viernes, octubre 06, 2006

Periodista, periodista...

Como a todos los uruguayos, el "debate" (eufemismo para denominar una vulgar emboscada periodística) Bordaberry Jr.-Michelini Jr. me dejó de lo más sorprendido, aunque menos que el comprobar que, al menos para muchos entrevistados por la calle en estos días, fue una suerte de contienda en la que Michelini Jr. perdió. O el confirmar la insólita ignorancia de los medios dando a conocer que la defensa de Juan María Bordaberry iba a presentar sus sucias grabaciones como prueba, cosa que hasta el más estúpido de los leguleyos sabe que es una tontería jurídicamente inadmisible (e inútil). O notar que la mayoría de los uruguayos no reconocen una operación de prensa del tamaño de la pija de John Holmes ni aunque se les deje el culo como una flor.

Pero quiero hablar sobre otra cosa y son dos hechos/opiniones laterales relacionados con los dos medios que se prestaron a esta asombrosa operación limpieza del aborrecible dictador -e integrante nunca expulsado del Partido Colorado- Julio María Bordaberry, es decir, Zona Urbana y Búsqueda.

Lo de Zona Urbana es ya increíble; yo recuerdo -a pesar de estar en las antípodas del pensamiento de sus conductores- haber defendido lo que me parecía un buen ejemplo de dinamización del lenguaje de los programas periodísticos televisivos, y haber hecho notar que en realidad el discurso de dicho programa era reaccionario pero válido, en el sentido de que una exposición no es despreciable de por sí por el hecho de que yo no la comparta. Pero a Zona Urbana le ha pasado algo de lo más curioso: a partir de que echaron a Gustavo Escanlar el programa ha girado definitivamente hacia el discurso puro y duro de derecha amarilla (hay que ser jodido para volverse más de derecha por haber echado a Escanlar) y a operar políticamente a diestra y siniestra sobre temas como la (in) seguridad -de la que se han convertido en los principales difusores/terroristas mediáticos además de trabajar de punta en aras de la caída del ministro José Díaz- o el poder judicial (recordemos el informe sobre el juez Eguren, juez impresentable pero contra quién el informe no hacía más que amontonar suposiciones, y recordemos también que el énfasis sobre dicho juez tuvo mucho que ver con el accionar del mismo en el Caso Peirano, tema sensible para un empleado de El Observador como Gabriel Pereira) .

Pero quiero centrarme en un punto que no se trata de una operación repulsiva sino simplemente de opinión desde la ignorancia y el embanderamiento absoluto. Antes de servirle de campana a Pedro Bordaberry, los tres conductores de ZUR dedicaron el bloque anterior a hablar sobre la "oportunidad perdida" del Tratado de Libre Comercio con EE.UU. Lo hicieron, por supuesto, con un trencito de juguete dando vueltas por la mesa en relación a la tonta y repetida metáfora de Tabaré Vázquez sobre la necesidad de subirse al tren del TLC antes de que pase de largo. Los tres conductores se lamentaron amargamente y sin el menor reparo acerca de como se había perdido una chance histórica que nos iba a sacar del pozo y nos iba a llevar al Primer Mundo (los memoriosos habrán recordado el lenguaje del menemismo puro en las bocas de los tres conductores). Cecilia Bonino estuvo a punto de pucherear y declaró que ella trabajaba en barrios carenciados y solía estar en contacto con esa pobre gente a la que se le había sacado una oportunidad de levantar cabeza, solo por motivos ideológicos y atrasados, y que eso era algo que no podía creer. Bueno, yo personalmente no creo que Cecilia Bonino pueda hacerse una idea real de lo que es realmente la vida del lumpen ni aunque una docena de estos le hagan un gang-bang a la orilla del Miguelete, pero me quedo en lo de "ideológico".

