viernes, agosto 27, 2004

Algunas consideraciones sobre la belleza olímpica

Al terminar hoy los juegos olímpicos, puedo al menos descolgarme de lo que me tuvo enfermo durante las últimas semanas y que como siempre me produjo algunos momentos de profunda felicidad. No puedo escribir sobre todos -además obviamente no vi todo-, así que algunos los nombro al pasar, como la inesperada victoria de las rusas sobre las brasileñas en voleibol, la eliminación de E.E.U.U. por los argentinos en basketball (sólo los argentinos tienen un ego tan grande como para creer que pueden eliminar al dream team de unas Olimpíadas, por ello, sólo los argentinos pueden eliminarlos), los ingenuos y potentes futbolistas iraquíes y los invencibles boxeadores cubanos. Pero voy a limitarme a hablar de dos deportistas que tuvieron su momento de gloria casi al mismo tiempo.

Buscando confirmar algunos datos sobre esta jornada deportiva que me fascinó, me encontré esta soberbia nota de Salon que narra en detalle exactamente los dos mismos eventos que yo quería comentar, la cual me ahorra el trabajo de describir en detalle las proezas de Yelena Isinbayeva y de Hicham el-Guerrouj. Si no tuvieron el placer de contemplarlas, vayan y lean la nota que de una buena idea de lo que pasó. El hecho de que la nota de Gary Kamiya cubra justo los dos mismos eventos no es una casualidad, ya que ambas competencias se dieron simultáneamente en el mismo estadio.

Desde que vi por primera vez unas Olimpíadas que mis favoritos son, siempre y cualquier momento, los rusos. Tal vez haya sido la influencia de aquella película sobre las juegos olímpicos de Moscú, Salve deporte, eres la paz, tal vez sea la antipatía que le tengo a los deportistas estadounidenses (a los que los rusos, aún disgregados tras la desintegración de la U.R.S.S. siguen siendo sus principales antagonistas, pero más probablemente sea la insólita belleza eslava de sus gimnastas, una clase de belleza muy extraña de ver en estas latitudes y que, a pesar de ser caucásica y por ende supuestamente no tan alejada de la de las rioplatenses, sin embargo tiene una característica particular, una "rusez" ante la cual estoy indefenso. Viví durante hasta los 25 años a pocas cuadras de la embajada rusa y periódicamente me cruzaba con alguna mujer espectacularmente bella que indefectiblemente terminaba entrando en dicha embajada. Así uno empieza a beber vodka y se hace (se hacía) comunista.

Si a esto agregamos el que el salto de garrocha femenino me parece un deporte con mucha más gracia, elegancia y sensualidad que la gimnasia olímpica, el nado sincronizado y todas esas mariconadas, era inevitable que me quedara colgadísimo de la épica performance de la Isinbayeva. El triunfo de esta mujer fue fantástico, pero no en la forma clásica de "triunfo del débil David", que fascina al complejo de inferioridad uruguayo. Muy por el contrario, la Isinbayeva era la favorita, la poseedora del récord mundial, la bella... En la web hay bastantes fotos de esta saltadora de garrocha; ninguna le hace justicia, hay que verla en movimiento para darse cuenta de lo que es y, sobre todo, para ver el brillo y la energía de sus increíbles ojos verdes. La Isinbayeva es una reina y se comporta como tal, por lo que era asombroso el contraste con su competidora, la también rusa Svetlana Feofanova ("seca, austera, soviética"). Mientras que esta era una especie de máquina deportiva hecha de fibra, disciplina, austeridad y concentración, la Isinbayeva saltaba maquillada (mucho más que lo común en atletas olímpicas), con caravanas, arreglándose el pelo antes de los saltos..., una estrella, pero una estrella que en esta ocasión iba derecho al fracaso como el Titanic hacia el iceberg.


Fue esto lo que hizo asombroso su triunfo, porque venía siendo derrotada (castigada tal vez, podría afirmarse desde un punto de vista puritano) y, como aquel soldado de Bob Dylan que ganó la guerra con el último tiro tras haber perdido todas las batallas, ganó. Ganó con un salto que además rompió su propio récord mundial, que la convirtió en la mujer que ha conseguido elevarse más alto gracias a su fuerza muscular, su triunfo en su disciplina fue infinitamente más notable que otros triunfos olímpicos más promocionados como los del salame norteamericano Michael Phelps, y fue infinitamente más bello. La imágen de la Isenbayeba, con los ojos verdes ardiendo de orgullo, recitando algo (¿una plegaria?, ¿una cábala?, ¿una puteada...?) antes de dar el salto de su vida, fue un momento de una autenticidad, de una concentración inverosímil y de un espíritu de contienda, de lucha contra su oponente pero sobre todo contra la ley de la gravedad, de algo único. El arte no puede representar eso.

El otro momento mágico fue la victoria del marroquí Hicham el-Guerrouj en los 1.500 metros, una prueba de velocidad pero que por su longitud puede considerarse como de resistencia, en la que el marroquí tenía el récord mundial pero sufría una suerte de maldición que le había impedido ganar la medalla de oro en las dos últimas Olimpíadas, las únicas carreras que había perdido en su vida. Al igual que la Isinbayeba, el-Guerrouj también era el favorito, pero también era ese favorito que todo el mundo piensa que va a perder. A la inversa que la Isinbayeba, el-Guerrouj no es un deportista atractivo, sino que es posiblemente uno de los hombres más feos de todos los que participaron en los juegos. Si bien todos los corredores de 1.500 metros tienden a ser desgarbados, ya que hasta el peso muscular en esas distancias tiende a ser una desventaja, el-Guerrouj parece salido de un campo de concentración. Y que hubiera salido además con la cabeza de un extraño cruce entre un caballo y un conejo. Horrible, el marroquí, la verdad.

Pero era el campeón, el que tenía el record mundial y también el corredor maldito, el que ganaba todo pero siempre perdía en las Olimpíadas (estas eran las terceras a las que se presentaba). Y justo le toca correr con el kenyata Bernard Lagat, un titán en una disciplina en la que los kenyatas son todos titanes. La carrera fue increíble y los últimos cien metros fueron un duelo inhumano entre el marroquí y el kenyata, un esfuerzo agotador en el que ambos parecían velocistas de 100 metros y no corredores de 1.500, las filmaciones posteriores en cámara lenta mostraba a dos hombres al límite absoluto. Terminaron la carrera con centésimas de diferencia y cuando el-Guerrouj se dio cuenta de que había ganado cayó al suelo llorando y musitando palabras en las que se distinguía claramente el monosílabo "Alá". Inmediatamente fue abrazado por Lagat en un gesto que contado podría caer bajo la sospecha de la demagogia para las cámaras, pero que después de ver la carrera era lógico: un triunfo, un duelo, de este calibre no deja un perdedor y un ganador separados sino una criatura de dos cabezas, ninguna de ellas menos honorable que la otra.

