martes, marzo 07, 2006

El crimen paga

Hace algunos días ví la tramposísima película El exorcismo de Emily Rose, en cierta forma una de las mayores avanzadas del cine cristiano después de La Pasión de Cristo de Mel Gibson, una escena me resulta inquietante, al menos si uno va a aceptar la premisa propuesta por la película. Recordemos una cosa fundamental: la película está basada en un caso real, el de la chica alemana Anneliese Michel, muerta tras un complicado exorcismo y cuya historia al parecer los alemanes también pretenden contar cinematográficamente con mayor fidelidad a los hechos. Como los estadounidenses no pueden entender películas en las que les pasan cosas a extranjeros y menos si estas están ubicadas hace tiempo (el caso Michel ocurrió en los años setenta), Scott Derrickson llevó la historia a Estados Unidos y a la actualidad, pero muchos de los hechos fueron respetados.

Esta, la segunda película en poco tiempo sobre exorcismos "reales" (la otra es la infame y televisiva Possessed, recreación del único caso documentado de exorcismo en Estados Unidos, el caso de un chico de Maryland en el cual se basó William Peter Bleatty para escribir El Exorcista) es un equivalente en el campo de lo demoníaco de la discusión actual en Estados Unidos entre creacionistas y darwinianos, discusión que pretende poner en pie de igualdad a la Teoría de la Evolución y a los siete días creativos de Jehováh. Lo que propone El exorcismo de Emily Rose es, mediante un juicio de final dividido, plantear la igualdad de posibilidades entre que la chica estuviera poseída por una patota de demonios y la que sufriera de epilepsia psicótica, como sostuvieron los médicos que la trataron (lo cual tal vez sea una discusión inútil, tal vez la epilepsia sea un demonio llamado de forma distinta, lo mismo que la glosolalia no deja de ser el "hablar en lenguas"). Pero bueno, el asunto es que la película arranca ilustrando en flashbacks -se parte de que la chica ya está muerta y que se trata de averiguar los motivos de su fallecimiento- lo que, en un principio parece una terrible posesión, pero luego es ilustrada a lo Rashomon como un simple ataque epiléptico. Esto es al principio, a la mitad la película tira la chancleta, se acerca al cine de terror y privilegia abiertamente la mirada religiosa, es decir, la que sostiene que la pobre desgraciada tenía demonios encima como mi perro tiene pulgas.

Una de las escenas que la película ilustra sin contraparte científica es la del exorcismo propiamente dicho de la chica, que se pone a hablar en lenguas (latín, arameo, el repertorio clásico del diablo, que al parecer nunca oyó hablar del vesre o el lunfardo) y enumera los demonios que dice tener en su interior. Ellos son Lucifer, Cain, Judas Iscariote, Nerón y Hitler, lo cual fue tomado textualmente de los testimonios del caso Michel, obviando a un sexto demonio que era un cura satánico holandés del siglo XVI, Fleischmann, que posiblemente fuera muy oscuro para los espectadores norteamericanos. La enumeración tiene su sentido en el caso de la Michel y es una prueba tanto de la profunda y estricta educación católica y políglota de la familia de la chica bávara (algo también dejado de lado por esta película deshonesta) como de la culpabilidad que los jóvenes alemanes sentían y posiblemente sienten en relación a la historia de su país en el siglo XX y la demonización del Tercer Reich y sus figuras emblemáticas. Pero lo interesante es que dejando de lado al lucero del alba, Lucifer, y a las controvertidas figuras bíblicas de Cain y Judas, los demás espíritus que la chica mencionaba como huéspedes indeseados de su cuerpo eran criminales humanos y que tuvieron un fin humano. A lo que voy es, según la teoría católica más dogmática y tradicional, casi todos estamos destinados al horno de allá abajo (no sé tú, pero lo que es yo...) donde en relación a nuestros pecados se nos asignará un distinto castigo. Dante ha descripto, por ejemplo, los tormentos de Judas Iscariote y creo -perdonen pero hace tiempo que no le pongo las manos encima a la Divina Comedia- que también el fraticida Caín tiene su lugar. Otra gente ha especulado con el destino infernal de los grandes criminales humanos, por ejemplo la película Little Nicky representa a Hitler como un condenado a ser sodomizado con frutos de ananá sin pelar por toda la eternidad. Nerón parece estar destinado, para expíar el haber usado a algunos cristianos como antorcha, a quemar CDs y DVD eternamente. Y bueno, ese sería el destino para estos villanos según el dogma cristiano.

Entonces, ¿qué hacen en la Tierra poseyendo a jovencitas y haciéndole la vida imposible a unos curas? ¿no significa esto una especie de ascenso o upgrade de estos criminales humanos? Convengamos en que todos los habitantes del infierno, desde Lucifer hasta el chorro que se cayó de un balcón, están condenados al terrible castigo de no poder verle la cara a Dios (literalmente) por toda la eternidad. Pero una vez que uno se hizo a esa idea, ¿no es mejor andar suelto por Alemania y metíendose en el cuerpo de veinteañeras en lugar de que le metan ananás pinchudos en el culo? ¿ese es el castigo que le dieron allá abajo al pintor austríaco? ¿nada más?

Por eso, a los que sostienen que el caso de la Michel es un buen ejemplo de lo inexplicable y de "comprobadas" posesiones demoníacas, peligroso me parece el usar estos casos como prueba irrefutable de la presencia del maligno, a más de un buen entendedor le puede parecer un buen negocio el genocidio.





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