miércoles, julio 12, 2006

Sobre el post anterior, sobre el blog

(Post largo, tedioso, "ombliguista" y autorreferente a full: si le incordian estas características no sea idiota ni masoquista, deje de leer ahora y déjeme los huevos en paz en los comments)

Hace poco un conocido me preguntaba en el msn "¿qué le pasa a Fuck You Tiger que cambió tanto y que está tan serio?". Me molestó la observación; me molestó -como suele suceder- porque era totalmente acertada; Fuck You Tiger está más serio, pero no solo eso, está más largo, verborrágico, pomposo, pedante y pesado de defender en un soporte en el que la movilidad y la agilidad son las mejores armas. Los motivos de estos cambios son varios e incluyen mi creciente e insoportable disenso con el partido político de gobierno, mi progresivo desencanto y pánico hacia la cada vez más degradada cultura general y alguna crisis personal subterránea que me alteró bastante la forma de ver las cosas. Pero sobre todo los cambios tuvieron que ver con el propio crecimiento del blog y la autoconciencia de estar siendo leído por mucha gente y, sobre todo, por mucha gente con la que no compartimos los mismos códigos de expresión. Eso me obligó, tal vez por deformación personal periodística, a aclarar más, ejemplificar más y sermonear más, convirtiendo a los posts en objetos mucho más grandes y pesados de lo que pretendían ser y de lo que eran en los tiempos en que el blog era leído por tres o cuatro personajes con los que jugábamos de taquito.

Ultimamente me está creciendo un gran escepticismo acerca de las bondades de las posibilidades de intercambio que facilita Internet. Creo que, deslumbrados ante las facilidades y disponibilidades que provee nos hemos olvidado de lo que, como todo en el universo, se lleva a cambio. Y nos olvidamos que en términos culturales puede ser una suerte de regalo griego. La comunicación en la web y el intercambio peer to peer es una revolución cultural que tiene pocos apocalípticos y una unanimidad de integrados (a excepción de los millonarios putos de Metallica, claro está). El concepto de blog parecía la democratización absoluta de la expresión y el sueño de inmediatez de la misma. Tal vez lo sea, pero es incompleto y fácilmente saboteable.

Cuando se empezaron a popularizar las formas de comunicación vía la web, recuerdo haber pensado que era un medio interesante, para cualquier lugar menos Uruguay. En una sociedad de una cobardía casi patológica (si los orientales llegan a ser "tan ilustrados como valientes" significará que hay un analfabetismo del 80% mínimo, sepanlo) y una auto-represión expresiva que parece un sueño freudiano, el acceso a un medio de expresión factiblemente anónimo desde el cual calumniar, atacar o escrachar en general es como una bendición divina, como si a un pedófilo se le diera el acceso a las cámaras de vigilancia de un colegio. Cualquier blog de una cierta popularidad termina siendo acosado por algún resentimiento anónimo que termina haciendo que cualquier blogger pierda las ganas de seguir adelante con nada, o desactivar los comments, lo que elimina el feedback que hace de un blog un instrumento realmente novedoso. Se me puede decir que la batateada no es algo privativo de los blogs uruguayos, pero me parece que la constancia en la misma sí y los formidables grados de mala leche son toda una especialidad local.

El post anterior trataba de una materia tan sensible que pensé que iba a estar a salvo de este tipo de cosas. No fue así, de cualquier forma apareció un pobre imbécil a atacar a los demás comentadores en nombre de un esteticismo que al parecer no incluía la ortografía dentro de sus valores. Dejé el comment, una especie de maloliente pedo gráfico que solo puede haber sido escrito por alguien muy poco favorecido en la vida, porque servía para recordar que el tipo de gente que lee no es todo igual, que hay gente que se toma toda una serie de molestias para poder meter un poco de mugre en cualquier espacio del que se sienta excluído. Pero el asunto es que un traidor puede con mil valientes y en verdad un sólo comentario puede desvirtuar lo que podía ser un espacio de comunión acerca de algo delicado y convertirlo exactamente en lo opuesto. Un solo comment en más de 70, como si metieras a un leproso a la piscina.