Hicham el-Guerrouj dio una vuelta olímpica, saludó a los compatriotas y todos los que lo cruzaron, lloró como un niño, se puso una bandera de Marruecos sobre los hombros y bailó con notable desgarbo una melodía griega que se emitía por los altoparlantes del estadio. Pero no había la menor ridiculez en los gestos de ese tipo feliz y victorioso, la felicidad es algo que lucha contra la concepción misma de lo ridículo.


Después ganaría también la aún más agotadora prueba de los 5.000 metros, pero me quedo con su primer medalla de oro, la de los 1.500, y con la imagen de este flaco bailando frente a millones de ojos sobre las ruinas de una maldición. Un campeón, un hombre feliz, un hombre finalmente hermoso.

Bueno, basta de hablar de deportes en este blog.

jueves, agosto 26, 2004

Olympia

David Wojnarowicz, actor, cineasta, escritor y autor de comics, cuenta en su autobiografía Close to the Knives, que -más allá del simple morbo y las ganas de hacer quilombo- el interés de los autores del "cine de la transgresión" por la violencia y el derramamiento de sangre tenía que ver con el convencimiento de que estos contenían algún tipo de "verdad incuestionable" en un tiempo en que todo se ha vuelto borroso, relativo e irreal. Yo, más pacífico, siempre he sentido lo mismo en relación a las Olimpíadas.

Hay algo imposible de fingir, un grado de exigencia casi abstracto en el que los deportistas se enfrentan contra el tiempo y la medida, es decir, contra dioses no contra simples contrincantes eventuales, que hacen de los juegos olímpicos un muestrario asombroso de emociones y actos de grandeza en estado puro. Sucesiones de triunfos físicos y espirituales que no pueden bastardearse ni aún debajo de kilos de sponsors y etiquetas. Un mundo de individuos en los que se ven hechos asombrosos y planos extraños en los que africanos humillan yanquis y milagros similares.

Cualquiera que haya sido afecto en su infancia o adolescencia (o madurez, qué también) a los comics de superhéroes, tiene también que sentirse atraído por estas personas que desarrollan poderes especiales, evidentes en los generalmente asimétricos desarrrollos de sus cuerpos, casi inevitablemente desbalanceados en casi todas las disciplinas, a excepción tal vez del decatlón. La diferencia física entre un velocista competidor de los 100 metros y uno de los 1.500, por ejemplo, dice más sobre la utilidad y el sentido de la fibra muscular de lo que yo aprendí en todas las clases de biología de la secundaria. La única constante es que todavía no se ha encontrado, lamentablemente, ninguna disciplina deportiva en la que las mujeres con buenas tetas tengan alguna ventaja, motivo por el cual las tetas (los colas no, que son músculo al fin y al cabo) son las grandes ausentes de las Olimpíadas.

Otras grandes ausentes en estos juegos son las libertades. A pesar de su belleza, las Olimpíadas no pueden evitar ser un curioso espacio disciplinario en que sus participantes aceptan no solo seguir reglas estrictas referidas a su actividad atlética específica, sino también reglas de conducta y prohibiciones que no corren para el resto de los mortales. No solo en referencia a estimulantes o calmantes, sino inclusive de simple expresión. Hoy leo con infinito desagrado que se le ha prohibido a los atletas escribir en páginas personales o weblogs dando testimonio de su experiencias únicas. El motivo que aducen es que sería una suerte de "competencia desleal" hacia los medios que cubren los eventos, es decir, a los patrocinadores.

Por desgracia la naturaleza misma de la disciplina y la competencia hacen casi imposible el pensar en una rebelión de atletas que mandara a cagar con total justicia a estos medios que se creen con el poder suficiente como para exigir el monopolio de la expresión, el monopolio de la experiencia. Es algo tan absurdo que da miedo: los atletas pierden el derecho a relatar en sus propios términos lo que tal vez sea el momento más importante de sus vidas. Por desgracia la gente está tan acostumbrada a relegar libertades en favor de los poderes económicos que posiblemente a nadie se le ocurre decir la obviedad de que "esto es una mierda".

Hoy escucho esa noticia y a continuación otra que dice que la junta departamental aprobó una serie de resoluciones restrictivas con respecto a los perros. Supongo que a partir del tremebundo informe de Zona Urbana sobre el peligro y el horror de los abundantes perros montevideanos, los ediles decidieron sacar una serie de reglamentaciones para las cuales no recuerdo que me hayan consultado, o que hayan consultado al peludo JCB. Lo primero que pensé es lo lamentable que es cómo los poderes políticos y judiciales de Uruguay vienen dejando que un programa de televisión les marque la agenda de prioridades, ya que a cada informe de ZUR le sigue una resolución judicial o legislativa orientada en la dirección de la mirada de dicho informe.

Lo segundo que pensé es que la verga le voy a poner un bozal a este pacífico labrador porque algún chupapijas paranoico quiera hacer demagogia hacia los idiotas perrofóbicos. Yo no pienso torturar a un bicho apacible e inofensivo haciendolo sentir indefenso y limitando su capacidad de refrigeración. No señor, ¿quieren ponerle un bozal al JCB? Vengan y pónganselo ustedes, y vengan varios porque yo sé de que lado estoy y lo que no voy a permitir de ninguna manera que le hagan a mi perro. Sí, ya sé que me fui del tema. Después hablo sobre Yelena Isinbayeva.

martes, agosto 24, 2004

Putean por todos lados

Me llega un mail de, supongo, un sonidista o un dueño de boliche cagando a puteadas a los Hablan por la Espalda y sus, al parecer, destructivas costumbres escénicas. Como no tengo ganas de defender a nadie con respecto a un ataque tan garca y miedoso, me limito a poner el link de los HPLE y a sugerir que se bajen los dos temazos nuevos que los muchachos colgaron ahí, algo mucho más importante e interesante sobre lo que discutir que lo que diga un miserable cagón lambeguasca desde el anonimato.

