domingo, abril 09, 2006
Berlitz propone un problema intelectual (continuación tangente del post anterior)
Uno de por sí no le tiene mucho cariño a las tandas publicitarias, pero ahora que la cerveza Patricia a vuelto a poner en circulación full time su último aviso, esa pelotudez en la que un idiota se queja de que a la novia le gusta el churrasco seco y la música electrónica sobre la que ya hemos hablado, la cosa se vuelve realmente difícil. Yo desde acá doy un ultimatum: si sigue saliendo ese imbecilidad supuestamente emotiva al aire yo hago huelga de sed con respecto a la cerveza (sólo a la cerveza porque no hay que ser extremista), y créanme que se va a notar en los balances.
Sin embargo y a pesar de estar en el aire este artefacto letal, una nueva publicidad nos asombra en planos en los que ya no creíamos poder sorprendernos. Se trata de una pieza de Academias Berlitz en la que se recopilan una serie de momentos/figuras simbólicos de los últimos cien años en la R.O.U. Se trata de:
a) La aparición del "uruguayo" Carlos Gardel
b) El triunfo de la selección uruguaya en Maracaná
c) La supervivencia de los rugbier uruguayos accidentados en los Andes
d) La obtención por parte del ciclista Milton Wynants de una medalla de plata en las Olimpíadas de Sydney.
e) El Oscar a Mejor canción ganado por Jorge Drexler.
Todos estos son presentados como ejemplos de triunfo nacional y de que se logra lo que se puede cuando se tiene tesón y las herramientas indicadas. Entonces Berlitz propone su oferta para emular a estos ejemplos: tomar sus cursos de inglés. En serio.
Y aquí tenemos un problema intelctual similar al del post anterior: ¿cuál es el concepto bajo el cual se amuchan estos personajes/acontecimientos ejemplares? y ¿cuál es su ejemplo?
Veámos, tal vez en forma innecesaria, la naturaleza de los ejemplos propuestos:
a) Gardel: la disputa por la nacionalidad del zorzal criollo puede ser una cosa divertida en sus retorcidos vericuetos, pero es un papelón el sostener al cantante como símbolo de algo uruguayo. Aún en el caso de que la absurda teoría del esperma atómico del Coronel Escayola fuera cierta, difícilmente Gardel puede ponerse de ejemplo de lo uruguayo para nada, a no ser que sea de la habitual renuncia de los orientales a su patria; el casi con seguridad francés de nacimiento Gardel nunca dió la menor señal de identificación con Uruguay equivalente a las que dió hacia Argentina. Basta con recordar su visita para alentar la selección argentina que jugó la final de 1930 o simplemente escuchar 'Mi Buenos Aires querido' para que esta discusión pierda sentido, y mucho menos su reivindicación como tesoro nacional. Por otra parte es más que discutible su status de ejemplo mundial ya que, seamos sinceros, fuera del Río de la Plata no sólo no canta cada día mejor sino que simplemente canta cada día menos.
b) Maracaná: Esta sí es una hazaña considerablemente célebre en todo el orbe y sin dudas un momento privilegiado del deporte uruguayo. Pero hace tiempo ya que se han perdido los parámetros de la relevancia mundial de este hecho acontecido hace 56 años y previo a la era de la televisión (o al menos de las buenas filmaciones), y que ya ha pasado al panteón museístico de las leyendas no vividas. La gesta de los uruguayos en el 50 puede ser relativizada con el simple hecho de que fue un mundial breve y en el que no participaron la mayoría de las grandes potencias futbolísticas de la época pero que sigue siendo un hecho emocionante, pero en verdad se está vaciando de significado día a día mientras el fútbol uruguayo se hace cada vez más ridículo y dicho mundial ya es parte de la bruma de la Historia antigua, donde se ha reunido con anécdotas como los goles de Just Fontaine o el monumental tongo italiano en el 34, es decir: estadísticas y efemérides, no realidades ejemplares. Y la próxima vez que vea a algún periodista uruguayo refregarle este triunfo en la cara a algún jugador brasileño que nació 30 años después del mundo y que ya es campeón o bicampeón mundial, yo pido la ciudadanía de Timboktu.
