viernes, abril 29, 2005
Leyendo Brecha por la mañana
Recientemente sigmur realizaba una encendida defensa de la autonomía de opinión del semanario Brecha gracias al notable número en el que se cuestionaban las violaciones del gobierno progresista actual a la tradicional laicidad local. Dicho número no me valió ninguna reflexión, pero la lectura matutina de la mucho menos interesante edición de hoy sí me dejó con algunas reflexiones, tal vez no exactamente sobre el semanario sino sobre temas de los que da cuenta, más bien las dos cosas.
a) El inspector a cargo de la Brigada Anti-Drogas, Julio Guaretche, confiesta de frente que narcóticos ya no detiene más a consumidores de drogas, ya que para ellos "representa un problema", es decir, les representa un gasto de espacio y tiempo excesivo en relación a la falta, además de un trabajo que los desborda. Ojalá hubiera sucedido años antes, me hubiera ahorrado algunas experiencias desagradables. Se me ocurre leyendo la nota, y tiro la idea como una simpática semillita de cannabis indica: recientemente el ministro José Díaz estuvo metido en un berenjenal de aquellos a causa de su propuesta de liberar a los presos primarios que hubieran cumplido media condena, para así descomprimir la sobrepoblación carcelaria. Ahora, dicha sobrepoblación, ¿no podría usarse de excusa para legalizar de una puta vez el porro y de esta forma liberar a todos los detenidos a causa del faso? Tal vez no sean los bastantes como para solucionar el problema de las cárceles, pero sería una medida que por otra parte iría en la dirección del sentido común -que por desgracia se enfrenta con presiones de poderosos pelotudos de otros países- y traería como plus la legalización de esa hierba más bien inocua. Me parece una excusa interesante para un asunto en los que siempre deciden los que no tienen la más puta idea.
b) La página del correo de este número, en su mayoría relacionado con la nota de tapa del anterior, es un intercambio de opiniones sobre religión y estado muy interesante, mucho más de lo que suele ser una página de correo. Entre las misivas se destaca una por su brevedad y por quién la firma, que es el musicólogo, compositor y ensayista Coriún Aharonián. Simplemente dice: "Señora directora: ¿Por qué, en un régimen democrático, el presidente tiene el derecho a vetar lo que resuelva el Parlamento? ¿No es hora de corregir ese error jurídico?". Todos sabemos de lo que está hablando. Me quedo pensando que Aharonián, que suele ser lapidario y poco matizado en sus opiniones, es siempre, siempre, alguien que me interesa escuchar, aunque a veces esté totalmente en contra de lo que dice. Siempre me deja contento que salga a opinar con la independencia y la vehemencia (y la autoridad) que lo caracteriza. Es tan raro ver esa clase de pasión no diluída en posmodernidad.
c) El disco Glamour & Violencia de la banda velapurquense Once Tiros es comentado por Guillermo Lamolle quién le reconoce virtudes técnicas e interpretativas, para terminar algo decepcionado con la falta de riesgos y la chatura lírica del disco. No voy a opinar sobre un disco del que sólo escuché un par de temas y el cual me resulta una propuesta tan interesante como la de ir a pasar la tarde en una sesión con un dentista falto de anestesias, pero me llama la atención que terminando la crónica y después de recriminarle la ya mencionada falta de riesgos y la excesiva voluntad de complacer (ese "vamos por el mínimo común denominador" que establecieron como lema grupos como La Vela Puerca y No te Va a Gustar) , Lamolle abre el paraguas y escribe "Qué fea frase para terminar. Para los del grupo y sus amigos: lean primero lo que dije recién, y después, todo lo anterior, que también es verdad". Claro que es verdad, en cuanto a que es la verdad de la opinión del escriba, pero ¿por qué relativizar o dar planos de compensación de lo que se escribió antes sólo por el orden? El comentario en general me da la impresión de que el disco le gustó menos aún al cronista de lo que dice, y que lo que intentó fue tratar de compensar, aludiendo a sus virtudes técnicas (que es lo mismo que decir sobre una película: "ah, sí, ¡está toda en foco! ¡y los parlamentos se entienden!"), pero no entiendo mucho esta disculpa sobre algo que no es más que una crítica y que en el mercado totalmente acrítico del rock nacional no va a afectar ni una sóla venta. Y, puedo asegurar, por más disculpas que se pongan los músicos exclusivamente van a leer lo que se les recrimina y te van a odiar de todas formas. Es lo que hacen los músicos.
d) Otra nota, de Fabián Werner, trata de la movida de la Ciudad Vieja, es decir, de la concentración de boliches, discotecas, pubs, restaurantes y clubes que se ha producido allí, y de la creciente voluntad de los responsables de dichos centros nocturnos de controlar cada vez más el acceso a dicha zona y la seguridad de la misma. La nota está bien informada y es bastante ecuánime en su informe, pero no puede evitar el comprensible recelo de la mirada de izquierda hacia cualquier medida que pueda ser represiva y/o discriminatoria. De hecho se titula: "el barrio se reserva el derecho de admisión", y está subdividida en tres secciones llamadas con ironía "Control total", "Estás out" y "Deja ya de joder con la limosna". Es decir, lo que se implica y se connota es que se intenta convertir a la Ciudad Vieja en un espacio de exclusión para diversión de los pudientes, dejando afuera al Montevideo marginal y hambriento que los rodea. Estoy bastante de acuerdo, pero me parece que no es tan sencillo. Posiblemente vayan a acusarme de "burgués asustado" (es decir, la definición de Brecht de fascista) por lo que voy a decir, pero lo que es también cierto es que el ecosistema de la Ciudad Vieja, convertida en un centro recreativo en cierta forma bastante más democrático que otros intentos anteriores de concentración de locales nocturnos, es un ecosistema delicado y que empieza a dar señales de violencia descontrolada. El atribuir, correctamente en mi opinión -aunque no completamente-, toda esta violencia y deterioro social a motivos acumulados por décadas de injusticia e ignorancia, la explica pero no la soluciona, y hasta el más optimista de los reformistas sociales tiene que admitir que es un problema que implicará también décadas para revertirlo, en el caso de que esto sea posible. Mientras tanto hay un proceso de degradación de una próspera zona de diversión nocturna ante la cual el estado no está ofreciendo la menor solución efectiva, proceso que termina convirtiendo a cientos de laburantes en sana búsqueda de diversión, relax, sexo, exceso o lo que sea en rehenes de una situación descontrolada que seguramente no contribuyeron a crear y de la que quieren estar a salvo al menos por una noche. Y mientras tanto cada chica deberá tratar de no desviarse sola de las calles de mayor tránsito y no usar cartera, cada auto -por más atorrante que sea- va a ser más un motivo de preocupación que una comodidad a menos que se le deje estacionado en algún lugar privilegiado y a la vista, cada borrachín tendrá que controlarse, no por su salud sino para poder cuidarse del grupo de lateros que lo espera en la esquina para darle el palo, cada vez que te levantes para ir al baño tendrás que llevarte contigo tu abrigo y hasta tu vaso porque tu compañía puede distraerse un minuto, cada conversación va a ser interrumpida cada diez minutos por el mismo pibe de doce años que está tan dado vuelta de novopren que se olvida que ya pasó a manguear por tu mesa hace diez minutos, cada descuido una enorme cagada y cada momento de intimidad y solitud una debilidad. La gente que va ahí trabaja cinco o seis días por semana y trata de vivir todo lo que se perdió durante la semana en un día, no es un tema menor el que esto sea estropeado. Claro que es muy difícil y poco correcto ponerse del lado de los juerguistas de clase media o media alta antes de que del cinturón de marginados que los orbitan, pero no es un problema tan simple ni hay soluciones ideales, pero hay más de una urgencia ahí.
d) Ya es hora de que se reconozca el trabajo de Gonzalo Eyherabide en su tira semanal de Experimento Ponsonby (nombre brillante para una tira sobre Uruguay), tira dibujada con tosquedad pero con efectividad indiscutible, y que es un oásis dentro del humor bienpensante, inocuo y falto de gracia que se considera "humor a la uruguaya". Desde que se atrevió a introducir en un cuadrito la habitual opinión de "este demagogo de Tabaré", dicha mil veces en mesas de bar pero jamás reproducida en prensa escrita, que se merece mis respetos, pero últimamente está más afinado y corrosivo que nunca. A una reciente sátira de cierto cantautor uruguayo con la que me sentí muy identificado, le agrega en el último número una ácida historia en la que el sistema político uruguayo le regala a las madres de Uruguay un "práctico juego de agujas de coser", haciendo el comentario más ácido, pero más exacto que yo haya visto, sobre las declaraciones y hechos políticos recientes relacionados con el tema aborto. Brillante, y ya es hora de que alguien lo diga.
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a) El inspector a cargo de la Brigada Anti-Drogas, Julio Guaretche, confiesta de frente que narcóticos ya no detiene más a consumidores de drogas, ya que para ellos "representa un problema", es decir, les representa un gasto de espacio y tiempo excesivo en relación a la falta, además de un trabajo que los desborda. Ojalá hubiera sucedido años antes, me hubiera ahorrado algunas experiencias desagradables. Se me ocurre leyendo la nota, y tiro la idea como una simpática semillita de cannabis indica: recientemente el ministro José Díaz estuvo metido en un berenjenal de aquellos a causa de su propuesta de liberar a los presos primarios que hubieran cumplido media condena, para así descomprimir la sobrepoblación carcelaria. Ahora, dicha sobrepoblación, ¿no podría usarse de excusa para legalizar de una puta vez el porro y de esta forma liberar a todos los detenidos a causa del faso? Tal vez no sean los bastantes como para solucionar el problema de las cárceles, pero sería una medida que por otra parte iría en la dirección del sentido común -que por desgracia se enfrenta con presiones de poderosos pelotudos de otros países- y traería como plus la legalización de esa hierba más bien inocua. Me parece una excusa interesante para un asunto en los que siempre deciden los que no tienen la más puta idea.
b) La página del correo de este número, en su mayoría relacionado con la nota de tapa del anterior, es un intercambio de opiniones sobre religión y estado muy interesante, mucho más de lo que suele ser una página de correo. Entre las misivas se destaca una por su brevedad y por quién la firma, que es el musicólogo, compositor y ensayista Coriún Aharonián. Simplemente dice: "Señora directora: ¿Por qué, en un régimen democrático, el presidente tiene el derecho a vetar lo que resuelva el Parlamento? ¿No es hora de corregir ese error jurídico?". Todos sabemos de lo que está hablando. Me quedo pensando que Aharonián, que suele ser lapidario y poco matizado en sus opiniones, es siempre, siempre, alguien que me interesa escuchar, aunque a veces esté totalmente en contra de lo que dice. Siempre me deja contento que salga a opinar con la independencia y la vehemencia (y la autoridad) que lo caracteriza. Es tan raro ver esa clase de pasión no diluída en posmodernidad.
c) El disco Glamour & Violencia de la banda velapurquense Once Tiros es comentado por Guillermo Lamolle quién le reconoce virtudes técnicas e interpretativas, para terminar algo decepcionado con la falta de riesgos y la chatura lírica del disco. No voy a opinar sobre un disco del que sólo escuché un par de temas y el cual me resulta una propuesta tan interesante como la de ir a pasar la tarde en una sesión con un dentista falto de anestesias, pero me llama la atención que terminando la crónica y después de recriminarle la ya mencionada falta de riesgos y la excesiva voluntad de complacer (ese "vamos por el mínimo común denominador" que establecieron como lema grupos como La Vela Puerca y No te Va a Gustar) , Lamolle abre el paraguas y escribe "Qué fea frase para terminar. Para los del grupo y sus amigos: lean primero lo que dije recién, y después, todo lo anterior, que también es verdad". Claro que es verdad, en cuanto a que es la verdad de la opinión del escriba, pero ¿por qué relativizar o dar planos de compensación de lo que se escribió antes sólo por el orden? El comentario en general me da la impresión de que el disco le gustó menos aún al cronista de lo que dice, y que lo que intentó fue tratar de compensar, aludiendo a sus virtudes técnicas (que es lo mismo que decir sobre una película: "ah, sí, ¡está toda en foco! ¡y los parlamentos se entienden!"), pero no entiendo mucho esta disculpa sobre algo que no es más que una crítica y que en el mercado totalmente acrítico del rock nacional no va a afectar ni una sóla venta. Y, puedo asegurar, por más disculpas que se pongan los músicos exclusivamente van a leer lo que se les recrimina y te van a odiar de todas formas. Es lo que hacen los músicos.
