lunes, julio 25, 2005

Geografías desconocidas (más allá hay tigres)

No hay nada más aburrido, excepto tal vez para un freudiano algo anquilosado o para un surrealista dogmático, que escuchar los sueños de otras personas. Son algo tan personal e intransferible que aún las construcciones más asombrosas del inconsciente pierden todo interés como anécdota para terceros. Si a eso sumamos que no me parece importante el contar experiencias propias en el blog, sería un despropósito escribir un post que justamente narrara algo que soñé. Esto es exactamente eso, o no.

De vez en cuando sueño con sitios que aparentemente no existen o existen en forma diferente a mi sueño. No suelo tener demasiada memoria para los sueños, excepto para estos sueños. Los recuerdo detalle por detalle y de saber dibujar bien podría reproducir estos lugares como si los copiara del natural. Estos sueños tienen algunas características definidas: siempre son lugares que existen, siempre son lugares que conozco y siempre están alterados en elementos esenciales. Siempre me despierto maravillado luego de uno de estos sueños, y profundamente conmovido sin saber muy bien por qué. Con la sospecha de que se me dijo algo importante, pero nunca supe decodificar ningún mensaje y sólo rescato la belleza de esos paisajes imposibles. Alguna vez no recuerdo nada del sueño al despertar y, días o semanas después, al escuchar o leer el nombre de la locación todo el sueño aparece tan claro como una experiencia de la vigilia.

En ese turismo onírico he visitado una ciudad de San Carlos en la que casas pequeñas rodean a un gigantesco shopping center corroido por el tiempo, he paseado por un Bulevar España en el que los balcones de los edificios fueron diseñados por Gaudí y que se derriten, orgánicos, sobre las ventanas de los pisos inferiores, he descubierto una ciudad de Castillos –tal vez el pueblo más desagradable del interior uruguayo- en el que se pueden hallar misteriosos jardines botánicos rodeados de muros verdes y cubiertos por enredaderas, he visto dólmenes llenos de inscripciones arcanas creciendo como plantas en los baldíos de ese Castillos fantasmal, he estado de parranda por una Nueva York abandonada y derruida en la que se festeja en los pent-houses que aún subsisten, he visto Montevideos y Buenos Aires erizados de cerros y bajadas de casi noventa grados sobre las que bajaban pibes en skate a la velocidad de la luz.

Como dije antes, una característica constante de estos sueños es que casi siempre se trata de lugares que conozco bien, sin embargo hubo una excepción que me quedó grabada en la mente. Una vez soñé con La Barra del Chuy, uno de las pocos balnearios de Rocha a los que no fui nunca pero del que he visto alguna foto. Claro que La Barra del Chuy con la que soñé no se parecía a esas fotos; era una bahía pequeña, de no más de 300 metros de largo, rodeada de montes tropicales y con una hermosa playa en la que se erguía, a muy poca distancia de la costa, un islote de tupida vegetación. Nada muy sobrenatural ni particularmente extraño, pero definitivamente una playa que yo no conocía.

Hace poco más de una semana veo en la televisión una película que me había negado porfiadamente a ver, prejuzgándola con crueldad y certeza. Se trataba de Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón, a la que imaginaba como un compendio de todo lo que detesto en cine, pero que, a falta de mejores ofertas en la madrugada de la televisión abierta y con la promesa tentadora de ver en pelotas a Maribel Verdú, decidí verla. Tuve dos sorpresas, la primera fue que, sin ser una buena película y conteniendo varias cosas odiosas, era mucho menos mala de lo que me imaginaba e inclusive tenía un par de escenas logradas. La otra sorpresa fue bastante más impactante para mi.

En un momento de la película, el trío protagonista, que está buscando una playa que no existe, se pierde por un camino de tierra hasta que el auto se les queda atascado en la arena. Al amanecer bajan del auto y descubren que llegaron hasta una playa espectacular. Pude sentir mucha empatía con el asombro de los personajes: la playa a la que llegaron era exactamente igual a la playa que yo había soñado que era la de La Barra del Chuy. La reconocí y asocié inmediatamente aunque mi sueño fue hace siete u ocho años, y me quedé maravillado ante esta correspondencia inesperada. Mientras pensaba esto aparece en pantalla un personaje en una lancha. Se llama Chuy. Entonces me asusto un poco, me da vértigo.

Estuve a punto de llamar a alguien para contarle, pero una llamada a las dos de la mañana para narrar algo tan extraño e incomprobable posiblemente me dejara sin una amistad. Así que decido guardarme esta casualidad inverosímil. Una semana después lo escribo en el blog.

jueves, julio 21, 2005

Lo bueno, lo malo y lo feo

UNO: Fui a ver Submission, el ahora legendario corto del director holandés Theo Van Gogh sobre la opresión de algunas mujeres islámicas, o tal vez todas. Se trata de una pieza breve con estética algo video-clipera en la que una o varias mujeres cubiertas por el velo hablan con la cámara relatando terribles abusos sufridos en ámbitos regidos por la sharia, o ley islámica. Los testimonios no desentonarían con los populares Monólogos de la Vagina y no son particularmente iluminadores ni comprensivos en cuanto a la situación de la mujer en el Islam. Pero era algo que había que ver, teniendo en cuenta que por su causa Theo Van Gogh fue asesinado por Mohammed Bouyen, un encolerizado musulmán extremista hijo de marroquíes, forzando a la casi clandestinidad a Ayaan Hirsi Ali, la militante feminista guionista del corto. Con semejantes gastos de producción por parte de su creador, era casi obligatorio ver Submission, que de otra forma hubiera pasado bastante desapercibida.



Es fácil entender los motivos que irritaron a Bouyen, ya que el corto contiene varias profanidades, más visuales que textuales; las mujeres tienen cubiertos sus rostros pero se las ve desnudas bajo un ropaje transparente y durante los testimonios se intercalan imágenes de mujeres desnudas y golpeadas sobre las que se proyectan caracteres arábigos, aparentemente versos del Corán o Qur'an. Es decir que es una obra profana y merecedora de castigo en un país en el que la ley sea el Qur’an, pero no en Holanda, país modelo en cuanto a las libertades individuales.

Un país que ha sido ejemplar en muchos aspectos y que todos los que simpatizamos con el cannabis tenemos como máximo exponente de la civilización, pero cuyas virtudes no solo se refieren a lo que cada uno se mete en su cuerpo sino también a las interrelaciones entre sus habitantes, la cuidadosa relación con el medio ambiente –al que alteraron significativamente sin arruinarlo- y a la enorme tolerancia hacia el pensamiento de los otros. De hecho el asesinato de Theo Van Gogh había sido el segundo asesinato político en el país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El primero había sido el de Pim Fortuyn.

