martes, agosto 01, 2006

El aliento del cerdo

Una de las cosas que está probando la actual flexibilización de la Ley de Caducidad/Impunidad es la gigantesca cobardía de los militares envueltos en violaciones a los Derechos Humanos. Con su círculo de impunidad absoluta y protección política resquebrajado, los valientes torturadores de adolescentes y asesinos de mujeres desarmadas, tiemblan, se hacen caca, se ponen extensiones de pelo, rompen su palabra, se fugan, protestan, reclaman -parece joda- sus derechos. No exactamente lo que habían prometido cuando se sabían protegidos por todos los poderes amigos, cuando decían que jamás serían detenidos con vida.

Esto no es un misterio: han habido en la historia de los pueblos personajes y ejércitos crueles pero valientes, fanáticos que en nombre de sus ideas inhumanas han hecho actos aberrantes y luego se han hecho cargo de los mismos, convencidos de la justicia de su monstruosidad. Este no es el caso de los militares represores de las dictaduras del Cono Sur. Los monstruos locales no se enfrentaron en verdad con una auténtica guerra ni con un auténtico peligro -mal que le pese al orgullo bélico de las guerrillas- y nunca tuvieron dudas del carácter criminal y no necesario del horror que provocaban. Por ello quienes se ensuciaron las manos fueron los elementos más indignos de dichos ejércitos y a cambio de ese trabajo fueron premiados, generalmente en forma económica, a veces por trueque o por cesión de botín. No es de extrañarse que sus nombres sean sinónimos de cobardía personal y militar, recordemos al ángel rubio Astiz, rindiéndose ante los ingleses sin haber disparado un tiro, veamos en la cárcel central al risueño torturador Gavazzo, que decía que si lo iban a buscar lo iban a encontrar armado. Pero ya se sabe de qué material está hecho esta gente, no vale la pena abundar en él.

Lo que me sacó del letargo y me calentó en medio de esta ola de frío polar es la irrupción en el ruedo de un nuevo campeón de esta piara y la táctica propuesta por el mismo. Hoy me sorprendo a medias al enterarme que el Círculo Militar encomendó a alguien para que articule en castellano lo que sus neuronas atrofiadas no pueden: esbozar una defensa mediática ante los pedidos de extradición de la justicia argentina a varios de los mandos militares uruguayos. ¿Y quién es el encargado de esta poco grata tarea? Bingo; el intelectual favorito de la derecha divina: Rodolfo M. Fattorusso.

¿Qué es lo que quiere expresar y cuál es la táctica de Fattorusso para evitar que gente de bien como el "Goyo" Álvarez o "Pajarito" Silveira sean extraditados a la vecina orilla? Bueno, es simple; se sabe que Argentina es un país malo, malo, malo, presidido por un Calígula estrábico que es capaz de hacer cualquier cosa con tal de dañar a un oriental orgulloso y ahora, no contento con tratar de ponerle el palo en la rueda a las papeleras que nos van a sacar del pozo, quiere llevarse a los militares con los que el pueblo uruguayo se reconcilió para (palabras textuales) "lincharlos". Para ejemplificar esto Fattorusso habla en los noticieros de las 8 y en Código País limitando su verba florida a solo dos puntos: el que la justicia argentina depende del poder ejecutivo, es decir del azote de la uruguayidad Kirchner, y que este pérfido peronista además había hecho una excepción particularmente maligna al excluir específicamente de la Ley de Indultos a los uruguayos implicados en operaciones en Argentina. Y no hay Cristo que lo mueva de esos dos puntos que amenazan la soberanía, no señor, no hablemos de lo que hicieron esos señores ni de lo que se les debería hacer; hablemos de lo que está en juego que es la existencia misma del Uruguay, este noble país que ahora se encarna en la figura gallarda de Nino Gavazzo.

Los argumentos de Fattorusso son tercos y tienen una cosa en común: son mentira ambos. Una cosa que casi todo el mundo, hasta la oposición argentina, le ha reconocido a Kirchner es su desmonte de la dependencia de la Suprema Corte vecina de la sumisión directa a la presidencia, uno de los regalos que le había dejado Menem, y su aproximación de la misma a la auténtica justicia. Aproximación que, claro está, no es completa ni ideal, pero que no debería ser puesta como ejemplo de corrupción en el país del juez Eguren y el fiscal Moller. En el país en el que la Suprema Corte avaló una ley anticonstitucional por los cuatro costados como la Ley de Caducidad. La otra mentira, más descarada aún, es la sugerencia de que Kirchner solamente levantó los indultos de los militares uruguayos y que son los únicos a los que les lanzó los perros, cuando lo que hubo fue una simple confirmación de que para estos tampoco regía más el indulto menemista. La absurda inclusión de los uruguayos en dicha Ley de Indulto para argentinos promulgada por Carlos Menem fue resultado de un innoble toma y daca con el gobierno de Sanguinetti, en un regateo electoral que merece pasar a la historia de lo más repulsivo de la historia de la política internacional, y era lógico que desapareciera con las demás barreras de protección a los genocidas de allá. Pero Fattorusso ni siquiera rebate esto cuando Aldo Silva se lo recuerda tímidamente; lo importante es lo que parece que pasó, no lo que pasó y el mensaje que hay que dejar es uno y unívoco: hoy Gilberto Vázquez, mañana Fray Bentos, pasado el culo de las hijas de la R.O.U. Cuando Silva se atreve a decirle que los crímenes por los que la justicia argentina está requiriendo a los militares uruguayos fueron crímenes (los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruíz, el secuestro de la nieta de Gelman) perpetrados en Argentina, Fattorusso vuelve a lo del principio y agrega con espíritu fraterno y poco cipayo que no es Inglaterra y su admirable justicia la que reclama a estos pro-hombres sino la justicia argentina, esa organización de linchadores. Así que, uruguayos, cerremos filas.

En realidad no me importa lo que dice Fattorusso y en cierta forma hasta me resulta admirable; este hombre culto al que le he escuchado decir que José Díaz "cometió el error de nacer" ha sido siempre una suerte de fascista orgánico y siempre ha sido vocal en cuanto a la expresión de sus ideas de odio y asco hacia todo lo que huela a izquierda, sindicalismo, pueblo o americano; y de hecho me parece casi valiente -aunque no me quedó muy en claro si es en forma honoraria- el que decida poner su elocuencia al servicio de la causa en la que cree y sus amigos homicidas. En cierta forma, al aliarse públicamente con personas a las que casi todos los rioplatenses consideramos basura maloliente, demuestra tener algo similar a la coherencia aunque posiblemente sea otra cosa.

Lo que sí me interesa es recordar es de dónde sale este pensador, que lo legitima, y recordar que este paladín de torturadores y público falsario es columnista de la objetiva y democrática Búsqueda, cuyo director se andaba pavoneando últimamente acerca del papel ejemplar de la prensa actual en tiempos de la intolerancia frentista, y de Radio Sarandí, la valiente voz periodística de las mañanas que defiende la seguridad, la libertad económica y el uruguayo medio. Y recordemos que Fattorusso, que es puesto como ejemplo de intelectual y persona letrada a pesar de que en ninguna de sus columnas de filología light da señales de haber leído un puto libro de teoría literaria en su vida, fue parte del think tank del gobierno del gran estadista Sanguinetti -otro que da lecciones de libertad en este tiempo de populistas- a quién se dice que le escribió varios discursos. Si uno tiene estas cosas en claro y en la memoria es mucho más fácil hacerse un mapa del extremismo ideológico en Uruguay, esa cosa temida contra la que toda esta gentuza advierte sin jamás pasar frente a un espejo.





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