lunes, setiembre 26, 2005

Hacia lo desconocido

A pesar de que a veces es considerado la fracción más extrema, los jacobinos del punk, el hardcore -y me refiero bajo este término al enjambre de bandas que formaron una suerte de movimiento en la primera mitad de la década de los ochentas, en retrospectiva -y como suele suceder con las fracciones extremas, el hardcore era un movimiento mucho más reaccionario y dogmático -tanto en lo ideológico como en lo estético- que el punk que lo había precedido. Claro, todos amamos a bandas hardcore cuya música es parte esencial de la mejor música de rock de todas las épocas, pero, y en forma casi inevitable, cada vez que uno mira a una gran banda de la edad de oro del hardcore, se encuentra a una banda disidente o cuya producción estrictamente hardcore es mínima dentro de su obra. Si uno lo piensa tanto los seminales Black Flag como Hüsker Dü, Butthole Surfers, Bad Brains, Flipper, Big Boys, Dead Kennedys, Minutemen, Die Kreuzen o Saccharine Trust -es decir, las bandas más creativas y feroces del hardcore- se caracterizan justamente por su oposición estética al hardcore y por su búsqueda de otra cosa a la que los nombres no le quedan bien y las reglas menos.

Pero hay otra cosa: en aquellos tiempos los músicos (los buenos músicos al menos) suponían que debían estar por delante de su audiencia y era habitual que se la jugaran a efectuar cambios dramáticos de disco a disco, haciendo de la imprevisibilidad y la evolución un objetivo deseable. Dándole a la gente, como decía Greg Ginn, "no lo que quieren sino lo que necesitan". Si uno mira los cambios y la evolución estética de muchas de las bandas surgidas del punk se asombra, pero si coteja además los breves tiempos en los que esos cambios se produjeron y la juventud de quienes los promovían, hay que inevitablemente llegar a la conclusión de que era una generación privilegiada. Esta voluntad de cambio en ocasiones triunfó, pero por lo general significó el rechazo y la alienación del público, y el triunfo de la estupidez. Por eso hoy en día no es una tendencia muy habitual, y menos aún en muchas bandas supuestamente radicales.


Me interesa hablar de un ejemplo emblemático de impulsos, frenos y consecuencias: en 1983 dos bandas emblemáticas del hardcore californiano, posiblemente la más importante de las escenas hardcore, hicieron simultáneamente e independientemente el mismo movimiento. Se trataba de T.S.O.L. (True Sounds of Liberty) y Bad Religion, quienes en los mismos días editaron los discos 'Beneath the Shadows' e 'Into the Unknown' respectivamente. Dos discos absolutamente herejes a pesar de lo tempranos que son dentro de la discografía de ambas bandas. Ambos son los segundos LPs de las bandas y en ambos casos habían sido precedidos por obras totalmente encuadrables dentro del hardcore (aunque el 'Dance With Me' de T.S.O.L. tiene una extraña imaginería proto-gótica). Pero resulta que estos habitantes de la tierra del ácido y los milagros se despacharon con dos discos que bajaban considerablemente el tempo de las composiciones, alargaban su duración y, pecado entre los pecados, usaban y abusaban de los teclados y los sintetizadores.

La relación del punk con las teclas, ese instrumento tan poco masculino, es rara, limitándose justamente a los grupos más veteranos (Patti Smith Group, Stranglers, Pere Ubu) o a bandas que sólo pueden considerase punk en la acepción más amplia e histórica del término (Suicide, Screamers). En el hardcore esta tendencia se llevó al grado de dogma, ignorando la potencialidad energética de un buen uso de dicho instrumento (potencialidad que los Ramones explotarían en disco homenaje/afano al hardcore 'Too Tough to Die'). De hecho los teclados y su sonoridad se volvió emblemática de los grupos tardíos de new wave y por la más bien abominable generación new romantic, por lo cual el que dos representantes genéricos del punk como las bandas mencionadas lanzaran dos discos como el 'Beneath the Shadows' y el 'Into the Unknown' produjeron un rechazo tan vehemente que la existencia misma de las bandas quedó en entredicho. Disciplina instantánea.

Los dos discos tienen fallas notorias; el de T.S.O.L. delata la influencia de Roxy Music, que es citada en forma burda no solo a través de fraseos y melodías sino hasta en algunos hurtos líricos. El de Bad Religion opta por colchones climáticos que le den una ambientación épica a sus melodías, delatando algunos de los timbres infames de sintetizador que solían usarse en los 80s (y que deberían ser borrados de los bancos de memoria de cualquier sintetizador respetable), además la épica no es algo que se de muy bien a los chicos de 18 años... Sin embargo, y sin sorpresas, son dos discos formidables, de lo mejor (o directamente "lo mejor") de ambas bandas. Los teclados no ocultan los origenes punk de las bases y la unión produce explosiones de energía en una dirección que no se ha seguido mucho (excepto por los maravillosos Murder City Devils), y el cambio de temática de los automáticos ataques a la sociedad a territorios más abstractos e interiores los vuelve sorprendentemente emotivos (e inevitablemente juveniles).

Pero más que el rescate de estos discos olvidados pero que lentamente están siendo reinvindicados, me interesa la reacción posterior de sus creadores. Para T.S.O.L. fue un punto de quiebre. Su líder -el sorprendente Jack Grisham, quien había pasado de surfer ejemplo y deportivo a punk vandálico y ultraviolento y luego a Bryan Ferry wannabe en el lapso de tres años- abandonó el grupo, que cayó en un periplo interminable de drogas, falta de inspiración y malas decisiones, en el cual llegaron a tener una formación en la cual no había ningún integrante original y tocaban heavy-metal.