Fortuyn era un personaje fascinante y es posiblemente la figura más sorprendente de la derecha europea contemporánea. Defensor de la limitación definitiva de la inmigración, especialmente la árabe, a los Países Bajos, Fortuyn es considerado generalmente como una figura clave de la ultraderecha, pero al mismo tiempo es un personaje muy distinto de lo que uno asocia con la ultraderecha, hasta el punto de obligar a reconsiderar el paradigma de la misma. Fortuyn, sobre quién Van Gogh se encontraba filmando un documental cuando lo mataron, era un intelectual de primera línea, un sociólogo homosexual de pasado izquierdista (hay quienes dicen que nunca dejó de serlo), inteligentísimo y de discurso muy articulado. Fortuyn no promulgaba la violencia hacia los inmigrantes e inclusive defendió el derecho a expresarse de líderes islámicos radicales como Khalil el-Moumni, también negaba cualquier tipo de afiliación con otros líderes de ultra-derecha europea como Haider o Le Pen y tenía muchos puntos en común con la ideología libertaria. Pero al mismo tiempo sostenía que Holanda estaba superpoblada y que su equilibrio social estaba amenazado por una inmigración masiva proveniente de los países árabes, y que traía consigo una serie de preceptos morales que entraban en franco conflicto con el tradicional liberalismo holandés.

Los puntos de vista de Fortuyn eran polémicos y por momentos despreciativos hacia la cultura musulmana –aunque no tanto como las estupideces que escribe la idiota racista de Oriana Falacci- pero en ningún momento utilizó más armas para defenderlos que su carisma personal y su discutible sentido común. En el 2002 fue asesinado por Volkert van der Graaf, un militante ecologista que estaba preocupado por la ascendente popularidad de el “divino pelado”, como lo llamaba Van Gogh. El crimen, repito, el primero de índole política en Holanda en más de cincuenta años, dejó a toda su sociedad impactada ante algo que no conocían y que no entraba dentro de sus códigos, y en cierta forma terminó dándole la razón a Fortuyn. La reacción general de la izquierda en el resto del mundo fue cambiar de tema o inclusive llegar a acusar a Fortuyn, a Van Gogh y a Ayaan Hirsi Ali, quién sigue aún prófuga y amenazada de muerte, de habérsela buscado.

DOS: Ríos de lágrimas corrieron por el mundo entero luego de los atentados suicidas de Londres, en estas latitudes daba la impresión por momentos de que habían ocurrido en Colonia de Sacramento, tanto era el dolor de los comunicadores al dar cuenta de los más de cincuenta británicos muertos. En Argentina fue en cierta forma un poco chocante la empatía de la prensa con el país agredido, chocante porque apenas unas semanas antes se habían confirmado –una vez más, en cierta forma- la presencia de armas atómicas en parte de la flota británica involucrada en la Guerra de Malvinas, además de la aceptación sin disculpas del gobierno inglés acerca de la ilegalidad –si cabe hablar de legalidades en una guerra- del hundimiento del crucero Belgrano, la mayor matanza de argentinos de esa guerra. Pero claro eso pasó hace un montón de tiempo y a todos nos gustan los Beatles.

Tras los atentados hubo las demostraciones de solidaridad automáticas que cabía esperar por parte de todos los gobiernos, todas al parecer metidas en una competencia de adjetivos tétricos y dolidos para calificar los hechos, y también las previsibles declaraciones pescadoras de amistad, con el alemán Ratzinger y el inglés Blair compitiendo en ver quién podía identificar más a los ataques con un ataque a toda la civilización occidental por parte de la barbarie infiel. El simpático Ken Livingstone, alcalde laborista digno de dicho nombre y reconocido opositor a la política de Blair en Irak, declaró su lógico repudio a los atentados y remarcó el hecho de que las víctimas no eran soldados sino laburantes inocentes y totalmente ajenos a la política exterior de su país. Y tenía razón, pero solamente en parte.

Tengo un rechazo particular por Tony Blair, quien –a pesar de las pelotudeces que diga a su favor Billy Bragg- me parece en cierta forma una figura aún más peligrosa y negativa que el propio George Bush Jr. y su voracidad explícita. En los vericuetos imperiales de la actual guerra al terrorismo en la que E.E.U.U. ha decidido por cuenta propia ser el policía del mundo, la administración Blair ha decidido hacer el papel de “policía bueno” en dicho enfrentamiento. Además de ser el adalid de la "tercera vía", esa clase paradójica de socialismo que no tiene nada de socialismo, recordemos que Blair es, nominalmente, un hombre progresista y de izquierda, por lo cual su apoyo a la segunda guerra del Golfo fue decisivo a la hora de hacer borrosos los motivos de lo que básicamente es una guerra imperial guiada por los dinosaurios apocalípticos del gobierno Bush. Blair es el articulado, es la voz de la razón, no habla con Dios y no divide al mundo en buenos y malos, previene no mata, es el guerrero renuente, el que adopta las decisiones difíciles que misteriosamente son siempre idénticas a las del cruzado Bush. Sin el apoyo de Blair, la guerra de Irak hubiera significado un costo político a E.E.U.U. imposible de asumir, inclusive para bestias como los republicanos actuales, Blair le dio razones, lógica y un rostro humano a una invasión insensata que significó una auténtica declaración de guerra contra todo un mundo. Y unos 50.000 iraquíes saben ahora en forma prematura si hay algo después de la muerte gracias a este hombre progresista y civilizado.

Pero esas decisiones difíciles no lo son tanto en estos tiempos en los que la guerra está tan Toyotizada como la producción económica. En la Primera Guerra Mundial Inglaterra se quedó sin una generación entera de jóvenes de su clase dirigente y más educada. El motivo fue que esta clase entraban directamente a la escuela de oficiales y los oficiales debían comandar personalmente las cargas de trinchera a trinchera, por lo que eran los primeros en morir. El terco y excesivo pacifismo de la generaciones posteriores se debió a ese contacto directo con la muerte en cantidades industriales. Ochenta años después la guerra es algo que pasa lejos y entre hombrecitos marrones. Hombrecitos marrones de Nepal que matan a hombrecitos marrones de Mesopotamia por dinero, hombrecitos marrones de Centroamérica que matan a hombrecitos marrones de Bagdad por una green card. Un horror lejano contra el que los ingleses bien pensantes protestan en multitudinarias manifestaciones en las que cantan estribillos de Lennon, luego vuelven a sus casas y luego vuelven a votar al mismo político que los tiene metidos en esa guerra lejana, aún después de que todas sus excusas se han caído y las verdades probables se volvieron verdades innegables. Pero bueno, la economía va bien y la guerra está lejos. Hasta que la guerra se acerca y pega una visita.



Posiblemente los muertos de los atentados fueran exactamente lo que decía Livingstone, gente laburante que manifestó en contra de la invasión de Irak, gente buena de impecables modales británicos que bebían cerveza a temperatura ambiente en el pub, gente que vió a los Buzzcocks en el ’78, o que se empasteló viendo a Slowdive en el ’93. Gente hincha del Arsenal, que cultiva skank en su pequeña terraza, que no sabe diferenciar a Uruguay de Paraguay, que se emocionó con películas de Ken Loach y se sintió identificada con los inmaduros personajes de Nick Hornby, que le gustaba el olor a falafel de la tienda de su vecino paquistaní, que votó nuevamente a Tony Blair porque no había mejores opciones. Y que vivía en un país en guerra pero que no se daba cuenta. Ahora se dan cuenta y no pueden hacer nada porque están muertos.