Rock on.

sábado, agosto 21, 2004

Todas estas cosas

De noche veo a Jorge Rial más excitado que de costumbre, da vueltas acerca de lo “hot” que es cierto video que le ha llegado y que involucraría a la linda lolita Luisana Lopilato y otro de los Rebelde Way en escenas relativamente escabrosas. Bien, digo, esa chica es muy nena pero está muy bien, vamos a verla. Rial habla y habla sobre los problemas que le va a acarrear el pasar el video pero que cómo es valiente y como son las “reglas del juego” lo va a pasar igual, porque además es todo un “canto al amor” y no sé qué más. Todo eso me huele raro y mal, pero de pronto todo cierra: un avance muestra que el video es una cámara, de vigilancia o colada, que recogió a la adolescente apretando con uno de sus colegas en lo que se suponía era un cuarto cerrado. Pienso en el desprecio que me produce Rebelde Way y su maquinaria de mala proyección erótica adolescente, de deshinibición represora y marketing desaforado, pero pienso que es una chiquilina de menos de 18 años apretando con otro chiquilín en lo que suponen la intimidad. Pienso que no tengo medidor de rating, ni hay nadie en casa y que el hecho de ver o no los videos no va a dejar más rastros que una gota que cae en un río, y que todo es un pequeño fenómeno voyeurístico producido por la hipertrofia total de la autorreferencia televisiva. Pero también veo la cara del cuarentón Rial haciendo ampulosos gestos de excitación y picardía. Cambio de canal y no veo el video, todavía no soy lo que la gente como Rial supone que soy.

***

Hace dos o tres números que Brecha publica una columna impresionista llamada Crónicas Noctámbulas firmada con el pseudónimo Juan A. Sistema, en la que se describen elementos y particularidades de la fauna arty montevideana. En el último número el título de la columna es “Un neonazi anda suelto”, en la misma se describe un diálogo mantenido en un sitio conocido con una persona claramente reconocible aunque no nombrada a la que se califica -en base a sus opiniones sobre los uruguayos, los pobres y la humanidad en general- como “neonazi” y como “hijo de puta”, marcando un auténtico precedente de violencia verbal en la habitualmente tranquila Brecha. Me llama la atención la columna por varios motivos, el mayor de los cuales es que la persona defenestrada en la misma es un músico amigo mío.
Pasada la primera reacción de sorpresa y de calentura, re-leo la columna y me parece que lo narrado es de lo más plausible y que el discurso misántropo de mi amigo y sus actitudes relatadas en la columna deben estar bastante ajustadas con los hechos. Es la pobre contextualización -toda la escena se me hace impregnada de una cantidad enorme de alcohol y amargura a la que en la columna no se hace referencia- y las tremebundas conclusiones a partir de una única charla lo que me molestan, conclusiones que se parecen a un juicio sumario acerca de alguien a quien realmente no se conoce, haciendo además una exposición pública de una charla privada, exposición que traiciona un poco la intimidad eventual de un diálogo y que tiene algo de mezquindad y de forzado escándalo. Sí, ya sé que no lo nombra, es igual, el que sabe, sabe.

Pero no es el episodio en sí lo que me entristece sino el cómo el discurso misántropo reduce, como simplifica y como embrutece al que lo profiere, y como se descontrola. El discurso del odio es fuerte y necesita pasión y energía, y ofrece un malditismo instantáneo que puede ser irresistible para un espíritu artístico rebelde, pero, como aquel agujero del culo de la fábula de Burroughs, agujero al que su dueño enseñaba a hablar y que luego comenzaba a hablar por su cuenta para terminar clausurando la boca de su instructor, cuando uno deja hablar al odio, el odio se independiza de uno, atenta contra los propios intereses, y se queda colgado del aire, a disposición de quién quiera utilizarlo ya sea como instrumento de difusión gratuito de palabras prohibidas o como objeto concreto al cual atacar, corporizado en quien lo dejó suelto.

Mi primo suele decir en referencia a las más diversas conductas: “si parece, es”, y no es una idea sobre la cual sentar jurisprudencia, pero que suele tener su exactitud en la vida práctica. Y cada cosa que decimos con la intención de que sea un cuchillo es un cuchillo con el que nos pueden cortar. A lo que voy es que no hay que decir imbecilidades, las imbecilidades las dicen los imbéciles, y si uno no quiere ser tomado por imbécil entonces uno no tiene que decir imbecilidades. Repito, no somos mucho más que lo que parecemos y la máscara que uno se pone es la máscara que eligió. A cagar con este tema, entonces.

***

Desde hace ya varias semanas que no escucho prácticamente nada que no sea música irlandesa, canciones sobre beber, ir a la guerra, beber e ir a la guerra otra vez. Buena música para el invierno. Cuando empiezo a escribir este post tengo en el Winamp el Red Roses for Me de los Pogues y me alegro cuando llega “Streams of Whiskey”, canción en la que Shane McGowan describe un imaginario encuentro con el escritor irlandés Brendan Behan en el cual ambos borrachos departen alegremente y Behan –evidentemente un espíritu sensato que no decía imbecilidades- aconseja a su sucesor en lírica y bebida. Y llego a este verso:

Oh the words that he spoke, seemed the wisest of philosophies
There's nothing ever gained by a wet thing called a tear
When the world is too dark and I need the light inside of me
I'll walk into a bar and drink fifteen pints of beer


Y eso es lo que escuché y eso es lo que voy a hacer. Es sábado, la noche es joven y yo también.

martes, agosto 17, 2004

Angels are dreaming of you

Hay cosas que de alguna forma se invocan; hace algunos días estuve en el notorio bar Mincho, uno de los últimos reductos auténticos de Montevideo, y pensé que hacía tiempo que no veía por allí a Marosa di Giorgio, cliente habitual del mismo desde el cierre del legendario Sorocabana. Ayer discutíamos en los comments del post anterior acerca de cómo la muerte promociona y reivindica a los artistas cuando ya no lo necesitan. Hace un rato llegué a Facultad y vi un cartelito en la puerta avisando que Marosa di Giorgio había muerto.