c) Los perdidos en los Andes: Es extrañísimo y sólo puede explicarse en términos de la monumental inseguridad de los uruguayos como nación el que los accidenteados en los Andes hayan pasado a ser parte constitutiva del espíritu nacional. Quiero decir, la historia de estos rugbiers devenidos en caníbales es una historia magnífica y posiblemente el hecho del Siglo XX protagonizado por uruguayos más notorio mundialmente, mucho más que Maracaná. Pero, ahora, ¿qué tipo de notoriedad es la que se festeja como ejemplo? ¿El que los uruguayos siniestrados hayan obedecido a su instinto más primario, el de supervivencia, aún a costa de transgredir el más antiguo de los tabús de occidente, el de no comer carne humana? A mí sí me parece algo fascinante, pero de ahí a considerarlo un ejemplo de temperamento, bueno...
d) La medalla de plata de Wynants: Este debe ser el ejemplo más patético, no porque no sea admirable el que este sanducero, al que al igual que a los demás atletas uruguayos lo mandaron a la guerra con un escarbadientes, haya podido conseguir una medalla plateada en una de las chiquicientas pruebas olímpicas de ciclismo. Es un triunfo, pero es un triunfo secreto, como cuando el hijo menos aventajado de la familia inesperadamente se saca un 11 en un examen. Ok, es un orgullo temporal y de puertas para adentro, no como para andar cacareandolo por ahí, y mucho menos para las demostraciones de histeria que se sucedieron en su momento. Dió y sigue dando un poquito de vergüenza, no por Wynants sino por todos lo que quisieron subirse a su estrecho y modesto podio.
e) El Oscar de Drexler: De JD y su Oscar ya nos hemos ocupado en exceso, pero sólo quiero volver a reflexionar sobre qué es lo que hace a este acontecimiento importante: un premio dado por una organización etnocéntrica cultural norteamericana, que jamás se ha distinguido por su buen gusto (hasta el día de hoy la película más oscarizada de la historia es aquella garcha llamada Titanic) y que había sometido a una tremenda humillación al cantante uruguayo negándole inclusive el derecho de cantar su canción, y cuyo público (el del Oscar) sigue sin saber quién carajo era ese tipo que cantó una estrofa de una canción insulsa, durante una pseudo-protesta tan pseudo que nadie llegó a apreciarla, porque en el mundo de las protestas reales, los protestones no van a las premiaciones (H. Miyazaki, Marlon Brando, Woody Allen) o inclusive mandan a cagar a los organizadores (los Sex Pistols y el Rock'n'roll Hall of Fame).
Pero bueno, esa es la selección de momentos memorables de Berlitz, selección que cuando es coronada con el anuncio de los cursos de inglés convierte al reclame en una pieza digna de Monty Python, pero no es el sacarle el cuero a los publicitarios que la perpretaron (de hecho tal vez haya sido gente inteligente por motivos que voy a aclarar más adelante) lo que me tiene escribiendo sino otra vez lo mismo que con las tres fechas en las que se suspendió el programa de Orlando Petinatti de las que hablaba en el post anterior, es decir: el paradigma de la selección de ejemplos.
Porque, si es una recopilación de momentos en los que Uruguay fue mencionado en el resto del mundo habría que sacar al buenazo de Wynants y especificar un poco más de qué momento de Gardel se habla (lo que más se destaca de Gardel en la publicidad es su supuesta condición de tacuaremboense). Si se trata de grandes momentos deportivos, quedan afuera Drexler, Gardel y los rugbier, que son célebres por motivos que no tienen que ver con el deporte. Si se trata de arte, quedan afuera Wynants, la selección de Maracaná y (supongo) los rugbier. Si se trata de gestas valorosas, bueno puede ser cualquier cosa pero hay que estar medio mal de la cabeza para incluir a Drexler y su "protesta". Si se trata de canibalismo...
