sábado, junio 10, 2006

La marca de la bestia

El litigio internacional en la Corte de La Haya ha provocado de este lado del charco algunas de las más abominables tapas periodísticas que yo recuerde. Al parecer casi nadie fue capaz de resistirse a la tentación de hacer algún paralelisimo entre el conflicto legal y el Mundial de Fútbol del cual la patética selección de Tenfield-Uruguay fue merecidamente eliminada, y las dos sesiones del tribunal fueron presentadas como los dos tiempos de un partido de fútbol. Es decir, un conflicto profundo y complejo que puede traer incalculables consecuencias sobre la vida de dos países que deberían ser uno, fue tratado desde las tapas de muchos como la venganza del chinito, como un sustituto sanador del orgullo nacional, herido por la ausencia del mayor evento futbolístico del mundo. Es comprensible ante el comienzo simultáneo de ambos eventos que muchos periodistas se hayan sentido tentados por la comparación, pero el asociar un problema real de naciones a lo más asqueroso y superficial de patriotismo -la asociación del mismo con una sucia remera que triunfa o pierde- como si de eso se tratara un conflicto político-ambiental, es penoso.

Pero no es esto lo que me preocupa, ni tampoco mucho el juicio en sí, sobre el que tengo sensaciones más bien encontradas; por un lado la Corte Internacional de La Haya es un organismo respetable y hasta necesario, algo que prueba el que el gobierno de EE.UU. lo desconozca, por otra parte me parece lo más cipayo del mundo el dirimir un conflicto sudamericano en Europa, utilizando abogados anglosajones o europeos y confiando en un tribunal formado por integrantes de la CEE, que tiene evidentes intereses en común con las empresas involucradas en el litigio. De cualquier forma no voy a hablar sobre los roles y discursos de las partes en conflicto, que por lo que vi -volveré más adelante sobre el "lo que vi"- me pareció apenas una simplificación, ante el mundo, de los divergentes puntos de vista de ambos países. Es decir, una sucesión de hechos irrefutables y que no permiten la menor duda una vez expuestos y que no reconocen opiniones contrarias. Como en todos los juicios, qué joder.

Lo que me interesa sí es la pequeña chicana-anuncio publicitario introducido por el jefe de la defensa uruguaya Hector Gros Espiell al hacer referencia acerca de que en Uruguay no hay "corrupción generalizada", una mención extraña para provenir de quién es un experto y sensato diplomático -de hecho de los mejores que tiene el país- y que puede interpretarse sin muchos problemas como una nueva entrada en el libro "los argentinos son todos una manga de ladrones (del primero al último)". Le faltó decir "no como algunos" moviendo los ojos y las cejas en dirección a la banca de los argentinos, pero no hay que ser muy susceptible para entender a lo que se refería.

No voy a meterme a discutir sobre si Uruguay es un país corrupto, corruptísimo, corruptito o incorruptible, porque es un poco largo como tema y habría que citar el infame caso Cangrejo Rojo, los escándalos judiciales que vienen sucediéndose desde hace un tiempo, las sucesiones de nepotismos en la Intendencia de Canelones, los escándalos del BHU etc. etc. etc. Yo creo que Uruguay es un país que ha burocratizado mucha de su corrupción, institucionalizándola y rodeándola de un anillo de impunidad legal, lo que ha evitado descontroles excesivos y salvajes pero la ha generalizado en pequeñas dósis en toda la sociedad. De cualquier forma en el mar de la relatividad supongo que Uruguay puede considerarse un país menos corrupto que Paraguay o que Argentina en los tiempos de Menem, lo cual también es un mérito relativo. Sin embargo esta incorruptibilidad es otra de las características auto-atribuídas por los uruguayos -o al menos por su gobierno- que, junto a la humildad, la solidaridad, la alta cultura y la fe en la democracia forman parte de ese panteón del "somos lo que decimos que somos" que yo denominaría "El Uruguay Natural".

Pero esto también es largo y discutible, a lo que quiero ir es a un punto concreto. Decía más arriba que no había visto las declaraciones de La Haya más que en forma muy parcial y limitada. Esto no se dio simplemente por una falta de tiempo sino porque los derechos de transmisión de los juicios -evidentemente un asunto de interés nacional- fueron adquiridos por VTV, suponemos que de la forma más legítima, haciendo que las sesiones solamente pudieran ser vistas por los abonados a dicho canal de cable. Que por supuesto no es otro que el de propiedad de Francisco "Paco" Casal, dueño del monopolio de las transmisiones de fútbol en Uruguay, de las transimisones del carnaval, de las almas de buena parte de los periodistas deportivos locales y las vidas del 90% de los jugadores del fútbol local. Y, además, una de las figuras más emblemáticas de la corrupción uruguaya gracias a su ya no turbios sino directamente negrísimos manejos de contratos relacionados al deporte del balonpié.

Uno podría argumentar de que todo fue hecho solo para estar a tono con la futbolización de este litigio, pero escuchar a Gros Espiell hablar sobre Uruguay como un país sin "corrupción generalizada" viendo en la esquina derecha del televisor el sobreimpreso del logo de VTV parece ante todo un chiste. Es como ver a un cura dar misa con una remera de Anton LaVey. A ver muchachos, un poco de seriedad.





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