Marosa di Giorgio escribía poemas con forma de prosa que describían un mundo en el que ese click de horror que se llama madurez nunca se había producido. Venía escribiendo el mismo libro angélico, porfiado y brillante desde hacía unos treinta años, pero ninguno de sus escasos aunque entusiastas lectores protestaba. Fue nombrada pero no leída en su tierra, los argentinos, siempre más generosos y siempre con mejor gusto literario, la venían re-descubriendo desde hacía unos años, alunados por el insólito hecho de que los supuestamente cultos uruguayos ignoraran con tanta tenacidad a esa escritora mágica.

Marosa di Giorgio escribía una columna a la que nadie daba pelota en la revista en la que yo trabajaba, si uno la miraba por encima a veces parecía que había mandado dos, o diez, veces la misma columna, si uno leía atentamente se sorprendía siempre. Solía ir a las fiestas y reuniones oficiales de la revista y pasearse con su presencia extravagante entre las mesas de periodistas borrachos que decían "mirá a Marosa". Las chicas de cultura me contaban divertidas el ceremonial que implicaba el pagarle, o el comunicarle los retrasos en los pagos a esta persona que no se movía en el mismo mundo material que los demás, me contaban sobre sus costumbres y su lenguaje.

Marosa di Giorgio escribía cosas como esta:

Me acuerdo del atardecer y de tu alcoba abierta ya, por donde penetraban los vecinos y los ángeles. Y las nubes - de las tardes de noviembre- que giraban por el suelo, que rodaban. Los arbolitos cargados de jazmines, de palomas y gotas de agua. Aquel repiqueteo, aquel gorjeo, en el atardecer. Y la mañana siguiente, con angelillas muertas por todos lados, parecidas a pájaros de papel, a bellísimas cáscaras de huevo. Tu deslumbrador fallecimiento.

El velatorio me quedaba de camino de la facultad hacia casa, así que pasé sin saber muy bien a qué. Había algunos amigos, algunos escritores y algunos que no éramos nada, no mucha gente, supongo que nunca debe haber habido mucha gente en la vida de Marosa. Estuve un par de minutos, saludé a un conocido y me fui, me había dado un cierto pudor ver el féretro, así que no lo ví. Al salir se había levantado un niebla espesa que convertía los focos de la calle en globos amarillos que flotaban descolgados sobre Gonzalo Ramirez. No sé por qué las avenidas y las calles se parecen a sueños los días de niebla. Llegué a casa con la cara humedecida por el aire empapado y prendí la tele para ver el noticiario, antes de ir a una tanda una placa y la voz de un locutor anunciaron que Marosa di Giorgio había muerto, que era una poetisa y que su último libro había batido récords de ventas. Está bien, no hubiera tenido sentido que dijeran otra cosa o que fingieran que les importaba algo.

Mientras escribo esto en el noticiario hacen una larga nota sobre una brasileña que ganó muchísimo dinero jugando en el casino. Después pasaron deportistas haciendo extraños movimientos en las Olimpíadas.

Mañana los diarios darán cuenta, más o menos, de su muerte, y más o menos de lo que hizo. Si supieran podrían escribir: Murió Marosa di Giorgio, había escrito sobre la muerte, "A ratos me parece que no existe. Me le huiré volando, con un vestido largo, verde, por arriba de las arboledas". No pudo hacerlo, nadie puede; era una chiquilina uruguaya, salteña, de 72 años.

sábado, agosto 14, 2004

Breves

Me encuentro en la prensa de hoy (Sábado 14) dos notas que me llaman la atención y que no tienen nada en común más allá de que tratan y/o documentan dos actitudes (radicalmente) distintas ante problemas con la identidad sexual.

La primera es esta noticia de policiales, destinada a erizar la columna vertebral de todos los lectores varones de este blog. Más allá de lo horripilante de la acción, el significativo detalle de que haya sido llevada a cabo con una "afilada trincheta" me resulta particularmente espeluznante.

En la otra punta del espectro está esta entrevista al escritor y performer travesti chileno Pedro Lemebel, que me descubre a alguien de quién ya había escuchado hablar y que, gracias a la entrevista, me resulta ahora particularmente interesante y digno de ser leído cuando llegue la oportunidad. Destaco esta frase: "Nunca salí del closet, en mi casa humilde no había ni ropero".

(Addenda del 15/08: me pasan esta dirección del archivo de Lemebel de esta excelente página literaria chilena que reúne archivos sobre diversos escritores de allende la cordillera, entre los que hay abundante material de gente tan interesante como Roberto Bolaño. La cantidad de textos es limitada pero con el manifiesto o con el artículo sobre Silvio Rodríguez alcanza para comprobar que Lemebel talks the talk y walks the walk; bravo por él y su maquillaje feroz.)

jueves, agosto 12, 2004

La vanguardia (no) es así

Hablando sobre cine impresentable y participaciones rockeras en el mismo con el cretino (claro) me vino el recuerdo de un curioso artefacto visual que me había sido descubierto por el recordado dependiente de VideoImagen, y eventual actor, el ahora emigrado S.S., quien era capaz de desempolvar del depósito desde la más rara película nipona hasta el más abyecto video porno. El objeto recordado en cuestión, y que me propongo reivindicar por varios motivos, es justamente un video porno hardcore de 1994 conocido como Uncut o más bien John Wayne Bobbitt Uncut.


Para aquellos que hayan fumado tanto porro que se les haya borrado el folder “Principios de los noventa” del disco duro de la memoria, les recuerdo quién era este personaje que titula y protagoniza el video del que hablamos. En 1993, una electrizante noticia hizo correr una gota de sudor frío por las espaldas de todos los varones del mundo; Lorena Bobbitt, una mujer ecuatoriana cansada de los maltratos de su esposo, el susodicho John Wayne (ex Marine, para más datos), le cortó el miembro viril con unas tijeras de trinchar pollos mientras éste dormía, llevándose la parte amputada consigo y tirándola en un parque. Después de una notable operación de cirugía reconstructiva, el miembro pudo ser re-injertado con tanta suerte que volvió a ser funcional, para desazón de muchas feministas extremistas que estaban encantadas con lo simbólico de la referida mutilación. Celebridad instantánea y rostro de titanio, J. W. Bobbitt, deambuló por múltiples talk-show comprobando que millones de personas querían ver cómo le había quedado su re-implantado muñeco (y si aún le servía de algo); olfateando el negocio que había en el aire, filmó una película porno hardcore en la que narra (es un decir) sus desventuras y su re-habilitación.