d) Otra nota, de Fabián Werner, trata de la movida de la Ciudad Vieja, es decir, de la concentración de boliches, discotecas, pubs, restaurantes y clubes que se ha producido allí, y de la creciente voluntad de los responsables de dichos centros nocturnos de controlar cada vez más el acceso a dicha zona y la seguridad de la misma. La nota está bien informada y es bastante ecuánime en su informe, pero no puede evitar el comprensible recelo de la mirada de izquierda hacia cualquier medida que pueda ser represiva y/o discriminatoria. De hecho se titula: "el barrio se reserva el derecho de admisión", y está subdividida en tres secciones llamadas con ironía "Control total", "Estás out" y "Deja ya de joder con la limosna". Es decir, lo que se implica y se connota es que se intenta convertir a la Ciudad Vieja en un espacio de exclusión para diversión de los pudientes, dejando afuera al Montevideo marginal y hambriento que los rodea. Estoy bastante de acuerdo, pero me parece que no es tan sencillo. Posiblemente vayan a acusarme de "burgués asustado" (es decir, la definición de Brecht de fascista) por lo que voy a decir, pero lo que es también cierto es que el ecosistema de la Ciudad Vieja, convertida en un centro recreativo en cierta forma bastante más democrático que otros intentos anteriores de concentración de locales nocturnos, es un ecosistema delicado y que empieza a dar señales de violencia descontrolada. El atribuir, correctamente en mi opinión -aunque no completamente-, toda esta violencia y deterioro social a motivos acumulados por décadas de injusticia e ignorancia, la explica pero no la soluciona, y hasta el más optimista de los reformistas sociales tiene que admitir que es un problema que implicará también décadas para revertirlo, en el caso de que esto sea posible. Mientras tanto hay un proceso de degradación de una próspera zona de diversión nocturna ante la cual el estado no está ofreciendo la menor solución efectiva, proceso que termina convirtiendo a cientos de laburantes en sana búsqueda de diversión, relax, sexo, exceso o lo que sea en rehenes de una situación descontrolada que seguramente no contribuyeron a crear y de la que quieren estar a salvo al menos por una noche. Y mientras tanto cada chica deberá tratar de no desviarse sola de las calles de mayor tránsito y no usar cartera, cada auto -por más atorrante que sea- va a ser más un motivo de preocupación que una comodidad a menos que se le deje estacionado en algún lugar privilegiado y a la vista, cada borrachín tendrá que controlarse, no por su salud sino para poder cuidarse del grupo de lateros que lo espera en la esquina para darle el palo, cada vez que te levantes para ir al baño tendrás que llevarte contigo tu abrigo y hasta tu vaso porque tu compañía puede distraerse un minuto, cada conversación va a ser interrumpida cada diez minutos por el mismo pibe de doce años que está tan dado vuelta de novopren que se olvida que ya pasó a manguear por tu mesa hace diez minutos, cada descuido una enorme cagada y cada momento de intimidad y solitud una debilidad. La gente que va ahí trabaja cinco o seis días por semana y trata de vivir todo lo que se perdió durante la semana en un día, no es un tema menor el que esto sea estropeado. Claro que es muy difícil y poco correcto ponerse del lado de los juerguistas de clase media o media alta antes de que del cinturón de marginados que los orbitan, pero no es un problema tan simple ni hay soluciones ideales, pero hay más de una urgencia ahí.
d) Ya es hora de que se reconozca el trabajo de Gonzalo Eyherabide en su tira semanal de Experimento Ponsonby (nombre brillante para una tira sobre Uruguay), tira dibujada con tosquedad pero con efectividad indiscutible, y que es un oásis dentro del humor bienpensante, inocuo y falto de gracia que se considera "humor a la uruguaya". Desde que se atrevió a introducir en un cuadrito la habitual opinión de "este demagogo de Tabaré", dicha mil veces en mesas de bar pero jamás reproducida en prensa escrita, que se merece mis respetos, pero últimamente está más afinado y corrosivo que nunca. A una reciente sátira de cierto cantautor uruguayo con la que me sentí muy identificado, le agrega en el último número una ácida historia en la que el sistema político uruguayo le regala a las madres de Uruguay un "práctico juego de agujas de coser", haciendo el comentario más ácido, pero más exacto que yo haya visto, sobre las declaraciones y hechos políticos recientes relacionados con el tema aborto. Brillante, y ya es hora de que alguien lo diga.
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jueves, abril 28, 2005
Cambalacheando
Leonidas me comenta, sabiendo que el tema me es caro y que me gusta explayarme sobre el mismo, que Jorge Drexler será homenajeado en el próximo acto del 1º de Mayo, durante una breve introducción artística, con motivo de su éxito hollywoodense estatuario. No es la única particularidad de este 1º de Mayo, de hecho es el primero a realizarse bajo un gobierno de izquierda al que pertenecen en calidad de militantes y dirigentes muchas de las principales figuras de la cúpula gremial. Evidentemente esto de ser oficialistas en una manifestación casi religiosamente de protesta les ha producido una angustia existencial que desembocó en varias confusiones.
Porque hay varias cosas confusas: el gobierno del EP ha asumido hace muy poco tiempo como para poder evaluarlo en forma cabal, pero en términos generales se podría afirmar que se viene cumpliendo -u orientándose a cumplir- los puntos esenciales del programa electoral del mismo. Lo cual tiene patilludos a varios de los integrantes de dicha fuerza que al parecer estaban convencidos de que una vez asumido el poder el EP se iba a sacar la máscara de tibia social-democracia e iba a aplicar un salvaje plan de colectivización o algo así. Así es que, juez y parte de lo que está pasando, la gremial de los trabajadores decidió quedar bien con Dios y con el Diablo, lo cual generalmente no deja contento a nadie pero permite zafar.
Hay un buen grado de beneplácito a partir de la re-instalación de los consejos de salarios, lo cual hay que reconocer que es un gran logro sindical, e inclusive por primera vez en la historia uruguaya el acto va a tener un presidente entre sus asistentes y parte de su proclama va a ser transmitida en cadena de televisión. Hasta aquí bárbaro. Pero lógicamente hay muchas otras cosas que todavía inquietan, como el simple hecho de que la mayoría de los salarios siguen siendo dignos de Etiopía (bah, no sé, tal vez ahora en Etiopía estén mejor) o un simple dato brutal que pasó más desapercibido de lo que debería y que debería anular cualquier conversación sobre las virtudes del capitalismo moderno o neo-liberalismo: durante el 2004, con cifras medidas con generosidad pero cifras al fin, la economía uruguaya tuvo un crecimiento extraordinario, que en verdad fue esencialmente de recuperación de lo perdido durante la crisis del 2002. De cualquier manera el crecimiento del PBI fue de un 12%, lo cual es un guarismo extraordinario para cualquier economía, por más de que se trate de un efecto rebote. ¿Cómo se vivió esto en la sociedad uruguaya? El índice de pobreza subió un 5%, al igual que el de indigencia. Me niego a extenderme sobre esta aparente paradoja, sólo digo que en otro siglo habrían ciudades en llamas a causa de insultos sociales mucho más discretos.
Pero no es esto el territorio que el PIT-CNT se reserva para criticar, sino la no implementación de la reforma del agua, tema en el que tienen razón pero que igual marchan presos. Es más que significativo que la principal oradora del acto sea Adriana Marquisio, del sindicato de OSE, voz cantante y pública de la campaña para dicha reforma, y que va a hacer gala de su extraordinario concepto de la praxis reclamando el cumplimiento de esa reforma, lo que implica una re-estatización a fuerza de anulaciones de contratos que le costarán al estado algunas decenitas de millones de dólares, que habría que sacar según los gremios, al igual que las recuperaciones de salarios públicos, de los pagos de deuda externa, lo cual demuestra una pequeña confusión acerca del poder de decisión internacional de la economía uruguaya, que es más o menos similar al poder de decisión que tiene mi perro sobre los gastos de la casa.
Pero bueno, reclamarán por esto con razón pero sin realismo, sobre la reforma y recibirán los saludos de la Iglesia Católica, que en una extraordinaria devolución de favores le mandará un mensaje de adhesión espiritual a los trabajadores que manifiestan sobre la plaza de los mártires de Chicago, anarquistas cuyas ánimas se retorcerán al recibir la bendición de la curia. Hay que verlo, pero esto no parece haber molestado a los oradores de la central trabajadora, de la misma forma que a ningún legislador del partido de izquierda pareció molestarle mucho el que se emplazara un monumento a Wojtyla, uno de los principales opositores históricos de la izquierda, en uno de los puntos más privilegiados y notorios de la capital montevideana, a escasos pasos del Parque nombrado en honor a José Batlle y Ordoñez y sobre el mismo bulevar sobre el que está el monumento a José Pedro Varela, otras dos ánimas a las que quiero imaginar furiosamente inquietas.
Ante estas cosas, uno diría, lo del homenaje a Drexler es lo de menos, al fin y al cabo es un reconocimiento a un uruguayo triunfador. Las bolas es sólo eso. Dejemos de lado el asunto de que sea Drexler, que es totalmente intrascendente y que además es totalmente ajeno a dicho reconocimiento, digamos que se saluda el Oscar al uruguayo Juan Carlos Petela. Está bien si uno quiere alegrarse por Juan Carlitos, "el que vivía en Goes, bo..." haya ganado un premio internacional, ya sea un Oscar o una cocarda de garañón, pero una central que hace gala de su anti-capitalismo y su anti-imperialismo como señales distintivas tendría que haber arrimado una neurona con otra y pensar qué premio se festeja y por qué. Si este homenaje se hubiera realizado antes de que Drexler ganara el Oscar no tendría nada que decir excepto tal vez "cómo han cambiado los viriles trabajadores del PIT-CNT", pero como es evidentemente un saludo a su estatua, me gustaría decir lo siguiente: EL OSCAR ES EL SÍMBOLO MÁXIMO DEL ETNOCENTRISMO CULTURAL NORTEAMERICANO, ES DECIR DE LA ESCALA DE VALORES QUE RIGE EL MUNDO OCCIDENTAL Y POR ENDE EL 'THINK TANK' DEL IMPERIALISMO YANQUI Y PARA CUALQUIER INDUSTRIA CINEMATOGRÁFICA O MUSICAL NACIONAL ES COMO EL BENEPLÁCITO DEL DEPARTAMENTO DEL TESORO DE WASHINGTON CON RESPECTO A UNA POLÍTICA ECONÓMICA . DESDE EL PUNTO DE VISTA CULTURAL ES EL EQUIVALENTE A QUE ADRIANA MARQUISIO RECIBIERA UN PREMIO DE LA FÁBRICA DE AGUA PERRIER, LO CUAL PUEDE SER UNA GRAN ALEGRÍA PARA ADRIANITA Y LA GENTE QUE LA ESTIMA PERO QUE TIENE UN CONFLICTO BASTANTE EVIDENTE CON LA IDEOLOGÍA DE UN 1º DE MAYO OBRERO Y URUGUAYO.
Y esto no tiene nada que ver, créanme o no, con Jorge Drexler. Escribiría lo mismo si la Academia de Hollywood hubiera premiado a Alfredo Zitarrosa, a Leo Maslíah o al blogger Benito.
Lo que veo es que vamos a tener un 1º de Mayo con el poder ejecutivo presente, con un movimiento gremial oficialista, en el que se va reclamar por una reforma empobrecedora, se van a recibir los saludos del clero afín al Opus Dei y se va a festejar el gusto del imperialismo cultural estadounidense.
Sí, de eso hablaba María Elena Walsh.
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Porque hay varias cosas confusas: el gobierno del EP ha asumido hace muy poco tiempo como para poder evaluarlo en forma cabal, pero en términos generales se podría afirmar que se viene cumpliendo -u orientándose a cumplir- los puntos esenciales del programa electoral del mismo. Lo cual tiene patilludos a varios de los integrantes de dicha fuerza que al parecer estaban convencidos de que una vez asumido el poder el EP se iba a sacar la máscara de tibia social-democracia e iba a aplicar un salvaje plan de colectivización o algo así. Así es que, juez y parte de lo que está pasando, la gremial de los trabajadores decidió quedar bien con Dios y con el Diablo, lo cual generalmente no deja contento a nadie pero permite zafar.
Hay un buen grado de beneplácito a partir de la re-instalación de los consejos de salarios, lo cual hay que reconocer que es un gran logro sindical, e inclusive por primera vez en la historia uruguaya el acto va a tener un presidente entre sus asistentes y parte de su proclama va a ser transmitida en cadena de televisión. Hasta aquí bárbaro. Pero lógicamente hay muchas otras cosas que todavía inquietan, como el simple hecho de que la mayoría de los salarios siguen siendo dignos de Etiopía (bah, no sé, tal vez ahora en Etiopía estén mejor) o un simple dato brutal que pasó más desapercibido de lo que debería y que debería anular cualquier conversación sobre las virtudes del capitalismo moderno o neo-liberalismo: durante el 2004, con cifras medidas con generosidad pero cifras al fin, la economía uruguaya tuvo un crecimiento extraordinario, que en verdad fue esencialmente de recuperación de lo perdido durante la crisis del 2002. De cualquier manera el crecimiento del PBI fue de un 12%, lo cual es un guarismo extraordinario para cualquier economía, por más de que se trate de un efecto rebote. ¿Cómo se vivió esto en la sociedad uruguaya? El índice de pobreza subió un 5%, al igual que el de indigencia. Me niego a extenderme sobre esta aparente paradoja, sólo digo que en otro siglo habrían ciudades en llamas a causa de insultos sociales mucho más discretos.
Pero no es esto el territorio que el PIT-CNT se reserva para criticar, sino la no implementación de la reforma del agua, tema en el que tienen razón pero que igual marchan presos. Es más que significativo que la principal oradora del acto sea Adriana Marquisio, del sindicato de OSE, voz cantante y pública de la campaña para dicha reforma, y que va a hacer gala de su extraordinario concepto de la praxis reclamando el cumplimiento de esa reforma, lo que implica una re-estatización a fuerza de anulaciones de contratos que le costarán al estado algunas decenitas de millones de dólares, que habría que sacar según los gremios, al igual que las recuperaciones de salarios públicos, de los pagos de deuda externa, lo cual demuestra una pequeña confusión acerca del poder de decisión internacional de la economía uruguaya, que es más o menos similar al poder de decisión que tiene mi perro sobre los gastos de la casa.
Pero bueno, reclamarán por esto con razón pero sin realismo, sobre la reforma y recibirán los saludos de la Iglesia Católica, que en una extraordinaria devolución de favores le mandará un mensaje de adhesión espiritual a los trabajadores que manifiestan sobre la plaza de los mártires de Chicago, anarquistas cuyas ánimas se retorcerán al recibir la bendición de la curia. Hay que verlo, pero esto no parece haber molestado a los oradores de la central trabajadora, de la misma forma que a ningún legislador del partido de izquierda pareció molestarle mucho el que se emplazara un monumento a Wojtyla, uno de los principales opositores históricos de la izquierda, en uno de los puntos más privilegiados y notorios de la capital montevideana, a escasos pasos del Parque nombrado en honor a José Batlle y Ordoñez y sobre el mismo bulevar sobre el que está el monumento a José Pedro Varela, otras dos ánimas a las que quiero imaginar furiosamente inquietas.