La perversidad del lenguaje y el manejo mediático ha construido una realidad virtual en la que algunas formas de matar gente indefensa son caballerosas y admitidas y otras son despiadadas y dementes. Cuando uno ve las cifras de muertes de las guerras del golfo lo primero que tiende a decir es que no existen y no existieron. Porque no hay ninguna guerra si de un lado mueren 100 personas y del otro 100.000; ahí lo que hay es una operación de exterminio. En los mismos días de los atentados de Londres, un camión bomba se llevó puestos en Irak a un par de soldados yanquis y una veintena de niños que los rodeaban; esto ocurrió porque los soldados norteamericanos se habían acostumbrado a regalar golosinas a los niños que, inadvertidamente, les servían de escudo humano en contra de los insurgentes suicidas. Hasta que apareció uno un poco más cruel y desesperado que los otros y decidió que valía la pena. Esos niños no tuvieron ni la centésima parte de prensa que los londinenses, pero eran marrones y murieron lejos de la cultura occidental.

Para los cuatro musulmanes que se hicieron volar por los aires junto a unos 12 londinenses cada uno había una cosa clara: en las guerras muere gente y el precio por matar es ser capaz de morir. Ahora los ingleses están entendiendo lo que los españoles entendieron enseguida y lo que los italianos y los dinamarqueses (¿qué carajo está haciendo Dinamarca en esa guerra?) van a entender tarde o temprano, por las buenas o por las malas, y es que están en guerra. Y dentro de los estrechos márgenes de decisión que las democracias occidentales le permiten a sus habitantes, ellos apoyaron y eligieron esa guerra.

La segunda tanda de atentados, la de ayer, 22 de julio, fue una auténtica gema que puede incluso validar esa forma de guerra despiadada, que no es más despiadada –y es ciertamente más valiente, para quienes les importe eso- que los bombardeos de napalm teledirigidos a distancia. En esta segunda tanda, en la que no hubo víctimas, los árabes demostraron mucha más inteligencia que la que los genios de occidente suelen otorgarles. A dos semanas de los crueles atentados suicidas hicieron estallar, con total impunidad, una serie de detonadores que no hicieron mayor daño que el de recordar que si hubieran estado colocados encima de una carga explosiva hoy habría 50 londinenses menos, con suerte. Es una demostración de poder tan terrorífica que obliga a pensar en la función última de lo que en occidente se conoce como terrorismo, es decir, ese sinónimo de mal absoluto, pero que no es algo tan sencillo ni simplificable en su imagen caricaturesca y demoníaca. Los semi-atentados de ayer, lo mismo que los atentados auténticos del 7 de julio, plantean un mensaje. No es la violencia irracional y sin dirección que sostienen Blair & cía, es un mensaje claro, fuerte y cruel. Los europeos pueden escucharlo y decidir al respecto lo que les parezca mejor, pero no pueden ignorar algo tan diáfano.

No me alegran los atentados terroristas pero me interesan los asuntos bélicos lo bastante como para saber que cada nación agredida desarrolla una táctica de resistencia que se corresponde a las características de su agresor y de su agresión. En este momento, los atentados en los países europeos de la coalición (conviene destacar esta característica para diferenciarlos de los otros países) me parecen que, a su manera, al devolver la guerra a sus lugares de orígen le devuelven realidad. Estados Unidos se convirtió en la mayor potencia mundial por el simple hecho de que no tuvo guerras en su territorio desde el S.XIX, mientras que simultáneamente participaba en practicamente todos los conflictos de importancia del S.XX. Inglaterra y España, a medida de que las generaciones que habían vivido las Guerras Mundiales y la Guerra Civil morían de viejos o se apartaban de las decisiones políticas, pensaron que podían hacer lo mismo y no sufrir a cambio. Eso, por suerte, aún no es así, porque no hay nada más terrorífico que las naciones guerreras que no conocen la guerra.



UNO Y MEDIO: El conflicto entre el fundamentalismo islámico y el neoliberalismo imperial es confuso para la gente de izquierda porque esencialmente la deja afuera, más allá de simpatías forzadas o justificaciones complejas. Pero estos dos casos en particular me interesan porque son difíciles de pensar desde el progresismo doméstico, porque colocan los parámetros del humanismo y de lo "correcto" en lugares donde no se lo esperaba. ¿Quiero decir con todas estas parrafadas que el asesinato de un lider xenófobo y un director mediocre es inadmisible y que en cambio el dinamitar a cincuenta civiles entra dentro de las reglas del juego político-bélico? No exactamente, pero tampoco está tan lejos. En realidad no tengo una opinión formada e indestructible con respecto a estas cosas, pero me gusta como ponen a prueba los preconceptos y las verdades absolutas. Me gusta la gimnasia que implica el pensarlas.

viernes, julio 15, 2005

En el camino de Calitos y George Jr.

Veo, en forma incompleta, la entrevista televisiva que María Inés Ubaldía le hizo en Será posible al presidente de Uruguay, el doctor Tabaré Vázquez.

Allí lo veo al mandatario explicar algunas cosas confusas como que desde que un espermatozoide se une a un óvulo es una vida humana, a menos que haya sido concebido en contra del honor de la mujer, o que las mujeres que abortan con tallos de perejil y agujas de coser van a seguir haciéndolo en esa forma si se legaliza el aborto porque no se van a enterar de que está legalizado. Bien, no quiero opinar al respecto.

Pero realmente me sorprendo cuando el presidente es interrogado sobre su casi instantánea autorización para colocar una estatua de Karol Wojtyla en un punto privilegiado de Montevideo, molestando a muchos de los tradicionalmente laicos habitantes de la ciudad. Vázquez explica que laicidad no es lo mismo que anti-clericalismo y que en verdad hay que estar abierto a todos los caminos y presentar todas las opciones, argumento gemelo al de los que sostienen que además de la teoría de la evolución hay que enseñar la creación según la Biblia en las escuelas para que los pequeños elijan. Y dice que no hay por qué escandalizarse por la colocación de la estatua del polaco anti-comunista, ya que es un símbolo del catolicismo, y que en Montevideo ya existen monumentos a otras religiones como el memorial del holocausto judío -que no es un monumento a una religión sino el recuerdo de un genocidio- o la estatua de Mahoma en el Parque Rodó.

Bueno, la estatua que hay en el Parque Rodó, y que los alcahuetes del presidente vienen poniendo de ejemplo cada vez que se cuestiona su decisión con respecto al monumento de Wojtyla, no es de Mahoma sino de Confucio, personaje que no sólo no tiene mucho que ver con el redactor del Corán sino que además es un lider filosófico y no religioso. Y cabe señalar que si efectivamente hubiera una estatua de Mahoma en el Parque Rodó nos haríamos merecidos acreedores de una ducha de bombarderos suicidas, ya que el Islam prohibe expresamente cualquier representación iconográfica de su profeta y no existen estatuas de Mahoma en ninguna parte del orbe.

Caminando dos cuadras por la Rambla Sur, Vázquez y sus consejeros se encontrarían con la estatua a Yemanjá, que le serviría un poco más para sus argumentaciones, inclusive muy cerca de la estatua de Confucio hay un busto de Perón, que para muchos argentinos es como un lider religioso, y como plus el doctor tiene a unos metros de distancia una estatua de Poseidón, que calculo que no tendrá muchos fieles en Uruguay pero capaz que funciona.

miércoles, julio 13, 2005

We don't need no education (post positivamente reaccionario)

Uno de las cosas más escalofriantes que escuché en los últimos tiempos fue una observación hecha por una amiga y reconocida blogger, quién me contó que cuando Cinemateca Uruguaya hace funciones gratuitas de cine para alumnos de secundaria de liceos públicos -repito de SECUNDARIA-, sus profesoras les pedían que en lo posible fueran películas en castellano ya que sus alumnos, de secundaria, tenían grandes problemas para leer los subtítulos y seguir la trama de la película.