Después de la soberana estúpidez del presidente tratando a la oposición al TLC como "ideológica" en contra de la realidad económica, teoría que supone que la economía es una ley natural en la que no pesa la ideología -algo que no hace falta ser un filósofo para agarrarse la cabeza ante la paradoja, ya que esta propia teoría es, por definición, totalmente "ideológica"- todos los loros la han repetido como una verdad revelada sin detenerse un segundo a reflexionar sobre el disparate que están diciendo. Pero además los tres periodistas -es decir gente informada- del programa se pasaron por el culo un dato objetivo y esencial: el TLC por el fast track naufragó no por la oposición "ideológica" del los pequeños grupos fundamentalistas de izquierda que se brotan cada vez que ven una bandera de EE.UU., sino justamente por la oposición dentro del FA de los sectores no-"ideológicos" y más bien moderados. El TLC naufragó -o se postergó, porque el cretino de Danilo Astori sigue repitiendo que lo quiere, porfiado como gallo comiendo tripa- por la oposición de economistas del calibre de Carlos Quijano, de analistas políticos como Gerardo Caetano, de políticos como Alberto Couriel, de periodistas como Guillermo Waskman, de intelectuales como Hugo Achugar... es decir, de gente mil veces más inteligente y preparada que los tres conductores de ZUR, gente que hizo las preguntas que ninguno de los portavoces neo-liberales, desde Astori hasta Isaac Alfie- querían que se hicieran, y que justamente no supieron responder. Preguntas que no venían de la indignación moral anti-imperialismo yanqui sino de la simple balanza que evalúa los resultados desde un punto de vista pragmático.

Y hete aquí una palabra esencial: pragmatismo. A mí no me parece necesariamente mal que un país decida no comerciar en forma preferencial y no establecer lazos económicos (es decir, políticos) muy consistentes con naciones asesinas como EE.UU., China o Israel, de hecho me gustaría verlo más seguido. Pero tampoco soy un necio que pueda ignorar que con casi la mitad de la población aún sumergida en la pobreza -gracias a las buenas artes de la conducción neo-liberal de las últimas décadas- el margen de elección es más bien escueto. Y que, pragmáticamente, un TLC con EE.UU. puede ser beneficioso, algo de lo que ni a mí ni a todos los que se pusieron de punta contra el mismo nos pudieron convencer con argumentos pragmáticos.

Pero sin embargo Ignacio Álvarez se brota frente a cámaras y reclama, una y otra vez, pragmatismo en el gobierno, pragmatismo, por Dios, abandonemos la ideología, pragmatismo ya. Y uno se queda pensando qué carajo entenderá este señor por pragmatismo.

No voy a aburrir a los lectores explicando la historia etimológica de la palabra y su origen en el griego praxis, ni tampoco recordando la escuela filosófica norteamericana de William James que definió el pragmatismo como, paradoja, una ideología. Si tienen dudas hagan un search e infórmense. Pero lo que habría que explicarle -lento y pausado si se puede para que no haya problemas- que pragmatismo, a menos que se sea seguidor de la escuela filosófica (ideológica) de James, no es una palabra idéntica a virtud. El pragmatismo es una capacidad, como lo indica su nombre, práctica; un instrumento por el cual alguien sacrifica una convicción a priori a la luz de los acontecimientos o por la teoría del mal menor. No es algo raro, ni en este gobierno, ni en Occidente en general, más bien lo contrario. No está relacionado con el elogio oriental al cambio como elemento distintivo de la vida, porque este en todo caso propondría el viaje de una convicción a otra. Es, simplemente, lo que se entiende como conveniencia, elevada al grado de ideología y, como dije antes, no necesariamente una virtud.

