lunes, febrero 20, 2006

Sí, soy uruguayo

Un amigo con el que, evidentemente, hace mucho que no hablamos, me manda/reenvía el siguiente mail dirigido a "uruguayos":

"Sos uruguayo? REENVIAR

Me enviaron este mail sobre el conflicto que tenemos actualmente con nuestros hermanos argentinos,y que realiza una propuesta al respecto:


"Si usted es uno de los tantos uruguayos que se siente indignado frente a la soberbia y la insensibilidad que muestran algunos integrantes del gobierno de la "hermana" Republica
Argentina, frente al conflicto desatado por las plantas de celulosa de Fray Bentos, no deje de leer este mail.

EL gobernador provincial Jorge Busti,de la Republica Argentina denunciara a Uruguay frente al tribunal de La Haya. Algo que llama notoriamente la atencion a los ciudadanos de las dos orillas, ya que, es la primera vez que este pais recurre a dicho tribunal. Ni siquiera lo hizo durante el desgraciado conflicto belico con Gran Bretana por las Islas Malvinas. Parece que algunos gobernantes argentinos, estan un poco desinformados y creen que todavia estan tratando con la "Provincia Oriental" cuando en realidad lo hacen con una Republica, libre, soberana e independiente de todo poder extranjero.

Los uruguayos somos un pueblo pacifico, solidario, respetuoso de nuestros vecinos e ilustrados.
No pregonamos la violencia, tampoco el racismo ni la xenofobia.
Somos tolerantes y ademas somos un pais que se preocupa por el medio ambiente.
Uruguay ocupa el tercer lugar entre ciento cuarenta y seis paises!!
en el "indice de Sustentabilidad Medio Ambiental" segun una investigacion de las
universidades Yale y Columbia de los Estados Unidos.

El primer lugar es ocupado por Finlandia (?les dice algo?) Una minoria, y
que quede bien claro, una minoria de vecinos de Gualeguaychu, mantiene
secuestrados camiones con material para las empresas Botnia y Ence y ademas,
desde hace casi un mes, mantienen cortes de ruta impidiendo el libre
transito de personas hacia nuestro pais con resultados negativos (no tanto como
hubieran querido) sobre el turismo.

Estas medidas impulsadas por el gobernador Busti pero respaldadas
por el prepotente presidente Kirchner, son ilegales en cualquier parte del
planeta, y si bien ellos dicen que lo hacen por la proteccion del medio ambiente,
lo unico que estan consiguiendo es fomentar la violencia entre hermanos
y sobre todo entre niños.

¿Que pasará cuando los ninos de Gualeguachu crezcan creidos que en Uruguay
se fomenta la contaminacion y se atenta contra la vida, cosa que no es cierto?.
Ellos tienen derecho a la duda, pero no tienen derecho a aplicar estas
medidas, injustas, ilegales y discriminatorias,y para que quede mas claro y
fuera de toda discusion lo que acabo de decir, el Martes 31 de Enero
trabajadores de Parmalat Argentina cortaron la ruta que une a Buenos Aires
con la costa Argentina en protesta contra el despido de 200 trabajadores y
de esta manera impedir el recambio de turistas de fin de mes (les suena familiar?).

¿Cual fue el resultado? Fueron "molidos a palos" por la Gendarmeria Argentina y reprimidos con gases y balas de goma.
La misma Gendarmeria que no movio un pelo por los cortes de ruta en Gualeguaychu
Los uruguayos no permitiremos mas injusticias, pero demostremos que somos un
pueblo inteligente y que no somos "patoteros".

En la tierra de Benedetti no se cometeran actos de violencia y las medidas
que se toman a continuacion son en contra de los gobernantes argentinos y no
contra su pueblo que nada tiene que ver y que en su inmensa mayoria se ha manifestado en contra de los cortes de ruta y con el cual nos sentimos hermanados y creemos que ningun
politico con "discursitos paternalistas" podria distanciarnos.

La grandeza de un pais no se mide por los kilometros cuadrados que posee.
Por este medio pedimos a todos los uruguayos en cualquier parte del mundo
que se encuentren, a no comprar ningun producto fabricado en Argentina hasta
que se levanten los cortes de ruta y se permita el libre transito de personas hacia Uruguay.

Envie este mail a todos los uruguayos que le sea posible en cualquier parte
del mundo que se encuentre".