Ante estas cosas, uno diría, lo del homenaje a Drexler es lo de menos, al fin y al cabo es un reconocimiento a un uruguayo triunfador. Las bolas es sólo eso. Dejemos de lado el asunto de que sea Drexler, que es totalmente intrascendente y que además es totalmente ajeno a dicho reconocimiento, digamos que se saluda el Oscar al uruguayo Juan Carlos Petela. Está bien si uno quiere alegrarse por Juan Carlitos, "el que vivía en Goes, bo..." haya ganado un premio internacional, ya sea un Oscar o una cocarda de garañón, pero una central que hace gala de su anti-capitalismo y su anti-imperialismo como señales distintivas tendría que haber arrimado una neurona con otra y pensar qué premio se festeja y por qué. Si este homenaje se hubiera realizado antes de que Drexler ganara el Oscar no tendría nada que decir excepto tal vez "cómo han cambiado los viriles trabajadores del PIT-CNT", pero como es evidentemente un saludo a su estatua, me gustaría decir lo siguiente: EL OSCAR ES EL SÍMBOLO MÁXIMO DEL ETNOCENTRISMO CULTURAL NORTEAMERICANO, ES DECIR DE LA ESCALA DE VALORES QUE RIGE EL MUNDO OCCIDENTAL Y POR ENDE EL 'THINK TANK' DEL IMPERIALISMO YANQUI Y PARA CUALQUIER INDUSTRIA CINEMATOGRÁFICA O MUSICAL NACIONAL ES COMO EL BENEPLÁCITO DEL DEPARTAMENTO DEL TESORO DE WASHINGTON CON RESPECTO A UNA POLÍTICA ECONÓMICA . DESDE EL PUNTO DE VISTA CULTURAL ES EL EQUIVALENTE A QUE ADRIANA MARQUISIO RECIBIERA UN PREMIO DE LA FÁBRICA DE AGUA PERRIER, LO CUAL PUEDE SER UNA GRAN ALEGRÍA PARA ADRIANITA Y LA GENTE QUE LA ESTIMA PERO QUE TIENE UN CONFLICTO BASTANTE EVIDENTE CON LA IDEOLOGÍA DE UN 1º DE MAYO OBRERO Y URUGUAYO.
Y esto no tiene nada que ver, créanme o no, con Jorge Drexler. Escribiría lo mismo si la Academia de Hollywood hubiera premiado a Alfredo Zitarrosa, a Leo Maslíah o al blogger Benito.
Lo que veo es que vamos a tener un 1º de Mayo con el poder ejecutivo presente, con un movimiento gremial oficialista, en el que se va reclamar por una reforma empobrecedora, se van a recibir los saludos del clero afín al Opus Dei y se va a festejar el gusto del imperialismo cultural estadounidense.
Sí, de eso hablaba María Elena Walsh.
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domingo, abril 24, 2005
Tu madre chupa pijas en el infierno (u "otras pequeñas impresiones cinematográficas")
Por una extraña casualidad, el sábado en la televisión abierta se dieron tres películas legendarias simultáneamente. Se trataba de Rocky (1976, John G. Avildsen), El exorcista (1973, William Friedkin) y El hombre araña (2002, Sam Raimi), es decir, dos películas comerciales emblemáticas de los setenta y una película comercial emblemática de esta década que promediamos. Y en el zapping entre estos tres productos uno podía evaluar todo lo que se ha jodido en la cultura estadounidense al mismo tiempo que esta se ha vuelto hegemónica.
Soy un gran fan del cine norteamericano de los setenta, una década menospreciada a causa de la pérdida del idealismo milenarista de los sesenta y también por algunos notorios excesos de mal gusto individualista, pero que a su manera fue para la cultura de occidente una década más liberal que la que la precedió y no menos revolucionaria, son los ochentas los que fueron una mierda, recuerden. Pero en cine fue realmente una década prodigiosa en la que se depuraron los hallazgos de los años anteriores y, al ser cooptadas algunas de las técnicas de vanguardia por el arte “comercial” (por favor, no departamos sobre este tema en los comments, estoy de acuerdo con todo lo que tienen que decir al respecto) se dio el curioso hecho de que el mainstream yanqui se llenó de elementos experimentales y se hizo borrosa su frontera con el cine arte. Quiero decir, por supuesto que todo el mundo puede valorar y extrañar películas como Eraserhead (1977, David Lynch), The Last Picture Show (1971, Peter Bogdanovich), Apocalypse Now (Francis Cóppola, 1979) o Conocimiento Carnal (1971, Mike Nichols), que a su manera cimentaron y prefiguraron todo el cine independiente estadounidense de las próximas décadas, pero lo que me parece más notable son las películas hechas con un ojo y medio en la taquilla y que sin embargo conservan más personalidad, creatividad y vida que cualquier cosa que venga de allá arriba con chapa de genial en los últimos tiempos. Seguramente sus directores y actores se cagarían de la risa si les hubieran dicho en su momento que estaban haciendo cine arte, pero ¿cuántas estrellitas les darían a películas como Asalto al Precinto 13 (1976), Un puente demasiado lejos (1977), Tiburón (1975), Escape de Alcatraz (1979), Contacto en Francia (1971), La Cruz de Hierro (1977), Saturday Night Fever (1977) o The Texas Chainsaw Massacre (1974)? Para mí son todas un diez perfecto y, más allá de algún peinado y algún pantalón oxford, ninguna se parece entre sí, más que en lo que señalaba al principio: es cine norteamericano totalmente comercial y todas fueron éxitos notables de taquilla.
Yo ya he hablado en posts pasados de mi devoción absoluta por The Warriors (1979, Walter Hill) y Dawn of the Dead (1978, George Romero), lo mismo puedo decir sobre El Exorcista, película que si me apuran nomino como la mejor película de terror de todos los tiempos, y esto a pesar de su perfectamente admisible interpretación como fábula reaccionaria de derecha. No tenía tan buenos recuerdos de Rocky, película guionada –recordemos con un estremecimiento- por Sylvester Stallone, y sin embargo, al verla nuevamente la encuentro espléndida, con algunos golpes bajos (sí, ya sé…) pero fuerte y épica, cagándose en todos los manuales de construcción de tensión que hoy se aplicarían inevitablemente. Vamos, hay sólo dos peleas –una al principio que casi ni es una pelea y la clásica del final que, recordemos, Rocky no la gana- y el resto es una sucesión de detalles de personajes brutos, irritables y tontos que no desentonarían en alguna de las películas italianas de ambiente obrero de la misma época. Es una gran película que no debe ser vista a la luz de sus secuelas, de la misma forma que los Stones del Let It Bleed no deben ser evaluados desde los del Bridges to Babylon.
Tanto la película del boxeador como la de la niña endemoniada aguantan innumerables miradas (creo que es la octava vez que veo El Exorcista –y me sigue asustando- y es la cuarta o quinta que veo Rocky) e inclusive soportan un doblaje nefasto al gallego en el caso de Rocky y al pudoroso en El Exorcista, doblaje infame que sustituye la inmortal línea “tu madre chupa pijas en el infierno” por “tu madre arde con nosotros en el infierno”. No es lo mismo chupar pijas que arder, señor traductor, tengalo presente la próxima vez que vaya a encender la estufa.
Pero estas películas aguantan y se vuelven clásicas por motivos que hoy serían considerados debilidades por los productores de la actualidad, están llenas de cabos sueltos, sus personajes tienen más secretos que los de cualquier película minimalista inspirada en Carver, sus ritmos narrativos son asimétricos, no tienen miedo a matar o ver derrotados a sus principales personajes, las jerarquías de dichos personajes son poco previsibles (El Exorcista termina dándole un inusual destaque a un cura que casi no había aparecido en la película y a un policía que nunca se supo en realidad para que estaba, más allá de para hacer referencias cinéfilas), la homogeneidad estética está a veces cascoteada, las frases rimbombantes son escasas y el mensaje ideológico nunca explícito (aunque sea bastante unívoco como en el caso de la película de Friedkin). El resultado es que uno se sigue asustando con la cabeza rotada de Regan aunque el efecto visual no esté del todo logrado. Y uno sigue queriendo que el semental italiano gane a pesar de que Stallone hizo Rambo III.
En la otra punta estaba la película de Raimi sobre el arácnido favorito de todos los que alguna vez fuimos lectores compulsivos de la escudería Marvel. Sam Raimi es un buen director que ha hecho películas brillantes como la claustrofóbica Evil Dead (1981) o la negrísima A Simple Plan (1998). Inclusive hace un par de meses vi nuevamente The Quick and the Dead (1995), que en su momento me pareció una explotation al pedo del éxito de Sharon Stone, y la encontré mucho más interesante y divertida de lo que recordaba. Pero Spider-Man… la concha de su madre, deben haber estado dos años haciendo el diseño de producción de los efectos visuales y otro año más borrando las Torres Gemelas de los fotogramas y no deben de haber pasado más de media hora haciendo el guión, o peor, parece que se lo hubieran dado a terminar a los expertos de marketing. No voy a hablar sobre los errores de casting (¿Tobey Maguire como Peter Parker…? ¿y por qué no Pablito Rago? Sáquenmela un poquito…) o sus aciertos saboteados (como señalaba sigmur, encontraron la mejor cara de Duende Verde de Hollywood, Willem Dafoe, y la escondieron bajo una careta absurda), sino del error fundamental que la hace representativa de la estética actual y la hace una mierda, y que es muy sencillo: ¿qué es lo que sabemos sobre Peter Parker, Mary Jane o Norman Osborn luego de ver la película? Todo, absolutamente todo. Yo sé más sobre Peter Parker que sobre mi madre. Y eso es más increíble que verlo trepado del Chrysler Building.
Cuando Stan Lee creó Marvel su objetivo y su fuerte era el de ofrecer superhéroes menos unidimensionales que los popularizados por su competencia, superhéroes que tenían que laburar, que tenían familias y dudas. Esto era considerablemente revolucionario para los primeros años sesentas, no para una película del S.XXI. Todo en el Spider-Man de Raimi tiene causa y efecto evidente, todos los dispositivos psicológicos se detonan en forma directa y todos los personajes pueden ser descriptos en su carácter y evoluciones en una o dos frases. Intenten hacer lo mismo con el padre Karras o inclusive con Rocky Balboa. Se me puede decir que Spider-Man es una película orientada a un público más joven que El Exorcista o Rocky. La verdad eso me chupa un huevo, Babe 2 está orientada hacia un público aún menor que el de Marvel y cualquiera de sus animalitos tiene más relieve que la planicie total de Parker & cía, planicie en la que todo es más explícito y redundante que una película de Silvia Saint. Spider-Man no está orientada hacia un público más joven, está orientada hacia un público más pelotudo, para el que todo tiene que cerrar y que necesita una inyección de adrenalina visual cada quince minutos para no dormirse babeándose sobre sus bateas de popcorn.
Me quedé tarareando el Tubular Bells de Mike Oldfield un buen rato, pocas melodías han estado tan bien elegidas para un soundtrack. También podía haberme quedado tarareando la rimbombante, más bien fea pero infecciosa melodía de Rocky. Tendría que hacer memoria para recordar algún soundtrack tan notorio y efectivo en el cine comercial de los últimos diez años. Pero bueno, Danny Elfman era horrible cuando estaba en Oingo Boingo, ¿quién fue el idiota que pensó que se metió en una crisálida sónica y salió convertido en Ennio Morricone?
Debe haber sido el mismo idiota que hizo al Duende Verde agonizante suplicar a Parker un “no se lo digas a Harry” (su hijo y el mejor amigo de Parker), para redundar verbalmente en una obviedad vergonzosa. Supongo que si ese idiota hubiera estado a cargo de El Exorcista, el padre Merrin se la hubiera pasado diciendo “estoy demasiado débil y cansado para enfrentarme con semejante diablo” y el padre Karras gritaría “¡estoy volviendo a la fe a través del horror!”, y Rocky ganaría con la última piña. Puta madre, que vuelva la música disco, la heroína, las orgías y los quaaludes. Evidentemente era una sociedad más sana.
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Soy un gran fan del cine norteamericano de los setenta, una década menospreciada a causa de la pérdida del idealismo milenarista de los sesenta y también por algunos notorios excesos de mal gusto individualista, pero que a su manera fue para la cultura de occidente una década más liberal que la que la precedió y no menos revolucionaria, son los ochentas los que fueron una mierda, recuerden. Pero en cine fue realmente una década prodigiosa en la que se depuraron los hallazgos de los años anteriores y, al ser cooptadas algunas de las técnicas de vanguardia por el arte “comercial” (por favor, no departamos sobre este tema en los comments, estoy de acuerdo con todo lo que tienen que decir al respecto) se dio el curioso hecho de que el mainstream yanqui se llenó de elementos experimentales y se hizo borrosa su frontera con el cine arte. Quiero decir, por supuesto que todo el mundo puede valorar y extrañar películas como Eraserhead (1977, David Lynch), The Last Picture Show (1971, Peter Bogdanovich), Apocalypse Now (Francis Cóppola, 1979) o Conocimiento Carnal (1971, Mike Nichols), que a su manera cimentaron y prefiguraron todo el cine independiente estadounidense de las próximas décadas, pero lo que me parece más notable son las películas hechas con un ojo y medio en la taquilla y que sin embargo conservan más personalidad, creatividad y vida que cualquier cosa que venga de allá arriba con chapa de genial en los últimos tiempos. Seguramente sus directores y actores se cagarían de la risa si les hubieran dicho en su momento que estaban haciendo cine arte, pero ¿cuántas estrellitas les darían a películas como Asalto al Precinto 13 (1976), Un puente demasiado lejos (1977), Tiburón (1975), Escape de Alcatraz (1979), Contacto en Francia (1971), La Cruz de Hierro (1977), Saturday Night Fever (1977) o The Texas Chainsaw Massacre (1974)? Para mí son todas un diez perfecto y, más allá de algún peinado y algún pantalón oxford, ninguna se parece entre sí, más que en lo que señalaba al principio: es cine norteamericano totalmente comercial y todas fueron éxitos notables de taquilla.