La película, bah, el video (está filmado en este formato), es considerado hasta por los degustadores del porno como un cacho de mierda bizarra cuyo único interés sería el de poder atisbar la delgada cicatriz que rodea el revivido pene de Bobbit, pero es un juicio injusto digno de simples puñeteros porque más allá de este morboso atractivo hay varios elementos extra que ameritan su alquiler y/o copia para cualquier amante del cine no-convencional. Dejando de lado las actuaciones, horribles inclusive dentro del standard pornográfico, la película tiene en su pésima manufactura un cierto encanto naif y, a pesar de su enfermiza concepción, es mucho menos sórdida que lo habitual en el hardcore. De hecho todo el mundo parece estar divertido y/o nervioso, y plenamente conscientes de estar en una especie de desastre del que hay que salir más o menos rápido y con la mayor cantidad de dinero posible.

Pero las singularidades no terminan allí; entre los extras y figurettis diversos que aparecen en la película se encuentran Vince Neil, cantante de Motley Crüe aficionado a las porno stars –que pasa bastante inadvertido- y el magnífico Lemmy Kilmeister, posiblemente convencido de participar a cambio de algún canje indescriptible. Lemmy no solo aporta un tema para la banda de sonido (el previsible y adecuado “Under the Knife”), sino que protagoniza una formidable escena que paso a describir: Luego de que la porno star que interpreta a Lorena Bobbitt le secciona el miembro a su marido, huye y lo arroja desde la ventanilla de su auto. Este cae junto a un banco de plaza en el que se encuentra sentado Lemmy, vestido de linyera, quién se encuentra bebiendo y que profiere el siguente monólogo: “¿Qué es eso?” (se acerca), “¡Parece una pija...!” (breve silencio sorprendido) “¡No es mía…!¡Me voy…!” (se va).


Ese año el Oscar a Mejor Actor de Reparto fue para Tommy Lee Jones por El fugitivo.

Pero dejé lo más extraordinario de Uncut para el final, y es algo que merece sí introducirla (sin chistes) a la historia del cine: la película está dirigida por Ron Jeremy. Haciendo el vano simulacro de suposición de que alguien no sabe quién es Ron Jeremy resumo que se trata de una de las mayores (sin chistes, vamos) leyendas masculinas del porno. Jeremy, al parecer un tipo bastante brillante con un título en literatura, era y es un tipo tan feo que se ganó el apodo de hedgehog (puercoespín), pero que compensaba su fealdad inaudita con un pedazo de dimensiones que harían palidecer a Shaka Zulu. Un personaje singular que para quienes no hayan visto alguna de sus no muy artísticas películas, pueden reconocer en el video de MobyWe Are All Made of Stars” (evidentemente es el petiso feísimo con sombrero de cowboy que saca polaroids). El asunto no es que este personaje dirija la película sino lo que sucede en una de sus escenas: Bobbitt está manteniendo un algo desmotivado entrevero sexual con un par de esforzadas resucitadoras de penes en una habitación cerrada cuando de la nada, de la cuarta dimensión fuera del encuadre, aparece Jeremy en pelotas, quien procede a empomarse a una de las señoritas sin mayores explicaciones. ¿Qué lo motivó? ¿la incompetente performance de Bobbitt, a quién habría que ejemplificar con la acción? ¿una loca, loca idea? ¿simple calentura? (me inclino por esto último); es irrelevante, el asunto es que con esto termina de redondearse un objeto excepcional que no sólo es la primer película protagonizada por un pene rescatado de las garras de la necrosis, sino que tiene que ser la primer película en la que el director ante el mal desempeño actoral (el sexo frente a cámaras es conceptualmente una actuación) entra en escena y se empoma a una actriz. Si Peter Jackson entrara en cuadro al final de la primera parte de El Señor de los Anillos y empezara a revolear orcos para salvar a Boromir igual sería menos extremo. Esto no lo hizo Tarantino, esto no lo hizo Godard, esto no lo hizo Polan… bueno, capaz que el degenerado de Polanski sí lo hizo, pero evidentemente fue editado y dejado afuera. Ron Jeremy en cambio, molesto y/o excitado se lanzó arma en mano hacia la gloria de la trasgresión absoluta y del borrón final de la frontera entre lo representado y lo vivido. Tal vez el puercoespín se merezca, no digo un rincón pero al menos un cacho de baldosa de la sala de honor de los innovadores del séptimo arte.


A diez años de su edición, Fuck You, Tiger saluda a este (in)noble objeto de vanguardia involuntaria.

martes, agosto 10, 2004

Irrito, nulo, disuelto

Qué pereza me da escribir este post, la pereza que me da tener que escribir sobre algo que no tengo interés en escribir ni necesidad de hacerlo, pero sí la obligación. Qué pereza...

Hace un par de días escuché a la dupla Escanlar-Alvarez hablando sobre una serie de insultos que les habían sido propinados desde la página de Indymedia, asunto al que di nula pelota. Al otro día me llega un mail felicitándome por lo que había escrito en Indymedia, lo cual me extrañó, ya que nunca en mi puta vida escribí para Indymedia. Yendo a la página entendí, ya que la misma reproducía en forma íntegra el post que yo había escrito sobre Álvarez & cía y sus opiniones sobre Whisky y Julio Herrera y Reissig. El post aparecía en la columna de "Noticias", en la que se recogen artículos de otras fuentes, y señalaba la fuente de la cual provenía, aunque sin aclarar si se trataba de un blog, un mural o un site porno, segual.

En la historia de este no siempre humilde blog, me han pedido varias veces para reproducir fragmentos o la totalidad de algunos posts, lo cual me ha hecho sentir honrado. Lo han hecho aún en casos de que dicha reproducción fuera a salir en un fanzine al que nunca tendré acceso y del que jamás hubiera escuchado hablar, pero los protocolos mínimos de educación siempre hicieron que se me consultara, y siempre he accedido, faltaría más.

Indymedia no me consultó en absoluto para publicar dicho post en un formato que, para cualquier lector no detallista de Internet, parecería ser parte de los artículos escritos para Indymedia específicamente, y tal vez sea la política de la página la recolección de notas sin chequear datos o autorizaciones con sus autores. Es algo que se hace bastante en Internet, con la diferencia de que, en lugar de publicar la nota en un nuevo contexto, lo que se hace es simplemente establecer un link con la página original, algo que es más fácil y que ayuda a leerla dentro de su contexto original, lo que permite ver las circunstancias de enunciación.