Ayer se derogó la resistida Acta 14, el punto más polémico de la resistida reforma educativa de Germán Rama, un reglamento de carácter estrictamente represivo que, como es lógico, consiguió más perturbaciones educativas de las que evitó. En su lugar se presentó una modificación que elimina los puntos que calificaban la ocupación de los centros educativos como "falta grave", dando la orientación de que en caso de suscitarse alguna ocupación esta sea discutida con las autoridades del colegio y se supere mediante la razón. Rousseau y Pangloss bailan tomados de la mano entre flores de alelí mientras la derecha hace chilenas en el aire estilo Condorito ante la emoción de encontrarse con tantos centros en el área.

Yo no creo que la represión o la pérdida de la la calidad de estudiante sean la solución para enfrentar las inquietudes político-hormonales de los adolescentes, pero apelar al buen juicio de los mismos en relación a las ocupaciones de locales es como apelar al buen juicio de un perro al que se le deja a su lado una bolsa de huesos que no debe comer. Hay que tener no sólo un poco más de seriedad y menos optimismo, sino un mínimo razonable de "calle". El instinto lógico y natural de un adolescente es el de rebelarse contra lo que considera injusto y contra las figuras de autoridad; been there, done that, me parece no sólo lícito sino también natural y deseable que exista esta tendencia; pocas cosas me dan más asco que los estudiantes norteamericanos, felices de ser parte de los engranajes y de reproducir a su nivel las taras de su sociedad, pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra, y una de las paradojas más crueles de la adolescencia es la dificultad de diferenciar el ataque hacia los adversarios de los ataques autodestructivos.

Las ocupaciones son un método de protesta complejo; al contrario que a todas esas voces horrorizadas de los eternos defensores del derecho único de la propiedad a mí me parece un recurso legítimo. Y necesario en los tiempos de eso que algunos llaman flexibilidad laboral y otros llamamos explotación descarada. Más allá de algún trasnochado que pueda llegar a considerar que una ocupación de su fuente laboral es una pequeña toma del Palacio de Invierno, lo cierto es que la ocupación es una medida extrema y una de las pocas que tienen efectividad como forma de evitar que los salarios y los puestos de trabajo sean la eterna variable utilizada para reducir costos. Las ocupaciones no sólo evitan el ingreso de carneros sino que también son un seguro contra el vaciamiento físico de las empresas y una medida de gran impacto mediático y -sobre todo- suelen funcionar. Por lo tanto es, para mí al menos, un recurso válido, en el caso, por supuesto, que haya sido votado y aceptado por un gremio representativo. Por otra parte, y a pesar de lo que dicen los defensores de las propiedades, no es una medida simpática para los trabajadores, quienes por lo general saben mejor que nadie el daño real que se le puede hacer a la empresa -su fuente de trabajo- y quienes, lógicamente, preferirían estar en sus casas viendo televisión y dándole a la doña en lugar de estar pasando frío en una fábrica de noche. No es una decisión que se tome a la ligera.

Esto es fácil de ver para un trabajador con años en la máquina de picar carne y con una familia y responsabilidades a cuestas, no para un pendejo entusiasmado. No voy a protestar acerca de los adolescentes ni su estado actual, en verdad lo ignoro, es sólo que hay cosas inmutables como el hecho de que la adolescencia es el período de gracia que uno tiene para tomar todas las decisiones equivocadas que se puedan -inicio de la "experiencia"-, el período en que lo más radical siempre es lo más atractivo y en que a nadie le gusta estudiar. ¿Cómo dejar al arbitrio de alguien que está más cerca de ser un niño que de otra cosa el entrar o no a clase, sobre todo cuando tiene excusas validadas -como mímesis de otros reclamos- para no hacerlo? Al contrario que para un obrero, para un adolescente normal una ocupación es algo más que atractivo, le da atención, aventura, independencia, épica, salida de su hogar y un sitio razonable donde cogerse a alguna compañerita movilizada. Entre eso y una clase de física en realidad no hay opción, no para alguien cuya característica intrínseca, lógica y necesaria es la inmadurez. Por dios, escuchan a Trotsky Vengarán, ¿cómo van a decidir acerca de la interrupción eventual de un plan de estudios?

Y si a eso sumamos el que, al ocupar un liceo, no sólo están tomando una decisión para la que no están capacitados sino que además la están tomando por los otros -los nerds, los pusilánimes, los freaks a los que les gusta estudiar y los raros ejemplos de lucidez y visión de futuro que hay en todas las generaciones- ya se puede considerar esta posibilidad como equivalente de darle una metralleta Uzi a un chimpancé, dicho esto con todos los respetos a los adolescentes y a los chimpancés. Un adulto puede hacer lo que se le de la gana con su vida y su cuerpo, un adolescente aún no, todavía no vivió cosas que hay que vivir para poder decidir y evaluar antes de hacer cosas irreparables, y sin embargo tiene ya enormes capacidades de autodestrucción. Un organismo de enseñanza no debería facilitar medios para la misma, confiando en que décadas de desprestigio y degradación de la educación y su valor social se van a revertir mágicamente con un simbólico cambio de gobierno. Son pendejos, ya se les va a pasar, ya van a tener tiempo para hacer cosas de adultos. Tienen todo el derecho del mundo a opinar, no lo tienen de decidir, y está bien que así sea. Así van a tener más posibilidades de leer la letra chica de un contrato laboral, un préstamo a sola firma, una reforma constitucional, un tratado de inversión o los subtítulos de una película.

Simultáneamente es de lo más representativo de la presencia de cráneos tonsurados por la calvicie o el cristianismo de la administración actual los puntos sobre los que se mantuvieron o establecieron prohibiciones para los chicos liceales. Entre ellos hay varios muy lógicos como la prohibición de entrar con armas -que cabe suponer que tendría que estar implícita en la prohibición de portar armas-, de hacer proselitismo político y de ingresar con alcohol o drogas. Pero hay un apartado que detalla expresamente que se prohibe la tenencia de "material pornográfico", sea este películas, revistas o simplemente láminas. Genial, "podés bloquear el trabajo de decenas de docentes y otros chicos que sospechan que las clases de filosofía les pueden servir para algo, pero si venís con un poster de Pamela David en pelotas te sacamos del culo".