Bueno, no, no se ofendan ni me quiten la ciudadanía pero no lo voy a reenviar, pero no hay por qué quejarse: esta página es leída por mucha más gente (y más uruguayos) que todos los nombres que tengo anotados en el Outlook. Sólo que voy a agregar algunas cosas.

Hacía tiempo -y pensé que ya estaba curado de espantos- que no leía algo que me hiciera sentir tan mal. Para ser exacto lo último que me había desagradado tanto fue un artículo sobre experimentos con chanchos a los que alterados con genes humanos para disminuir su colesterol. Pero ahora la repugnancia viene por otro lado. No se trata de la pésima gramática del mail, ni de su contenido hecho de subjetividades totales, verdades a medias y mentiras enteras ("Una minoria, y que quede bien claro, una minoria de vecinos de Gualeguaychu...", no viejo, 45.00o personas movilizadas -es decir que el porcentaje de gente a favor debe ser significativamente mayor- no es, ni en pedo una minoría, a menos que hayamos recibido clases diametralmente distintas de proporciones). Ni siquiera se trata de la propuesta final de boycott doméstico a los productos argentinos, medida que, tras pensarlo un poco, hoy en día cumplo involuntariamente, ya que ni dentro de mi dieta ni de mi lectura habitual hay ningún producto argentino y por suerte me estoy manteniendo bastante lejos de su horrenda televisión. Tampoco fue el hecho de que el amigo que me re-envío el mail -un tipo realmente preocupado por el medio ambiente a quién vi echar con un palo a un grupo de porteños idiotas que partían las dunas de Cabo Polonio con su 4 x4, entusiasmados al parecer por ver las tetas escuálidas de Mariana Arias, quién ese año se había encargado de salir en cuanta revista imbécil hubiera promocionando el nudismo en ese lugar "tan místico" y hasta aquel momento mantenido en secreto por todos quienes lo descubrían- me conociera hoy en día tan poco como para imaginarse que el mismo pudiera ser compartido por mí.

No, lo que me revolvió el estómago fue el tufo a nacionalismo berreta que se desprende de todas y cada una de las frases de este mail, tufo ya apesta desde el imperativo título ("Sos uruguayo? REENVIAR"), que me deja pensando e impotente de contestar. Siempre me he considerado uruguayo, casi estúpidamente uruguayo. Tengo mi ciudadanía italiana desde hace diez años y nunca me molesté siquiera en sacar el pasaporte, aún sabiendo que me hubiera simplificado bastante las cosas en mis viajes a EE.UU. Cuando me fui a New York, todos los que me conocían y sabían de mi pasión por la cultura del Lower East Side me vaticinaron el que no iba a volver más. En los meses que estuve allí, en plena explosión económica de 1998, año en el que era imposible caminar una cuadra de Manhattan sin ver uno o dos carteles ofreciendo trabajo, no hice el más mínimo esfuerzo por al menos averiguar qué posibilidades tenía de quedarme. Cuando la crisis del 2002 arrasó los trabajos de la gente de mi generación no evalué la posibilidad de sumarme al éxodo, porque aunque mis cosas distaban de estar siquiera tolerables, el vivir lejos de Montevideo me parecía un precio demasiado caro a pagar a cambio de ventajas materiales. Ni siquiera Buenos Aires, ciudad a la que amo profundamente y donde he tenido grandes amigos, novias y ofertas laborales, ha conseguido arrancarme de mi terca adicción a Montevideo y su rambla sur.

Pero el no haberme exiliado como gran parte mis amigos tampoco es necesariamente lo que me define más como uruguayo (alguién me dijo alguna vez que me calificaba más bien como pusilánime); tengo acento montevideano, tengo pinta de uruguayo, tengo un árbol genealógico construído con las proporciones exactas del uruguayo medio (2/4 gallego, 1/4 canario, 1/4 genovés), tengo esa tendencia uruguayísima a la introversión y la melancolía. Me desgrada la estridencia y la gente que se mete en lo que no le importa. Puedo agarrarme a trompadas defendiendo las virtudes de Alfredo Zitarrosa y beberme hectolitros de mate, mi discurso está lleno de "bos" e "impecables". Me gusta jugar al truco con muestra, tomar whisky como si fueran a prohibirlo y no conversar con nadie cuando tomo un ómnibus o un taxi. Me emociono profundamente cuando alguien evoca las figuras de José Gervasio Artigas, José Pedro Varela o Julio Herrera y Reissig. Me pierdo en la Punta Brava como quién ingresa a un sueño. Podría seguir así por horas y sin embargo no sé si hoy en día esto me define como uruguayo, una generalidad convencional geográfica tan amplia que abarca tanto lo que más quiero como lo que odio más en el mundo.