Este no fue, obviamente, el caso. El post fue reproducido con total fidelidad, fidelidad excesiva ya que reproducía también la addenda final que era de evidente comunicación privada y que no agregaba nada informativo a un post que de por sí no era precisamente informativo. Ahora bien, no tengo nada contra Indymedia, que en general me parece un medio original y de un cierto poder de comunicación alternativa activista, pero una cosa es un blog diletante y extremadamente subjetivo como Fuck you, Tiger, y otra cosa es una página como Indymedia. Un post subjetivo como el reproducido, que en mi blog es parte de un largo discurso y diálogo que mantengo con mi grupo de lectores y con mi propia cabeza, solo y aislado se convierte en una mera puteada carente de la menor legitimidad.

El agregarle un título como "Sobre Ignacio Alvarez, Gustavo Escanlar y la ignorancia" también me resulta incómodo, porque en definitiva el post era sobre Whisky y Herrera y Reissig. He escrito sobre noise japonés, poesía china, rituales satanistas, películas de terror, punks recalcitrantes, anécdotas curiosas, canciones folk y un montón de temas que me interesan y sobre los que tengo el descaro de escribir. Ninguno de esos temas le interesó a Indymedia; me molesta ser reducido a ser una fuente para putear a periodistas famosos, sean estos lo que sean. Me molesta sobre todo porque no me cuesta mucho adivinar otra discusión a la que le venía bien la referencia al culo de Escanlar, una paráfrasis de una famosa frase de Allen Ginsberg, perífrasis que a juzgar por los comments realizados en la página de Indymedia nadie entendió, sirviendo en cambio para hacer una serie de asombrosamente desagradables referencias homofóbicas y racistas. Me molesta porque, sinceramente, Indymedia nunca ha dado la más puta señal de interés en Whisky o en Julio Herrera y Reissig y, por más gramsciano que uno sea, lo que yo he escrito sobre estos penosos comunicadores tiene que ver esencialmente con asuntos culturales y no políticos, que es la temática por excelencia de Indymedia.

De última esto servirá exclusivamente para que yo abandone al dúo Escanlar-Alvarez como motivo de post (algo que ya me habían recomendado algunos atentos lectores), porque no me interesa participar en una discusión en la que no tengo el más puto control sobre el formato de lo que digo y su lugar de enunciación. Fuck you, Tiger nunca se trató de provocar y putear porque sí, cuando eso se dio siempre fue parte de un casi siempre controlado discurso que implicaba el diálogo con gente interesante y conocedora de los protocolos invisibles de la para-prensa de Internet. La relación de este blog con sus lectores siempre fue de intercambio y seducción entre sensibilidades más o menos afines, y de un diálogo mantenido dentro de mi potestad nunca ejercida hasta ahora de control de lo dicho en los comments. Me hago cargo de todas y cada una de las palabras que se hayan escrito en este blog, en ESTE blog, repito. En este blog no se habla de Escanlar-Alvarez, se habla de otra cosa, otra cosa que a veces tiene las caras de periodistas como ellos pero que generalmente tiene rostros más interesantes, y en el que las afirmaciones suelen ser más numerosas que los rechazos. Y no voy a hacer de piedra en la honda de nadie, no en una honda que no apunte yo.

lunes, agosto 09, 2004

Carne quemada

Hace días que estoy por escribir algo sobre el asombroso “accidente” del supermercado (que por tamaño y características era casi un shopping) paraguayo que se incendió quemando vivos a 500 de sus clientes, de los cuales muchos se habrían salvado de no ser porque los dueños del supermercado dieron la orden de bloquear las puertas para que la gente no se fuera sin pagar o para que no entraran saqueadores. No porque me interese particularmente escribir sobre monstruosidades horribles sino porque me interesan las monstruosidades horribles simbólicas, las que revelan mucho más que los vericuetos de la fatalidad y el azar. Pero el tema es largo y por suerte para mi pereza me encontré con este artículo de José Pablo Feinmann que dice exactamente lo que yo quería decir, solo que con mayor claridad expositiva y autoridad filosófica, así que vayan, léanlo y sepan que Fuck you, Tiger piensa lo mismo.


De cualquier forma agrego que no me extrañó la noticia, así como no extrañaron las torturas en Irak, es algo que está en la naturaleza de la situación planteada, como si fuera la famosa fábula del escorpión, la rana y el río. Los supermercados han sido totalmente funcionales al capitalismo neo-liberal más salvaje y a la concentración de capitales multinacionales, cumpliendo un papel similar en la economía local al de las divisiones panzer en la blitzkrieg. Bienvenidos con los brazos abiertos por todos los gobiernos de estas –y todas, me temo- regiones durante las últimas tres décadas, un supermercado es una bomba de fragmentación de las estructuras productoras y laborales que existían a su alrededor antes de su llegada. Ante la inversión, la capacidad de contrato y supongo las coimas que ofrecen los establecimientos comerciales de grandes superficies, los gobiernos aplauden y los ponen como símbolos del futuro y el progreso. No me voy a meter en todas las connotaciones simbólicas de un hipermercado, que ya hay gente que lo ha estudiado en detalle –desde George Romero hasta Beatriz Sarlo-, solo voy a que la característica principal de los supermercados es, además de la competencia desleal con los pequeños comerciantes, el deprimir instantáneamente el mercado laboral sin exterminarlo. Es decir; un supermercado genera una cantidad importante de puestos de trabajo, pero a la vez todas las grandes cadenas impiden cualquier intento de sindicalización de sus empleados -lo cual es posibilitado por la vista gorda que se hace, gracias a las legislaciones laborales "flexibilizadas para alentar la inversión extranjera"- con la excusa de abatir ligeramente los índices de desempleo. Las empresas, por supuesto, contratan por lo general en forma precaria y por el salario mínimo. Así el comerciante menor independiente, que por supuesto no puede competir en precios ni puede contratar personal para cubrir una cantidad de horas de servicio competitiva, desaparece o engrosa la legión de empaquetadores permanentes que trabajan en el desamparo solidario más absoluto. Y todo esto sin mencionar las técnicas de extorsión a los proveedores locales y demás. Mientras tanto los presidentes hacen cola para cortar las cintas de inauguración de los supermercados porque a los presidentes cuanto más grande es algo, mejor, porque se ve más.

