miércoles, febrero 28, 2007
Long Goodbye (parte 3 de 3): Mentira
Había pensado otra cosa para finiquitar el blog, pero los observadores habrán notado que hubo un cambio de planes que se puede descubrir examinando esta página. De cualquier forma me parecía tristísimo dejar el resentido post anterior como final de FYT. Así que escribo esto, que es nada excepto un ciao.
domingo, diciembre 10, 2006
Brevísimo intermezzo
En la de vez en cuando magnífica Zombie Holocaust (también conocida como Dr. Butcher M.D., Carnages y Le Terreur des Zombies) de Marino Giolami hay una escena fantástica: el macabro doctor que se ha dedicado a fabricar una especie de zombies lobotomizados en la isla donde habita está trepanando el cráneo de una periodista particularmente chillona, y como es un villano lo está haciendo sin anestesia por lo que la periodista no para de gritar y suplicar. Entonces el doctor toma una tijeras quirúrgicas se las mete en la boca (de ella) y le dice: "gritas demasiado por ello te acabo de cortar las cuerdas vocales para que no me molestes mas".
Bueno, yo lo entiendo porque acabo de hacer lo mismo. Qué le vamos a hacer, me aburrí de tonterías, peleas y anónimos con menos ingenio que Orlando Pettinati frente a una cámara, dedicados a trollear no solo a este blog y a mi personaje blogero sino que a cualquier cosa (y personas) que sus pequeñas cabecitas de lambeguasca asustado asocien conmigo. Gracias, pero no en mi casa.
La posibilidad de intercambio es interesante solo si en dicho intercambio se dicen cosas de interés. En algún momento fue así, ahora no.
Admito la culpa de haberme demorado mucho con el último post, realmente no tuve tiempo hasta ahora y no veo una puta razón para apurarme más que la que acabo de suprimir.
De cualquier forma no hay cambios enormes, las personas que quieran contactarse conmigo por motivos de real interés tienen el contacto ahí arriba a la derecha (me doy cuenta ahora de que la barra de links y contactos se movió por mi torpeza la borrar la entrada de haloscan y ahora está debajo de los posts), y los que quieran bardearme y cagarme a puteadas pueden hacerlo en persona, opción de la que ningún anónimo extrañamente hizo uso hasta ahora, porque soy facilísimo de ubicar.
Y nada, paz y amor, como siempre.
Bueno, yo lo entiendo porque acabo de hacer lo mismo. Qué le vamos a hacer, me aburrí de tonterías, peleas y anónimos con menos ingenio que Orlando Pettinati frente a una cámara, dedicados a trollear no solo a este blog y a mi personaje blogero sino que a cualquier cosa (y personas) que sus pequeñas cabecitas de lambeguasca asustado asocien conmigo. Gracias, pero no en mi casa.
La posibilidad de intercambio es interesante solo si en dicho intercambio se dicen cosas de interés. En algún momento fue así, ahora no.
Admito la culpa de haberme demorado mucho con el último post, realmente no tuve tiempo hasta ahora y no veo una puta razón para apurarme más que la que acabo de suprimir.
De cualquier forma no hay cambios enormes, las personas que quieran contactarse conmigo por motivos de real interés tienen el contacto ahí arriba a la derecha (me doy cuenta ahora de que la barra de links y contactos se movió por mi torpeza la borrar la entrada de haloscan y ahora está debajo de los posts), y los que quieran bardearme y cagarme a puteadas pueden hacerlo en persona, opción de la que ningún anónimo extrañamente hizo uso hasta ahora, porque soy facilísimo de ubicar.
Y nada, paz y amor, como siempre.
martes, noviembre 07, 2006
Long Goodbye (parte 2 de 3): Saldos, retazos y tatuajes
Ink I: En el salón de tatuajes hay un gran televisor con un buen sistema de sonido en el cual están pasando el concierto de Live 8 que cuidadosamente esquivé en su momento. Pero ahora me cuelgo viéndolo porque, aunque el tatuador es un tipo simpático, la verdad no tengo ningún deseo de distraer a alguien que está grabándome la piel en forma permanente. Mejor que se concentre el hombre. Además están pasando a Elton John cantando 'The Bitch is Back' y eso nunca es realmente malo por más gordo y bobo que esté el viejo maraca. Es una sesión larga, así que cuando John termina veo desfilar a una larga sucesión de artistas mediocres diciendo sus ensayadísmos discursos demagógicos. Hasta el condenado de Bill Gates aparece en escena y no se va cubierto de gargajos. Y eso es lógico, porque con todo lo feo que es lo que aparece sobre los escenarios, nada es tan desesperanzador como las filmaciones que hacen del público: una multitud indistinta de robots vestidos exactamente igual, con el mismo corte prolijo de pelo, la misma remera blanca, la misma sonrisa. Un público de decenas de miles de personas entre las que no ves a uno distraído, a uno que parezca drogado, a uno mal vestido, a uno enojado; nada, ahí están todos los votantes de Blair, de Chirac, de Bush... las Live8jugend en plan video 'Radio Ga-Ga'. Encima del escenario el imbécil de Will Smith hace que el público chasquée sus dedos cada tres segundos para que tomen consciencia de que cada vez que lo hacen se muere de hambre algún negrito más chico y feo que Smith. Clac.. "oh John, son muchos..." Clac "...negritos, ¡qué rápido se mueren!" Clac "perdón me fui de... " Clac "...ritmo, ¿cuándo sube Pink Floyd?" Clac.
Pero está bien, así me distraigo de la sangre en el brazo. Y por lo menos Will Smith no cantó.
***
Casi cierro el blog sin atender por última vez a mi gremio favorito: el de la publicidad. Pero la verdad es que en los ultimos meses ningun corto me había ofendido o extrañado como para motivarme a escribir (aunque la parábola latinoamericanista de BANDES y los sobrecitos con "miedos" al viento me hincharon bastante). Pero justo para las últimas semanas una sucesión de tonterías y/o cosas atroces me recordaron cuánto me irrita el aparato motivacional del consumo y su "creatividad".
En primer lugar destaco una extranjera: la publicidad de crema anti-celulitis de Nivea. Sí, es esa; un grupo de chicas de piernas largas en hot pants bailan por la calle y se despiden de algo invisible (suponemos que de la celulitis) con significativa alegría, hasta que, en pleno climax de felicidad, una de ellas brinca en el aire y queda fija, inmortalizada en el frasco de dicha crema. Mi objeción es meramente técnica y de casting: la chica elegida tiene piernas muy largas, es muy bonita y está muy contenta de decirle adiós a las adiposidades, pero la chica elegida: a) no tiene más de 20 años b) no pesa más de cincuenta kilos aunque es notoriamente alta y c) carece completamente de culo, de hecho sus largas piernas le llegan directamente a la espina dorsal. Entonces; ¿como carajo va a tener celulitis? ¿por qué no contratarla para un aviso de champú contra la calvicie o de controles de próstata? ¿estamos mutando?
El segundo aviso problemático es, cuando no, uno contra el tabaquismo. En él se hacen una serie de preguntas de imposible respuesta que asocian a un lugar o una actividad con su elemento más distintivo, ej: "¿Te imaginás el tango sin Gardel?" No, se supone que debemos responder (aunque yo sí me lo imagino bastante bien, ya que la época gardeliana es la que menos me importa del tango, reconociendo que sí sería imposible imaginar a los discutidores de pelotudeces tangueras sin el zorzal criollo), y, luego de varias de esas preguntas, nos encajan un "¿Te imaginás a vos sin tu salud? Nosotros no..." y te recuerdan los mil y un males que el tabaquismo trae consigo. Ok, no voy a discutir sobre los males del cigarrillo ya que es innegable que esos cilindrillos maléficos son los culpables hasta del agujero de la capa de ozono, los brotes neofascistas y la tristeza de los sauces, pero me hace mucho ruido la pregunta y su formulación; "¿Te imaginás a vos sin tu salud?" Bueno, sí, de hecho he tenido una buena cantidad de enfermedades que me han dejado más o menos postrado temporariamente, y me puedo imaginar perfectamente: ahí, en la cama, más o menos jodido, con mala cara pero feliz por no ir a trabajar. Qué linda imagen, pucha digo. Pero supongo que los señores publicitarios me exigen sacarme más salud para dar rienda libre a mi imaginación. De hecho, me exigen que me imagine sin salud, sin nada de la misma, y la única forma de no tener nada de salud es estar muerto. Bueno, me imaginé sin nada de salud, definitivamente muerto. En un cajón relleno con las colillas de los cigarrillos que me fumé cuando fumaba, con un raro look gótico, rodeado de mujeres hermosas que no pueden parar de llorar y músicos con visible expresión de alivio. Bárbaro, ya me imaginé. Ahora, ¿cómo mierda introduzco esa triste imagen en el sintagma propuesto por el aviso?, quiero decir, ¿cuál es el sintagma? ¿músicos fiambres? ¿posibilidades sin desarrollar? ¿imaginaciones morbosas? ¿asociaciones libres de publicistas aburridos...? La verdad el aviso parece pagado por alguna tabacalera que quiere quedar bien sin que se entienda un joraca y, por supuesto, sin asustar a nadie.
El último ejemplo proviene de una agencia de seguros, y opera sobre esa costumbre tan humana de estar permanentemente insatisfechos con nuestro momento vital. Así el reclame habla de cuando andamos en triciclo y soñamos con andar en bicicleta, del deseo de tener 18 para poder conducir un auto (diferencias entre las personas; mi mayor deseo de tener 18 años no era para poder matarme en un sucio auto sino poder ver cualquier película con tranquilidad), el deseo de una mujer y luego de una hija con esa mujer... y entonces las cosas se complican y el lírico redactor anota, mientras en pantalla una mujer joven vestida como mayor de lo que es mira desde una reposera a unos jovencitos que franelean mientras el voiceover dice: "Y después de pasar los treinta, por unos segundos quisiste volver a los veinte". Ay, joven creativo de lírica pluma; uno ha estado en tu puesto y sabe que una de las leyes sagradas de la publicidad es no escribir nada que inquiete al cliente potencial, pero... ¿unos segundos? ¿cuántos? ¿unos 780.00 por año? Muñeco; la juventud y para ser exacto la dorada década de los veinte es el más preciado de los bienes en la sociedad actual y, por lo general, la década de la plenitud física. No hay persona mayor de los treinta -y supongo que después debe empeorar- que no tenga el deseo más o menos permanente de ser más joven, por lo menos en lo físico. Claro que salvo casos patológicos, como esas viejas operadas cada vez más frecuentes, es un deseo integrado en nuestro subconsciente -como el de matar gente- que no nos desvela ni nos impide la felicidad su incompletud. Pero, "¿unos segundos?"... Andá a felar camellos, vos y tu generación de mercaderes de deseos.
***
Ink II: No a todo el mundo le gustan los tatuajes, sin embargo es un hecho el que todo tatuado reciente encuentra las excusas más curiosas para exhibir lo que acaba de imprimirse en el cuerpo, es una ley. También es una ley, o por lo menos uno de los tantos corolarios de Murphy, que sin importar lo poco receptivo que uno sea habitualmente al contacto físico, a cada conocido que te encuentres cuando estás recién tatuado se le ocurra agarrarte violentamente y/o golpearte en el punto exacto del tatuaje.
***
Los blogs tienen una notoria prensa favorable -al menos de la boca para afuera- y es lógico que así sea; al fin y al cabo suelen ser muestras de trabajo gratis y desinteresado, que funcionan como una suerte de para-periodismo en momentos en que el grado de desconfianza hacia la media establecida es alto y bla bla bla.... (no voy a explicar lo que es un blog como si esto fuera un suplemento juvenil de un diario achanchado). A punto de abandonar uno de ellos bastante popular me resulta fácil ver sus atractivos, especialmente para los lectores y ocasionales comentadores, y su posible necesidad como alternativa y vigía.
Sin embargo yo no tengo una visión muy idílica de los blogs; en EE.UU. una buena cantidad de los mismos se han vuelto una suerte de aparato para-estatal de difamación en contra de los liberals, siendo financiados por cajas paralelas -o desvergonzadamente oficiales- del Partido Republicano. Pero más allá de estas siniestras intencionalidades pagas, el formato del blog también puede utilizarse para perseguir, acosar e insultar desde las tinieblas, desde los datos incomprobables, desde el rumor, la amenaza implícita y el sobre-entendido. En realidad hay muchos ejemplos locales de blogs utilizados con saña en contra de personas más bien impotentes ante lo que no se puede considerar de otra forma que de abuso. No tiene gracia.
"Mirá quién habla", puede estar pensando alguien teniendo en cuenta la virulencia de algunos posts subidos a este blog, pero hay diferencias. Dejemos de lado la esfera política en la que ofender a los protagonistas de la misma es casi un deber; al fin y al cabo si alguien tiene el derecho de decidir sobre nuestros úteros o nuestros pulmones, uno tiene también el derecho de decir que a ese gran decididor se lo volteó un perro o alguna otra infamia, aunque más no sea como pequeña venganza. Pero donde ha habido más ofendidos respondones es en el campo de las artes, específicamente en el de la música. Coincido en que en FYT se le ha pegado violentamente de vez en cuando a figuras como el sensible Jorge Drexler, Hereford, La Vela Puerca, NTVG, Dani Umpi, Dobermann y La Trampa, etc. Supongo que no me va a creer nadie, pero en ninguno de estos casos hubo una animosidad personal hacia estos músicos. Me explico; no conozco, o conozco muy superficialmente, a esta gente, que tiene muy distintos vicios y virtudes, pero todos tienen algo en común: son el mainstream, la fachada, el signo musical uruguayo de estos tiempos. Son la música uruguaya en un tiempo desesperante para mí, un melómano al que no le gusta nada de la música popular de su tiempo. Posiblemente muchos de los trabajos que he despreciado o subestimado hayan sido hechos con espíritu, dedicación y honestidad, tal vez soy yo el que no ha podido apreciarlo.
No siempre fue así; me ha tocado vivir tiempos en los que Alfredo Zitarrosa, Jaime Roos y El Cuarteto de Nos fueron, alternativamente, los artistas uruguayos más populares y difundidos gracias a su música exquisita. ¿Será que me agarró un viejazo un poco prematuro? Puede ser, pero hasta que me muestren una canción de los artistas populares actuales que pueda competir con 'Milonga de ojos dorados', 'Quince abriles' o 'El guardián del zoo', prefieron pensar que es mera degradación del gusto. Degradación que, en mi opinión, tiene mucho que ver con la impunidad olímpica en términos críticos de la que los artistas actuales gozan y que se ha vuelto un tema central en este blog. La crítica, además de servir de contralor, también tiene una función constructiva para los artistas que sepan bajarse de su ego para leer terceras opiniones, pero la gente encargada de hacerla en los medios públicos decidió abdicar de esa posibilidad para sumarse a la fiesta y "no tirar para atrás", limitándose a festejar números de entradas y discos vendidos como si eso tuviera una auténtica relación con la calidad del producto (y siendo intensamente hipócritas, porque durante el auge de la cumbia, esa música de plancha, las ventas nunca parecieron ser argumento suficiente para respetar a un músico).
No creo haber ganado nada peleándome con el mainstream musical uruguayo, y estoy seguro de haber perdido bastante ("todo vuelve" es la frase favorita de los uruguayos modernos, y no están hablando de karma precisamente), pero me pareció que ante el silencio -mitad cobardía, mitad tolerancia imbécil- había que decir que el emperador estaba en pelotas. Y cogíendose a un niño, además. Sin embargo me da la impresión, quiero creer, que el triunfalismo acrítico comienza lentamente a revertirse. Por de pronto me sorprendo a leer una reseña del Pilsen Rock en Búsqueda en la que el cronista finalmente puede escribir lo que se sabe desde hace años: que el cantante de una de estas bandas es totalmente nulo como showman (si uno no es una catorceañera en plena explosión hormonal). Dentro de poco inclusive se llegue a hablar sinceramente acerca de sus habilidades de canto. No va a cambiar nada a corto plazo para ninguno de estos artistas exitosos, pero tal vez en los próximos años sea más habitual que, al menos uno de cada cinco de sus escuchas potenciales, sea capaz de dudar acerca de la infalibilidad de sus ídolos -aunque llenen estadios olímpicos de brazos en alto- , de confiar en la voz interna que le dice que no sólo de hamburguesas vive el hombre y de pedir algo más al verse enfrentado con un nuevo producto mediocre. Y, terror de los terrores, si no es satisfecho buscar en otra parte, en otra banda. Puede ser que algún día los escuchas de música vuelvan a recordar que una banda -o incluso un solista- es entre otras cosas una microempresa que el financia, no una causa bendita.
Yo creo de corazón que la promoción de cualquier estética implica el hacer espacio sacando a codazos a otras. Hay algo hasta justiciero -y totalmente lícito- en el intentar destruir con buenos argumentos la credibilidad de cualquier propuesta adoradaPero invito a alguno de los que decidieron grabar el contenido entero del blog y que tenga espíritu de mono matemático a comparar entre la cantidad de posts "positivos", orientados a difundir obras creativas y artistas -especialmente uruguayos- que considero valiosos, y los posts "negativos", orientados a, digamos, destruir a lo Atila. El número de los primeros es ampliamente superior, sin embargo estoy seguro de que se recordará más la función corrosiva. Y es una lástima.
Todo en este blog no ha sido más que una apasionada y tal vez exagerada declaración de amor por el uso del criterio, la facultad interpretativa y la elocuencia como forma de esgrima. Y, por sobre todas las cosas, de amor a la música, a la buena música. Si no se entendió así, entonces no se entendió nada. Y posiblemente yo sea el único culpable.
***
Ink III: Hoy en día hasta Emanuel Ortega tiene tatuajes, pero no siempre fue así, en realidad es un fenómeno mucho más reciente de lo que se supone. Yo viví los tiempos en que el tatuaje delataba inevitablemente algunas vacaciones carcelarias o extranjería, y en los que veíamos a Henry Rollins -mucho menos tatuado que fabricantes de canciones para adolescentes como los de Blink 182 o AFI- y nos parecía ver a alguien que estaba muy mal, a un loco.
Uno de los primeros tatuajes que vi en una persona que no era ni un loco ni un tumbero fue en el omóplato de la novia del hermano de un amigo mío. Era una chica de Arquitectura, varios años mayor que yo, y una mujer de belleza legendaria y oscura sobre la que se tejían todo tipo de historias perturbadoras pero se sabía muy poco. Un día en el que la vimos pasar y sorprendentemente pudimos levantar la vista de su culo descubrimos que tenía un águila tatuada en la espalda, casi sobre el hombro izquierdo, un tatuaje más bien pequeño y discreto para los estandars de hoy. Pero a mí y al resto de mis amigos nos chocó ¿por qué una mujer se sometería a lo que imaginábamos como una operación dolorosísima, para dibujarse un pájaro indeleble en la espalda? y, sobre todo, ¿por qué justamente una chica tan excepcionalmente atractiva, que naturalmente hacía que los autos chocaran en las esquinas de Avenida Brasil y que nosotros, pendejos cachondos, veíamos como encarnación de la mujer inalcanzable? ¿qué podía aportarle? Pero éramos demasiado jóvenes como para entender el poder de la belleza como individuación. O para entender por qué no dejábamos de mirar esa águila.
***
Ya que los nombrábamos, Drexler (acompañado por Supervielle) y NTVG amenizaron a los presidentes, vicepresidentes y cuatro de copas varios que vinieron a la Cumbre Iberoaméricana. Supongo que fue todo un gesto de buena onda entre países hermanos el tener a Emiliano Brancciari pontificando sobre la unidad latinoaméricana en nombre del arte uruguayo, ya que el hombre es argentino, dato que quiero creer que los organizadores tenían clarito. Pero más allá de voluntades figurettis e imprecisiones geográficas, me gustaría saber -en serio- qué se les pasa por la cabeza a esta gente cuando tocan frente a presidentes, a receptáculos humanos de poder y maldad superiores a los de la mayoría de los mortales, pero que además ni siquiera fueron a ver el espectáculo, sino que simplemente están cumpliendo obligaciones protocolares, y obviamente lo que pase sobre el escenario les importa una mierda.
Me doy cuenta también de la domesticación de los abanderados musicales, pensemos, ¿qué organizador demente hubiera invitado a tocar en el Solís a, pongamos, Daniel Viglietti? o ¿qué artista no soñaría con una oportunidad así para hacer un notable y legendario bardo cantándole un par de frescas a dos o tres de los canallas de campeonato presentes? En el mundo Drexler estos riesgos no existen -el hombre, tal vez seguidor de alguna religión oriental, sigue convencido de que cantar a capella con voz temblorosa es un gran acto de rebeldía-, en el mundo Drexler nadie se va a salir del guión, ni a hacerle una pedorreta a los poderes. En el mundo de los artistas de la Cumbre los recitales terminan con el himno nacional y el público cantando a voz en cuello.