Yo ya he hablado en posts pasados de mi devoción absoluta por The Warriors (1979, Walter Hill) y Dawn of the Dead (1978, George Romero), lo mismo puedo decir sobre El Exorcista, película que si me apuran nomino como la mejor película de terror de todos los tiempos, y esto a pesar de su perfectamente admisible interpretación como fábula reaccionaria de derecha. No tenía tan buenos recuerdos de Rocky, película guionada –recordemos con un estremecimiento- por Sylvester Stallone, y sin embargo, al verla nuevamente la encuentro espléndida, con algunos golpes bajos (sí, ya sé…) pero fuerte y épica, cagándose en todos los manuales de construcción de tensión que hoy se aplicarían inevitablemente. Vamos, hay sólo dos peleas –una al principio que casi ni es una pelea y la clásica del final que, recordemos, Rocky no la gana- y el resto es una sucesión de detalles de personajes brutos, irritables y tontos que no desentonarían en alguna de las películas italianas de ambiente obrero de la misma época. Es una gran película que no debe ser vista a la luz de sus secuelas, de la misma forma que los Stones del Let It Bleed no deben ser evaluados desde los del Bridges to Babylon.
Tanto la película del boxeador como la de la niña endemoniada aguantan innumerables miradas (creo que es la octava vez que veo El Exorcista –y me sigue asustando- y es la cuarta o quinta que veo Rocky) e inclusive soportan un doblaje nefasto al gallego en el caso de Rocky y al pudoroso en El Exorcista, doblaje infame que sustituye la inmortal línea “tu madre chupa pijas en el infierno” por “tu madre arde con nosotros en el infierno”. No es lo mismo chupar pijas que arder, señor traductor, tengalo presente la próxima vez que vaya a encender la estufa.
Pero estas películas aguantan y se vuelven clásicas por motivos que hoy serían considerados debilidades por los productores de la actualidad, están llenas de cabos sueltos, sus personajes tienen más secretos que los de cualquier película minimalista inspirada en Carver, sus ritmos narrativos son asimétricos, no tienen miedo a matar o ver derrotados a sus principales personajes, las jerarquías de dichos personajes son poco previsibles (El Exorcista termina dándole un inusual destaque a un cura que casi no había aparecido en la película y a un policía que nunca se supo en realidad para que estaba, más allá de para hacer referencias cinéfilas), la homogeneidad estética está a veces cascoteada, las frases rimbombantes son escasas y el mensaje ideológico nunca explícito (aunque sea bastante unívoco como en el caso de la película de Friedkin). El resultado es que uno se sigue asustando con la cabeza rotada de Regan aunque el efecto visual no esté del todo logrado. Y uno sigue queriendo que el semental italiano gane a pesar de que Stallone hizo Rambo III.
En la otra punta estaba la película de Raimi sobre el arácnido favorito de todos los que alguna vez fuimos lectores compulsivos de la escudería Marvel. Sam Raimi es un buen director que ha hecho películas brillantes como la claustrofóbica Evil Dead (1981) o la negrísima A Simple Plan (1998). Inclusive hace un par de meses vi nuevamente The Quick and the Dead (1995), que en su momento me pareció una explotation al pedo del éxito de Sharon Stone, y la encontré mucho más interesante y divertida de lo que recordaba. Pero Spider-Man… la concha de su madre, deben haber estado dos años haciendo el diseño de producción de los efectos visuales y otro año más borrando las Torres Gemelas de los fotogramas y no deben de haber pasado más de media hora haciendo el guión, o peor, parece que se lo hubieran dado a terminar a los expertos de marketing. No voy a hablar sobre los errores de casting (¿Tobey Maguire como Peter Parker…? ¿y por qué no Pablito Rago? Sáquenmela un poquito…) o sus aciertos saboteados (como señalaba sigmur, encontraron la mejor cara de Duende Verde de Hollywood, Willem Dafoe, y la escondieron bajo una careta absurda), sino del error fundamental que la hace representativa de la estética actual y la hace una mierda, y que es muy sencillo: ¿qué es lo que sabemos sobre Peter Parker, Mary Jane o Norman Osborn luego de ver la película? Todo, absolutamente todo. Yo sé más sobre Peter Parker que sobre mi madre. Y eso es más increíble que verlo trepado del Chrysler Building.
Cuando Stan Lee creó Marvel su objetivo y su fuerte era el de ofrecer superhéroes menos unidimensionales que los popularizados por su competencia, superhéroes que tenían que laburar, que tenían familias y dudas. Esto era considerablemente revolucionario para los primeros años sesentas, no para una película del S.XXI. Todo en el Spider-Man de Raimi tiene causa y efecto evidente, todos los dispositivos psicológicos se detonan en forma directa y todos los personajes pueden ser descriptos en su carácter y evoluciones en una o dos frases. Intenten hacer lo mismo con el padre Karras o inclusive con Rocky Balboa. Se me puede decir que Spider-Man es una película orientada a un público más joven que El Exorcista o Rocky. La verdad eso me chupa un huevo, Babe 2 está orientada hacia un público aún menor que el de Marvel y cualquiera de sus animalitos tiene más relieve que la planicie total de Parker & cía, planicie en la que todo es más explícito y redundante que una película de Silvia Saint. Spider-Man no está orientada hacia un público más joven, está orientada hacia un público más pelotudo, para el que todo tiene que cerrar y que necesita una inyección de adrenalina visual cada quince minutos para no dormirse babeándose sobre sus bateas de popcorn.
Me quedé tarareando el Tubular Bells de Mike Oldfield un buen rato, pocas melodías han estado tan bien elegidas para un soundtrack. También podía haberme quedado tarareando la rimbombante, más bien fea pero infecciosa melodía de Rocky. Tendría que hacer memoria para recordar algún soundtrack tan notorio y efectivo en el cine comercial de los últimos diez años. Pero bueno, Danny Elfman era horrible cuando estaba en Oingo Boingo, ¿quién fue el idiota que pensó que se metió en una crisálida sónica y salió convertido en Ennio Morricone?
Debe haber sido el mismo idiota que hizo al Duende Verde agonizante suplicar a Parker un “no se lo digas a Harry” (su hijo y el mejor amigo de Parker), para redundar verbalmente en una obviedad vergonzosa. Supongo que si ese idiota hubiera estado a cargo de El Exorcista, el padre Merrin se la hubiera pasado diciendo “estoy demasiado débil y cansado para enfrentarme con semejante diablo” y el padre Karras gritaría “¡estoy volviendo a la fe a través del horror!”, y Rocky ganaría con la última piña. Puta madre, que vuelva la música disco, la heroína, las orgías y los quaaludes. Evidentemente era una sociedad más sana.
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martes, abril 19, 2005
Öbersturmpapa
Ganó Ratzinger, ahora llamado Benedicto XVI, y ahora la Iglesia Católica está bajo el mando de su exponente más reaccionario, más derechista y menos carismático, pudiéndosele considerar finalmente como la Iglesia Mundial del Opus Dei.
Pensé que los cardenales iban a ser un poco más inteligentes, pero el trabajo de hormiga de Wojtyla, rodeándose de obsecuentes y retrógrados, fue más fuerte que la prudencia.
No está mal: es el fin de la Iglesia Católica, por desgracia va a haber mucha gente muerta y perseguida por esto, pero es el fin de esa institución, que acaba de cometer un obstinado y notorio suicidio. Es el fin de la Iglesia Católica, and I feel fine.
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Pensé que los cardenales iban a ser un poco más inteligentes, pero el trabajo de hormiga de Wojtyla, rodeándose de obsecuentes y retrógrados, fue más fuerte que la prudencia.
No está mal: es el fin de la Iglesia Católica, por desgracia va a haber mucha gente muerta y perseguida por esto, pero es el fin de esa institución, que acaba de cometer un obstinado y notorio suicidio. Es el fin de la Iglesia Católica, and I feel fine.
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jueves, abril 14, 2005
Yo no voté eso
(para algunos sarcásticos que malinterpretaron mi post impresionista sobre la muerte de Wojtyla)
Recientemente discutíamos con ghetta acerca de cómo se había disimulado el al parecer extremo catolicismo del presidente Tabaré Vázquez durante sus más de quince años de principal candidato político de la izquierda. De hecho se podría hablar del manto de oscuridad que ha cubierto hasta ahora la vida personal del presidente, desde su pertenencia a la masonería hasta la muy religiosa personalidad de su mujer María Auxiliadora. Muchos detalles se conocieron en el libro sobre el médico-político (apropiadamente llamado Tabaré Vázquez: misterios de de un liderazgo que cambió la historia) que escribieron Edison Lanza y Ernesto Tulbovitz y que, por pedido del propio Tabaré, fue publicado después de las elecciones a pesar de no contener ninguna anécdota escabrosa que involucrara morfina, travestis o algo así, sino más bien todo lo contrario, como su afinidad con los curas salesianos. Yo hubiera preferido los travestis y la morfina, pero bueno, yo soy yo.
Pues bien, en la misma discusión que mencionaba al principio se me decía -y yo estoy de acuerdo- que es necesario tener paciencia con el nuevo gobierno y que sólo hace un mes y medio que están en ejercicio. Sí, por supuesto, y de hecho salvo algunas cuestiones puntuales de las que hablábamos en el blog de ghetta creo que todavía se necesita mucho tiempo para percibir cambios positivos y he estado de acuerdo con la mayoría de las medidas tomadas por el nuevo gobierno.
Con la mayoría, no con todo. Digamos, a mí -si bien no me parece un dato intrascendente- la religión de un mandatario no me preocupa más que su dieta o su sexualidad, a menos, claro está, que esta signifique preferencias de parte del gobierno de este estado laico. Hace una semana la primera dama cometió un gaffe al afirmar muy suelta de cuerpo que iba a los funerales de Karol Wojtyla representando a todos los uruguayos. Se le señaló, al menos en la prensa, que no, que había muchos miles y miles de uruguayos que no se sentían representados, que no tenían deseos de presentar sus respetos al cadáver papal y que, de hecho, lo consideraban un enemigo. Muchos de esos miles pertenecen a la fuerza política que Vázquez representa, como por ejemplo los integrantes del Partido Comunista -una de las fuerzas fundacionales del FA- que tienen buenos motivos para considerar a Wojtyla su némesis. Otros podrían ser la gran cantidad de relgiosos uruguayos afines a la Teología de la Liberación. O los homosexuales.
Pero bueno, pongamos que el muerto era un figura de relevancia mundial, que la señora es muy religiosa y que no tiene esa cintura protocolar que permite hablar sin ofender a nadie, que hay que reconocer que hay varios cientos de miles de uruguayos que sí estimaban a Wojtyla y que en el peor de los casos son sólo palabras. De cualquier forma en la conferencia de prensa a su regreso, en la que la primera dama estaba visible y exageradamente emocionada, no pareció acusar recibo de las críticas que despertaron sus declaraciones.
Ahora, hace un par de días a uno de los médicos del Pereyra Rossel que con su asesoramiento a jóvenes embarazadas consiguieron que no hubiera muertes por aborto el año pasado se le ocurrió hablar con sinceridad acerca de la utilización de una píldora para úlceras como píldora abortiva y sobre el deseo de presentar un proyecto para un uso planificado de la misma. Cuando algunos habían empezado a sonreír con beneplácito ante lo que parecía de sentido común, la ministra de Salud Pública, María Julia Muñoz -quien se destacó por tratar a Brecha de "periodismo basura" por haberse atrevido a publicar una investigación de corrupción en la Intendencia- salió a la prensa a aplicar un "callate" y un reproche público al médico en cuestión.
Un día después, por lo que puede deberse al encuentro de María Auxiliadora con los cardenales latinoamericanos en Roma o ser una casualidad o no ser ninguna de las dos cosas, el presidente se reunió, junto con su esposa, a almorzar con Monseñor Cotugno (o Tucogno, como le gusta llamarlo ghetta) y hablar sobre temas que tal vez fueran de esta tierra y tal vez no. Pasemos por arriba el hecho de que Vázquez le ha negado entrevistas a demasiadas personas como para que una de sus prioridades sea el encontrarse con una autoridad eclesiástica, especialmente cuando dicha autoridad calificó públicamente al menos a un décimo de los uruguayos, los homosexuales, como enfermos y desviados. Pongamos que es un almuerzo privado y el presidente y su sra. son adultos que se pueden juntar con quien quieran y mostrarle las fotos de la primera dama junto a los cardenales o lo que sea.
Todo esto sería bárbaro, si no fuera porque a la salida el presidente declaró su oposición a la eutanasia -justo él, un oncólogo que debe haber visto cientos de personas morir aullando de dolor-, aunque haciendose un considerable barullo entre lo que es la eutanasia y lo que es dejar de prolongar la vida de un terminal y todos esos detalles supuestamente médicos pero que son en definitiva religiosos. También volvió a declarar su oposición total al aborto, lo cual me parece bien en un católico, y su decisión de vetar cualquier ley que el parlamento aprobara legalizándolo, lo que me parece una mierda porque ¿quién carajo se cree que es?.
Tabaré Vázquez fue elegido presidente al frente una coalición de izquierda, no de una coalición de católicos protectores de cigotos. Es el presidente de un país laico en el que todas las encuestas demuestran que una mayoría de sus habitantes están a favor de la legalización del aborto, y si las encuestas se hicieran dentro de su propio partido -que como se sabe tiene mayoría parlamentaria, por lo que se supone que representa a la mayoría de los uruguayos- ese porcentaje llegaría a una mayoría asombrosa. Entonces, está claro que la constitución del 67 se lo permite pero, ¿de dónde saca la autoridad moral para vetar una ley aprobada por la mayoría de sus representados?
No es la primera vez que pasa, el más bien agnóstico Batlle comprometió su veto a una ley similar a cambio de los trece o catorce votos que le aportó la Unión Cívica, a pesar de que se había declarado favorable a la legalización anteriormente. Es cierto que Vázquez siempre se mostró como opositor porque según él siendo médico tiene que estar "a favor de la vida", lo cual implica, supongo, que todos los que practican abortos provienen de la Escuela de Verdugos y Enterradores, pero él no se propuso como un presidente católico sino como un presidente de izquierda. Llevado allí por gente que tiene más textos de Durruti y el Ché en su casa que de Escrivá de Balaguer. Y es ante ellos que tiene que responder, no ante un arzobispo recomendado por el Opus Dei ni ante su religiosa familia. No le corresponde y no tiene derecho.
