martes, enero 03, 2006

Mirando canciones XVIII: Wild and Blue

La idea que se tiene en el Río de la Plata acerca del country & western como un género reaccionario e intransferiblemente yanqui es cierta a medias, pero incluye el desconocimiento casi total que se tiene sobre la realidad del susodicho género en estas latitudes donde aún se lo asocia más con Kenny Rogers que con Hank Williams. Pero sería muy cipayo el quejarse, en realidad se lo conoce más que lo que los norteamericanos conocen al folklore rioplatense, y en todo caso mucho más que a otros géneros tradicionales tan sanguíneos como el fado portugués, el qawwali persa o el raï argelino.

Ahora, si a uno le gusta esa sinceridad atemporal, poco moralista y casi universal que sólo la mejor música popular, el country es un viaje de ida -al igual que la milonga y el samba, por nombrar dos estilos cercanos y comprensibles que los rockeros suelen subvalorar-, y un viaje emocionante que no necesariamente tiene que ver con la celebración del american way of life. Eso es algo que entendieron a la perfección, por ejemplo, un grupo de intelectuales marxistas ingleses de Leeds, tan coherentes con la furia punk de la que eran parte que su primer simple fue 'Never Been in a Riot', un ataque a los Clash. Estoy hablando, obviamente, de los Mekons, cuya pasión por el country ha sido tan improbable como definitiva, dándo inclusive orígen a un género, el alternative country. Dentro de esa pasión irrespetuosa, incluyeron en su disco de 1991, Curse of the Mekons, un cover de 'Wild and Blue', un tema country escrito por John Scott Sherrill y que había sido un gran hit diez años antes en la voz de John Anderson.

Anderson, una figura mediana dentro del country pero con varios números unos en su carrera, es a primera vista un tipo con muy pocos puntos en común con los Mekons; ni un carismático algo siniestro como Johnny Cash, ni un fumador de porro irredimible como Willie Nelson o un inesperado izquierdista como Steve Earle, Anderson encarna en cierta forma la figura caricaturesca del cantante de country que se suele tener por estos lares. Vestido inevitablemente como vaquero, con el pelo y la barba a lo Buffalo Bill, fan del generalmente reaccionario Merle Haggard, Anderson parece algo así como el novio ideal de Dolly Parton. Pero al igual que ésta, que es una compositora mucho más grande que sus hiperdimensionadas tetas, Anderson es un ínterprete enérgico y apasionado que ha compuesto temas asombrosos como 'Seminole Wind', 'Down in Tennessee', 'Your Lyin' Blue Eyes', y 'Straight Tequila Night', todos temas tan excepcionales como comerciales. Pero 'Wild and Blue', un valsesito tan sencillo que podría ser objeto de burla de los Ramones (sólo 3 acordes mayores -a saber, La, Mi y Re- en todo el tema) es una cosa diferente. La versión de Anderson disimula la simplicidad del tema llenándolo de arreglos de pianos y cuerdas que entran y salen debajo de la sentida interpretación del cantante, la de los Mekons lo europeiza al llevarlo con una mandolina y acentuantuando el ritmo valseado, sumándole los instrumentos gradualmente. Ambas son notables, pero la de los Mekons es imbatible por un simple motivo: fue el debut en la banda de la blonda cantante Sally Timms, que en menos de tres minutos da una lección de cuánta fuerza y emoción se le puede meter a un tema sin tener que teatralizarlo o exagerarlo.

Pero eso es la música y esto se llama "mirando canciones" no "escuchando...", y veamos lo que dice este tema que me resulta tan excepcional...

Way across town, a phone rings off the wall
If you know he ain't home, why do you keep callin'
You're gonna drive yourself crazy and you know that it's true
It's making you wild and blue.

Wild and blue, it's no wonder
Look at the things that you do
They could take you up to yonder, honey
You're already wild and blue.

In somebody's room on the far side of town
With your mind all made up and the shades all pulled down
Someone is trying to satisfy you
He don't know you're wild and you're blue.

It's four in the mornin' and you're all alone
With no place to go why don't you come home
I'll be right here, baby, waitin' for you
I know you've been wild and blue.