Pero estoy solo molestando para demostrar por la vía del absurdo: sé perfectamente cual es el paradigma elegido por la empresa de publicidad y por Berlitz, y no tiene nada de caprichoso. Los cinco casos, a los que se les podría haber agregado el subtítulo de Uruguay en el Mundial Sub 20 de Malasia, si no fuera porque el principal protagonista de dicha selección, Marcelo Danubio Zalayeta, fue uno de los responsables de que Uruguay quedara afuera del próximo Mundial de Alemania, son los ejemplos sobre los que se viene identificando y construyendo la identidad uruguaya en los últimos años. Puede sonar exagerado pero el propio anuncio de Berlitz lo prueba, y alcanza hacer un poco de memoria para confirmar otro de los puntos en común de las cosas mencionadas: la total desproporción de su noticia o su recuerdo. Se trata además de acciones/logros individuales o de colectivos reducidos que han sido asumidos como propios por toda la colectividad nacional aunque estos los incluyan poco o nada. Y es un problema de características sociopáticas el cómo todos estos ejemplos dependen de la mirada externa, de la mirada del mundo. El modesto triunfo de Wynants pasó, como es lógico, inadvertido para el mundo, pero el hecho de que se haya subido a un podio retrasmitido, que haya logrado el meterse en una foto mundial lo hizo más notorio que todos los triunfos ciclistas de Federico Moreira juntos. El caso más patético es el de Drexler ascendido a la apoteósis por haber ganado un Oscar, es decir por haber recibido una cocarda extranjera que lo volvió, para los creativos de Berlitz mucho más ejemplar que, pongamos, Jaime Roos, Fernando Cabrera, Eduardo Mateo y otros compositores mucho más respetables. Inclusive la breve lista de Berlitz, generosa como para incluir como ejemplo de talento y tesón orientales a dos cantantes (y uno de ellos ni siquiera uruguayo), deja afuera al más grande cantante/compositor nacido en estas tierras -y además de gran notoriedad en el exterior, si eso es lo que importa- el gran Alfredo Zitarrosa. Pero afuera de este canon también quedan todos los intelectuales (a menos que se considere a JD como uno), hayan alcanzado el prestigio internacional que hayan alcanzado; quedan afuera Onetti, Herrera y Reissig, Rodó, Torres García, Idea Vilariño y Angel Rama, por ejemplo. Y quedan afuera los auténticos logros de la república uruguaya durante el siglo XX; el temprano voto femenino, las ocho horas batllistas, la redistribución de rentas más justa de América Latina, la escuela laica, el voto por el No... Todos logros en pleno deterioro pero no más deteriorados que el fútbol local, que sin embargo no queda afuera del canon ejemplar.
No hay ninguna casualidad en la publicidad de Berlitz, publicidad que tal vez provenga, más que de la ignorancia supina de un publicista, de alguna encuesta sobre los hechos más memorables de los últimos cien años de la R.O.U., o los que producen más orgullo. No me cabe la menor duda de que son ejemplos representativos del inconciente colectivo del país o de lo que queda de él. Eso es lo que convenimos en admirar y en convertir en mitos fundacionales, esa es la arcilla con la que se pretende amasar un contrato social. No es de extrañarse entonces que la gente formada sobre esas ideas considere que, por ejemplo, la mayor demostración de soberanía sea la de pelear y sacrificarse por los privilegios exclusivos de una empresa finlandesa que funciona fuera de las leyes nacionales y que se caga soberanamente en los intereses del país.
Si uno hiciera una encuesta callejera, tal vez uno de cada 5.000 o 10.000 uruguayos sepa quién es Martin Sorrondeguy, pero Martín es uno de los uruguayos más respetados en el mundo entero: cantante y fundador de Los Crudos, Sorrondeguy es la principal figura e ideólogo del punk latino en EE.UU., un tipo que ha luchado como nadie por ingresar en uno de los bastiones menos étnicamente plurales de la cultura de protesta estadounidense y discutir la inserción de los latinos en la misma. No conforme con ello, Sorrondeguy es también un fotógrafo asombroso, un documentarista respetadísimo y en estos momentos es el director y responsable de Maximum Overdrive, desde hace dos décadas la principal revista/fanzine del punk mundial. En cambio por lo menos 8 de cada 10 uruguayos deben conocer a Claudia Fernández, o al menos a su no tan excepcional culo. En un buen día y en barrios cercanos a universidades, tal vez uno de cada 1.000 uruguayos conozca a Juan Flo, catedrático de Estética en Humanidades y uno de los mayores expertos en Kant de América Latina, un tipo por el cual cualquier universidad del orbe mandaría sicarios para secuestralo y que sin embargo se hace tiempo para dar clases en Uruguay por la tercera parte del sueldo que gana un portero del Banco Hipotecario. Por otra parte seguro que 10 en 10 uruguayos conoce vida y obra de ese fracaso monumental de deportista que es Álvaro Recoba.