***
Escucho un programa periodístico de radio, No toquen nada, donde pasan, muy adecuadamente en relación a la Cumbre Iberoamericana, la versión de Leo Maslíah del clásico 'La Muralla' de Quilapayún. Apenas termina, el conductor está leyendo mails de los escuchas y lee uno en el cual alguien le protesta por haber pasado al "sabelotodo intelectual de Maslíah". Un reflejo inmediato, digamos.
Ahora, la versión de Maslíah es -salvo algún chiste un poco tonto- muy graciosa y, en el contexto de visitas internacionales y de rotundas medidas de seguridad que han cercado de "murallas" a Montevideo, una elección muy adecuada para pasar en un programa esencialmente de noticias durante estos días y una canción razonablemente corta. Además nadie puede decir que se esté pasando por un período de saturación de Maslíah, al contrario, para ser un músico de la importancia que tiene más bien habría que decir que parece estar vetado en los medios radiales. No es así y en verdad su ausencia tiene que ver más bien con el hecho de que sus últimos trabajos están enfocados en las áreas más "difíciles" de su obra (dejando un poco de lado su faceta más bufonesca), y con el que Maslíah esté de perfil más bajo de lo común y con el mal gusto que distingue a estos años.
Maslíah es un músico bastante minoritario y culto, por lo que dentro de la perversa lógica de mercado es bastante previsible el que sea poco popular, de hecho no me parece mal -como podría- el que a alguien le parezca directamente muy malo o inescuchable lo que hace. A mí me pasa lo mismo con el 90% de la música uruguaya, especialmente la más difundida. Pero el escucha del programa de Rosenberg se molestó -no, en verdad salió corriendo porque el mail llegó un par de minutos después de que la canción terminara- en sentarse en el PC, abrir el correo, pensar algo "ingenioso", buscar la dirección del programa y enviar el mensaje, sólo porque se había pasado una canción de un artista que no le gusta y que no pasan casi nunca, ni allí ni en ningún programa. Y su argumentación despreciativa era tratar al tipo de "sabelotodo" e "intelectual", en cierta forma en sintonía con un comment reciente en este blog, en el que se lo trataba también de multiopinador cuando en realidad Maslíah es un tipo muy tímido y bastante complicado de entrevistar, como puede haber comprobado cualquiera que haya tenido interés en hacerlo.
Puede parecer una cosa muy menor, pero a mí me aterra/indigna el que haya imbéciles de semejante calibre, capaces de hacer toda una serie de operaciones volitivas para contarle al mundo en forma anónima su desagrado sobre el trabajo de alguien que evidentemente no puede apreciar (en el sentido de entender y disfrutar) y que tiene tal complejo de inferioridad cultural que no puede esperar dos minutos para insultar a alguien que además es un músico, no un opinator, por ser un "sabelotodo"....
Bueno "sabelonada", seas quien seas que derivas por el mundo con tu mal olor a ignorancia a cuestas; a mí, escucha del programa de Rosenberg, me importa un sorete tu repelente opinión y te pediría que en el futuro te guardaras tus prejuicios de minusválido cultural y tu envidia del pene interpretativo, y que no usaras un medio -los mensajes instantáneos- para apestar el eter con reivindicaciones de la muerte cerebral. Felicito al Sueco Leiva por haber elegido tan bien una canción en un momento tan exacto y lamento que haya pedazos de mierda como vos escuchando el programa en busca de una oportunidad para hacer público tu mal gusto y tus disfunciones culturales como si fueran una virtud, especie de primate deglutidor de pelotillas, macaco incapaz de recordar un cántico de hinchada sin la letra, cretino sommelier de esperma, incubador de parásitos patones, emperador de la halitosis y el sarro, tocador exclusivo de culos en transportes públicos, bobo de la barra y pobre tipo.., que te quede claro una cosa: diga lo que diga Maslíah, cante lo que cante, coincidamos o no coincidamos en que es una pelotudez o una genialidad, siempre va a ser interesante o, como mínimo, digno de escuchar. Es decir: exactamente lo contrario que tu patética misiva de infradotado que cree que cualquier cosa que aparentemente lo supere en lo cultural (es decir: cualquier cosa) es un acto de arrogancia intelectual. No lo es, idiota, así que sentate y escuchá: capaz que aprendés como aproximarte a la especie humana otra vez.
***
Ink IV: Hace ya demasiados años fui a un luau, una de esas monstruosas fiestas nocturnas que los brasileros hacen sin demasiadas excusas, en una playa de Arraial D'Ajuda. Estaba con una pareja de compatriotas bebiendo capeta, letal trago nordestino que mezcla vodka con leche condensada, canela y polvo de guaraná, y que tiene un efecto similar al de un licuado de anfetaminas y alcohol rectificado. Pero la noche había sido demasiado larga, incluso con capeta, y en algún momento la chica y yo nos fuimos a dormir, dejando a su pareja -un personaje, digamos, impulsivo- ligeramente ebrio y rondando las tienditas donde hacían tatuajes. Cuando llegué a la posada empezaba a clarear y las nubes nocturnas de mosquitos habían desaparecido, así que decidí echarme en una de las hamacas paraguayas que colgaban de poste a poste del teche frente a los cuartos, escuchando el Harvest Moon de Neil Young.
Un par de horas después me despierta alguien que grita y veo aparecer al flaco que habíamos dejado en la playa, que viene tambaleándose y eufórico por el camino de tierra que llevaba a la posada. Se me acerca y con enorme orgullo me dice "mirá lo que me hice". Se levanta la manga de la remera y me muestra un fresquísimo tatuaje de una enorme pantera que le ocupa casi todo el brazo, con una gran cabeza de ojos saltones en el hombro y un cuerpo que se estiraba hasta que la cola pasaba varios centímetros abajo del codo. Me quedo bastante sorprendido y con serias dudas acerca de si hicimos bien en dejarlo solo en la fiesta.
"¿Te gusta?", me pregunta, con un entusiasmo que no espera más que confirmaciones. Yo miro a ese enorme gato permanente y le digo: "Ehhh... ¡qué grande que es...!", y lavándome las manos agrego, "¿a vos te gusta?". El tipo vuelve a mirar su tatuaje, estudiandolo con falsa dignidad de ebrio y me dice: "bueno..., igual me va a gustar", y se va para su cuarto, dejandome admirado ante tan tremenda respuesta.
***
Vi por tercera vez Fear & Loathing in Las Vegas de Terry Gilliam, y finalmente me convence de que es una gran película y una gran adaptación. Puede ser que sean las drogas alucinógenas que conocí/consumí desde su estreno hasta ahora, pero me parece que mi mala impresión inicial se debía más que nada al rechazo que se suele sentir hacia todas las obras artísticas que de alguna forma relacionamos muy directamente con algún tiempo pasado de nuestras vidas. En este caso era doble: Gilliam era mi director favorito durante mi adolescencia y Thompson uno de mis escritores favoritos de mis primeros años adultos. Con el tiempo he descubierto que uno tiende a asociar estimulos tan fechados en la historia propia con la estupidez e inmadurez de esos mismos años, pero que generalmente en algún momento uno se da cuenta de que entonces ya teníamos bastante buen gusto y que esos artistas siguen siendo igual de buenos. Siempre pasa; un día agarramos ese disco de AC/DC o The Damned que recordamos como una boludez y nos damos cuenta de que es mejor que cualquier mierda contemporánea que estemos escuchando. Es inevitable, son cosas que nos quedaron grabadas para siempre en la psiquis no porque tuviéramos un mal gusto terrible cuando éramos más jóvenes sino por lo contrario, porque ya sabíamos instintivamente de qué se trataba: los chicos tienen, o tenían, muy buen gusto.
Días después veo la mucho menos conocida 'Where the Buffalo Roam' (Art Linson, 1980), en la que Bill Murray y Peter Boyle toman los roles de Hunter S. Thompson y su abogado en un rejunte de historias del periodista gonzo -incluso alguna historia menor del 'Fear & Loathing..."- en una película de pulso extraño, con música de Neil Young, más concentrada en los aspectos extravagantemente payasescos de la personalidad de Thompson y su attorney. Sin embargo y aunque inferior a la película de Gilliam, es bastante buena y uno se queda asombrado con respecto a lo distintiva (y contagiosa) que debe haber sido la personalidad de Thompson, porque Murray lo interpreta con exactamente los mismos tics excéntricos que Johnny Depp en la película posterior. De hecho deben ser tics muy pegajosos, ya que al parecer Murray se llevó varios de vuelta para las filmaciones de Saturday Night Live, donde fue puteado por todo el elenco a causa de su notorio cambio.
Pero esto es lo superficial, porque leo a Thompson y vuelvo a quedar prendado de su furibundo mensaje libertario y de su estilo inigualable, pero mientras pienso en cómo evocar su personalidad y prosa heroica, me acuerdo que Frank Kelly Rich, el valiente borrachín que creó la Modern Drunkard Magazine, escribió una maravillosa elegía, de la que me permito reproducir algunos párrafos emocionados en los que además se nombra un tigre, y que me exhimen del trabajo sobre mármol verbal:
Nowadays the main rule is Play It Safe. Not only should you look before you leap, you should think very seriously about attending a Leapers Anonymous meeting and discussing the possibility that you have a leaping problem. We’re all told at one point to tone it down, to start behaving responsibly and settle into that grey lockstep toward the prison of death. Nearly everyone eventually bows to that pressure, which is what made Hunter such a rare creature. He never backed down, he never sold out the ideals of his youth; instead of toning it down he cranked it up.
He loped along like a crazy tiger and I think we all understood that that was how he was going to go out — at full stride in a sudden spasm of violence. We knew death wasn't going to finally catch up with him in a nursing home where he’d crawled to die.
People liked to say, and I was one of them, that Hunter had lost a step toward the end, that his tidal wave of talent had crested and broke decades before and was now quickly receding.
Which may be true, though it hardly matters. His ideals were already firmly planted in the firmament of society. The lighthouse still stands and the light still burns bright.
Long live the king
***
Shakira es la mujer menos atractiva del Planeta Tierra, definitivamente. No hay nada menos atractivo que un bufón que se toma en serio lo que hace, y eso es lo que hace la colombiana: hace de caricatura latina para los no-latinos y se toma en serio, y está en todas, todas, todas, todas partes. Y me la trae asombrosamente floja, a pesar de haber tapizado el mundo con su boca connotando fellatios (¿o alguien es tan pelotudo para creer que lo de "fijación oral" viene por el lado de la expresión o los chocolates?), digo, es asombrosamente no-sexy. Cuando surgió era una especie de versión latina y degradada de Alanis Morrisette, algo así como lo que Maná es a Police, que por lo menos metía ganchos en sus canciones, pero ahora ni eso. Y está conquistando el mundo con su modelo perfecto de lo que debe ser la subalternidad latina. Es terrible. Pero además me la trae flojísima, por lo menos Paulina Rubio cumplía, Shakira no. Las caderas no mienten, pero Shakira sí, todos los que venden a Shakira mienten, están vendiendo un auto que no funciona.
Y ya que hablamos de mercadería en mal estado, ¿soy solo yo el que piensa que Paris Hilton, además de ser una conchuda de campeonato y tonta como un palo, es más fea que un poco higienizado culo de mandril? ¿Qué mierda le está pasando a la líbido mundial?
Y sigo un poco; por primera vez que yo recuerde concuerdo completamente con Rodrigo Fresán en su apreciación sobre Scarlett Johanson y la acalambrante saturación a las que nos han sometido los medios con su agradable pero no sobrenatural figura. Perros de espectáculos: dejen de proponer la belleza en un sólo envase de moda, la mujer única que resume a todas las demás es algo bárbaro si uno es un joven enamorado, no un método de difusión de un inquieto agente de prensa.
***
Hay dos clases de profesionales que me admiración por encima de todas las demás y a las que nunca me hubiera atrevido porque son propias de los ubermensch, de los hombres superiores. Estas son la de músico de jazz y la de comediante, refiriéndome, por supuesto, a los grandes exponentes de ambos trabajos, que han coexistido en los mismos escenarios durante décadas.
Me bajé un extraño documental llamado The Aristocrats (Paul Provenza, 2005) y que consiste exclusivamente en varias decenas de comediantes de primera (George Carlin, Lewis Black, Eric Idle, Eddie Izzard y muchos más) contando el mismo chiste, una grosería bastante libre y no especialmente cómica, en distintas versiones, y opinando sobre el mismo además, y me doy cuenta de que no hay una mejor prueba de la conexión entre el humor y la música que este documental. Uno sabe el final del chiste, uno sabe las variaciones de obscenidad que pueden hacerse al respecto, pero cada uno de los presentes -al menos los realmente talentosos- se las arreglan para darle su toque personal, y ese toque está casi siempre en la voz, no en la cara, del comediante. Es casi siempre una cuestión de fraseo, de tempo, de valoración de los silencios, de volumen... los tipos están cantando una canción popular, no contando un chiste, e improvisan sobre la misma como músicos de jazz, como gente que conoce la línea que divide a los profesionales de los voluntariosos, a los artistas de los que no lo son. En mi perfecta dictadura onírica ataría al 80% de los cómicos uruguayos a una silla y los obligaría, como a Alex en La Naranja Mecánica, a ver The Aristocrats 20 veces seguidas. No sé si serviría de algo, pero por lo menos dejarían las pantallas libres durante 40 horas.
***
Ink V: Veo unas fotos del gran concierto de cantautores metrosexuales que reunió en Montevideo a Kevin Johansen con Paulinho Moska. Ambos lucen musculosas que dejan ver sus hombros, bíceps y tatuajes. Moska tiene un corte de pelo impresentable, pero sus tatuajes son discretos y más o menos pasables (parecen una mezcla de ideograma kanji y abstracción tribal). Johansen tiene un buen corte de pelo pero lo que lleva tatuado en el hombro es... una pipa. No cualquier pipa, sino una reproducción de la pipa de René Magritte, la del famoso "Ceci n'est pas une pipe" que tanto ha dado que hablar a los teóricos de la vanguardia. Incluso debajo del tatuaje tiene también tatuada una frase manuscrita que lo pequeño de la foto no me deja leer, pero que supongo que es -justamente- el Ceci n'est pas une pipe del que hablábamos.
Kevin, Kevin, Kevin, Kevin... yo sé que no debe ser nada fácil ser ingenioso, moderno e intertextual 24 horas por día (yo a las 8 horas empiezo a eructar y las citas me salen cruzadas), pero te puedo asegurar que hay cosas que no hay que tatuarse, porque no quedan bien, más allá de la tradición cultural que se esté evocando y que a uno le guste probar que leyó algún libro de Taschen sobre pintura surrealista. Quiero decir; o.k., Magritte era un gran pintor y un buen dibujante, y de pronto se puede rescatar alguno de sus dibujos para convertirlo en tatuaje. De pronto alguno de sus personajes de saco y bombín... de pronto ese pájaro hecho de cielo... de pronto aquella legendaria y enorme rosa.... pero la pipa no, Kevin. Si a uno le gusta el surrealismo hay un montón de dibujitos evocadores que se puede grabar uno en el cuerpo (si hubiera probado con el Europa después de la lluvia de Max Ernst se hubiera ganado todos mis respetos), pero una pipa -más allá de lo que diga la frasesita de abajo- sigue siendo una pipa, algo que queda bien en la boca, no en un brazo. Es como tatuarse un plato de mondongo. Hay mil y una cosa que uno puede tatuarse, pero no queda todo bien y la imaginería ornamental propia de los tatuajes (está bien que uno piense un poquito en el significado, pero el valor del tatuaje es sobre todo ornamental) es más bien juvenil y primitiva: símbolos rituales, tanáticos, animales o meramente decorativos que representan una concepción de belleza ligada al dolor, a lo definitivo y a lo tribal (aunque el tatuaje no lo sea). No a un comentario de vernisage de un ganso que piensa que una cumbiera intelectual es un oxímoron divertidísimo. Cada uno es libre de tatuarse lo que se le cante, pero en términos de clase la pipa de Magritte tiene tanta onda como un retrato de Federico Klemm con una bandera en el orto.
La mierda; ¿esta es la generación que viene a reemplazar a Caetano Veloso y a Fernando Cabrera? ¿quién es el encargado del control de calidad?
***
Me quedé sin escribir un largo post que pensé durante mucho tiempo. Iba a ser sobre lo que yo me acostumbré a llamar "la mafia de la amistad" y que no es otra cosa que el tradicional "amiguismo" uruguayo adaptado a las nuevas generaciones mediáticas y transformado de una pequeña falta en un gran valor.
Pero me agotó y, sinceramente, no tuve ganas de ponerme en contra a toda una sinergía de difusores, músicos, graciosos profesionales, figurettis, publicistas, periodistas, comunicadores audiovisuales y escritores treintañeros. A toda la sinergía que goza de los privilegios de atención que produce el ser integrante de un grupo que no sólo no siente un poco de pudor al privilegiar la obra de sus amigos, sino que además reivindica esta discrecionalidad como si fuera algo bueno, como si fuera algo que los hombres de bien hacen por sus amigos.
No, eso lo hacen los corruptos, pero además los corruptos egocéntricos, porque el considerar que la propia amistad es aval de la bonomía o el talento de cualquier persona implica el considerar que uno mismo es tan valioso que solo tiene por amigos a los grandes hombres.
Yo prefiero y rescato lo diametralmente opuesto: hace varios años un director con el que yo tenía una notable mala relación a priori (producto de algunos prejuicios clásicos del benito más joven) decidió, a pesar de esta antipatía, dedicar tiempo, espacio y trabajo a un proyecto en el que yo estaba directamente involucrado. Me sorprendió genuinamente porque esta capacidad de separar lo meramente subjetivo de lo que se percibe como importante más allá de afinidades es, no es solo rara sino imposible de encontrar en este medio. Pero esa independencia de criterios y conveniencias es algo propio de gente insular y capaz de ver por fuera de su propia endogamia mediocre, algo que la obra posterior de esa persona confirmaría ampliamente años después.
Pero hoy vivimos en el hoy, donde se cuidan las espaldas y donde parece totalmente razonable el formar parte de grupos en los que se intercambian cortinas musicales por difusiones masivas y donde la frase "es un amigo" presupone un valor que deberíamos compartir los que no somos amigos de esas personas, ni vamos a serlo yendo por estos caminos misántropos.
Hubiera sido un post interesante, lleno de nombres y ejemplos, pero no lo voy a escribir. No tengo ganas de meterme en líos, y además tendría que nombrar a algunos amigos.
***
Vi por segunda vez -la primera fue hace mucho tiempo- Las noches de Cabiria y estudio con cuidado a Giulietta Masina. No me extraña que a pesar de todas sus historias con actrices voluptuosas, Fellini siempre volviera con ella; esa mujer era mágica.
Su actuación en Las noches de Cabiria ha sido votada muchas veces como la mejor actuación femenina de todos los tiempos. Es una cosa difícil de afirmar, pero al mismo tiempo es dificil pensar en un ejemplo mejor. Seguramente para las escuelas actuales de actuación lo de la Masina está demasiado actuado pero, como en el realismo social de Mike Leigh (no sé por qué no paro de pensar en Leigh durante toda la película de Fellini), esto no la vuelve más irreal sino lo contrario. Masina no habla y no explica: canta y conjura.
Cuando se despide de Wanda y se marcha en el ómnibus detengo la película y me quedo sin ver el final. No tengo ganas de ver como Victor engaña a esa buena mujer. En cambio vuelvo al principio, la escucho berrear los diálogos reos que le escribió Pier Paolo Pasolini, admiro sus cejas luciferinas y su espiritu angelical y la observo bailar mambo en la calle otra vez.
***
Ink VI: Me miro el tatuaje nuevo por centésima vez en el día. Me daría algo de vergüenza si no fuera porque sé que todos los recientes tatuados hacen exactamente lo mismo. Después me pongo a pensar en algunas decisiones y promesas que ligué con dicho tatuaje; yo creo que cada vez que uno hace algo decisivo o permanente en su vida, tiene que aprovechar esto para que le sirva de recordatorio, de ayudamemoria, de los planes y expectativas de uno en ese momento.
Un nuevo trabajo, una nueva pareja, una nueva casa, un nuevo tatuaje, cualquier cosa que tenga una evidencia perpetua sirve como mojón para verificar el temple de nuestros sueños, simplemente porque es un punto fijo en el calendario o en nuestro cuerpo o en nuestras vidas. Una nueva señal de partida hacia nuevas formas de ser uno mismo. Una forma de dejar evidencia material de los buenos consejos que nos damos y que nunca cumplimos.
Bien, sé lo que me está diciendo y recordando este tatuaje y voy a tratar de honrar el compromiso. Como si no supiera que los otros tatuajes también tenían que recordarme algo que ahora no encuentro en ningún lugar de mi memoria.
Pero está bien, así me distraigo de la sangre en el brazo. Y por lo menos Will Smith no cantó.