De hecho una de las características más repelentes de los seres humanos es el pragmatismo moral, o el uso conveniente de las relaciones humanas. Es algo que todos conocemos como fallutería, traición cotidiana, manipulación o trepadurismo, y que todas las personas de mínima decencia rechazamos con asco -aunque cada vez menos- como una de las peores pestes de la convivencia social, pero tal vez como no se le suele denominar como pragmatismo moral sino con términos más groseros, es posible que gente no muy informada como los de ZUR no la relacionen con su querida palabra de origen griego. Además estoy haciendo trampas, se está hablando de pragmatismo en términos de conducción gubernamental, no en casos individuales. Bueno, ahí se podría apuntar a que la filosofía pragmática consiste en sacrificar un pensamiento macro, una filosofía moral en aras de una contingencia particular. Bueno, en estos casos tampoco -a menos que se sea de la escuela de James, repito- se considera al pragmatismo como una virtud sino como una necesidad y, a menos que estemos hablando de fundamentalistas, una necesidad de diverge el daño para más adelante. Pongo un ejemplo choto: un náufrago -que además es ecologista- cae en una pequeña isla donde sólo hay una rara especie de palmera cocotera. Al llegar la fría noche el náufrago decide cortar el cocotero (después de fijarse si no está Keith Richards encima) y usar la leña para calentarse y no morir congelado. El náufrago sabe que está no sólo está eliminando una rara especie de cocotero, sino que también está eliminando su fuente de alimento una vez que se le acaben los cocos que recogió. Pero pragmáticamente llega a la conclusión de que sus posibilidades de sobrevivir son mayores así que exponiéndose todos los días al frío de la noche y patea el problema hacia adelante cortando el cocotero y haciéndo una bonita hoguera. No hay nada bueno en sí ni virtuoso en su decisión y de hecho algún experto en la fauna y flora de las islas puede tener una segunda opinión más centrada. De hecho, el pragmatismo -como en el caso del TLC, que podía entrañar la expulsión del Mercosur y varias desgracias objetivas a largo tiempo- tiene más que ver con una apuesta, con el azar y con una visión cortoplacista más que con otra cosa.

Esta reivindicación economicista del pragmatismo como una virtud es parte integral del apocalíptico pensamiento neo-capitalista, pero es expuesta en forma totalmente ideológica por quienes ni en pedo la aplicarían a sus vidas privadas. Pongo un ejemplo grosero: una visión economicista de maximización absoluta de los beneficios económicos como único valor entrañaría en su coherencia, por ejemplo, que los conductores de ZUR -dos de ellos considerados como gente físicamente atractiva- aprovecharan su exposición mediática para montar una empresita de fellatios entre bloque y bloque, o sacrificando unos minutos luego del cierre del programa. A la economía de sus hogares le vendría de maravilla y, teniendo en cuenta que la popularidad de ZUR no va (espero) a ser permanente, este puede ser un tren que pasa sólo una vez. Sin embargo, creo y quiero creer que ninguno de sus integrantes vende favores bucales en los espacios libres del programa. Lo cual es muy poco pragmático.

El memorable programa del miércoles pasado terminó con una llamativa reflexión de Gabriel Pereira que me sirve para pasar a la parte dos de este post. Al terminar el intercambio de puteadas y el falso equilibrio dobledemoníaco entre francotirador y emboscado, Pereira, hombre pragmático de los que en algún momento pasaron de la relación directa con el PCU uruguayo a través de su trabajo en La República a ascender en El Observador por tener como fuente directa a Julio María Sanguinetti, se enojó y dijo algo así como "¿Saben lo qué? A mí la verdad me tienen podrido con este asunto de mirar al pasado, me tienen podrido con que en lugar de dedicarse al futuro se siga y se siga revolviendo el pasado..." Una reflexión interesante de parte de alguien que ha ayudado a montar el circo de "las viudas de la inseguridad" como equivalente derechista de los familiares de desaparecidos, pero cuya parte más interesante no es la habitual perorata del futuro vs. la justicia, muletilla que los sectores asustados repiten una y otra vez como si el país económico se detuviera cada vez que meten a un milico en cana, sino la primera parte: "A me tienen podrido...." A VOS -persona sin relación personal con ninguno de estos casos te tienen "podrido"- bueno, ¿y qué? ¿cuando la justicia se volvió el instrumento de recreación personal de Gabriel Pereira?

