viernes, abril 29, 2005

Leyendo Brecha por la mañana

Recientemente sigmur realizaba una encendida defensa de la autonomía de opinión del semanario Brecha gracias al notable número en el que se cuestionaban las violaciones del gobierno progresista actual a la tradicional laicidad local. Dicho número no me valió ninguna reflexión, pero la lectura matutina de la mucho menos interesante edición de hoy sí me dejó con algunas reflexiones, tal vez no exactamente sobre el semanario sino sobre temas de los que da cuenta, más bien las dos cosas.

a) El inspector a cargo de la Brigada Anti-Drogas, Julio Guaretche, confiesta de frente que narcóticos ya no detiene más a consumidores de drogas, ya que para ellos "representa un problema", es decir, les representa un gasto de espacio y tiempo excesivo en relación a la falta, además de un trabajo que los desborda. Ojalá hubiera sucedido años antes, me hubiera ahorrado algunas experiencias desagradables. Se me ocurre leyendo la nota, y tiro la idea como una simpática semillita de cannabis indica: recientemente el ministro José Díaz estuvo metido en un berenjenal de aquellos a causa de su propuesta de liberar a los presos primarios que hubieran cumplido media condena, para así descomprimir la sobrepoblación carcelaria. Ahora, dicha sobrepoblación, ¿no podría usarse de excusa para legalizar de una puta vez el porro y de esta forma liberar a todos los detenidos a causa del faso? Tal vez no sean los bastantes como para solucionar el problema de las cárceles, pero sería una medida que por otra parte iría en la dirección del sentido común -que por desgracia se enfrenta con presiones de poderosos pelotudos de otros países- y traería como plus la legalización de esa hierba más bien inocua. Me parece una excusa interesante para un asunto en los que siempre deciden los que no tienen la más puta idea.

b) La página del correo de este número, en su mayoría relacionado con la nota de tapa del anterior, es un intercambio de opiniones sobre religión y estado muy interesante, mucho más de lo que suele ser una página de correo. Entre las misivas se destaca una por su brevedad y por quién la firma, que es el musicólogo, compositor y ensayista Coriún Aharonián. Simplemente dice: "Señora directora: ¿Por qué, en un régimen democrático, el presidente tiene el derecho a vetar lo que resuelva el Parlamento? ¿No es hora de corregir ese error jurídico?". Todos sabemos de lo que está hablando. Me quedo pensando que Aharonián, que suele ser lapidario y poco matizado en sus opiniones, es siempre, siempre, alguien que me interesa escuchar, aunque a veces esté totalmente en contra de lo que dice. Siempre me deja contento que salga a opinar con la independencia y la vehemencia (y la autoridad) que lo caracteriza. Es tan raro ver esa clase de pasión no diluída en posmodernidad.

c) El disco Glamour & Violencia de la banda velapurquense Once Tiros es comentado por Guillermo Lamolle quién le reconoce virtudes técnicas e interpretativas, para terminar algo decepcionado con la falta de riesgos y la chatura lírica del disco. No voy a opinar sobre un disco del que sólo escuché un par de temas y el cual me resulta una propuesta tan interesante como la de ir a pasar la tarde en una sesión con un dentista falto de anestesias, pero me llama la atención que terminando la crónica y después de recriminarle la ya mencionada falta de riesgos y la excesiva voluntad de complacer (ese "vamos por el mínimo común denominador" que establecieron como lema grupos como La Vela Puerca y No te Va a Gustar) , Lamolle abre el paraguas y escribe "Qué fea frase para terminar. Para los del grupo y sus amigos: lean primero lo que dije recién, y después, todo lo anterior, que también es verdad". Claro que es verdad, en cuanto a que es la verdad de la opinión del escriba, pero ¿por qué relativizar o dar planos de compensación de lo que se escribió antes sólo por el orden? El comentario en general me da la impresión de que el disco le gustó menos aún al cronista de lo que dice, y que lo que intentó fue tratar de compensar, aludiendo a sus virtudes técnicas (que es lo mismo que decir sobre una película: "ah, sí, ¡está toda en foco! ¡y los parlamentos se entienden!"), pero no entiendo mucho esta disculpa sobre algo que no es más que una crítica y que en el mercado totalmente acrítico del rock nacional no va a afectar ni una sóla venta. Y, puedo asegurar, por más disculpas que se pongan los músicos exclusivamente van a leer lo que se les recrimina y te van a odiar de todas formas. Es lo que hacen los músicos.