Wild and blue, it's no wonder
Look at the things that you do
They could take you up to yonder, honey
You're already wild and blue.


Tal vez sea una limitación del idioma inglés el asociar todo un color, el azul, con un solo sentimiento, pero también es una limitación del castellano el no tener una palabra que corresponda a esa mezcla de tristeza, anhelo y solitud que los anglos definen con el término blue, o the blues, y que es una condición temporal -que como todas las condiciones temporales puede durar para siempre- que ha inspirado miles de canciones y un género entero que no está en cuestión en este post. Pero si el adjetivo blue es fascinante, su combinación con otro -que recuerda que rara vez un sentimiento es tan predominante que no sea único- es algo que siempre me fascinó. Una de mis canciones favoritas de mi adolescencia era un tema de los alemanes Element of Crime llamado 'Nervous and Blue', una reunión de sensaciones que yo reconocía a la perfección y que para mí era como el encuentro entre las papas fritas y el ketchup. 'Wild and Blue' propone otra junta igualmente reconocible, aunque antitética en apariencia. Después de todo para muchos "wild" no es un adjetivo que uno relacione con la tristeza sino más bien con fiestas y bacanales llenas de cerveza y chicas apenas vestidas, pero para otros -me atrevo a decir que para cualquiera que tenga alma- la combinación es casi obvia.

Pero no es solo este magnífico título o las perfectas interpretaciones de sus tres tonos lo que vuelve a 'Wild & Blue' la canción que me hace escribir esta larga parrafaseada, sino el amplio misterio de su historia, de pleno minimalismo norteamericano. ¿Quién está cantando -y a quién- en esta canción? Gracias a la ambigüedad del inglés, puede ser un amante o un marido -o una esposa, no hay ni una señal que indique el sexo del cantante- pidiéndole a su enloquecida pareja que se serene y vuelva, pero también podría perfectamente ser un padre preocupado. En todo caso es alguien que intenta hacer razonar a alguien a quién ni el sexo ni las evidencias parecen calmar. Es una historia de pueblo chico y como tal una historia de papelones, pero nada de esto se filtra en la voz del narrador que solo parece preocupado por el destinatario de su canción. De alguna forma la posibilidad de que se trate de alguien hablando con su pareja descontrolada e infiel me resulta mucho más atractiva que la otra posibilidad, y si se sigue la larga tradición de canciones country sobre la infidelidad -el country, orientado tal vez hacia gente mayor, es mucho más honesto y maduro que el rock y el pop en estos temas- es la más plausible y la que le da una dimensión humana más profunda y generosa.

En la versión de los Mekons, Timms sustituye -tal vez por meros problemas métricos- el tercer verso del estribillo por "Won't you just take a look yonder, honey?", transformando una advertencia en una súplica, lo cual no es lo mismo y posiblemente esté más de acuerdo con el espíritu general del tema. Muy loco tiene que estar el tipo para escuchar a la Timms cantar eso de esa forma y no volver a casa.

Los franceses, que han acuñado muchas frases estúpidas, tienen uno de los refranes más idiotas y jodidos de la historia de las frases hechas y que dice que "comprender es perdonar". Una frase llena de ignorancia pero útil para los defensores de los maniqueísmos y de los pensamientos únicos, de los incapaces de admitir como humanas las características que ellos no predican. Una frase que sirve tanto para odiar y negarle existencia en el plano humano tanto a Al Qaeda como a una ex novia. 'Wild and Blue', representante de una forma de pensar y sentir más real, perdona aunque no comprenda, aunque no pueda justificar el comportamiento de la persona a la que está dedicada. Como esos personajes angelicales de John Cassavettes que aceptan coexistir con personas poseídas por el demonio de la locura o el demonio de la sed, la voz de 'Wild and Blue' sabe que el ser humano es ancho y ajeno y que no se debe juzgar a nadie por su peor hora, al menos si ese alguien no le ha hecho daño a nadie más que a sí mismo.

Re-leyendo la larga extensión de este post me doy cuenta de que es absolutamente redundante para cualquiera que haya sentido algo importante por cualquier persona triste y salvaje. O para cualquiera que haya estado del otro lado del mostrador, haciendo cualquier cosa menos volver a casa.





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