viernes, junio 16, 2006
Apocalípticos, integrados y en tercera posición
En la siempre exquisita revista online Perfect Sound Forever me encuentro con una entrevista a Lenny Kaye, hombre de múltiples actividades artísticas pero recordado sobre todo como guitarrista y co-fundador del Patti Smith Group. Aunque es evidente que Kaye tiene temas como para hablar un rato, la entrevista se concentra en algo que conoce de primera mano y ese algo son los primeros días del legendario CBGB, donde en realidad no empezó su carrera musical (el Patti Smith Group se sumó con algunos meses de retraso a la movida generada esencialmente por Television) y su dueño Hilly Kristal.
Toda la entrevista es un placer ya que Kaye es un tipo más que articulado y, a juzgar por sus declaraciones, un espíritu amable y justo que deja entrever algo que todas las bandas "clásicas" del CBGB han insisitido pero que es difícil de percibir a la luz del tiempo: la voluntad de ser masivos que tenían todas esas bandas. La imagen de elitismo intelectual y avant-garde que las bandas del punk neoyorquino tienen hoy en día si bien no es inmotivada, fue una construcción a posteriori y, por más cultos y arriesgados que fueran, los rockeros de la primera generación del CBGB (no así los de la segunda, los de la no wave, que eran deliberada y radicalmente anti-populares) confiaban casi ciegamente en que iban a robar los cetros de poder de los Rolling Stones o Led Zeppelin, y por supuesto estuvieron lejos de hacerlo.
Esa es la gran tristeza que impregna todo el documental End of the Century sobre los Ramones. Cuando uno lo ve inocentemente puede llegar a preguntarse, "¿Por qué tanta amargura con el recibimiento de cada disco? ¡Eran los Ramones, una banda que conocían hasta en Uruguay!" Sí, pero ellos pensaban en ser una banda que conocieran hasta en Burundi, y lo cierto es que nunca llegaron a vender ni la décima parte de discos que, digamos, Green Day (adding insult to injury).
Cuando uno escucha los primeros discos de Ramones, de los Dead Boys, de Talking Heads, en el fondo uno tendría que asombrarse de que no hayan sido efectivamente gigantes de su tiempo (la única excepción realmente exitosa fue la que todos los de la escena consideraban como la banda más pobre: Blondie), ya que el potencial "comercial" de todos ellos era enorme. No es de extrañar que Clive Davis (Arista) o Seymour Stein (Sire) les hayan saltado encima; eran bandas carismáticas y con vagones de hits potenciales, constructores de canciones accesibles a cualquier escucha medio, y que fueron ignorados a causa de un desastre de timing que prueba la importancia del momento y lo injusto de las reglas de difusión: todas estas bandas remaban de pique contra el hecho de ser neoyorquinas, ciudad cuyos habitantes suelen resultarles muy antipáticos al resto de los estadounidenses, pero fueron liquidados a causa justamente de su etiqueta de "punk", término que condenaba al ostracismo inmediato de las radios luego de la desastrosa y polémica gira norteamericana de los Sex Pistols.
En la entrevista de la PSF, Kaye se caga un poco en la mística de las primeras "residencias" de semanas de conciertos (en los que casi todas esas bandas aprendieron a tocar) y rescata el momento posterior, el momento en que había muchas más bandas y la escena abandonó el inner circle para volverse algo mayor, algo que les permitió soñar con caminar en el aire y con triunfos aún mayores que nunca llegaron, o que llegaron cuando ya no valía la pena.
En una entrevista a Mike Watt que leí recientemente, el bajista de los Minutemen dice que ellos fueron "la última generación que creyó en que podían ser los nuevos Beatles". Y uno dice, mierda Watt, qué mal asesorado que estabas: ¿cómo iban a ser tres tipos feos y gordos como los Minutemen, y que para peor cantaban canciones comunistas modeladas sobre guitarras extrañísimas, los nuevos Beatles? En otro mundo, tal vez.
Pero después lo pensás y decís, ¿por qué no? Ellos habían visto a cuatro ingleses de peinados ridículos subirse a la cima del mundo, habían visto a un judío narigón de Minnesota convertirse en el principal bardo de Occidente a pesar de su voz gangosa, habían visto drogadictos terminales trepar como ardillas la escala social y casarse con la realeza, peludos impresentables volverse ídolos reverenciados, desclasados convertirse en modelos de rol. ¿Por qué no podría un hijo de obreros de San Pedro, obeso pero talentoso, como D. Boon volverse el nuevo Lennon? Escuchando sus discos uno cree que la música es tamaño de los sueños de sus autores.