Como buena noticia de su reunión con Cotugno, Vázquez anunció que había autorizado la mudanza de la estatua de Juan Pablo II desde la capilla de Tres Cruces, un lugar privado, a la plazoleta donde se encuentra la cruz que conmemora su venida, un lugar público. Porque si andamos chupando cirios no nos vamos a andar negando una garganta profunda.
Por desgracia nada de esto va a levantar gran revuelo, nadie de la izquierda tiene ganas de hacer olas por motivos baladíes o por lo menos no urgentes -excepto para algunos cientos de embarazadas tal vez- , e inclusive la reacción de muchos militantes que piensan lo mismo que yo va a ser "bueno, no está bien, pero ahora hay que apoyar y dar tiempo". Y yo creo que no, que nada de esto tiene que ver con la tolerancia y el período de gracia que el reciente gobierno merece y que no hay por qué darle tregua en estos asuntos. Hay un anillo de obsecuencia y estupidez alrededor del buen doctor, yo no voy a sentirme un disidente o alguien que juega para el enemigo por reclamar que un presidente de izquierda haga cosas de izquierda o que por lo menos no haga cosas contra ella.
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Recientemente discutíamos con ghetta acerca de cómo se había disimulado el al parecer extremo catolicismo del presidente Tabaré Vázquez durante sus más de quince años de principal candidato político de la izquierda. De hecho se podría hablar del manto de oscuridad que ha cubierto hasta ahora la vida personal del presidente, desde su pertenencia a la masonería hasta la muy religiosa personalidad de su mujer María Auxiliadora. Muchos detalles se conocieron en el libro sobre el médico-político (apropiadamente llamado Tabaré Vázquez: misterios de de un liderazgo que cambió la historia) que escribieron Edison Lanza y Ernesto Tulbovitz y que, por pedido del propio Tabaré, fue publicado después de las elecciones a pesar de no contener ninguna anécdota escabrosa que involucrara morfina, travestis o algo así, sino más bien todo lo contrario, como su afinidad con los curas salesianos. Yo hubiera preferido los travestis y la morfina, pero bueno, yo soy yo.
Pues bien, en la misma discusión que mencionaba al principio se me decía -y yo estoy de acuerdo- que es necesario tener paciencia con el nuevo gobierno y que sólo hace un mes y medio que están en ejercicio. Sí, por supuesto, y de hecho salvo algunas cuestiones puntuales de las que hablábamos en el blog de ghetta creo que todavía se necesita mucho tiempo para percibir cambios positivos y he estado de acuerdo con la mayoría de las medidas tomadas por el nuevo gobierno.
Con la mayoría, no con todo. Digamos, a mí -si bien no me parece un dato intrascendente- la religión de un mandatario no me preocupa más que su dieta o su sexualidad, a menos, claro está, que esta signifique preferencias de parte del gobierno de este estado laico. Hace una semana la primera dama cometió un gaffe al afirmar muy suelta de cuerpo que iba a los funerales de Karol Wojtyla representando a todos los uruguayos. Se le señaló, al menos en la prensa, que no, que había muchos miles y miles de uruguayos que no se sentían representados, que no tenían deseos de presentar sus respetos al cadáver papal y que, de hecho, lo consideraban un enemigo. Muchos de esos miles pertenecen a la fuerza política que Vázquez representa, como por ejemplo los integrantes del Partido Comunista -una de las fuerzas fundacionales del FA- que tienen buenos motivos para considerar a Wojtyla su némesis. Otros podrían ser la gran cantidad de relgiosos uruguayos afines a la Teología de la Liberación. O los homosexuales.
Pero bueno, pongamos que el muerto era un figura de relevancia mundial, que la señora es muy religiosa y que no tiene esa cintura protocolar que permite hablar sin ofender a nadie, que hay que reconocer que hay varios cientos de miles de uruguayos que sí estimaban a Wojtyla y que en el peor de los casos son sólo palabras. De cualquier forma en la conferencia de prensa a su regreso, en la que la primera dama estaba visible y exageradamente emocionada, no pareció acusar recibo de las críticas que despertaron sus declaraciones.
Ahora, hace un par de días a uno de los médicos del Pereyra Rossel que con su asesoramiento a jóvenes embarazadas consiguieron que no hubiera muertes por aborto el año pasado se le ocurrió hablar con sinceridad acerca de la utilización de una píldora para úlceras como píldora abortiva y sobre el deseo de presentar un proyecto para un uso planificado de la misma. Cuando algunos habían empezado a sonreír con beneplácito ante lo que parecía de sentido común, la ministra de Salud Pública, María Julia Muñoz -quien se destacó por tratar a Brecha de "periodismo basura" por haberse atrevido a publicar una investigación de corrupción en la Intendencia- salió a la prensa a aplicar un "callate" y un reproche público al médico en cuestión.
Un día después, por lo que puede deberse al encuentro de María Auxiliadora con los cardenales latinoamericanos en Roma o ser una casualidad o no ser ninguna de las dos cosas, el presidente se reunió, junto con su esposa, a almorzar con Monseñor Cotugno (o Tucogno, como le gusta llamarlo ghetta) y hablar sobre temas que tal vez fueran de esta tierra y tal vez no. Pasemos por arriba el hecho de que Vázquez le ha negado entrevistas a demasiadas personas como para que una de sus prioridades sea el encontrarse con una autoridad eclesiástica, especialmente cuando dicha autoridad calificó públicamente al menos a un décimo de los uruguayos, los homosexuales, como enfermos y desviados. Pongamos que es un almuerzo privado y el presidente y su sra. son adultos que se pueden juntar con quien quieran y mostrarle las fotos de la primera dama junto a los cardenales o lo que sea.
Todo esto sería bárbaro, si no fuera porque a la salida el presidente declaró su oposición a la eutanasia -justo él, un oncólogo que debe haber visto cientos de personas morir aullando de dolor-, aunque haciendose un considerable barullo entre lo que es la eutanasia y lo que es dejar de prolongar la vida de un terminal y todos esos detalles supuestamente médicos pero que son en definitiva religiosos. También volvió a declarar su oposición total al aborto, lo cual me parece bien en un católico, y su decisión de vetar cualquier ley que el parlamento aprobara legalizándolo, lo que me parece una mierda porque ¿quién carajo se cree que es?.
Tabaré Vázquez fue elegido presidente al frente una coalición de izquierda, no de una coalición de católicos protectores de cigotos. Es el presidente de un país laico en el que todas las encuestas demuestran que una mayoría de sus habitantes están a favor de la legalización del aborto, y si las encuestas se hicieran dentro de su propio partido -que como se sabe tiene mayoría parlamentaria, por lo que se supone que representa a la mayoría de los uruguayos- ese porcentaje llegaría a una mayoría asombrosa. Entonces, está claro que la constitución del 67 se lo permite pero, ¿de dónde saca la autoridad moral para vetar una ley aprobada por la mayoría de sus representados?
No es la primera vez que pasa, el más bien agnóstico Batlle comprometió su veto a una ley similar a cambio de los trece o catorce votos que le aportó la Unión Cívica, a pesar de que se había declarado favorable a la legalización anteriormente. Es cierto que Vázquez siempre se mostró como opositor porque según él siendo médico tiene que estar "a favor de la vida", lo cual implica, supongo, que todos los que practican abortos provienen de la Escuela de Verdugos y Enterradores, pero él no se propuso como un presidente católico sino como un presidente de izquierda. Llevado allí por gente que tiene más textos de Durruti y el Ché en su casa que de Escrivá de Balaguer. Y es ante ellos que tiene que responder, no ante un arzobispo recomendado por el Opus Dei ni ante su religiosa familia. No le corresponde y no tiene derecho.
Como buena noticia de su reunión con Cotugno, Vázquez anunció que había autorizado la mudanza de la estatua de Juan Pablo II desde la capilla de Tres Cruces, un lugar privado, a la plazoleta donde se encuentra la cruz que conmemora su venida, un lugar público. Porque si andamos chupando cirios no nos vamos a andar negando una garganta profunda.
Por desgracia nada de esto va a levantar gran revuelo, nadie de la izquierda tiene ganas de hacer olas por motivos baladíes o por lo menos no urgentes -excepto para algunos cientos de embarazadas tal vez- , e inclusive la reacción de muchos militantes que piensan lo mismo que yo va a ser "bueno, no está bien, pero ahora hay que apoyar y dar tiempo". Y yo creo que no, que nada de esto tiene que ver con la tolerancia y el período de gracia que el reciente gobierno merece y que no hay por qué darle tregua en estos asuntos. Hay un anillo de obsecuencia y estupidez alrededor del buen doctor, yo no voy a sentirme un disidente o alguien que juega para el enemigo por reclamar que un presidente de izquierda haga cosas de izquierda o que por lo menos no haga cosas contra ella.
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sábado, abril 09, 2005
¿Me lo repite, por favor?
Algunos sabandijas deben haber pensado al ver la tapa de nueva Rolling Stone en la que aparece Jorge Drexler munido de su Premio Oscar y un telúrico mate: "Uy, que banquete que se va a hacer el mala leche de benito con esta tapa, je je je....".
No, cretinos, este blog está rehabilitado y de ahora en adelante se dedicará exclusivamente a apoyar a todos los artistas locales en todas las situaciones y con todos los adjetivos posibles. Así que si se quieren aprovechar de ese centro al área que es la tapa de la RS y hacer comentarios mordaces al respecto, hágan su propio blog venenoso y no dependan de este, que intenta ser un faro de empatía y soporte espiritual a los compatriotas expresivos y sensibles. Fuera bichos....
...
(silbido distraído)
...
(tarareo casi inaudible, "creo que he visto a un mate, al otro lado de....")
...
(largo y prolongado suspiro) Ah, bueno, a cagar... Sí, vi la tapa, sí pensé cosas feas, sí terminé comprando esa revista de mierda y sí leí la entrevista morbosamente y tengo algo que decir, pero en realidad no tanto sobre Drexler sino sobre otro pequeño fenómeno sobre el que me quedé pensando al leer la nota.
En la entrevista, Drexler hablá con Claudio Kleinman sobre la ceremonia de los oscar y sobre la canción ganadora mucho más de lo que ambas cosas merecen, pero era previsible. Luego se dedican a hablar de otras cosas y Drexler da la impresión de ser lo que parece ser: un tipo inteligente, moderado y bastante articulado en su discurso. No hay grandes emociones, no cuenta ninguna orgía salvaje con tres profesoras jóvenes de literatura ni ninguna sobredósis de yerba Canaria, pero está todo bien, es Jorge Drexler, no Iggy Pop.
Sin embargo me llaman la atención unas frases sobre la canción y su premio. En un momento Drexler habla sobre que la película es sobre un viaje de aprendizaje y no una epopeya heroica y hace un paralelismo un poco forzado entre el mensaje de la película y su actitud en cuanto a su triunfo en Hollywood. Así que dice: "De la misma manera yo quiero evitar el 'Maracanazo', o un artículo en Brasil que decía '¡Macho, el uruguayo!', haciendo un paralelo con Obdulio Varela, y la actitud de los uruguayos frente a la adversidad. Yo me reí un poco, pero la mayoría de la gente se lo tomó en serio. Entonces me dije: vamos a reírnos un poco de nosotros mismos, porque la epopeya suele terminar con la muerte del héroe. Por eso entré de canuto en el país, y no quise hacer la caravana con la estatuilla desde el aeropuerto hasta el centro. Quiero recibir todo el cariño, pero no estoy dispuesto a cargar con el emblema".
OK; podríamos discutir un poco sobre "la actitud de los uruguayos ante la adversidad", actitud que a todos nos gusta identificar con la de los recios futbolistas de Maracaná pero que generalmente es la de deprimirse, llorar como una perra y no hacer absolutamente nada por solucionarla (a la adversidad), pero eso es otro tema. También pasemos por arriba el hecho de que la primera persona que yo escuché hablar de Maracaná en relación al oscar de Drexler fue a su propio padre, porque los padres tienden a superlativizar los logros de los hijos. Mi madre por ejemplo cree que yo soy el rey de los idiotas, y yo sé que soy un simple paje. Pero lo que me sorprende es lo de "entré de canuto en el país". ¿Cómo...?
Es cierto que no hizo una caravana desde la rambla y no me extrañaría que algún desequilibrado gerente de publicidad de alguna radio se lo haya propuesto, y si Drexler se negó demuestra que su cerebro aún le funciona correctamente, pero... ¿"de canuto"? Drexler llegó y fue, oscar en mano y con una nube de periodistas alrededor, a saludar a Tabaré Vázquez -por invitación de éste, es cierto- a la casa de gobierno, allí dio declaraciones a siniestra y siniestra, y luego hizo una extensa conferencia de prensa para la que recurrió a un teatro como la Sala Zitarrosa (500 butacas), antes de partir a España tuvo tiempo también para grabar un anuncio de una aerolínea a la que recomendaba por el hecho de que lo dejaban subir con su guitarra, lo cual debe haber puesto nervioso a más de un compañero de viaje. Digo yo, si eso es llegar "de canuto", ¿a qué le dirá el galardonado cantautor compatriota "llegar a lo grande"? ¿una guardia de coraceros con penachos en forma de guitarra que lo escoltan mientras el se pasea saludando como la reina de carnaval sobre un carro alegórico que representa un premio oscar y sobre el cual sobrevuelan jets que dibujan en colores sus inciales sobre el cielo? Si su paso por Montevideo fue "de canuto", le recomendaría a Drexler que nunca intente engañar a su mujer o hacerle una fiesta sorpresa a un amigo.
Pero en realidad el asunto es más complejo y tiene que ver tanto con la distorsión de la propia imagen ante uno mismo como en el establecimiento de UNA imagen de artista uruguayo, imagen que incluye la humildad y la modestia como elemento tan distintivo como una cuerda de tambores de candombe. Parecería una exigencia para el artista uruguayo internacional el seguir siendo un modesto muchacho de barrio, algo que en verdad es bastante antinatural: para subirse a un escenario frente a 20.000 personas, o ante 20, hace falta una fundamental dósis de inmodestia, de auto-confianza y de convencimiento de que hay una diferencia entre esa persona y su público que hace que los roles no sean reversibles, afirmen lo que afirmen los músicos demagógos. La exigencia de "modestia" es en sí una contradicción y algo hasta contra-producente: está bien que se le exija al performer no ser un idiota y tener los pies en la tierra, otra cosa es que esa persona pretenda no haber cambiado y ser el más normal de los montevideanos cuando toda su vida ha cambiado y se está viviendo circunstancias absolutamente extraordinarias. No sólo es imposible, es mentira.