***
Casi cierro el blog sin atender por última vez a mi gremio favorito: el de la publicidad. Pero la verdad es que en los ultimos meses ningun corto me había ofendido o extrañado como para motivarme a escribir (aunque la parábola latinoamericanista de BANDES y los sobrecitos con "miedos" al viento me hincharon bastante). Pero justo para las últimas semanas una sucesión de tonterías y/o cosas atroces me recordaron cuánto me irrita el aparato motivacional del consumo y su "creatividad".
En primer lugar destaco una extranjera: la publicidad de crema anti-celulitis de Nivea. Sí, es esa; un grupo de chicas de piernas largas en hot pants bailan por la calle y se despiden de algo invisible (suponemos que de la celulitis) con significativa alegría, hasta que, en pleno climax de felicidad, una de ellas brinca en el aire y queda fija, inmortalizada en el frasco de dicha crema. Mi objeción es meramente técnica y de casting: la chica elegida tiene piernas muy largas, es muy bonita y está muy contenta de decirle adiós a las adiposidades, pero la chica elegida: a) no tiene más de 20 años b) no pesa más de cincuenta kilos aunque es notoriamente alta y c) carece completamente de culo, de hecho sus largas piernas le llegan directamente a la espina dorsal. Entonces; ¿como carajo va a tener celulitis? ¿por qué no contratarla para un aviso de champú contra la calvicie o de controles de próstata? ¿estamos mutando?
El segundo aviso problemático es, cuando no, uno contra el tabaquismo. En él se hacen una serie de preguntas de imposible respuesta que asocian a un lugar o una actividad con su elemento más distintivo, ej: "¿Te imaginás el tango sin Gardel?" No, se supone que debemos responder (aunque yo sí me lo imagino bastante bien, ya que la época gardeliana es la que menos me importa del tango, reconociendo que sí sería imposible imaginar a los discutidores de pelotudeces tangueras sin el zorzal criollo), y, luego de varias de esas preguntas, nos encajan un "¿Te imaginás a vos sin tu salud? Nosotros no..." y te recuerdan los mil y un males que el tabaquismo trae consigo. Ok, no voy a discutir sobre los males del cigarrillo ya que es innegable que esos cilindrillos maléficos son los culpables hasta del agujero de la capa de ozono, los brotes neofascistas y la tristeza de los sauces, pero me hace mucho ruido la pregunta y su formulación; "¿Te imaginás a vos sin tu salud?" Bueno, sí, de hecho he tenido una buena cantidad de enfermedades que me han dejado más o menos postrado temporariamente, y me puedo imaginar perfectamente: ahí, en la cama, más o menos jodido, con mala cara pero feliz por no ir a trabajar. Qué linda imagen, pucha digo. Pero supongo que los señores publicitarios me exigen sacarme más salud para dar rienda libre a mi imaginación. De hecho, me exigen que me imagine sin salud, sin nada de la misma, y la única forma de no tener nada de salud es estar muerto. Bueno, me imaginé sin nada de salud, definitivamente muerto. En un cajón relleno con las colillas de los cigarrillos que me fumé cuando fumaba, con un raro look gótico, rodeado de mujeres hermosas que no pueden parar de llorar y músicos con visible expresión de alivio. Bárbaro, ya me imaginé. Ahora, ¿cómo mierda introduzco esa triste imagen en el sintagma propuesto por el aviso?, quiero decir, ¿cuál es el sintagma? ¿músicos fiambres? ¿posibilidades sin desarrollar? ¿imaginaciones morbosas? ¿asociaciones libres de publicistas aburridos...? La verdad el aviso parece pagado por alguna tabacalera que quiere quedar bien sin que se entienda un joraca y, por supuesto, sin asustar a nadie.
El último ejemplo proviene de una agencia de seguros, y opera sobre esa costumbre tan humana de estar permanentemente insatisfechos con nuestro momento vital. Así el reclame habla de cuando andamos en triciclo y soñamos con andar en bicicleta, del deseo de tener 18 para poder conducir un auto (diferencias entre las personas; mi mayor deseo de tener 18 años no era para poder matarme en un sucio auto sino poder ver cualquier película con tranquilidad), el deseo de una mujer y luego de una hija con esa mujer... y entonces las cosas se complican y el lírico redactor anota, mientras en pantalla una mujer joven vestida como mayor de lo que es mira desde una reposera a unos jovencitos que franelean mientras el voiceover dice: "Y después de pasar los treinta, por unos segundos quisiste volver a los veinte". Ay, joven creativo de lírica pluma; uno ha estado en tu puesto y sabe que una de las leyes sagradas de la publicidad es no escribir nada que inquiete al cliente potencial, pero... ¿unos segundos? ¿cuántos? ¿unos 780.00 por año? Muñeco; la juventud y para ser exacto la dorada década de los veinte es el más preciado de los bienes en la sociedad actual y, por lo general, la década de la plenitud física. No hay persona mayor de los treinta -y supongo que después debe empeorar- que no tenga el deseo más o menos permanente de ser más joven, por lo menos en lo físico. Claro que salvo casos patológicos, como esas viejas operadas cada vez más frecuentes, es un deseo integrado en nuestro subconsciente -como el de matar gente- que no nos desvela ni nos impide la felicidad su incompletud. Pero, "¿unos segundos?"... Andá a felar camellos, vos y tu generación de mercaderes de deseos.
***
Ink II: No a todo el mundo le gustan los tatuajes, sin embargo es un hecho el que todo tatuado reciente encuentra las excusas más curiosas para exhibir lo que acaba de imprimirse en el cuerpo, es una ley. También es una ley, o por lo menos uno de los tantos corolarios de Murphy, que sin importar lo poco receptivo que uno sea habitualmente al contacto físico, a cada conocido que te encuentres cuando estás recién tatuado se le ocurra agarrarte violentamente y/o golpearte en el punto exacto del tatuaje.
***
Los blogs tienen una notoria prensa favorable -al menos de la boca para afuera- y es lógico que así sea; al fin y al cabo suelen ser muestras de trabajo gratis y desinteresado, que funcionan como una suerte de para-periodismo en momentos en que el grado de desconfianza hacia la media establecida es alto y bla bla bla.... (no voy a explicar lo que es un blog como si esto fuera un suplemento juvenil de un diario achanchado). A punto de abandonar uno de ellos bastante popular me resulta fácil ver sus atractivos, especialmente para los lectores y ocasionales comentadores, y su posible necesidad como alternativa y vigía.
Sin embargo yo no tengo una visión muy idílica de los blogs; en EE.UU. una buena cantidad de los mismos se han vuelto una suerte de aparato para-estatal de difamación en contra de los liberals, siendo financiados por cajas paralelas -o desvergonzadamente oficiales- del Partido Republicano. Pero más allá de estas siniestras intencionalidades pagas, el formato del blog también puede utilizarse para perseguir, acosar e insultar desde las tinieblas, desde los datos incomprobables, desde el rumor, la amenaza implícita y el sobre-entendido. En realidad hay muchos ejemplos locales de blogs utilizados con saña en contra de personas más bien impotentes ante lo que no se puede considerar de otra forma que de abuso. No tiene gracia.
"Mirá quién habla", puede estar pensando alguien teniendo en cuenta la virulencia de algunos posts subidos a este blog, pero hay diferencias. Dejemos de lado la esfera política en la que ofender a los protagonistas de la misma es casi un deber; al fin y al cabo si alguien tiene el derecho de decidir sobre nuestros úteros o nuestros pulmones, uno tiene también el derecho de decir que a ese gran decididor se lo volteó un perro o alguna otra infamia, aunque más no sea como pequeña venganza. Pero donde ha habido más ofendidos respondones es en el campo de las artes, específicamente en el de la música. Coincido en que en FYT se le ha pegado violentamente de vez en cuando a figuras como el sensible Jorge Drexler, Hereford, La Vela Puerca, NTVG, Dani Umpi, Dobermann y La Trampa, etc. Supongo que no me va a creer nadie, pero en ninguno de estos casos hubo una animosidad personal hacia estos músicos. Me explico; no conozco, o conozco muy superficialmente, a esta gente, que tiene muy distintos vicios y virtudes, pero todos tienen algo en común: son el mainstream, la fachada, el signo musical uruguayo de estos tiempos. Son la música uruguaya en un tiempo desesperante para mí, un melómano al que no le gusta nada de la música popular de su tiempo. Posiblemente muchos de los trabajos que he despreciado o subestimado hayan sido hechos con espíritu, dedicación y honestidad, tal vez soy yo el que no ha podido apreciarlo.
No siempre fue así; me ha tocado vivir tiempos en los que Alfredo Zitarrosa, Jaime Roos y El Cuarteto de Nos fueron, alternativamente, los artistas uruguayos más populares y difundidos gracias a su música exquisita. ¿Será que me agarró un viejazo un poco prematuro? Puede ser, pero hasta que me muestren una canción de los artistas populares actuales que pueda competir con 'Milonga de ojos dorados', 'Quince abriles' o 'El guardián del zoo', prefieron pensar que es mera degradación del gusto. Degradación que, en mi opinión, tiene mucho que ver con la impunidad olímpica en términos críticos de la que los artistas actuales gozan y que se ha vuelto un tema central en este blog. La crítica, además de servir de contralor, también tiene una función constructiva para los artistas que sepan bajarse de su ego para leer terceras opiniones, pero la gente encargada de hacerla en los medios públicos decidió abdicar de esa posibilidad para sumarse a la fiesta y "no tirar para atrás", limitándose a festejar números de entradas y discos vendidos como si eso tuviera una auténtica relación con la calidad del producto (y siendo intensamente hipócritas, porque durante el auge de la cumbia, esa música de plancha, las ventas nunca parecieron ser argumento suficiente para respetar a un músico).
No creo haber ganado nada peleándome con el mainstream musical uruguayo, y estoy seguro de haber perdido bastante ("todo vuelve" es la frase favorita de los uruguayos modernos, y no están hablando de karma precisamente), pero me pareció que ante el silencio -mitad cobardía, mitad tolerancia imbécil- había que decir que el emperador estaba en pelotas. Y cogíendose a un niño, además. Sin embargo me da la impresión, quiero creer, que el triunfalismo acrítico comienza lentamente a revertirse. Por de pronto me sorprendo a leer una reseña del Pilsen Rock en Búsqueda en la que el cronista finalmente puede escribir lo que se sabe desde hace años: que el cantante de una de estas bandas es totalmente nulo como showman (si uno no es una catorceañera en plena explosión hormonal). Dentro de poco inclusive se llegue a hablar sinceramente acerca de sus habilidades de canto. No va a cambiar nada a corto plazo para ninguno de estos artistas exitosos, pero tal vez en los próximos años sea más habitual que, al menos uno de cada cinco de sus escuchas potenciales, sea capaz de dudar acerca de la infalibilidad de sus ídolos -aunque llenen estadios olímpicos de brazos en alto- , de confiar en la voz interna que le dice que no sólo de hamburguesas vive el hombre y de pedir algo más al verse enfrentado con un nuevo producto mediocre. Y, terror de los terrores, si no es satisfecho buscar en otra parte, en otra banda. Puede ser que algún día los escuchas de música vuelvan a recordar que una banda -o incluso un solista- es entre otras cosas una microempresa que el financia, no una causa bendita.
Yo creo de corazón que la promoción de cualquier estética implica el hacer espacio sacando a codazos a otras. Hay algo hasta justiciero -y totalmente lícito- en el intentar destruir con buenos argumentos la credibilidad de cualquier propuesta adoradaPero invito a alguno de los que decidieron grabar el contenido entero del blog y que tenga espíritu de mono matemático a comparar entre la cantidad de posts "positivos", orientados a difundir obras creativas y artistas -especialmente uruguayos- que considero valiosos, y los posts "negativos", orientados a, digamos, destruir a lo Atila. El número de los primeros es ampliamente superior, sin embargo estoy seguro de que se recordará más la función corrosiva. Y es una lástima.
Todo en este blog no ha sido más que una apasionada y tal vez exagerada declaración de amor por el uso del criterio, la facultad interpretativa y la elocuencia como forma de esgrima. Y, por sobre todas las cosas, de amor a la música, a la buena música. Si no se entendió así, entonces no se entendió nada. Y posiblemente yo sea el único culpable.
***
Ink III: Hoy en día hasta Emanuel Ortega tiene tatuajes, pero no siempre fue así, en realidad es un fenómeno mucho más reciente de lo que se supone. Yo viví los tiempos en que el tatuaje delataba inevitablemente algunas vacaciones carcelarias o extranjería, y en los que veíamos a Henry Rollins -mucho menos tatuado que fabricantes de canciones para adolescentes como los de Blink 182 o AFI- y nos parecía ver a alguien que estaba muy mal, a un loco.
Uno de los primeros tatuajes que vi en una persona que no era ni un loco ni un tumbero fue en el omóplato de la novia del hermano de un amigo mío. Era una chica de Arquitectura, varios años mayor que yo, y una mujer de belleza legendaria y oscura sobre la que se tejían todo tipo de historias perturbadoras pero se sabía muy poco. Un día en el que la vimos pasar y sorprendentemente pudimos levantar la vista de su culo descubrimos que tenía un águila tatuada en la espalda, casi sobre el hombro izquierdo, un tatuaje más bien pequeño y discreto para los estandars de hoy. Pero a mí y al resto de mis amigos nos chocó ¿por qué una mujer se sometería a lo que imaginábamos como una operación dolorosísima, para dibujarse un pájaro indeleble en la espalda? y, sobre todo, ¿por qué justamente una chica tan excepcionalmente atractiva, que naturalmente hacía que los autos chocaran en las esquinas de Avenida Brasil y que nosotros, pendejos cachondos, veíamos como encarnación de la mujer inalcanzable? ¿qué podía aportarle? Pero éramos demasiado jóvenes como para entender el poder de la belleza como individuación. O para entender por qué no dejábamos de mirar esa águila.
***
Ya que los nombrábamos, Drexler (acompañado por Supervielle) y NTVG amenizaron a los presidentes, vicepresidentes y cuatro de copas varios que vinieron a la Cumbre Iberoaméricana. Supongo que fue todo un gesto de buena onda entre países hermanos el tener a Emiliano Brancciari pontificando sobre la unidad latinoaméricana en nombre del arte uruguayo, ya que el hombre es argentino, dato que quiero creer que los organizadores tenían clarito. Pero más allá de voluntades figurettis e imprecisiones geográficas, me gustaría saber -en serio- qué se les pasa por la cabeza a esta gente cuando tocan frente a presidentes, a receptáculos humanos de poder y maldad superiores a los de la mayoría de los mortales, pero que además ni siquiera fueron a ver el espectáculo, sino que simplemente están cumpliendo obligaciones protocolares, y obviamente lo que pase sobre el escenario les importa una mierda.
Me doy cuenta también de la domesticación de los abanderados musicales, pensemos, ¿qué organizador demente hubiera invitado a tocar en el Solís a, pongamos, Daniel Viglietti? o ¿qué artista no soñaría con una oportunidad así para hacer un notable y legendario bardo cantándole un par de frescas a dos o tres de los canallas de campeonato presentes? En el mundo Drexler estos riesgos no existen -el hombre, tal vez seguidor de alguna religión oriental, sigue convencido de que cantar a capella con voz temblorosa es un gran acto de rebeldía-, en el mundo Drexler nadie se va a salir del guión, ni a hacerle una pedorreta a los poderes. En el mundo de los artistas de la Cumbre los recitales terminan con el himno nacional y el público cantando a voz en cuello.
***
Escucho un programa periodístico de radio, No toquen nada, donde pasan, muy adecuadamente en relación a la Cumbre Iberoamericana, la versión de Leo Maslíah del clásico 'La Muralla' de Quilapayún. Apenas termina, el conductor está leyendo mails de los escuchas y lee uno en el cual alguien le protesta por haber pasado al "sabelotodo intelectual de Maslíah". Un reflejo inmediato, digamos.
Ahora, la versión de Maslíah es -salvo algún chiste un poco tonto- muy graciosa y, en el contexto de visitas internacionales y de rotundas medidas de seguridad que han cercado de "murallas" a Montevideo, una elección muy adecuada para pasar en un programa esencialmente de noticias durante estos días y una canción razonablemente corta. Además nadie puede decir que se esté pasando por un período de saturación de Maslíah, al contrario, para ser un músico de la importancia que tiene más bien habría que decir que parece estar vetado en los medios radiales. No es así y en verdad su ausencia tiene que ver más bien con el hecho de que sus últimos trabajos están enfocados en las áreas más "difíciles" de su obra (dejando un poco de lado su faceta más bufonesca), y con el que Maslíah esté de perfil más bajo de lo común y con el mal gusto que distingue a estos años.
Maslíah es un músico bastante minoritario y culto, por lo que dentro de la perversa lógica de mercado es bastante previsible el que sea poco popular, de hecho no me parece mal -como podría- el que a alguien le parezca directamente muy malo o inescuchable lo que hace. A mí me pasa lo mismo con el 90% de la música uruguaya, especialmente la más difundida. Pero el escucha del programa de Rosenberg se molestó -no, en verdad salió corriendo porque el mail llegó un par de minutos después de que la canción terminara- en sentarse en el PC, abrir el correo, pensar algo "ingenioso", buscar la dirección del programa y enviar el mensaje, sólo porque se había pasado una canción de un artista que no le gusta y que no pasan casi nunca, ni allí ni en ningún programa. Y su argumentación despreciativa era tratar al tipo de "sabelotodo" e "intelectual", en cierta forma en sintonía con un comment reciente en este blog, en el que se lo trataba también de multiopinador cuando en realidad Maslíah es un tipo muy tímido y bastante complicado de entrevistar, como puede haber comprobado cualquiera que haya tenido interés en hacerlo.
Puede parecer una cosa muy menor, pero a mí me aterra/indigna el que haya imbéciles de semejante calibre, capaces de hacer toda una serie de operaciones volitivas para contarle al mundo en forma anónima su desagrado sobre el trabajo de alguien que evidentemente no puede apreciar (en el sentido de entender y disfrutar) y que tiene tal complejo de inferioridad cultural que no puede esperar dos minutos para insultar a alguien que además es un músico, no un opinator, por ser un "sabelotodo"....
Bueno "sabelonada", seas quien seas que derivas por el mundo con tu mal olor a ignorancia a cuestas; a mí, escucha del programa de Rosenberg, me importa un sorete tu repelente opinión y te pediría que en el futuro te guardaras tus prejuicios de minusválido cultural y tu envidia del pene interpretativo, y que no usaras un medio -los mensajes instantáneos- para apestar el eter con reivindicaciones de la muerte cerebral. Felicito al Sueco Leiva por haber elegido tan bien una canción en un momento tan exacto y lamento que haya pedazos de mierda como vos escuchando el programa en busca de una oportunidad para hacer público tu mal gusto y tus disfunciones culturales como si fueran una virtud, especie de primate deglutidor de pelotillas, macaco incapaz de recordar un cántico de hinchada sin la letra, cretino sommelier de esperma, incubador de parásitos patones, emperador de la halitosis y el sarro, tocador exclusivo de culos en transportes públicos, bobo de la barra y pobre tipo.., que te quede claro una cosa: diga lo que diga Maslíah, cante lo que cante, coincidamos o no coincidamos en que es una pelotudez o una genialidad, siempre va a ser interesante o, como mínimo, digno de escuchar. Es decir: exactamente lo contrario que tu patética misiva de infradotado que cree que cualquier cosa que aparentemente lo supere en lo cultural (es decir: cualquier cosa) es un acto de arrogancia intelectual. No lo es, idiota, así que sentate y escuchá: capaz que aprendés como aproximarte a la especie humana otra vez.
***
Ink IV: Hace ya demasiados años fui a un luau, una de esas monstruosas fiestas nocturnas que los brasileros hacen sin demasiadas excusas, en una playa de Arraial D'Ajuda. Estaba con una pareja de compatriotas bebiendo capeta, letal trago nordestino que mezcla vodka con leche condensada, canela y polvo de guaraná, y que tiene un efecto similar al de un licuado de anfetaminas y alcohol rectificado. Pero la noche había sido demasiado larga, incluso con capeta, y en algún momento la chica y yo nos fuimos a dormir, dejando a su pareja -un personaje, digamos, impulsivo- ligeramente ebrio y rondando las tienditas donde hacían tatuajes. Cuando llegué a la posada empezaba a clarear y las nubes nocturnas de mosquitos habían desaparecido, así que decidí echarme en una de las hamacas paraguayas que colgaban de poste a poste del teche frente a los cuartos, escuchando el Harvest Moon de Neil Young.
Un par de horas después me despierta alguien que grita y veo aparecer al flaco que habíamos dejado en la playa, que viene tambaleándose y eufórico por el camino de tierra que llevaba a la posada. Se me acerca y con enorme orgullo me dice "mirá lo que me hice". Se levanta la manga de la remera y me muestra un fresquísimo tatuaje de una enorme pantera que le ocupa casi todo el brazo, con una gran cabeza de ojos saltones en el hombro y un cuerpo que se estiraba hasta que la cola pasaba varios centímetros abajo del codo. Me quedo bastante sorprendido y con serias dudas acerca de si hicimos bien en dejarlo solo en la fiesta.