Pero repito: no es casualidad el reclame de Berlitz, como no es tampoco casualidad el un poco más completo pero similar institucional de Canal 10: este es tiempo de identidades porque es tiempo de patriotas, porque los patriotas son necesarios para vender lo invendible y explicar lo inexplicable. Y estos son los materiales con los que hay que construir esa muralla. Yo, viejo y nostálgico, me quedo con el final del 'Cara al culo' de La Polla Records, ¿se acuerdan?
Sin embargo y a pesar de estar en el aire este artefacto letal, una nueva publicidad nos asombra en planos en los que ya no creíamos poder sorprendernos. Se trata de una pieza de Academias Berlitz en la que se recopilan una serie de momentos/figuras simbólicos de los últimos cien años en la R.O.U. Se trata de:
a) La aparición del "uruguayo" Carlos Gardel
b) El triunfo de la selección uruguaya en Maracaná
c) La supervivencia de los rugbier uruguayos accidentados en los Andes
d) La obtención por parte del ciclista Milton Wynants de una medalla de plata en las Olimpíadas de Sydney.
e) El Oscar a Mejor canción ganado por Jorge Drexler.
Todos estos son presentados como ejemplos de triunfo nacional y de que se logra lo que se puede cuando se tiene tesón y las herramientas indicadas. Entonces Berlitz propone su oferta para emular a estos ejemplos: tomar sus cursos de inglés. En serio.
Y aquí tenemos un problema intelctual similar al del post anterior: ¿cuál es el concepto bajo el cual se amuchan estos personajes/acontecimientos ejemplares? y ¿cuál es su ejemplo?
Veámos, tal vez en forma innecesaria, la naturaleza de los ejemplos propuestos:
a) Gardel: la disputa por la nacionalidad del zorzal criollo puede ser una cosa divertida en sus retorcidos vericuetos, pero es un papelón el sostener al cantante como símbolo de algo uruguayo. Aún en el caso de que la absurda teoría del esperma atómico del Coronel Escayola fuera cierta, difícilmente Gardel puede ponerse de ejemplo de lo uruguayo para nada, a no ser que sea de la habitual renuncia de los orientales a su patria; el casi con seguridad francés de nacimiento Gardel nunca dió la menor señal de identificación con Uruguay equivalente a las que dió hacia Argentina. Basta con recordar su visita para alentar la selección argentina que jugó la final de 1930 o simplemente escuchar 'Mi Buenos Aires querido' para que esta discusión pierda sentido, y mucho menos su reivindicación como tesoro nacional. Por otra parte es más que discutible su status de ejemplo mundial ya que, seamos sinceros, fuera del Río de la Plata no sólo no canta cada día mejor sino que simplemente canta cada día menos.
b) Maracaná: Esta sí es una hazaña considerablemente célebre en todo el orbe y sin dudas un momento privilegiado del deporte uruguayo. Pero hace tiempo ya que se han perdido los parámetros de la relevancia mundial de este hecho acontecido hace 56 años y previo a la era de la televisión (o al menos de las buenas filmaciones), y que ya ha pasado al panteón museístico de las leyendas no vividas. La gesta de los uruguayos en el 50 puede ser relativizada con el simple hecho de que fue un mundial breve y en el que no participaron la mayoría de las grandes potencias futbolísticas de la época pero que sigue siendo un hecho emocionante, pero en verdad se está vaciando de significado día a día mientras el fútbol uruguayo se hace cada vez más ridículo y dicho mundial ya es parte de la bruma de la Historia antigua, donde se ha reunido con anécdotas como los goles de Just Fontaine o el monumental tongo italiano en el 34, es decir: estadísticas y efemérides, no realidades ejemplares. Y la próxima vez que vea a algún periodista uruguayo refregarle este triunfo en la cara a algún jugador brasileño que nació 30 años después del mundo y que ya es campeón o bicampeón mundial, yo pido la ciudadanía de Timboktu.
c) Los perdidos en los Andes: Es extrañísimo y sólo puede explicarse en términos de la monumental inseguridad de los uruguayos como nación el que los accidenteados en los Andes hayan pasado a ser parte constitutiva del espíritu nacional. Quiero decir, la historia de estos rugbiers devenidos en caníbales es una historia magnífica y posiblemente el hecho del Siglo XX protagonizado por uruguayos más notorio mundialmente, mucho más que Maracaná. Pero, ahora, ¿qué tipo de notoriedad es la que se festeja como ejemplo? ¿El que los uruguayos siniestrados hayan obedecido a su instinto más primario, el de supervivencia, aún a costa de transgredir el más antiguo de los tabús de occidente, el de no comer carne humana? A mí sí me parece algo fascinante, pero de ahí a considerarlo un ejemplo de temperamento, bueno...
