martes, agosto 09, 2005

Lápidas encima de lápidas

Ayer vi un capítulo de los X Files cuya emisión me gustaría pensar que fue deliberadamente elegida aunque estoy seguro de que fue pura casualidad. En él Mulder entabla una extraña conexión psíquica con un asesino de niñas encarcelado, teniendo revelaciones acerca de crímenes desconocidos de dicho asesino. Así van descubriendo, con diez años de atraso, la terrible verdad sobre el final de varias niñas, conocimiento con el cual el asesino chantajea a los agentes del FBI, administrándolo con crueldad y obteniendo favores a cambio. Al final Mulder tiene que matarlo de un tiro en la cabeza para salvar a un niña pero queda uno de los crímenes sin solucionar, un cuerpo de niña sin encontrar, una familia que no sabe nada. Y para los detectives queda la culpa. Claro, es sólo ficción sobrenatural.

Hoy me despierto con solemnes comunicados gubernamentales ponderando la reunión del presidente Vázquez con los comandantes de las tres armas. Escucho a Vázquez hablar del valor de dichos comandantes que finalmente han puesto el hombro para saldar "en forma definitiva" la terrible herida de los desaparecidos. Escucho hablar de una fecha histórica y del reintegro de Uruguay a los países respetables en términos de derechos humanos. Y tengo la sensación de que estoy metido en una sangrienta tomadura de pelo colectiva.

Es evidente que hay que reconocer que el FA ha encarado una política de derechos humanos más activa que la de las anteriores administraciones, y eso habrá que reconocérselo. Es evidente también que para algunas familias el hallazgo de los cuerpos de sus muertos les ayudará a superar una situación de dolor e insulto permanente que se ha prolongado hasta lo ridículo. Es evidente también que para hacer más que Sanguinetti-Lacalle-Sanguinetti (bis) y Batlle en derechos humanos no hay que hacer mucha fuerza que digamos.

Los muertos que ahora se descubren están cumpliendo 30 años desde que fueron ejecutados en las condiciones más atroces. Uruguay está cumpliendo 20 años desde que volvió a ser en teoría un estado democráctico con plena vigencia de la justicia. La Ley de Caducidad que hacía prescribir la justicia más elemental hacia esos muertos, pero que obligaba en teoría a sus asesinos a informar plenamente sobre esos crímenes cumplió 15 años. Son períodos largos de tiempo, piensen en todo lo que pasó en ellos.

Hace mucho menos, en cambio, que Mary Robinson, aquella irlandesa encargada de la sección de D.D.H.H. de la ONU, estuvo en Uruguay, llegando a la conclusión de que se encontraba en un paraíso de la impunidad más absoluta. Muchas figuras locales se quedaron sorprendidas de la rapidez con la que la irlandesa deshechaba el argumento de que el castigo a los militares había sido pleibiscitado y que el pueblo uruguayo, en una notoria muestra de cobardía e idiotez simultánea, había decidido amnistiar a los peores criminales de su historia. Para la Robinson eso era irrelevante, porque hay crímenes que no pueden amnistiarse y hay terceros que no pueden arrogarse el derecho de perdonar delitos que no sufrieron. Porque según la lógica de la Ley de Caducidad no se podría juzgar a los campos de exterminio nazis, a las bombas atómicas norteamericanas, a las acciones punitivas israelíes o las limpiezas étnicas serbias, ya que fueron todas acciones que contaron con un apoyo mayoritario de las poblaciones cuyos gobiernos las perpetraron. Sí, es cierto que algunas de esas acciones siguen estando impunes. Capaz que estuvieron bien.

Hoy leo en El Observador: "Vázquez finalizó agradeciendo "como presidente de la República a los señores comandantes en jefe del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada por su trabajo, por su adhesión, por su respeto a la Constitución y a las autoridades que el pueblo uruguayo ha elegido libre y soberanamente".

Posteriormente no aceptó preguntas de la prensa."

Y yo me pregunto qué se está agradeciendo, ¿que se cumpla con quice años de retraso el ridículo mínimo de decencia que se exigía en la mencionada ley? Fue sorprendente ver el asco que el general Bertolotti, ahora al parecer un adalid de los derechos humanos, se esforzaba en denotar en cada una de sus declaraciones públicas, en las cuales el militar quería dejar en claro que el investigar donde estaban los cadáveres de los desaparecidos y presionar a sus subalternos para que lo dijeran le producía la misma repulsión que sí lo obligaran a chuparle el culo a un alcohólico con disentería. Asco que evidentemente no le producía el reunirse con violadores de adolescentes como el "Pajarito" Silvera, o el ver al intocable "Goyo" Álvarez, -torturador directo de Seregni y responsable directo de la mayoría de las acciones represivas de la dictadura, algo con lo que se lo premió con la presidencia final de la misma- reivindicar año a año su imperio de bestialidad. Eso no le daba asco al demócrata Bertolotti, a quién se quiere presentar como el equivalente local al argentino General Balza.

Me hubiera gustado preguntarle a Vázquez si había que festejar estas migajas de humanidad tardía que en verdad tendrían que ser castigadas como prueba flagrante del delito de obstaculizar la propia Ley de Caducidad durante quince años. Me gustaría preguntarle si habría que ir a la casa de algún violador de niños absuelto por algún error jurídico y agradecerle por no seguir violando. Pero Vázquez no aceptó preguntas, había mucha emoción y mucho que festejar.

La radio emitía "Fragile" de Sting para estar a tono con la noticia. Los informativistas de los canales ponían cara de sorpresa al enterarse de lo que todo el mundo sabe desde hace más de dos décadas. Los dirigentes de los partidos tradicionales, a excepción del Foro Batllista -ya completa su transmutación oficial en brazo político de la ultraderecha militar uruguaya-, felicitaban al gobierno por este cierre definitivo que permite mirar hacia adelante. Los políticos de izquierda se abrazan unos con otros y dicen que el partido terminó. La República delira. Los esqueletos bailan con otros esqueletos en los cementerios.

Perdonen si no me sumo al baile, tengo otras cosas que hacer.





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