"¿Te gusta?", me pregunta, con un entusiasmo que no espera más que confirmaciones. Yo miro a ese enorme gato permanente y le digo: "Ehhh... ¡qué grande que es...!", y lavándome las manos agrego, "¿a vos te gusta?". El tipo vuelve a mirar su tatuaje, estudiandolo con falsa dignidad de ebrio y me dice: "bueno..., igual me va a gustar", y se va para su cuarto, dejandome admirado ante tan tremenda respuesta.
***
Vi por tercera vez Fear & Loathing in Las Vegas de Terry Gilliam, y finalmente me convence de que es una gran película y una gran adaptación. Puede ser que sean las drogas alucinógenas que conocí/consumí desde su estreno hasta ahora, pero me parece que mi mala impresión inicial se debía más que nada al rechazo que se suele sentir hacia todas las obras artísticas que de alguna forma relacionamos muy directamente con algún tiempo pasado de nuestras vidas. En este caso era doble: Gilliam era mi director favorito durante mi adolescencia y Thompson uno de mis escritores favoritos de mis primeros años adultos. Con el tiempo he descubierto que uno tiende a asociar estimulos tan fechados en la historia propia con la estupidez e inmadurez de esos mismos años, pero que generalmente en algún momento uno se da cuenta de que entonces ya teníamos bastante buen gusto y que esos artistas siguen siendo igual de buenos. Siempre pasa; un día agarramos ese disco de AC/DC o The Damned que recordamos como una boludez y nos damos cuenta de que es mejor que cualquier mierda contemporánea que estemos escuchando. Es inevitable, son cosas que nos quedaron grabadas para siempre en la psiquis no porque tuviéramos un mal gusto terrible cuando éramos más jóvenes sino por lo contrario, porque ya sabíamos instintivamente de qué se trataba: los chicos tienen, o tenían, muy buen gusto.
Días después veo la mucho menos conocida 'Where the Buffalo Roam' (Art Linson, 1980), en la que Bill Murray y Peter Boyle toman los roles de Hunter S. Thompson y su abogado en un rejunte de historias del periodista gonzo -incluso alguna historia menor del 'Fear & Loathing..."- en una película de pulso extraño, con música de Neil Young, más concentrada en los aspectos extravagantemente payasescos de la personalidad de Thompson y su attorney. Sin embargo y aunque inferior a la película de Gilliam, es bastante buena y uno se queda asombrado con respecto a lo distintiva (y contagiosa) que debe haber sido la personalidad de Thompson, porque Murray lo interpreta con exactamente los mismos tics excéntricos que Johnny Depp en la película posterior. De hecho deben ser tics muy pegajosos, ya que al parecer Murray se llevó varios de vuelta para las filmaciones de Saturday Night Live, donde fue puteado por todo el elenco a causa de su notorio cambio.
Pero esto es lo superficial, porque leo a Thompson y vuelvo a quedar prendado de su furibundo mensaje libertario y de su estilo inigualable, pero mientras pienso en cómo evocar su personalidad y prosa heroica, me acuerdo que Frank Kelly Rich, el valiente borrachín que creó la Modern Drunkard Magazine, escribió una maravillosa elegía, de la que me permito reproducir algunos párrafos emocionados en los que además se nombra un tigre, y que me exhimen del trabajo sobre mármol verbal:
Nowadays the main rule is Play It Safe. Not only should you look before you leap, you should think very seriously about attending a Leapers Anonymous meeting and discussing the possibility that you have a leaping problem. We’re all told at one point to tone it down, to start behaving responsibly and settle into that grey lockstep toward the prison of death. Nearly everyone eventually bows to that pressure, which is what made Hunter such a rare creature. He never backed down, he never sold out the ideals of his youth; instead of toning it down he cranked it up.
He loped along like a crazy tiger and I think we all understood that that was how he was going to go out — at full stride in a sudden spasm of violence. We knew death wasn't going to finally catch up with him in a nursing home where he’d crawled to die.
People liked to say, and I was one of them, that Hunter had lost a step toward the end, that his tidal wave of talent had crested and broke decades before and was now quickly receding.
Which may be true, though it hardly matters. His ideals were already firmly planted in the firmament of society. The lighthouse still stands and the light still burns bright.
Long live the king
***
Shakira es la mujer menos atractiva del Planeta Tierra, definitivamente. No hay nada menos atractivo que un bufón que se toma en serio lo que hace, y eso es lo que hace la colombiana: hace de caricatura latina para los no-latinos y se toma en serio, y está en todas, todas, todas, todas partes. Y me la trae asombrosamente floja, a pesar de haber tapizado el mundo con su boca connotando fellatios (¿o alguien es tan pelotudo para creer que lo de "fijación oral" viene por el lado de la expresión o los chocolates?), digo, es asombrosamente no-sexy. Cuando surgió era una especie de versión latina y degradada de Alanis Morrisette, algo así como lo que Maná es a Police, que por lo menos metía ganchos en sus canciones, pero ahora ni eso. Y está conquistando el mundo con su modelo perfecto de lo que debe ser la subalternidad latina. Es terrible. Pero además me la trae flojísima, por lo menos Paulina Rubio cumplía, Shakira no. Las caderas no mienten, pero Shakira sí, todos los que venden a Shakira mienten, están vendiendo un auto que no funciona.
Y ya que hablamos de mercadería en mal estado, ¿soy solo yo el que piensa que Paris Hilton, además de ser una conchuda de campeonato y tonta como un palo, es más fea que un poco higienizado culo de mandril? ¿Qué mierda le está pasando a la líbido mundial?
Y sigo un poco; por primera vez que yo recuerde concuerdo completamente con Rodrigo Fresán en su apreciación sobre Scarlett Johanson y la acalambrante saturación a las que nos han sometido los medios con su agradable pero no sobrenatural figura. Perros de espectáculos: dejen de proponer la belleza en un sólo envase de moda, la mujer única que resume a todas las demás es algo bárbaro si uno es un joven enamorado, no un método de difusión de un inquieto agente de prensa.
***
Hay dos clases de profesionales que me admiración por encima de todas las demás y a las que nunca me hubiera atrevido porque son propias de los ubermensch, de los hombres superiores. Estas son la de músico de jazz y la de comediante, refiriéndome, por supuesto, a los grandes exponentes de ambos trabajos, que han coexistido en los mismos escenarios durante décadas.
Me bajé un extraño documental llamado The Aristocrats (Paul Provenza, 2005) y que consiste exclusivamente en varias decenas de comediantes de primera (George Carlin, Lewis Black, Eric Idle, Eddie Izzard y muchos más) contando el mismo chiste, una grosería bastante libre y no especialmente cómica, en distintas versiones, y opinando sobre el mismo además, y me doy cuenta de que no hay una mejor prueba de la conexión entre el humor y la música que este documental. Uno sabe el final del chiste, uno sabe las variaciones de obscenidad que pueden hacerse al respecto, pero cada uno de los presentes -al menos los realmente talentosos- se las arreglan para darle su toque personal, y ese toque está casi siempre en la voz, no en la cara, del comediante. Es casi siempre una cuestión de fraseo, de tempo, de valoración de los silencios, de volumen... los tipos están cantando una canción popular, no contando un chiste, e improvisan sobre la misma como músicos de jazz, como gente que conoce la línea que divide a los profesionales de los voluntariosos, a los artistas de los que no lo son. En mi perfecta dictadura onírica ataría al 80% de los cómicos uruguayos a una silla y los obligaría, como a Alex en La Naranja Mecánica, a ver The Aristocrats 20 veces seguidas. No sé si serviría de algo, pero por lo menos dejarían las pantallas libres durante 40 horas.
***
Ink V: Veo unas fotos del gran concierto de cantautores metrosexuales que reunió en Montevideo a Kevin Johansen con Paulinho Moska. Ambos lucen musculosas que dejan ver sus hombros, bíceps y tatuajes. Moska tiene un corte de pelo impresentable, pero sus tatuajes son discretos y más o menos pasables (parecen una mezcla de ideograma kanji y abstracción tribal). Johansen tiene un buen corte de pelo pero lo que lleva tatuado en el hombro es... una pipa. No cualquier pipa, sino una reproducción de la pipa de René Magritte, la del famoso "Ceci n'est pas une pipe" que tanto ha dado que hablar a los teóricos de la vanguardia. Incluso debajo del tatuaje tiene también tatuada una frase manuscrita que lo pequeño de la foto no me deja leer, pero que supongo que es -justamente- el Ceci n'est pas une pipe del que hablábamos.
Kevin, Kevin, Kevin, Kevin... yo sé que no debe ser nada fácil ser ingenioso, moderno e intertextual 24 horas por día (yo a las 8 horas empiezo a eructar y las citas me salen cruzadas), pero te puedo asegurar que hay cosas que no hay que tatuarse, porque no quedan bien, más allá de la tradición cultural que se esté evocando y que a uno le guste probar que leyó algún libro de Taschen sobre pintura surrealista. Quiero decir; o.k., Magritte era un gran pintor y un buen dibujante, y de pronto se puede rescatar alguno de sus dibujos para convertirlo en tatuaje. De pronto alguno de sus personajes de saco y bombín... de pronto ese pájaro hecho de cielo... de pronto aquella legendaria y enorme rosa.... pero la pipa no, Kevin. Si a uno le gusta el surrealismo hay un montón de dibujitos evocadores que se puede grabar uno en el cuerpo (si hubiera probado con el Europa después de la lluvia de Max Ernst se hubiera ganado todos mis respetos), pero una pipa -más allá de lo que diga la frasesita de abajo- sigue siendo una pipa, algo que queda bien en la boca, no en un brazo. Es como tatuarse un plato de mondongo. Hay mil y una cosa que uno puede tatuarse, pero no queda todo bien y la imaginería ornamental propia de los tatuajes (está bien que uno piense un poquito en el significado, pero el valor del tatuaje es sobre todo ornamental) es más bien juvenil y primitiva: símbolos rituales, tanáticos, animales o meramente decorativos que representan una concepción de belleza ligada al dolor, a lo definitivo y a lo tribal (aunque el tatuaje no lo sea). No a un comentario de vernisage de un ganso que piensa que una cumbiera intelectual es un oxímoron divertidísimo. Cada uno es libre de tatuarse lo que se le cante, pero en términos de clase la pipa de Magritte tiene tanta onda como un retrato de Federico Klemm con una bandera en el orto.
La mierda; ¿esta es la generación que viene a reemplazar a Caetano Veloso y a Fernando Cabrera? ¿quién es el encargado del control de calidad?
***
Me quedé sin escribir un largo post que pensé durante mucho tiempo. Iba a ser sobre lo que yo me acostumbré a llamar "la mafia de la amistad" y que no es otra cosa que el tradicional "amiguismo" uruguayo adaptado a las nuevas generaciones mediáticas y transformado de una pequeña falta en un gran valor.
Pero me agotó y, sinceramente, no tuve ganas de ponerme en contra a toda una sinergía de difusores, músicos, graciosos profesionales, figurettis, publicistas, periodistas, comunicadores audiovisuales y escritores treintañeros. A toda la sinergía que goza de los privilegios de atención que produce el ser integrante de un grupo que no sólo no siente un poco de pudor al privilegiar la obra de sus amigos, sino que además reivindica esta discrecionalidad como si fuera algo bueno, como si fuera algo que los hombres de bien hacen por sus amigos.
No, eso lo hacen los corruptos, pero además los corruptos egocéntricos, porque el considerar que la propia amistad es aval de la bonomía o el talento de cualquier persona implica el considerar que uno mismo es tan valioso que solo tiene por amigos a los grandes hombres.
Yo prefiero y rescato lo diametralmente opuesto: hace varios años un director con el que yo tenía una notable mala relación a priori (producto de algunos prejuicios clásicos del benito más joven) decidió, a pesar de esta antipatía, dedicar tiempo, espacio y trabajo a un proyecto en el que yo estaba directamente involucrado. Me sorprendió genuinamente porque esta capacidad de separar lo meramente subjetivo de lo que se percibe como importante más allá de afinidades es, no es solo rara sino imposible de encontrar en este medio. Pero esa independencia de criterios y conveniencias es algo propio de gente insular y capaz de ver por fuera de su propia endogamia mediocre, algo que la obra posterior de esa persona confirmaría ampliamente años después.
Pero hoy vivimos en el hoy, donde se cuidan las espaldas y donde parece totalmente razonable el formar parte de grupos en los que se intercambian cortinas musicales por difusiones masivas y donde la frase "es un amigo" presupone un valor que deberíamos compartir los que no somos amigos de esas personas, ni vamos a serlo yendo por estos caminos misántropos.
Hubiera sido un post interesante, lleno de nombres y ejemplos, pero no lo voy a escribir. No tengo ganas de meterme en líos, y además tendría que nombrar a algunos amigos.
***
Vi por segunda vez -la primera fue hace mucho tiempo- Las noches de Cabiria y estudio con cuidado a Giulietta Masina. No me extraña que a pesar de todas sus historias con actrices voluptuosas, Fellini siempre volviera con ella; esa mujer era mágica.
Su actuación en Las noches de Cabiria ha sido votada muchas veces como la mejor actuación femenina de todos los tiempos. Es una cosa difícil de afirmar, pero al mismo tiempo es dificil pensar en un ejemplo mejor. Seguramente para las escuelas actuales de actuación lo de la Masina está demasiado actuado pero, como en el realismo social de Mike Leigh (no sé por qué no paro de pensar en Leigh durante toda la película de Fellini), esto no la vuelve más irreal sino lo contrario. Masina no habla y no explica: canta y conjura.
Cuando se despide de Wanda y se marcha en el ómnibus detengo la película y me quedo sin ver el final. No tengo ganas de ver como Victor engaña a esa buena mujer. En cambio vuelvo al principio, la escucho berrear los diálogos reos que le escribió Pier Paolo Pasolini, admiro sus cejas luciferinas y su espiritu angelical y la observo bailar mambo en la calle otra vez.
***
Ink VI: Me miro el tatuaje nuevo por centésima vez en el día. Me daría algo de vergüenza si no fuera porque sé que todos los recientes tatuados hacen exactamente lo mismo. Después me pongo a pensar en algunas decisiones y promesas que ligué con dicho tatuaje; yo creo que cada vez que uno hace algo decisivo o permanente en su vida, tiene que aprovechar esto para que le sirva de recordatorio, de ayudamemoria, de los planes y expectativas de uno en ese momento.
Un nuevo trabajo, una nueva pareja, una nueva casa, un nuevo tatuaje, cualquier cosa que tenga una evidencia perpetua sirve como mojón para verificar el temple de nuestros sueños, simplemente porque es un punto fijo en el calendario o en nuestro cuerpo o en nuestras vidas. Una nueva señal de partida hacia nuevas formas de ser uno mismo. Una forma de dejar evidencia material de los buenos consejos que nos damos y que nunca cumplimos.
Bien, sé lo que me está diciendo y recordando este tatuaje y voy a tratar de honrar el compromiso. Como si no supiera que los otros tatuajes también tenían que recordarme algo que ahora no encuentro en ningún lugar de mi memoria.
jueves, octubre 26, 2006
Long Goodbye (parte 1 de 3): Tres (cuatro) tristes (?) travestis
Durante toda la existencia de FYT me dediqué a vituperar, despreciar, atacar y desear la extinción dolorosa de varias personas, algunas profesiones, un par de colectividades políticas, muchas bandas, todas las religiones monoteístas, eventuales transeúntes, comunicadores diversos y determinados vecinos. Sin embargo recibí pocas respuestas de estos grupos humanos agredidos, lo cual me parece en cierta forma lógico ya que en general los considero subespecies incapaces de entender y/o disfrutar del refinamiento de este blog. En cambio sí recibí muchas protestas de varios integrantes de una minoría a la que no sólo nunca ataqué, sino que considero tan válida y parte de la sociedad que me niego en considerar su existencia separada de la misma: los homosexuales.
Personalmente creo, con Foucault y Kinsey, que no existe algo llamado "los homosexuales" sino que simplemente hay conductas homosexuales, y que son asunto específico -como todas las conductas sexuales- de cada persona y sus eventuales compañeros de cama, baño o tienda de campaña. Creo con Kinsey que se puede establecer una escala del 1 al 10 que tenga al 1 como la persona que tenga un comportamiento exclusivamente heterosexual y en el 10 a la que tenga un comportamiento exclusivamente homosexual, y que salvo estas raras criaturas, los demás oscilamos por los numerillos entre estas dos puntas.
He vivido hasta ahora como heterosexual y dudo que vaya a descubrir un gran deseo reprimido a estas alturas de mi vida, lo cual no implica que no sea capaz de darme cuenta de que, pongamos, Jet Li es físicamente mucho más atractivo que Ben Affleck, o que un tercio de mi discoteca -y la mitad de mi biblioteca- esté compuesta por obras de artistas considerados como homosexuales y que muchas veces son brutalmente francos acerca de sus costumbres. O que William Burroughs me parezca un ejemplo de hombría, en fin, son detalles. El asunto es que nunca se me ocurrió usar el blog como un instrumento de discriminación y de hecho ni siquiera se me ocurrió convertirlo en un medio de discusión sobre algo que en mi opinión no es necesario discutir mucho que digamos. Si me he referido a las conductas homosexuales con la misma grosería con la que me he referido a cualquier otro comportamiento sexual y sin ningún tipo de énfasis. Curiosamente tengo la sensación de que no son los inexistentes comentarios homofóbicos los que han molestado (mal podrían) sino la presuposición de que estos existen detrás de lo que sí asumo como una coerta prédica heterosexual hedonista. Es una paradójica trampa de la cultura actual el que los grupos que bregan por la libre expresión de su diversidad sexual se sientan de alguna forma ofendidos por la expresión de la homogeneidad sexual (como si eso existiera, por otra parte). Pero la lucha por la expresión se ha hecho fuerte, más que en el afianzamiento de un discurso, en la prohibición de los otros. Y en este campo minado del lenguaje uno puede ser considerado misógino por decir que le gustan las mujeres. U homofóbico por decir que tal vez sea hora de amordazar a Dani Umpi.
Y la guerra del lenguaje llega a grados absurdos: un lector me envió un mail protestando acerca de mi uso del artículo masculino "el" al referirme a los o las travestis y explicándome lo importante que es el respeto en el lenguaje de la definición genérica que uno elija para sí mismo. Me quedo un poco sorprendido porque las acusaciones de homofobia que me han venido de vez en cuando generalmente se referían a los sustantivos o los adjetivos que utilizaba, y no había pensado que la vigilancia léxica llegara hasta los artículos.
Pero después de contestarle diciéndole que está todo bien, que no se tome el lenguaje tan en serio, que es un medio no un fin, me quedo pensando en que los dos pasamos dos cosas por alto. La primera, muy simple, es que travesti no es sinónimo de transexual y que sin transexualidad no hay en realidad un cambio genérico: si yo me visto de oso no puedo pretender que me estudien como plantígrado por más "yo mismo" que me sienta vestido de oso. Así que, vamos, el travesti es el travesti y el artículo correcto, para la RAE, para benito y para el sentido común, es "el". Porque no somos lo que queremos ser, somos lo que podemos ser y lo que somos.
La otra cosa que pasamos en alto -y que me importa más aún que una discusión gramático/articular- es que gracias a la costumbre de darle la razón al discurso de minorías (y apenas atrevernos a relativizar cuanta razón tienen) nos olvidamos de una cosa: el travestismo no es una conducta ni un privilegio exclusivo de los homosexuales. Dejando de lado el travestismo como caricatura de la femeneidad -generalmente realizado por humoristas heterosexuales sin mucha imaginación como el repugnante Miguel Del Sel- el travestismo ocasional también es realizado con alegría y sin burla por heterosexuales en espacios "autorizados" como el carnaval y la actuación. O el rock.
Claro que hay una gran diferencia entre trasvestirse y ser un travesti, pero yo no estoy seguro de que todos los homosexuales que se travisten con frecuencia pretendan la pérdida de su identidad masculina. Ante la duda y ante un travesti, supongo que por mera educación me referiría al mismo en términos femeninos, y de conocerlo me referiré a él por su nombre, sea Andrea, Mariana o Cacho; pero el travesti abstracto, el travesti en general es para mí un hombre. No veo qué tiene eso de malo, no veo que tiene de malo ser un hombre. Yo no veo al mundo con los feos ojos de Andrea Dworkin.
De cualquier forma, este post no es sobre ese problema lingüístico en especial ni sobre las protestas atraídas, sino porque la discusión surgió en momentos en que, por una extraña serie de casualidades, estuve viendo o re-viendo algunas películas que tratan justamente del travestismo y presentan cuatro miradas distintas sobre cuatro travestis bien diferenciados. La diversidad en la diversidad, digamos, y los vasos comunicantes hacia el rock y la revolución, o lo que queda de ambas cosas.
