lunes, mayo 23, 2005

Policías buenos y drogas malas, malas, malas...

Acabo de ver el primer programa del nuevo ciclo de Vidas, programa impresionista-social a la Gastón Pauls de Teledoce, que es conducido por Facundo Ponce de León. A estas alturas la fórmula de llegar mediante a la realidad a partir de un ejemplo individual que metonímicamente comente todo un sector social está un poco desgastado, pero vale la pena resaltar la suerte que tuvieron en el "casting" de este caso. El grupo laboral a examinar era el de el destacamento policial de elite, los Pumas, que no corretean pelotas ovaladas sino peligrosos delincuentes montevideanos a los que persiguen en veloces motos. El cana sobre el que giraba el informe, un tal Fernando, era un encanto; un muchacho de 22 años, articuladísimo, amante de su profesión y su familia, inteligente, respetuoso ante la cámara de los derechos ciudadanos pero con apariencia de serlo también fuera de foco, ubicado con respecto a sus obligaciones, en fin, el tipo de cana al que a uno le daría no sé qué tirarle un ladrillazo, y al que sus superiores deberían darle un aumento en virtud del servicio de propaganda que le hizo al cuerpo con su excelente desempeño (¿actoral?) . Un ejemplo, doña.

En cambio no tan convincente estuvo el conductor Ponce de León, quién, buscando el detalle humano conmovedor insistió en que el duro policía juvenil admitiera que a veces lloraba desolado ante el horror de la violencia urbana ("no puedo negar ni confirmar" podría haber contestado el cana), hizo un montón de interrogantes curiosas e incontestables, como preguntarles a dos policías cómo hacen para no levantar coimas (si decían "no, ¡qué nos vamos a negar bolú! ¡nos vamos de fiesta...! ¡pluma, pluma gay...!" hubiera sido el programa del siglo) y protagonizó la escena más desafortunada de la televisión-verité local: en un momento revisan a un desastrado adicto latero al que interceptaron fumando en la calle (el tercero o el cuarto de lo que iba de programa) y Ponce de León pregunta -ante una sustancia blanquecina que queda tirada luego de la revisión- si eso es pasta base. Tolerantemente el cana le responde que sí, tras lo cual el conductor se agacha, la toma del suelo, la olfatea y... salta hacia atrás con un desagrado similar en potencia a una piña de Tyson. Su lenguaje corporal aulló algo así como: "Si será mala la pasta que aunque no te la fumes te pega igual".

Ahora, puede ser que yo sea medio insensible o que haya olfateado cualquier otra cosa, pero la pasta que he visto tiene un olor medio feón, como a depósito de farmacia mal ventilado, pero en todo caso no tan impactante como para saltar como si se hubiera metido las narices en el calzoncillo desgraciado de un linyera con disentería. Bueno, vaya uno a saber dónde la llevaba el espectro requisado... qué ciudad terrible... es una jungla allá afuera chicos...
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