lunes, setiembre 19, 2005

Caminando por la calle hoy te vi...

Benito odia los graffiti, los odia tanto que lo dejan hablando de sí mismo en tercera persona, como Maradona, y Benito odia a Maradona. Cada vez que veo (Benito vuelve a la primera persona) un noble muro bien pintado ensuciado por una frase garabateada por un pelotudo dueño de un spray de pintura y cero sentido estético me dan ganas de matar con sofisticados despliegues de maldad. De atrapar a la conchudita egocéntrica que garabateó su nombre sobre el león de Bvar. Artigas (o el retardado mental de su enamorado) o a quienes persistentemente cubren de mugre líquida las paredes de la Universidad de Derecho y la Biblioteca Nacional, les vaciaría las latas de pintura en aerosol en la garganta mientras les leo un tratado de armonía estética mínima. Tengo una tolerancia apenas mayor por los stencileros ya que, más allá de conocer a varios, generalmente tienen un grado de elaboración creativa mayor que puede considerarse -en ocasiones- una auténtica intervención artística urbana. Y además suelen hacerlos sobre muros inocuos. Pero los graffiteros, concha de sus madres, son imperdonables, y hay una no muy extraña correspondencia entre la imbecilidad de la frase garabateada y la belleza del muro sobre el cual se perpetra, generalmente limitándose a la adhesión descerebrada a determinada banda (que es inevitablemente horrible) o a determinado club de fútbol (idem.).

Todo tiene sus excepciones, claro, y recuerdo graffitis más interesantes en los inquietos días de la década del ochenta, cuando era una actividad novedosa, pero como suele suceder con cualquier técnica expresiva al vulgarizarse se degradó convirtiéndose en uno más de los cientos de ejemplos del vandalismo uruguayo y su contradictoria relación con la ciudad y la comunidad. No obstante hay un par de graffitis que rescato y que me hacen sonreir eventualmente. Uno es ese que reza "Artigas son los padres", frase que considero excepcional desde todo punto de vista (desgraciadamente es intraducible para cualquiera que no sea uruguayo). Otro es esa mezcla de calentura femenina y filosofía que exige, desde un muro de la calle Jackson, "Nietzche: entregá al superhombre". Pero como dije antes son excepciones, son como chinos rubios naturales, como publicistas con moral...

Pero hete aquí que el otro día salí a pasear a Juan Carlos B., el perro incomensurable, y de pronto, cerca de mi casa, me encuentro con una epifanía en un muro:

Muertos Putos

Así nomás, sin artículos, sin verbos ni complementos, sin siquiera dejar en claro cual es el sustantivo y el adjetivo. Me quedo asombrado ante la pintada, ¿qué es esto...? Si es el nombre de una banda sería un nombre brillante, pero muy extraño por la formulación, que sugiere que el sustantivo plural es "muertos", a la inversa que los Dead Kennedys, los Dead Boys o los Dead Milkmen, ¿sería un punk tan literal que tradujo en forma muy tosca una curiosa idea...? Se me ocurre otra posibildad; no muy lejos del graffiti hay un boliche gay, ¿será entonces una pintada homofóbica de imposible gramática? Me sigue sonando raro... me gusta imaginarme más bien que es una especie de explosión de rabia hacia la comunidad a la que todos vamos a pertenecer, a la de los muertos. Alguien enojado con el reino de la Parca y que groseramente decidió insultar a todos con un pequeño toque necrofílico, alguien que decidió conjurar dos deseos de negatividad pasandole por arriba a la más elemental escritura, alguien que convirtió dos insultos totalmente disímiles en una máquina de escribir y un paraguas y a un muro en una mesa de disección... No sé, en todo caso, sea por torpeza gramatical o por causas arcanas, la pintada me parece fascinante en su misterio y llena de connotaciones surrealistas.

Pero me acerco y el misterio se desvela; lo que parecía una "m" es una "t" (una "t" rara pero "t" al fin) y el graffiti dice "Tuertos Putos", lo cual no tiene el menor misterio: es un graffiti situado en el Parque Rodó, el barrio del Club Atlético Defensor-Sporting, noble institución cuyos adherentes tienen por apodo -nunca supe por qué- el de "tuertos". Me siento tan desilusionado como el superticioso que descubre que esa extraña y aterradora luz en el bosque es un cazador en pedo con una linterna quimica. Como cuando se comprobó que la autopsia filmada de Roswell era más trucha que la amistad Maradona-Tinelli. Una mala lectura del tipo más aborrecible de graffitis, que -adding insult to injury- para peor se ceba del cuadro del que me tocó ser hincha. Otra colaboración desinteresada para volver un poco más horrible a Montevideo.

Y que por supuesto que odio esa frase. Porque Benito odia los graffitis, y odia particularmente los graffitis futboleros. Porque Benito odia los graffitis y Benito odia el fútbol, digámoslo de una puta vez.





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