Lo que quiero decir es que un blog más o menos popular es un medio inadecuado de expresión de cualquier cosa que no sea una guerrilla para-periodística, un espacio de delación anónimo o un encuentro de gustos muy puntuales. He llegado a la conclusión de que no es un espacio apto para hablar de cosas serias y, mucho menos, para demostrar cualquier tipo de vulnerabilidad. No es que ese fuera el objetivo de FYT, pero sí lo era el escribir de lo que se me cantaran los huevos, sin preocuparme sobre resultados o reacciones, y plantear un espacio de intercambio con las personas que realmente tuvieran una afinidad con el mismo, porque parto de un simple principio hedonístico que cumplo a rajatabla y es el que yo no leo ni le presto atención a lo que no me gusta. A menos que sea obligatorio o que ese algo tenga algún tipo de poder sobre mí, es decir, no en el caso de un puto blog.

Pero si no puedo escribir sobre lo que se me cante con comodidad, entonces no tiene sentido escribir en un blog, y no me interesa ofrecerlo de tribuna para que alguien ventile sus resentimientos hacia mí o hacia los que estimo. No, yo paso. La dinámica propia del blog hace imaginar a algunos lectores que el mismo es una suerte de sustituto nerd de experiencias vitales más intensas. No es mi caso, qué le vamos a hacer y las facilidades temporales que antes tenía para escribir ya no las tengo, tampoco las ganas. Los blogs tienen una característica peculiar, un espacio intermedio entre la comunicación pública y la personal; por lo general no me importa mucho la primera y tengo mejores medios en los cuales ejercerla, y para la segunda me faltan dos cosas esenciales: poder abrazar al interlocutor, o en su defecto cagarlo a trompadas. Es así de simple.

Me quedan un par de posts a medio escribir que publicaré en los próximos días, cuando los termine. Después me parece que ya está bien, ya cansé y ya me cansé. Time to move on.

viernes, julio 07, 2006

Acerca de un post imposible

Come touch me here / so I know / that I'm not there

***

Ayer de mañana me llama un amigo para hacerme una consulta de trabajo, le contesto todo lo lúcidamente que puedo, cuelgo y me voy a bañar. A los pocos minutos el teléfono me saca de la ducha, es otra vez el mismo amigo. Cuando voy a gruñirle acerca de qué carancho quiere ahora, me dice: "se mató Rebella".

***

Hace unos días fui al minimarket a comprar algo que no necesitaba. Al tratar de pasar para el fondo me encontré las góndolas bloqueadas por una anciana tembleque que agachada intentaba ver el precio de algo. Me irrité de inmediato y en silencio la putée mentalmente; vieja de mierda, innecesaria, pobre estorbo estúpido que me retrasa porque no me ve. Finalmente me dejó pasar, fui hasta el fondo, agarré el producto X y volví a la caja solo para encontrarme que la anciana estaba ahí. Otra vez empecé a desearle las peores cosas sin mover los labios, esperando que un rayo la partiera de una vez, la eliminara y terminara con mi injusta demora, mi injusta incomodidad, la vieja se dio vuelta y sonriendo me dijo "pasá, pasá... que yo demoro mucho". Algo perplejo le agradecí y pasé a la caja, y mientras pagaba la vieja me preguntó "¿cómo está el perrito? hace tiempo que no lo veo en el balcón...". Me di cuenta de que la anciana era una vecina, y que actuaba como tiene que hacerlo una vecina, ante alguien que no la reconocía y le irradiaba odio silencioso. Me puse rojo de vergüenza secreta, como si me hubieran agarrado con la bragueta abierta y una svástica colgando hacia afuera. Porque esas son cosas que pasan cuando se vive con los ojos del corazón cerrados, cuando dejamos que le trepen bichos inmundos, cuando alguien nos cuenta lo feos que somos cuando nos descuidamos.

***

Mientras iba hoy al trabajo caminaba en un barrio extrañado, hecho a nuevo de pronto. Mientras miraba esa rara geografía urbana me vino a la cabeza una canción de Laurie Anderson en la que hacía mucho tiempo que no pensaba. Se llama 'Ramon' y en un momento dice:

Some people walk on water
Some people walk on broken glass
Some just walk round and round in their dreams
Some just keep falling down.