Wal Mart, la mayor cadena de supermercados del mundo y la mayor empleadora de E.E.U.U., ha perfeccionado los sistemas que son copiados por todas las demás cadenas, basándose como condición sine qua non de su establecimiento la imposibilidad de estructurarse sindicalmente, y consiguiendo hace dos años la curiosa paradoja de que sus dueños llegaron al puesto nº 1 de las fortunas mundiales, al tener bienes productivos por un valor quince veces mayor al PBI de Uruguay en un año, y al mismo tiempo pagar los peores salarios en promedio de las grandes empresas de su país. Aquí el lider de la izquierda denunció en un discurso tener información acerca de que algunos supermercados de esta ciudad obligaban a sus cajeras a trabajar con pañales para evitar el tiempo perdido de trabajo que les implicaba ir al baño. Esta versión tenía sus aspectos dudosos (señalados por algunos atrevidos cálculos en un post de Ghetta), pero produjo las iras de los líderes de derecha, ofendidos acerca de cómo iban a decir esos disparates sobre empresarios tan necesarios y humanitarios.


Después del incendio en Paraguay, algunos osados periodistas locales fueron a entrevistar al Jefe de Seguridad del supermercado Géant, el mayor de Montevideo, que explicó en detalle cómo eso nunca pasaría acá ya que en este local había muchas más puertas, de mejor señalización, etc. Nadie le preguntó de qué carajo serviría el que hubiera más puertas si se les diera la orden de bloquearlas para evitar un saqueo o para ver cómo se quema gente o lo que fuera. A nadie se le ocurrió preguntar que la seguridad de un local así depende más del prontuario, los antecedentes y la ideología de sus responsables que de otra cosa.

No sé por qué, o sí, me acuerdo de un hecho real sucedido en el Zoológico del Bronx hace ya varios años. Un día de calor unos niños decidieron irse a nadar a una de la piscina que rodea la jaula de los osos polares. Lógicamente un oso agarró a uno, lo despedazó y se lo comió. Los responsables del zoológico argumentaron con razón de que bueno, eso es lo que hacen los osos, matar y comerse a los animales que tienen cerca. Investigando luego a los niñós supervivientes se descubrió que los mismos, tras años de ver a los osos polares de Coca-Cola, al oso Yogi, a Baloo y demás osos bondadosos y ficcionales, habían ya perdido –o tal vez nunca habían adquirido- el conocimiento de que un oso es un animal peligroso. Tal vez lo único bueno que se pueda rescatar del incendio de Asunción entre las góndolas humeantes y los niños convertidos en carbón sea la re-afirmación de que un supermercado también es un animal sanguinario.

viernes, agosto 06, 2004

Think different

Manuel me cuenta que en España está dificilísimo conseguir la traducción de Anagrama del Rastros de Carmín de Greil Marcus, que está agotada desde hace tiempo y no la han reeditado -protesta que también me ha llegado de Buenos Aires, por lo que supongo que en Montevideo están todas las copias que quedan.

Sería interesante que ante la demanda re-editaran el libro, pero a la vez que aprovecharan para corregir las múltiples erratas y revisar la curiosa traducción de Damián Alou, que demuestra no estar precisamente informado acerca del tema tratado por el libro o tener la más original de las interpretaciones al respecto.

Esta característica tiene una inflexión sublime: en un momento Marcus hace referencia a un clásico menor del punk inglés del '77, el tema "One Chord Wonders" de The Adverts, grupo de la segunda ola (y por lo tanto con menor impacto) de dicho punk pero con gran capacidad interpretativa del mismo en el aspecto conceptual. El tema hace referencia obvia a la denominación habitual que se le da - One Hit Wonders ("Maravillas de un sólo éxito") a los grupos que tienen un tema notable y luego desaparecen rápidamente en la oscuridad. La canción de los Adverts se enorgullece de la rusticidad técnica del punk, y de ellos en particular, definiéndose como "Maravillas de un sólo acorde", denominación que llegaron a considerar como nombre para la banda. Es decir, algo bastante claro para todo el mundo menos para la salvaje imaginación de Alou, que traduce el título de la canción de la siguiente forma: "Un acorde se pregunta".


Caramba dice uno, eso no se me había ocurrido. Y a los Adverts tampoco, pero a Damián Alou sí. Rastros de Carmín es un libro largo, de más de 500 páginas de apretada prosa, cuya traducción tal vez sea agotadora, lo cual tal vez sea la causa de tan excéntrica versión de la frase original. O tal vez Alou esté fumando algo extraordinario que debería convidar, pero en cualquier caso hay que decir que, aunque todos sabemos que los punks son unos locos, locos, locos que escriben cualquier cosa, sigue siendo difícil de interpretar la temática o estética de una canción así llamada. Descartando la intolerante idea de que Alou tradujo sin pensar un puto segundo si lo que traducía tenía sentido, me permito esbozar tres teorías sobre lo que pudo imaginarse este intrépido traductor que evidentemente no confrontó la letra entera del tema, pero que supo arrancar del simple juego de palabras original:

Versión 1 (angustiada): El tema de los Adverts hablaría de un acorde, pongamos que un La menor, que está preso de una crisis existencial y se pregunta que va a ser de él y de su limitada sonoridad, si pondrán a su lado a un armónico Sol mayor o a un incómodo Sí, si irá en el estribillo o en una olvidable coda. ¡Un acorde se pregunta, vamos...!.

Version 2 (militante): Teniendo en cuenta que el tema pertenece a una banda punk politizada, también podría ser un acorde con problemas de compromiso social, al que le gustaría ser parte del riff de un belicoso tema de los Clash pero que está condenado al segundo coro de un temilla new wave. Y un acorde se pregunta, evalúa una disonancia feroz y uno de estos días se arma... (Habría también una versión infantil en la que el acorde se pregunta cosas sobre la música y donde el niño guitarrista debe poner los dedillos. Se llamaría "One Tiny Chord Wonders").

Versión 3 (didáctica): Es sabido que la bajista de Adverts, Gaye Advert, estaba muy buena pero tocaba muy mal. El tema sería entonces un consejo del líder TV Smith para que Gaye se deje de inventar cosas y averigue cómo carajo se hace un acorde en el bajo, el estribillo sería entonces "Gaye, un acorde no es cualquier verdura / un acorde se pregunta, Gaye / Ponés un dedo acá y otro dedo allá / La-la-la y ya está". Un temazo autorreferencial, digamos.

Damián Alou, ¿eminencia oscura de la teoría punk y su revisionismo?, ¿situacionista infiltrado?, ¿traductor apurado y atorrante?, ¿genio accidental...? I wonder, wonder...