Hay dos misterios de la política mediática que nunca me voy a terminar de explicar, y que en cierta forma están relacionadas; una es la imagen de gran demócrata, mantenida durante décadas y apenas erosionada por datos y declaración contundentes como una piña de Tyson, del ex-presidente y actual senador por el Partido Colorado Julio María Sanguinetti. La otra imagen inexplicable para mí es el aúra de objetividad e independencia del Semanario Búsqueda. Y ambas imágenes se dieron la mano recientemente en un hecho de la semana pasada que tal vez pasó ligeramente inadvertido -a pesar de las 5 páginas que Búsqueda le dedicó- a causa del escándalo Bordaberry-Michelini.

El asunto, como muchos saben, fue el siguiente: alguien hizo una llamada anónima a la "Línea Azul" del INAU (Instituto del Niño y Adolescente) -línea establecida, durante el último gobierno de Sanguinetti, para que los testigos de violencia doméstica contra menores pudieran hacer sus denuncias sin tener que comprometerse yendo hasta una seccional y quedando virtualmente identificados por los personajes violentos a los que se denuncia. El sistema, si bien puede permitir casos injustos de delación, está establecido en muchas partes del mundo en el presupuesto de que, antes que nada, hay que proteger al menor. Pero hete aquí que la llamada denunciaba a Gabriel Pastor, secretario de redacción de Búsqueda, acusándolo de maltrato verbal hacia su hijo de 6 años. De esto el Uruguay se enteró por la intempestuosa declaración del senador colorado, ah y ex-presidente, Julio María Sanguinetti, a quién el honor del periodista de Búsqueda en cuestión le pareció lo bastante importante como para dedicar toda una sesión del senado a lo que sostenía era un "hostigamiento verbal y de hecho a algunos medios y periodistas considerados opositores por el gobierno del presidente Tabaré Vázquez". Y de pronto el INAU entero estaba a la defensiva. El argumento era que la denuncia se había recibido al otro día de que Pastor publicara en Búsqueda una "dura" denuncia acerca de violaciones a la laicidad en dicho Instituto, y que teniendo en cuenta que la denuncia era anónima -para el denunciado, porque la llamada, contrariamente a lo sostenido por Pastor en un principio, había sido convenientemente registrada por el servicio de la "Línea Azul"- todo el hecho tenía que ser, evidentemente, una falsa denuncia orientada a hacerle pasar un mal rato a Pastor y flía.

Lo cual puede ser -de hecho da para sospechar-, pero también puede que no, de hecho la verdad era desconocida para cualquiera que no fuera Pastor, su familia y el denunciante. El INAU hasta el momento en que el asunto se hizo público por la intervención de Sanguinetti y sus embravecidos lugartenientes, había mantenido una reserva prudente al respecto y, posiblemente, el caso no se hubiera filtrado a la prensa si no se hubiera vuelto -por expreso pedido de Pastor- tema de debate en el Senado.

Hay muchas cosas feas en este asunto: de hecho se puede considerar que hoy existe un enfrentamiento de facto entre Búsqueda y el gobierno. Esto se pudo ver en las declaraciones, hace unos meses, de Vázquez rotulando a Búsqueda y a otros medios de automáticamente "opositores" (lo cual a la luz de los acontecimientos posteriores no parece tan descabellado), o en la monumental cantidad de carne podrida que Búsqueda publicó -dedicándole 5 páginas enteras- sobre los asesinatos de Michelini-Gutiérrez Ruiz hace dos semanas. Carne podrida que no hace falta ser un gran genio para rastrear su origen hasta la casa de Bordaberry Jr., y que sostenía con gran convicción que no había habido uruguayos involucrados en esos asesinatos -obra exclusiva, por supuesto, de pérfidos argentinos- y que el móvil había sido un dineral tupamaro que Michelini guardaba bajo la cama o algo así. Una "operación limpieza" repugnante que comenzaba a preparar el golpe de efecto dado el miércoles pasado en Zona Urbana, es decir, no precisamente la información objetiva y verificada de la que Búsqueda se precia en publicar, sino algo hecho con una clara intencionalidad de afectar un proceso judicial de notorias consecuencias políticas.