Hace poco, en una entrevista para un medio argentino que algunos integrantes de La Vela Puerca dieron con motivo del lanzamiento de su nuevo disco, un tercio de la misma estaba dedicada a la importancia que tenía para Sebastián Teysera el seguir siendo los mismos montevideanos modestos a pesar del éxito de la banda. Bueno, en la banda son muchos y puede haber muchos tipos de persona, pero para cualquiera que haya tratado con Teysera es más fácil decir que el cantante es alto antes que afirmar que es humilde o modesto. No sé, tal vez seguir siendo un muchacho común de barrio sea para Teysera el no mandar un esclavo negro al kiosco a comprarle hojillas, pero me parece un sentido más bien amplio del concepto. De hecho, y como ya dije alguna vez en unos comments, alguien que afirma "No soy ningún profeta, soy un simple aguantador" es inevitablemente alguien que se preguntó en algún momento si no es un profeta. Me alegro que haya llegado a la conclusión de que no lo es y que se lo diga al mundo. Estuvimos a punto de confundirnos.
Pero lo importante es que esta auto-exigencia de ser humilde es una concesión más al público local, al que le gusta que los artistas compatriotas no vuelen muy altos del piso, y al público internacional que compra el mito de los uruguayos como criaturas hechas de buenos modales, mate y timidez. Tal vez no sea algo tan terrible, en la música hay muchas fantasías -yo estoy seguro de que los integrantes de Cradle of Filth no son vampiros de verdad-, pero el título de "modesto" contiene la paradoja de que atribuírselo a uno mismo lo invalida. Además no es una tradición de la música uruguaya, al menos no de la que vale la pena; ni Alfredo Zitarrosa, ni Eduardo Mateo, ni Jaime Roos, ni Fernando Cabrera son o fueron personas humildes. De hecho el maravilloso Zitarrosa tenía, por las entrevistas y biografías que he leído, esa característica tan excesiva de los maníacos depresivos que lo llevaba de afirmar que era un pésimo cantante (!!!) a creer que su canto podía ser una fuerza decisiva en asuntos sociales. El propio Mateo, loco y reducido a la mendicidad, seguía siendo porfiadamente orgulloso de sus habilidades musicales, de las que presumía con arrogancia y capricho. Y tenía razón.
A mí no me importa, es más, me gusta un poco de arrogancia maldita en los artistas, un poco de cuasi-desprecio al espectador que de la impresión de que la obra es más una ofrenda a los demonios interiores antes que los posibles compradores de la misma. Por supuesto tampoco me molesta la auténtica modestia de algunos talentos, que existe y la he visto. Pero esa distorsión tan habitual hoy en día y tan absoluta entre el querer ser y lo que se es, entre lo que se afirma sobre uno mismo y lo que irradian todos nuestros actos, entre la auto-percepción y la de los demás, es más bien inquietante. O mejor dicho, es inquietante como mucha gente acepta y reproduce el discurso sin decir: "esperen un momentito...."
Pero bueno, tal vez sea culpa de Charly García, que hace añares que viene diciendo "soy un genio" sin que nada en esta realidad sónica lo confirme o siquiera despierte la inquietud.
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No, cretinos, este blog está rehabilitado y de ahora en adelante se dedicará exclusivamente a apoyar a todos los artistas locales en todas las situaciones y con todos los adjetivos posibles. Así que si se quieren aprovechar de ese centro al área que es la tapa de la RS y hacer comentarios mordaces al respecto, hágan su propio blog venenoso y no dependan de este, que intenta ser un faro de empatía y soporte espiritual a los compatriotas expresivos y sensibles. Fuera bichos....
...
(silbido distraído)
...
(tarareo casi inaudible, "creo que he visto a un mate, al otro lado de....")
...
(largo y prolongado suspiro) Ah, bueno, a cagar... Sí, vi la tapa, sí pensé cosas feas, sí terminé comprando esa revista de mierda y sí leí la entrevista morbosamente y tengo algo que decir, pero en realidad no tanto sobre Drexler sino sobre otro pequeño fenómeno sobre el que me quedé pensando al leer la nota.
En la entrevista, Drexler hablá con Claudio Kleinman sobre la ceremonia de los oscar y sobre la canción ganadora mucho más de lo que ambas cosas merecen, pero era previsible. Luego se dedican a hablar de otras cosas y Drexler da la impresión de ser lo que parece ser: un tipo inteligente, moderado y bastante articulado en su discurso. No hay grandes emociones, no cuenta ninguna orgía salvaje con tres profesoras jóvenes de literatura ni ninguna sobredósis de yerba Canaria, pero está todo bien, es Jorge Drexler, no Iggy Pop.
Sin embargo me llaman la atención unas frases sobre la canción y su premio. En un momento Drexler habla sobre que la película es sobre un viaje de aprendizaje y no una epopeya heroica y hace un paralelismo un poco forzado entre el mensaje de la película y su actitud en cuanto a su triunfo en Hollywood. Así que dice: "De la misma manera yo quiero evitar el 'Maracanazo', o un artículo en Brasil que decía '¡Macho, el uruguayo!', haciendo un paralelo con Obdulio Varela, y la actitud de los uruguayos frente a la adversidad. Yo me reí un poco, pero la mayoría de la gente se lo tomó en serio. Entonces me dije: vamos a reírnos un poco de nosotros mismos, porque la epopeya suele terminar con la muerte del héroe. Por eso entré de canuto en el país, y no quise hacer la caravana con la estatuilla desde el aeropuerto hasta el centro. Quiero recibir todo el cariño, pero no estoy dispuesto a cargar con el emblema".
OK; podríamos discutir un poco sobre "la actitud de los uruguayos ante la adversidad", actitud que a todos nos gusta identificar con la de los recios futbolistas de Maracaná pero que generalmente es la de deprimirse, llorar como una perra y no hacer absolutamente nada por solucionarla (a la adversidad), pero eso es otro tema. También pasemos por arriba el hecho de que la primera persona que yo escuché hablar de Maracaná en relación al oscar de Drexler fue a su propio padre, porque los padres tienden a superlativizar los logros de los hijos. Mi madre por ejemplo cree que yo soy el rey de los idiotas, y yo sé que soy un simple paje. Pero lo que me sorprende es lo de "entré de canuto en el país". ¿Cómo...?
Es cierto que no hizo una caravana desde la rambla y no me extrañaría que algún desequilibrado gerente de publicidad de alguna radio se lo haya propuesto, y si Drexler se negó demuestra que su cerebro aún le funciona correctamente, pero... ¿"de canuto"? Drexler llegó y fue, oscar en mano y con una nube de periodistas alrededor, a saludar a Tabaré Vázquez -por invitación de éste, es cierto- a la casa de gobierno, allí dio declaraciones a siniestra y siniestra, y luego hizo una extensa conferencia de prensa para la que recurrió a un teatro como la Sala Zitarrosa (500 butacas), antes de partir a España tuvo tiempo también para grabar un anuncio de una aerolínea a la que recomendaba por el hecho de que lo dejaban subir con su guitarra, lo cual debe haber puesto nervioso a más de un compañero de viaje. Digo yo, si eso es llegar "de canuto", ¿a qué le dirá el galardonado cantautor compatriota "llegar a lo grande"? ¿una guardia de coraceros con penachos en forma de guitarra que lo escoltan mientras el se pasea saludando como la reina de carnaval sobre un carro alegórico que representa un premio oscar y sobre el cual sobrevuelan jets que dibujan en colores sus inciales sobre el cielo? Si su paso por Montevideo fue "de canuto", le recomendaría a Drexler que nunca intente engañar a su mujer o hacerle una fiesta sorpresa a un amigo.
Pero en realidad el asunto es más complejo y tiene que ver tanto con la distorsión de la propia imagen ante uno mismo como en el establecimiento de UNA imagen de artista uruguayo, imagen que incluye la humildad y la modestia como elemento tan distintivo como una cuerda de tambores de candombe. Parecería una exigencia para el artista uruguayo internacional el seguir siendo un modesto muchacho de barrio, algo que en verdad es bastante antinatural: para subirse a un escenario frente a 20.000 personas, o ante 20, hace falta una fundamental dósis de inmodestia, de auto-confianza y de convencimiento de que hay una diferencia entre esa persona y su público que hace que los roles no sean reversibles, afirmen lo que afirmen los músicos demagógos. La exigencia de "modestia" es en sí una contradicción y algo hasta contra-producente: está bien que se le exija al performer no ser un idiota y tener los pies en la tierra, otra cosa es que esa persona pretenda no haber cambiado y ser el más normal de los montevideanos cuando toda su vida ha cambiado y se está viviendo circunstancias absolutamente extraordinarias. No sólo es imposible, es mentira.
Hace poco, en una entrevista para un medio argentino que algunos integrantes de La Vela Puerca dieron con motivo del lanzamiento de su nuevo disco, un tercio de la misma estaba dedicada a la importancia que tenía para Sebastián Teysera el seguir siendo los mismos montevideanos modestos a pesar del éxito de la banda. Bueno, en la banda son muchos y puede haber muchos tipos de persona, pero para cualquiera que haya tratado con Teysera es más fácil decir que el cantante es alto antes que afirmar que es humilde o modesto. No sé, tal vez seguir siendo un muchacho común de barrio sea para Teysera el no mandar un esclavo negro al kiosco a comprarle hojillas, pero me parece un sentido más bien amplio del concepto. De hecho, y como ya dije alguna vez en unos comments, alguien que afirma "No soy ningún profeta, soy un simple aguantador" es inevitablemente alguien que se preguntó en algún momento si no es un profeta. Me alegro que haya llegado a la conclusión de que no lo es y que se lo diga al mundo. Estuvimos a punto de confundirnos.
Pero lo importante es que esta auto-exigencia de ser humilde es una concesión más al público local, al que le gusta que los artistas compatriotas no vuelen muy altos del piso, y al público internacional que compra el mito de los uruguayos como criaturas hechas de buenos modales, mate y timidez. Tal vez no sea algo tan terrible, en la música hay muchas fantasías -yo estoy seguro de que los integrantes de Cradle of Filth no son vampiros de verdad-, pero el título de "modesto" contiene la paradoja de que atribuírselo a uno mismo lo invalida. Además no es una tradición de la música uruguaya, al menos no de la que vale la pena; ni Alfredo Zitarrosa, ni Eduardo Mateo, ni Jaime Roos, ni Fernando Cabrera son o fueron personas humildes. De hecho el maravilloso Zitarrosa tenía, por las entrevistas y biografías que he leído, esa característica tan excesiva de los maníacos depresivos que lo llevaba de afirmar que era un pésimo cantante (!!!) a creer que su canto podía ser una fuerza decisiva en asuntos sociales. El propio Mateo, loco y reducido a la mendicidad, seguía siendo porfiadamente orgulloso de sus habilidades musicales, de las que presumía con arrogancia y capricho. Y tenía razón.
A mí no me importa, es más, me gusta un poco de arrogancia maldita en los artistas, un poco de cuasi-desprecio al espectador que de la impresión de que la obra es más una ofrenda a los demonios interiores antes que los posibles compradores de la misma. Por supuesto tampoco me molesta la auténtica modestia de algunos talentos, que existe y la he visto. Pero esa distorsión tan habitual hoy en día y tan absoluta entre el querer ser y lo que se es, entre lo que se afirma sobre uno mismo y lo que irradian todos nuestros actos, entre la auto-percepción y la de los demás, es más bien inquietante. O mejor dicho, es inquietante como mucha gente acepta y reproduce el discurso sin decir: "esperen un momentito...."
Pero bueno, tal vez sea culpa de Charly García, que hace añares que viene diciendo "soy un genio" sin que nada en esta realidad sónica lo confirme o siquiera despierte la inquietud.
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martes, abril 05, 2005
Algunas breves impresiones cinematográficas
Estuve viendo televisión y yendo al cine, como todo el mundo, algunas cosas me llamaron la atención.
a) Durante los noventas me deslumbré con Gus Van Sant hasta que el tipo decidió empezar a hacer porquerías indefendibles como Good Will Hunting (1997) o Finding Forrester (2000) -que además de basura eran exactamente la misma película- o caprichos al pedo como la re-make de Psycho (1998). Cuando lo daba por perdido para siempre en el vientre de la bestia hizo Elephant (2003) y me reconcilié. Reconciliado veo en la tele, por enésima vez To Die For (1995), y me doy cuenta de que todo me parece magnífico, que la visión de la fealdad estadounidense es tan despiadada como la de Todd Solondz pero recubierta (apenas) de azúcar y que una película así, a pesar de no tener grandes despliegues de violencia y casi nada de sexo, posiblemente no se haría nunca en estos días tímidos y conservadores.
b) Bowfinger (1999) es una comedia perfecta que me hace reír aún viéndola por cuarta vez. Uno ve a Eddie Murphy en esa película, piensa en las demás que ha filmado y llega a la conclusión de que estuvieron tirando petróleo al mar. ¿Cómo se puede haber desaprovechado tanto a un tipo tan gracioso? Un misterio, pero acá el tipo garpa, y por dos.
c) 24 Hour Party People (2002): como muchos, estuve esperando mucho de esta película durante mucho tiempo. Unas horas antes de verla chequée la filmografía del director y descubrí que había odiado todas y cada una de las películas que había visto de él. Esta era un poco mejor, pero sin una gota de sangre cuando estaba contando la historia de una carnicería. Pero me gustó algo: me hizo recordar y darme cuenta de que los Happy Mondays me parecían una cagada cuando salieron en los noventa y me siguen pareciendo una cagada quince años después. Me encanta ser coherente en algo.
d) Siempre dije que la infame Working Girl (1988) era la película que definía mejor la ideología de los años ochentas. Después de ver nuevamente Back to the Future (1985) tengo que decir que la película de Zemeckis debe ser la que define mejor la estética de dichos años. Que notable darse cuenta ahora, con la perspectiva estética que dan veinte años de diferencia que no sólo las escenas ambientadas en el 85 tienen -deliberadamente, para marcar las diferencias temporales- todas las señales estéticas posibles de la década, sino que cuando Michael J. Fox viaja a fines de los 50, son unos años 50 totalmente eighties. Son exactamente la parte de los 50 que era cool en los 80, y de hecho si se elimina la anécdota principal, los escenarios son tan intercambiables que hacen innecesario el viaje en el tiempo. Y hablando de eliminaciones, me gustaría eliminar al que hizo desaparecer por motivos que escapan a mi comprensión la mejor escena de la película, aquella en la que Calvin, el personaje de Fox. "inventa" el rock'n'roll. El corte debe haber sido premeditado largamente, porque cuando termina de tocar con la banda el tema en el que su padre y su madre se enamoran, Calvin está abandonando el escenario cuando uno de los de la banda lo invita a hacer un bis, ahí toca "Johnny B Goode". En la versión que vi en televisión el otro día, Calvin es invitado a tocar un bis y dice "no, no tengo tiempo". A la fresca, si eso no es miedo al rock no sé que es....