d) Otra nota, de Fabián Werner, trata de la movida de la Ciudad Vieja, es decir, de la concentración de boliches, discotecas, pubs, restaurantes y clubes que se ha producido allí, y de la creciente voluntad de los responsables de dichos centros nocturnos de controlar cada vez más el acceso a dicha zona y la seguridad de la misma. La nota está bien informada y es bastante ecuánime en su informe, pero no puede evitar el comprensible recelo de la mirada de izquierda hacia cualquier medida que pueda ser represiva y/o discriminatoria. De hecho se titula: "el barrio se reserva el derecho de admisión", y está subdividida en tres secciones llamadas con ironía "Control total", "Estás out" y "Deja ya de joder con la limosna". Es decir, lo que se implica y se connota es que se intenta convertir a la Ciudad Vieja en un espacio de exclusión para diversión de los pudientes, dejando afuera al Montevideo marginal y hambriento que los rodea. Estoy bastante de acuerdo, pero me parece que no es tan sencillo. Posiblemente vayan a acusarme de "burgués asustado" (es decir, la definición de Brecht de fascista) por lo que voy a decir, pero lo que es también cierto es que el ecosistema de la Ciudad Vieja, convertida en un centro recreativo en cierta forma bastante más democrático que otros intentos anteriores de concentración de locales nocturnos, es un ecosistema delicado y que empieza a dar señales de violencia descontrolada. El atribuir, correctamente en mi opinión -aunque no completamente-, toda esta violencia y deterioro social a motivos acumulados por décadas de injusticia e ignorancia, la explica pero no la soluciona, y hasta el más optimista de los reformistas sociales tiene que admitir que es un problema que implicará también décadas para revertirlo, en el caso de que esto sea posible. Mientras tanto hay un proceso de degradación de una próspera zona de diversión nocturna ante la cual el estado no está ofreciendo la menor solución efectiva, proceso que termina convirtiendo a cientos de laburantes en sana búsqueda de diversión, relax, sexo, exceso o lo que sea en rehenes de una situación descontrolada que seguramente no contribuyeron a crear y de la que quieren estar a salvo al menos por una noche. Y mientras tanto cada chica deberá tratar de no desviarse sola de las calles de mayor tránsito y no usar cartera, cada auto -por más atorrante que sea- va a ser más un motivo de preocupación que una comodidad a menos que se le deje estacionado en algún lugar privilegiado y a la vista, cada borrachín tendrá que controlarse, no por su salud sino para poder cuidarse del grupo de lateros que lo espera en la esquina para darle el palo, cada vez que te levantes para ir al baño tendrás que llevarte contigo tu abrigo y hasta tu vaso porque tu compañía puede distraerse un minuto, cada conversación va a ser interrumpida cada diez minutos por el mismo pibe de doce años que está tan dado vuelta de novopren que se olvida que ya pasó a manguear por tu mesa hace diez minutos, cada descuido una enorme cagada y cada momento de intimidad y solitud una debilidad. La gente que va ahí trabaja cinco o seis días por semana y trata de vivir todo lo que se perdió durante la semana en un día, no es un tema menor el que esto sea estropeado. Claro que es muy difícil y poco correcto ponerse del lado de los juerguistas de clase media o media alta antes de que del cinturón de marginados que los orbitan, pero no es un problema tan simple ni hay soluciones ideales, pero hay más de una urgencia ahí.

d) Ya es hora de que se reconozca el trabajo de Gonzalo Eyherabide en su tira semanal de Experimento Ponsonby (nombre brillante para una tira sobre Uruguay), tira dibujada con tosquedad pero con efectividad indiscutible, y que es un oásis dentro del humor bienpensante, inocuo y falto de gracia que se considera "humor a la uruguaya". Desde que se atrevió a introducir en un cuadrito la habitual opinión de "este demagogo de Tabaré", dicha mil veces en mesas de bar pero jamás reproducida en prensa escrita, que se merece mis respetos, pero últimamente está más afinado y corrosivo que nunca. A una reciente sátira de cierto cantautor uruguayo con la que me sentí muy identificado, le agrega en el último número una ácida historia en la que el sistema político uruguayo le regala a las madres de Uruguay un "práctico juego de agujas de coser", haciendo el comentario más ácido, pero más exacto que yo haya visto, sobre las declaraciones y hechos políticos recientes relacionados con el tema aborto. Brillante, y ya es hora de que alguien lo diga.
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