lunes, setiembre 27, 2004

Mis discos de invierno

Vuelvo a robarle la idea crítico-autobiográfica de mvc de contar, sin preocupaciones de novedad o coherencia ensayística, los discos que más escuché la pasada estación. No sé que gran interés puede tener para los lectores, pero el re-agruparlos me permite, al mirarlos de lejos ver una cierta figura psíquica, una cierta fotografía. Mmmm… me parece que salí medio feo, mucha industrialidad, pocas canciones de amor… Y poco interés por el presente: de todos los diez discos citados sólo uno fue editado este año, y es una recopilación de grupos de los sesenta… Falta uno, que fue el disco que más escuché durante todo el invierno, pero lo que quería escribir sobre él era más largo que lo que escribí sobre los otros, así que haré un post individual sobre el mismo. Los otros, los que me estuvieron entreteniendo en este invierno de mierda fueron estos…


The Dubliners – Best of the Dubliners: Mi renacida obsesión por los Pogues evidentemente me tenía que llevar –sslk mediante- a investigar en la música popular irlandesa y, siguiendo el rastro de whisky, inevitablemente me iba a topar con los Dubliners. Mucho más tradicionales que los comandados por McGowan, los Dubliners tienen similar pedo y un entusiasmo más contagioso que un bostezo. Han editado una cantidad grosera de discos, así que lo mejor para empezar es agendarse alguna recopilación como la presente, que vale por las pintiñas de los dublineses en la tapa. También estas recopilaciones son incontables, lo único que hay que fijarse es que tenga “Whiskey in the Jar”, “Seven Drunken Nights” y “The Rising of the Moon”, todos temas tradicionales que los Dubliners han vuelto propios. Y a partir de ahí comenzar el viaje hacia los demás discos, hacia los Chieftains, los Tim Malloys, los Boys of the Lough y demás borrachos invencibles.


Skinny Puppy – VIVISectVI: Odié con dedicación durante una década a Skinny Puppy, a quienes consideraba la vertiente superficial e imbécil de la música industrial. Apenas los había escuchado, lo que prueba que el superficial e imbécil posiblemente fuera yo, que había sacado la temprana conclusión de que los tipos odiaban a los perros. Re-descubriéndolos ahora me encuentro con que –dentro del panorama industrial- eran casi una banda de rock progresivo. Lejos del minimalismo noise de Throbbing Gristle o de la brutalidad de Einsturzende Neübauten, lo de Skinny Puppy parecía más bien un desarrollo de las vertientes más tecno del género, convirtiéndolas en estructuras complejas y hasta épicas. Muchos de los timbres se han vuelto, por la inclemencia del tiempo, más kitsch que amenazadores, pero siguen siendo una mina de talento e inquietud en la oscuridad. Súbitamente fanatizado me bajé la discografía entera, de ejemplar regularidad, entre la cual destaco este VIVISectVI, tal vez el más oscuro de sus discos, por contener esa pequeña sinfonía industrial llamada “Punk in Park’s Zoo”, pero podría haber elegido el Last Rights, que contiene la balada imposible “The Killing Game”. Si quieren saber de donde los Sonic Youth sacaron su brillante arreglo para el “Into de Groove” de Madonna, cualquier disco de los Skinny Puppy les va a dar más de una pista.


VV.AA. – Hallucinations: Nunca me interesaron mucho las recopilaciones de Nuggets por la simple razón de que nunca me interesaron mucho las bandas de garage de los sesenta (ni las de la presente década, ya que estamos), pero como empresa arqueológica siempre me pareció válida. Al agotarse los grupos garageros era lógico que le metieran mano a otras corrientes underground-vintage como la psicodelia, ya existiendo varios ejemplos de Nuggets + LSD. Hallucinations, publicado este año, debe ser la mejor de estas colecciones, y contiene exclusivamente grupos del catálogo de WEA. De los 24 artistas presentes araño a conocer cuatro (The Monkees, Kim Fowley, The Electric Prunes y The Tokens), mientras que los demás deben ser una experiencia olvidada hasta para los músicos que integraron las bandas. Lo cual no impide que el disco sea una delicia de escalas pseudo-orientales, puentes insólitos, bongos, voces armonizadas y plagadas de eco y demás señales exageradas de lo que estas bestias entendían por psicodelia. Buenísimo para imaginarse chicas bailando "the monkey" sobre tarimas con minifaldas.


:zoviet*france: - Decriminalization of Country Music: Themes for Tramway: Básicamente un trabajo de encargo por parte de un centro artístico de Glasgow, este disco de la más misteriosa de las bandas industriales ha sido definido como un cruce entre una banda de sonido de Brian Eno y una de Ry Cooder. Es una definición adecuada, pero que no describe la síntesis, así como la ecuación Glenn Branca + Black Flag no describe Sonic Youth o Fernet + Coca-Cola no describe agarrarse un pedo en Buenos Aires. Se podría decir que la música contenida en este disco es como una niebla estática detrás de la cual se vislumbran borrosamente algunas melodías y de la cual eventualmente sale una radiante guitarra tocada con bottleneck. Se podría decir también que es un disco hermosísimo, mucho más atractivo y emocionante que cualquier otro disco electrónico promovido por el hype en los últimos años. Se podría decir también que me hace acordar mucho a Godspeed You Black Emperor! y, sin embargo, en lo musical no tiene nada que ver.


Captain Sensible – Live at the Milky Way: Un aparato de lo más curioso; un disco en vivo que hace uso evidente del retocado de estudio pero no para disimular fallos técnicos sino para agregarle más locura y psicodelia a un recital que ya las tenía en cantidades generosas. Perfecto resumen de la carrera del más sesentista de los punks ingleses de los setenta, este disco en vivo incluye sketches grabados a posteriori, chistes on-stage del más diverso calibre, guitarras y órganos en llamas, una selección casi perfecta de los mejores temas del Captain –tanto como solista como de los clásicos de Damned-, y una guía práctica para ver el hilo invisible que va del primer Pink Floyd a sus supuestos antagonistas del ’77. Las versiones de Damned son infartantemente buenas y, para quienes no somos fans de la voz de Vanian, mejores que las originales. Como si fuera poco cierra con la increíble “Glad it’s all over”, canción que habría que recordar en estos tiempos guerreros.