Y una de las cosas que odio más en el mundo es la clase de uruguayos como la que escribió esta imbecilidad de mail, una clase de personas con las que me revuelve el estómago el sentirme identificado aunque sea nominalmente. No estoy hablando de la posición del escriba ante las papeleras, yo estoy en contra de ellas pero me consta que muchas personas están a su favor con argumentos sólidos, ni por su furia ante los cortes de ruta, medida que considero legítima pero peligrosa, y que irrita razonablemente a muchos inocentes que la sufren. Todo eso es parte de la discusión y puede tener su cuota de razón. Pero ese autobombo... ese "nosotros" que incluye sin pedir permiso y excluyendo al disidente, esa imagen más distorsionada que la de un espejo de la Casa de la Risa, esa soberbia de asumirse como diferentes, como dueños de una grandeza interior davídica, como un pueblo "pacifico, solidario, respetuoso de nuestros vecinos e ilustrados". Que "no pregonamos la violencia, tampoco el racismo ni la xenofobia..." La pija no lo hacemos, spammer anónimo, la pija somos eso; los uruguayos actuales somos -o al menos lo es su expresión más común- lo opuesto de todas esas cosas bonitas y el proyecto de uruguayo que se tiene para el futuro es un asco. Los uruguayos somos horribles y una verguenza patética de nación. Sabelo, ya es hora.

La "uruguayidad" que se festeja, defiende y se agita cual si fuera el poncho de la Pastorutti no es buena ni mala: es mentira. Es como el supuesto refinamiento del sobrino-nieto linyera de un aristócrata decimonónico; los uruguayos no son solidarios, no son respetuosos de sus vecinos, no son un "pueblo inteligente", ni pacífico ni ilustrado. Tal vez sí Uruguay sea la "tierra de Benedetti", escritor tacuaremboense auto-exiliado en España desde hace décadas al cual no parece interesarle vivir bajo el gobierno que tanto pregonó, pero habría que ponerse de acuerdo en sí ser la tierra de el escritor más menospreciado de Latinoamérica es una gran cosa. Pero lo demás... es el equivalente ideológico y neuróticamente falso de seguir considerando a Uruguay como un titán del fútbol en virtud de un afortunado y breve campeonato librado hace más de medio siglo. En algún momento, tal vez hace medio siglo justamente, Uruguay -invento pragmático de un diplomático inglés- haya sido un proyecto destacable en su entorno geográfico, inclusive mundial, en virtud de esa terca racha de tiempo en el que el país demostró un auténtico progresismo cimentado en su secular agnosticismo, la calidad de su enseñanza y su cuasi-escandinava repartición de la riqueza, pero el seguir atribuyendo esas características a la colectividad psíquica actual es como atribuirle virginidad a una antigua y desdentada pupila de un prostíbulo. Sí, en algún momento lo fue, ¿y qué? No en mi lapso vital, al contrario.

Me aburre enumerar estas cosas, pero las actitudes más personales y propias del colectivo uruguayo durante mi tiempo de vida han sido siempre más motivo de vergüenza que de orgullo. He visto a los uruguayos aceptar con fatalismo y escasa acción a la más feroz dictadura de su historia, los he visto poner como ejemplo su retorno a la democracia, el más pactado y delegado de todos los del Cono Sur, los escuché cantar muertos de la risa "mandarina, mandarina, mandarina /ya que tienen tantos huevos recuperen las Malvinas" a los equipos argentinos que venían a jugar a Montevideo tras la atroz guerra del Atlántico Sur, los vi elegir como adalides de la democracia y representantes ejecutivos de la misma a políticos directamente implicados en el golpe militar y en consecuencia respetados por él -que no se caraceterizó por respetar a nadie, los vi ignorar a los pocos auténticos resistentes locales para entregarles todos los poderes a quienes habían pasado la larga dictadura en cómodos exilios, los vi aprobar por voto la más humillante de la leyes -la mácula estampada sobre la frente del colectivo oriental- que en un acto de cobardía nacional inédito en el mundo perdonaba a los mayores criminales que el país hubiera visto, cerrando inclusive las posibilidades de investigación al respecto. Yo vi a los uruguayos sacralizar el acomodo y los privilegios en las estructuras públicas, cortando siempre hacia el lado más burócrata y reprimido, yo vi rockeros encarcelados en democracia por cantar canciones ofensivas e infantiles hacia los políticos ante el mutismo de un país que seguía festejando el haber conseguido la libertad de expresión, yo vi a la justicia ridiculizada hasta lo inverosímil, actuando de manos y pies atados y cómplices en casos tan escandalosos que hubieran merecido la caída de administraciones enteras, yo vi, spammer patriota, cosas como para decirte, not with a bang but a whimper, que te metas a tu Uruguay en el culo.