Es increíble todo lo que se ha perdido en estas décadas miserables.
***
En el número de Brecha de hoy, Christian Font entrevista -entre la avalancha de notas que han concedido en los últimos días - al más insular de los integrantes del Cuarteto de Nos. Riki Musso, por supuesto. La entrevista ya arranca a lo Riki cuando el tipo le revela a Font, y al resto de los lectores, que el formidable solo de guitarra de su tema 'Autos Nuevos' no es un solo de guitarra, sino su propia voz diciendo "socorro" y tratada con un montón de efectos.
Pero lo más interesante de la entrevista es la total indiferencia de Riki hacia los aspectos comerciales de la misma (en cuanto a promoción de Raro, el último disco del Cuarteto). Si bien no parece estar descontento con el disco -como lo estaba con la edición de Cortamambo-, deja bastante en claro que su labor en el mismo fue limitada y que está mucho, mucho más interesado en hablar de su próximo disco solista, Servo (al cual pertenece al parecer la soberbia 'Autos nuevos', incluída en Raro por pedido del productor Juan Campodónico), cuenta que sus canciones favoritas son las que el Cuarteto nunca toca (incluyendo a 'El guardian del zoo', tema cuyas bondades le hemos insistido yo y sigmur en distintas ocasiones), y habla sobre las extrañas cosas que le interesan.
Una de las características más notorias de Riki, y que sorprende mucho al conocerlo, es su honestidad brutal -aunque tal vez el adjetivo "brutal" se quede corto ante la libertad total de opinión que suele demostrar-, pero no deja de ser asombroso que alguien haga gala de esta característica en la mitad de una re-promoción de su banda, y sin que haya el menor cinismo involucrado. Ni necesariamente humor, ya que lo que el tipo reivindica es justamente el lado oscuro -siempre presente pero en ocasiones atenuado- de El Cuarteto de Nos. Y lo deja claro al final del reportaje: "Ahora vienen y te dicen 'Bo, qué bueno este disco, me cagué de risa' ¿Y a mí qué me importa? ¿Somos payasos o músicos?".
Tengo que admitir que tras una floja primera impresión, Raro me ha ido mejorando en las orejas hasta hacerme admitir que tal vez sea un muy buen disco. Pero es evidente que lo que yo estoy esperando va a estar en Servo, disco que tiene que llegar y destruir el rock uruguayo de una vez, o al menos hacer que se cague en las patas.
Riki, sos un hijo de puta, sabelo.
Toda la entrevista es un placer ya que Kaye es un tipo más que articulado y, a juzgar por sus declaraciones, un espíritu amable y justo que deja entrever algo que todas las bandas "clásicas" del CBGB han insisitido pero que es difícil de percibir a la luz del tiempo: la voluntad de ser masivos que tenían todas esas bandas. La imagen de elitismo intelectual y avant-garde que las bandas del punk neoyorquino tienen hoy en día si bien no es inmotivada, fue una construcción a posteriori y, por más cultos y arriesgados que fueran, los rockeros de la primera generación del CBGB (no así los de la segunda, los de la no wave, que eran deliberada y radicalmente anti-populares) confiaban casi ciegamente en que iban a robar los cetros de poder de los Rolling Stones o Led Zeppelin, y por supuesto estuvieron lejos de hacerlo.
Esa es la gran tristeza que impregna todo el documental End of the Century sobre los Ramones. Cuando uno lo ve inocentemente puede llegar a preguntarse, "¿Por qué tanta amargura con el recibimiento de cada disco? ¡Eran los Ramones, una banda que conocían hasta en Uruguay!" Sí, pero ellos pensaban en ser una banda que conocieran hasta en Burundi, y lo cierto es que nunca llegaron a vender ni la décima parte de discos que, digamos, Green Day (adding insult to injury).
Cuando uno escucha los primeros discos de Ramones, de los Dead Boys, de Talking Heads, en el fondo uno tendría que asombrarse de que no hayan sido efectivamente gigantes de su tiempo (la única excepción realmente exitosa fue la que todos los de la escena consideraban como la banda más pobre: Blondie), ya que el potencial "comercial" de todos ellos era enorme. No es de extrañar que Clive Davis (Arista) o Seymour Stein (Sire) les hayan saltado encima; eran bandas carismáticas y con vagones de hits potenciales, constructores de canciones accesibles a cualquier escucha medio, y que fueron ignorados a causa de un desastre de timing que prueba la importancia del momento y lo injusto de las reglas de difusión: todas estas bandas remaban de pique contra el hecho de ser neoyorquinas, ciudad cuyos habitantes suelen resultarles muy antipáticos al resto de los estadounidenses, pero fueron liquidados a causa justamente de su etiqueta de "punk", término que condenaba al ostracismo inmediato de las radios luego de la desastrosa y polémica gira norteamericana de los Sex Pistols.
