viernes, abril 01, 2005

Maracanation

Finalmente el partido de fútbol Uruguay-Brasil pasó. Puta que lo parió, hacia tiempo que no veía tanto entusiasmo indiscriminado al santo pedo, cosa que prueba el hecho de que las entradas al partido, agotadas rápidamente, multiplicaron su precio por diez mientras que los noticieros fueron totalmente acaparados por la cobertura de un capítulo más en la agónica carrera a la clasificación de la selección uruguaya.

No voy a hablar de fútbol, no sé gran cosa del tema y no me gusta escribir de ello, sólo voy a anotar que la selección uruguaya actual me cae bien, básicamente por tener a un jugador del calibre de Forlán, hombre con talento y personalidad como para torcerle la muñeca al técnico Fosatti y -mucho más asombroso- al titiritero mayor, Paco Casal. También me gustan las selecciones uruguayas que tienen un gran porcentaje de jugadores negros, y algunos con tanta clase como Diogo y Regueiro, lo cual es un notable "fuck you" al solapado racismo montevideano. Y, sobre todo, me gustan las selecciones uruguayas que juegan bien, como la presente en los dos últimos partidos.

El que me guste esta selección atenta contra mi deseo leninista de que el moribundo fútbol uruguayo colapse en forma definitiva para que se depure de la profunda estructura mafiosa y monopólica que lo infecta y que lo está matando de a poquito. Pero fútbol es fútbol y, cuando en la cancha hay un adversario como Ronaldinho -de quién es ya redundante decir que es el mejor jugador de la actualidad y que habría que agregar que yo no veo un jugador tan fino, habilidoso y con tantos huevos desde cierto Diego Armando-, el espectáculo es cómo música. De hecho y después de verlo habría que, más que seguir protestando por el notorio offside del gol brasileño, habría que festejar el que este monstruo no nos haya echado cinco.

Por otra parte Fosatti, que puede ser un técnico lúcido que está bailando con una mina muy fea, es un pésimo declarante al que en lo posible no habría que dejar muy cerca de los micrófonos, pero en fín, como dice el filósofo conformista Von Kessmann: "es lo que hay, valor".

Pero más allá del partido y su histeria, de lo que quería escribir se resume en una simple frase: DEJEN DE HINCHAR LAS PELOTAS CON MARACANÁ DEL 50, MANGA DE RIDÍCULOS PELOTUDOS.

Era previsible pero fue instantáneo y más persistente de lo creíble: apenas se planteó el partido las mismas ladillas informáticas de siempre empezaron con lo de "el fantasma de Maracaná... bla bla bla... Maracanazo... bla bla bla.... la historia..." y la misma sarta de imbecilidades que viene repitiéndose desde que tengo memoria, pero esta vez ya planteada como sistema ofensivo. De hecho hasta una tribuna del Centenario lucía una bandera celeste, supongo que financiada por Tenfield, que rezaba simplemente un gran "1950".

Lo curioso es que, a excepción tal vez del Toto Da Silveira y algún otro carcamán, ninguno de los que plantean el culto al "Maracanazo" lo vivió ni lo vió -a excepción de las desgastadas filmaciones de los goles uruguayos- PORQUE PASÓ HACE CINCUENTA Y CINCO PUTOS AÑOS... Pero igual siguen, todos estos fantasmas se imaginan que millones de brasileños que ni siquiera saben sobre el partido del 50 y que lo único que han visto de su fantástica selección es una ristra de triunfos se desvelan atormentados por un partido afortunado e histórico que ya se está perdiendo en la noche del tiempo. Yo por ejemplo, el partido en el Maracaná que más recuerdo fue la estrepitosa derrota de la selección uruguaya en la clasificación para el Mundial '94, partido en el que los celestes no pasaron la mitad de la cancha y que terminó sólo 2 a 0 gracias a una noche increíble del arquero Zeoli, que si no hubiera rezado ese día se hubiera comido 12. Un partido que fue titulado con exactitud por alguien que no recuerdo como el "Maracagazo".

El momento periodístico más patético fue cuando el poderoso Roberto Carlos se enfrentó, con una calidad y altura que mucha gente suele creer imposible en los deportistas, a los micrófonos charrúas que estaban "Maracaná esto y Maracaná aquello...". Roberto Carlos terminó hartándose y dicéndoles, con la férrea lógica del campeón del mundo que es, que él ni siquiera había nacido en el 50 y que cambien el cassete que ya están dando lástima...

Ha habido cosas interesantes en la historia uruguaya del Siglo XX, cosas sobre las que se puede construir una cierta ilusión de nacionalidad para esta provincia creada por un diplomático inglés. Pero estos pelotudos para quienes el Varela importante es Obdulio y no José Pedro siguen y siguen machacando...

Es curioso, aunque no desde un punto de vista freudiano, el que un país tan secular como Uruguay tenga esa obsesión enfermiza por el mito de David y Goliath. De hecho, el mito maracanero ya había sido evocado con persistencia un mes antes, ¿adivinan por qué motivo?. Exacto, por la estatuilla ganada por Jorge Drexler, lo cual fue comparado con la victoria de Maracaná por el padre del susodicho y por una legión de periodistas similares de notables características mímicas. Pero no me voy a extender sobre esto porque va a parecer un ensañamiento.

En verdad lo que quería decir y lo que digo es "nao enche o saco com o Maracaná 50". Y larga vida al cactus Waldo, auténtico y viviente orgullo de estas suaves y verde colinas.
.





<< Página Principal

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Suscribirse a Entradas [Atom]