Whitehouse – Another Crack of the White Whip: No puedo decir que la deliberada y estruendosamente misantrópica (y misógina) obra de los terroristas electrónicos de Whitehouse me caiga precisamente simpática, pero tiene ese carisma único de los extremistas absolutos. Hacer una recopilación de ejemplos de los ofensivos y casi insoportables ruidos y zumbidos sobre los que esta banda practica su terrorismo sensorial puede parecer un contra-sentido, pero sin embargo la misma está hecha con mucha inteligencia y prueba que hay muchas más variedades de ruido blanco de las que uno piensa. Los zumbidos sin ritmo sobre los que los Whitehouse elaboran sus textos puede ser considerado una especie de tortura sensorial pero teniendo en cuenta que las primeras palabras que se escuchan son “You don’t have to say please / Get down on your knees / Suck my cock”, el concentrarse en la música puede ser una ventaja. Un tema, “Neronia”, está compuesto a medias con Steve Albini. Sin demasiado misterio es el mejor de la colección.


Alvin Lucier – I Am Sitting in a Room: No debe existir obra de arte más clara y auto-explicativa que este clásico de la música contemporánea: uno aprieta el play y escucha a Lucier contando exactamente dónde está y lo que va a hacer: grabar su relato del plan y luego hacer sonar la grabación en el mismo cuarto, grabándola nuevamente, y así sucesivamente mientras la misma se va deformando por las reverberaciones de la pieza hasta que la propia voz se desintegra en las frecuencias residentes del cuarto hasta que solamente se escuchan dichas frecuencias y los ritmos originales de la voz. Así contado parece la clásica obra experimental sobre la que es interesante leer pero totalmente irrelevante de escuchar –menos teniendo en cuenta que el experimento dura 45 minutos-, sin embargo hay algo, tal vez la clara y eventualmente dubitativa voz de Lucier, tal vez algunas inflexiones poéticas del texto (“I am sitting in a room / different from the one you are in now”), tal vez el indiscutible carisma de la obra, que lo hace misteriosamente escuchable o más, hasta hipnótico en la metamorfosis de una voz en unos misteriosos tonos de curiosa rítmica. Sólo para fans de Steve Reich o del Jesus Blood Never Failed Me Yet de Gavin Bryans, o para practicantes de la paciencia zen.


Electric Hellfire Club – Kiss the Goat: Sigo desarrollando mi inocente interés en la música satanista, interés que me ha llevado desde los populares grupos de black metal de Noruega o Florida hasta las misas negras leídas por Anton LaVey sobre sepulcrales órganos, la experimentación siniestra de NON, el fascinante hard-rock de Black Widow, el absurdo kitsch de Coven y la fascinante malignidad litúrgica de Jacula (cuyo descubrimiento debo a Cambiasso). De entre todos estos adoradores del ángel caído, los más divertidos -si se descuenta la gracia involuntaria de Coven- deben ser los atorrantes del Electric Hellfire Club, que convierten un aquelarre en una fiesta discotequera donde las invocaciones a Belial y a Charles Manson se entrelazan con alegría. Es bastante difícil defender este disco de tecno-industrial algo barato (pero siempre efectivo) y rituales de película B, pero las canciones gancheras e hipnóticas que repiten estribillos de satanismo explícito tienen todo el atractivo morbo que pueden tener. Si quieren arte o transgresión profunda este disco -con todo uno de los más complejos del E.H.C- no es el indicado, pero si ponen “Hellfire” en cualquier pista de baile me van a ver mostrando el paso.


Lake of Drácula – Lake of Drácula: Un proyecto aparentemente descontracturado entre miembros de Scissor Girls, The Flying Luttenbachers y U.S. Maple que solo llegó a editar un disco en el ’97. Pero qué disco. Yo los había escuchado hacía ya algún tiempo atraído por su sonoro nombre y por una entrevista en la cual su cantante definía su método para escribir letras como “drogarse y cantar la primera pelotudez que me venga a la cabeza” o algo así. Luego me había bajado un tema llamado (otro acierto) “Biographers of Flaming Druglords” y me había fascinado. Pero sólo muy recientemente me lo pude agenciar íntegro y comprobé que era aún mejor de lo que pensaba. Minimalistas al mango, los Lake of Drácula son guitarra, batería y dos voces, y los instrumentos se limitan a hacer figuras repetidas y de encantadora fealdad. Weasel Walter parece un violero de Teenage Jesus & The Jerks que quisiera tocar riffs de Helmet, es decir, suena extremadamente rudimentario, falto de swing y al borde de la afinación, pero con una exactitud milimétrica a la hora de enviar esos riffs deformes y formidables. Los Lake of Drácula fueron de las primeras bandas en reivindicar la herencia no wave, primerando por lo menos en cinco años a todas las bandas de Brooklyn, y lo hicieron mejor que nadie. Divertidos, feos y ofensivos, su epitafio merecería decir: "Intentaron fundar la Chicago No Wave, merecían mejor suerte".


Una elogiosa nota en la PSF me intrigó hasta el punto de querer re-examinar la obra del tipo llamado E, de la que no tenía muy buenos recuerdos y asociaba a gente que siempre me pareció sobrevalorada como Beck, Prince y aquella cosa que se llamaba “rock alternativo”. Pero tuve la suerte de bajarme antes que nada este disco, que no había escuchado, y que, más allá de algún efectismo, contiene una serie de canciones sinceras y profundamente emotivas. Por motivos personales que no pienso explicar la estremecedora y melancólicamente optimista “P.S. You Rock My World” se volvió mi canción fetiche de estos meses y el tema al que vuelvo cuando el día se pone demasiado oscuro.

y eso es casi todo lo que me impresionó este invierno.

miércoles, setiembre 22, 2004

La convulsión (no) será belleza, etc... etc...

Siguiendo con la ronda de documentales de Ron Mann y entusiasmado por Imagine the Sound, me fui a ver su segunda obra, Poetry in Motion, que recoge lecturas y performances de varios de los principales poetas norteamericanos vivos en el momento de su filmación (1982). Voy en guardia porque aún siendo un lector contumaz de poesía y sabiendo toda la tradición de rapsodas y bardos que sostienen que la poesía es para ser leída en voz alta (tradición que los poetas pelan cada vez que tienen una puta oportunidad), la lectura de poesía me parece en general una cagada y casi siempre una confusión de roles.

