miércoles, enero 11, 2006

Insólita defensa

Leo en la prensa de hoy que se plantea un posible conflicto o malestar entre el gobierno y las agencias de publicidad a causa del proyecto de este último (apoyado por esa ridiculez política que se autodenomina "oposición") de prohibir toda publicidad de cigarrillos en el territorio nacional. No vamos a repetir nuevamente la posición de este blog con respecto a la publicidad -engendro demoníaco que en menos de un siglo se las arregló para hacer desaparecer toda diferencia semántica entre ella y la propaganda- y la adversión que le despierta, sin embargo en este caso tenemos que ponernos del lado del mal ante la insólita imbecilidad de los que se suponen el lado del bien y no son más que el lado del capricho represivo y la tontería de moda.

Digamos que yo creo, tal como planteaba en un post antiguo sobre la publicidad de cigarrillos Nevada, que la publicidad -especialmente la de algo tan dañino como los cigarrillos- tiene que ser acotada, reglamentada y restringida por todas partes, especialmente en su relación con los menores, siendo tal vez el área de la comunicación que necesita una regulación más urgente. Pero cada vez que veo la palabra "prohibido" me corre algo por la espalda y este caso no es distinto y no menos injusto, y me apoyo en dos argumentos sencillos:

a) Si se considera -como un servidor ocasionalmente lo hace- que la publicidad tiene un poder de influencia tan absoluto como para convencer a sus espectadores aún en contra de su voluntad, entonces no es la publicidad de cigarrillos la que hay que prohibir sino todo tipo de publicidad que no sea de productos total e innegablemente sanos, si es que estos existen. Si se considera al cigarrillo lo bastante tolerable como para venderlos en la vía pública, entonces no hay ningún motivo de discriminación en sus facultades publicitarias en relación al mate o a la comida con grasas, por ejemplo.

b) La prohibición de la publicidad de cigarrillos en realidad no afecta a las grandes marcas; la gente sabe que los cigarrillos existen y sabe que Marlboro y Nevada son marcas de cigarrillos, y si ven a un camello estilizado de perfil saben de qué marca se trata. Al contrario, solidifica su posición en el mercado y elimina posibles nuevas competencias al incapacitar a estas el hacer pública su existencia y virtudes -intención original de toda publicidad antes de que esta se convirtiera en propaganda de formas de vida-. Por lo cual si el día de mañana invento el cigarrillo "Benito' Skull", con exquisito sabor a opio y un porcentaje mucho menor de nicotina, voy a ir al muere porque la gente nunca se va a enterar y va a seguir fumando Fiesta Light.

En todo caso es una arbitrariedad más de la policía de la salud, de los tutores voluntarios de adultos y disidentes por igual. Y la gente se lo fuma a pesar de que este tipo de autoritarismo es más insano aún que los cigarrillos. Y cualquier discrepancia es corrida con razonamientos dignos del Chavo del 8, como el portavoz del Ministerio de Salud que, ante el reclamo lógico de los publicitarios de que esto era un nuevo atropello a las libertades, declaró lapidario que "5000 fumadores y 700 fumadores pasivos morían por año", dejando picando el centro que ningún periodista levantó para preguntarle "¿y cuántos no-fumadores mueren por año?".





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