d) La medalla de plata de Wynants: Este debe ser el ejemplo más patético, no porque no sea admirable el que este sanducero, al que al igual que a los demás atletas uruguayos lo mandaron a la guerra con un escarbadientes, haya podido conseguir una medalla plateada en una de las chiquicientas pruebas olímpicas de ciclismo. Es un triunfo, pero es un triunfo secreto, como cuando el hijo menos aventajado de la familia inesperadamente se saca un 11 en un examen. Ok, es un orgullo temporal y de puertas para adentro, no como para andar cacareandolo por ahí, y mucho menos para las demostraciones de histeria que se sucedieron en su momento. Dió y sigue dando un poquito de vergüenza, no por Wynants sino por todos lo que quisieron subirse a su estrecho y modesto podio.
e) El Oscar de Drexler: De JD y su Oscar ya nos hemos ocupado en exceso, pero sólo quiero volver a reflexionar sobre qué es lo que hace a este acontecimiento importante: un premio dado por una organización etnocéntrica cultural norteamericana, que jamás se ha distinguido por su buen gusto (hasta el día de hoy la película más oscarizada de la historia es aquella garcha llamada Titanic) y que había sometido a una tremenda humillación al cantante uruguayo negándole inclusive el derecho de cantar su canción, y cuyo público (el del Oscar) sigue sin saber quién carajo era ese tipo que cantó una estrofa de una canción insulsa, durante una pseudo-protesta tan pseudo que nadie llegó a apreciarla, porque en el mundo de las protestas reales, los protestones no van a las premiaciones (H. Miyazaki, Marlon Brando, Woody Allen) o inclusive mandan a cagar a los organizadores (los Sex Pistols y el Rock'n'roll Hall of Fame).
Pero bueno, esa es la selección de momentos memorables de Berlitz, selección que cuando es coronada con el anuncio de los cursos de inglés convierte al reclame en una pieza digna de Monty Python, pero no es el sacarle el cuero a los publicitarios que la perpretaron (de hecho tal vez haya sido gente inteligente por motivos que voy a aclarar más adelante) lo que me tiene escribiendo sino otra vez lo mismo que con las tres fechas en las que se suspendió el programa de Orlando Petinatti de las que hablaba en el post anterior, es decir: el paradigma de la selección de ejemplos.
Porque, si es una recopilación de momentos en los que Uruguay fue mencionado en el resto del mundo habría que sacar al buenazo de Wynants y especificar un poco más de qué momento de Gardel se habla (lo que más se destaca de Gardel en la publicidad es su supuesta condición de tacuaremboense). Si se trata de grandes momentos deportivos, quedan afuera Drexler, Gardel y los rugbier, que son célebres por motivos que no tienen que ver con el deporte. Si se trata de arte, quedan afuera Wynants, la selección de Maracaná y (supongo) los rugbier. Si se trata de gestas valorosas, bueno puede ser cualquier cosa pero hay que estar medio mal de la cabeza para incluir a Drexler y su "protesta". Si se trata de canibalismo...