Porque de eso se trataba: de "poesía en movimiento", en performance, actividad que depende esencialmente del carisma del poeta y que, en documental, me parece bastante innecesaria ya que sería más útil aprovechar ese carisma entrevistándolos y dejando la poesía de ellos donde debe estar: en los libros (o en revistas o en paredes o donde sea que se escriba).

Las lecturas van de lo bueno a lo vergonzoso y en todo caso el conjunto es un poco abrumador y uno termina convencido que los poetas son los gansos que parecen ser. Así uno ve a Michael Mc Clure y a Gary Snyder haciendo monumentales esfuerzos para parecer las más etéreas y espirituales de las criaturas, a Ed Sanders tratando de recordar sus épocas en The Fugs para terminar haciendo algo así como una poor man's version de Laurie Anderson, a Amiri Baraka (antes Leroi Jones) tratando de ser el negro más negro de los negros, a Anne Waldman recitando con un pianista brillando atrás (más terraja que una remera de Staind), a John Giornio leyendo en forma divertida un texto que sobre el papel debe ser un papelón y a Allen Ginsberg demostrando que no tenía la más puta autocrítica cantando un poema político patético (repito en el mismo tono de Freddy: "patéetico") con una banda de punk espantosa haciendole bochinche de fondo. Si uno no lo hubiera leído, ve esto y decide no leerlo nunca. Para dar una idea: el video de los cartoneros de El Otro Yo es más serio. Y John Cage hace su acostumbrado elogio del silencio más o menos con la mismas palabras de siempre, por desgracia después de haber leído un poema que hubiera sido mejor sustituir por cinco minutos de silencio real.

Pero hay algunas cosas interesantes: en primer lugar está el viejo Bill Burroughs, un maestro en el arte de recitar -como puede confirmar cualquiera que haya escuchado una de sus numerosas grabaciones- al que suma su fantástico carisma personal. Pero seamos sinceros: si Burroughs hubiera aparecido encendiéndose pedos con un encendedor y leyendo a Isabel Allende, igual me hubiera parecido lo mejor. No soy ni remotamente parcial con ese viejo.


También están muy bien Tom Waits (un auténtico performer), el maravilloso tuerto Robert Creeley (mi poeta yanqui favorito, junto al occiso Frank O'Hara, de la segunda mitad del S.XX) y Jim O'Carroll, que no solo lee un texto muy superior al de la mayoría de los que lo precedieron (es la última lectura del documental) sino que demuestra que su pasaje por las tablas no fue en vano, y que es el tipo más parecido a David Bowie -período cocaína- de la Tierra.

Todo se hila con un Charles Bukowski que se niega a leer, que dice las boludeces anti-literarias que todo el mundo le festejaba hace quince años y que sirvieron esencialmente para confundir a la gente y no darse cuenta del exquisito trabajo literario que tiene su obra, que algún día va a haber que reinvindicar. Descubro con sorpresa que el viejo Hank tenía una voz exquisita, bien modulada y mucho más suave de lo que se podía esperar de semejante choborra.

Me voy del cine algo aburrido y pensando pestes sobre esa confusión de roles que tienen los bardos que quieren ser actores o rockeros (y de muchos rockeros y actores que quieren ser poetas) y de pronto me doy cuenta que muchos de los principales nombres de este documental (Cage, Bukowksi, Ginsberg, Burroughs) murieron en los veinte años que pasaron desde su estreno. Y me pregunto a quienes podría dar cámara Mann si se le ocurriera hacerlo hoy en día. Bueno, podría llamar a....

Puta, están todos muertos y nadie es joven nunca más.

martes, setiembre 21, 2004

La belleza será convulsiva, etc. etc.

Acabo de ver Imagine the Sound (1981), el documental del canadiense Ron Mann (Grass) sobre Cecil Taylor, Bill Dixon, Archie Shepp y Paul Bley, el cuarteto central del colectivo Jazz Composers Guide y la espina vertebral del free jazz en general. Es difícil describir la emoción no sólo de escuchar a estos músicos de una radicalidad que hace parecer tecno-pop a la más abstrusa no wave, sino de verlos en performances inhumanamente intensas que hace falta visualizar para entender. Escuchar a Cecil Taylor es algo sublime, pero ver a ese hombre pequeño, sentado con un sudado y sucio equipo de jogging en una sala blanca frente a un piano extraordinariamente caro y tocando como si estuviera poseído por setenta demonios abotonados con el fantasma de Rachaminoff, es una experiencia y una prueba irrecusable de una espiritualidad musical imposible de falsificar. Luego, escuchar a Bill Dixon y la espacialidad de su free jazz minimalista y asordinado es, sin lugar a la más puta duda, lo más asombroso que he escuchado en lo que va del año.

Cuando Ron Mann los filma, no eran ningunos jovencitos rebeldes y todos pasaban los cincuenta, pero si uno se tapa los ojos y los escucha hablar sobre independencia musical en este documental, piensa que está escuchando a una nueva ola de radicales que a venido a barrer en forma definitiva a la basura del éter. Escuchándolos tocar se siente lo mismo, solo que las sílabas son sustituídas por notas; de hecho esto es intercambiable, ya que en un par de momentos asombrosos Cecil Taylor recita un poema surrealista y Archie Shepp uno en honor a Malcom X y ambos recitados son música pura, una música furiosa que quiere incendiar al mundo.



Repito; cuando Mann los filmó ya hacía veinte años que habían declarado esa guerra, esa revolución; ahora hace ya cuarenta. Pero estos sonidos, estos artistas, al igual que ciertas ideas políticas a las que se les quiere erradicar en base a su supuesta antiguedad, apenas se expresan en libertad y en estado puro, demuestran que no son negociables, no son cooptables y que siguen tan vivos e inaceptables como en 1961 o 1968. La mayor prueba la vi en la cantidad de gente que abandonó la sala de cine al segundo ataque de Taylor a su piano, de tanto escuchar sucedáneos a la gente le cuesta escuchar música en estado puro. Está bien, lo contrario me hubiera inquietado más.