Aunque seguramente haya sido para acortarla un poco y meter un aviso, lo cual me trae al caso para hacer otra observación: Back to the Future tiene tantos chivos que parece una película de Adrián Suar, pero colocados en forma tan habilidosa que cuando la vi por primera vez en mi tierna adolescencia -es decir, cuando era el público ideal de la película- no lo advertí en absoluto. Qué cosa fea es descubir la marca de la bestia donde no la había visto.
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a) Durante los noventas me deslumbré con Gus Van Sant hasta que el tipo decidió empezar a hacer porquerías indefendibles como Good Will Hunting (1997) o Finding Forrester (2000) -que además de basura eran exactamente la misma película- o caprichos al pedo como la re-make de Psycho (1998). Cuando lo daba por perdido para siempre en el vientre de la bestia hizo Elephant (2003) y me reconcilié. Reconciliado veo en la tele, por enésima vez To Die For (1995), y me doy cuenta de que todo me parece magnífico, que la visión de la fealdad estadounidense es tan despiadada como la de Todd Solondz pero recubierta (apenas) de azúcar y que una película así, a pesar de no tener grandes despliegues de violencia y casi nada de sexo, posiblemente no se haría nunca en estos días tímidos y conservadores.
b) Bowfinger (1999) es una comedia perfecta que me hace reír aún viéndola por cuarta vez. Uno ve a Eddie Murphy en esa película, piensa en las demás que ha filmado y llega a la conclusión de que estuvieron tirando petróleo al mar. ¿Cómo se puede haber desaprovechado tanto a un tipo tan gracioso? Un misterio, pero acá el tipo garpa, y por dos.
c) 24 Hour Party People (2002): como muchos, estuve esperando mucho de esta película durante mucho tiempo. Unas horas antes de verla chequée la filmografía del director y descubrí que había odiado todas y cada una de las películas que había visto de él. Esta era un poco mejor, pero sin una gota de sangre cuando estaba contando la historia de una carnicería. Pero me gustó algo: me hizo recordar y darme cuenta de que los Happy Mondays me parecían una cagada cuando salieron en los noventa y me siguen pareciendo una cagada quince años después. Me encanta ser coherente en algo.
d) Siempre dije que la infame Working Girl (1988) era la película que definía mejor la ideología de los años ochentas. Después de ver nuevamente Back to the Future (1985) tengo que decir que la película de Zemeckis debe ser la que define mejor la estética de dichos años. Que notable darse cuenta ahora, con la perspectiva estética que dan veinte años de diferencia que no sólo las escenas ambientadas en el 85 tienen -deliberadamente, para marcar las diferencias temporales- todas las señales estéticas posibles de la década, sino que cuando Michael J. Fox viaja a fines de los 50, son unos años 50 totalmente eighties. Son exactamente la parte de los 50 que era cool en los 80, y de hecho si se elimina la anécdota principal, los escenarios son tan intercambiables que hacen innecesario el viaje en el tiempo. Y hablando de eliminaciones, me gustaría eliminar al que hizo desaparecer por motivos que escapan a mi comprensión la mejor escena de la película, aquella en la que Calvin, el personaje de Fox. "inventa" el rock'n'roll. El corte debe haber sido premeditado largamente, porque cuando termina de tocar con la banda el tema en el que su padre y su madre se enamoran, Calvin está abandonando el escenario cuando uno de los de la banda lo invita a hacer un bis, ahí toca "Johnny B Goode". En la versión que vi en televisión el otro día, Calvin es invitado a tocar un bis y dice "no, no tengo tiempo". A la fresca, si eso no es miedo al rock no sé que es....
Aunque seguramente haya sido para acortarla un poco y meter un aviso, lo cual me trae al caso para hacer otra observación: Back to the Future tiene tantos chivos que parece una película de Adrián Suar, pero colocados en forma tan habilidosa que cuando la vi por primera vez en mi tierna adolescencia -es decir, cuando era el público ideal de la película- no lo advertí en absoluto. Qué cosa fea es descubir la marca de la bestia donde no la había visto.
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sábado, abril 02, 2005
Finis
La campana de la iglesia que hay a menos de una cuadra de casa empezó a doblar a duelo, indicando que finalmente el Papa Juan Pablo II había muerto. Tengo una sensación extraña, si un comando maniqueo me forzara a trazar una línea entre los buenos y los malos y me obligaran a decir de que lado colocaría a Karol Wojtyla, seguramente lo pondría del lado de los malos, hay demasiadas cosas imperdonables: su profundo conservadurismo a la prevención de embarazos y enfermedades roza la propaganda genocida, también está el crecimiento del Opus Dei, la persecución a la Iglesia de la Liberación -que alcanzó su punto cúlmine en el aberrante reproche que le hizo a la valiente iglesia nicaraguense-, la indiferencia en sus primeros años de papado ante los criminales que aún gobernaban la mayor parte de Sudamérica, la intolerancia sexual y de costumbres, el machismo, la expansión de la culpa y el pecado como virus contagiosos.. hay muchas cosas y todos las saben, así que no voy a hablar al pedo.
Pero es difícil juzgar a personajes de semejantes dimensiones en términos de blanco y negro y en la balanza tal vez también habría que colocar su innegable actuación heroica durante la Segunda Guerra Mundial, su prédica muy poco amistosa hacia la hegemonía neoliberal, su notoria oposición a la Guerra de Irak -que sirvió para demostrar que la derecha cristiana que apoya a Bush tiene pocos contactos con la Iglesia Católica y que más bien está relacionada con una concepción apocalíptica y fundamentalista de la cristiandad que hace parecer a los católicos unos laicos moderados-, su tolerancia hacia las otras religiones... Y hay otras cosas que son simplemente opinables según de donde se vean; el anticomunismo de Wojtyla, algo inevitable en un polaco del siglo XX, y su papel en la caída del socialismo real son vistos con mayor o menos simpatía dependiendo desde donde se lo mire y dependiendo de lo que se piense de las consecuencias.
Pero es la Historia y la Historia está en movimiento, y este blog no es un noticiero que tenga que dar cuenta de cada cosa que ocurre, sino de lo que me produce impresiones que me hagan escribir, y sobre estas sensaciones inesperadas.
La televisión se llenó de biografías de Wojtyla estos últimos días, tras verlo siempre postrado durante los últimos diez o quince años, resultaba extraño verlo en las décadas anteriores, saludable y derrochando un indiscutible carisma. Particularmente me llamó la atención una brillante filmación que mostraba al viejo esquiador caminando por la ladera de una montaña nevada, vestido con su sotana blanca pero con botas de nieve, una campera inflada blanca y una gorra de esquiador del mismo color. Tras caminar unos pasos se sacaba la gorra, revelando su delgada cabellera del mismo color que la nieve que lo rodeaba. Parecía feliz y sereno como un oso polar.
Me gustaba la voz del Papa, su castellano gramaticalmente excelente que sin embargo uno percibía como extraño a causa de su pesado acento y su peculiar ritmo. Era una forma de hablar cálida y solemne a la vez. De vez en cuando uno captura a algún religioso vernáculo e hispanoparlante imitándolo descaradamente. Me doy cuenta de que no puedo imaginarme a un Papa hablando de otra forma.
Mi mayor recuerdo del Papa es de su primer visita a Uruguay en 1987, yo era alumno de un colegio católico con el que mantenía una sana y persistente oposición ideológica. En aquel tiempo estaba en plena ebullición hormonal, era lector muy liviano de Sade y Bakunin y fan de La Polla Records, por lo que pasaba por mi período de más virulento anticatolicismo. Y parecía que el Uruguay laico y agnóstico se había vuelto loco, con todas las ventanas tapizadas de fotos del pontífice polaco y con un grado de excitación digno de la beatlemanía. La llegada del Papa me servía entonces para vivir enojado y sentirme una especie de ángel anarquista caído en el tonto entusiasmo relgioso de mi colegio. La contrarreforma llegaba a Montevideo y yo no iba a festejarlo y mucho menos ir al monstruoso acto realizado en Bulevar Artigas, acto que -vale la pena recordar- congregó mucha más gente que cualquiera de los actos realizados dos o tres años antes contra la dictadura. Pero por más que no fuera, no pude evitar verlo por televisión; y lo vi al hombre dar un buen discurso, lleno de connotaciones bastante reaccionarias, pero con la suficiente amabilidad y simple sentido común como para hacerlo pasable a los laicos, a menos que uno fuera fan de Kortatu, claro. Pero cuando terminó el discurso, el Papa salió del estrado saludando a una hilera de niños enfermos y criaturas de hospital que habían colocado en fila para que el hombre les diera su bendición. Mientras lo hacía, la cámara capturó, en medio de la fila, a un auténtico hombre-elefante local, un desdichado con una deformación facial extrema y monstruosa, de esas que hacen que hasta el más curtido de los médicos se sobresalten. Cuando el Papa llegó frente a él no se le movió una ceja, lo bendijo y, creo recordar, lo besó en la horripilante mejilla con un afecto que, fuera para la tribuna o no, hizo que este fan adolescente de Eskorbuto dijera: "la mierda, ese tipo realmente hace bien su trabajo".
Ahora Wojtyla sabe algo que nosotros no: sabe si nos estuvo mintiendo durante todos estos largos años y este conocimiento le estará dando su premio o su castigo. El mundo es un poco más salvaje que cuando él asumió el papado y, a pesar de sus formidables poderes publicitarios, la Iglesia Católica sigue cediendo terreno no frente a la ilustración y el racionalismo sino ante los predicadores fundamentalistas, los evangelistas saqueadores y toda una legión oscurantista de cultos furiosos. Desconozco si la muerte de Wojtyla hace mejor o peor al mundo, eso es cosa de la Historia. Pero para mí, desvío herético de una familia nominalmente católica, la religión oficial de mi lado del mundo se quedó sin cara. Son 26 años, más que toda la vida de muchos de los lectores de este blog, y es como si derrumbaran un edificio clásico que, nos gustara o no, formaba parte de nuestro paisaje espiritual.
La CNN y los noticieros locales están soltando la previsible chorrera de datos inútiles, elogios excesivos e imbecilidades totalmente parciales que cabía esperar -escucho en este momento a una pelotuda latina comparar a Wojtyla con el felizmente desaparecido Ronald Reagan, concluyendo que eran una especie de Batman y Robin del anti-comunismo (la muy idiota habla del gobierno sandinista como "régimen comunista")- , y las cámaras reproducen rostros llorosos en la Plaza de San Pedro. Yo también siento una cierta tristeza irracional, pero eso no me preocupa: todas las tristezas son irracionales, de lo contrario razonaríamos su eliminación. Pero además soy consciente de que no es la muerte de este anciano terco, retrógrado y carismático la que me entristece, sino la pérdida de un referente de muchas otras cosas: encuadrado por las estadísticas dentro de los católicos, yo he sido hasta ahora un hombre occidental de la época de Juan Pablo II, y esa época terminó.
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Pero es difícil juzgar a personajes de semejantes dimensiones en términos de blanco y negro y en la balanza tal vez también habría que colocar su innegable actuación heroica durante la Segunda Guerra Mundial, su prédica muy poco amistosa hacia la hegemonía neoliberal, su notoria oposición a la Guerra de Irak -que sirvió para demostrar que la derecha cristiana que apoya a Bush tiene pocos contactos con la Iglesia Católica y que más bien está relacionada con una concepción apocalíptica y fundamentalista de la cristiandad que hace parecer a los católicos unos laicos moderados-, su tolerancia hacia las otras religiones... Y hay otras cosas que son simplemente opinables según de donde se vean; el anticomunismo de Wojtyla, algo inevitable en un polaco del siglo XX, y su papel en la caída del socialismo real son vistos con mayor o menos simpatía dependiendo desde donde se lo mire y dependiendo de lo que se piense de las consecuencias.
Pero es la Historia y la Historia está en movimiento, y este blog no es un noticiero que tenga que dar cuenta de cada cosa que ocurre, sino de lo que me produce impresiones que me hagan escribir, y sobre estas sensaciones inesperadas.
La televisión se llenó de biografías de Wojtyla estos últimos días, tras verlo siempre postrado durante los últimos diez o quince años, resultaba extraño verlo en las décadas anteriores, saludable y derrochando un indiscutible carisma. Particularmente me llamó la atención una brillante filmación que mostraba al viejo esquiador caminando por la ladera de una montaña nevada, vestido con su sotana blanca pero con botas de nieve, una campera inflada blanca y una gorra de esquiador del mismo color. Tras caminar unos pasos se sacaba la gorra, revelando su delgada cabellera del mismo color que la nieve que lo rodeaba. Parecía feliz y sereno como un oso polar.
Me gustaba la voz del Papa, su castellano gramaticalmente excelente que sin embargo uno percibía como extraño a causa de su pesado acento y su peculiar ritmo. Era una forma de hablar cálida y solemne a la vez. De vez en cuando uno captura a algún religioso vernáculo e hispanoparlante imitándolo descaradamente. Me doy cuenta de que no puedo imaginarme a un Papa hablando de otra forma.