En la entrevista de la PSF, Kaye se caga un poco en la mística de las primeras "residencias" de semanas de conciertos (en los que casi todas esas bandas aprendieron a tocar) y rescata el momento posterior, el momento en que había muchas más bandas y la escena abandonó el inner circle para volverse algo mayor, algo que les permitió soñar con caminar en el aire y con triunfos aún mayores que nunca llegaron, o que llegaron cuando ya no valía la pena.
En una entrevista a Mike Watt que leí recientemente, el bajista de los Minutemen dice que ellos fueron "la última generación que creyó en que podían ser los nuevos Beatles". Y uno dice, mierda Watt, qué mal asesorado que estabas: ¿cómo iban a ser tres tipos feos y gordos como los Minutemen, y que para peor cantaban canciones comunistas modeladas sobre guitarras extrañísimas, los nuevos Beatles? En otro mundo, tal vez.
Pero después lo pensás y decís, ¿por qué no? Ellos habían visto a cuatro ingleses de peinados ridículos subirse a la cima del mundo, habían visto a un judío narigón de Minnesota convertirse en el principal bardo de Occidente a pesar de su voz gangosa, habían visto drogadictos terminales trepar como ardillas la escala social y casarse con la realeza, peludos impresentables volverse ídolos reverenciados, desclasados convertirse en modelos de rol. ¿Por qué no podría un hijo de obreros de San Pedro, obeso pero talentoso, como D. Boon volverse el nuevo Lennon? Escuchando sus discos uno cree que la música es tamaño de los sueños de sus autores.
Es increíble todo lo que se ha perdido en estas décadas miserables.
***
En el número de Brecha de hoy, Christian Font entrevista -entre la avalancha de notas que han concedido en los últimos días - al más insular de los integrantes del Cuarteto de Nos. Riki Musso, por supuesto. La entrevista ya arranca a lo Riki cuando el tipo le revela a Font, y al resto de los lectores, que el formidable solo de guitarra de su tema 'Autos Nuevos' no es un solo de guitarra, sino su propia voz diciendo "socorro" y tratada con un montón de efectos.
Pero lo más interesante de la entrevista es la total indiferencia de Riki hacia los aspectos comerciales de la misma (en cuanto a promoción de Raro, el último disco del Cuarteto). Si bien no parece estar descontento con el disco -como lo estaba con la edición de Cortamambo-, deja bastante en claro que su labor en el mismo fue limitada y que está mucho, mucho más interesado en hablar de su próximo disco solista, Servo (al cual pertenece al parecer la soberbia 'Autos nuevos', incluída en Raro por pedido del productor Juan Campodónico), cuenta que sus canciones favoritas son las que el Cuarteto nunca toca (incluyendo a 'El guardian del zoo', tema cuyas bondades le hemos insistido yo y sigmur en distintas ocasiones), y habla sobre las extrañas cosas que le interesan.
Una de las características más notorias de Riki, y que sorprende mucho al conocerlo, es su honestidad brutal -aunque tal vez el adjetivo "brutal" se quede corto ante la libertad total de opinión que suele demostrar-, pero no deja de ser asombroso que alguien haga gala de esta característica en la mitad de una re-promoción de su banda, y sin que haya el menor cinismo involucrado. Ni necesariamente humor, ya que lo que el tipo reivindica es justamente el lado oscuro -siempre presente pero en ocasiones atenuado- de El Cuarteto de Nos. Y lo deja claro al final del reportaje: "Ahora vienen y te dicen 'Bo, qué bueno este disco, me cagué de risa' ¿Y a mí qué me importa? ¿Somos payasos o músicos?".
Tengo que admitir que tras una floja primera impresión, Raro me ha ido mejorando en las orejas hasta hacerme admitir que tal vez sea un muy buen disco. Pero es evidente que lo que yo estoy esperando va a estar en Servo, disco que tiene que llegar y destruir el rock uruguayo de una vez, o al menos hacer que se cague en las patas.
Riki, sos un hijo de puta, sabelo.
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