Dr Frank'n'Furter (Tim Curry): La primera vez que vi The Rocky Horror Show (Jim Sharman, 1975) yo era adolescente y me escandalizó. Yo había ido a ver por qué la película había sido prohibida por la dictadura y de alguna forma me esperaba encontrarme con lo que la película efectivamente ofrecía: rebeldía, arrogancia, rock, moral alternativa y polémica; lo que no me esperaba era la carga de libertad sexual absoluta, típica de un producto de los 70, y la alegría con la que esta era encarada. Para mi moral adolescente en construcción y conflicto, no estaba nada bien que un villano se volteara a la novia del héroe -que además era la heroína- y que luego se la chupara al propio héroe, mientras la heroína a su vez se garchaba a una suerte de mutante musculoso creado por el propio villano en cuestión. Eso no estaba bien, pensaba, relajo pero con orden. El villano era, por supuesto, el andrógino Dr Frank'n'Furter, not much of a man by the light of day / but by night, one hell of a lover.
No es difícil ver por qué la dictadura censuró esta película; si bien no hay consumos explícitos de drogas, ningún mensaje político evidente y las escenas sexuales son totalmente discretas, el ambiente de amoralidad y hedonismo gozoso que emana de todas y cada una de las escenas desde que Janet y Brad llegan al castillo del infame Doctor es tan evidente como subversivo. Hoy en día una película así sería inimaginable; tal vez se pudiera hacer con escenas sexualemente más explícitas y con una larga sucesión de besos de lengua homosexuales, pero nadie (bueno, tal vez Todd Haynes sí) se atrevería a contar semejante historia sin moralinas y sin héroes. Bueno, en verdad sí hay un héroe, pero me pasé más de diez años pensando que era el villano.
Re-viendo hoy en día The Rocky Horror Show me doy cuenta de que el Dr. Frank'n'Furter, caricatura física del Lou Reed de Transformer, es el villano más débil de la historia del cine. Es egocéntrico, caprichoso, extremadamente libertino, impetuosamente cruel y vano, pero salvo durante su intempestivo asesinato de Eddie (Meat Loaf), carece de poder sobre ninguno de los otros personajes, y mucho menos sobre sus supuestos sirvientes Riff-Raff (Richard O'Brien) y Magenta (Patricia Quinn), quienes terminan ejecutándolo con una mezcla de sadismo y desprecio (¡y después de que el tipo acaba de interpretar la maravillosa 'I'm Going Home'!). Y ahí está el asunto: la verdadera villanía se define por su acumulación de poder. La combinación de sueños desproporcionados, impulsos poco mediados y lujuria pansexual de Frank'n'Furter es más que nada una exposición y como tal una vulnerabilidad, una abdicación al poder. Cuando Janet (Susan Sarandon) termina de cantar la increíblemente cachonda 'Touch me', dirige su suplica hacia la "creature of the night", que es la criatura fabricada por Frank'n'Furter, pero en su coro final son todos los seres bizarros de la película, encabezados por el personaje de Curry, quienes repiten, en tonos que van del orgullo a la curiosidad eso de "creature of the night", haciéndose cargo de su identidad con el concepto. Freaks, groupies, gordos motoqueros, travestis, todos son creatures of the night. Y están radiantes.
En un mundo lógico, Tim Curry debería haberse vuelto una leyenda luego de este papel, al final sólo se volvió el demonio de Legend (Ridley Scott, 1985). Pero lo que hizo en The Rocky Horror Show fue épico y hay estrellas con su lugar clavado en el firmamento por mucho menos brillo. Y a 30 años de distancia vale la pena recordarle a la juventud el perfecto consejo de su personaje: don't dream it / be it.
Divine (Divine): Me resulta sorprendente el que recién este año haya visto Pink Flamingos (1972) por primera vez, pero se explica por el hecho de que, como muchos rioplatenses, vi las películas de John Waters de adelante hacia atrás y, aunque ahora lo estoy revalorizando, el Waters tardío me resultó muy poco interesante como para molestarme en conseguir alguna copia de Pink Flamingos o Female Trouble. Conocía de oídas las escenas más polémicas de Pink Flamingos: la mamada que Divine le hace al personaje del hijo, el orto que baila 'Surfin' Bird', el coito entre los pollos y, por supuesto, el legendario sorete de perro que Divine degulte frente a cámara; pero nada de esto me entusiasmaba como para ver una película que me imaginaba (con algo de razón) como una versión temprana, más tosca y rea del cine de Waters.
Pero yo estaba equivocado en lo escencial y me encontré con esa soberbia demostración de terrorismo cultural a full que es esta película infame y que sigue siendo -como todo el auténtico arte- totalmente imposible de cooptar y domesticar. Vos podés hablar sobre esa película demente en la que se comen caca de perro, podés ponerla entre tus copias de DVD, pero sigue siendo infumable, y sigue siendo imposible de ver en familia.
Y por supuesto buena parte del mérito, de la imposibilidad de absorber y desactivar esta película, es de Divine. Aquel que no era ni un travesti ni un transexual ni un hombre ni una mujer sino una categoría en sí mismo. Cuando uno ve las películas de Waters no piensa en Divine como en un hombre disfrazado de mujer que trata de pasar por mujer, o que fracasa en la empresa; Divine es Divine, sus actuaciones están más allá de cualquier apreciación histriónica porque no intenta convencer de que es nadie excepto sí mismo/a. Una presencia formidable que trabaja fuera de la sociedad para destruirla. El terrorista definitivo, el que no sólo está más allá de los parámetros de la sexualidad sino también de la estética. Lo mismo que uno no piensa en Divine como un travesti o como un integrante de ningún género, tampoco se piensa en él como gordo, o como en alguien bien o mal vestido, porque esas categorizaciones volaron en pedazos desde que el tipo entró en pantalla. Porque es heavy.
En Divine Thrash, supuesto documental sobre la carrera de John Waters pero que en realidad se centra sobre la realización de Pink Flamingos, Waters, un hombre con una permanente guardia de cinismo humorístico, baja esa barrera para hablar de Divine, y habla en términos poco frecuentes. Habla del orgullo que le significa el que su obra esté ligada con la figura de alguien así y lo recuerda como un amigo. Y la madre de Divine lo recuerda con afecto como un hijo, y de pronto todas las categorías derribadas por su formidable presencia se vuelven a re-componer pero en otro lugar, en una dimensión paralela en la que Divine es un amigo, un compañero de trabajo, un hijo y un tipo divertido. Algo así como el mundo después de una rebelión cósmica salvaje y victoriosa en la que Antony cantara 'Hitler in my heart' sobre el cadaver de Robbie Williams.
Tick (Hugo Weaving): Yo me había olvidado cuánto me gustaba ABBA hasta que vi esta película que en cierta forma es un homenaje a la más poderosa de las canciones del cuarteto sueco, 'Mamma Mia'; The Adventures of Priscilla (Stephan Elliot, 1994) fue el equivalente para los años 90 de La jaula de las locas, es decir, la imagen agradable, empática y en cierta forma esterotipada (y como tal asimilable) del travesti homosexual.
Los años no han tratado bien a The Adventures..., hoy en día muchos de sus tratamientos e historias parecen condenados al lugar común, pero en su tiempo el descaro festivo de la película era realmente atractivo hasta desde una mirada hetero. Revisandola hoy en día me asombra un poco la misoginia latente en el filme: de tres mujeres retratadas en el mismo, solo una (lesbiana, por otra parte) es retratada con una cierta simpatía, mientras que las otras dos son un impresentable marimacho (que recibe un feroz comentario de parte de Terence Stamp invitándola a divertirse con un tampón) y una desquiciada semi-puta oriental cuya principal habilidad consiste en expulsar vaginalmente pelotas de golf. No, no hay nada de cariño hacia las mujeres en esta película.
Pero con los años también ha ganado un atractivo extra; cuando su estreno Hugo Weaving, Terence Stamp y Guy Pearce eran perfectos desconocidos (bueno, Stamp un poco menos), que perfectamente podían ser idénticos a los personajes que representaban. Y el más sorprendente es Weaving. Después de más de diez años y de las trilogías de The Matrix y El Señor de los Anillos, el nigeriano Weaving y sus cejas de elfo es Elrond o el Agente Smith, y es difícil re-imaginarlo en un papel como el del travesti Tick, y menos darse cuenta de lo cómodo que está; la actuación de Weaving es simplemente formidable y si bien su aproximación al personaje es esencialmente humorística, se acuerda de dejarle un espacio de glamour y eventual atractivo. Tick es, de los tres personajes de The Adventures..., el más simpático y el más polifacético, pero también es el más culposo, el que considera más incompatible su condición de homosexual con la de padre (o cualquier rol "respetable"). Por supuesto que supera estas dudas, porque The Adventures... es una máquina de satisfacer deseos y de gustar, pensada principalmente en un público como el que yo era cuando la vi hace más de diez años: masculino, ligeramente prejuicioso y aún incapaz de admitir afecto por un par de canciones de ABBA. Si Frank'n'furter podía colarse en nuestra fiesta y meter ácido en las bebidas para abusar de los desprevenidos y Divine podría romper la puerta a panzazos para luego prender fuego al salón de baile, Tick y los suyos piden permiso educadamente y se ofrecen como número de apertura de Dani Umpi. Bueno, siempre van a ser más divertidos que los Midachi.
Hedwig (John Cameron Mitchell): Difícil imaginar un mejor comienzo que el de Hedwig & The Angry Inch (2001), ese artefacto explosivo dirigido, escrito y protagonizado por John Cameron Mitchell al que al parecer nadie escuchó estallar. La película comienza con Hedwig y su banda tocando 'Tear me down' en un boliche de mierda. Es nada más que eso, una banda de rock tocando una excelente canción de rock'n'roll, pero es imposible sacarle los ojos de encima a Hedwig/Mitchell. Uno sabe que es lógico que tras haber interpretado el rol en cientos de funciones de la obra de la que surgió la película, y que con la ayuda extra de la edición, la performance que vemos no sea exactamente espontánea. Pero las tomas son largas -a diferencia del micro-montaje de los video clips en los que se toma y repite cada segundo en el que el idiota retratado se parece por accidente a un rocker- y alcanzan para notar que el lenguaje corporal de Mitchell/Hedwig es asombroso. Tiene esa clase de gracia felina pero inconfundiblemente masculina de la que gozan pocos performers. Hedwig baila como Iggy Pop, como Perry Farrell, como Gene Kelly, como Mick Jagger nunca llegó a bailar (aunque lo intentó maravillosamente). Y al lograrlo es un rey del escenario, una criatura de la noche única.
El modelo claro de Hedwig es Wayne/Jayne County, pero canta mejor y además es una criatura del S.XXI, por lo que, al igual que el Brian Slade de Todd Haynes -basado en David Bowie pero con varios elementos extra incorporados-, también se inspira en las figuras señeras de la epopeya glam, agregándoles un inevitable componente posmoderno. Y toda gran historia glam tiene que utilizar a la fuerza alguna suerte de gran metáfora homosexual. Pero el paralelismo del germano Hedwig (nombre femenino que existe pero que en inglés tiene una connotación que se podría traducir como "peluca de espinas") con el muro de Berlin y sus referencias al mito griego del andrógino original no funciona tan bien como los extraterrestres wildeanos de Haynes en Velvet Goldmine -película de la que Hedwig es una suerte de primo menor y más salvaje-, y cuando filosofa inspirado en estos mitos y en el disco Berlin de Lou Reed, la película y el personaje caen. En cambio cuando Hedwig/Mitchell están cantando en escena son insuperables.
La voz de Mitchell, algo cascada pero con buen registro, recuerda un poco a la de Marianne Faithfull sin dejar de ser profundamente masculina. El propio Hedwig es un desastre de travesti: es un narigón de rasgos más bien varoniles, parece muchas veces vestido por el enemigo, está pasado de edad para ser una estrella glam y no se depila las axilas. Como si fuera poco su personaje es confesa víctima mutilada de una fallida operación de cambio de sexo. Pero cuando canta 'Sugar Daddy' o 'Angry Inch' es absolutamente magnético y plantea toda una serie de preguntas acerca de lo que es el éxito y el fracaso sobre un escenario. Y lo que es el rock'n'roll, claro.
Hedwig es un beautiful loser, término que ha sido usado y abusado para describir personajes al que solo el segundo de los dos adjetivos les hacía justicia. Es un fracaso con poderes enormes, tanto dentro de la banda como encima del escenario e incluso sobre gente con fuerzas teóricamente superiores a las suyas, como su ex amante y permanente traidor Tommy Gnosis (Michael Pitt). Joven, fachero, "sensible" y perteneciente a la tal vez no extenta de talento pero evidentemente especuladora generación musical de Marylin Manson, el personaje de Tommy Gnosis está evidentemente más actualizado que el glam-punk de Hedwig, pero al mismo tiempo no solo lo respeta sino que lo teme, porque sabe que Hedwig es de verdad.
(Esto pasa en una película, es decir, en una obra de ficción, pero Hedwig es mucho más de verdad que muchos personajes construidos en la vida "real", y la situación que describe es muy, muy verosímil. ¿Cuántos triunfadores sin talento invitan a magníficos losers a que participen en sus discos o les abran shows, quedando como redistribuidores del suceso cuando en verdad están, una vez más, chupando rueda de la credibilidad de bandas y artistas superiores y que no transiguieron? No estoy pensando en el caso ficticio de Gnosis-Hedwig, al fin y al cabo un juego de traiciones más emotivo y directo, sino en esos conciertos tan "incompatibles" en los que alguna figura del olimpo comercial baja a pedirle a alguna banda del under que le sirva de telonero, acción que suele ser aplaudida como generosa cuando por lo general no pasa de ser un brutal hurto de áurea.)
Y con tanta credibilidad sobre los hombros, Hedwig rescata palabras y significados. No hay nada más fácil de secuestrar que una palabra, y la era de la publicidad y el bastardeo es la era del saqueo en masa de secciones enteras de diccionarios, y, como buenos ladrones, se llevan primero las palabras más valiosas, las joyas de la familia. Palabras como juventud, revolución, amor, violencia, coraje o rock'n'roll. Pero un organismo sano y fuerte, aunque sea el de un fracaso de rocker y un fracaso de transexual (o un artista talentoso que juega a ser lo anterior), puede purgar de impurezas un concepto que lo atraviese y es así que Mitchell -no Hedwig, que es su instrumento- decide en pleno S.XXI, en que la palabra ha sido cooptada por las peores lacras expresivas de la historia de occidente, hablar de Rock'n'roll.
No todas las canciones presentes en Hedwig & the Angry Inch son buenas, el nivel es más bien inferior al de, pongamos, The Rocky Horror Show o Singing in the Rain, pero una de ellas es excepcional y es la balada que cierra la película, 'Midnight Radio'. Allí Mitchell, ya abandonado su alter-ego de Hedwig se auto-incluye en un raro paradigma, el de las grandes vocalistas del rock, cantando: "Here's to Patti / And Tina / And Yoko /Aretha /And Nona / And Nico /And me / And all the strange rock and rollers / You know you're doing all right / So hold on to each other / You gotta hold on tonight"
Hay otras cosas, además de la peluca de espinas, abandonadas para cuando llega 'Midnight Radio', entre ellas la ironía y el distanciamiento, que han dado paso a una franqueza brutal, no en la intimidad secreta de los datos revelados sino en una confesión de optimismo melancólico que revela una terca creencia en determinados rituales y vasos comunicantes, que revela la última desnudez. No en vano la canción había comenzado (evocando su propio efecto) de la siguiente forma: "Rain falls hard / Burns dry /A dream / Or a song /That hits you so hard / Filling you up / And suddenly gone / Breath Feel Love / Give Free / Know in you soul / Like your blood knows the way / From you heart to your brain /Know that you're whole"
Está claro que está hablando de cosas serias.
Pero quiero volver atrás para remarcar algo que para quienes conocen la canción es tautológico y el que parece el más ingenuo de sus versos: "And all the strange rock'n'rollers / you know you're doing all right". Cuando Mitchell canta la segunda parte de este verso, literalmente lo berrea, no como el atorrante que busca empatía y efecto en un estadio sino como una celebración. Porque volvamos a los dos adjetivos anteriores y su sinergía: "strange rock'n'rollers". Para cualquier cínico ese concepto es un oxímoron, para Mitchell/Hedwig no. Y se apoya en un simple acto de fe, de creencia en esa extrañeza liberadora. No intenta convencer, para él es algo evidentemente existente, pero nosotros ya escuchamos tonterías similares demasiadas veces, ¿no es cierto? Pero de pronto, en una de esas porque la canción que acabamos de escuchar es realmente poderosa, nos quedamos pensando en esos "strange rock'n'rollers" que están haciendo todo bien. Porque existen y si somos curiosos sabemos que es así, pero aún así somos resistentes a reconocer su existencia, porque esta implica fe y criterio, implica el poder separar la paja del trigo superando la tabula rasa y la inseguridad del posmodernismo, y nuestro propio desencanto que nos cohibe a la hora de reconocer o conocer la strangeness, esa cosa única y colectiva a la que también se la ha dicho otredad, porque eso implica también reconocer nuestra ignorancia, nuestro asombro y nuestra maravilla. Los ojos de liebre encandilada. Y poder ver entre el bosque de brazos levantados y mal olor a sobaco, el brazo que está reclamando palabra e individuación entre la multitud, y que a la vez señala algo real, posiblemente evidente y seguramente invisible por su propia evidencia. Como el final inevitable de la canción:
And you're shining
Like the brightest stars
A transmission
On the midnight radio
And you're spinning
Your new 45's
All the misfits and the losers
Yeah, you know you're rock and rollers
Spinning to your rock and roll
Lift up your hands
Personalmente creo, con Foucault y Kinsey, que no existe algo llamado "los homosexuales" sino que simplemente hay conductas homosexuales, y que son asunto específico -como todas las conductas sexuales- de cada persona y sus eventuales compañeros de cama, baño o tienda de campaña. Creo con Kinsey que se puede establecer una escala del 1 al 10 que tenga al 1 como la persona que tenga un comportamiento exclusivamente heterosexual y en el 10 a la que tenga un comportamiento exclusivamente homosexual, y que salvo estas raras criaturas, los demás oscilamos por los numerillos entre estas dos puntas.
He vivido hasta ahora como heterosexual y dudo que vaya a descubrir un gran deseo reprimido a estas alturas de mi vida, lo cual no implica que no sea capaz de darme cuenta de que, pongamos, Jet Li es físicamente mucho más atractivo que Ben Affleck, o que un tercio de mi discoteca -y la mitad de mi biblioteca- esté compuesta por obras de artistas considerados como homosexuales y que muchas veces son brutalmente francos acerca de sus costumbres. O que William Burroughs me parezca un ejemplo de hombría, en fin, son detalles. El asunto es que nunca se me ocurrió usar el blog como un instrumento de discriminación y de hecho ni siquiera se me ocurrió convertirlo en un medio de discusión sobre algo que en mi opinión no es necesario discutir mucho que digamos. Si me he referido a las conductas homosexuales con la misma grosería con la que me he referido a cualquier otro comportamiento sexual y sin ningún tipo de énfasis. Curiosamente tengo la sensación de que no son los inexistentes comentarios homofóbicos los que han molestado (mal podrían) sino la presuposición de que estos existen detrás de lo que sí asumo como una coerta prédica heterosexual hedonista. Es una paradójica trampa de la cultura actual el que los grupos que bregan por la libre expresión de su diversidad sexual se sientan de alguna forma ofendidos por la expresión de la homogeneidad sexual (como si eso existiera, por otra parte). Pero la lucha por la expresión se ha hecho fuerte, más que en el afianzamiento de un discurso, en la prohibición de los otros. Y en este campo minado del lenguaje uno puede ser considerado misógino por decir que le gustan las mujeres. U homofóbico por decir que tal vez sea hora de amordazar a Dani Umpi.
Y la guerra del lenguaje llega a grados absurdos: un lector me envió un mail protestando acerca de mi uso del artículo masculino "el" al referirme a los o las travestis y explicándome lo importante que es el respeto en el lenguaje de la definición genérica que uno elija para sí mismo. Me quedo un poco sorprendido porque las acusaciones de homofobia que me han venido de vez en cuando generalmente se referían a los sustantivos o los adjetivos que utilizaba, y no había pensado que la vigilancia léxica llegara hasta los artículos.
Pero después de contestarle diciéndole que está todo bien, que no se tome el lenguaje tan en serio, que es un medio no un fin, me quedo pensando en que los dos pasamos dos cosas por alto. La primera, muy simple, es que travesti no es sinónimo de transexual y que sin transexualidad no hay en realidad un cambio genérico: si yo me visto de oso no puedo pretender que me estudien como plantígrado por más "yo mismo" que me sienta vestido de oso. Así que, vamos, el travesti es el travesti y el artículo correcto, para la RAE, para benito y para el sentido común, es "el". Porque no somos lo que queremos ser, somos lo que podemos ser y lo que somos.