Colega inesperado

Ah, que serían las mañanas de los jueves sin The Onion, fijense el blogger que descubren y la inefable carita de la foto.

jueves, agosto 05, 2004

Ignorance is bliss

Entre la bruma matinal escucho en la radio a Ignacio Alvarez y Gustavo Escanlar hablando sobre lo bien y lo justo que es que los bares y restaurantes no permitan el uso de sus baños a quienes no sean clientes, cavilaciones que interrumpen para leer un mail de una tal Claudia sobre la película Whisky de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella -que se estrena en estos días pero para la que hubo una multitudinaria función de pre-estreno-, en el que esta chica dice que la película es un embole, que el mejor favor que le pueden hacer al cine uruguayo es no promocionarla y que tendrían que devolver la entrada, observación curiosa ya que aún no se realizaron funciones con entrada paga. Alvarez lee el mail y agrega: "que quiere que le diga, yo estoy bastante de acuerdo...", Escanlar prefiere callar diciendo que se guarda su opinión para mañana. Minutos después y ante otro mail, bastante tosco, que discute la opinión de esta Claudia y la trata de "estúpida", Alvarez afirma que él puede asegurar que esa Claudia es cualquier cosa menos una estúpida.

Entretanto hablan de otro mail que protesta acerca no sé qué incidente de un tráfico que estaba demorando el fluir del mismo por la rambla y la incompetencia de los inspectores municipales por no desviar el tráfico por la calle Julio Herrera y Reissig. A pesar de lo incomprensible de la situación mal descripta en el mail ambos le dan automáticamente la razón en cuanto a la incompetencia de los inspectores y Escanlar agrega jocoso: "Herrera y Reissig: no serviste para poeta, por lo menos serví para calle!!!"

Dos consideraciones desapasiondas:

a) Yo que Stoll y Rebella suspiraría tranquilo; imagínense la siniestra eventualidad de que estos periodistas decidieran campeonar por Whisky, imaginen que ellos dijeran que la película es la summa de todo lo que ellos admiran y respetan. Hay gente cuyo beso es el beso de la muerte, por ahora el efecto de Whisky parece ser el indicado.

b) Parafraseando a Ginsberg, si la poesía de Herrera y Reissig, el mejor de los modernistas y uno de los pocos nombres de la literatura uruguaya que merece (y puede) ser defendido en cualquier barra de café literario del mundo, digo, si esa poesía perfecta fuera una verga de dos metros y medio y se le metiera a Escanlar en su gordo culo hasta atragantarlo, Escanlar seguiría sin saber qué es la poesía de Herrera y Reissig y por qué hay una calle con su nombre. Es un poco excesivo que el hombre se arrogue la capacidad de opinar sobre ella.

(addenda del 06/08/04: corrijo por observación de sigmur el apellido de Rabella, a quién conozco desde hace una cantidad de años pero que, sin embargo, insisto tercamente en cambiarle el nombre a "Ravella", "Revella" o "Rebella" -esta última versión menos frecuente porque me doy cuenta de que si se llamara "Rebella" haríamos muchos chistes-. No sé cual es el motivo de esta persistente confusión ortográfica; Juan Pablo: de ahora en adelante te denominaré Juan Pablo R., a menos que te cambies el apellido por Catullo, al cual no le erro nunca)

(nueva addenda, pero más fastidiada: Dora me señala que ni siquiera puedo copiar bien la corrección de sigmur y que es el improbable "Rebella" y no "Rabella" como sostenía en el párrafo anterior. Por lo que corrijo nuevamente y me resigno: J.P. de ahora en adelante para mí sos R. o Catullo, elegí.)

lunes, agosto 02, 2004

La bondad de las atrocidades

En perfecta sintonía con el diálogo sobre Breton y lo revolucionario mantenido en los comments del post de los Dicks (que lamentablemente será barrido por el viento de Haloscan), encuentro -gracias a Smalltown- esta entrevista al mayor reivindicador del surrealismo, que casualmente es uno de los mejores escritores del siglo XX y alguien que vengo admirando sin pausa desde hace unos quince años, J.G. Ballard.



A los 74 años y contestando por escrito, Ballard regala en este pequeño cuestionario, perdido bajo el rótulo de ciencia-ficción en The Guardian, más ideas provocativas que las que todos los rockeros intelectuales de Willamsburg podrían articular en sus putas vidas. Hace algunos análisis sobre el arte del S.XX, dice varias cosas brillantes sobre algunos artistas bastante desconocidos en estas latitudes como Tracey Emin y Damien Hirst, y deja la siguiente reflexión que perfecciona algunas intuiciones que había tenido otro viejo aterrador como Stockhausen, y que me parece una de las observaciones más incisivas que se hayan hecho en los últimos años, y que me viene de perillas como argumento en una larga discusión que he tenido ultimamente.

Hablando sobre su última novela, que describe una insurrección de clase media en una universidad, el entrevistador le pregunta: "Si la revolución es inevitablemente re-empaquetada, entonces ¿dónde nos deja? ¿Puede el arte ser alguna vez un vehículo para el cambio político?"

Y Ballard contesta:

Las revoluciones que son re-empaquetadas tienden a ser pseudo-revoluciones o aquellas que fueron eventos mediáticos desde el principio. La destrucción del World Trade Center el 9/11 no ha sido aún, me doy cuenta, re-empaquetada en algo con más atractivo de consumo. Otro evento revolucionario, el asesinato de JFK, fue rápidamente desactivado por la intensa cobertura mediática, la eterna repetición de la filmación de Zapruder, y la vasta proliferación de teorías de la conspiración. Pero Kennedy era él mismo mayormente una construcción mediática, con un atractivo emocional tan calculado como en cualquier campaña publicitaria. Su vida y su muerte fueron ficciones absolutas, o casi. Una auténtica revolución, como lo fue el 9/11 a su modo, siempre va a salir de alguna inesperada esquina del firmamento.



Claro que esto tenía que salir bajo en el estante de ciencia-ficción y en boca de un autor de ciencia-ficción, es decir, un loco.

No es lo único que dice. Si todavía no se interesaron por leer la entrevista entera, les dejo otro anzuelo:

(...) demasiado se hecho con el arte conceptual -diciéndolo groseramente: alguien ha estado cagando en el urinario de Duchamp (...)

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