Jack Rabid, el editor de la revista under The Big Takeover, resumió perfectamente la situación y lo que implicaba: "El que el 'Beneath the Shadows' fuera rechazado por la escena hardcore fue la última gota para mí, después de muchas, muchas gotas. Aquí estaba el más fascinante retoño del punk -ellos podrían haber sido nuestros Damned o Siouxie and the Banshees- reteniendo esos huevos y motivación originales, llevándolos en esta dirección única. La audiencia hardcore los rechazó, la audicencia rockera se imaginó que seguían haciendo hardcore, así que no habia audiencia para esta música - se separaron. Fue una mala época. Se volvió todo un juego de rugby sin significado". Recientemente y al igual que muchas formaciones fracasadas en su momento y re-descubiertas en años posteriores, los T.S.O.L. originales volvieron a juntarse y a editar discos de punk rock energéticos y sin grandes destaques.


Bad Religion, por su parte, tomó conciencia inmediata del error y sacó a toda velocidad un EP llamado elocuentemente 'Back to the Known', en el cual volvían a territorios más seguros. Inesperadamente, siendo una banda de segunda fila dentro del hardcore californiano, sobrevivieron a grupos mucho más populares hasta que en los 90s tuvieron un sorprendente renacimiento, siendo la única banda del hardcore que pudo integrarse con la generación indie que la sucedió. Todo esto adoptando un discurso político mucho más explícito que en sus tiempos juveniles, lo cual no impidió que se hayan vuelto tal vez en la banda hardcore más exitosa y popular de la historia, si se evalúa el éxito en términos cuantitativos.

Pero tal vez la clave de los respectivos periplos de ambas bandas luego de haber editado estos discos kamikaze, y de paso una muestra muy representativa de dos actitudes distintas frente a un mismo problema, sea repasar el resumen que los músicos hacen a la distancia sobre este paso creativo crucial y desgraciado que hicieron en forma casi simultánea y que están reproducidas en distintos capítulos del excelente libro American Hardcore, de Steven Blush:

Jack Grisham (T.S.O.L): "Habíamos aprendido a tocar. Queríamos probar más cosas. No íbamos a fingir que éramos algo que ya no éramos. Es gracioso, Mike Roche (guitarrista de T.S.O.L.) se enojó conmigo por haber hecho lo que hice, pero fue él el que me había enganchado con Roxy Music. Tras haber escuchado distintas músicas y cantantes que no había escuchado antes, uno se orienta a expandirse. El problema de ser una banda popular es que todos tus cambios son expuestos al público.

Así que sí, nos aventuramos y muchas cosas fueron demasiado lejos. Pero, ¿cómo sabés donde estás si no vas demasiado lejos? Usar sintetizadores no era popular en el hardcore - para ser honestos muchos de los sonidos de sintetizador de la época no eran muy buenos, pero nos la jugamos. He conocido a mucha gente como vos que dicen 'ese disco tenía onda'. En su momento la tenía. Para mí, al menos."

Los Bad Religion hicieron una lectura distinta de la experiencia:

Brett Gurewitz: "Perdón, no puedo hablar sobre esa era, ¡ha sido estalinizada!. De vez en cuando escucho una o dos canciones que puedo tolerar, pero todo en ese album fue un error. Es bueno por lo que es, pero nunca debimos haberlo editado. Éramos tan jóvenes: parte de mi ética punk era hacer cosas sólo por ser capaz de hacerlas. Greg y yo hicimos ese disco porque podíamos. Yo no hablo sobre eso porque no puedo entender cómo pudimos hacer algo así. No me gusta, no voy a re-editarlo. ¿Lo escuchaste? Tiene temas épicos de nueve minutos sobre el desierto, canciones sobre insatisfechos que matan a sus esposas y se van de casa... es enfermo. Yo estaba curtiendo LSD pesado en aquella época, pero no es excusa. Era la cosa más punk que podíamos hacer en ese momento. Era lo que nadie quería que hiciéramos, y no nos importaba".

Greg Graffin: "Bueno, cuando uno es tan joven hace un montón de locuras. Teníamos la habilidad de grabar cualquier tipo de música que quisiéramos, y pensábamos que era muy punk, así que dejamos a la comunidad entera de punks dando vueltas como un trompo. Éramos solo un montón de chicos rompiendo las pelotas. En retrospectiva, el fracaso era totalmente previsible, y en su momento, llegué a la conclusión de que la gente era idiota. Pero tenían razón. Quiero decir, aprendimos una lección valiosa sobre marketing y sobre mantener una base de fans, y darles a tus fans lo que esperan. Eso no quiere decir estar al servicio de ellos, pero significa que si querés construir un legado para tu banda, tenés que mantenerte consistente de alguna forma. Así que nos mandamos un error táctico, pero aprendimos como no alienar a nuestros seguidores".

Las dos posiciones son muy atendibles y de alguna forma explican las trayectorias posteriores de las bandas. Acá en FYT nos parece que sólo una de ambas es digna y tiene sentido y coherencia, y nos quedamos pensando en situaciones similares en lo local, la especulación, la carrera, la razón de la reacción y su fuerza.





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