Me pareció triste pero más sano que esa especie de amor empastelado que se declaran los músicos de rock exitosos. Me hizo acordar a lo que me gustaba de Pappo.
Y por supuesto hablaron mucho, mucho sobre alcohol ("ah, yo para tomar una no sirvo"), elemento indisoluble de la personalidad pública del Canario, y entre una reflexión etílica y otra, se dio el siguiente diálogo que no puedo evitar reproducir. Citando de memoria, así que perdonen si hay algún error irrelevante:
Entrevistador: Y cuando se va del bar... ¿se va caminando solo?
Canario: Sí, claro que me voy caminando solo.
Entrevistador: Y... ¿va caminando derecho?
Canario: Bueno... a veces hay un poco de viento... Y nunca falta algún pícaro que te grita "No hagas moñas que estamos perdiendo".
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