Sí, ya sé que soy un viejo de mierda, o por lo menos que hablo como uno. Pero a veces tengo la inquietante sospecha de estar siendo gobernado por los Teletubbies.

lunes, julio 11, 2005

Marcianos sí, terroristas no

Hace poco vi una modesta película de artes marciales protagonizada por Jet Li, Born to Defense (1986), aún de la época en la que el gran Jet Li hacía sus asombrosas piruetas marciales y no era digitalizado simulando hacerlas. La película, sin grandes intereses, me llamó la atención por un simple dato: prácticamente todos los villanos de la misma eran estadounidenses; de hecho no había yanquis buenos en la misma y la crueldad abusiva de los presentes era tal que casi podía suponerse una cualidad racial. Algo bastante extraordinario, ya que hasta en las películas de acción producidas lejos de Hollywood siempre hay un yanqui bueno que justifique su cultura en general y deje a sus personajes compatriotas como desviaciones eventuales de la raza humana. Después de cavilar por un rato acerca de la extrañeza de ver al ahora ídolo hollywoodense protagonizando –y dirigiendo- una película de estas características, fui –como debe todo buen crítico- a consultar a la IMDB y me encontré con que la película era una co-producción Hong Kong-China continental lo cual me hizo pensar que tal vez la película estaba concebida como algún tipo de protesta puntual hacia los E.E.U.U. y traté de recordar qué problema había entre ambas potencias a mediados de los ochentas. Después de un rato me di cuenta de que la película, al fin y al cabo una película de acción, no necesitaba ninguna excusa puntual para su distribución de buenos y malos; para los chinos es normal y hasta comprensible que los enemigos extranjeros tengan cara de estadounidenses o de japoneses y la película, ubicada al final de la Segunda Guerra Mundial durante esa suerte de casi ocupación norteamericana que precedió a la revolución maoísta, simplemente recogía el punto de vista más lógico para una película de acción producida en China continental. Tal vez influido por la clara simbología y sorprendente mensaje de la reciente y también protagonizada por Jet Li, Hero, terminé no sólo cayendo en la falacia intencional sino además atribuyéndole más virtudes y pretensiones de las que tenía, que se resumían en un par de buenas peleas.

¿A qué viene todo esto? El fin de semana pasado fui con mi sobrino a ver La Guerra de los Mundos, película sobre la que han corrido regueros de tinta real y virtual en las últimas semanas y sobre la que parecía haber un consenso de que se trataba de la visión de Steven Spielberg sobre la llamada guerra contra el terrorismo y sus consecuencias en Estados Unidos. A partir de esta premisa, diversas plumas de la crítica oficial o de la blógsfera se dedicaron a arrastrar la película por el lodo verbal o a lo sumo defender algunas de sus virtudes renuentemente, es decir, a pesar de su “mensaje” y de la frivolidad y/o superficialidad spielberguiana con respecto al tema.

Bueno, reconozcamos –como ya es tautológico reconocer- que después de Lukacs & cía se acepta que toda película es ideológica y representante de la cultura y clase que la produce y bla, bla, bla, y vayamos al centro de todas estas críticas y miradas que dan por supuesto no la posible simbología de la película, sino de que se trata de una obra que recurre al medioeval recurso de la alegoría, es decir, que Steven Spielberg decidió hacer una película sobre la guerra de las civilizaciones de occidente y medio oriente, y que como no pudo o no se atrevió hizo La Guerra de los Mundos, película explícitamente relacionada a todo esto. Es raro, pero yo esa película no la vi, o al menos no es la que dirigió Spielberg y protagonizó Tom Cruise.

Deliberadamente he evitado leer entrevistas al director porque me interesa la película que hizo, no la que quiso hacer, y en mi opinión se trata de, este…, una adaptación de una legendaria novela de H.G. Wells, y no mucho más. En mi opinión no sólo no es una película alegórica sobre Bush y su guerra al terrorismo, sino que no tiene casi nada que ver con el terrorismo. Y digo “casi” y no “nada” a secas porque hay algo sí que es evidente: que es una película hecha en los tiempos después del 9-11 y en los tiempos de la paranoia hacia el terrorismo, es decir, es algo que no puede dejar de ser.

Hollywood no está listo para hacer películas sobre la guerra al terrorismo, ni a favor ni en contra. Puede hacer documentales y discutir sobre el tema en términos de opinión, pero aún no se atreve a hacer ficción al respecto. Hay referencias groseras como el discutible final de la última Star Wars o la más que dudoso marco histórico de Cruzada, pero esencialmente sigue sin ser un tema tratable. Durante el último gran conflicto en el que Estados Unidos se metió, la guerra de Vietnam, si surgieron un montón de películas –desde La Pandilla Infernal a Pequeño Gran Hombre- que hacían guiñadas acerca de intervenciones bélicas de norteamericanos en territorios extranjeros y monstruosidades que esto producía. Pero a pesar de todo era un tema menos sensible y era otro Hollywood.

La Guerra de los Mundos no es una película sobre la guerra de las civilizaciones, de la misma forma que Minority Report no era tampoco una película sobre las leyes de seguridad de Ashcroft; son películas basadas en textos clásicos de ciencia-ficción, definitivamente el género preferido de Spielberg, y que en su elemental polisemia se re-significan en relación a los intereses y miedos del inconsciente colectivo. Cualquier película sobre enfrentamientos maniqueos puede ser interpretada como una referencia a la guerra de las civilizaciones actual, desde El Señor de los Anillos hasta Los Cuatro Fantásticos, pero el que uno la ate a un significado simbólico unívoco no la convierte en una alegoría. Más bien habría que hablar de una mirada alegórica, pero eso no es cuestión de Spielberg ni de su guerra de mundos.

Spielberg es, como cualquier otro artista al que el establishment haya convertido en paradigma de artista, el payaso de las bofetadas. Pegarle a Spielberg es como pegarle a U2, casi más una obligación que una opción crítica, y eso, casi inevitablemente, significa subestimarlo. No soy fan de este director hábil pero generalmente frío y con tendencia a perder los estribos e irse al carajo, pero al que reconozco haber hecho películas excelentes (Tiburón, El Imperio del Sol, la saga de Indiana Jones), impresionantes aunque irregulares (Rescatando al Soldado Ryan, E.T., Amistad), legítimamente entretenidas (Parque Jurásico, Poltergeist, Catch Me if You Can) y la película más sobrevalorada de todos los tiempos, La Lista de Schindler. De cualquier forma es un director con evidentes dotes, un virtuoso yo diría, entre las cuales la sutileza no es la principal. Es así que en una película de terror colectivo, como es La Guerra de los Mundos, Spielberg echa mano de la iconografía y los símbolos del terror colectivo más cercano para los estadounidenses, es decir, el de los atentados. Y lo hace en forma por momentos evidente, como lo es cubrir al sobreviviente Cruise de ceniza, igual a los sobrevivientes del WTC, pero mucho menos de lo que cabría esperar de la alegoría que no es.

Spielberg es un hombre dedicado a un trabajo paradójico, el de hacer lo más reales posibles situaciones absolutamente fantásticas. Es por eso que en lugar de hacer una burda maqueta y meter a un chino adentro de un traje de goma se toma los inverosímiles trabajos de animación digital de Parque Jurásico y sus secuelas, o fabrica un tiburón tamaño real (realmente grande), o reproduce un desembarco con tanto realismo que supera los límites de violencia y gore aceptables para Hollywood. Y es por allí que pueden entenderse muchas de los objetos o diálogos que remiten a los ataques terroristas en La Guerra de los Mundos. Se ha señalado que, como redundancia absoluta, hay dos personajes que se preguntan, tras los ataques marcianos, si se trata de ataques terroristas. ¿Qué hubiera sido más creíble, qué se preguntaran si están atacando los extraterrestres? ¿Godzilla? La crítica Stephanie Zacharek se pregunta en Salon qué objetivo puede tener una breve toma de una cartelera con fotos de parientes desaparecidos, similar a las que aparecieron en Nueva York luego de los atentados, que unos refugiados han armado en una carretera. La crítica se pregunta si Spielberg quiere estremecer gratuitamente, si quiere hacer una reflexión y un montón de cosas más, y no se le ocurre responder que simplemente es verosímil.