Mi mayor recuerdo del Papa es de su primer visita a Uruguay en 1987, yo era alumno de un colegio católico con el que mantenía una sana y persistente oposición ideológica. En aquel tiempo estaba en plena ebullición hormonal, era lector muy liviano de Sade y Bakunin y fan de La Polla Records, por lo que pasaba por mi período de más virulento anticatolicismo. Y parecía que el Uruguay laico y agnóstico se había vuelto loco, con todas las ventanas tapizadas de fotos del pontífice polaco y con un grado de excitación digno de la beatlemanía. La llegada del Papa me servía entonces para vivir enojado y sentirme una especie de ángel anarquista caído en el tonto entusiasmo relgioso de mi colegio. La contrarreforma llegaba a Montevideo y yo no iba a festejarlo y mucho menos ir al monstruoso acto realizado en Bulevar Artigas, acto que -vale la pena recordar- congregó mucha más gente que cualquiera de los actos realizados dos o tres años antes contra la dictadura. Pero por más que no fuera, no pude evitar verlo por televisión; y lo vi al hombre dar un buen discurso, lleno de connotaciones bastante reaccionarias, pero con la suficiente amabilidad y simple sentido común como para hacerlo pasable a los laicos, a menos que uno fuera fan de Kortatu, claro. Pero cuando terminó el discurso, el Papa salió del estrado saludando a una hilera de niños enfermos y criaturas de hospital que habían colocado en fila para que el hombre les diera su bendición. Mientras lo hacía, la cámara capturó, en medio de la fila, a un auténtico hombre-elefante local, un desdichado con una deformación facial extrema y monstruosa, de esas que hacen que hasta el más curtido de los médicos se sobresalten. Cuando el Papa llegó frente a él no se le movió una ceja, lo bendijo y, creo recordar, lo besó en la horripilante mejilla con un afecto que, fuera para la tribuna o no, hizo que este fan adolescente de Eskorbuto dijera: "la mierda, ese tipo realmente hace bien su trabajo".
Ahora Wojtyla sabe algo que nosotros no: sabe si nos estuvo mintiendo durante todos estos largos años y este conocimiento le estará dando su premio o su castigo. El mundo es un poco más salvaje que cuando él asumió el papado y, a pesar de sus formidables poderes publicitarios, la Iglesia Católica sigue cediendo terreno no frente a la ilustración y el racionalismo sino ante los predicadores fundamentalistas, los evangelistas saqueadores y toda una legión oscurantista de cultos furiosos. Desconozco si la muerte de Wojtyla hace mejor o peor al mundo, eso es cosa de la Historia. Pero para mí, desvío herético de una familia nominalmente católica, la religión oficial de mi lado del mundo se quedó sin cara. Son 26 años, más que toda la vida de muchos de los lectores de este blog, y es como si derrumbaran un edificio clásico que, nos gustara o no, formaba parte de nuestro paisaje espiritual.
La CNN y los noticieros locales están soltando la previsible chorrera de datos inútiles, elogios excesivos e imbecilidades totalmente parciales que cabía esperar -escucho en este momento a una pelotuda latina comparar a Wojtyla con el felizmente desaparecido Ronald Reagan, concluyendo que eran una especie de Batman y Robin del anti-comunismo (la muy idiota habla del gobierno sandinista como "régimen comunista")- , y las cámaras reproducen rostros llorosos en la Plaza de San Pedro. Yo también siento una cierta tristeza irracional, pero eso no me preocupa: todas las tristezas son irracionales, de lo contrario razonaríamos su eliminación. Pero además soy consciente de que no es la muerte de este anciano terco, retrógrado y carismático la que me entristece, sino la pérdida de un referente de muchas otras cosas: encuadrado por las estadísticas dentro de los católicos, yo he sido hasta ahora un hombre occidental de la época de Juan Pablo II, y esa época terminó.
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viernes, abril 01, 2005
Maracanation
Finalmente el partido de fútbol Uruguay-Brasil pasó. Puta que lo parió, hacia tiempo que no veía tanto entusiasmo indiscriminado al santo pedo, cosa que prueba el hecho de que las entradas al partido, agotadas rápidamente, multiplicaron su precio por diez mientras que los noticieros fueron totalmente acaparados por la cobertura de un capítulo más en la agónica carrera a la clasificación de la selección uruguaya.
No voy a hablar de fútbol, no sé gran cosa del tema y no me gusta escribir de ello, sólo voy a anotar que la selección uruguaya actual me cae bien, básicamente por tener a un jugador del calibre de Forlán, hombre con talento y personalidad como para torcerle la muñeca al técnico Fosatti y -mucho más asombroso- al titiritero mayor, Paco Casal. También me gustan las selecciones uruguayas que tienen un gran porcentaje de jugadores negros, y algunos con tanta clase como Diogo y Regueiro, lo cual es un notable "fuck you" al solapado racismo montevideano. Y, sobre todo, me gustan las selecciones uruguayas que juegan bien, como la presente en los dos últimos partidos.
El que me guste esta selección atenta contra mi deseo leninista de que el moribundo fútbol uruguayo colapse en forma definitiva para que se depure de la profunda estructura mafiosa y monopólica que lo infecta y que lo está matando de a poquito. Pero fútbol es fútbol y, cuando en la cancha hay un adversario como Ronaldinho -de quién es ya redundante decir que es el mejor jugador de la actualidad y que habría que agregar que yo no veo un jugador tan fino, habilidoso y con tantos huevos desde cierto Diego Armando-, el espectáculo es cómo música. De hecho y después de verlo habría que, más que seguir protestando por el notorio offside del gol brasileño, habría que festejar el que este monstruo no nos haya echado cinco.
Por otra parte Fosatti, que puede ser un técnico lúcido que está bailando con una mina muy fea, es un pésimo declarante al que en lo posible no habría que dejar muy cerca de los micrófonos, pero en fín, como dice el filósofo conformista Von Kessmann: "es lo que hay, valor".
Pero más allá del partido y su histeria, de lo que quería escribir se resume en una simple frase: DEJEN DE HINCHAR LAS PELOTAS CON MARACANÁ DEL 50, MANGA DE RIDÍCULOS PELOTUDOS.
Era previsible pero fue instantáneo y más persistente de lo creíble: apenas se planteó el partido las mismas ladillas informáticas de siempre empezaron con lo de "el fantasma de Maracaná... bla bla bla... Maracanazo... bla bla bla.... la historia..." y la misma sarta de imbecilidades que viene repitiéndose desde que tengo memoria, pero esta vez ya planteada como sistema ofensivo. De hecho hasta una tribuna del Centenario lucía una bandera celeste, supongo que financiada por Tenfield, que rezaba simplemente un gran "1950".
Lo curioso es que, a excepción tal vez del Toto Da Silveira y algún otro carcamán, ninguno de los que plantean el culto al "Maracanazo" lo vivió ni lo vió -a excepción de las desgastadas filmaciones de los goles uruguayos- PORQUE PASÓ HACE CINCUENTA Y CINCO PUTOS AÑOS... Pero igual siguen, todos estos fantasmas se imaginan que millones de brasileños que ni siquiera saben sobre el partido del 50 y que lo único que han visto de su fantástica selección es una ristra de triunfos se desvelan atormentados por un partido afortunado e histórico que ya se está perdiendo en la noche del tiempo. Yo por ejemplo, el partido en el Maracaná que más recuerdo fue la estrepitosa derrota de la selección uruguaya en la clasificación para el Mundial '94, partido en el que los celestes no pasaron la mitad de la cancha y que terminó sólo 2 a 0 gracias a una noche increíble del arquero Zeoli, que si no hubiera rezado ese día se hubiera comido 12. Un partido que fue titulado con exactitud por alguien que no recuerdo como el "Maracagazo".
El momento periodístico más patético fue cuando el poderoso Roberto Carlos se enfrentó, con una calidad y altura que mucha gente suele creer imposible en los deportistas, a los micrófonos charrúas que estaban "Maracaná esto y Maracaná aquello...". Roberto Carlos terminó hartándose y dicéndoles, con la férrea lógica del campeón del mundo que es, que él ni siquiera había nacido en el 50 y que cambien el cassete que ya están dando lástima...
Ha habido cosas interesantes en la historia uruguaya del Siglo XX, cosas sobre las que se puede construir una cierta ilusión de nacionalidad para esta provincia creada por un diplomático inglés. Pero estos pelotudos para quienes el Varela importante es Obdulio y no José Pedro siguen y siguen machacando...
Es curioso, aunque no desde un punto de vista freudiano, el que un país tan secular como Uruguay tenga esa obsesión enfermiza por el mito de David y Goliath. De hecho, el mito maracanero ya había sido evocado con persistencia un mes antes, ¿adivinan por qué motivo?. Exacto, por la estatuilla ganada por Jorge Drexler, lo cual fue comparado con la victoria de Maracaná por el padre del susodicho y por una legión de periodistas similares de notables características mímicas. Pero no me voy a extender sobre esto porque va a parecer un ensañamiento.
En verdad lo que quería decir y lo que digo es "nao enche o saco com o Maracaná 50". Y larga vida al cactus Waldo, auténtico y viviente orgullo de estas suaves y verde colinas.
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No voy a hablar de fútbol, no sé gran cosa del tema y no me gusta escribir de ello, sólo voy a anotar que la selección uruguaya actual me cae bien, básicamente por tener a un jugador del calibre de Forlán, hombre con talento y personalidad como para torcerle la muñeca al técnico Fosatti y -mucho más asombroso- al titiritero mayor, Paco Casal. También me gustan las selecciones uruguayas que tienen un gran porcentaje de jugadores negros, y algunos con tanta clase como Diogo y Regueiro, lo cual es un notable "fuck you" al solapado racismo montevideano. Y, sobre todo, me gustan las selecciones uruguayas que juegan bien, como la presente en los dos últimos partidos.
El que me guste esta selección atenta contra mi deseo leninista de que el moribundo fútbol uruguayo colapse en forma definitiva para que se depure de la profunda estructura mafiosa y monopólica que lo infecta y que lo está matando de a poquito. Pero fútbol es fútbol y, cuando en la cancha hay un adversario como Ronaldinho -de quién es ya redundante decir que es el mejor jugador de la actualidad y que habría que agregar que yo no veo un jugador tan fino, habilidoso y con tantos huevos desde cierto Diego Armando-, el espectáculo es cómo música. De hecho y después de verlo habría que, más que seguir protestando por el notorio offside del gol brasileño, habría que festejar el que este monstruo no nos haya echado cinco.
Por otra parte Fosatti, que puede ser un técnico lúcido que está bailando con una mina muy fea, es un pésimo declarante al que en lo posible no habría que dejar muy cerca de los micrófonos, pero en fín, como dice el filósofo conformista Von Kessmann: "es lo que hay, valor".
Pero más allá del partido y su histeria, de lo que quería escribir se resume en una simple frase: DEJEN DE HINCHAR LAS PELOTAS CON MARACANÁ DEL 50, MANGA DE RIDÍCULOS PELOTUDOS.
Era previsible pero fue instantáneo y más persistente de lo creíble: apenas se planteó el partido las mismas ladillas informáticas de siempre empezaron con lo de "el fantasma de Maracaná... bla bla bla... Maracanazo... bla bla bla.... la historia..." y la misma sarta de imbecilidades que viene repitiéndose desde que tengo memoria, pero esta vez ya planteada como sistema ofensivo. De hecho hasta una tribuna del Centenario lucía una bandera celeste, supongo que financiada por Tenfield, que rezaba simplemente un gran "1950".
Lo curioso es que, a excepción tal vez del Toto Da Silveira y algún otro carcamán, ninguno de los que plantean el culto al "Maracanazo" lo vivió ni lo vió -a excepción de las desgastadas filmaciones de los goles uruguayos- PORQUE PASÓ HACE CINCUENTA Y CINCO PUTOS AÑOS... Pero igual siguen, todos estos fantasmas se imaginan que millones de brasileños que ni siquiera saben sobre el partido del 50 y que lo único que han visto de su fantástica selección es una ristra de triunfos se desvelan atormentados por un partido afortunado e histórico que ya se está perdiendo en la noche del tiempo. Yo por ejemplo, el partido en el Maracaná que más recuerdo fue la estrepitosa derrota de la selección uruguaya en la clasificación para el Mundial '94, partido en el que los celestes no pasaron la mitad de la cancha y que terminó sólo 2 a 0 gracias a una noche increíble del arquero Zeoli, que si no hubiera rezado ese día se hubiera comido 12. Un partido que fue titulado con exactitud por alguien que no recuerdo como el "Maracagazo".
El momento periodístico más patético fue cuando el poderoso Roberto Carlos se enfrentó, con una calidad y altura que mucha gente suele creer imposible en los deportistas, a los micrófonos charrúas que estaban "Maracaná esto y Maracaná aquello...". Roberto Carlos terminó hartándose y dicéndoles, con la férrea lógica del campeón del mundo que es, que él ni siquiera había nacido en el 50 y que cambien el cassete que ya están dando lástima...
Ha habido cosas interesantes en la historia uruguaya del Siglo XX, cosas sobre las que se puede construir una cierta ilusión de nacionalidad para esta provincia creada por un diplomático inglés. Pero estos pelotudos para quienes el Varela importante es Obdulio y no José Pedro siguen y siguen machacando...
Es curioso, aunque no desde un punto de vista freudiano, el que un país tan secular como Uruguay tenga esa obsesión enfermiza por el mito de David y Goliath. De hecho, el mito maracanero ya había sido evocado con persistencia un mes antes, ¿adivinan por qué motivo?. Exacto, por la estatuilla ganada por Jorge Drexler, lo cual fue comparado con la victoria de Maracaná por el padre del susodicho y por una legión de periodistas similares de notables características mímicas. Pero no me voy a extender sobre esto porque va a parecer un ensañamiento.
En verdad lo que quería decir y lo que digo es "nao enche o saco com o Maracaná 50". Y larga vida al cactus Waldo, auténtico y viviente orgullo de estas suaves y verde colinas.
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