La otra cosa que pasamos en alto -y que me importa más aún que una discusión gramático/articular- es que gracias a la costumbre de darle la razón al discurso de minorías (y apenas atrevernos a relativizar cuanta razón tienen) nos olvidamos de una cosa: el travestismo no es una conducta ni un privilegio exclusivo de los homosexuales. Dejando de lado el travestismo como caricatura de la femeneidad -generalmente realizado por humoristas heterosexuales sin mucha imaginación como el repugnante Miguel Del Sel- el travestismo ocasional también es realizado con alegría y sin burla por heterosexuales en espacios "autorizados" como el carnaval y la actuación. O el rock.
Claro que hay una gran diferencia entre trasvestirse y ser un travesti, pero yo no estoy seguro de que todos los homosexuales que se travisten con frecuencia pretendan la pérdida de su identidad masculina. Ante la duda y ante un travesti, supongo que por mera educación me referiría al mismo en términos femeninos, y de conocerlo me referiré a él por su nombre, sea Andrea, Mariana o Cacho; pero el travesti abstracto, el travesti en general es para mí un hombre. No veo qué tiene eso de malo, no veo que tiene de malo ser un hombre. Yo no veo al mundo con los feos ojos de Andrea Dworkin.
De cualquier forma, este post no es sobre ese problema lingüístico en especial ni sobre las protestas atraídas, sino porque la discusión surgió en momentos en que, por una extraña serie de casualidades, estuve viendo o re-viendo algunas películas que tratan justamente del travestismo y presentan cuatro miradas distintas sobre cuatro travestis bien diferenciados. La diversidad en la diversidad, digamos, y los vasos comunicantes hacia el rock y la revolución, o lo que queda de ambas cosas.
Dr Frank'n'Furter (Tim Curry): La primera vez que vi The Rocky Horror Show (Jim Sharman, 1975) yo era adolescente y me escandalizó. Yo había ido a ver por qué la película había sido prohibida por la dictadura y de alguna forma me esperaba encontrarme con lo que la película efectivamente ofrecía: rebeldía, arrogancia, rock, moral alternativa y polémica; lo que no me esperaba era la carga de libertad sexual absoluta, típica de un producto de los 70, y la alegría con la que esta era encarada. Para mi moral adolescente en construcción y conflicto, no estaba nada bien que un villano se volteara a la novia del héroe -que además era la heroína- y que luego se la chupara al propio héroe, mientras la heroína a su vez se garchaba a una suerte de mutante musculoso creado por el propio villano en cuestión. Eso no estaba bien, pensaba, relajo pero con orden. El villano era, por supuesto, el andrógino Dr Frank'n'Furter, not much of a man by the light of day / but by night, one hell of a lover.
No es difícil ver por qué la dictadura censuró esta película; si bien no hay consumos explícitos de drogas, ningún mensaje político evidente y las escenas sexuales son totalmente discretas, el ambiente de amoralidad y hedonismo gozoso que emana de todas y cada una de las escenas desde que Janet y Brad llegan al castillo del infame Doctor es tan evidente como subversivo. Hoy en día una película así sería inimaginable; tal vez se pudiera hacer con escenas sexualemente más explícitas y con una larga sucesión de besos de lengua homosexuales, pero nadie (bueno, tal vez Todd Haynes sí) se atrevería a contar semejante historia sin moralinas y sin héroes. Bueno, en verdad sí hay un héroe, pero me pasé más de diez años pensando que era el villano.
Re-viendo hoy en día The Rocky Horror Show me doy cuenta de que el Dr. Frank'n'Furter, caricatura física del Lou Reed de Transformer, es el villano más débil de la historia del cine. Es egocéntrico, caprichoso, extremadamente libertino, impetuosamente cruel y vano, pero salvo durante su intempestivo asesinato de Eddie (Meat Loaf), carece de poder sobre ninguno de los otros personajes, y mucho menos sobre sus supuestos sirvientes Riff-Raff (Richard O'Brien) y Magenta (Patricia Quinn), quienes terminan ejecutándolo con una mezcla de sadismo y desprecio (¡y después de que el tipo acaba de interpretar la maravillosa 'I'm Going Home'!). Y ahí está el asunto: la verdadera villanía se define por su acumulación de poder. La combinación de sueños desproporcionados, impulsos poco mediados y lujuria pansexual de Frank'n'Furter es más que nada una exposición y como tal una vulnerabilidad, una abdicación al poder. Cuando Janet (Susan Sarandon) termina de cantar la increíblemente cachonda 'Touch me', dirige su suplica hacia la "creature of the night", que es la criatura fabricada por Frank'n'Furter, pero en su coro final son todos los seres bizarros de la película, encabezados por el personaje de Curry, quienes repiten, en tonos que van del orgullo a la curiosidad eso de "creature of the night", haciéndose cargo de su identidad con el concepto. Freaks, groupies, gordos motoqueros, travestis, todos son creatures of the night. Y están radiantes.
En un mundo lógico, Tim Curry debería haberse vuelto una leyenda luego de este papel, al final sólo se volvió el demonio de Legend (Ridley Scott, 1985). Pero lo que hizo en The Rocky Horror Show fue épico y hay estrellas con su lugar clavado en el firmamento por mucho menos brillo. Y a 30 años de distancia vale la pena recordarle a la juventud el perfecto consejo de su personaje: don't dream it / be it.
Divine (Divine): Me resulta sorprendente el que recién este año haya visto Pink Flamingos (1972) por primera vez, pero se explica por el hecho de que, como muchos rioplatenses, vi las películas de John Waters de adelante hacia atrás y, aunque ahora lo estoy revalorizando, el Waters tardío me resultó muy poco interesante como para molestarme en conseguir alguna copia de Pink Flamingos o Female Trouble. Conocía de oídas las escenas más polémicas de Pink Flamingos: la mamada que Divine le hace al personaje del hijo, el orto que baila 'Surfin' Bird', el coito entre los pollos y, por supuesto, el legendario sorete de perro que Divine degulte frente a cámara; pero nada de esto me entusiasmaba como para ver una película que me imaginaba (con algo de razón) como una versión temprana, más tosca y rea del cine de Waters.
Pero yo estaba equivocado en lo escencial y me encontré con esa soberbia demostración de terrorismo cultural a full que es esta película infame y que sigue siendo -como todo el auténtico arte- totalmente imposible de cooptar y domesticar. Vos podés hablar sobre esa película demente en la que se comen caca de perro, podés ponerla entre tus copias de DVD, pero sigue siendo infumable, y sigue siendo imposible de ver en familia.
Y por supuesto buena parte del mérito, de la imposibilidad de absorber y desactivar esta película, es de Divine. Aquel que no era ni un travesti ni un transexual ni un hombre ni una mujer sino una categoría en sí mismo. Cuando uno ve las películas de Waters no piensa en Divine como en un hombre disfrazado de mujer que trata de pasar por mujer, o que fracasa en la empresa; Divine es Divine, sus actuaciones están más allá de cualquier apreciación histriónica porque no intenta convencer de que es nadie excepto sí mismo/a. Una presencia formidable que trabaja fuera de la sociedad para destruirla. El terrorista definitivo, el que no sólo está más allá de los parámetros de la sexualidad sino también de la estética. Lo mismo que uno no piensa en Divine como un travesti o como un integrante de ningún género, tampoco se piensa en él como gordo, o como en alguien bien o mal vestido, porque esas categorizaciones volaron en pedazos desde que el tipo entró en pantalla. Porque es heavy.
En Divine Thrash, supuesto documental sobre la carrera de John Waters pero que en realidad se centra sobre la realización de Pink Flamingos, Waters, un hombre con una permanente guardia de cinismo humorístico, baja esa barrera para hablar de Divine, y habla en términos poco frecuentes. Habla del orgullo que le significa el que su obra esté ligada con la figura de alguien así y lo recuerda como un amigo. Y la madre de Divine lo recuerda con afecto como un hijo, y de pronto todas las categorías derribadas por su formidable presencia se vuelven a re-componer pero en otro lugar, en una dimensión paralela en la que Divine es un amigo, un compañero de trabajo, un hijo y un tipo divertido. Algo así como el mundo después de una rebelión cósmica salvaje y victoriosa en la que Antony cantara 'Hitler in my heart' sobre el cadaver de Robbie Williams.
Tick (Hugo Weaving): Yo me había olvidado cuánto me gustaba ABBA hasta que vi esta película que en cierta forma es un homenaje a la más poderosa de las canciones del cuarteto sueco, 'Mamma Mia'; The Adventures of Priscilla (Stephan Elliot, 1994) fue el equivalente para los años 90 de La jaula de las locas, es decir, la imagen agradable, empática y en cierta forma esterotipada (y como tal asimilable) del travesti homosexual.
Los años no han tratado bien a The Adventures..., hoy en día muchos de sus tratamientos e historias parecen condenados al lugar común, pero en su tiempo el descaro festivo de la película era realmente atractivo hasta desde una mirada hetero. Revisandola hoy en día me asombra un poco la misoginia latente en el filme: de tres mujeres retratadas en el mismo, solo una (lesbiana, por otra parte) es retratada con una cierta simpatía, mientras que las otras dos son un impresentable marimacho (que recibe un feroz comentario de parte de Terence Stamp invitándola a divertirse con un tampón) y una desquiciada semi-puta oriental cuya principal habilidad consiste en expulsar vaginalmente pelotas de golf. No, no hay nada de cariño hacia las mujeres en esta película.
Pero con los años también ha ganado un atractivo extra; cuando su estreno Hugo Weaving, Terence Stamp y Guy Pearce eran perfectos desconocidos (bueno, Stamp un poco menos), que perfectamente podían ser idénticos a los personajes que representaban. Y el más sorprendente es Weaving. Después de más de diez años y de las trilogías de The Matrix y El Señor de los Anillos, el nigeriano Weaving y sus cejas de elfo es Elrond o el Agente Smith, y es difícil re-imaginarlo en un papel como el del travesti Tick, y menos darse cuenta de lo cómodo que está; la actuación de Weaving es simplemente formidable y si bien su aproximación al personaje es esencialmente humorística, se acuerda de dejarle un espacio de glamour y eventual atractivo. Tick es, de los tres personajes de The Adventures..., el más simpático y el más polifacético, pero también es el más culposo, el que considera más incompatible su condición de homosexual con la de padre (o cualquier rol "respetable"). Por supuesto que supera estas dudas, porque The Adventures... es una máquina de satisfacer deseos y de gustar, pensada principalmente en un público como el que yo era cuando la vi hace más de diez años: masculino, ligeramente prejuicioso y aún incapaz de admitir afecto por un par de canciones de ABBA. Si Frank'n'furter podía colarse en nuestra fiesta y meter ácido en las bebidas para abusar de los desprevenidos y Divine podría romper la puerta a panzazos para luego prender fuego al salón de baile, Tick y los suyos piden permiso educadamente y se ofrecen como número de apertura de Dani Umpi. Bueno, siempre van a ser más divertidos que los Midachi.
Hedwig (John Cameron Mitchell): Difícil imaginar un mejor comienzo que el de Hedwig & The Angry Inch (2001), ese artefacto explosivo dirigido, escrito y protagonizado por John Cameron Mitchell al que al parecer nadie escuchó estallar. La película comienza con Hedwig y su banda tocando 'Tear me down' en un boliche de mierda. Es nada más que eso, una banda de rock tocando una excelente canción de rock'n'roll, pero es imposible sacarle los ojos de encima a Hedwig/Mitchell. Uno sabe que es lógico que tras haber interpretado el rol en cientos de funciones de la obra de la que surgió la película, y que con la ayuda extra de la edición, la performance que vemos no sea exactamente espontánea. Pero las tomas son largas -a diferencia del micro-montaje de los video clips en los que se toma y repite cada segundo en el que el idiota retratado se parece por accidente a un rocker- y alcanzan para notar que el lenguaje corporal de Mitchell/Hedwig es asombroso. Tiene esa clase de gracia felina pero inconfundiblemente masculina de la que gozan pocos performers. Hedwig baila como Iggy Pop, como Perry Farrell, como Gene Kelly, como Mick Jagger nunca llegó a bailar (aunque lo intentó maravillosamente). Y al lograrlo es un rey del escenario, una criatura de la noche única.
El modelo claro de Hedwig es Wayne/Jayne County, pero canta mejor y además es una criatura del S.XXI, por lo que, al igual que el Brian Slade de Todd Haynes -basado en David Bowie pero con varios elementos extra incorporados-, también se inspira en las figuras señeras de la epopeya glam, agregándoles un inevitable componente posmoderno. Y toda gran historia glam tiene que utilizar a la fuerza alguna suerte de gran metáfora homosexual. Pero el paralelismo del germano Hedwig (nombre femenino que existe pero que en inglés tiene una connotación que se podría traducir como "peluca de espinas") con el muro de Berlin y sus referencias al mito griego del andrógino original no funciona tan bien como los extraterrestres wildeanos de Haynes en Velvet Goldmine -película de la que Hedwig es una suerte de primo menor y más salvaje-, y cuando filosofa inspirado en estos mitos y en el disco Berlin de Lou Reed, la película y el personaje caen. En cambio cuando Hedwig/Mitchell están cantando en escena son insuperables.
La voz de Mitchell, algo cascada pero con buen registro, recuerda un poco a la de Marianne Faithfull sin dejar de ser profundamente masculina. El propio Hedwig es un desastre de travesti: es un narigón de rasgos más bien varoniles, parece muchas veces vestido por el enemigo, está pasado de edad para ser una estrella glam y no se depila las axilas. Como si fuera poco su personaje es confesa víctima mutilada de una fallida operación de cambio de sexo. Pero cuando canta 'Sugar Daddy' o 'Angry Inch' es absolutamente magnético y plantea toda una serie de preguntas acerca de lo que es el éxito y el fracaso sobre un escenario. Y lo que es el rock'n'roll, claro.
Hedwig es un beautiful loser, término que ha sido usado y abusado para describir personajes al que solo el segundo de los dos adjetivos les hacía justicia. Es un fracaso con poderes enormes, tanto dentro de la banda como encima del escenario e incluso sobre gente con fuerzas teóricamente superiores a las suyas, como su ex amante y permanente traidor Tommy Gnosis (Michael Pitt). Joven, fachero, "sensible" y perteneciente a la tal vez no extenta de talento pero evidentemente especuladora generación musical de Marylin Manson, el personaje de Tommy Gnosis está evidentemente más actualizado que el glam-punk de Hedwig, pero al mismo tiempo no solo lo respeta sino que lo teme, porque sabe que Hedwig es de verdad.
(Esto pasa en una película, es decir, en una obra de ficción, pero Hedwig es mucho más de verdad que muchos personajes construidos en la vida "real", y la situación que describe es muy, muy verosímil. ¿Cuántos triunfadores sin talento invitan a magníficos losers a que participen en sus discos o les abran shows, quedando como redistribuidores del suceso cuando en verdad están, una vez más, chupando rueda de la credibilidad de bandas y artistas superiores y que no transiguieron? No estoy pensando en el caso ficticio de Gnosis-Hedwig, al fin y al cabo un juego de traiciones más emotivo y directo, sino en esos conciertos tan "incompatibles" en los que alguna figura del olimpo comercial baja a pedirle a alguna banda del under que le sirva de telonero, acción que suele ser aplaudida como generosa cuando por lo general no pasa de ser un brutal hurto de áurea.)
Y con tanta credibilidad sobre los hombros, Hedwig rescata palabras y significados. No hay nada más fácil de secuestrar que una palabra, y la era de la publicidad y el bastardeo es la era del saqueo en masa de secciones enteras de diccionarios, y, como buenos ladrones, se llevan primero las palabras más valiosas, las joyas de la familia. Palabras como juventud, revolución, amor, violencia, coraje o rock'n'roll. Pero un organismo sano y fuerte, aunque sea el de un fracaso de rocker y un fracaso de transexual (o un artista talentoso que juega a ser lo anterior), puede purgar de impurezas un concepto que lo atraviese y es así que Mitchell -no Hedwig, que es su instrumento- decide en pleno S.XXI, en que la palabra ha sido cooptada por las peores lacras expresivas de la historia de occidente, hablar de Rock'n'roll.
No todas las canciones presentes en Hedwig & the Angry Inch son buenas, el nivel es más bien inferior al de, pongamos, The Rocky Horror Show o Singing in the Rain, pero una de ellas es excepcional y es la balada que cierra la película, 'Midnight Radio'. Allí Mitchell, ya abandonado su alter-ego de Hedwig se auto-incluye en un raro paradigma, el de las grandes vocalistas del rock, cantando: "Here's to Patti / And Tina / And Yoko /Aretha /And Nona / And Nico /And me / And all the strange rock and rollers / You know you're doing all right / So hold on to each other / You gotta hold on tonight"
Hay otras cosas, además de la peluca de espinas, abandonadas para cuando llega 'Midnight Radio', entre ellas la ironía y el distanciamiento, que han dado paso a una franqueza brutal, no en la intimidad secreta de los datos revelados sino en una confesión de optimismo melancólico que revela una terca creencia en determinados rituales y vasos comunicantes, que revela la última desnudez. No en vano la canción había comenzado (evocando su propio efecto) de la siguiente forma: "Rain falls hard / Burns dry /A dream / Or a song /That hits you so hard / Filling you up / And suddenly gone / Breath Feel Love / Give Free / Know in you soul / Like your blood knows the way / From you heart to your brain /Know that you're whole"
Está claro que está hablando de cosas serias.
Pero quiero volver atrás para remarcar algo que para quienes conocen la canción es tautológico y el que parece el más ingenuo de sus versos: "And all the strange rock'n'rollers / you know you're doing all right". Cuando Mitchell canta la segunda parte de este verso, literalmente lo berrea, no como el atorrante que busca empatía y efecto en un estadio sino como una celebración. Porque volvamos a los dos adjetivos anteriores y su sinergía: "strange rock'n'rollers". Para cualquier cínico ese concepto es un oxímoron, para Mitchell/Hedwig no. Y se apoya en un simple acto de fe, de creencia en esa extrañeza liberadora. No intenta convencer, para él es algo evidentemente existente, pero nosotros ya escuchamos tonterías similares demasiadas veces, ¿no es cierto? Pero de pronto, en una de esas porque la canción que acabamos de escuchar es realmente poderosa, nos quedamos pensando en esos "strange rock'n'rollers" que están haciendo todo bien. Porque existen y si somos curiosos sabemos que es así, pero aún así somos resistentes a reconocer su existencia, porque esta implica fe y criterio, implica el poder separar la paja del trigo superando la tabula rasa y la inseguridad del posmodernismo, y nuestro propio desencanto que nos cohibe a la hora de reconocer o conocer la strangeness, esa cosa única y colectiva a la que también se la ha dicho otredad, porque eso implica también reconocer nuestra ignorancia, nuestro asombro y nuestra maravilla. Los ojos de liebre encandilada. Y poder ver entre el bosque de brazos levantados y mal olor a sobaco, el brazo que está reclamando palabra e individuación entre la multitud, y que a la vez señala algo real, posiblemente evidente y seguramente invisible por su propia evidencia. Como el final inevitable de la canción:
And you're shining
Like the brightest stars
A transmission
On the midnight radio
And you're spinning
Your new 45's
All the misfits and the losers
Yeah, you know you're rock and rollers
Spinning to your rock and roll
Lift up your hands
lunes, octubre 16, 2006
Toda esa belleza al pedo
Hace unos meses le dediqué un post a lo que me parecía (y me parece) una bonita intervención, la de Evangelina Carrozo en la cumbre UE-América Latina. En dicho post remarcaba la natural belleza de la chica, que siendo muy atractiva no se adaptaba exactamente a los parámetros obligatorios para la belleza femenina actual. Culo ligeramente excedido, escasez notoria de tetas, nariz algo puntiaguda y un tono aceitunado de piel... la chica era hermosa, pero no con el tipo de belleza artificial y de corte totalmente europeo que se promociona en Argentina y en el mundo entero. Y tenía una sonrisa espectacular.
Unos meses después, la Carrozo no sonrie en unas sesiones de fotos que la muestran más delgada, con otra nariz, con la piel blanca lunar y con unas tetas así de grandes. Días después aparece como compañera de baile de un uruguayo, detalle simbólico-encantador, en el abominable Bailando por un sueño, el producto más lamentable de la fea carrera de ese canalla irreductible de Marcelo Tinelli. Hace un pequeño discurso sobre el problema de Gualeguaychú pero no dice nada, reproduce su gimmick como si fuera una de la troupe de Tinelli repitiendo su frase distintiva, y luego se somete al juicio de alguien tan despreciable como Gerardo Sofovich, quién pondría un basurero atómico en el centro de Gualeguaychú si pensara que puede ganar dos dólares extra.