La Guerra de los Mundos es, más que otra cosa, una película de cine catástrofe y horror, y como tal utiliza la imaginería que sus posibles espectadores asocian con el horror. Algunas remiten a acontecimientos cercanos, la mayoría no. Es más, la mayoría remite lisa y llanamente al libro. El ameno y nunca bien ponderado Roger Ebert, el crítico más conocido de E.E.U.U., dedica gran parte de su no muy amistosa crítica a protestar acerca del absurdo de que los trípodes extraterrestres tengan tres patas (no estoy jodiendo, léanlo acá), ya que orgánicamente es algo muy poco probable –en la Tierra- y que promete más que nada un pobre equilibrio poco creíble en una civilización más avanzada, diciendo que no puede entender qué estaba pensando Spielberg al diseñar esas naves. El buenazo de Ebert no se da cuenta de que su crítica debería mandársela, vía médium, a H.G. Wells, ya que los trípodes son una de las características originales más distintivas de sus agresivos marcianos.

He leído también interpretaciones sobre una ya famosa astilla que la niña que hace de hija de Cruise tiene clavada en la mano y sobre la que, tras negarse a que su padre la cure, dice que su organismo la expulsará naturalmente. Estas interpretaciones se preguntaban si no sería una metáfora de la sana sociedad norteamericana occidental que se enfrenta con la intrusión de los terroristas o de los árabes. Puede, pero ¿no es más fácil pensar que simbólicamente está más bien cerca de la resolución de la historia –también presente en la novela original- resolución de corte expresamente biológico? O pensar simplemente que es una astilla sin pretensiones metafóricas….

En fin, me parece que la lectura alegórica (dejemos el término simbólico de lado) de la película es un exageración algo paranoica ante una adaptación razonablemente fiel a la novela original por parte de un director al que indudablemente le gustaban las adaptaciones de novelas de ciencia-ficción mucho antes de que ningún avión se diera contra las torres gemelas. Es más, inclusive carece de algunas de las características etnocéntricas habituales en el cine de ciencia-ficción norteamericano. De hecho la agresión no comienza en E.E.U.U. (las primeras noticias del ataque vienen de Ucrania), no es el primer país donde se les hace frente (hay rumores de que en Osaka consiguieron destruir varios trípodes antes de que Cruise haga lo propio), hay rumores de que E.E.U.U. no es el país más devastado por el ataque y, definitivamente, no es E.E.U.U., ni su cultura, ni su presidente, los que derrotan la invasión. Sí, la película está ubicada en New Jersey en lugar del Londres original pero es una adaptación, de eso se trata, de adaptar una historia a otro país. Y a otro tiempo, a un tiempo en el que se han sufrido ataques terroristas y la imaginería de estos ataques son parte de la concepción de horror en general.

Me molesto en escribir toda esta divergencia bizantina con gran parte de las críticas que he leído (Ronald Melzer en Brecha es una inteligente excepción) esencialmente por un motivo: mientras uno se queda discutiendo desde prejuicios, pre-lecturas o bobadas puede terminar perdiéndose una de las buenas películas de Spielberg, una película que hasta la mitad es lisa y llanamente magnífica, con varias de las escenas visualmente más espléndidas del cine contemporáneo (y no, no estoy hablando de los efectos visuales), y que cuando se mete en un sótano cae (en esto coincido con todos los adversarios de la película) y cae en muchos de los vicios de Spielberg, como llenar la pantalla de marcianos innecesarios (aunque el juego de escondidas está tan bien diagramado que parece de Brian de Palma), pero que se redime razonablemente al final. Y que, como plus, tiene personajes bastante menos unidimensionales que lo habitual en Hollywood, haciendo soportable la presencia de un Cruise mucho menos molesto que de costumbre.

Y también escribo el post para destacar el dato para mí más inquietante de cuantos remiten en la película a la actualidad de los Estados Unidos de Bush, dato en el ninguno de los críticos parece haber reparado y sobre el cual la señorita Zacharek podría haberse interrogado con muchos más fundamentos. Cuando al principio de la película la ex esposa de Cruise deja a sus hijos con este, le encarga a su hijo adolescente que no se olvide de hacer su tarea, que consiste en escribir un informe sobre la ocupación francesa de Argelia. Desconozco los programas de historia de las secundarias estadounidense pero, ¿no suena extraño que un tema propio apenas de la historia de un país europeo sea curricular e importante como para escribir un informe? Spielberg no explica absolutamente nada y tal vez el dato esté sólo como un elemento más del entorno after 9-11, pero el hecho es un podria interpretar que la ocupación de Argelia por parte de Francia podría ser un tema de estudio como ejemplo de combate occidente-oriente o como ejemplo de una ocupación brutal –ejemplo que deja mal parados a los franceses, ciudadanos poco simpáticos por recordados motivos para la administración Bush- por parte de una nación supuestamente civilizada. Pero hay otra posibilidad incómoda; tal vez realmente los programas educativos estadounidenses le estén dando espacio a dicha ocupación, pero no por motivos de hostilidad a Francia sino por una polémica mucho más siniestra. Luego de los atentados se discutió abiertamente en los medios yanquis acerca de la utilización de torturas en los interrogatorios y sobre en qué situación podía justificarse (el ciclo de 24 horas de esa temporada giró alrededor de esto). Fue un tema que se debatieron argumentos aterradores para alguien de estas latitudes y que de hecho terminaron siendo los cimientos de los hechos acontecidos en Abu Ghraib y Guantánamo. El eje de estas discusiones fue la ocupación francesa de Argelia, país donde se emplearon por primera vez los modernos métodos de tortura en contra de fuerzas insurgentes, o terroristas, dependiendo de quien los nombre. Los torturadores franceses de Massu, que en algún momento dieron clases a atentos alumnos rioplatenses, no sólo perfeccionaron los métodos aprendidos de la ocupación alemana en su tierra, sino que los convirtieron en una práctica generalizada y casi científica. Y por desgracia efectiva, en un primer momento, como técnica represiva. Uno se queda pensando de qué se tratarían las clases recibidas por el adolescente –que luego se desvive por ir a luchar contra los invasores-, pero Spielberg lo deja como otro misterio más de la galería de horrores de la película.

viernes, julio 08, 2005

Otra modesta proposición (pequeño homenaje a J. Swift)

En las últimas semanas hemos visto como el gobierno progresista del EP-FA-NM se debate en polémicas internas acerca de si ser fiel a sus principios o hacerlos más flexibles con el objetivo de atraer la inversión extranjera que, cual un Deux Ex Machina, cual Séptimo Regimiento de Caballería en los últimos diez minutos de película y cual Super Pibe al rescate de Pepino el Payaso, parece ser la única y última esperanza que le queda, según la autorizadísima opinión del Ministro de Economía Danilo Astori, a la terminal economía uruguaya. Aquí, en FYT, vemos con preocupación como aún tímidas concesiones que no tendrían más consecuencias que contaminar un río fronterizo levantan controversias y divisiones que no le hacen bien a nadie, por lo cual sugerimos, en lugar de insistir con la tradicional máquina de decir “no”, profundizar de verdad las reformas para convertir a Uruguay en un país realmente atractivo para la inversión y convertirlo en una nación ejemplo para el resto del tercer mundo y realmente competitiva con respecto a esos malditos chinos y malayos. Es hora de dejarse de medias tintas; como se dice en campaña, “si se fue el balde que se vaya la cadena”, y tomar decisiones drásticas y valientes que vuelvan a poner a este país a la vanguardia de las tendencias laborales y empresariales. Aquí van nuestras modestas sugerencias sobre las medidas que nos gustaría ver para convertir al paisito en un magneto de capitales y un vergel de progreso:


* A raíz de las controversias suscitadas por el Tratado de Inversión con los Estados Unidos, se decide dejar de lado esas viejas, pesadas e inútiles figuras burocráticas y protocolares de la diplomacia exterior y de ahora en adelante se otorgará la presuposición de que cualquier inversor estadounidense, o ciudadano de Caucasia, “cantó primero” ante cualquier licitación y/o tema susceptible de arbitrio.