Pero bueno, tal vez sí haya un enfrentamiento y tal vez sí la llamada haya sido fraguada por algún funcionario resentido del INAU, enojado por la nota. Ahora, ¿qué tenía que hacer entonces el INAU al recibir la llamada? ¿descartarla a priori sin investigarla porque un periodista de Búsqueda es evidentemente incapaz de cometer un delito? ¿romper el protocolo de seguridad de la "Línea Azul" y entregarle el nombre del denunciante al periodista? ¿hacer una operación de investigación hiper-secreta que mantuviera una serie de privilegios que jamás se le darían a un carnicero del Cerro? ¿quién mierda se cree que es Gabriel Pastor para recibir un trato preferencial en un caso en el que -hasta donde los hechos hablan- involucra un acto de violencia hacia un menor? Yo personalmente creo muy posible la tésis de la falsa llamada; si es así es responsabilidad del INAU investigar su procedencia, una vez verificada su falsedad, algo que sólo puede hacerse investigando a los implicados. De hecho y por mi experiencia propia, no hay ningún motivo para que un periodista tenga coronita. Para ser sincero, me da la impresión de que la profesión, por sus características, alimenta algunas características psicóticas, algo de lo que conozco muchos ejemplos.

(Hablando de gremios, APU, ese gremio tan inútil cuya oposición a la destrucción del sindicato de La República fue similar a la de un pedo contra el viento, enseguida sacó pecho a solidarizarse con Pastor sin haberse tomado dos minutos para interiorizarse sobre el asunto, lo mismo que la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa, organización de tradicionales vínculos con Búsqueda). Porque hay prioridades y hay periodistas que son más periodistas que otros).

La conducta de Pastor, llamando a los mastines colorados a defenderlo sin siquiera preguntar por qué, no es para nada insólita. Casi se podría considerar como una política editorial. Y el caso viene bien para recordar una de las páginas más vergonzosas de connivencia medios-poder de la historia de la democracia uruguaya.

En 1997 Danilo Arbilla, por aquel entonces director del semanario Búsqueda y vicepresidente de la SIP, le vendió una casa en Punta del Este a una sociedad anónima fachada del Cártel de Juarez. Los papeles por ambas partes los procesa el escribano Javier Morassi, amigo personal de Arbilla y del ministro del Interior, el también escribano Guillermo Stirling. En marzo de 2000, la Brigada Antidrogas de Punta del Este presentó a la justicia una denuncia penal para investigar los bienes del Cártel de Juarez en Uruguay, en la que se menciona a Arbilla y a su escribano como cómplices.

Un par de días después Danilo Arbilla se presentó en las oficinas de Luis Hierro López, por aquel entonces vicepresidente de la República, mostrándole una copia de la denuncia sustraída directa y misteriosamente del juzgado, y reclamándole por el desprestigio que le significa el verse involucrado en semejante investigación. Al otro día, rápido como un cadete (tal vez con esa velocidad que Gabriel Pereira le reclama a los legisladores actuales para aprobar tratados a ciegas)Hierro citó en su despacho al Director Nacional de Policía, inspector general Roberto Rivero, y concertó una cita con Danilo Arbilla para ese mismo día. En ella Arbilla y Rivero habrían acordado "eliminar todos los juicios de valor" de la denuncia en cuestión.

Es así que la Brigada Antidrogas de Punta del Este presentó una segunda denuncia, pero no pudo dejar de mencionar a Arbilla porque, efectivamente, éste le había vendido una casa a los narcotraficantes. Cuatro días después el cadete Hierro se volvió a entrevistar con Rivero para hacerle saber que Arbilla no ha quedado nada conforme con la segunda presentación de la denuncia. Al otro día Stirling le presentó un memorandum redactado por Rivero y explicando la situación al presidente de Uruguay, Jorge Batlle, quien no tenía nada mejor que hacer, evidentemente. Casi simultáneamente el Ministerio del Interior levanto la segunda denuncia.