P.D: El subtitulado al castellano del video posiblemente fue hecho por un fan de Metallica al cual los nombres propios del jazz le resultan arcanos, y que considera que cualquier verdura que se escriba va a dar igual, total no los conoce nadie... Así los nombres de La Monte Young, Coleman Hawkins, Eric Dolphy, Don Cherry y demás nombrados por Dixon & cía. aparecieron tan deformados que si uno no prestaba atención a la voz del entrevistado terminaba sintiéndose un ignorante al no reconocer ninguno de los múiscos citados. Pero entre las deformaciones hubo algunas realmente encantadoras; es así que para el subtitulador Ornette Coleman se convirtió en Hornet Coleman, y (mi favorita) Albert Ayler en Albert Eviler. Puede ser que el fan de Metallica no estuviera tan errado.

viernes, setiembre 17, 2004

La siempre cambiante cara de la novedad

Hablando del simpático diario El País, hace un par de días ocurrió el hecho insólito de que el gobierno, mediante el prosecretario de la Presidencia y presidente de la Junta Antidrogas, Dr. Leonardo Costa, desmintió categóricamente una información publicada en primera plana por este diario amigo. Obviamente el hecho fue festejado por el pingüino Fasano en la portada de La República, feliz de ver a sus archienemigos haciendo un papelón semejante. La noticia en sí era digna de The Onion, ocupaba seis columnas de la tapa de El País y rezaba que "El 68% de adictos compra droga a través de internet", agregando el inquietante dato de que "se utiliza a mujeres y menores para hacer las entregas a domicilio; dificultades para combatirlo".

Una de esas noticias que uno ve en una portada de un diario y dice “mirá vos, qué loco….”, y después, si al menos terminaste primaria, te parás y decís “me están jodiendo”. Y, si se es un obsesivo como quien esto suscribe, se puede llegar a hacer el esfuerzo de imaginarse como se llega a una tapa semejante. Esta es mi reconstrucción imaginaria de lo que debe haber sucedido para llegar a la tremebunda conclusión de que el 68% de los adictos uruguayos a las drogas las compran en Internet:

(tarde en la tarde, cerca del cierre de edición en las oficinas del diario El País)

Editor: ¡Cacho! ¡Cachoooooo…..!

(un delgado cronista de Sociedad levanta los ojos soñadores del lejano escote de la telefonista)

Cacho: ¿Siiii… que pasa?

Editor: ¡Cacho, se nos cayó la tapa….! ¡Revisamos la grabación y comprobamos que Tabaré había dicho “soy un tipo común…”, no “soy un comunista, tipo ná…”

Cacho:
Pucha, ¿y ahora qué mandamos de tapa? ¿ningún tupa dijo nada medianamente ambigüo?

Editor: Nada, nada, nada… ni salieron a la calle hoy… es un feriado tupamaro… ¿Qué podemos meter en tapa? ¡Piense Cacho, piense….!

(Cacho pìensa un nanosegundo)

Cacho: ¡Pasta base…!

Editor: Sí, Cacho, pero…

Cacho: ¡Droga…! ¡Flagelo…! ¡Niños endrogados, flagelo, base de pasta, robos a viejas, flagelo, horror, soviets + cocaína…!

Editor: (serenándolo y secándole la baba de la comisura del labio) Cacho, metimos siete tapas en lo que va del mes sobre pasta base y las tres últimas no vendieron un carajo…

Cacho: ….


Editor: Si hubiera algo novedoso, un toque nuevo en el sinuoso periplo del flagelo…

Cacho: ¿Tabaré no fumará pasta base….? Perdón… divagaba, divagaba… soñaba, tal vez…

Editor: … algo que tenga punch, que le hable a nuestro público que tiene hijos desprotegidos ante el flagelo… piense Cacho, no sea turro…

Cacho: (en pose del pensador de Rodin pero vestido) Hijos…, tus hijos… mis hijos… ¿qué hacen mis hijos…? Brainstorm… brainstorm… Ya sé...!!! ¡Magic y pasta base…!!!

Editor: (silencio significativo)

Cacho: (murmurando) Conchisumadre…. hijos, hijos… ¿Masturbación y pasta base…? ¿R-Way y pasta base…?

Editor: (silencio cada vez más significativo)

Cacho: Hijos… hijos, hijos de puta… siempre colgados… siempre en el ciber… (una luz le atraviesa el rostro) Señor: Pasta base e Internet.

Editor: (una luz idéntica le ilumina la cara): Me… gusta… pero, ¿cómo…? ¿cómo relacionamos estos portentos…?

Cacho: (una vena se le inflama en la frente) La pasta base… la droga… se toma, no, se… compra… por…Internet!!!!

Editor: Cacho… (se abrazan) Cachito…

(aquí hay un breve interludio en el que Cacho y el Editor bailan por la redacción imitando sucesivamente a John Travolta en Pulp Fiction, a J.C. Calabró en Johnny Tolengo, a Kevin Bacon en Footloose, a un par de cosacos de una película rusa ignota y a unos jóvenes faunos en un corto erótico del cine mudo)

Editor: (volviendo a la realidad y mirando sobre el hombro de Cacho lo que este comienza a escribir en su PC) Decime Cacho…

Cacho: ¿Sí, master…?

Editor: ¿Cuánta droga se vende por Internet?

Cacho: (mirada en blanco) …. Er…. ¿cuánta tendría que venderse…?

Editor: ¿Mucha no…?

Cacho: (entusiasmado) ¡El 90%...!

Editor: ¿No será mucho Cacho…? Fíjese que hay villeros drogados que no tienen Internet…

Cacho: ¿El 80%...?

Editor: No sé... Cacho, mire que también venden en los liceos y en las escuelas…

Cacho: ¡70 %! ¡Y no bajemos más!

Editor: ¿Podría no ser un número tan redondo…? Digo, por la verosimilitez…

Cacho: Bueno… ¿68%...?

Editor: Me encanta… ¿a vos te encanta?