* Atendiendo a los reclamos del PIT-CNT, el gobierno exigirá que las empresas inversoras extranjeras permitan la existencia de gremios locales en las mismas, cuyos dirigentes estarán amparados por el Ministerio de Trabajo. Como contrapartida, la elección de dichos representantes estará a cargo de los CEO de las empresas, debiendo además comprometerse a no presentar propuestas que la gerencia considere “de mala onda” y a llamar a los gerentes con el elegante término de “sahib”.

* Divergencia solidaria de impuestos; se trataría de una medida que no elimina las cargas impositivas que deberían aportar las empresas inversoras sino que las traslada a la Intendencia del departamento donde se instale. Allí la comuna realizará un sorteo entre los ciudadanos de la misma en el cual, mediante el conocido método de “la pajita más corta” –método que el departamento jurídico deberá definir exactamente en sus términos para evitar situaciones embarazosas- se decidirá quién paga, en forma solidaria, los aportes de la empresa en cuestión.

* Otorgamiento del derecho de pernada o “prima nocte” a los inversores extranjeros para con las novias y/o hijas mayores de edad de los trabajadores locales de su empresa. Este derecho puede estirarse en forma indefinida a las noches subsiguientes apenas los abogados del ministerio averigüen los términos latinos qcon los cuales nombrarlas.

* Las jornadas laborales en las empresas establecidas con capitales extranjeros se fijarán en las tradicionales 8 horas heredadas del batllismo y olvidadas en estos años de neoliberalismo salvaje. La longitud del día se establecerá en cambio en 12 horas, medida razonable y fácil de dividir y articular en el viejo calendario.

* Teniendo en cuenta de que el trabajo ha pasado de ser una maldición de Yahvé a ser la más preciada de las posesiones, el Ministerio de Economía entiende que es injusto que la más preciada de las posesiones le sea otorgada gratis a los trabajadores, por lo cual se instrumentará un plan de pagos de dichos trabajadores a cambio de dicho privilegio. Las empresas estructurarán este plan de pagos con la sugerencia estatal de que acepten trueques.

* Aprovechando las vaguedades existentes en su redacción, se extenderá la Ley de Caducidad de las Pretensiones Punitivas del Estado a todos los directivos, empleados, parientes y simpatías de los bancos extranjeros que fueron socios del Comercial, siempre y cuando estos juren sobre una Biblia o un libro de similar porte que se van a portar copado de ahora en adelante.

* Para mantener el status de “Uruguay Natural” se recomendará a las empresas inversoras el que respeten en forma estricta el equilibrio ecológico de las zonas en las que se establezcan. La forma de control será establecida por las mismas empresas para que no interfiera con el funcionamiento de las mismas. Los inspectores contarán como motivos de exoneración de inspecciones los siguientes puntos: a) existencia de jardines en las casas de los directivos de las empresas. b) pertenencia de algún miembro de la familia (o al menos alguien de apellido similar) a Greenpeace. c) posesión de uno o más discos de Enya. d) tenencia de una o más mascotas y e) “buena onda”.

* Al ser nuestra costa uno de los grandes atractivos del país y una visión relajadora luego de una agotadora jornada laboral, se dispone la expropiación a cuenta del Estado y la demolición de los edificios que obstaculicen la vista del mar desde las oficinas gerenciales de las empresas inversoras. Para racionalizar esta disposición polémica de los que siempre ponen el palo en la rueda, esta regla solamente correrá para aquellas empresas cuyas oficinas se encuentren a no más de 500 metros de la costa.

* Ampliación de los programas turísticos de caza que han atraído a decenas de visitantes y posibles inversores europeos. Se establecerán libertades especiales –contra presentación de pasaporte comunitario- en cuanto a las especies cuya eliminación, parcial o total, esté permitida, extendiéndose los terrenos de caza fuera de las estancias específicamente dedicadas a esto y dejando al criterio de los cazadores los límites prudentes dentro de los cuales hacer fuego. El Ministerio de Turismo y Deportes facilitará embarcaciones para quienes deseen practicar tiro al blanco con las excesivas reservas de lobos marinos y se instrumentará una nueva atracción denominada en principio “tiro al negro”, para la cual se pedirá asesoramiento al empresario nocturno Josacho Sassón.

* A cambio de un suministro razonable, término a ser definido por la empresa norteamericana, de semilla de soja transgénica de destacada categoría, se le otorgará a Monsanto la patente y los derechos exclusivos del canto del benteveo, el tatú mulita, los cocumelos alucinógenos y la parte transparente del Acuífero Guaraní.

* En vista del profundo interés que parece existir en España, y otros países inversores privilegiados, por los niños, interés manifiesto en la cantidad de redes de pornografía infantil descubiertas en la Madre Patria. Se dispone que se le otorguen a los gerentes y CEOs de las empresas establecidas en nuestro territorio un conjunto –tres o cuatro- de niños pequeños (“chavalitos”) para que sean cuidados y entretenidos por dichos empresarios, aliviando así tensiones y evitando molestos escándalos como los surgidos en Europa. Por supuesto estará terminantemente prohibido cualquier tipo de abuso de los mismos, lo cual se controlará estrictamente una vez cada seis meses, fecha en la cual se llamará por teléfono a los adultos extranjeros que hayan solicitado este servicio y se les preguntará cómo están los gurisitos.

* Los empresarios inversores contarán con un servicio de medicina personalizada especial, obsequiado por el estado, que los proteja de las inclemencias del ciclotímico clima uruguayo, y el cual estará formado por los docentes grado cinco de las principales especialidades. Esta disposición incluiría al Dr. Tabaré Vázquez pero a quién se le reservaría la opción de llamar a un suplente en el caso de surgir algo que ambas partes coincidan en definir como “realmente importante y urgente”.