Pero es entonces la policía argentina descubrió que las oficinas encubiertas del Cartel de Juárez en Buenos Aires recibieron tres llamadas provenientes de Montevideo y que las tres venían de la oficina de Danilo Arbilla en Búsqueda. Rivero solicitó entonces la reapertura del caso, pero el ministro Stirling se lo negó, desmantelando además, unos días después, la Brigada Antidrogas de Punta del Este.

Días después Rivero llamó por teléfono a Arbilla a su casa y según éste lo amenazó. Al otro día Stirling -político que nunca se caracterizó por su celeridad- destituyó a Rivero de la Dirección Nacional de Policía, el ministro Stirling dió como motivos "discrepancias en la conducción de la lucha antidrogas". Una semana después Brecha publicó una nota afirmando que la destitución del inspector Rivero se debió a su negativa a dejar de investigar a Arbilla. Consultado por la prensa, el ministro Stirling explicó que a Rivero se le destituyó por haber amenazado y acusado sin pruebas a Arbilla, y lo califica de "terrorista de Estado". Rivero era, desde antes de haber sido nombrado, un nombre polémico por estar señalado como ligado a la represión en los años de plomo (como buena cantidad de los policías de narcóticos de Uruguay). Sin embargo esto solo se volvió relevante en este momento, siendo recordado también por el semanario Búsqueda a pesar de no ser muy coherente con su política de "no mirar atrás".

Arbilla se dedicó entonces a exponer una teoría conspirativa en su contra en la que estarían envueltos el semanario Posdata, el diario La República, el servicio de aduanas de EE.UU., Rivero, el semanario Brecha, la izquierda radical, el semanario Mate Amargo y la policía argentina, todos confabulados para desprestigiarlos. Dos periodistas de Búsqueda asumieron entonces las llamadas hechas desde la oficina de su jefe, sosteniendo que las habían hecho para investigar el caso y la APU presentó una denuncia sobre lo que consideraban un pinchazo en los teléfonos de Búsqueda, sin discernir que lo único que se había manejado era el origen y destino de las llamadas, no su contenido.

El 13 de junio el presidente Batlle apoyó en público la decisión del ministro Stirling de relevar al inspector Rivero. El 14 de junio el Fiscal Letrado de la Policía, el abogado Juan Carlos Martino, se negó a iniciar un sumario administrativo a Rivero y presentó su renuncia indeclinable. Stirling explicaría más tarde que él nunca ordenó al renunciante fiscal policial que investigara a Rivero, sino que sólo quería que lo citara para ratificar o rectificar sus dichos, y que no tiene pensado sumariarlo. La oposición pidió la formación de una comisión investigativa pero los representantes oficialistas se negaron. Y todo quedó por ahí.

Que hay de evidente en todo esto; por supuesto no la relación de Arbilla con los narcos (algo que en el 2000 me parecía un disparate pero sobre lo que mi punto de vista se ha hecho más amplio en los últimos tiempos) ni la bondad y honestidad del inspector Rivero -al fin y al cabo un posible torturador que ya fue recolocado en otro puesto-, sino los más que insólitos privilegios snte la ley que gozaba quién era apenas el director de un medio "independiente y objetivo", alrededor del cual se levantó todo el aparato estatal en manos del partido que era gobierno en aquel entonces para asegurar y garantizar no sus derechos lógicos de ciudadano, sino la total inaccesibilidad de su persona ante los instrumentos de indagación policial a los que todos los demás ciudadanos tienen que someterse sin chistar. Un ciudadano tan especial que no sólo consigue acceso en el día a una reunión personal con un vicepresidente (algo que, se nos ocurre, no es lo más normal en el mundo de los juanes nadies), sino que consigue tener a dicho vicepresidente, al ministro del interior y al propio presidente operando descaradamente a su favor en contra de una investigación surgida en el seno de esos mismos poderes.

