viernes, junio 03, 2005

Rock on: novedades del campo de batalla

Hace poco algún lírico y panglosiano commentator me preguntaba el por qué en lugar de dedicar tantas líneas venenosas a relativizar los méritos de los músicos uruguayos más exitosos de la actualidad, los que están arriba, no dedicaba algo de espacio a hablar sobre lo que había de bueno. Mi respuesta sería que lo que pasa es que, con todos los medios aplaudiendo como focas drogadas los supuestos triunfos de la música uruguaya, me parecía sano mostrar un poco de disidencia lógica. Sobre todo porque, por algún milagro de alegre coincidencia, nadie estaba disintiendo. Lo cual me parece que es así, pero al mismo tiempo, y en eso el commentator tenía razón, nadie estaba tampoco hablando de las cosas realmente buenas en lo musical que estaban pasando allá abajo, a la sombra de los premios internacionales y los estadios llenos. Y aprovechando que estuve saliendo bastante, viendo varios shows y escuchando varias grabaciones, amontono algunas impresiones de bandas que me gustaron, que me gustan y que están vivas, y de paso pongo algunos links para que vayan a chusmear.

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Rodeado de eso tan parecido al silencio que es la propaganda boca a boca, salió, Happy Easter, el primer disco de DanteInferno, trío eléctrico poderosamente desconocido en Montevideo la Loca. Ya que nadie va a hacerles un comentario y a mí me gusta ir con las multitudes, tampoco voy a hacerlo yo. Mejor ir al site y bajarse algunos de los mp3 de muestra que hay y que prueban qué compositor, vocalista y guitarrista original que es Pancho Coelli, quién también milita en Pompas, banda que tiene un disco grabado que, por lo que escuché, es asombroso y brillante. Pero parece que nadie tiene intención de editarlo y ellos arrastran sus huevos con la paciencia de bueyes. En cambio el Happy Easter de Danteinferno ya existe y creo que es tan bueno como parece.

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Fui a ver al vago de Federico Deutsch, que está grabando y tocando de nuevo, con nueva banda y con una trampa: la nueva banda son él + todos los Buenos Muchachos, por lo que es, obviamente, una buena banda. Seguramente van a seguir nombrándolo como referente de la música electrónica local, pero lo que está haciendo tiene tanto de electrónica como los propios Buenos Muchachos, sin embargo no suena en absoluto como los BM, los temas están compuestos por Deutsch y son muy distintos estructuralmente a las montañas rusas arpegiadas que suelen componer el Topo & Cía. Por el contrario, son composiciones mínimas sobre las que se alternan las voces de Pedro Dalton y del Garza, que cuando no vende encendedores de cocina en spanglish, demuestra que sigue siendo el gran vocalista de la gran banda que nadie en Argentina quiso escuchar: Reverb.

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Después de dar más vueltas que manco en canoa, Camila G. (aquella de Tom-Boy) y su nueva banda Guachass volvió a tocar. Posiblemente demoraron tanto por lo decepcionante que había sido su debut, para ellas al menos porque para los demás había estado bien. Pero ahora, comparándolo con su segunda actuación, se entiende el malhumor del primer recital. Es inevitable que les vayan a encajar el membrete de “Motosierra femenina” o alguna boludez así, y parecidos hay, claro, pero Motosierra femenina no es Motosierra en absoluto y el hecho de que una banda en la que el promedio de altura es de 1,50 pueda sonar tan feroz es algo bastante único. Un show sexy, ruidoso y algo atonal, como Runaways pasadas al doble de revoluciones, lo que a veces hace que muchas canciones suenen algo indistintas, sin embargo las que se destacan tienen un gran futuro, al menos en un universo paralelo. Pero de momento lo interesante es verlas, las muy perras parece que llevaran quince años arriba del escenario, lo cual sería bastante inverosímil a menos que hubieran formado la banda en el jardín de infantes.

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Lo único que les salió mal a Guachass fue que después de su show subiera al escenario la que me parece la mejor banda que hay en Montevideo en la actualidad: Santacruz. Pocas veces he visto un toque tan accidentado en sus primeros momentos, ya de arranque tuvieron que extirpar el micrófono de manos del borrachísimo cantante de una banda que había tocado antes, y que estaba muy enojado vaya uno a saber por qué. Cuando pudieron recuperar el pie del micro y empezar a tocar, todo empezó a romperse: cuerdas, cabezales, un charleston que quedó como un conejo violado por un elefante… el tipo de cosas que, al principio de un show, pueden desmoralizar hasta a un skinhead pasado de anfetas. No fue el caso de Santacruz, que por el contrario terminaron dando el mejor show que les haya visto, y les vi varios muy buenos. Lo que pasa es que cuando estás en llamas, estás en llamas, y este tipo de shows daría pie a una conversación muy interesante acerca de lo que es realmente “pro” y lo que no. Pero no sólo fue cómo tocaron sino también lo qué tocaron: a estas alturas los Santacruz están listos para sacarse de arriba el cartelito de “stoner” que les endilgaron; tocan demasiado rápido, demasiado jazzy y demasiado apasionado como para ser stoner. Al igual que su banda compinche, los también voluptuosos y colgados Hablan Por La Espalda, están en pleno descubrimiento de su voz propia más allá de los modelos, y tienen la habilidad técnica y la locura necesaria como para dejarla hablar. Pero a diferencia de los HPLE, que siguen ligados con las estructuras angulosas e inesperadas del hardcore (de donde provienen los integrantes de ambas bandas), los Santacruz son definitivamente rock, aunque no tengan canciones propiamente dichas y aunque las improvisaciones amorfas y free sean un clásico de sus recitales, el tono y el swing es decididamente rockero, o lo que sería un rock al que se le hubiera sacado toda la mierda, todo lo inútil y todo lo estúpido de encima. Ese fue un show épico, yo admito que esa noche no pasaba el control anti-doping, pero tampoco es tan fácil atrapar una atención intoxicada y dejarla asombrada con algo que ya había visto anteriormente. Si no me creen vayan a verlos a Pachamama el próximo jueves 9, cuando van a tocar con una banda de viejos atorrantes.

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Y todo lo que me está gustando en las noches montevideanas es estruendoso y disonante. Pero no soy yo, no es mi culpa; si conocen a algún solista genuinamente emotivo, tranquilo y escuchable, avisen, porque es necesario variar. Mientras tanto que venga el ruido, el volumen y la demencia de abajo, que me hace querer a la gente, porque los suspiros tiernos y las pachangas de arriba me dan ganas de comprar una Luger e improvisar una leyenda.
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