Hace algunos años un gran amigo de los que todavía me conocen, un estanciero e ingeniero agrónomo brillante y emprendedor, me habló sobre un gran proyecto nacional que surgía mientras se comprobaba el fracaso de la política del "país de servicios". El asunto era -y pido disculpas por las simplificaciones ya que, evidentemente, no soy un experto en el tema- que varios productores agropecuarios en colaboración con la plana más brillante de la Facultad de Agronomía proponían una política de estado que, utilizando las características intrínsecas de la producción del campo local, lo pusieran a la vanguardia mundial. El asunto era que ya que la ganadería y la agricultura nacional tenían, por costumbre y por las bondades del terreno, una reducida intervención tecnológica, se podía homogenizar algunas características de la misma para que la producción agropecuaria uruguaya -en un tiempo en que el miedo a las atrocidades bio-genéticas del hombre crece con razón justificada- se destacara por la naturalidad de la misma. Según esta idea, que no era de un loco suelto sino de buena parte de su clase, Uruguay tenía una oportunidad dada para aprovechar su escasa producción -en lo cuantitativo-, reforzándola en lo cualitativo, revalorizando sus precios y ofreciéndola al mundo como una producción especializada y ecológica en la que el sello de "importado de Uruguay" fuera sínonimo de tranquilidad para los preocupados por la vaca loca, los transgénicos de Monsanto y demás horrores del hombre finisecular. Unos meses después de que me comentaran esto, Jorge Batlle autorizó por decreto no discutido la plantación de soja transgénica argentina, haciendo que todos estos planes se fueran al garete en forma instantánea. Eso sí, su ministro de turismo, el hijo de Bordaberry, el sanguinario dictador colorado que dio el golpe del '73, acuñó el slogan "Uruguay Natural", que supuestamente debe clausurar todas las discusiones sobre el tema hasta que algún desastre ecológico imposible de tapar con pegotines obligue a sustituírlo por algo como "Uruguay bastante natural (si mira para allá)".

Esa -la de aquellos productores uruguayos- fue la última y única idea con verdadera mirada de futuro que escuché dentro de Uruguay, fue destruída por Jorge Batlle, el peor de los presidentes de la democracia uruguaya, quien secuestró los ahorros de su clase media, forzó al exilio económico a más de 100.000 de sus jóvenes más valiosos y educados y aumentó la deuda externa del país hasta convertirla en la mayor -en relación al PBI- del mundo civilizado. Ese Jorge Batlle no fue, a la inversa de canallas similares como De la Rúa o Sánchez de Lozada, echado a las patadas por el pueblo al que empobreció, traicionó y avergonzó, sino que culminó en paz su mandato y ahora es considerado una valiosa fuente de opinión para los periodistas que le acercan el micrófono a su repulsivo discurso oppenheimeriano. ¿Por qué esa criatura increíblemente dañina no fue detenida en el momento en que había que hacerlo y que su legitimidad popular era próxima al cero? Ah, porque los uruguayos somos diferentes

Soy uruguayo de la misma forma que soy morocho, blanco y cristiano, como algo que no puedo dejar de ser y que sin embargo no necesariamente es parte fundamental de lo que soy: conozco al uruguayo de las postales, ese que es festejado desde la publicidad y la cultura oficial y que hasta intelectuales de historia totalmente insular como Mauricio Rosencof se esfuerzan en poner de modelo sudamericano para ejemplo de las bestias indias, y ese uruguayo es un asco. Esa figura hecha de gomina, mate, mocasines y opiniones permanentes sobre un fútbol más muerto que Walt Disney, no es ejemplo de nada más que para personaje de una comedia grotesca, y es tan repelente como los japoneses que sacan fotos a todo lo que se mueve, los yankees de camisa hawaiana, los españoles aznarianos y los porteños superados. Pero estos personajes son caricaturizados con desprecio por el resto del mundo y en cambio nosotros los usamos como bandera. Lo cual podría llegar a ser un gesto casi galante si no fuera porque se hace encima de todos los sueños, de todas las lágrimas de cientos de miles de uruguayos perdidos en los aeropuertos, en los bares, en los suicidios cuidadosamente ocultos. Un ejemplo mediocre edificado encima de sangre irreparable.