¿Quién puede asombrarse entonces de que Pastor se considere digno de similares privilegios? Pero el gobierno cambió, y en una de esas el prestigio independiente de Búsqueda no asegure como antes ningún palco preferencial, porque en una de esas las cosas no eran tan independientes. No quiero implicar por esto que llegó el reino de la justicia y la imparcialidad; a mí me gustaría ver que el gobierno actual le exigiera el cumplimiento de las leyes laborales al periódico amigo de La República con el mismo rigor con que se lo exije a otros patrones, pero por lo menos Fasano no tiene el descaro de presentarse como "independiente" u "objetivo".

La prensa (entendiendo como tal no sólo a los medios escritos sino al periodismo en general), como la palabra pragmatismo, no es buena ni mala de por sí, pero evidentemente para muchos partícipes de la misma es una suerte de privilegio que los separa de los demás mortales y que hace de sus impresiones y sensibilidades algo importantísimo, algo tan importante como para que haya que modificar la realidad legal en relación a la misma. Recuerdo ese momento perfecto en el que el gran historiador Carlos Demasi, cuestionado por ignorantes que posiblemente no reconocerían siquiera la veracidad de la historia sexual de sus hermanas, dijo en un reportaje -en relación a la protesta de un legislador que decía sentirse ofendido por las observaciones históricas de Demasi-: "¿Por qué ese legislador piensa que su sensibilidad es tan importante? ¿por qué no se va al demonio?".

Claro que en alguno de estos casos tal vez no estemos hablando de sensibilidad sino más bien de impunidad. Algo que los uruguayos conocemos en exceso.

Todo este complejo y largo ejercicio de elipsis parece una excusa para no hablar sobre el tema ardiente en cuestión y que realmente interesa, el "debate" Bordaberry-Michelini. Pero es que para mí no vale la pena hablar sobre el mismo, creo que cualquier persona de bien (excluyo por lo tanto al cretino que tituló al diario El Observador al otro día del programa igualando la situación de ambos hijos) tiene que haber sacado conclusiones claras al respecto.

Sin embargo leo las encuestas online al respecto y llego a la conclusión de que los uruguayos no son en su mayoría gente de bien. En las mismas porcentajes enormes que van del 75 al 85% de los opinantes, declaran que Michelini fue "desenmascarado" o que "perdió" el debate o que la traidora táctica de Bordaberry estaba "justificada". Y por supuesto no hay que ser muy despierto para notar que algunos simpatizantes de Bordaberry deben haber estado de lo más ocupados votando online varias veces, porque los porcentajes son ridículos. Pero igual es preocupante, porque muchas de esas opiniones deben ser válidas y si una persona racional tiene la percepción de que otra mintió -porque ha sido grabado en privado diciendo algo que siempre estuvo implícito en sus declaraciones públicas- solo porque del otro lado hay un energúmeno gritando "¡sos un mentiroso! ¡te desenmascaré!", entonces estamos en el horno. No tengo una particular simpatía por Rafael Michelini, sí por su familia y por la de Gutiérrez Ruiz y por las de los cada vez más numerosos asesinados por la dictadura que Juan María Bordaberry -presidente electo por el Partido Colorado, al que pertenecía cuando dio el golpe y del que, repito porque se me da la gana, nunca fue expulsado- , comandó con insólita crueldad. Creo que Michelini se equivocó irritándose y yendo al programa; tendría simplemente que haber escuchado la grabación por teléfono y luego decir "sí, yo dije eso ¿y qué?".

Hace poco acusaba a las generaciones jóvenes de ser totalmente literales, de no ser capaces de desconfiar y aceptar en forma acrítica lo que se les diga. Tal vez fui lamentablemente injusto, tal vez esta no sea una característica de las generaciones jóvenes sino de la sociedad en general. Pero una cosa son las encuestas online y otra es la justicia y, misteriosamente, tal vez este sea tiempo de justicia.





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