Cacho: A mí me encanta…

(El editor se despereza, da media vuelta y comienza a irse. De pronto se detiene, gira y hace una última pregunta)

Editor: Cacho… esto es medio inconfirmable, pero también es medio difícil de confirmar lo contrario, ¿no?

Cacho: (haciéndole una guiñada) Es Internet, jefe, Internet, ¿quién cuenta porotos en Internet?

Editor: (señalándolo con el índice mientras levanta el pulgar) You’re the man…

Cacho: (sonríe con satisfacción mientras teclea el adjetivo “preocupante” y la noche cae sobre Montevideo).

(telón)

jueves, setiembre 16, 2004

No pasarán (la muralla Borrelli)

Veo al inefable Ministro del Interior, Borrelli, hablando en un espacio privilegiado del noticiero central del 12, y el hombre -tal vez el político de menor vocabulario que se haya visto desde que palmó el bocha Pacheco- advierte con firmeza de que no se va a permitir que vengan los piqueteros argentinos a piquetear nuestras carreteras con su intolerancia (palabra que tiene que ser re-definida pronto antes de que se coma a alguien). No queda claro si no van a permitir que los piqueteros argentinos hagan piquetes en nuestras vías -lo cual no tiene mucho sentido que digamos-, si no van a dejar que los piqueteros argentinos vengan a enseñar como hacer un piquete -lo cual tampoco tienen mucho sentido porque hasta un árbol caído sabe cómo hacer un piquete-, o si no van a dejar que los piqueteros argentinos vengan a agitar a las pacíficas masas de desempleados locales. En todo caso Borrelli está enojado y hace unos esfuerzos notables para irradiar autoridad.

La nota parece un paracaidista si no se la contextualiza con la indignación de los ex-presidentes Luis Alberto Lacalle y Julio María Sanguinetti, quienes han propuesto aplicar una curiosa y olvidada "ley de indeseables" a los piqueteros argentos que se asomen a este oasis, ley que al parecer les aplicó a ellos recientemente quien confeccionó la lista de invitados a la inauguración del Teatro Solís.

El motivo que los desvela fue la presencia de un par de dirigentes piqueteros menores que se asomaron por estas plazas para hablar en un acto que reunió a unas doce aterrorizantes personas. No es broma: 12 personas pueden cortar 12 rutas y hacer colapsar Montevideo, la gente mala por naturaleza tiene poderes extraordinarios.



Un editorial del cada día más repelente diario El País califica al movimiento piquetero de "detestable" y "subversivo" (o "sedicioso", no puedo asegurarlo) y se burla de la burla que hizo ante la histeria anti-piquetera Tabaré Vázquez, cuando la comparó con el "cuco de los tupamaros y los comunistas" de la campaña electoral del 71. El editorial de El País le recuerda a Vázquez que los "tupas y los comunistas" eran en verdad un cuco en el 71, pasándose por las bolas el hecho de que -a diferencia del Partido Colorado y el Partido Blanco- el Partido Comunista Uruguayo no realizó nunca una acción anti-democrática o de agresión a las instituciones. Tal vez ese cuco que asustaba al editorialista en el 71 fueran los fantasmas de los militantes comunistas fusilados en aquellos días.

Sigmur me dice que le extraña que no se haya usado aún el argumento "terroristas" contra una fuerza que contiene ex guerrilleros como el FA. ¿Para qué si alcanza con que los acusen de marxistas para que empiezen a balbucear más excusas y disculpas que un esposo al que su consorte le encuentra marcas de rouge en el miembro viril?.

Estos van a ser meses largos y sucios.

lunes, setiembre 13, 2004

Cualquiera

Cruzando 21 de setiembre y Bvar. Artigas me encuentro en los semáforos con una extraña variación de los habituales malabaristas que suelen instalarse allí. Lo que de lejos parecían ser una delegación de Teletubbies, al acercarme se me revela como un grupo de chicas vestidas con una indumentaria extraterrestre de color amarillo, que bailan como si fueran el dinosaurio Bernardo mientras que unos muchachos, vestido igual pero de rojo, levantan unas pancartas anunciando una marca de alfajores. Hace calor, todo me da vergüenza ajena y no puedo evitar imaginarme a un publicista diciéndome: "sí, ya sé que es una mierda, pero no me vas a negar que llama la atención".

Bueno sí, me llama la atención, pero como bonus track me hace recordar una historia fantástica que me contó un ex compañero de liceo. Resulta que este tipo decidió, cuando era todavía un adolescente, irse a probar suerte a E.E.U.U. y se compró un pasaje a Los Angeles, llevándose consigo la dirección de otro uruguayo conocido de la familia, que se había ofrecido a sub-arrendarle su departamento. Allá se encontró con que este conocido se había agarrado una formidable adicción a la heroína que les produjo toda una serie de inconvenientes de convivencia, pero que más o menos pudieron sobrellevar. Mi amigo consiguió trabajo de cajero en una frutería, mientras que su anfitrión perdió el suyo a causa de sus malas costumbres. Dio la casualidad de que en la frutería decidieron hacer una inversión publicitaria y necesitaban gente para repartir volantes promocionales, trabajo para el que mi amigo recomendó a su destartalado compañero de cuarto. El asunto es que el reparto de volantes lo tenía que hacer vestido como una enorme banana de espuma de poliuretano, por lo que todos los días desde su puesto en la caja mi amigo veía al otro llegar, meterse en el baño para picarse y vestirse, y salir colocadísimo, convertido en un sueño warholiano instantáneo: una banana junkie.

El recuerdo me hace sonreír y no puedo evitar pensar si alguno de estos promotores enmascarados que agitan carteles como locos, vestidos como un extra de Cacho Bochinche, no será a su vez alguno de los inevitables limpia-vidrios dados vuelta de pasta base, reprocesado y re-empaquetado para la ocasión.

***

Bajando alegremente comics de la web, pruebo con algunos números de una serie a la que conocía de nombre pero de la que desconfiaba, The Books of Magic, y apenas leo un capítulo me empiezan a sonar las alarmas: resulta que el protagonista es un adolescente morocho, de lentes, que es descendiente sin saberlo de criaturas mágicas y que está predestinado a ser el más grande de los magos, es decir, es el clon de Harry Potter. Intrigado hago un search y compruebo que el personaje es anterior a la supuesta creación de la Rowling. Ahora ya escandalizado sigo buscando para ver qué dice el creador de este mago original de The Books of Magic, el admirado Neil Gaiman.

