lunes, mayo 30, 2005

Mirando canciones (XVII): Don't

El reducir la letra de una canción a una simple frase es algo más habitual de lo que suele pensarse. Es un recurso que suele justificarse por motivos diametralmente distintos que van desde el trance espiritual de los mantras a los procesos masificadores de los slogans y los jingles, del minimalismo deliberado y poético al mero uso rítmico de la frase, de la suprema elaboración sutil a la más redudante estupidez. Sin embargo no es un recurso que se vea con mucha frecuencia en el rock, aún siendo este un género repetitivo por naturaleza, posiblemente porque muchos rockeros son incapaces de escribir una frase que merezca repetirse o que se sustente por sí misma. Hay de cualquier forma un cierto número de ejemplos, de los cuales el más notable posiblemente sean los haikus callejeros de los primeros discos de los Ramones, banda que a posteriori se ha convertido en un paradigma del rock bruto cuando en realidad arrancaron siendo un proyecto de vanguardia absoluta disfrazada de brutalidad. Pero el joven público de rock suele creerse lo que les cuentan y tomar las cosas por lo que parecen.

Todavía faltan unos años para que a Dinosaur Jr. le concedan el lugar de gloria que se merecen, supongo que están purgando la cantidad de bandas pedorras a las que involuntariamente inspiraron. Pero ya va siendo tiempo de que se les haga justicia; todos sus discos mientras fueron una banda (y no un proyecto solista de J Mascis) son clásicos llenos de decenas de ideas de esas que justifican una carrera y un huracán de sonido y furia que devolvió explícitamente el dominio técnico musical (¡y los solos!) al rock, algo que el punk había prohibido expresamente aunque gente como Greg Ginn, Tom Verlaine y Robert Quine les colaran estrepitosas demostraciones de maestría de vez en cuando.


Bug (1988), el tercer disco de los Dinosaur Jr., los que entonces eran gente jovencísima, apenas salida de la adolescencia, ya habían pasado por la evolución necesaria a la que muchas bandas de treintañeros no llegan nunca, y que es ese momento clave en las bandas importantes en el que todos o alguno encuentran su voz personal y deciden seguirla más allá de los preconceptos e inclusive de los consejos de gente más experimentada, como Ira Kaplan quién, tras verlos tocar en su nicho de Hoboken, les sugirió que bajaran el volumen de ruido, sin ningún éxito. Tan claro tenían lo que querían hacer que, en cierta forma, Bug ya es un disco conservador en relación al "estilo" Dinosaur Jr., y también -al consolidar el liderazgo de Mascis- es un disco menos variado que el anterior You're Living All Over Me. Sin embargo, y cómo suele suceder en algunos molestos discos menores, contenía dos de las mejores canciones de la carrera de la banda. Una era, evidentemente, 'Freak Scene', tal vez el único clásico absoluto pergreñado por Mascis. Un tema tan brillante que cada uno de sus cambios de acordes y de sus palabras se ha vuelto un ejemplo perfecto de la sensibilidad indie de la época y ha sido imitado hasta el punto que es difícil reconocer la novedad original; una canción que debería haber cosechado la gloria que sus dinámicas musicales obtendrían tres años después en la canción 'Smells Like Teen Spirit'. 'Freak Scene' abría el Bug, lo cerraba 'Don't', canción bastante menos conocida, y cuya letra entera consiste en lo siguiente:

Why? Why don't you like me?

La frase es aullada una y otra vez a lo largo de más de cinco minutos, mientras una exquisita guitarra psicodélica llena el fondo de ruido, wah-wah y voluptuosidad, creando un efecto impactante. El tema está compuesto por Mascis, al igual que todo este disco que consolidaba el liderazgo/dictadura del guitarrista, pero la voz que berrea la frase es la de Lou Barlow, quién se lastimó las cuerdas vocales interpretándola. El que sea Barlow quién la canta puede ser tanto una elección de registro como un chiste morboso; cuando se grabó este disco Barlow tenía los días contados en la banda a causa de la pésima relación en la que había degenerado su amistad con Mascis, quién ya le había dicho expresamente que ya no le caía bien.

Y es Barlow lo que le falta al Bug, y lo que le faltó a Dinosaur Jr. para ser los Beatles del indie rock norteamericano, título que cayó más bien sobre los mejor balanceados Sonic Youth o sobre los mucho más populares Nirvana. Especular sobre lo que hubiera sucedido si Barlow no se hubiera ido de la banda es entrar en lo incomprobable, pero uno puede imaginarse la combinación del talento maduro de Mascis, el del casi perfecto Where You Been?, sumado a la sensibilidad que Barlow perfeccionó en Sebadoh, que sacó el también casi perfecto Bubble and Scrape el mismo año, e imaginar una gloria fantasma que ya fue reclamada por el territorio de las oportunidades perdidas. Quién sabe, tal vez hubieran publicado cualquier mierda y Sebadoh o Folk Implosion nunca hubieran existido, tal vez hubieran editado un disco equivalente al Nevermind pero de mucho mayor vuelo musical. En todo caso es algo que la próxima reunión de la formación original de Dinosaur Jr. no va a develar, ya que se trata de un proyecto para tocar en vivo exclusivamente y la inocencia de los días de gloria de estos compositores ya hace tiempo que se fue.

Unos días de gloria en los que estos jóvenes brillantes se hacían los idiotas y los auténticos idiotas les creían, citando las declaraciones monosilábicas del eternamente colgado Mascis como ejemplo del slacker terminal, sin recordar que el hacerse el imbécil es el truco más viejo del punk. Desde los Stooges hasta Flipper, pasando por supuesto por los Ramones, los punks siempre se han hecho los tontos mientras el mundo se deslumbra con el ingenioso de turno. Siempre que algún trasnochado mal lector pomposo reivindica para sí mismo los laureles del bardo deslumbrando a otros malos lectores con acceso a los medios, hay detrás en las sombras un punk, un proto-punk o un slacker con un dedo metido en la nariz, flotando en una nube de humo narcótico y susurrando con desprecio el lenguaje de lo auténtico. Cualquiera que le haya prestado atención durante medio minuto a los arreglos, las dinámicas de volumen y las letras de You're Living All Over Me o el Bug podía darse cuenta de que Mascis & cía les estaban tomando el pelo con su farsa de descerebrado, de las misma forma que Iggy les había tomado el pelo, de la misma forma que Dee Dee, de la misma forma que van a seguirles tomando el pelo, muertos de risa mientras ven a los supuestos cerebros de la media comprarse los buzones de turno.


Practicamente no hablé, como es costumbre en esta sección, de la letra en si. No es porque su única frase me parezca despreciable o circunstancial sino porque, ¿qué carajo se puede decir sobre ella...? "Why, Why don't you like me?", no tiene sentido evaluar este mantra interrogante, esta explosión inconforme, sin el brutal paisaje sonoro en el que la banda lo enmarcó, pero al mismo tiempo la frase contiene todo lo que tiene para decir y todo lo que viene diciendo el rock, o al menos lo que era el rock cuando valía la pena, desde que alguna chica que la historia de la música olvidó, seguramente sin grandes rasgos distintivos ni excepcional belleza, ignoró a algún guitarrista con tendencia a la melancolía. Algo que debe haber pasado en los años cincuenta, o antes, en la canción de batalla algún trovador ninguneado por alguna dama que le negó su doncellez, o cuando putas haya sido que esto empezó. No tengo nada que decir sobre este grito redondo que no sea tautológia pura. Y, por supuesto, tampoco sé por qué no le gustamos a la gente que nos gusta.
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