So when you see a man who's broken
Pick him up and carry him
And when you see a woman who's broken
Put her all into your arms
Cause we don't know where we come from
We don't know what we are.

And you? You're no one
And you? You're falling
And you? You're travelling
Travelling at the speed of light.


***

De noche dos amigos en común que teníamos con Juan Pablo, dos músicos argentinos cuyas venidas a Montevideo solían ser una fiesta de varios entornos a la vez, me preguntan incrédulos en el msn, qué pasó, qué pasó, qué pasó. Más o menos les cuento lo que puedo saber, que es más o menos lo que se puede saber sobre lo que no sabemos nada. Pero mientras les contesto a esos dos tipos de corazón gigante, pienso que por pereza no los fui a ver la última vez que estuve en Buenos Aires, por no hacer un par de llamadas y tomar un par de trenes. Y mientras ellos tipean palabras impotentes y llenas de dolor insonoro, pienso con qué facilidad relegamos encuentros hacia futuros fantasmas. En un mundo que cuando quiere aguanta la respiración, se vuelve inmenso y deja todo lejos, a la distancia del desconocimiento.

***

Travelling at the speed of light. "No somos nada" es una frase hecha que suele escucharse en los velorios. No me molestan las frases hechas que se murmuran en los velorios, es mejor decir algo vacío que tratar de decir algo que signifique algo, porque uno nunca sabe que decir, porque todo es incorrecto, todo está equivocadísimo. Pero es lógico que "no somos nada" se haya hecho popular, porque no somos nada, y sabemos menos.

***

El policía literario mira alrededor, mueve la grúa y pesca una frase de Thomas Burnett Swann en la que hacía mucho no pensaba y que dice que "la pena no es un vestido sino más bien una desnudez". Sí, es un poco eso.

Pero también está el sonido de la ficha que finalmente cae y te hace ver que el paisaje emocional por el que uno dribleaba inconciente ya no se puede hacer de memoria, que hay balnearios enteros que decenas de personas no van a poder mencionar sin sentir que les meten una mano en el pecho, apreciaciones de canciones que no van a ser defendidas apasionadamente en bares en los que ya no se fuma.

Y mientras apagás el lenguaje como un pucho, pensás en cómo sacarle algo bueno a lo que no tiene nada, y pensás en las escuadras, los semi-círculos y los compases con los que medimos las distancias sensibles, las diferencias entre los amigos y los conocidos, entre cómo deberíamos sentirnos y como realmente estamos, y como todas esas medidas no significan nada porque al final del día sólo queremos hablar de amor con la simple lengua del amor, la de los monos despulgándose para encontrar excusas para rozarse. El idioma simple del tacto, el que recuerda que todavía podemos tocar y que lo que sentimos acá es lo que no podríamos sentir allá.

***

De noche escucho a un grillo porfiado cerca de la ventana. Debe estar confundido, no hay grillos en la zona de Palermo donde vivo y su esfuerzo es más bien inútil. Pero no me molesta, al contrario, le agradezco su vitalidad terca. Cierro los ojos y recuerdo el coro de grillos de las noches de Maldonado, celebrando con alegría vibrante el regalo único, el regalo magnífico.

domingo, julio 02, 2006

Mirando canciones XIX: Lady Shoes

Recuerdo perfectamente la primera vez que escuché a Jesus Lizard, no la primera vez que escuché hablar de ellos (había leído una nota, creo que una Spin, en la que los ponían por los cielos y había llegado a la conclusión de que me iban a gustar), sino la primera vez que escuché en realidad uno de sus discos. Recuerdo la impresión: nunca, jamás, había escuchado nada tan feo. Me desagradó tanto que, tras darle un par de días por las dudas, días en que el desagrado hacia lo que oía no disminuyó, fui a devolver el disco a la disquería del gordo Henry, quién me lo había fíado sin poder emitir un juicio acerca de algo que a él también le había parecido un adefesio auditivo, pero que sospechaba que podía ser bueno. Para mí era una porquería, algo tan horrible que de hecho se me volvió inolvidable.