Pero estoy solo molestando para demostrar por la vía del absurdo: sé perfectamente cual es el paradigma elegido por la empresa de publicidad y por Berlitz, y no tiene nada de caprichoso. Los cinco casos, a los que se les podría haber agregado el subtítulo de Uruguay en el Mundial Sub 20 de Malasia, si no fuera porque el principal protagonista de dicha selección, Marcelo Danubio Zalayeta, fue uno de los responsables de que Uruguay quedara afuera del próximo Mundial de Alemania, son los ejemplos sobre los que se viene identificando y construyendo la identidad uruguaya en los últimos años. Puede sonar exagerado pero el propio anuncio de Berlitz lo prueba, y alcanza hacer un poco de memoria para confirmar otro de los puntos en común de las cosas mencionadas: la total desproporción de su noticia o su recuerdo. Se trata además de acciones/logros individuales o de colectivos reducidos que han sido asumidos como propios por toda la colectividad nacional aunque estos los incluyan poco o nada. Y es un problema de características sociopáticas el cómo todos estos ejemplos dependen de la mirada externa, de la mirada del mundo. El modesto triunfo de Wynants pasó, como es lógico, inadvertido para el mundo, pero el hecho de que se haya subido a un podio retrasmitido, que haya logrado el meterse en una foto mundial lo hizo más notorio que todos los triunfos ciclistas de Federico Moreira juntos. El caso más patético es el de Drexler ascendido a la apoteósis por haber ganado un Oscar, es decir por haber recibido una cocarda extranjera que lo volvió, para los creativos de Berlitz mucho más ejemplar que, pongamos, Jaime Roos, Fernando Cabrera, Eduardo Mateo y otros compositores mucho más respetables. Inclusive la breve lista de Berlitz, generosa como para incluir como ejemplo de talento y tesón orientales a dos cantantes (y uno de ellos ni siquiera uruguayo), deja afuera al más grande cantante/compositor nacido en estas tierras -y además de gran notoriedad en el exterior, si eso es lo que importa- el gran Alfredo Zitarrosa. Pero afuera de este canon también quedan todos los intelectuales (a menos que se considere a JD como uno), hayan alcanzado el prestigio internacional que hayan alcanzado; quedan afuera Onetti, Herrera y Reissig, Rodó, Torres García, Idea Vilariño y Angel Rama, por ejemplo. Y quedan afuera los auténticos logros de la república uruguaya durante el siglo XX; el temprano voto femenino, las ocho horas batllistas, la redistribución de rentas más justa de América Latina, la escuela laica, el voto por el No... Todos logros en pleno deterioro pero no más deteriorados que el fútbol local, que sin embargo no queda afuera del canon ejemplar.
No hay ninguna casualidad en la publicidad de Berlitz, publicidad que tal vez provenga, más que de la ignorancia supina de un publicista, de alguna encuesta sobre los hechos más memorables de los últimos cien años de la R.O.U., o los que producen más orgullo. No me cabe la menor duda de que son ejemplos representativos del inconciente colectivo del país o de lo que queda de él. Eso es lo que convenimos en admirar y en convertir en mitos fundacionales, esa es la arcilla con la que se pretende amasar un contrato social. No es de extrañarse entonces que la gente formada sobre esas ideas considere que, por ejemplo, la mayor demostración de soberanía sea la de pelear y sacrificarse por los privilegios exclusivos de una empresa finlandesa que funciona fuera de las leyes nacionales y que se caga soberanamente en los intereses del país.
Si uno hiciera una encuesta callejera, tal vez uno de cada 5.000 o 10.000 uruguayos sepa quién es Martin Sorrondeguy, pero Martín es uno de los uruguayos más respetados en el mundo entero: cantante y fundador de Los Crudos, Sorrondeguy es la principal figura e ideólogo del punk latino en EE.UU., un tipo que ha luchado como nadie por ingresar en uno de los bastiones menos étnicamente plurales de la cultura de protesta estadounidense y discutir la inserción de los latinos en la misma. No conforme con ello, Sorrondeguy es también un fotógrafo asombroso, un documentarista respetadísimo y en estos momentos es el director y responsable de Maximum Overdrive, desde hace dos décadas la principal revista/fanzine del punk mundial. En cambio por lo menos 8 de cada 10 uruguayos deben conocer a Claudia Fernández, o al menos a su no tan excepcional culo. En un buen día y en barrios cercanos a universidades, tal vez uno de cada 1.000 uruguayos conozca a Juan Flo, catedrático de Estética en Humanidades y uno de los mayores expertos en Kant de América Latina, un tipo por el cual cualquier universidad del orbe mandaría sicarios para secuestralo y que sin embargo se hace tiempo para dar clases en Uruguay por la tercera parte del sueldo que gana un portero del Banco Hipotecario. Por otra parte seguro que 10 en 10 uruguayos conoce vida y obra de ese fracaso monumental de deportista que es Álvaro Recoba.
Pero repito: no es casualidad el reclame de Berlitz, como no es tampoco casualidad el un poco más completo pero similar institucional de Canal 10: este es tiempo de identidades porque es tiempo de patriotas, porque los patriotas son necesarios para vender lo invendible y explicar lo inexplicable. Y estos son los materiales con los que hay que construir esa muralla. Yo, viejo y nostálgico, me quedo con el final del 'Cara al culo' de La Polla Records, ¿se acuerdan?
Suscribirse a Entradas [Atom]