Lo primero que hace un borracho en una fiesta es empezar a acusar de ebriedad a todos los que lo rodean; lo primero que hace un uruguayo, sudando en su caldo de mediocridad y su pésimo gusto indumentario, es descubrir la soberbia y la arrogancia de todos los que son obviamente inferiores por no haber nacido en este bendito país. Pero el borracho sigue bebiendo y el uruguayo sigue sosteniendo que es muy superior culturalmente a los argentinos mientras la televisión hierve de programas porteños como Intrusos u Operación Triunfo, que rompen récords de audiencia mientras todos juran despreciarlos. Ese uruguayo que no es xenófobo pero que se las arregló para hacer un semejante escándalo cuando aparecieron algunas docenas de peruanos a "competir" por trabajos tan mal pagos que merecerían el linchamiento del empleador. Ese uruguayo tan europeo pero que queda, en términos culturales, como una bestia al lado de cualquier europeo medio, mientras se cree superior a los indios latinoamericanos que -a diferencia de los uruguayos- han logrado conservar un paradigma de cultura distinto al europeo y defenderlo en contra de las urgencias de la globalización. Ese uruguayo que en una encuesta del diario El País -considerado y reverenciado como bastión democrático a pesar de su apoyo explícito a la dictadura- forma un bloque del 42% para decir que a la insólitamente soberbia política exterior de Vázquez le hace falta más firmeza y decisión.

Me quedo pensando y me atraviesa una pequeña ráfaga de belleza imaginaria: el senador Saravia arma a ese 42% de compatriotas sedientos de rigor y sangre y se van, encabezados por Mauricio Rosencof al frente de una mortífera cuerda de tambores y la dirección del SUNCA, que se golpea el pecho por la pesada que le metieron a Greenpeace y mantuvo silencio acerca del obrero que se destartaló trabajando en las obras de Botnia, y marchan raudos a conquistar Entre Ríos a sangre y fuego, corriendo lógicamente una suerte similar a la de los cuadros de fútbol uruguayos actuales cuando van a jugar la Libertadores. Mientras tanto los demás salimos de nuestras casas y nos encontramos con que hay más espacio para caminar, que la gente que uno se encuentra es más amable y civilizada, y que se puede conversar con los demás en términos que no parezcan acuñados por algún líbero de Cerro. And then I keep on dreaming, dreaming is free....

Bueno, esto es lo que le pasa a los países en los que uno sustenta un Estado que decide pagarle más a un basurero o a un portero de ente autónomo, y darle más beneficios cuasi delirantes, que a un catedrático grado 4. Esto es lo que le pasa a un país en el que el mito de David, el que cagó a piedrazos a Goliath en Maracaná, parece ser la tarjeta de presentación favorita de sus habitantes y un recurso al que se cree poder recurrir cada vez que se lo necesite (un milagro cotidiano, digamos). De muchos de sus habitantes, no de todos, porque ese catedrático grado 4 o 5 que vive de los cursos que da medio año en el exterior pero que sin embargo vuelve a Uruguay, terco como una mula, en los otros semestres a enseñar conocimientos a alumnos que no van a poder aplicarlos en el país de los bancarios como sinónimo de éxito, ese catedrático también es uruguayo, lo mismo que sus alumnos. Y lo mismo que los que un día deciden criar ñandúes o generar software, o exigir justicia frente a los muros de la impunidad, o crear huertos hidropónicos en los asentamientos, o hacer música tan novedosa como invendible en las nuevas catacumbas de la disidencia estética, o tratar a la gente con el respeto que se merecen y dudar de las verdades que caen desde arriba, o encender luces. Alguien me dijo hace poco que pensando así estaba solo e iba a estarlo cada vez más. Seguramente tenía razón, pero no me parece.

Perdón por la extensión y algún exceso subjetivo, pero este blog tiene poco tiempo de vida futura y hay dos o tres cosas que me quería sacar de arriba ahora.

Espero que quede claro que no re-envíe el mail.

Considerenme en la lista de "malos orientales" de Rosencof, necesito alguna medalla para mis poco patrióticas solapas.





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