Ese es uno de los misterios de la estética que los consumidores superficiales de cultura demoran, o generalmente nunca llegan, en entender; la tan mentada "frustración del horizonte de expectativas" con la que han definido, en mi opinión acertadamente, al arte. La auténtica ruptura de los parámetros de disfrute que tenemos aceptados y que impresiona tan fuerte que no sólo no podemos disfrutarla sino que la rechazamos, pero nos conmueve. Burroughs, David Lynch, Pere Ubu, Edgar Varese, Lamborghini, Cecil Taylor, David Cronenberg, Beckett, ... me ha pasado muchas veces, tantas que ya conozco la sensación así que vuelvo a revisar una y otra vez lo que me aterro tanto antes de descartarlo para siempre, cosa que rara vez hago ante un estímulo tan poderoso. Eso es algo que no mucha gente hace, se necesita tiempo, resistencia y curiosidad para hacerlo. Y la recompensa no es resolución sino más inquietud.

Unos meses después volví a comprar el mismo disco, la misma copia. El disco era Liar, desde entonces uno de mis cinco discos favoritos de todos los tiempos y una pieza de violencia estética a la que ninguno de los supuestamente ultra-radicales grupos noise de Williamsbourg está siquiera cerca de aproximarse .

Hoy, once o doce años después, me resulta un poco extraña tanta repulsión inicial, al fin y al cabo los Jesus Lizard eran básicamente una banda de rock, incluso casi una banda de heavy blues, pero contextualizándolo me parece lógico: en aquel entonces yo estaba colgado de bandas como Sonic Youth, Pixies, Sugar, Wedding Present, o Pavement, bandas que tal vez se ponían en el mismo estante que los Jesus Lizard pero que eran fundamentalmente distintas. Eran en definitiva bandas introspectivas, cultas, sensibles y algo poppy; Jesus Lizard era un volcán de rock misántropo totalmente fuera de control en apariencia pero con el método de demolición más disciplinado de la historia del rock. La banda que tus novias detestan y tus amigos músicos escuchan con la boca abierta, tratando de contar los tiempos y fracasando miserablemente.

En una reseña reciente en la Pitchfork un crítico coetáneo mío explicaba que el mundo de la música alternativa se ha endulzado y ablandado tanto que su hermano, apenas veinteañero ahora, se asustaba y atribuía a problemas mentales la música de grupos que el crítico denominaba como "evil indie", un neo-género que ejemplificaba con los gloriosos nombres de Big Black, Brainiac, Melvins y, por supuesto, Jesus Lizard. Si en realidad existe ese sub-género tengo que decir que posiblemente sea mi clase de música favorita; músicalmente más heavy que punk, estéticamente más industrial que rockera, zeppelinianamente más Page que Plant, técnicamente más virtuosa que voluntarista... luces negras devotas no a la fealdad o la pura confrontación sino a la búsqueda de un nuevo parámetro de belleza y energía nietzcheana, más allá del bien y el mal, más allá del deber ser y del deseo de identificación empática.

Es probable que el nombre de David Yow no sea de los primeros que salten al hablar de poesía en el rock o en la música moderna, pero su lírica -saboteada por la imposible dicción del cantante, que suele vocalizar a borbotones, en un gruñido ebrio que se vuelve aún más inentendible por su técnica de cantar tapándose la boca o tapando el micro con la mano- posiblemente no sea de calidad tan evidente para un fan de Jim Morrison o de Ryan Adams, ni tampoco es el tipo de cosas que uno cita en un mail destinado a seducir a una chica, pero es algo de una vitalidad imposible e inaceptable que va a contramano de todo lo que uno pude considerar como lírico. Veamos si no a la letra de 'Lady Shoes'

There's a girl, playing her piano, there's a little girl, playing her big piano
While her mother gives her an enema, while her mother
While her mother gives her an enema, while her mother
And then the daddy comes in and jacks off on the piano, and jacks off on the piano
And jacks off on the piano, and jacks off on the piano
Meanwhile, the local maternity ward, nurse comes in with a great big sledgehammer
She kills all the little babies, destroys the monitoring system
Says she got some time to stick around
She calls the doctor, said look what I've done
She calls the doctor, said look what I've done
She calls the doctor, said look what I've done
Doctor comes in, pops a boner and jacks off in her cap
And then the motel manager comes by
And takes a little shit in his hand, and then he takes a little shit in his hand
And then he takes a little shit in his hand
And the he puts it on like lipstick, lipstick, he puts it on like lipstick, lipstick

