martes, junio 27, 2006

Irrito, nulo, disuelto (otra vez)

Hoy el día ya había empezado con una noticia irritante, al levantarme lo primero que escuché fueron las declaraciones de Tabaré Vázquez amonestando a la prensa de derecha por ser más de derecha que él y criticarle alguna medida o algún ministro, como si no fuera ese el deber de la prensa de derecha. Lo que pasa es que es amor no correspondido: TV ha hecho todo lo posible para no parecer un presidente de izquierda y la prensa mala no lo apoya, si serán podridos. Está bien, no voy a ser yo el que defienda a El País, Canal 4 o Radio Sarandí, pero al mismo tiempo creo que el presidente electo a nombre de una coalición de izquierda que le da su primer entrevista en vivo (en el cargo) a un anti-sindicalista reincidente como Fasano -algo que habría merecido el rechazo unánime del PIT-CNT y la APU, pero al parecer estaban muy ocupados- debería abstenerse de hablar sobre la prensa. Para siempre.

Pero el factor de irritación subió casi de inmediato, al saberse que un conductor de un ómnibus de CUTCSA había sido asesinado en la mañana mientras estaba al volante de su vehículo. Tras escuchar la noticia salí a la calle y la consecuencia ya era visible; cientos de personas atestando las paradas, varadas de imprevisto por la cláusula de acción que el sindicato del transporte ha decidido adoptar para los casos en que uno de sus integrantes muera o sea herido de gravedad mientras trabaja: el paro instantáneo sin aviso.

Quienes leen este blog con frecuencia saben que tengo una cierta tendencia, por decir algo, al gremialismo y un cierto favor hacia las medidas de fuerza sindical que duelen. Es por eso tal vez que la bastardización de las mismas, la conversión de ellas en corporativismo ciego, irracional; en un cúmulo de medidas fascistas orientadas a la conservación de privilegios insolidarios hacia el resto de la sociedad me jode más que nada en el mundo. Y estos meses han sido bravos para estar del lado de los gremios: al cambio de rumbo de 180º del SUNCA para poder explotar los puestos de trabajo de Botnia le sucedió el boicot de los oftalmólogos locales para evitar que sus colegas cubanos realicen gratis las impostergables operaciones por las que ellos pretenden cobrar miles de dólares o condenar a los enfermos a la ceguera, al infame juicio ganado por ADEOM al resto de los montevideanos (y un juicio que ADEOM pensaba festejar) para mantener sus exclusivos privilegios de ajuste salarial le suceden las artimañas de los obreros de Sudamtex (ahora Dancotex) para desconocer una situación en la que -más allá de lo hijo de puta que sea Soloducho, el dueño de la empresa- no tienen razón por ningún lado que se los mire y que hace peligrar la fuente de trabajo misma. No son días agradables para las simpatías gremiales, y no por la histeria anti-ocupación que destila todos los días los grandes medios, sean de derecha o izquierda, sino por los excesos orientados no a un cambio de sistema sino a un cambio de patrones y fuentes de coacción.

El Sindicato del Transporte tiene esa especie de medida-gatillo que se dispara automáticamente cuando uno de ellos es atacado y que es inmediatamente sociabilizada a la fuerza; uno puede ser el peor misántropo de Uruguay e importarle tres soretes la muerte de un chofer de colectivo o taxi, pero cuando uno se queda varado sin previo aviso durante cinco o seis horas en una parada a uno le duele esa muerte, cuando uno tiene que caminar cuatro o cinco kilómetros para poder volver a su casa después de una jornada de trabajo a uno le duele. Tal vez no sea un dolor empático, tal vez sea exactamente lo contrario y sea un dolor antipático, un dolor de rabia pura ante una agresión gratuita que le pega a la clase laburante, a la que no tiene autos ni medios de transporte propios, pero que duele duele. Los dirigentes gremiales de CUTCSA y afines no tienen problema en decirlo: no se trata de una medida orientada a presionar a sus patrones o al Estado, para ello sería exactamente lo mismo hacerla al otro día, cuando los que dependen de su transporte hubieran tomado las medidas necesarias para que, por ejemplo, sus hijas no se queden a la intemperie una noche de invierno durante cuatro o cinco horas. No, tiene que ser instantánea y sin previo aviso para que su dolor se sociabilize a la fuerza. Como los capos mafiosos que hacen llevar luto al barrio cuando uno de ellos cae. Y un luto que suele multiplicar los peligros para esos barrios, ya que unilateralmente varias veces algunas líneas han decidido dejar de entrar por semanas a localidades enteras -frecuentemente barriadas obreras difíciles pero habitadas mayormente por trabajadores- donde hubo algún crimen, obligando a caminar cuadras y cuadras expuestos al clima y el crimen a miles de conciudadanos. Las exigencias insolidarias de la solidaridad a la fuerza.