Y uno la mira y no dice nada, porque acepta el discurso fatalista y pragmático: la "militante ecologista" es, sobre todo una modelo cuyo naturalismo no le parece incompatible con el llenarse de plástico y silicona el interior del cuerpo y que está aprovechando su momento. Y se sabía que iba a pasar, pero mirás el calendario y apenas pasó el tiempo necesario para que le desaparezca la hinchazón de las operaciones. Y uno piensa, "al menos hasta fin de año, al menos que hubiera sacrificado ese momento, no el próximo, al menos que no se hubiera puesto exactamente las mismas tetas que todas las demás, al menos un pequeño gesto significante...".
Pero nada, la miro bailar disco; baila bien, es graciosa y linda, como todos en el mundo de los graciosos y los lindos, como todo.
***
En Gualeguaychú y Colón deciden cortar los puentes nuevamente para arruinar el fin de semana largo y para protestar porque un tercer informe (en realidad una re-edición de los primeros) del Banco Mundial vuelve a decir lo que ellos no quieren escuchar: que consideran los riesgos de contaminación mínimos y que le van a dar los préstamos a Botnia.
Hace algunos meses escribí una serie de posts sobre la inaudita sordera y arrogancia del gobierno uruguayo con respecto a las protestas de los entrerrianos y sobre la inevitabilidad y justicia de las medidas que las asambleas ambientalistas habían tomado. Escribí sobre la inmunda fiebre chauvinista desatada en el Uruguay, sobre la obsecuencia a la inversión extranjera y sobre el legítimo derecho de las poblaciones a ponerse de punta en contra de las multinacionales omnipotentes y el dinero como medida de todas las cosas. Yo no cambié mi punto de vista que sigue siendo más o menos el mismo, rabiosa y apocalípticamente ecologista, pero las cosas cambiaron y la locura, la idiotez y el chauvinismo al parecer también cambiaron de país.
En estos meses pasaron decenas de cosas; se fue ENCE, pasó el Tribunal de La Haya, pasó el Tribunal de Controversias del Mercosur y, sobre todo, pasó la increíblemente estúpida actitud original del gobierno uruguayo. De alguna forma luego de que el Tribunal de La Haya -un organismo legal europeo, sí, pero serio- rechazó el pedido de medidas cautelares que Argentina había elevado, la administración Vázquez decidió sensatamente no hacer declaraciones triunfalistas y, al contrario, ofrecer algo que caprichosamente no habían ofrecido antes: el monitoreo conjunto del Río Uruguay y del efecto que las fábricas de celulosa pudieran tener. En realidad y teniendo en cuenta el resultado de los estudios previos y la desaparición de ENCE, es el mejor resultado que los entrerrianos pueden conseguir sin meter bombas. Y además el más justo a menos que emprendieran una campaña igualmente despiadada y enérgica con respecto a todas las empresas argentinas que directa o indirectamente afectan las cuencas en común y los cursos compartidos.
Esto es algo que sí fue entendido por los más experimentados activistas de Greenpeace -calificados en el pico de la imbecilidad uruguaya como "terroristas"-, quienes han dedicado ahora su mirada a las impresentables fábricas de celulosa argentinas colocadas sobre el márgen del Paraná. Sabiendo presente el tema en la sensibilidad del Río de la Plata, Greenpeace decidió dejar de enfocar en particular a un emprendimiento como Botnia, sin dudas riesgoso en lo ambiental pero con instrumentos de control y vigilancia que están totalmente ausentes en las plantas argentinas, menores en tamaño pero de mayor capacidad probada de producción de tóxicos. La decisión de la ONG fue, entre otras cosas, justa; hay un límite con respecto a lo que se puede exigir sin hacer un poco de autocrítica. Pero los asambleístas decidieron cerrar los ojos, no conceder ni el menor beneficio de la duda ni siquiera a las personas y organismos que ellos eligieron como representantes y desatar nuevamente un bloqueo que se sabe inútil en términos de afectar a Botnia, empresa que quieran o no ya está instalada a pesar de los esfuerzos casi criminales -y autodestructivos- de su planta de obreros chantajeando a la empresa. Los ambientalistas no entendieron que ya ganaron más de lo que podían esperar, que ahora -obedeciendo además a asambleas divididas y pésimamente argumentadas- desvirtuaron la legitimidad de su protesta, convertida en un mero abuso que jode esencialmente a terceros totalmente ajenos al negocio de la celulosa y teñida de un repelente olor a nacionalismo chauvinista, reforzado por el uso cada vez más xenófobo del himno y la bandera.
Yo sigo pensando que probablemente la planta de Botnia sea contaminante para el Río Uruguay y que la orientación del país entero hacia la celulosa es un error histórico, pero también creo que el grado de vigilancia montado alrededor de la fábrica hace que cualquier otra medida de fuerza sea juzgar por sospecha y que, a menos que se establezca toda una nueva regulación ambiental para el Río Uruguay y el Río de la Plata, la inflexibilidad en este caso es simplemente una injusticia unilateral y una clara intromisión en las decisiones de otro país. Los entrerrianos tuvieron toda la razón al comienzo de este conflicto, pero la razón no es un tatuaje permanente y ahora es solo un acto de prepotencia y ceguera, lo que los conservadores uruguayos acusaban de ser a los cortes hace unos meses, cuando eran una medida valiente y necesaria, cuando hablaban y Uruguay se tapaba las orejas insensible a sus dudas y pesares. Exactamente lo mismo que hacen los entrerrianos ahora.
Pero además ahí entra además otro de los temas que convierten a esta segunda oleada de cortes en algo infame: el momento político. Uruguay acaba de finalizar momentáneamente las negociaciones encaminadas a aprobar un Tratado de Libre Comercio con EE.UU. por el fast track, es decir, por la vía rápida y metió dicho tratado en el congelador gracias a la firme oposición de grupos de opinión progresistas que sostenían, ente otras cosas, que dicho tratado era incompatible con la presencia de Uruguay en el Mercosur y saboteaba las posibilidades de profundizar el bloque regional. Los cipayos de siempre sostenían que el Mercosur se cagaba en Uruguay y que atarse al mismo era atarse a una piedra que se hunde en la profundidad del océano.
Menos de una semana después el gobierno argentino se arroga el derecho de solicitar informes sobre una fábrica de productos químicos a instalarse en Soriano sin siquiera molestarse en pasar por la cancillería de Reinaldo Gargano, hombre polémico pero tal vez el más férreo defensor del Mercosur en el gobierno del FA, y trascartón el gobierno argentino no hace un sorete a la vela para evitar los cortes de ruta que el Tribunal de Controversias del Mercosur declaró como claramente ilegales.
Hay alguien que se está cagando de la risa en algún lado, y me parece que cada tanto dice "fantastic".
***
Entre los comments del post pasado, conversando sobre el tortuoso paso de Pedro Bordaberry por dos medios supuestamente serios y objetivos, me confundo de nombres y adjudico la pertenencia a uno de ellos de alguien que al parecer nunca estuvo en su planilla. Un lector bien informado y posiblemente próximo a Búsqueda me escribe para corregirme/desmentirme con respecto a esto. Pero le agrega otros tres desmentidos, señalando que los cuatro son los errores más garrafales del post (lo que en cierta forma es un error porque está hablando de elementos que aparecieron en los comments y no en el post) y que sirven como muestra de lo disparatado que es todo. Bárbaro, el único problema es que de sus cuatro ejemplos incontrovertibles de equivocaciones sólo el primero era una equivocación y de los otros tres uno era una mala información de él y los otros dos eran puntos de vista, no errores propiamente dichos.
Me hace acordar una reciente entrevista que leí al faro de la derecha latinoamericana Carlos Alberto Montaner. En la misma, tras intentar hacerse el gracioso con unos chistes tan hilarantes como el cáncer infantil, Montaner anunció que estaba preparando una segunda entrega del Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, libro que publicó a mediados de los noventa con la colaboración de Plinio Apuleyo Mendoza y Alvaro Vargas Llosa (hijo de Mario que no sé por qué heredó sus dos apellidos juntos). Un libro que no puede y no debe faltar en la biblioteca del moderno columnista de derecha, pero que es interesante para cualquier interesado en la semántica y en la manipulación de datos.
Este libro, editado en el apogeo de la ola neoliberal y del pensamiento único, ha sido presentado como el anti-Las venas abiertas de América Latina, pero en verdad es un libro de características muy diferentes aunque se cebara en las simplezas de Eduardo Galeano. Todo el libro consistía en una recopilación de frases y verdades de las principales cabezas parlantes de la izquierda latinoamericana, que eran presentadas y desmentidas en tono burlesco y demoledor. El libro fue bastante pionero en la utilización del insulto ("idiota") en forma metódica como medio para resumir discusiones y problemas, porque si para refutar una argumentación lógica se necesita por lo menos un desarrollo teórico opuesto equivalente en longitud y fuentes, para refutar lo dicho por un idiota no se necesita casi nada; alcanza con definirlo como tal. Porque se sabe que solo los idiotas discuten con idiotas. El método ha sido muy popular dentro de los comentaristas de derecha y es casi endémico su uso entre la derecha (y parte de la izquierda) estadounidense, donde desde que los perros de la FOX se desbocaron hasta opiniones de intelectuales de la talla de Susan Sontag han sido descalificadas como meras "idioteces", sin que nadie les preste la merecida atención.
Pero el Manual... tiene una particularidad propia. Convengamos en que si uno se pone a juntar idioteces que han dicho los filósofos-poetas de la izquierda latinoamericana en los últimos 30 años, el resultado puede llenar no un volumen sino una biblioteca y de las grandes. Pero con todo esta materia prima disponible, Mendoza-Montaner-Vargas Llosa no utilizaron más que una cantidad limitada de puras e incontestables idioteces, y en su lugar presentaron una curiosa mezcla de sandeces incuestionables con opiniones que para ellos serían tonterías o que, posiblemente, querían presentar como tonterías.
Invento algunos ejemplos similares a los que presentaba (vendí el libro en Tristán Narvaja hace una década y no quiero citar de memoria): El poeta X dice que en Cuba no hay pobreza sino que el socialismo le ha quitado a sus habitantes el hambre de lo material. Bien, evidentemente es una estupidez, pero a continuación ponían una opinión del periodista N quien dice que Cuba es un país muy pobre desde una lógica capitalista pero que si se lo mide con otros parámetros (salud, educación) no sería un país tan pobre. Es una opinión similar en apariencia a la del poeta X, pero radicalmente distinta en contenido, porque no presupone nada en forma romántica y abre espacios a diferentes formas de ver un problema como el de la pobreza en Cuba. Y los tres chicos pícaros del Manual... las colocan en el mismo plano de idiotez, y de vez en cuando le agregan otra frase más en la que el economista J dice que el índice de niños desnutridos en La Habana es menor que en algunas zonas de New York, lo cual es verdad, pero con la presentación elegida todo queda envuelto en la misma sopa de "idiotez", todo queda sin discutir, descartado, descalificado.
Es fácil imaginar el segundo volumen del Manual, sólo con la oratoria del Compañero Chávez y sus paladines hay para llenar varios capítulos, que posiblemente sean llenados con sus opiniones más respetables, desactivadas por el contexto de "idiotez" y por su propio nombre, por supuesto. Hay solo un antídoto para libros oscurantistas, prejuiciosos e ignorantes como el Manual... y es, una vez más, el criterio independiente y estimulado. Es importante ser capaz de reconocer que todos, o casi todos, los pensadores que nos interesan -desde Nietzche a Žižek, desde Sade a Bangs- han dicho/escrito soberanas idioteces, muchas de las cuales pueden explicarse por un simple contexto histórico (es fácil calificar la opinión del domingo con el diario del lunes) y otras eran ya pelotudeces en el momento de su enunciación, pero no es por eso que los leémos, sino por la otra parte. Jorge Luis Borges, tal vez el escritor que más he leído y re-leído en mi vida, era una máquina de decir anormalidades (poco útiles desde la perspectiva del Manual..., porque la "idiotez" del viejo era de signo muy diferente a la de los ejemplos tomados por estos tres mosqueteros de la verdad única, y también a la de ellos, cabría agregar), pero no son estas las que me han hecho leerlo, y no lo he leído "a pesar de...", sino integrandolo en sus claroscuros, en sus razonamientos débiles y su ceguera porfiada. Asimismo también es importante reconocer las luces y los aciertos de autores/pensadores con los que no coincidimos en absoluto; yo puedo decir que he leído páginas de lo más sensatas, y en ocasiones muy atractivas, de gente que me parece casi patológicamente equivocada como Paul Johnson. Martin Amis o Carlos Maggi (nunca de Carlos Montaner, lo cual no me extraña), porque no sólo hay muchas cosas que permiten la multiplicidad de miradas sin ser relegadas a la cuarentena de la "idiotez" sino porque también, como dicen los yanquis, hasta un reloj parado tiene razón dos veces por día.
Carlos Alberto Montaner, el gran separador de la razón y la idiotez, mientras tanto ha conseguido un interesante logro: el de ser despreciado incluso por la derecha cubano-estadounidense a cuya defensa ha dedicado su vida. El motivo es muy sencillo: el Miami Herald comprobó que la violenta prédica anti-izquierdista del cubano era financiada por la Oficina de Transmisiones a Cuba, un ente del gobierno de los EE.UU. que le pagaba por criticar al gobierno de Fidel Castro, algo que supuestamente Montaner hacía por amor a la causa. Para defenderse, este genio no tuvo mejor idea que declarar su ignorancia ya que la Oficina de Transmisiones no le pagaba a él sino a su distribuidora, Firmas Press. El brillante periodista obvió lo que algún estudiante de primer año de periodismo descubrió inmediatamente: que él era el propietario de Firmas Press. Acorralado, Montaner escrbió un largo descargo en el que nombraba a varios otros nombres que habían escrito por encargo de organismos estatales, pero se ahorró el dato de que esos nombres lo habían hecho en forma honoraria a diferencia de él. Lo cual produjo una gran reacción de la prensa conservadora en su contra, calificándolo directamente de "delator".
Cuando sos un portavoz de la derecha y hasta el Wall Street Journal te trata como una rata, evidentemente no sos la más calificada de las voces. Sin embargo en su última visita a Montevideo, Montaner fue recibido en oficinas de El País, diario que publica habitualmente sus columnas, como si fuera un gigante del pensamiento contemporáneo. Lo que, al contrario de lo que parece, prueba que la idiotez no es algo tan relativo.
***
Un ómnibus descontrolado se lleva puesta la garita de la parada de taxis próxima a donde vivo, y con ella a uno de los veteranos que trabajan en la misma, dejándolo en bastante mal estado. Paso por delante de los fierros retorcidos y veo a un tachero al que conozco de vista conversando con un flaco de unos treinta años. Cuando el flaco se va me acerco y le pregunto al tachero por el accidente y por el estado del veterano arrollado. Me cuenta el detalle de lo que pasó y del estado actual del tipo, diciéndome que está bastante mejor y recuperándose.
Después se ríe y me dice si vi al flaco que estaba hablando con él. Me dice que se le acercó para preguntarle exactamente lo mismo, pero específicamente sobre el estado del atropellado. "¿Y le parece que volverá a trabajar?", me dice el tachero que le preguntó un par de veces hasta finalmente proponer, "porque yo podría hacerme cargo de la parada si el tipo no vuelve". El tachero me dice que al final espantó al buitre diciéndole que hay bastante más gente trabajando en esa parada. Ambos coincidimos en que la gente está muy mal.
***
Hace un par de meses declaré mis intenciones de cerrar este blog, en parte cansado del mismo y en parte agobiado por el crecimiento de la audiencia del mismo, crecimiento que había producido el final de sus características de intercambio coloquial e íntimo entre nicks que funcionaban como mera formalidad y no como máscaras. Expliqué las razones al respecto y, como suele pasar con las cosas que se hacen en forma compulsiva durante mucho tiempo, seguí de largo igual, apenas bajando el ritmo de entradas, pero manteniéndolo como válvula de escape.
(Des) afortunadamente la dinámica molesta de intercambios al que había llegado el blog se mantuvo, profundizándose en realidad gracias a la aparición de dos o tres escribas compulsivos dispuestos a poner en duda todas y cada una de mis intervenciones, intentando disputar lo que al parecer entendían como un espacio de poder -cuando en realidad es apenas un espacio ocupado por un gran no-poder-, exigiendo, festejando como triunfos cada resignado y cansado abandono de alguna interminable discusión-pulseada, ignorando las características propias e intempestivas de un blog -características que entrañan que mi opinión sobre, pongamos, la raza humana sea diametralmente diferente un sábado de resaca y un martes primaveral- en busca de contradicciones, inexactitudes, convirtiendo este blog de amigos más o menos invisibles en un puto foro de internet, con todas sus lacras, throlls e ilegibilidad. Ok, pueden decirme que el mundo está lleno de pelotudos y que no hay que prestarles mayor atención, pero afean el paisaje lo bastante como para que todo esto se vuelva ilegible.
Nunca me interesó la popularidad de FYT, que siempre tuvo sanas intenciones elitistas, sino su comodidad como espacio de libre expresión de personas que hubieran entendido sus características. No tiene sentido que me pase discutiendo o borrando veinte comments de fans de NTVG que cayeron por acá porque después de las 200.000 visitas el Google ranquea la página más arriba que algunas páginas de fans de la banda. Entonces uno tiene que bancarse a ser meado por un pendejo que no puede escribir "boludo" con la B correcta y que no debería estar leyendo una página que bien podría llamarse "No, flaco, no me gustó nada" y que nunca se planteó siquiera el considerar su sensibilidad de fan, que ya ha sido demasiado considerada por los vendedores. Este se planteó como un espacio abierto pero no para todo el mundo, un espacio que no creía tener que poner un cartel en la puerta para que sus visitantes entendieran que no era para todo el mundo. ¿Elitista, snob...? Por supuesto, y a mucha honra: cuando todos los espacios son dedicados al gusto y la tolerancia media, al mínimo común denominador como medida de todas las cosas, a la celebración de la mediocridad menos excluyente, ¿por qué no ir en el camino opuesto? ¿por qué no discriminar y liberar un pequeño espacio de opinión de las exigencias representativas del mercado y el respeto entendido como una forma de cobardía?. No, acá no: mueran humanos. Empecé escribiendo para amigos y conocidos con intereses en común, ahora escribo para gente que no sabe escribir y critica mi escritura, que no comparte ni le interesan mis gustos estéticos pero que necesita denostarlos, que no tiene la más puta idea sobre los temas de los que hablo pero busca la fisura en lo que digo para tratarme de ignorante, que no piensa pero desprecia lo que opino, que no le gusta este blog pero le parece un espacio valioso para cooptar con sus divergencias. Que me exige una democracia y apertura de la que siempre fui enemigo. No, ya lo dije: mueran humanos.
(Leo mientras escribo esto que Trabajos Prácticos, el muchas veces frustrante pero en ocasiones fascinante conglomerado de periodistas-bloggers argentinos también está a punto de desaparecer. Muchos de los otros blogs que me interesaban no suben un post medianamente interesante desde hace meses y sus espacios lucen totalmente mortecinos. Tal vez la era de oro de los blogs y su cierta sobrevaloración haya terminado.)
En realidad no me quejo y tengo una buena excusa: sólo quiero avisar que dentro de un mes aproximadamente, FYT se borra, literalmente. No sólo abandono el blog sino que pienso borrar todas y cada una de sus entradas, cosa que no hago por (pura) maldad sino por dos buenos motivos: no quiero que queden cosas que dije ahí, colgadas en la web e indefensas en un blog al que no pienso entrar más. Por otra parte hay una buena parte de lo que escribí que pienso re-aprovecharlo, por lo que prefiero hacer desaparecer versiones anteriores. No se pierde nada; con la gente con la que ya hemos establecido contacto podemos seguir haciéndolo por otros canales, con otras espero no cruzarme otra vez en mi puta vida, y con las que no sepan en qué categoría se encuentran, siempre pueden invitarme un trago y averiguarlo.
En los próximos días voy a subir un último post de despedida, un post sobre música, como debe ser, y that's all folks. Los que necesiten sus espacios de expresión recuerden la filosofía básica del punk y háganse de sus propios blogs. De cualquier forma este nunca fue una especie de open mike. Mucha gente no entendió eso ni los simples protocolos del medio.
No me arrepiento de nada, de hecho hubo momentos en que estuvo tan bueno que hasta deberíamos haber hecho dinero, y tal vez lo hicimos. Pero es como el poker; hay que irse cuando estás ganando.
Unos meses después, la Carrozo no sonrie en unas sesiones de fotos que la muestran más delgada, con otra nariz, con la piel blanca lunar y con unas tetas así de grandes. Días después aparece como compañera de baile de un uruguayo, detalle simbólico-encantador, en el abominable Bailando por un sueño, el producto más lamentable de la fea carrera de ese canalla irreductible de Marcelo Tinelli. Hace un pequeño discurso sobre el problema de Gualeguaychú pero no dice nada, reproduce su gimmick como si fuera una de la troupe de Tinelli repitiendo su frase distintiva, y luego se somete al juicio de alguien tan despreciable como Gerardo Sofovich, quién pondría un basurero atómico en el centro de Gualeguaychú si pensara que puede ganar dos dólares extra.