E inevitablemente me encuentro con una entrevista en la que le preguntan por tan evidente choreo y, contrariamente a mis expectativas, Gaiman dice que no, que para él no es el afane que parece ser. Y explica (estoy citando de memoria, así que tal vez lo estilice un poco): "Todo el mundo notó las similaridades, el pelo, los lentes, el desconocimiento de sus padres, pero nadie se puso a pensar que esos son justamente los aspectos superficiales más sencillos de sustituir. Quiero decir: si la señora Rowling hubiera decidido plagiarme, lo primero que hubiera hecho habría sido sacarle los lentes a Harry y hacerlo rubio para cubrir los rastros. El hecho que sean tan idénticamente parecidos es para mí la prueba de que no es un plagio".

Tanto sentido común me da miedo.

***

En una inesperada fiesta de heavy metal retro nos ponemos con el cretino a elogiar la versión de W.A.S.P. de "Saturday Night's Alright for Fighting" y, en sintonía casi telepática, los dos preguntamos: ¿qué le pasó a Elton John cuando compuso este brillante y aguerrido tema? Está bien que John es un buen y dúctil compositor, pero es como si Lemmy hubiera compuesto "Hand in Glove".

miércoles, setiembre 08, 2004

Every picture tells a story

Hace unos días Fotolog levantó el servicio por medio día para reparar algunas cosas, haciéndome consciente de cuánto me había acostumbrado y cuánto echaba en falta una actividad que me parecía exclusivamente una forma de matar el tiempo mientras bajaba algo en la computadora: hacer flogging, o como se le quiera denominar.

Actividad fronteriza con el voyeurismo, le digo hacer flogging a esa actividad curiosa que consiste en ir de flog en flog a través de la columna de favoritos, interesado por la pequeña imagen de ejemplo, y terminar metido en flogs en los que no reconoce al autor, los comentaristas, el perfil y en ocasiones el idioma mismo. Es como meterse en la casa de alguien que dejó la puerta abierta.

Es raro lo de los flogs, cuando recién la gente empezaba a acostumbrarse a los blogs, aparece este nuevo formato que se ha extendido más rápido que el Sida en los ochentas.
Creo que esto parte de una coincidencia tecnológica afortunada: la disposición a gran escala de cámaras de fotos digitales y la aparición de un formato tan cómodo como el de fotolog para ponerlas en la web, lo cual es la famosa reunión del hambre y las ganas de comer. De alguna forma, mientras los blogs lentamente se orientan a dejar de ser un registro de la vida cotidiana del blogger para empezar a transformarse en una forma de para-periodismo, el flog, más narcisista y juguetón, se mueve mejor cuanto menos artístico y programático es. Es decir, cuando cumplen una función voyeurística de exhibición, no de partes pudendas (aparentemente estaría prohibido por las condiciones del contrato de Fotolog.), sino de recortes instantáneos de vidas, de momentos íntimos y de pantallazos de vidas y mundos. Inclusive la limitaciones del formato (prohibición de pornografía, límite de una foto subida por día) contiene al mismo en su forma más accesible e interesante, evitando que se convierta en una competencia agotadora de exhibicionismos. También me parece que es una forma, no sé si buena o mala pero novedosa de conocer gente, y cuando digo “conocer” no me refiero a establecer contacto sino a informarse, a saber cosas sobre personas. Y no las cosas del discurso, no lo que anotan debajo de la foto sino lo que ella misma dice, ya sea por lo que muestra como por su simple selección. Pocas cosas informan tanto –a veces involuntariamente- como una foto significativa. Es interesante. Y no es para todo el mundo, abrir mi archivo fotográfico al mundo sería la última cosa que yo haría, por ejemplo. Bueno, el hecho de que no tengo archivo fotográfico también ayuda. No esperen el Fototiger.

Pero teniendo en cuenta de que es un tema aún virgen de estudios –o relativamente virgen- me permito sí hacer una clasificación atorrante de los perfiles principales de flogs y agregar una pequeña y caprichosa lista de links de algunos de ellos, que tienen como punto en común el que son, de alguna forma, un buen registro online del under rockero montevideano, de arriba y abajo del escenario. Andy Warhol hubiera amado los flogs y su mundo de estrellas instantáneas, renovadas diariamente, brillando afuera de los aparatos de promoción… Una Factory virtual instantánea, digamos. Siempre me quejé de que la creativa generación under de principios de los noventa casi no había sido registrada en su juventud y belleza. Eso no va a pasar con esta generación que te saca una foto hasta cuando no tiene que hacerlo. Está bien; a este puto lugar le hacen falta estrellas domésticas.



Hagamos un breve bestiario de flogs de los que no doy ejemplos, cada uno sabrá en donde entra su espacio preferido de exhibición pública:

Arty: El dueño del flog es fotógrafo o se considera uno o está en vías de serlo. Como no tiene ganas de armar una página recurre a los servicios de Fotolog, donde la audiencia es amplia y el criterio blando. Suelen ser los mejores o los peores flogs, casi sin punto medio.

Ególatra: Este (o generalmente “esta”) flogger, se gusta, está en armonía con su aspecto y su vida, y por lo tanto mete una foto de sí misma/mismo todos los santos días. De vez en cuando aparece al lado de alguien, pero no se confundan: es flog tiene una sola estrella y ya saben quién es.

Ególatra Uncut: Es igual al anterior pero el/la flogger no discrimina ni intenta dejarse bien o salir bien; ya con que la persona aparezca parece ser motivo suficiente para que la foto suba a la web, aunque en ella la persona aparezca en la más inadecuada de las actitudes. “Honestidad brutal”, “Quiéranme como soy” o “No tengo idea de que esa foto no me conviene”, diganle como quieran. Hacen sentir algo incómodos a algunos visitantes.

Socialite: Este flogger retrata su escena y en particular su escena cercana, pero no necesariamente es él el centro de la misma, de hecho puede aparecer muy eventualmente o no aparecer en absoluto. Hay dos variantes: el Sabado Show (buscador de socialites, figuerettis y cualquiera que le llame la atención) y el Roberto Carlos (amigos, amigos de amigos y gente de la que le gustaría ser amigo).