Nada más, si cualquier integrante del Ministerio de Economía se ve atraído, como creemos, por estas sugerencias, se le ruega contactarse con este blog para arreglar las cifras de derechos intelectuales de las ideas e instrumentar detalles

lunes, julio 04, 2005

All time low

Cuando era niño, muy niño, mi padrino -alarmado por mi indecisión en cuanto a qué cuadro de fútbol le iba a dedicar mis afectos- decidió llevarme al Centenario para que me hiciera hincha de su cuadro, Peñarol, que era el cuadro del que mi padre me hubiera hecho hincha de no haberse muerto. Era una buena oportunidad ya que el poderoso Peñarol de fines de los setenta se aprontaba a darle una paliza al modesto y molesto Defensor (que aún no era Defensor-Sporting) algo que sin duda iba a capturar la fidelidad eterna de mi corazón infantil. Por desgracia para sus planes Defensor le hizo cinco goles a Peñarol, le pasó por encima en forma humillante y yo me hice hincha del cuadro de Punta Carretas para siempre. No siempre los planes salen como uno quiere.

Probablemente el calificarme como "hincha" sea exagerado y la palabra más indicada sea el eufemismo de "simpatizante". He ido muy contadas veces a la cancha del Parque Rodó a ver a mi cuadro y, genes mediantes, reconozco haber seguido alguna campaña de Peñarol en la Libertadores con entusiasmo digno de un manya. Pero bueno, ante la pregunta acerca de qué cuadro soy la respuesta siempre fue la de "Defensor".

Debe haber pocos cuadros tan poco queridos como Defensor-Sporting, en un principio ya carga con el karma de ser el único cuadro de la primera del fútbol uruguayo situado en una zona de clase media, media-alta, lo cual no ayuda mucho a la imágen de autenticidad de su aguante, lo mismo que la actitud uniformemente pacífica de sus seguidores, a los que yo recuerde no se les puede atribuír ningún desmán (ni siquiera los casi inevitables actos de vandalismo en los alrededores del estadio, doy fe porque viví siete años frente al mismo). Como si esta falta de hombría futbolística fuera poco, Defensor le ha hecho honor a su nombre, siendo durante décadas el cuadro más representativo del catenaccio italiano, táctica aburrida con la que se las arreglaron para arruinarle varios campeonatos a los cuadros grandes.

En su haber cuentan los activos, generalmente menospreciados en el mundo del fútbol, de ser una institución ejemplar, libre de deudas, capaz de oponerse a la omnipotencia de Paco Casal & cía, y de preocuparse efectivamente por la preparación intelectual y el futuro de sus deportistas luego de que abandonan las canchas. También es el cuadro "chico" que más títulos cuenta en su haber, entre ellos el que fue el primer equipo fuera de Nacional y Peñarol que ganó un campeonato uruguayo, rompiendo una hegemonía de décadas. También están misteriosamente ausentes en sus directivos los apellidos mafiosos y de ultraderecha como Damiani, Delavalle o Sanguinetti Jr.. También es el equipo dueño de la más hermosa canción que se haya dedicado a un cuadro de fútbol uruguayo, 'Cometa de la Farola' de su conocido hincha, Jaime Roos.

Y también es el cuadro que ganó el campeonato "especial" del decadente fútbol uruguayo en julio del 2005, sin embargo eso estadísticamente no sucedió. Y no sucedió porque Gustavo Méndez, un árbitro cuestionado por sus vinculaciones con la mafia Casal y por su supuesta (pero casi probada) injerencia para hacer bajar a Rivera a la B hace algunas temporadas, adicionó sin ningún motivo seis minutos al segundo tiempo e inventó la sucesión de faltas más groseras que se hayan visto contra Rocha y a favor de Nacional, culminando por cobrar un penal absurdo contra Sebastián Abreu en el minuto 50 -repito, en el minuto 50- cuando Abreu hizo contacto visual con el árbitro y, mientras Rocha despejaba esa pelota final, se dejó caer con la verosimilitud de las últimas cámaras ocultas de Tinelli. Y así Nacional ganó, lo que lo llevaría a disputar dos finales con Defensor-Sporting, que le había ganado a Cerrito jugando al fútbol.

Creo, y no soy el único en sentirlo así, que este fue un robo diferencial, distinto; yo he visto muchos partidos afanados, flechados, corruptos, juzgados al grito y devaluados en su credibilidad hasta lo más indignante, pero nunca vi algo como lo del otro domingo. Olvídense de la introducción y de mis simpatías por Defensor y créanme si les digo que practicamente me importaba un carajo si Defensor ganaba o no. Hace tiempo que me niego a darle, no solo dinero, sino la más mínima energía emocional a ese negocio monopólico y decadente que es el fútbol uruguayo en la era Casal. Pero nunca había visto algo tan descarado. Todo el campeonato venía viciado de nulidad, con los dos cuadros grandes arremetiendo contra el Colegio de Arbitros cada vez que tenían un resultado adverso y dejando en claro que cualquier error en contra de ellos podía fulminar la carrera de cualquier juez, obligándolos a arbitrar bajo una presión contra la que la ridícula AUF no hizo absolutamente nada. Pero lo del domingo fue caricaturesco, fue como si Willam Boo se hubiera vestido de negro y hubiera salido a hacer el payaso a la cancha del Parque Central. Fue demasiado. Llegué a escuchar a un hincha aún pensante de Nacional decir que Abreu tendría que haber tenido la dignidad de tirar ese penal para afuera, una opinión lógica que sin embargo fue recibida como un disparate por muchos hinchas a los que no les importa más el sentido original de una competencia deportiva, sino que solo les interesa que les den algún tipo de victoria simbólica que los incluya de alguna forma. Perdedores tan perdedores que son capaces de alegrarse con el simulacro de victoria de pésimos deportistas que ni siquiera conocen el más burdo concepto de ética.

Inclusive algunos de los habituales opinadores al servicio de Tenfield tuvieron que admitir que ya no se estaba hablando de fútbol ni de nada, que eso era mero tráfico de influencias, lo dijeron por un rato hasta que luego pensaron un poco y empezaron a hablar de lo electrizante que había sido el partido y a estudiar las jugadas del final para evaluar las posibilidades de equivocación del árbitro como si se tratara de algún tipo de equivocación. Como si se tratara de fútbol.

Pero sin embargo al final hubo algo de fútbol, de fútbol auténtico, y no pasó en una cancha sino en la sede de Defensor, donde su presidente, un Fernando Sobral al que se vio al borde del llanto de rabia en todas sus intervenciones televisivas, en unanimidad con todo el consejo directivo y con cuatro ex dirigentes históricos de la institución, anunció esta noche que Defensor no se iba a presentar a las finales del campeonato, que no iba a colaborar con la farsa y que le iba a pagar los premios a sus jugadores como si hubieran salido campeones. Todos los comentaristas pensaban que el cuadro iba a utilizar la autoridad moral que les otorgaba el robo alevoso para exigir alguna ventaja -ya sea de fecha, locación o, por qué no, árbitro- para las finales, pero los tuertos decidieron cortar por lo sano y hacerle un sano corte de manga a un deporte que no es tal sino una representación, una ilusión en la que supuestos deportistas cumplen con un guión que los hace parecer jugadores de algo.

Y ahora nadie sabe que hacer, dentro de la lógica mafiosa del fútbol uruguayo ante un gesto de tan inédita dignidad, y que los va a hacer acreedores de una serie de castigos extraordinarios por parte de la AUF además de perder las apreciables ganancias que le hubieran significado el seguir en el tinglado a costa de eso tan raro que se llama honor. Pero al menos a mí, me significa mucho más que el que hubieran levantado cualquier copa. Por lo menos me significa el recordar y poder escribir que soy hincha de Defensor.

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