'Lady Shoes' no es la canción más representativa de Jesus Lizard ni la mejor. Ni siquiera es la mejor del disco que la contiene (Goat, 1991), en el que hay piezas mucho más dinámicas y rotundas como 'Here Comes Dudley' o 'Mouth Breather', pero igual es un tema de la concha de la madre. Y es posiblemente el texto más deliberadamente provocativo de Yow y el que ejemplifica mejor lo extremo de su lírica para quienes no la conozcan a fondo.

Un gran epígono de la escuela de la abyección lírica que tal vez haya inaugurado Genesis P-Orridge pero que tiene raíces hasta en bluseros antediluvianos como Skip James, Yow dio señales al comienzo de su carrera de ser más que nada un ferviente admirador de Birthday Party, demasiado feo y falto de glamour gótico para ser el Nick Cave norteamericano pero lo bastante loco como para volver las performances de su banda Scratch Acid unas auténticas ceremonias de violencia escénica, y lo bastante tejano como para darle a su vociferaciones psicopáticas una autenticidad que el australiano lider de los Bad Seeds jamás pudo darle a sus incursiones bluseras. En su trabajo en Jesus Lizard, Yow se alejó cada vez de su (superada) influencia de Cave y se acercó más al trabajo de dos de los mejores escritores que hayan pasado por la cultura del rock: Don Van Vliet y Mark E. Smith, a los que le agregó un toque de violencia avant-garde pura y mucho de blues sureño, de mugre inculta de norteamericano horrible. Sus letras suelen ser como pequeñas viñetas psicóticas de predicador abusivo presa del delirium tremens, de odio descontrolado que no puede ser sedado por litros de alcohol de grano barato, odio en el que de vez en cuando brillan extrañas lagunas de lucidez sobre la que brilla la disciplina casi marcial de la música.

En comparación con los textos de sus canciones más brillantes como 'Gladiator', 'Fly on the wall' o 'Glamorous', 'Lady Shoes' es simple y evidente en sus intenciones de grand guignol, de yuxtaposición de opuestos, de amabilidad y repulsión, pero su efectividad es tan clara que vale la pena seleccionarla antes que otras. Todo está presente en pocas líneas: eyecciones, gore, refinación, familia, sexo, locura... no hay justificaciones de ningún tipo para esta pequeña fábula psicópata, este circo de horrores hardcore englobado bajo la etiqueta fetichista de "zapatos de dama".

Tal vez se puede argumentar que su juego de provocaciones, de enfermeras aplastando cráneos de bebés a martillazos estaba un poco visto de más en 1991, cuando fue editada la canción. Al fin y al cabo la infame 'Slug Bait' había sido compuesta cerca de quince años antes. Pero hay algo totalmente propio de Yow y que se puede considerar su ars poética condensada en un verso y que es la soberbia frase final: el manager del hotel pintándose los labios con un sorete. Un juego absoluto de transgresiones a lo John Waters o el Aktion Theatre vienés se habría contentado con meter la coprofagia, o la pura mierda, como elemento y dejarlo ahí apestando contra el universo, Yow, que en el fondo es un formalista, culto y consciente de la tradición que está haciendo pedazos, le da una orientación estética y como tal una orientación moral. Es decir, no se come el sorete, lo usa como lápiz de labios. Y en este pequeña originalidad estético-abyecta es donde se ve la mano de un talento especial, del ojo que ve las mecánicas de la belleza en todo, en la más profunda de las medianoches de repulsión y locura. No es casualidad que la canción termine con ese verso, eso es lo que es en cierta forma Jesus Lizard: una intención embellecedora realizada con el más infame de los materiales, de los deshechos. No, David Yow no era tu poster-boy gótico, tu Lord Byron heroinómano en su público sacrificio romántico, tu pelotudo pretencioso que recita analogías entre su, o tu, anemia y la tez lunar. David Yow era y es un artista del Siglo XX. Un artista tejano, el estado de la estrella solitaria. La estrella con voluntad de agujero negro.

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