Promocional: Podría ser una variante de los flogs egocéntricos, pero es específico de las otras actividades creativas de su autor. Son muy frecuentes los flogs promocionales de las bandas y músicos, ya que de alguna manera parecen también menos egocéntricos que las secciones de fotos de las páginas oficiales. Es decir, re-capturan el carácter civil de estos artistas. Algunos inclusive hacen sospechar que existen los retratados, existe el flog promocional y no existe la banda.

Fan: Simil del anterior pero no elaborado por integrantes de la banda o por el propio artista sino por un admirador que puede dividirse en a) allegado (tiene material más o menos íntimo y fotos exclusivas del o los retratados) b) groupie (tiene material público y en ocasiones conseguido por él mismo en recitales o eventos públicos y c) historiador (depende del escaneo o la recopilación de materiales de la web, frecuentemente el motivo de su interés ya no está en actividad).

Temático: Relacionado con el Fan Historiador, pero más amplio. No es una persona sino una concepción general la que lo atrapa y la que nos hace preguntarnos por qué joraca no hace una página y se deja de joder.

Testimonial: Parecido al anterior, pero produce el material fotográfico, que se vuelve el auténtico hilo temático del mismo. Puede meter desde una foto de un bache de la calle hasta un recital de Los Calzones o el registro de su viaje a Bariloche (o una foto sacada desde un bache de Los Calzones tocando en Bariloche). La vida es toda una maravilla interesante para el buenazo del flogger testimonial y él es su testigo.

Fetichista: Sería una variación del temático, pero de carácter más obsesivo y en ocasiones misterioso, e incluso puede esconderse un auténtico flogger arty debajo de una apariencia fetichista. El fetichista puede dedicar su flog a los pies, a los cuellos, a los sombreros, a los pantalones oxford, o a series de repeticiones. Nos deja con la sospecha de que es alguien medio degenerado que se toca mirando los más diversos objetos, pero también podría ser Auggie Wren.

Comediante: Es la alegría de las fiestas y de la flogsfera, el tipo pone cualquier imagen graciosa que se le cruce, o que se vuelva graciosa gracias a los comentarios o el contexto. Suele elegir de fondo los colores más chillones y jodidos que ofrece Fotolog y tiene tres desviaciones: a) el grosero (siempre poniendo a prueba los límites y la tolerancia de Fotolog), b) el arcano (su humor elude a los que no lo conocen o que no son iniciados, pero uno se queda con la sospecha de que el chiste puede ser bueno si se lo explican) y c) el pelotudo (un humorista clásico pero sin criterio como para entender que no tiene gracia, puede ser al mismo tiempo los dos anteriores). Generalmente cuando comenta en otros flogs uno tiene ganas de matarlo.

Telúrico: parecido al testimonial pero sin interés en los humanos, lo de este flogger son los paisajes y los lugares, registra sus viajes por un mundo en el que no existen las personas y consigue aburrir tanto como esas viejas tías que te agarraban y te obligaban a ver su colección de diapositivas de su viaje al Vaticano.

Anárquico: combina elementos de todos los flogger anteriores, le huye a los criterios y lo mismo te pone una foto de James Joyce o una de su hermano presa de una pertinaz diarrea o un dibujito de Richard Corben o su gato. Uno nunca sabe qué se va a encontrar en un blog anárquico, consecuentemente rara vez vuelve al mismo.

Weirdo: similar al anterior pero con elementos de flogger fetichista, solo que la obsesión del weirdo no es muy evidente y suele intercalarse con fotografías en apariencia ajenas a la serie. Da la impresión de que no quiere que su flog sea temático/fetichista, pero recurre con frecuencia a lo mismo. Da un poco de miedo a veces.

Freak: ni idea de lo que pretende, pero a diferencia del anárquico da la impresión de que el tipo se toma su trabajo de selección y producción, solo que el hilo se pierde y da la impresión de que el tipo tiene muchos intereses muy variados. Y serios problemas anímicos también.

Eso es lo que dicen las imágenes, a veces uno se queda con ganas de contexto e historia, pero bueno “but you’re so great you don´t have to speak / you’ve got the style it takes”.

jueves, setiembre 02, 2004

Gente para todo

Leo en una biografía de Robert Mapplethorpe que un grupo de homosexuales neoyorquinos se habían hecho adeptos a fiestas sexuales en las que se infrigían mutuamente cortes en sus respectivos glandes. En otra bio se cuenta la afición de dicho fotógrafo a que lamerle el glóbulo ocular a sus amantes.

Los montevideanos agotaron con notable anticipación las carísimas entradas de las cuatro funciones de Jorge Drexler en el Teatro Solís.

miércoles, setiembre 01, 2004

Mirando canciones (XIII): Rose

Como sabía Caravaggio, todos los artistas del lejano Oriente y cada mosca que se haya caído en un plato de leche, el claroscuro es un recurso impactante que consigue destacar particularmente el elemento minoritario de la composición. Esto es una obviedad casi vergonzosa hablando de artes plásticas (y en música), pero suele ser menos evidente en la lírica, donde el recurso se siente pero rara vez es definido, aunque inevitablemente tiene que haber sido rotulado con un término específico académico que no me viene a la mente ahora. Hay por lo menos, dos tipos de contraste, el interno dentro de una misma obra, como puede ser la asombrosa espiral de violencia (al parecer un experimento de escritura bajo el efecto de haschich) que culmina la serena novela de Paul Bowles, Déjala que caiga, o dentro del contexto de la obra total del artista, como las novelas policiales de Boris Vian. También podría dividirse el contraste lírico en contraste de alta o baja energía, en relación a si el mismo baja o sube el ritmo de lo narrado y… me estoy yendo al carajo, vuelvo a tierra. Mi ejemplo favorito de contraste (interno) lírico sigue siendo el excelso Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline, novela en la que el célebre médico francés reagrupa todo su resentimiento hacia su patria, el género humano y él mismo sin detenerse en los hechos (se presenta como un cobarde desertor cuando en realidad fue un héroe de guerra) y demoliéndolo todo a fuerza de sarcasmo y de socarrones signos de admiración. Sin embargo este libro vitriólico y furioso contiene tres o cuatro bajadas de guardia –la descripción de un compañero de trabajo y su sacrificio para educar a su sobrina, el romance con una prostituta, la contemplación de un puerto…- que resplandecen con luz prestada de la oscuridad que los rodea, hasta el punto que el considerar al Viaje al fin de la noche un libro negativo llega a ser relativo.