Y uno la mira y no dice nada, porque acepta el discurso fatalista y pragmático: la "militante ecologista" es, sobre todo una modelo cuyo naturalismo no le parece incompatible con el llenarse de plástico y silicona el interior del cuerpo y que está aprovechando su momento. Y se sabía que iba a pasar, pero mirás el calendario y apenas pasó el tiempo necesario para que le desaparezca la hinchazón de las operaciones. Y uno piensa, "al menos hasta fin de año, al menos que hubiera sacrificado ese momento, no el próximo, al menos que no se hubiera puesto exactamente las mismas tetas que todas las demás, al menos un pequeño gesto significante...".
Pero nada, la miro bailar disco; baila bien, es graciosa y linda, como todos en el mundo de los graciosos y los lindos, como todo.
***
En Gualeguaychú y Colón deciden cortar los puentes nuevamente para arruinar el fin de semana largo y para protestar porque un tercer informe (en realidad una re-edición de los primeros) del Banco Mundial vuelve a decir lo que ellos no quieren escuchar: que consideran los riesgos de contaminación mínimos y que le van a dar los préstamos a Botnia.
Hace algunos meses escribí una serie de posts sobre la inaudita sordera y arrogancia del gobierno uruguayo con respecto a las protestas de los entrerrianos y sobre la inevitabilidad y justicia de las medidas que las asambleas ambientalistas habían tomado. Escribí sobre la inmunda fiebre chauvinista desatada en el Uruguay, sobre la obsecuencia a la inversión extranjera y sobre el legítimo derecho de las poblaciones a ponerse de punta en contra de las multinacionales omnipotentes y el dinero como medida de todas las cosas. Yo no cambié mi punto de vista que sigue siendo más o menos el mismo, rabiosa y apocalípticamente ecologista, pero las cosas cambiaron y la locura, la idiotez y el chauvinismo al parecer también cambiaron de país.
En estos meses pasaron decenas de cosas; se fue ENCE, pasó el Tribunal de La Haya, pasó el Tribunal de Controversias del Mercosur y, sobre todo, pasó la increíblemente estúpida actitud original del gobierno uruguayo. De alguna forma luego de que el Tribunal de La Haya -un organismo legal europeo, sí, pero serio- rechazó el pedido de medidas cautelares que Argentina había elevado, la administración Vázquez decidió sensatamente no hacer declaraciones triunfalistas y, al contrario, ofrecer algo que caprichosamente no habían ofrecido antes: el monitoreo conjunto del Río Uruguay y del efecto que las fábricas de celulosa pudieran tener. En realidad y teniendo en cuenta el resultado de los estudios previos y la desaparición de ENCE, es el mejor resultado que los entrerrianos pueden conseguir sin meter bombas. Y además el más justo a menos que emprendieran una campaña igualmente despiadada y enérgica con respecto a todas las empresas argentinas que directa o indirectamente afectan las cuencas en común y los cursos compartidos.
Esto es algo que sí fue entendido por los más experimentados activistas de Greenpeace -calificados en el pico de la imbecilidad uruguaya como "terroristas"-, quienes han dedicado ahora su mirada a las impresentables fábricas de celulosa argentinas colocadas sobre el márgen del Paraná. Sabiendo presente el tema en la sensibilidad del Río de la Plata, Greenpeace decidió dejar de enfocar en particular a un emprendimiento como Botnia, sin dudas riesgoso en lo ambiental pero con instrumentos de control y vigilancia que están totalmente ausentes en las plantas argentinas, menores en tamaño pero de mayor capacidad probada de producción de tóxicos. La decisión de la ONG fue, entre otras cosas, justa; hay un límite con respecto a lo que se puede exigir sin hacer un poco de autocrítica. Pero los asambleístas decidieron cerrar los ojos, no conceder ni el menor beneficio de la duda ni siquiera a las personas y organismos que ellos eligieron como representantes y desatar nuevamente un bloqueo que se sabe inútil en términos de afectar a Botnia, empresa que quieran o no ya está instalada a pesar de los esfuerzos casi criminales -y autodestructivos- de su planta de obreros chantajeando a la empresa. Los ambientalistas no entendieron que ya ganaron más de lo que podían esperar, que ahora -obedeciendo además a asambleas divididas y pésimamente argumentadas- desvirtuaron la legitimidad de su protesta, convertida en un mero abuso que jode esencialmente a terceros totalmente ajenos al negocio de la celulosa y teñida de un repelente olor a nacionalismo chauvinista, reforzado por el uso cada vez más xenófobo del himno y la bandera.
Yo sigo pensando que probablemente la planta de Botnia sea contaminante para el Río Uruguay y que la orientación del país entero hacia la celulosa es un error histórico, pero también creo que el grado de vigilancia montado alrededor de la fábrica hace que cualquier otra medida de fuerza sea juzgar por sospecha y que, a menos que se establezca toda una nueva regulación ambiental para el Río Uruguay y el Río de la Plata, la inflexibilidad en este caso es simplemente una injusticia unilateral y una clara intromisión en las decisiones de otro país. Los entrerrianos tuvieron toda la razón al comienzo de este conflicto, pero la razón no es un tatuaje permanente y ahora es solo un acto de prepotencia y ceguera, lo que los conservadores uruguayos acusaban de ser a los cortes hace unos meses, cuando eran una medida valiente y necesaria, cuando hablaban y Uruguay se tapaba las orejas insensible a sus dudas y pesares. Exactamente lo mismo que hacen los entrerrianos ahora.
Pero además ahí entra además otro de los temas que convierten a esta segunda oleada de cortes en algo infame: el momento político. Uruguay acaba de finalizar momentáneamente las negociaciones encaminadas a aprobar un Tratado de Libre Comercio con EE.UU. por el fast track, es decir, por la vía rápida y metió dicho tratado en el congelador gracias a la firme oposición de grupos de opinión progresistas que sostenían, ente otras cosas, que dicho tratado era incompatible con la presencia de Uruguay en el Mercosur y saboteaba las posibilidades de profundizar el bloque regional. Los cipayos de siempre sostenían que el Mercosur se cagaba en Uruguay y que atarse al mismo era atarse a una piedra que se hunde en la profundidad del océano.
Menos de una semana después el gobierno argentino se arroga el derecho de solicitar informes sobre una fábrica de productos químicos a instalarse en Soriano sin siquiera molestarse en pasar por la cancillería de Reinaldo Gargano, hombre polémico pero tal vez el más férreo defensor del Mercosur en el gobierno del FA, y trascartón el gobierno argentino no hace un sorete a la vela para evitar los cortes de ruta que el Tribunal de Controversias del Mercosur declaró como claramente ilegales.
Hay alguien que se está cagando de la risa en algún lado, y me parece que cada tanto dice "fantastic".
***
Entre los comments del post pasado, conversando sobre el tortuoso paso de Pedro Bordaberry por dos medios supuestamente serios y objetivos, me confundo de nombres y adjudico la pertenencia a uno de ellos de alguien que al parecer nunca estuvo en su planilla. Un lector bien informado y posiblemente próximo a Búsqueda me escribe para corregirme/desmentirme con respecto a esto. Pero le agrega otros tres desmentidos, señalando que los cuatro son los errores más garrafales del post (lo que en cierta forma es un error porque está hablando de elementos que aparecieron en los comments y no en el post) y que sirven como muestra de lo disparatado que es todo. Bárbaro, el único problema es que de sus cuatro ejemplos incontrovertibles de equivocaciones sólo el primero era una equivocación y de los otros tres uno era una mala información de él y los otros dos eran puntos de vista, no errores propiamente dichos.
Me hace acordar una reciente entrevista que leí al faro de la derecha latinoamericana Carlos Alberto Montaner. En la misma, tras intentar hacerse el gracioso con unos chistes tan hilarantes como el cáncer infantil, Montaner anunció que estaba preparando una segunda entrega del Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, libro que publicó a mediados de los noventa con la colaboración de Plinio Apuleyo Mendoza y Alvaro Vargas Llosa (hijo de Mario que no sé por qué heredó sus dos apellidos juntos). Un libro que no puede y no debe faltar en la biblioteca del moderno columnista de derecha, pero que es interesante para cualquier interesado en la semántica y en la manipulación de datos.
Este libro, editado en el apogeo de la ola neoliberal y del pensamiento único, ha sido presentado como el anti-Las venas abiertas de América Latina, pero en verdad es un libro de características muy diferentes aunque se cebara en las simplezas de Eduardo Galeano. Todo el libro consistía en una recopilación de frases y verdades de las principales cabezas parlantes de la izquierda latinoamericana, que eran presentadas y desmentidas en tono burlesco y demoledor. El libro fue bastante pionero en la utilización del insulto ("idiota") en forma metódica como medio para resumir discusiones y problemas, porque si para refutar una argumentación lógica se necesita por lo menos un desarrollo teórico opuesto equivalente en longitud y fuentes, para refutar lo dicho por un idiota no se necesita casi nada; alcanza con definirlo como tal. Porque se sabe que solo los idiotas discuten con idiotas. El método ha sido muy popular dentro de los comentaristas de derecha y es casi endémico su uso entre la derecha (y parte de la izquierda) estadounidense, donde desde que los perros de la FOX se desbocaron hasta opiniones de intelectuales de la talla de Susan Sontag han sido descalificadas como meras "idioteces", sin que nadie les preste la merecida atención.
Pero el Manual... tiene una particularidad propia. Convengamos en que si uno se pone a juntar idioteces que han dicho los filósofos-poetas de la izquierda latinoamericana en los últimos 30 años, el resultado puede llenar no un volumen sino una biblioteca y de las grandes. Pero con todo esta materia prima disponible, Mendoza-Montaner-Vargas Llosa no utilizaron más que una cantidad limitada de puras e incontestables idioteces, y en su lugar presentaron una curiosa mezcla de sandeces incuestionables con opiniones que para ellos serían tonterías o que, posiblemente, querían presentar como tonterías.
Invento algunos ejemplos similares a los que presentaba (vendí el libro en Tristán Narvaja hace una década y no quiero citar de memoria): El poeta X dice que en Cuba no hay pobreza sino que el socialismo le ha quitado a sus habitantes el hambre de lo material. Bien, evidentemente es una estupidez, pero a continuación ponían una opinión del periodista N quien dice que Cuba es un país muy pobre desde una lógica capitalista pero que si se lo mide con otros parámetros (salud, educación) no sería un país tan pobre. Es una opinión similar en apariencia a la del poeta X, pero radicalmente distinta en contenido, porque no presupone nada en forma romántica y abre espacios a diferentes formas de ver un problema como el de la pobreza en Cuba. Y los tres chicos pícaros del Manual... las colocan en el mismo plano de idiotez, y de vez en cuando le agregan otra frase más en la que el economista J dice que el índice de niños desnutridos en La Habana es menor que en algunas zonas de New York, lo cual es verdad, pero con la presentación elegida todo queda envuelto en la misma sopa de "idiotez", todo queda sin discutir, descartado, descalificado.
Es fácil imaginar el segundo volumen del Manual, sólo con la oratoria del Compañero Chávez y sus paladines hay para llenar varios capítulos, que posiblemente sean llenados con sus opiniones más respetables, desactivadas por el contexto de "idiotez" y por su propio nombre, por supuesto. Hay solo un antídoto para libros oscurantistas, prejuiciosos e ignorantes como el Manual... y es, una vez más, el criterio independiente y estimulado. Es importante ser capaz de reconocer que todos, o casi todos, los pensadores que nos interesan -desde Nietzche a Žižek, desde Sade a Bangs- han dicho/escrito soberanas idioteces, muchas de las cuales pueden explicarse por un simple contexto histórico (es fácil calificar la opinión del domingo con el diario del lunes) y otras eran ya pelotudeces en el momento de su enunciación, pero no es por eso que los leémos, sino por la otra parte. Jorge Luis Borges, tal vez el escritor que más he leído y re-leído en mi vida, era una máquina de decir anormalidades (poco útiles desde la perspectiva del Manual..., porque la "idiotez" del viejo era de signo muy diferente a la de los ejemplos tomados por estos tres mosqueteros de la verdad única, y también a la de ellos, cabría agregar), pero no son estas las que me han hecho leerlo, y no lo he leído "a pesar de...", sino integrandolo en sus claroscuros, en sus razonamientos débiles y su ceguera porfiada. Asimismo también es importante reconocer las luces y los aciertos de autores/pensadores con los que no coincidimos en absoluto; yo puedo decir que he leído páginas de lo más sensatas, y en ocasiones muy atractivas, de gente que me parece casi patológicamente equivocada como Paul Johnson. Martin Amis o Carlos Maggi (nunca de Carlos Montaner, lo cual no me extraña), porque no sólo hay muchas cosas que permiten la multiplicidad de miradas sin ser relegadas a la cuarentena de la "idiotez" sino porque también, como dicen los yanquis, hasta un reloj parado tiene razón dos veces por día.
Carlos Alberto Montaner, el gran separador de la razón y la idiotez, mientras tanto ha conseguido un interesante logro: el de ser despreciado incluso por la derecha cubano-estadounidense a cuya defensa ha dedicado su vida. El motivo es muy sencillo: el Miami Herald comprobó que la violenta prédica anti-izquierdista del cubano era financiada por la Oficina de Transmisiones a Cuba, un ente del gobierno de los EE.UU. que le pagaba por criticar al gobierno de Fidel Castro, algo que supuestamente Montaner hacía por amor a la causa. Para defenderse, este genio no tuvo mejor idea que declarar su ignorancia ya que la Oficina de Transmisiones no le pagaba a él sino a su distribuidora, Firmas Press. El brillante periodista obvió lo que algún estudiante de primer año de periodismo descubrió inmediatamente: que él era el propietario de Firmas Press. Acorralado, Montaner escrbió un largo descargo en el que nombraba a varios otros nombres que habían escrito por encargo de organismos estatales, pero se ahorró el dato de que esos nombres lo habían hecho en forma honoraria a diferencia de él. Lo cual produjo una gran reacción de la prensa conservadora en su contra, calificándolo directamente de "delator".
Cuando sos un portavoz de la derecha y hasta el Wall Street Journal te trata como una rata, evidentemente no sos la más calificada de las voces. Sin embargo en su última visita a Montevideo, Montaner fue recibido en oficinas de El País, diario que publica habitualmente sus columnas, como si fuera un gigante del pensamiento contemporáneo. Lo que, al contrario de lo que parece, prueba que la idiotez no es algo tan relativo.
***
Un ómnibus descontrolado se lleva puesta la garita de la parada de taxis próxima a donde vivo, y con ella a uno de los veteranos que trabajan en la misma, dejándolo en bastante mal estado. Paso por delante de los fierros retorcidos y veo a un tachero al que conozco de vista conversando con un flaco de unos treinta años. Cuando el flaco se va me acerco y le pregunto al tachero por el accidente y por el estado del veterano arrollado. Me cuenta el detalle de lo que pasó y del estado actual del tipo, diciéndome que está bastante mejor y recuperándose.
Después se ríe y me dice si vi al flaco que estaba hablando con él. Me dice que se le acercó para preguntarle exactamente lo mismo, pero específicamente sobre el estado del atropellado. "¿Y le parece que volverá a trabajar?", me dice el tachero que le preguntó un par de veces hasta finalmente proponer, "porque yo podría hacerme cargo de la parada si el tipo no vuelve". El tachero me dice que al final espantó al buitre diciéndole que hay bastante más gente trabajando en esa parada. Ambos coincidimos en que la gente está muy mal.
***
Hace un par de meses declaré mis intenciones de cerrar este blog, en parte cansado del mismo y en parte agobiado por el crecimiento de la audiencia del mismo, crecimiento que había producido el final de sus características de intercambio coloquial e íntimo entre nicks que funcionaban como mera formalidad y no como máscaras. Expliqué las razones al respecto y, como suele pasar con las cosas que se hacen en forma compulsiva durante mucho tiempo, seguí de largo igual, apenas bajando el ritmo de entradas, pero manteniéndolo como válvula de escape.
(Des) afortunadamente la dinámica molesta de intercambios al que había llegado el blog se mantuvo, profundizándose en realidad gracias a la aparición de dos o tres escribas compulsivos dispuestos a poner en duda todas y cada una de mis intervenciones, intentando disputar lo que al parecer entendían como un espacio de poder -cuando en realidad es apenas un espacio ocupado por un gran no-poder-, exigiendo, festejando como triunfos cada resignado y cansado abandono de alguna interminable discusión-pulseada, ignorando las características propias e intempestivas de un blog -características que entrañan que mi opinión sobre, pongamos, la raza humana sea diametralmente diferente un sábado de resaca y un martes primaveral- en busca de contradicciones, inexactitudes, convirtiendo este blog de amigos más o menos invisibles en un puto foro de internet, con todas sus lacras, throlls e ilegibilidad. Ok, pueden decirme que el mundo está lleno de pelotudos y que no hay que prestarles mayor atención, pero afean el paisaje lo bastante como para que todo esto se vuelva ilegible.
Nunca me interesó la popularidad de FYT, que siempre tuvo sanas intenciones elitistas, sino su comodidad como espacio de libre expresión de personas que hubieran entendido sus características. No tiene sentido que me pase discutiendo o borrando veinte comments de fans de NTVG que cayeron por acá porque después de las 200.000 visitas el Google ranquea la página más arriba que algunas páginas de fans de la banda. Entonces uno tiene que bancarse a ser meado por un pendejo que no puede escribir "boludo" con la B correcta y que no debería estar leyendo una página que bien podría llamarse "No, flaco, no me gustó nada" y que nunca se planteó siquiera el considerar su sensibilidad de fan, que ya ha sido demasiado considerada por los vendedores. Este se planteó como un espacio abierto pero no para todo el mundo, un espacio que no creía tener que poner un cartel en la puerta para que sus visitantes entendieran que no era para todo el mundo. ¿Elitista, snob...? Por supuesto, y a mucha honra: cuando todos los espacios son dedicados al gusto y la tolerancia media, al mínimo común denominador como medida de todas las cosas, a la celebración de la mediocridad menos excluyente, ¿por qué no ir en el camino opuesto? ¿por qué no discriminar y liberar un pequeño espacio de opinión de las exigencias representativas del mercado y el respeto entendido como una forma de cobardía?. No, acá no: mueran humanos. Empecé escribiendo para amigos y conocidos con intereses en común, ahora escribo para gente que no sabe escribir y critica mi escritura, que no comparte ni le interesan mis gustos estéticos pero que necesita denostarlos, que no tiene la más puta idea sobre los temas de los que hablo pero busca la fisura en lo que digo para tratarme de ignorante, que no piensa pero desprecia lo que opino, que no le gusta este blog pero le parece un espacio valioso para cooptar con sus divergencias. Que me exige una democracia y apertura de la que siempre fui enemigo. No, ya lo dije: mueran humanos.
(Leo mientras escribo esto que Trabajos Prácticos, el muchas veces frustrante pero en ocasiones fascinante conglomerado de periodistas-bloggers argentinos también está a punto de desaparecer. Muchos de los otros blogs que me interesaban no suben un post medianamente interesante desde hace meses y sus espacios lucen totalmente mortecinos. Tal vez la era de oro de los blogs y su cierta sobrevaloración haya terminado.)
En realidad no me quejo y tengo una buena excusa: sólo quiero avisar que dentro de un mes aproximadamente, FYT se borra, literalmente. No sólo abandono el blog sino que pienso borrar todas y cada una de sus entradas, cosa que no hago por (pura) maldad sino por dos buenos motivos: no quiero que queden cosas que dije ahí, colgadas en la web e indefensas en un blog al que no pienso entrar más. Por otra parte hay una buena parte de lo que escribí que pienso re-aprovecharlo, por lo que prefiero hacer desaparecer versiones anteriores. No se pierde nada; con la gente con la que ya hemos establecido contacto podemos seguir haciéndolo por otros canales, con otras espero no cruzarme otra vez en mi puta vida, y con las que no sepan en qué categoría se encuentran, siempre pueden invitarme un trago y averiguarlo.
En los próximos días voy a subir un último post de despedida, un post sobre música, como debe ser, y that's all folks. Los que necesiten sus espacios de expresión recuerden la filosofía básica del punk y háganse de sus propios blogs. De cualquier forma este nunca fue una especie de open mike. Mucha gente no entendió eso ni los simples protocolos del medio.
No me arrepiento de nada, de hecho hubo momentos en que estuvo tan bueno que hasta deberíamos haber hecho dinero, y tal vez lo hicimos. Pero es como el poker; hay que irse cuando estás ganando.
Suscribirse a Entradas [Atom]