La inseguridad de cualquier laburante que maneje efectivo en la calle es evidente hoy en día, un tiempo en el que -más allá de los fantasmas paranoicos que agita la derecha y la doctrina de la seguridad a cualquier precio- cualquier lumpen intoxicado se siente con derecho a eliminar a cualquier persona por 200 pesos. Eso es verdad y eso es algo que exige medidas que disminuyan esos riesgos y protejan la vida de la gente. Pero el Sindicato del Transporte tenía esas medidas a mano; alcanzaba con aceptar el programa propuesto por las compañías y el Estado para sustituír el manejo de dinero en los ómnibus, utilizando ya fuera una máquina expendedora de boletos o pases que se compraran fuera de los mismos. Los transportistas se negaron a estos sistemas a pesar de que estaba propuesto un sistema que permitía disminuir gradualmente el número de guardas sin tener que despedir a nadie. ¿Por qué se negaron? Porque a la larga eso iba a eliminar puestos de trabajo que los guardas pensaban conservar para sus hijos y parientes.
Uno podría reflexionar un rato acerca de qué tipo de sociedad hace del trabajo de guarda de ómnibus un bien preciado que un padre quiera heredar a su hijo como si fuera el reino de Avalon, pero es una pregunta ociosa que se responde sola cuando se compara el sueldo de uno de estos guardas con el de, pongamos, un catedrático universitario. No sé si el servicio de transporte público de Montevideo es el peor del mundo, puedo asegurar que es el peor, el más inseguro, lento y caro de todos los que yo utilicé, que fueron varios de varios países, pero al parecer es de los mejores pagos en proporción. Tal vez haya alguna relación entre esto y su calidad, pero eso es otro problema. El asunto es que esa decisión gremial imposibilitó hasta ahora los sistemas de cobro que harían a los colectivos dejaran de ser una presa apetitosa para los criminales que, efectivamente, matan a tiros a un conductor o guarda una cada dos meses aproximadamente. Pero conservó puestos de trabajo hereditarios para estos gremialistas que exigen como solución el que cada uno de los vehículos tenga una especie de guardia especial policíaca que los proteja aunque sea al costo de descuidar barrios enteros, aunque sea inviable económicamente, aunque sea más peligroso para los pasajeros.

Aunque el ministro Díaz revuelva las estadísticas hasta que dicen más o menos lo que él quiere que digan, la sociedad uruguaya está desintegrada y violenta, y todos los días hay un trabajador muerto en algún acto delictivo. Sin embargo uno sólo se entera cuando muere uno del transporte, porque la ciudad, una ciudad de casi dos millones de habitantes, se detiene a la fuerza por esa muerte. Los montevideanos somos sensibles a la muerte sin que nadie los obligue a ello, es una característica que ni las décadas brutales que hemos pasado ha conseguido borrar del todo. Pero si los gremialistas de CUTCSA o las cooperativas de transporte fueran capaces de bajares por un minuto de sus vehículos y pasaran una hora al lado del padre que tiembla de furia, lejos de su casa, en la parada de ómnibus desierta, al lado de su hijo que tirita de frío, posiblemente no escucharían muestras de solidaridad y empatía con el dolor del compañero muerto. Escucharían un "ojalá que los maten a todos".

Pero hoy el asunto tuvo un pequeño grado más de absurdo, de abuso. Cuando corría la tarde se supo que el matador ya había sido detenido y que el chofer no había sido asesinado para robarle, sino que simplemente había sido víctima de un crimen pasional, de un marido cornudo que decidió vengarse los cuernos a tiros. Es decir, algo terrible -no voy a ser yo el que esté de acuerdo con que maten a un señor por cogerse a una mujer que alguien supone su propiedad única-, pero de difícil sociabilización y bastante inusual. Al descubrirse esto los dirigentes gremiales hicieron una asamblea para discutir la medida tomada y se negaron a hablar sobre las especiales circunstancias del crimen a la prensa (Tabaré Vázquez, dueño de por lo menos un auto, se hizo de tiempo para mandar su pésame al gremio, algo que no recuerdo que haya hecho con los gremios de las otras decenas de asesinados que hubo desde que asumió), y levantaron el paro sin ofrecer la menor disculpa a los miles de trabajadores que tuvieron de rehenes por un problema pasional de uno de sus afiliados. Increíblemente, los choferes de la línea del occiso habían decidido continuar el paro, supongo que hasta que no les confirmen que todos los maridos de todas las mujeres que se garcharon en los últimos años estén bajo vigilancia. Al irse el día se supo algo que sería el broche del despropósito: el asesino era un ex empleado de CUTCSA, es decir, un ex integrante del gremio. Bueno, si uno piensa en detalle en los motivos por los que se sigue manejando efectivo en los ómnibus y sus consecuencias, la verdad es que no es la primera vez que pasa. Posiblemente sea la última vez que importe.





<< Página Principal

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Suscribirse a Entradas [Atom]