Si hubiera que buscar algún equivalente musical a Céline-Destouches en el mundo del rock, el primer nombre que me vendría a la cabeza sería el de Mark E. Smith y su maravilloso y aterrador mundo de The Fall. En sus 24.000 discos Smith rara vez ha hecho otra cosa que quejarse de todo con fastidio etílico, emitir opiniones dudosas en lo estético e incorrectas en lo político y referirse sarcásticamente a todos los que considera imbéciles, es decir, a casi la totalidad de la humanidad. Una obra fina de misantropía ejemplar apenas atemperada por un notable sentido del humor.

Pero hay algunas escasas grietas en el monumental sarcasmo de Smith; al principio de su carrera soltó un par de temas bastante confesionales como el increíble “Frightened”, ciertamente afligido bajo el malhumor y el alcohol de su voz. Y luego, en un extraño período a principio de los noventa Smith tuvo una racha de rara sensibilidad que dio fruto a una (brevísima) serie de canciones extraordinariamente emotivas y sensibles que podrían ser horribles –teniendo en cuenta la poca experiencia de Smith en este tipo de materiales- pero que son bellísimas. Las más destacadas de estas canciones son su nostálgica evocación de Escocia, “Edinburgh Man”, la serena y sentida reflexión sobre la muerte de su padre y sus circunstancias personales durante este hecho, “Bill is Dead”, y, por supuesto, “Rose”.

The scarecrow's down
I hope you are alright
I am alright

There's a letter marked 'urgent'
I have not yet read it
Rose
Rose

I hear you are in Hampstead
I hope you can get married
Rose
Rose

Hear that wah-wah going?
Remember you started it
Freckles
Rose

It is now all the rage
With the younger set
Your replacement
He is a good man Rose?
Rose

I've got a good woman
Sometimes
Rose Rose
Rose




“Rose”, que cierra el disco Shift-Work es una melodía casi valseada adornada con un piano que recuerda un poco a Cure (algo que puede hacer morir a Smith de un ataque de rabia si se lo dicen). Es, transparentemente, una canción dedicada a Brix, la exótica ex mujer de Smith que fuera guitarrista de The Fall durante casi todos los ochentas, y es básicamente una tierna carta hacia antigua pareja. Brix declararía en un reportaje que la canción cuenta las cosas exactamente al revés de cómo fueron, estando sugerido el que ella se habría ido con un “young man” cuando al parecer fue Smith el que la dejó por una adolescente. No es confirmable (aunque es muy posible) y es irrelevante, a uno que no conoce a ninguno de los dos no le interesa la verdad histórica sino la verdad de la canción, y esta es de una honestidad abrumadora.

La situación descripta en el tema es frecuente en la vida pero no en canciones, especialmente en canciones de un género juvenil como el rock: alguien habla con un ex amor deseándole que le vaya bien, que re-haga su vida y, tal vez, oculta toda una gama de sentimientos confusos y culpas cruzadas. Hay con todo varias canciones talentosas sobre estas situaciones, canciones de autores tan diversos como Lloyd Cole o José Luis Perales, pero la de Mark Smith es por lejos la más concentrada, la más parca y a la vez la más amplia. Smith da pocos datos y muchos de ellos son privados, como si quisiera recalcar que es una canción para una persona y que uno está vichando esa carta privada por encima del hombro. Sólo dos cosas quedan claras: una no previsible falta de animosidad por parte de Smith para con su ex mujer (volverían a tocar juntos algunos años después) y el pétreo pero no siempre evidente conservadurismo de borracho de pub del mancusiano; “I hope you can get married”, “Is he a good man to you?” denotan una concepción tradicional, hasta arcaica, de las relaciones humanas. Denotan también una ternura que no le esperábamos al mancusiano.

Pero el momento que hace a "Rose" una canción mayor, una letra importante, es su perfecto final, cuando tras la pregunta que citábamos anteriormente (“is he a good man to you?”), Smith informa orgulloso “I’ve got a good woman” y tras una pequeña pausa agrega un “sometimes”, que no solo relativiza la afirmación anterior sino toda la canción, hasta su “I am alright” de la primera estrofa. El lacónico “sometimes” con el que Smith cierra su misiva es en su contexto mucho más que un simple adverbio de tiempo, convirtiéndose en la clave –ya anunciada por la melancólica melodía y la trope delicadeza con la que su autor la canta- que re-significa todo este diálogo a una sola voz. Es el momento de lucidez en el que se admite que todo el discurso es mentira o carente de significado, es ese terrible reconocimiento que se hace no sólo ante el interlocutor sino ante uno mismo. Un excelente letrista como Tom Waits necesitó toda la larga (y maravillosa) “Christmas Card from a Hooker in Minneapolis” para describir un momento así. Smith, evidentemente incómodo con esta inesperada apertura emocional, lo resume con una simple y dolorosa palabra. Y si mi interpretación no fuera la correcta y realmente el autor estuviera describiendo un momento radiante de su vida –la canción es lo bastante abierta como para permitir cómodamente esta lectura- igual sería una ráfaga de genialidad que nos recuerda que nosotros y nuestras circunstancias somos “sometimes”, y que estamos hechos de “a veces” no de “siempres”.

Shift-Work es un disco de 1991, desde entonces Smith no ha vuelto a abrirse tanto o si lo ha hecho yo no me di cuenta. No es realmente importante y no es el aspecto por el cual Smith va a ser recordado como un genio, cosa que afirmo sin condicionantes (algún día va hablarse de él tanto o más que de Lennon). Ni siquiera es su mejor canción, tema del que podríamos discutir meses, pero sí es la que escucho y me completa el dibujo, la que me hace pensar en cosas de las que no hablo en este blog.

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